AREA DE SAN VICENTE-MIGUEL DEL CID-TEODOSIO
Iglesia de San Vicente
Delimitada por la plaza de Doña Teresa Enríquez (“La
Loca del Sacramento”) y las calles Miguel Cid, Cardenal Cisneros y San Vicente,
la iglesia de san Vicente tiene, como sucede con tantos templos sevillanos,
orígenes remotos y confusos y toda una tradición de leyendas con poca base
histórica.
Se trata de una iglesia gótico-mudéjar de las muchas que se levantaron en el interior del recinto amurallado de la ciudad durante el siglo XIV.
Según algunos autores, en sus terrenos se alzaba una
basílica visigoda fundada por el arzobispo Evidio a comienzos del siglo IV d.
C.
Es igualmente leyenda la supuesta elección del templo
por San Isidro para preparar su fallecimiento.
Es curiosa la leyenda del rey Gunderico. Jefe de los vándalos asdingos, Gunderico fue vencido por los suevos (aliados con el ejército romano) en la batalla de los montes Nervasos, actual zona del Bierzo. La derrota obliga a Gunderico a dirigirse a la provincia Bética, estableciendo su capital en Hispalis, desde donde dominaban tierra y mar.
Gunderico
no Corpus Pelagianum
Como era habitual en el pueblo vándalo, las
tropas procedieron al saqueo de la ciudad. Sin embargo, y aquí entramos en
terreno de leyenda, cuando llegó a la basílica visigoda de san Vicente, donde
se habían refugiado los ciudadanos hispanorromanos, intentó entrar a caballo
para apropiarse de los tesoros religiosos. Sin embargo, su caballo se negaba a
avanzar, siendo el vándalo advertido que si lo hacía sería castigado por Dios.
Consiguió obligar a su caballo, pero en el momento en que traspasó la puerta
del templo, un demonio se apoderó de él y le dio muerte entre horrorosos
tormentos. Otra versión sostiene que fue un rayo el que le alcanzó, dejándolo
completamente carbonizado.
La iglesia se dedica a San Vicente, nacido en Huesca a finales del siglo III-304 d.C.
Era el diácono de san Valero, obispo de Zaragoza, el cual sufría de un defecto en el habla, por lo que el diácono era el encargado de realizar las prédicas.
Decretada la persecución cristiana el año 303 por el gobernador Daciano, ambos fueron detenidos y trasladados a Valencia.
San Valero fue desterrado, en tanto que el diácono sufrió un tormento particularmente brutal.
Fue sometido a la catasta, una cruz en forma de aspa a la que se ataba el preso para ir separando a continuación los brazos de la cruz y descoyuntar las articulaciones.
Se le azotó y después se le desgarró el cuerpo con garfios de acero. Más tarde fue desollado y colocado sobre una parrilla al rojo. Aún vivía cuando se le abandonó en una mazmorra, en la que se transfiguró.
Los carceleros, al ver el prodigio, se convirtieron a la fe cristiana, pero el mártir falleció poco después.
Su cuerpo fue tirado a un basurero, apareciendo un águila (otros dicen que un cuervo) que defendió sus despojos de los carroñeros.
Viendo que no se deshacían del cadáver, lo amarraron a una rueda de molino, siendo arrojado al río Turia, que devolvió sus restos a la orilla.
Finalmente, recibió
sepultura a las afueras de Valencia, siendo trasladado más tarde a Lisboa,
en cuya catedral reposan sus restos. Se hicieron varias reliquias, alguna de las cuales llegaron a Sevilla, donde levantaron el templo en tiempo de los godos.
Por todo esto, se representa como joven
diácono con un cuervo, que le evitó ser devorado por las fieras y en las
representaciones de sus martirios, garfio, rueda de molino, cruz espada y palma.
La parroquia de san Vicente fue instituida por
Fernando III tras la conquista de la ciudad, aprovechando para ello el edificio
de una mezquita, tras la necesaria consagración al culto cristiano.
La iglesia de San Vicente es todo un compendio
de la historia del arte sevillano. Se trata de un edificio de origen mudéjar,
con una primera edificación en el siglo XIV, pero que conocería una primera
reforma en el siglo XVI y una ampliación en el XVII. Tras el terremoto de
Lisboa en 1.755, se reparó la torre, se cegó la puerta principal y se construyó
la Capilla Sacramental. En el siglo XIX sufrió una nueva remodelación, con la
realización de dos capillas neogóticas en los pies de las naves laterales, que
fueron suprimidas en la restauración de 1.990. Esta última supuso una
restauración integral, no sin polémicas por su resultado final.
