lunes, 14 de abril de 2025

 RUTAS POR SEVILLA: Vírgenes

Virgen de la Soledad. Iglesia de San Alberto.

En el muro de la epístola, la primera capilla corresponde a san Antonio de Padua. Sobre el Santo podemos ver el relieve de la Virgen de la Soledad.

Retablo de san Antonio de Padua

Detalle del ático

Detalle de la Dolorosa del ático

RUTAS POR SEVILLA: Vírgenes

Virgen de los Dolores. 

El título de “Nuestra Señora de los Dolores”, hace honor a las pruebas que enfrentó la Madre del Siervo Sufriente (Isaías 52,13-53,12).

Son los siete dolores de María como conjunto de sucesos de la vida de la Virgen Maríaen su gran misterio de amor,  que no se deben confundir con los cinco misterios de dolor del Santo Rosario.  

1. La Profecía de de Simeón o la Presentación de Jesús en el Templo (Lc 2: 32-35).

En la presentación de Jesús en el TemploMaría acompañada de José, se encuentran con el anciano Simeón, el cual les bendijo y habló a María sobre la espada que atravesará su corazón: “Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y como signo de contradicción. ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones”. 

2. La Huida a Egipto (Mt 2: 13-15)

La Sagrada Familia tuvo que huir a Egipto para salvar a Jesús del Rey Herodes: “Cuando ellos se retiraron, el ángel de Señor se apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle. Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes: para que se cumpliera lo dicho por el Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo”. 

3. La Pérdida del Niño Jesús en el Templo (Lc 2: 43-45)

Cuando Jesús tenía 12 años, María y San José sufrieron el dolor de perderlo durante tres días en el Templo: “Al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y haciéndoles preguntas…Cuando le vieron quedaron sorprendidos y su madre le dijo: “Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando…”

4. María se encuentra con Jesús camino al Calvario (Lc 23: 26-28).

“Le seguía un gran gentío del pueblo y de mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él”.

Lam 1,12:  Este versículo de las “Lamentaciones” personifica a Jerusalén como una mujer que clama en medio de su sufrimiento. Es una invitación a los que “pasan por el camino” (espectadores, pueblos vecinos o incluso Dios) a que contemplen su dolor y se conmuevan. Expresa una profunda sensación de abandono, humillación y juicio divino.

Es una forma poética y desgarradora de mostrar cómo el pueblo siente que su sufrimiento no tiene comparación y busca consuelo o al menos empatía.

5. Crucifixión de Jesús (Jn 19: 17-39)

“Y cuando llegaron al lugar que se llama Calvario, lo crucificaron allí. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, esposa de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien amaba, Jesús le dijo: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”. Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa”.

De este modo hace a María madre del discípulo, y hace que el discípulo sea hijo de la Madre: "La recibió en su casa", es decir, en su interior, en lo que más aprecia.

En ese discípulo, la tradición sugiere que está toda la Iglesia. María está confiada a la Iglesia, y la Iglesia está confiada a María, Madre de Jesús, primera discípula del Hijo.

Pero en ese título "Mujer", Jesús alude a Eva: "Será llamada Mujer" (Gn 2,23): María es la nueva Eva.

6. Descendimiento de la Cruz. 

“Era ya el atardecer; y como era el día de la Preparación, es decir, la víspera del sábado,
vino José de Arimatea, miembro noble del Consejo, que también esperaba el Reino de Dios, y tuvo el valor de presentarse a Pilato y pedirle el cuerpo de Jesús.
Pilato se extrañó de que ya hubiera muerto, y llamando al centurión le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto. Informado por el centurión, concedió el cadáver a José. Este compró una sábana, lo bajó de la cruz, lo envolvió en la sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca. Luego hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro” (Mc 15: 42-46) .

"Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Pilato lo autorizó, y él fue y se llevó el cuerpo" (Jn 19: 38).

La frase: “José de Arimatea pidió el cuerpo de Jesús. Y al bajarlo de la cruz, lo depositó en los brazos de su Madre” no aparece literalmente en ninguno de los Evangelios canónicos (Mateo, Marcos, Lucas o Juan). Es una ampliación piadosa basada en la tradición cristiana y el arte devocional, especialmente reflejada en la Piedad de Miguel Ángel y otras representaciones de María recibiendo el cuerpo de su Hijo muerto.

Es una expresión profunda del dolor de una madre y del papel de María como Corredentora, que comparte el sufrimiento redentor de su Hijo. Aunque no sea un hecho narrado literalmente en los evangelios, encarna una verdad espiritual y emocional que ha sido muy significativa en la tradición cristiana.

7. Entierro de Jesús

“Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con aromas, como es costumbre sepultar entre los judíos. Había un huerto en el lugar donde fue crucificado, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie había sido depositado todavía. Allí, pues, por razón de la Preparación de los judíos y porque el sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús” (Jn 19: 40-42).

“Lo bajó (de la cruz), lo envolvió en una sábana y lo puso en un sepulcro excavado en la roca, donde nadie había sido puesto todavía. Era el día de la Preparación, y comenzaba a despuntar el sábado” (Lc 23, 53-54).

Devoción a los Dolores de la Virgen María

La devoción a los Dolores de la Virgen María tiene raíces muy antiguas dentro de la tradición cristiana. Ya en el siglo VIII, algunos escritos eclesiásticos reflexionaban sobre la compasión de la Madre de Dios ante el sufrimiento de su Hijo, lo que dio origen a las primeras expresiones de veneración en torno a este aspecto de su vida.

