viernes, 25 de noviembre de 2022

 AREA DE SAN VICENTE-MIGUEL DEL CID-TEODOSIO

Iglesia de San Vicente 

Delimitada por la plaza de Doña Teresa Enríquez (“La Loca del Sacramento”) y las calles Miguel Cid, Cardenal Cisneros y San Vicente, la iglesia de san Vicente tiene, como sucede con tantos templos sevillanos, orígenes remotos y confusos y toda una tradición de leyendas con poca base histórica.

Se trata de una iglesia gótico-mudéjar de las muchas que se levantaron en el interior del recinto amurallado de la ciudad durante el siglo XIV.  

Según algunos autores, en sus terrenos se alzaba una basílica visigoda fundada por el arzobispo Evidio a comienzos del siglo IV d. C.

Es igualmente leyenda la supuesta elección del templo por San Isidro para preparar su fallecimiento.

Es curiosa la leyenda del rey Gunderico. Jefe de los vándalos asdingos, Gunderico fue vencido por los suevos (aliados con el ejército romano) en la batalla de los montes Nervasos, actual zona del Bierzo. La derrota obliga a Gunderico a dirigirse a la provincia Bética, estableciendo su capital en Hispalis, desde donde dominaban tierra y mar.

Gunderico no Corpus Pelagianum

Como era habitual en el pueblo vándalo, las tropas procedieron al saqueo de la ciudad. Sin embargo, y aquí entramos en terreno de leyenda, cuando llegó a la basílica visigoda de san Vicente, donde se habían refugiado los ciudadanos hispanorromanos, intentó entrar a caballo para apropiarse de los tesoros religiosos. Sin embargo, su caballo se negaba a avanzar, siendo el vándalo advertido que si lo hacía sería castigado por Dios. Consiguió obligar a su caballo, pero en el momento en que traspasó la puerta del templo, un demonio se apoderó de él y le dio muerte entre horrorosos tormentos. Otra versión sostiene que fue un rayo el que le alcanzó, dejándolo completamente carbonizado.

La iglesia se dedica a San Vicente, nacido en Huesca a finales del siglo III-304 d.C. 

Era el diácono de san Valero, obispo de Zaragoza, el cual sufría de un defecto en el habla, por lo que el diácono era el encargado de realizar las prédicas. 

Decretada la persecución cristiana el año 303 por el gobernador Daciano, ambos fueron detenidos y trasladados a Valencia. 

San Valero fue desterrado, en tanto que el diácono sufrió un tormento particularmente brutal. 

Fue sometido a la catasta, una cruz en forma de aspa a la que se ataba el preso para ir separando a continuación los brazos de la cruz y descoyuntar las articulaciones. 

Se le azotó y después se le desgarró el cuerpo con garfios de acero. Más tarde fue desollado y colocado sobre una parrilla al rojo. Aún vivía cuando se le abandonó en una mazmorra, en la que se transfiguró. 

Los carceleros, al ver el prodigio, se convirtieron a la fe cristiana, pero el mártir falleció poco después. 

Su cuerpo fue tirado a un basurero, apareciendo un águila (otros dicen que un cuervo) que defendió sus despojos de los carroñeros. 

Viendo que no se deshacían del cadáver, lo amarraron a una rueda de molino, siendo arrojado al río Turia, que devolvió sus restos a la orilla. 

Finalmente, recibió sepultura a las afueras de Valencia, siendo trasladado más tarde a Lisboa, en cuya catedral reposan sus restos. Se hicieron varias reliquias, alguna de las cuales llegaron a Sevilla, donde levantaron el templo en tiempo de los godos. 

Por todo esto, se representa como joven diácono con un cuervo, que le evitó ser devorado por las fieras y en las representaciones de sus martirios, garfio, rueda de molino, cruz espada y palma.

La parroquia de san Vicente fue instituida por Fernando III tras la conquista de la ciudad, aprovechando para ello el edificio de una mezquita, tras la necesaria consagración al culto cristiano.

La iglesia de San Vicente es todo un compendio de la historia del arte sevillano. Se trata de un edificio de origen mudéjar, con una primera edificación en el siglo XIV, pero que conocería una primera reforma en el siglo XVI y una ampliación en el XVII. Tras el terremoto de Lisboa en 1.755, se reparó la torre, se cegó la puerta principal y se construyó la Capilla Sacramental. En el siglo XIX sufrió una nueva remodelación, con la realización de dos capillas neogóticas en los pies de las naves laterales, que fueron suprimidas en la restauración de 1.990. Esta última supuso una restauración integral, no sin polémicas por su resultado final.

Del templo primitivo se conservan las pilastras cuadradas que soportan los arcos apuntados que separan las tres naves de la iglesia, así como la capilla de la Hermandad de las Siete Palabras y las cubiertas mudéjares del templo. 

Parece no haber sufrido grandes desperfectos a lo largo del tiempo (terremotos, incendios, invasión francesa, desamortizaciones, Guerra Civil), a causa de ello, podemos contemplar una iglesia típica gótico-mudéjar (con algún añadido) que contiene en su interior una serie de piezas de antigüedad y valor artístico muy interesantes.