Del templo primitivo se conservan las pilastras cuadradas que soportan los arcos apuntados que separan las tres naves de la iglesia, así como la capilla de la Hermandad de las Siete Palabras y las cubiertas mudéjares del templo.
Parece no haber sufrido grandes desperfectos a lo largo del tiempo (terremotos, incendios, invasión francesa, desamortizaciones, Guerra Civil), a causa de ello, podemos contemplar una iglesia típica gótico-mudéjar (con algún añadido) que contiene en su interior una serie de piezas de antigüedad y valor artístico muy interesantes.
EXTERIOR
Calle San Vicente.
La portada principal de la iglesia, situada en la calle san Vicente, fue recuperada en la última restauración antes mencionada.
Esquina
de la calle san Vicente con Cardenal Cisneros
Es de claro estilo gótico, con arquivoltas apuntadas, realizada en piedra noble, sin más adornos ni figuras. El resto de la fachada presenta un revoque de color amarillo albero, con tres óculos en la parte superior.
Portada a la calle san Vicente
Junto a la portada principal se sitúa la
torre, con dos cuerpos, el primero dotado de ventanas y el segundo de arcos de
medio punto, en los que se alojan las campanas.
Está rematada por un chapitel ochavado,
adornado con azulejos azules y blancos, rematado con una veleta en la que
aparece el cuervo, que lleva un tridente en el pico, asociado al santo. Como
hemos comentado, el cuervo, según la leyenda defendió el cuerpo sin vida de
Vicente cuando los paganos lo arrojaron a mitad del campo para que se lo
comiesen las alimañas.
Sobre una cúpula contrasta otra veleta con un corazón en el timón y señalando al suroeste.
Vista
de la Torre desde la calle san Vicente
Calle Cardenal Cisneros
En la calle Cardenal Cisneros se sitúa la portada de la Epístola, usada habitualmente como acceso a la iglesia.
Es de estilo renacentista, fechada en 1.559.
Un amplio arco de medio punto está enmarcado por dos pilastras jónicas
acanaladas que sostienen un dintel con la leyenda tallada “DOMUS DEI ET PORTA
CELI” (Casa de Dios y Puerta del Cielo). Sobre él, un frontón cerrado con un
relieve del Padre Eterno en su interior, coronando el conjunto tres jarrones tallados
en la piedra.
Portada de la calle Cardenal Cisneros
Detalle
de la portada
A la izquierda de esta portada, mirando de frente,
vemos un retablo cerámico que representa a Nuestro Padre Jesús de las Penas,
realizado por Manuel García Montalbán en 1.927.
Al otro lado, una lápida de mármol en la que se narra
el Tránsito de san Isidoro y la muerte del rey Gunderico en su intento de
asaltar la iglesia.
poco después de CCC de Cristo y se conservó
siempre en el culto y religión cristiana fuel el
feliz tránsito del egregio doctor y arzobispo
de Sevilla San Isidoro, año de DCXXXVI y
antes en el de CCCXXI y queriendo Gunderico I
rey de los Vándalos profanar y robar
sus muchas riquezas al esntrar por esta puerta
fue arrebatado del demonio y muerto infeli-
mente en pena de su delito. Afírmalo el mismo
San Isisdoro y los historiadores de España.
También a este lado se instaló en 2.007 un retablo
cerámico, pintado por Isabel Ledo, que nos muestra los titulares de la
Hermandad de las Siete Palabras.
Y la puerta de la Hermandad sacramental de las Siete Palabras.
También en esta fachada de la iglesia se sitúa
la Casa de Hermandad de las Siete Palabras y un azulejo dedicado por las
Hermandades Sacramentales de la ciudad a doña Teresa Enríquez y un mármol indicativo de
que "POR AQUI SE AVISA PARA ADMINISTRAR LOS SACRAMENTOS A DESHORAS".
Miguel del Cid
Una fachada sencilla y un azulejo de la
Inmaculada Concepción.
