domingo, 28 de agosto de 2022

 ALGUNAS CURIOSIDADES DE SEVILLA

Recaudador de la Puerta Osario. 

La puerta de Osario, antigua “Bib Alfat” o “Puerta de la Victoria”, supuestamente porque por ella entraban y salían los soldados islámicos, en sus escaramuzas bélicas por los alrededores.

El nombre de Osario es posterior y puede estar en relación con la existencia de un cementerio árabe. 

Rodrigo Caro indica que procede de una desviación de la palabra “Unzario”, porque era donde pesaban la harina molida que entraba en la ciudad desde los molinos de los Alcores, estado documentado la existencia del peso.  



Puerta Osario. Dibujo de Richard Ford de 1831

Se construyó en el período almorávide, sufrió reparaciones en 1386 y principios del siglo XV y se reconstruyó en el siglo XVI y en 1848.
Presentaba un escudo de piedra de Sevilla y una placa conmemorativa de bronce, pero finalmente fue derribada pocos años después de la “Gloriosa”, sublevación militar con elementos civiles que tuvo lugar en septiembre de 1868 y que supuso el destronamiento y exilio de la reina Isabel II. 
Es probable que antes de su derribo perdiera sus dos torres como parece derivarse del plano de Olavides de 1771 y del dibujo de Richard Ford.

No sé si es real o leyenda. En la puerta Osario existía una especie de puesto de control. 

Un alguacil de la hermandad que inspeccionaba a las personas que entraban y salían por la puerta de la muralla, para impedir la entrada de algún delincuente o impedir la salida de algún fugitivo.

Un alguacil de impuestos (almotacén encargado de contrastar las pesas y medidas en la península Ibérica musulmana), encargado de reconocer los carros y caballerías de carga para cobrarles el arbitrio o impuesto de las mercancías.

Y un escribiente que anotaba los entierros que salían hacia el cementerio, situado en la actual calle Gonzalo de Bilbao, cobrando un impuesto de salida.

En cierta ocasión, tras la fuga de un preso de la Cárcel Real, se pensó que podría haber salido por la puerta Osario, dentro de un ataúd acompañado de sus cómplices, que formarían el cortejo fúnebre.

Para intentar localizar al fugitivo, los alcaldes de la hermandad decidieron comprobar los entierros del día, pero se encontraron con que ni en el ayuntamiento ni en el arzobispado existía listado de dichos entierros.  

Ante el conocimiento de la existencia del escribiente, antes mencionado, revisaron la plantilla de los empleados municipales y se encontraron con que no existía evidencia de la existencia de un empleado de recaudación de impuestos de salida de los entierros.

Para aclarar la situación, requirieron a dicho personaje (que parece que no era cristiano viejo, sino moro de los últimos que quedaban en Sevilla), a que acudiera al Corral de los Alcaldes (Ayuntamiento), situado en la actual calle Alcázares, desde su mediación hasta la actual calle Santa Ángela de la Cruz, donde reconoció que no tenía nada que ver con el Ayuntamiento, que no pertenecía a ninguna sección ni dependía de ningún regidor, sino que estaba en la puerta Osario, como antes lo había estado su abuelo y su padre, ejerciendo lo que consideraba que era su oficio, que le permitía ganar para su sustento.

Ante esta situación fue llevado preso durante tres o cuatro meses a la Cárcel Real y a su salida colgó un gran cartel entre la Puerta Osario y la Puerta Carmona, que decía: “Caminante: Llegas a la ciudad de la desorganización y del mal gobierno”. 

La retirada de este cuartel suscitó un gran problema, pues no se conocía que institución tenia jurisdicción, demostrándose con ello el mal gobierno de una ciudad que había permitido, durante cincuenta años, que un “personaje” cobrara un arbitrio para su propio beneficio y que no supiera a quien correspondía la responsabilidad de retirar un letrero.  

martes, 23 de agosto de 2022

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Colegio-Hospicio "Niños Toribios" 

Miguel de Cervantes, en el siglo XVI, en su novela "Rinconete y Cortadillo" nos muestra un mundo sórdido donde los niños desamparados sobrevivían en sus calles gracias a la mendicidad, los pequeños hurtos y la venta de su propio cuerpo.