Durante la Edad Media, comenzó a tomar forma la costumbre de meditar sobre los gozos y los dolores de la Virgen. Inicialmente se celebraban los cinco gozos, y con el tiempo también se incorporó la memoria de sus cinco dolores, los cuales luego se ampliarían a siete, número que se mantendría como referencia en la tradición posterior.

Esta devoción fue tomando fuerza especialmente en Occidente a partir del siglo XI, encontrando un gran eco en los países del Mediterráneo, donde la figura de la Mater Dolorosa se convirtió en un símbolo de ternura y fortaleza ante el dolor.

Uno de los testimonios más antiguos y significativos de esta espiritualidad mariana es el himno Stabat Mater, atribuido al beato Jacopone da Todi (1230–1306). Esta conmovedora oración, nacida en el contexto medieval, sigue siendo parte de la liturgia actual, especialmente en las celebraciones de la Semana Santa.

La fiesta litúrgica en honor a la Virgen de los Dolores comenzó a celebrarse en la Edad Media, inicialmente durante la semana de Pascua, aunque con el paso del tiempo fue consolidándose como una conmemoración independiente en el calendario de la Iglesia.

Un acontecimiento clave en la expansión del culto a Nuestra Señora de los Dolores fue la fundación, en 1233, de la Orden de los Siervos de María (Servitas), quienes desempeñaron un papel esencial en la difusión de esta devoción. Tal fue su influencia que, en 1668, se les concedió el privilegio de celebrar una Misa votiva en honor a los Siete Dolores de la Virgen María.

La orden tuvo su origen el 15 de agosto de 1233, en la ciudad de Florencia, cuando siete hombres piadosos, conocidos como los Siete Santos Fundadores, decidieron consagrar su vida al servicio de la Virgen. Provenientes de familias nobles y burguesas, estos hombres ya formaban parte de una cofradía dedicada a la Virgen María. Según relata la Leyenda del Origen (n. 18), tomaron esta decisión “en honor de Dios y al servicio de su Madre”.

Buscando una vida de retiro, oración y penitencia, se establecieron en una casa ubicada en Cafaggio, un suburbio florentino en aquel tiempo. Allí dieron forma a una vida comunitaria austera, centrada en la oración como alabanza continua a Dios.

El nombre “Siervos de María” no fue casual, pues eligieron llamarse así porque su fundación coincidió con la solemnidad de la Asunción de la Virgen, y su espiritualidad estuvo desde el inicio marcada por la entrega total a María. Pronto adoptaron el hábito negro como signo de penitencia y asumieron la Regla de San Agustín como norma de vida religiosa. El 13 de marzo de 1249, el Papa Inocencio IV reconoció oficialmente la orden.

Uno de los aspectos más singulares de los Servitas es que constituyen el único caso en la historia de la Iglesia de una orden religiosa fundada no por una o dos personas, sino por siete fundadores. En reconocimiento a su santidad y legado, el Papa León XIII los canonizó a todos el 15 de enero de 1888.

Entre ellos, el más recordado es San Alejo Falconieri, quien vivió una larga vida y fue testigo del crecimiento y expansión de la orden por Europa. A día de hoy, los Siervos de María siguen activos y en 2015, contaban con aproximadamente 872 religiosos (de los cuales 587 eran sacerdotes) distribuidos en unas 150 comunidades alrededor del mundo, presentes en los cinco continentes.

La conmemoración de los Dolores de la Virgen María fue incorporándose progresivamente a la vida litúrgica de la Iglesia, fruto de una creciente devoción que se fue consolidando con el paso de los siglos. Ya en el siglo XV, comenzaron a celebrarse las primeras liturgias en honor a María al pie de la Cruz, especialmente en Colonia, donde en 1423 se documenta una de las primeras celebraciones oficiales.

Posteriormente, en 1472, gracias al impulso del Papa Benedicto XIII, se extendió a toda la Iglesia la conmemoración del llamado Viernes de Dolores, celebrado el viernes anterior al Domingo de Ramos, dentro de la semana de Pasión. Esta fecha sirvió para introducir de forma más universal la meditación sobre el sufrimiento de la Virgen durante la Pasión de su Hijo.

Con el paso del tiempo, la devoción se fue fortaleciendo. En 1692, el Papa Inocencio XII autorizó una nueva celebración en honor a los Siete Dolores de la Virgen, fijándola en el tercer domingo de septiembre. Sin embargo, no fue hasta 1814, bajo el pontificado del Papa Pío VII, cuando esta fiesta fue incorporada oficialmente al calendario litúrgico romano, otorgándole un lugar más estable dentro de la vida de la Iglesia.

La forma actual de la celebración se consolidó en el siglo XX, cuando el Papa Pío X, en 1913, estableció de manera definitiva la fecha del 15 de septiembre, justo después de la Exaltación de la Santa Cruz (14 de septiembre). Además, cambió el nombre de la memoria litúrgica, de los “Siete Dolores” pasó a llamarse “Nuestra Señora de los Dolores”, subrayando así no solo la cantidad de sufrimientos, sino la figura entera de María Dolorosa.

Gracias a esta evolución, la Iglesia conmemora dos veces al año los dolores de la Virgen, el Viernes de Dolores, durante la Semana de Pasión, y el 15 de septiembre, inmediatamente unido a la celebración de la Cruz de Cristo. Esta cercanía en el calendario simboliza profundamente la unión inseparable entre la Madre Dolorosa y su Hijo crucificado, centro de la fe y esperanza cristiana.