INTERIOR
El interior del templo tiene una planta basilical de tres naves,
de cuatro tramos, más ancha la central, separadas por arcos ojivales apoyados
sobre pilastras cuadradas, cubierta de techo de madera de estilo mudéjar, de
par y nudillo con tirantes, en la nave central y de colgadizo en las
laterales.
Visión
del templo desde los pies con las tres naves
El amplio presbiterio, con dos tramos, uno rectangular y otro poligonal, se separa del resto del
edificio por un gran arco toral, estando cubierto por bóveda de crucería, decorado en tonos rojizos los nervios y azules los plementos de la cubierta.
Nave de la Epístola (derecha)
Al lado de la puerta una imagen de santa Teresa, del siglo XVII, de autor anónimo. Y un cuadro sin referencia bibliográfica.
En los pies de la nave está colocado un tenebrario. Está incompleto (faltan tres soportes de velas), pero no está exento
de calidad. Elaborado en madera tallada y policromada, el clásico triángulo se
sitúa sobre una columna corintia de fuste estriado. Aunque el Oficio de
Tinieblas esté prohibido desde el Concilio Vaticano II, no por ello se deben
eliminar estos elementos artísticos (a poca calidad que tengan) de la zona
pública de los templos.
Tenebrario
Desde los pies de la nave, sobre un sencillo altar, se encuentra
la imagen de la Virgen de los
Desamparados (ver), imagen de candelero, patrona de Valencia, obra del escultor
valenciano Gilabert, de finales del siglo XIX.
Preside una Asociación Cultural, fundada en 1889, de valencianos
radicados en Sevilla, que obtuvieron permiso para la fundación de la Cofradía
del entonces arzobispo de Sevilla, el también valenciano don Benito Sanz y Flores.
Ocupa un retablo neoclásico, procedente del Convento Casa Grande del Carmen, restaurado el año 2.007.
Retablo e imagen de la Virgen de los Desamparados
Junto al altar estaba el facistol y se mantiene
el relieve de un crucificado y un mármol de Leonardo de Figueroa y Reina (ver).
Junto al retablo encontramos, en el interior de
una hornacina, la imagen de san José Itinerante con el Niño en brazos, anónima y fechada
en el siglo XVIII, aunque muy retocada por sucesivas restauraciones.
En otra hornacina la talla del arcángel san Miguel, de 1.658, una de las mejores representaciones realizada por el insigne imaginero Pedro Roldán. Se nos presenta vestido de militar romano, con casco de cimera de plumas, espada en la mano derecha y balanza en la izquierda, para pesar a las almas, pisando al Demonio derrotado. El rostro del arcángel, con la belleza suave de la pureza, sintetiza rasgos masculinos y femeninos, pues en realidad, la iconografía de los ángeles es de pura creación intelectual
Es propiedad de la hermandad de las Siete
Palabras.
El retablo del Descendimiento, un relieve de
Andrés de Ocampo de principios del siglo XVII. De perfil rectangular rematado en
semicírculo, el patibulum vertebra la composición, configurando
las dos escaleras un espacio piramidal interno. El eje central lo determinan
las efigies de la Virgen, Cristo y la Magdalena; en el flanco izquierdo dos de
las Santas Mujeres con san Juan, mientras el contrario lo ocupan la tercera
María, José de Arimatea y Nicodemo. La propia disposición de las figuras otorga
el papel protagonista a las centrales, pero, además, es en ellas donde se
concentra toda la fuerza expresiva en tres estados muy diferenciados: la
súplica de la Madre, el recogimiento del Hijo y la sumisión de la pecadora
arrepentida.
La Virgen del Carmen y san Simón Stock, de rodillas ante Ella, en actitud de veneración, recibiendo el Escapulario. Se trata de la escena en la que, según la tradición piadosa, la Virgen se aparece al santo inglés en Cambridge el año 1.251, entregándole el Escapulario como “muestra de la salvación, salvaguardia de peligros y compromiso de paz y de concordia”. Esta obra anónima del siglo XVIII procede también del Convento Casa Grande del Carmen, donde era titular de una antiquísima Cofradía.
En la cabecera de la nave de la Epístola se abre la capilla de la Hermandad de las Penas, cerrada con una reja del siglo XVII.