Adriano número 23, citada en la novela Rinconete y Cortadillo, se conocía como el lugar del “Malbaratillo”, en referencia a un lugar donde además de acumularse muchas basuras e inmundicias se hacía comercio, a modo de mercadillo, de baratijas, objetos y alimentos robados. También se conoció la zona como Monte del Malbaratillo o simplemente el Baratillo, tal como se sigue denominando. 


Posteriormente, Murillo nos representa la cruda realidad de la infancia de la Sevilla del siglo XVII, pues a pesar de ser la ciudad más cosmopolita de toda la monarquía hispánica, el centro del mundo, en ella se mezclaba la riqueza con la pobreza. Para el pintor sevillano el niño callejero no solo es un mendigo y un ladrón sino un personaje de gran inteligencia natural, capaz de sobrevivir sin el apoyo de un adulto. 

Niños comiendo melón y uvas. Bartolomé Esteban Murillo.1605. Óleo sobre lienzo. 145,6x103,6 cm. Alte Pinakothek- Múnich

En la Sevilla del siglo XVIII existían problemas similares al resto de España, pero agravados por el traslado de la Casa de la Contratación a Cádiz, que conllevó la supresión del monopolio del comercio con las Indias en la ciudad. Este hecho produjo una gran crisis econó mica y un aumento alarmante de la pobreza. Numerosos niños mendigos vagaban por las calles sin protección, sin alimentar, a medio vestir y empleando su tiempo en fechorías.

En esta situación, en 1725, llegó a Sevilla Toribio de Velasco, un asturiano que había profesado en la Orden Tercera de san Francisco en la clase de seculares y que se dedicaba a vender libritos de la doctrina cristiana y otros devocionarios por las calles de la ciudad. 

Al percatarse de la situación de vagabundeo de tantos niños abandonados, decidió recogerlos en su casa de la calle Peral en la collación del Ómniunm Sanctorum, formado una pequeña comunidad de 18 niños, los más abandonados que encontró en la ciudad, que paseaba por las calles recitando la doctrina cristiana y pidiendo limosnas.  

Su idea fue “recoger a los que no tuviesen padre ni madre, ya de esta ciudad, ya de otras de donde vinieren y hay muchísimos”.

Muy pronto, aquella vivienda se quedó pequeña y tuvo que trasladarse a otra casa mayor en la Alameda de Hércules, pero el nuevo edificio volvió a resultar insuficiente por lo que Toribio solicitó ayuda al Arzobispo de Sevilla y el Asistente de la Ciudad, el Conde de Ripalda, le cedió el edificio llamado “de la Inquisición vieja” en la collación de san Marcos (actual calle de Bustos Tavera) y comenzó a donarle una pequeña cantidad con la que empezó a gravar cada res sacrificada en el Matadero, con la condición de acoger a algunos delincuentes habituales cuyo destino sería la cárcel.  

De esta manera en cuatro años llegó a tener acogido a más de 200 jóvenes a los que se conoció como “Los Niños Toribios” y la delincuencia disminuyó en Sevilla.

A principios de 1727 la Casa se convirtió oficialmente en Hospicio, con un reglamento propio que redactó el fundador siguiendo una disciplina muy rígida, como de un correccional.

Pero, el ánimo de Toribio no era educar a sus acogidos para el estado eclesiástico, aunque sus enseñanzas fuesen esencialmente religiosas, sino que pretendía que pudieran dedicarse a diversos oficios que les permitiera pasar la vida honestamente. 

Por ello, inició diversas ocupaciones y talleres gracias a la ayuda desinteresada de modestos eclesiásticos y maestros de oficio. 

Se crearon talleres de zapatería, sastres, polaineros, cortadores y tejedores de paño, que pronto ofrecieron grandes beneficios a la comunidad, ya que aunque eran muy solicitados, Toribio no permitía la salida de la Casa hasta que no hubieran aprendido completamente un oficio, estuviera instruidos totalmente y una edad adecuada.

Cuando la Institución comenzó a tener gran éxito, en agosto de 1730 murió Toribio de Velasco, siendo sepultado en el convento de san Pablo, al pie de la tumba de fray Pedro de Ulloa.

En su testamento, dejó por albaceas al arzobispo Luis de Salcedo, al Asistente Conde de Ripalda, al vicario general Antonio Fernández Rojo, a los priores de san Pablo, Regina y Cartuja  y nombró como sucesor en la dirección de los Niños Toribios a Antonio Manuel Rodríguez, de oficio carpintero,  que le había ayudado enormemente en su trabajo, cuyo nombramiento fue confirmado por el Arzobispo, previo informe de sus cualidades y de las disposiciones en que estaba la comunidad para aceptarlo como director. 

El nuevo director mantuvo la filosofía del fundador y dio gran impulso a todas sus actividades, aumentó otro telar de bayetas, talleres, herrerías, cerrajerías, cuchillerías, latonerías, salas para dibujar, pintar y burilar, dotándolas de maestros que enseñaron estas artes consiguiendo, incluso, que algunos jóvenes se dedicaran al estudio de la cirugía.  

A la muerte del Conde de Ripalda, compró una casa de mayor tamaño en la Calzada de la Cruz del Campo, junto al Monasterio de san Benito, donde se trasladaron en 1733. 

Años después pasó al Hospicio de Indias, en san Hermenegildo, pero en 1802 fueron desalojados para situar un cuartel de Artillería. 

En 1785 las autoridades municipales compraron una casa a los herederos de D. Pedro de Pumarejo donde se instalaron junto a los primitivos “Niños de la Doctrina” dándole a la Casa el nombre de “Real Colegio de los Niños Toribios”. 

En 1837 fue incorporado al hospicio que de San Nicolás fue llevado al ex convento de san Jerónimo y finalmente al fusionarse con la beneficencia oficial, la obra de Toribio de Velasco se extinguió en 1823, por medio de un oficio del ultimo administrador D. José María Rodríguez, después de haber ofrecido educación, cobijo y oficio a bastantes delincuentes que habrían terminado en la horca o en la cárcel.

lunes, 22 de agosto de 2022

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Plaza de los Terceros

Es un espacio rectangular, encrucijada antigua de caminos, donde confluyen las calles Gerona, Bustos Tavera y Sol.

Visión general de la plaza de los Terceros

Desde finales del siglo XV parece nombrada como plaza de las Tablas o de las Carnicerías, por la existencia desde 1845 puestos de venta de carne, llamados tablas de carnicerías. También como de las Freidurías. A finales del siglo XIX se encontraba el gremio de “Tiendas de patatas y Huevos”. También había talleres de un maestro herrador y un maestro herrero que realizaban sus tareas en el exterior, sacando a la plaza las rejas, balcones y barrotes de hierro. Uno de estos heradores, Pérez de Alama, es retratado por A. Palcacios Miño en “Estampas de mi tierra. Sevilla y su provincia”: “El herrador de placita de los Terceros, con un sombrero Boer y su luenga barba blanca, respetable y respetado, y recuerdo vivo de aquellos tiempos heroicos del romanticismo revolucionario, en los que, al frente de una columna de valientes, se lanzó al campo a luchar contra la monarquía”

Mas regularmente aparece nombrada como de Santa Catalina, por la iglesia de igual advocación que se levanta en sus proximidades y a partir de 1845 se impone la denominación de Plaza de los Terceros por el convento situado a comienzos de la calle Sol.