Vista
general de la capilla a través de la reja
Fue construida en 1.584 y ampliada en el siglo XIX, consta de dos tramos, cubiertos por bóvedas de media naranja sobre pechinas. En realidad, se trata de dos antiguas capillas unidas, pudiéndose observar aún el arco toral que las separaba.
Bóveda de la primera y segunda parte de la Capilla
La capilla le fue concedida a la Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de las Penas y María Santísima de los Dolores en 1.946, siendo restaurada bajo la supervisión del arquitecto José Granados. El zócalo de azulejos, con los escudos de los Ponce de León, patronos de la capilla, es de 1.602, del taller de Hernando de Valladares.
El retablo de la capilla es de estilo barroco, datado en el siglo
XVIII. Se desconoce su procedencia, aunque se puede observar (no muy
claramente, pues aparece tapado por la imagen de Nuestro Padre Jesús de las
Penas), que ha sido cortado y adaptado a las dimensiones del lugar que ocupa.
Consta de dos cuerpos, divididos en tres calles.
En las calles laterales aparecían diferentes lienzos con temas
marianos: Los Desposorios de la Virgen con san José, El Nacimiento de
Jesús, La Anunciación y La Presentación en el Templo.
Todos ellos son de la escuela sevillana y de la misma época del retablo.
Desgraciadamente, en el año 1.996, durante la restauración de la parroquia,
fueron sustraídas dos de ellas (El Nacimiento y La
Anunciación) que han sido sustituidas por dos lienzos representando a san
Isidoro y san Juan Bautista, obras del pintor contemporáneo R. Navas.
Lienzo de san Isidoro y san Juan Bautista (Cuerpo inferior del retablo)
La calle central, está más adelantada que las laterales y está presidida por un camarín en el que se veneró hasta el cierre de la parroquia en 1.994, la imagen de María Santísima de los Dolores, pues la de Nuestro Padre Jesús de la Penas no cabía en el mismo.
Encima, a considerable altura, pues el segundo cuerpo de la calle es superior al de las laterales, se enmarca un lienzo pictórico representando a Cristo Crucificado.
Lienzo
pictórico de Cristo Crucificado
Remata el cuerpo, encima de la cornisa, el anagrama de María y dos grandes jarras de flores sobre molduras que arrancan del segundo cuerpo.
Anagrama
de María
En el lateral derecho del retablo hay un cuadro de filiación desconocida.
Tras la restauración de 2.001, se ha cerrado el camarín y se ha
situado delante del retablo, en un pedestal de mármol, la imagen de Nuestro
Padre Jesús de las Penas, pasando la Virgen de los Dolores al muro de la
Epístola de la capilla, y frente a Ella se coloca la nueva talla de san Juan
Evangelista, en similar disposición, ambos enmarcados por unos arcos dorados y
forrados de terciopelo granate. Son difíciles de fotografiar dada su situación
lateral y la disposición de la verja.
La imagen de Nuestro Padre Jesús de las Penas (ver) está
tallada en madera policromada. Se trata de una obra anónima, del círculo de
Pedro Roldán (hacia 1.700). Se concibió para ocupar una hornacina en el
claustro principal de lo que fue convento carmelita Casa Grande del Carmen, de
la calle Baños, lo que explica su marcada composición lateral.
La mano izquierda soporta el madero de la Cruz y la derecha, en la roca, se encuentra apoyada en el suelo.
Imagen de
Nuestro Padre Jesús de las Penas
Originalmente era una talla completa que fue adoptada para ser
vestida con telas naturales, al ser readaptada como imagen titular de la
hermandad penitencial. Para ello, en el siglo XVIII fue mutilada para poderla
vestir, haciendo desaparecer los pliegues tallados del cuello, tórax y mangas
de la vestidura y seccionándole el brazo derecho.
Detalle de
la imagen de Nuestro Padre Jesús de las Penas
Representa la caída de Cristo en tierra y según los estudiosos se
trataría de la Primera Caída, ya que su rostro, aunque doliente, aún expresa la
fortaleza para continuar el Calvario.
La imagen de la María Santísima de los Dolores (ver), de finales del siglo XVIII, que se suele atribuir al escultor académico de origen valenciano Blas Molder.
Se
trata una imagen de candelero, para vestir, tallada únicamente de rostro y
manos. Fue concebida ateniéndose al ideal de belleza femenina del momento.