En esta plaza Cervantes sitúa, en su entremés “Los Mirones”, un suceso entre unas regatonas o placeras. Los Mirones eran estudiante que se distribuían por las calles para observar sucesos interesantes que podían contárselos en sus reuniones. “Una vendedora de verduras, de las que tienen puesto en esta plaza, llamó a un ciego y, poniéndole un cuarto en la mano, le pidió que le rezase la Pasión, llegado el ciego a “Pilatos saca al Omnipotente”, la buena vendedora lloraba como una criatura de pura compasión. Una freidora, que tenia el puesto al lado, al escuchae el llanto, la llamó hipócrita, aquella asaltó del puesto como una leona, y poniéndose delante della, díjole a gritos de una a cien mil desvergüenzas. Quísole la freidora responder, y la vendedora no la dejó hablar, sino que, volviéndose las ancas, arremangose las faldas y díjole varias veces i habla con este bellaca. Esta que tenía puesta al fuego una sartén llena de aceite para freír unos albures, cogiola con las manos, y respondiole: “Sí borracha con ese hablaré” y al mismo tiempo envasóle en aquella coraza del gran turco, cuanto aceite tenía en la sartén”. La vendedora, dando cien mil alaridos, no halló charco de agua ni de lodo donde no se revolcase, buscando un refrigerio contra el ardor de las nalgas en que se estaba abrazando. La freidora se retrajo luego al momento a la Iglesia de Santa Catalina, por miedo a la justicia; y a la otra, que estaba ya como muerta, la llevaron en brazos al Hospital del Cardenal, donde tendrá bien que curar por hartos días”.

En el número 13, llama la atención la presencia de una columna protegida por una placa de cristal.

Plaza de los Terceros, número 13

En el número 14 está situada una librería de libros antiguos llamada "Librería Anticuaria Los Terceros", cuya especialidad es la Historia de España, América y Sevilla. 

Librería Anticuaria

En el dintel de su puerta, una placa recuerda a Salvado Valverde, uno de nuestros poetas más cantados y menos conocidos, autor, junto con los maestros León y Quiroga de letras tan conocidas como “Ojos Verdes”. Con Rafael de León escribió, para Raquel Meller, “Bajo los Puentes del Sena”, además de “Ojos Verdes”, “María de la O”, “Triniá”, “Ay, Maricruz”, “Doña Sol”. “María de la O” cosechó tal éxito que fue convertida en comedia representada por varias compañías por todo el país y en 1936, escribieron el guion para la película homónima, que protagonizó Carmen Amaya con Pastora Imperio. Su trabajo se vió interrumpido con la guerra que le sorprendió en Barcelona, donde se hizo dirigente del Sindicato de Artistas de la UGT, cruzó a pie la frontera y antes de que los alemanes tomaran Paris se embarcó hacia Buenos Aires donde murió en 1975.

Placa de Salvador Valverde

En el número 15, haciendo semiesquina con Santa Catalina, próximo a un trocito de calle que se ha rotulado con el nombre del capataz Manuel Santiago, padre y abuelo de capataces, desde 1841 se sitúa un bar denominado de “Los Claveles”. En su origen fue un antiguo despacho de vinos y una abacería y de ello, mantiene dos espectaculares azulejos de Cerámica santa Ana. Uno de ellos hace referencia a unas marcas de manzanilla: “ Hro. De Antonio Ramos/Menoyo-cosechero y almacenista-de-vinos manzanilla-manzanilla pasada-“Cabo Noval”-manzanilla fina olorosa-“La luz”- manzanilla extra-“La Lolita”- manzanilla fina-“La Ceballo”-Sanlucar de Barrameda (Cádiz). El otro azulejo muestra a un mozo de bodega que acaba de escansiar una copa de solera amontillado de “Vinos Liendo” según diseño del pintor José María Labrador en 1922. Se entra a través de una doble puerta de madera y en su reforma se ha respetado su estilo original con una antigua barra de madera, paredes con zócalo a media altura y suelo de antiguas baldosas en colocación ajedrezada.

Bar Los Claveles

Azulejos del Bar Los Claveles

Haciendo esquina con la calle Gerona se encuentra “casa Tarín” con un curioso soportal triangular con una columna central.

Casa Tarín

En la otra esquina con la calle Gerona el conocido bar “El Rinconcillo” que desde el año 1670 constituye el bar más antiguo de Sevilla, aunque realmente la taberna más antigua es “Las Escobas” que data de 1386. Su nombre parece que deriva de que se situaba en una esquina de la primera muralla de Sevilla, que unía Puerta Osario con san Andrés. Abrió sus puertas durante el reinado de Carlos II y ha sobrevivido a 15 reyes y 4 dinastías (Austria, Bonaparte, Saboya y Borbón). En 1858 la familia De Rueda, actual propietaria, adquiere la casa de la calle Gerona número 40, que ya funcionaba como taberna. En 1897 compra la casa de la calle Alhóndiga número 2 y la antigua casa se respeta como taberna y la parte nueva se utiliza como tienda de ultramarinos. En los años 60 del siglo XX desapareció la tienda de ultramarinos, quedando todo definitivamente como taberna. En la pared del local un azulejo hace homenaje a Agustín de Rueda Gutiérrez.

El Rinconcillo


Azulejo de D. Agustín de Rueda y Guarda carros de la esquina






domingo, 21 de agosto de 2022

 ALGUNAS LEYENDAS DE SEVILLA

La "Estrella de Sevilla"

En la calle Bustos Tavera, esquina con Doña María Coronel residía la familia de los “Tavera" en su Casa-Palacio, desgraciadamente derribada en los años 70 del siglo XX, que Romero Murube describe como "una de las casas y escalera más suntuosas de Sevilla". 

Casa Palacio de la c/Bustos Tavera. Obra de G. Díaz. Hacia 1897. (CC BY 3.0)

Detalle de la escalera. (CC BY 3.0)

Este Palacio, en el siglo XIX perteneció a la familia Moscoso y en 1880 la adquirieron las Hermanas Carmelitas de la Caridad, que la habilitaron, temporalmente, como colegio.

En este palacio sitúa Lope de Vega parte de la acción de la comedia “La Estrella de Sevilla”, sobre los amores de la hermana de don Busto con el rey castellano Sancho IV el Bravo.  

Los Tavera eran una familia nobiliaria de Sevilla, de la Edad Media, que tenía dos hijos Bustos Tavera y Estrella Tavera. 

Estrella era tan hermosa que era conocida como la “Estrella de Sevilla”, y estaba prometida para casarse con el joven noble Sancho Ortiz de las Roelas (ver).

El rey Sancho IV de Castilla, hijo de Alfonso X el Sabio, instaló la corte en Sevilla, estableciendo su residencia en el Alcázar,  pues era costumbre tener la Corte en Sevilla, por estar más cerca de la frontera de moros de Granada, y prevenir con la presencia del rey cualquier nueva invasión de los africanos.

El Rey  se enamoró de Estrella y le envió secretamente cartas y le ofreció presentes, regalos, e incluso villas y ciudades, pero Estrella Tavera, como discreta, honesta y enamorada de su amante Sancho Ortiz de las Roelas, rechazó las pretensiones del rey. 

Ante este rechazo, el rey sobornó a una esclava de la casa, la cual le abrió la puerta del jardín, que daba a la actual calle Doña María Coronel, y consiguió penetrar en la casa de los Tavera, pero Bustos lo descubrió y, creyendo que era un ladrón, lo hizo huir antes de que consiguiera su propósito, porque, aunque el rey se dio a conocer, Bustos Tavera lo reconoció y le contestó que no podía ser el rey, porque un rey no comete tal fechoría.

A la mañana siguiente, a la puerta del Alcázar fue encontrado el cadáver de la esclava, a la que Bustos Tavera había dado muerte como castigo por su felonía en procurar la deshonra de su ama.

El arrojar el cadáver allí era un nuevo aviso de Bustos Tavera para indicar al rey que conocía cómo se había valido para entrar en una casa honrada.

El propio rey Sancho, en versos de Lope de Vega, en la obra dramática La Estrella de Sevilla, nos cuenta el sucedido así:

“Seducir logré la esclava,

que anoche entrada me dio;

mas Bustos me descubrió

cuando más ufano entraba.

La espada osado sacó

con valor, mas con respeto,

que aunque lo negó, en efeto

pienso que me conoció.

Dije quien soy, y arrogante

me respondió que mentía

pues un rey no emprendería

jamás acción semejante.