Tiene el rostro frontal y ligeramente inclinado a la derecha. Tiene ojo y lagrimas de cristal y dientes de marfil y la boca ligeramente abierta.
Imagen de
la María Santísima de los Dolores
La efigie de san Juan Evangelista, situada frente a la
Virgen en la capilla y a la derecha del Señor, es obra reciente de José Antonio
Navarro Arteaga, realizada en 1.992.
Imagen de san Juan Evangelista
Ha logrado atesorar un
importante patrimonio artístico, como la cruz de carey y plata del Señor
procedente de Écija, el suntuoso paso de palio de la virgen de los Dolores o
composiciones musicales como Jesús de las Penas o Tus Dolores son mis penas.
Sólo hay tres cruces de
carey en la semana santa sevillana: la del silencio, la de la O y la de las Penas
de San Vicente.
La de san Vicente se
diferencia de las demás porque se desconoce cómo se hizo. En esta Cruz los
apliques de plata no están superpuestos sobre el carey, sino imbuidos,
encastrados en él con una técnica empleada que a día de hoy se desconoce y que
resulta magistral, casi mágica.
La cruz fue creada para
la hermandad de Jesús Nazareno de Écija, encargada por su hermano mayor Manuel
de Villavicencio Castrillo. Se encomienda en 1734 a Juan Francisco de Pareja,
maestro ebanista de Andújar, al que se le paga una suma exorbitante por su
labor y que se traslada a vivir a Écija a cumplir su contrato. Un poco más de
230 años después, en 1967, la hermandad astigitana les vende la cruz a las
penas de san Vicente, con lo que enriquece y embellece nuestra propia Semana
Santa con una obra de arte sin igual, única.
A la izquierda de la portada de la capilla de la Hermandad de las Penas, sobre el muro, un relieve que representa "La Adoración de la Serpiente de bronce en el desierto", de Andrés de Ocampo (1603-1605) escena relatada en el Libro de Números 21.4-9.
Adoración de la serpiente de bronce
en el desierto
Dos pinturas no filiadas, una encima y otra al lado de la reja de la capilla de la Hermandad de las Penas.
Retablo Mayor
Es obra de Cristóbal de Guadix (1.690-1.706), contando con banco, un gran cuerpo central dividido en tres calles separadas por dos grandes columnas salomónicas y ático.
En la época de Semana Santa se coloca la imagen de la Virgen.
Retablo Mayor antes y en Semana Santa
En la calle central se sitúa, como es costumbre, el Sagrario, sobre el que se dispone la escultura de san Vicente (ver), obra del taller de Roldán, en el interior de un templete y, sobre éste, otro más pequeño, con una Inmaculada, de finales del XVII.
Escultura de san Vicente
Escultura de la Inmaculada
En las calles laterales se disponen relieves con escenas de la vida
del titular de la parroquia: La
Muerte de san Vicente en la cama y El Martirio en la parrilla en el lado de la Epístola
y El martirio en la cruz de san
Andrés y San Vicente
ante Daciano en el del Evangelio.
La Muerte de san
Vicente en la cama y
El martirio en la
cruz de san Andrés y
Rematan ambas calles esculturas de san Isidoro y san Leandro.
San Isidoro y
En el ático se sitúa un Calvario formado por un crucificado del siglo XVI (ver) del estilo de obra de Roque Balduque, flanqueado por tallas de san
Juan y La Virgen del taller de Roldan del 1704. En los laterales aparecen
esculturas y bustos de Santos y Santas de Joaquín
y José Cano (1753).
Calvario en el ático
Detalle del Cristo del Calvario
Los progresivos deterioros con el paso de los años obligan a la
parroquia a encargar una nueva sillería en 1.736 a Luis de Vilches,
maestro de obras de arquitectura y de talla. Para el adorno de la sillería fue
elegido Marcelino Roldán Serrallonga, que debía tallar 24 medallones de ciprés
en altorrelieve, cada uno de ellos representando a un santo, y tres escenas de
la vida de san Vicente. Pero el nuevo coro cambió de lugar, ya que la antigua
tribuna donde se encontraba fue utilizada para colocar el órgano encargado al
Maestro organero Manuel de Puertas y Villegas, quizás fuera al emplazamiento
primitivo, penúltimo tramo de la nave central, ya que en las obras de
1.884-1.855 se cegó la portada principal.
Finalmente, en marzo de 2.001, la sillería fue desmantelada y se trasladó
a ambos lados del presbiterio. Con los respaldos superiores de las rinconeras
se realizó un ambón y las piezas decorativas fueron reutilizadas en la nueva
mesa del altar.
Sillería en el lado del Evangelio del Presbiterio
En las paredes del presbiterio, por encima de la sillería una serie de cuadros.
Pinturas
a ambos lados del presbiterio
A los pies del arco toral se sitúan dos ángeles lampadarios, realizados en 1.747 también por Marcelino Roldán Serrallonga.
Ángel
Lamparario
En el lado del Evangelio, el púlpito, de madera tallada sobre peana de mármol rojo, con relieves de los cuatro Evangelistas en frontal y laterales, sobre cada uno de los cuales se observa el cuervo, símbolo de san Vicente.
Púlpito, de madera tallada y
Detalle de los laterales del Púlpito
Detalle
del cuervo
Nave del Evangelio (izquierda)
Pasando a la cabecera de la nave del Evangelio, la talla de Nuestro Padre Jesús de la Misericordia (ver), espléndido Nazareno tallado por Felipe de Ribas en 1.641, año en que le fue encargada por una hermandad formada por sacerdotes. Sin embargo, la epidemia de peste de 1.649 acabó con la mayoría de los cofrades, por lo que fue donada a la Hermandad de las Ánimas Benditas, y de ésta, a la Hermandad Sacramental. En toda su historia tan solo ha recibido una restauración, llevada a cabo por Luis Ortega Bru en 1.977. En ocasiones puede estar en este altar la Virgen del Rosario.
Retablo con la imagen de Nuestro Padre Jesús de la Misericordia
Detalle
del rostro
Detalle
de los pies
Encima de este altar están colocadas cuatro pinturas, que formaban parte del antiguo retablo mayor. Fueron encargadas a Juan de Uceda, que entre 1.629 y 1.631 realizó dos de ellas: El martirio de san Vicente en el potro y La historia de la cama de rosas. Falleció el pintor y fue su colega, Francisco Varela, quien ejecutó en 1.636 las otras dos: El Martirio de san Vicente en la parrilla y San Vicente con el obispo Valerio ante el emperador Decio. Muy difícil de fotografiar por estar en alto y con muy poca luz.
En el muro del Evangelio se abre la puerta de la sacristía y encima una obra pictórica de Salomé con la cabeza del Bautista.
Puerta
de la sacristía y cuadro de Salomé con la cabeza del Bautista
Encima un cuadro no identificado
Un arco ojival con verja de forja cierra la capilla de la Hermandad de las Siete Palabras. Es una capilla de planta cuadrada, cubierta por una bóveda octagonal sobre trompas.
Al fondo de la capilla,
enmarcado por un alto arco de medio punto con fondo de terciopelo rojo podemos
admirar el Santísimo Cristo de las Siete Palabras, en los laterales la talla de
la María
Santísima de los Remedios y San Juan Evangelista
ambas del siglo XIX.
El Cristo de las Siete Palabras (ver) es obra atribuida
tradicionalmente tanto al círculo de Pedro Roldán como al de Jerónimo
Hernández, aunque en la actualidad parece que hay consenso al conceder su
autoría a Felipe Martínez (1.681-1.682). La imagen procede de la extinguida
iglesia del convento de san Francisco de Paula y le fue cedida en depósito
en 1.881 a la hermandad de las Siete Palabras, que la convierte en su
imagen titular.
La imagen procede de la extinguida iglesia del convento de san
Francisco de Paula y le fue cedida en depósito en 1.881 a la
hermandad de las Siete Palabras, que la convierte en su imagen titular.
Felipe Martínez es un escultor prácticamente desconocido en una
época en que la escultura barroca estaba dominada por Luisa Roldán, La
Roldana y Francisco Antonio Ruiz Gijón. Sin embargo, debió frecuentar
los ambientes artísticos del siglo XVII, pues era hijo del también escultor
Alonso Martínez, ahijado del flamenco José de Arce y yerno del pintor Juan
Valdés Leal, con cuya hija Luisa, pintora y grabadora como su padre y su
hermano, se casó. Aparte de este Crucificado, solo se conocen de Martínez dos
obras más: una Inmaculada en la iglesia de san Juan del Puerto y la talla de la
Virgen de la Europa en la iglesia de san Martín.