Confieso que me corrí

no de que tal me dijera

mas, de que razón tuviera

para sonrojarme así.

Del Alcázar a la puerta

ya supiste que hoy estaba

la desventurada esclava

con tres puñaladas muerta…”

El Rey herido en su orgullo llamó al Alcázar a don Sancho Ortiz de las Roelas, sabiendo que era el prometido de Estrella Tavera, y le preguntó sobre la pena que debía imponerse a quien atenta contra su rey, constituyendo el delito de “Lesa Magestad”. 

Evidentemente, Sancho Ortíz le contestó que según las Leyes del Reino debía ser condenado a pena de muerte. 

Pero el Rey consideraba que no era conveniente ajusticiarlo públicamente, pues al ser “hombre muy principal” podría alterar la paz de Sevilla.

Sancho le comentó que en ese caso debería ser muerto sin que se supiese que había sido condenado por el rey, aparentando que su muerte era causada por otro motivo. 

El Rey le recordó que la primera obligación de todo caballero noble era servir a su rey hasta la muerte y le encargó que diera muerte secretamente a quien había osado atentar contra su real persona, nombre que le entregó escrito en un papel.    

Cuando Sancho abrió el pliego encontró escrita las siguientes palabras: “A quien muerte haber de dar es, Sancho, a Bustos Tavera”. 

Esto le planteó dos grandes dudas y sufrimientos:   

¿Cómo había de dar muerte a Bustos Tavera, su amigo a quien quería como un hermano y que iba a serlo pronto por ser hermano de su amada Estrella?. 

Pero, ¿Cómo resistirse a cumplir con un deber que en aquella época era superior a todos los deberes que podía tener un caballero: obedecer al rey?. 

Si mataba a Bustos Tavera no podría ya casarse con su hermana, pues aunque ella no lo supiera, su conciencia se lo impediría a cada instante. Y si no mataba a Bustos, el rey, por desobediencia le mandaría matar a él.

Una vez cumplida su triste misión, acudió al Alcázar para darle cuenta al rey, pero éste lo hizo prender y recuperó, en casa de los Roelas, el pliego que lo comprometía.

Posteriormente  fue puesto en libertad y el joven Sancho marchó a luchar contra los moros, perdiendo la vida en una de las batallas, y Estrella Tavera, la Estrella de Sevilla, entró de religiosa en un convento donde dedicó el resto de su vida a orar por las almas de su hermano y de su amante.

Edificio actual en la esquina de Bustos Tavera con Doña María Coronel. Antigua ubicación del Palacio de los Tavera

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Calle Dueñas 

Según Santiago Montoto, en el siglo XVI se conocía como calle del Duque de Alba. Desde principios del XVII, ya está documentada con el nombre actual, por el convento de monjas de Santa María de las Dueñas, demolido en la segunda mitad del siglo XIX, a raíz de la Revolución de 1868. En el siglo XVIII también se cita como plaza de las Dueñas.

La acera de la derecha estuvo ocupada por el mencionado monasterio y su demolición permitió el ensanche de la zona.

En la acera de los impares está el convento del Espíritu Santo, fundado en 1538, el antiguo Colegio o Asilo de las Niñas de la Doctrina de 1715 y la Casa-Palacio de los Duques de Alba, conocida como Palacio de las Dueñas.

El caserío es de finales del XIX y comienzo del XX. Destaca, por su antigüedad, la casa número 9, de tipo popular que forma ángulo con el palacio y actualmente en obra. 

Calle Dueñas número 9





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Calle Bustos Tavera 

Desde el s. XVII ha tenido distintos topónimos en relación a sus edificios religiosos, como Real del Convento de Nuestra Señora del Socorro, Real de San Marcos, Paz y Monjas de la Paz. Ortiz de Zúñiga en sus Anales afirma, aludiendo a la fundación del convento de la Paz, que "antiguamente esta calle se llamó de los Melgarejos", posiblemente por encontrarse en ella casas y propiedades de ese linaje. Desde 1626 a 1639 estuvo en ella el tribunal de la Inquisición, por ello, en la primera mitad del s. XVII se conocería como Inquisición, Santa Inquisición y más tarde Inquisición Vieja. En la primera mitad del XIX era simplemente Real, como prolongación de San Luis.