Nuestra Señora de los Remedios (ver), situada en el lateral del
Crucificado, tiene la curiosidad de ser la única Dolorosa antigua que tiene sus
ojos de cristal de color azulado. Dirige su mirada hacia arriba, componiendo la
clásica escena del Calvario. Su autor es Manuel Gutiérrez Reyes-Cano en 1.865.
San Juan Evangelista es obra de José Sánchez (1.859). En el paso de misterio estas
figuras son acompañadas por las Tres Marías, realizadas también por Gutiérrez
Reyes-Cano en la misma época que la Virgen.
En esta capilla podemos encontrar la imagen moderna del Sagrado
Corazón, titular de la hermandad, aunque esta composición
puede variar dependiendo de las diferentes épocas del año.
Imagen
del Sagrado
Corazón
En el muro lateral hay una tabla renacentista de la Virgen de los Remedios de gloria, obra de Villegas
Marmolejo siglo XVI, a su alrededor otras las tablas menores de diferentes
Santos, como San Roque San Nicolás, San Sebastián, San Jerónimo etc.
pertenecientes a un antiguo retablo.
La actual hermandad de los sietes palabras es el resultado de la
fusión de varias en 1798, los Remedios, la cabeza, San Juan y los Clavos y las
Siete Palabras. La Hermandad fue impulsada en el siglo XIX por el historiador
Bermejo, trasladándose en 1868 de su capilla en el convento del Carmen a la
parroquia de San Vicente. Originalmente procesionaba solo con el paso del
Calvario, al que Farfán dedicó en los años 20 la popular marcha Pasan los
Campanilleros. En la actualidad procesiona con tres pasos en la tarde del
miércoles Santo.
Un cuadro encima de la puerta y otro en el lateral.
Seguidamente, la puerta del Evangelio, que da a la plaza de Doña Teresa
Enríquez. En el pequeño pasillo, en la pared izquierda, embutida entre azulejos, una hornacina
cubierta mediante vidrio, contiene el busto de un Ecce Homo del
siglo XVII. Procede del colegio de san Buenaventura, en el que recibía la
advocación de Señor de la Humildad y Paciencia, siendo donado a la Hermandad
Sacramental en 1.810. Dado los reflejos del vidrio es difícil realizar una
fotografía nítida.
En la pared derecha un lauda sepulcral.
La Capilla Sacramental, de traza rectangular y buen
tamaño, parece haber sido formada por la unión de dos antiguas capillas, como
atestigua el arco toral que separa las dos bóvedas, una de pañuelo y otra de
media naranja, que la cubren, adornadas con vistosas pinturas. Fue construida
en la segunda mitad del XVIII por Pedro de Silva.
Bóveda de
Pañuelo
Bóveda
de media naranja
Pared lateral derecha de la capilla
El muro frontal está ocupado por un
magnífico retablo barroco ensamblado por José Varela en 1.781. Consta de banco,
un cuerpo dividido en tres calles y ático, adornado todo ello con numerosos
detalles vegetales y abundante rocalla.
Entrada a la capilla y Retablo
Presidiendo el retablo, se da cultos a la Virgen del Rosario (ver), de Cristóbal Ramos, siglo XVIII, titular de la Hermandad Sacramental, y situada encima del Sagrario.
Sagrario
debajo de la virgen del Rosario
Virgen del Rosario
En las calles laterales se alojan seis
figuras de santos: san Benito, san Bernardo, san Francisco de Paula, san
Rafael, san Roque y san Antonio.
San Benito y
San Roque y
El ático luce un medallón en relieve
policromado que nos muestra la escena de La Sagrada Cena. Corona el
retablo una imagen del Padre Eterno en actitud de bendecir.
La Sagrada Cena en un medallón del ático y El Padre Eterno coronando el ático
En los lados de la capilla podemos
observar, uno en cada muro, dos pequeños retablos, elaborados igualmente por
José Varela.
El de la izquierda (lado del Evangelio) está ocupada por la imagen de Gloria de la Virgen de la Cabeza (ver), obra de talla completa realizada por Roque Balduque a mediados del siglo XVI, en el ático vemos en una hornacina la pequeña figura de San Ramón Nonato.
Retablo de Gloria de la Virgen de la Cabeza
San
Ramón Nonato
El retablo del lado de la Epístola nos
muestra el grupo escultórico de la Virgen de la Cabeza Dolorosa (ver) de autor anónimo y datado en el siglo XVIII. En el ático, Santa Catalina de
Alejandría.
Santa
Catalina de Alejandría
De gran interés son las tablas que representan a san Benito, san Sebastián y San Roque. Están pintadas en su parte posterior en grisalla, con la escena de la anunciación compartimentada en dos planos. Es un tríptico de gran calidad realizado en 1530 por Jan Van Hemessen en Amberes y fue un encargo de la familia Alfaro, alguno de cuyos miembros aparecen representado en las tablas.
Tan solo nos queda admirar las
pinturas situadas sobre la puerta de ingreso a la capilla, que representan
una Alegoría Eucarística surgida de los pinceles de
Herrera, el Viejo en 1.625 y los ángeles
lampadarios situados en los cuatro pilares de la bóveda central.
Ángel lamparario y Pila de agua bendita
Finalmente, en la zona más antigua del templo, en los pies del Evangelio, diáfana, sin tabiques ni rejas, encontramos la cruz de mármol original que señalaba la situación del cementerio de la parroquia, en la actual plaza de Doña Teresa Enríquez, donde se alza actualmente una réplica (ver). Es de estilo renacentista, fechada en 1.582, compuesta por una columna abalaustrada apoyada sobre un basamento y coronada por una cruz que nos muestra a Cristo por delante y la Virgen María en la parte trasera.
Grupo
del pie del Evangelio y
También de mármol y estilo
renacentista es la Pila Bautismal, situada junto a la cruz. El pie es también
abalaustrado, en tanto que la doble taza presenta talla de venera en la parte
inferior.
En el muro se puede observar un cuadro
de la Inmaculada atribuida a Juan
Castillo, aunque actualmente se considera de Murillo.
Se cuenta que, en la sacristía de la
iglesia, colgado bien alto y oscurecido por los barnices, había un óleo
deformado de una Inmaculada que llegó a la parroquia en 1840 nadie sabe de
dónde. Tras su restauración, en septiembre de 2019, la pintura se colgó a los
pies del templo, sobre la pila bautismal, y su “belleza” llamó la atención de Ignacio Cano, conservador del Museo de Bellas Artes de Sevilla, quien, tras un estudio de varios meses,
afirmó que se trata de la primera Inmaculada que pintó Bartolomé Esteban Murillo entre 1640 y 1645. Hasta ahora la más temprana era "La Colosal",
el enorme lienzo de 436 X 297 centímetros que está en el Bellas Artes de
Sevilla y que el artista realizó sobre 1650 bajo el influjo de José de Ribera.
El resultado del análisis, que Cano realizó junto a Antonio Romero,
investigador y también especialista en pintura barroca andaluza, se ha
publicado en la revista Ars Magazine.
Pero,
con esta conclusión no está de acuerdo Enrique Valdivieso,
autor de Murillo. Catálogo razonado de pinturas (2011), la
obra más exhaustiva sobre el pintor sevillano que actualizó el trabajo de Diego
Angulo publicado 30 años antes. “A mí no me parece que esta Inmaculada sea de
Murillo. Carece de las características que debería presentar una obra juvenil
de Murillo. En sus primeras pinturas siempre aparece el espíritu creativo de su
maestro, Juan del Castillo, más sencillo y de más ingenuidad expresiva. No
advierto en este lienzo la ineludible influencia de su maestro”.
Al fondo una imagen de la Trinidad y al
lado de la puerta, imagen de Santa Bárbara de autor anónimo siglo XVII.
Imagen
de la Trinidad
Santa Bárbara
Finalmente, existe en la Sacristía una pequeña y preciosa capilla llamada del Tránsito de San Isidoro.
En la iglesia se han bautizados numerosos personajes ilustres de
la ciudad, como el Almirante Antonio de Ulloa, el Duque de Montemaro el pintor neoclásico
Antonio Maria De Esquivel.
Los muros de la iglesia acogieron la
primera boda del escultor Juan Martínez Montañez, siendo también el escenario
donde se veló y recibió la bendición nupcial Luisa Roldan, la célebre escultora
del siglo XVII también conocida como la Roldana.
Vía Crucis
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