En 1845 fue finalmente rotulada con el nombre actual, en recuerdo de la familia de los “Tavera" y su Casa-Palacio, desgraciadamente derribada en los años 70 del siglo XX, que Romero Murube describe como "una de las casas y escalera más suntuosas de Sevilla". En el siglo XIX pertenecía a la familia Moscoso y en 1880 la adquirieron las Hermanas Carmelitas de la Caridad, que la habilitaron, temporalmente, como colegio. 

En este palacio sitúa Lope de Vega parte de la acción de la comedia “La Estrella de Sevilla”, sobre los amores de la hermana de don Busto con el rey castellano Sancho IV el Bravo:  Los Tavera eran una familia nobiliaria de Sevilla de la Edad Media que tenía dos hijos Bustos Tavera y Estrella Tavera. Estrella era tan hermosa que era conocida como la “Estrella de Sevilla”, y estaba prometida para casarse con el joven noble Sancho Ortiz de las Roelas. El rey Sancho IV de Castilla, hijo de Alfonso X el Sabio, instaló la corte en Sevilla, estableciendo su residencia en el Alcázar, y se enamoró de Estrella. Usando sus recursos consiguió penetrar en la casa de los Tavera, pero Bustos lo descubrió y, creyendo que era un ladrón, lo hizo huir antes de que consiguiera su propósito.

Edificio actual en la esquina de Bustos Tavera con Doña María Coronel. Antigua ubicación del Palacio de los Tavera

El Rey herido en su orgullo, encargó a uno de sus nobles de confianza, Sancho Ortiz de la Roelas, que matara a Bustos por delito de “Lesa Magestad”.  Sancho, a pesar de ser el prometido de Estrella, se vio obligado a cumplir la “Orden Real” matando a Busto. Como consecuencia, Estrella en vez de casarse se ingresó en un convento y Sancho marchó a luchar contra los moros, perdiendo la vida en una de las batallas.

El antiguo convento de Nuestra Señora de la Paz fue fundado en el s. XVI por monjas agustinas, de él queda solo el compás y la iglesia, cuya fachada lateral y la torre quedaron a la vista tras el derribo de varias casas en Doña María Coronel. En este ex convento tiene su sede la Hermandad de la Sagrada Mortaja. Un azulejo nos recuerda la siguiente leyenda: Después de la Reconquista, un delincuente huyendo de la justicia se refugió en la iglesia y encontró en un hueco de la torre una pequeña imagen de la Virgen con su hijo muerto en los brazos, a la que pidió que tuviera piedad y lo salvara de la justicia, esta lo salvó, y sobre esta imagen de gran devoción popular, que tomó la advocación de la Piedad se constituyó años más tarde una Hermandad. La imagen se guarda en las dependencias de la iglesia como un valioso tesoro.


El convento de Santa María del Socorro fue fundado en 1522 y posee una iglesia de esa época, muy reformada en siglos posteriores, de una sola nave y artesonado mudéjar. Tuvo en el pasado un bello retablo dedicado a San Juan Bautista, con arquitectura y relieve de Martínez Montañés, luego trasladado a la iglesia de la Anunciación de la calle Laraña. Está regentado por monjas Concepcionistas Franciscanas.


En el s. XVII se ubicaba en ella el hospicio de Niños Toribios y unas dependencias de la Fábrica de Tabacos. En el s. XIX hubo un asilo de ancianos de las Hermanitas de los Pobres. En el local del antiguo cine Apolo tiene hoy su sede la Orquesta Sinfónica de Sevilla. En una de las casas de las proximidades de San Marcos vivió y tuvo consulta el doctor Pedro Vallina, uno de los líderes del anarquismo sevillano de la primera mitad del s. XX.

Un edificio interesante es el número 10, edificio del siglo XVII que fue derribado y habilitado para apartamentos manteniendo la portada primitiva.

Calle Bustos Tavera número 10