EXTERIOR

Calle San Vicente.

La portada principal de la iglesia, situada en la calle san Vicente, fue recuperada en la última restauración antes mencionada. 

Esquina de la calle san Vicente con Cardenal Cisneros

Es de claro estilo gótico, con arquivoltas apuntadas, realizada en piedra noble, sin más adornos ni figuras. El resto de la fachada presenta un revoque de color amarillo albero, con tres óculos en la parte superior.

Portada a la calle san Vicente

Junto a la portada principal se sitúa la torre, con dos cuerpos, el primero dotado de ventanas y el segundo de arcos de medio punto, en los que se alojan las campanas.

Está rematada por un chapitel ochavado, adornado con azulejos azules y blancos, rematado con una veleta en la que aparece el cuervo, que lleva un tridente en el pico, asociado al santo. Como hemos comentado, el cuervo, según la leyenda defendió el cuerpo sin vida de Vicente cuando los paganos lo arrojaron a mitad del campo para que se lo comiesen las alimañas.

Sobre una cúpula contrasta otra veleta con un corazón en el timón y señalando al suroeste.

Vista de la Torre desde la calle san Vicente


Cuerpo de campanas con chapitel ochavado y detalle de la veleta

Vista de las dos veletas

Calle Cardenal Cisneros

En la calle Cardenal Cisneros se sitúa la portada de la Epístola, usada habitualmente como acceso a la iglesia. 

Fachada a la calle Cardenal Cisneros

Es de estilo renacentista, fechada en 1.559. Un amplio arco de medio punto está enmarcado por dos pilastras jónicas acanaladas que sostienen un dintel con la leyenda tallada “DOMUS DEI ET PORTA CELI” (Casa de Dios y Puerta del Cielo). Sobre él, un frontón cerrado con un relieve del Padre Eterno en su interior, coronando el conjunto tres jarrones tallados en la piedra.

Portada de la calle Cardenal Cisneros

Detalle de la portada

A la izquierda de esta portada, mirando de frente, vemos un retablo cerámico que representa a Nuestro Padre Jesús de las Penas, realizado por Manuel García Montalbán en 1.927. 

Nuestro Padre Jesús de las Penas

Al otro lado, una lápida de mármol en la que se narra el Tránsito de san Isidoro y la muerte del rey Gunderico en su intento de asaltar la iglesia. 

Lápida de mármol

En este santo templo que se fundó por los años

poco después de CCC de Cristo y se conservó

siempre en el culto y religión cristiana fuel el

feliz tránsito del egregio doctor y arzobispo

de Sevilla San Isidoro, año de DCXXXVI y

antes en el de CCCXXI y queriendo Gunderico I

rey de los Vándalos profanar y robar

sus muchas riquezas al esntrar por esta puerta

fue arrebatado del demonio y muerto infeli-

mente en pena de su delito. Afírmalo el mismo

San Isisdoro y los historiadores de España.

También a este lado se instaló en 2.007 un retablo cerámico, pintado por Isabel Ledo, que nos muestra los titulares de la Hermandad de las Siete Palabras.

Hermandad de las Siete Palabras

Y la puerta de la Hermandad sacramental de las Siete Palabras.


Plaza de santa Teresa Enríquez

La portada del Evangelio, es bastante más pequeña y sencilla, construida en ladrillo rojo. Su arco de medio punto se abre a la plaza de Doña Teresa Enríquez, antigua del Cincinato. 

Portada de la iglesia de san Vicente a la plaza Teresa Enríquez y Ventana de la Capilla Sacramental

También en esta fachada de la iglesia se sitúa la Casa de Hermandad de las Siete Palabras y un azulejo dedicado por las Hermandades Sacramentales de la ciudad a doña Teresa Enríquez y un mármol indicativo de que "POR AQUI SE AVISA PARA ADMINISTRAR LOS SACRAMENTOS A DESHORAS".



Casa Hermandad de las Siete Palabras


Azulejo dedicado Doña Teresa Enríquez


Administración de Sacramentos

Miguel del Cid

Una fachada sencilla y un azulejo de la Inmaculada Concepción.

Fachada a la calle Miguel del Cid

Esquina con la Iglesia de San Vicente

INTERIOR

El interior del templo tiene una planta basilical de tres naves, de cuatro tramos, más ancha la central, separadas por arcos ojivales apoyados sobre pilastras cuadradas, cubierta de techo de madera de estilo mudéjar, de par y nudillo con tirantes, en la nave central y de colgadizo en las laterales.  

Visión del templo desde los pies con las tres naves

Nave central con cubierta de par y nudillos con tirantez

Nave lateral con cubierta de colgadizo

El amplio presbiterio, con dos tramos, uno rectangular y otro poligonal, se separa del resto del edificio por un gran arco toral, estando cubierto por bóveda de crucería, decorado en tonos rojizos los nervios y azules los plementos de la cubierta.

Presbiterio con bóveda de crucería

Nave de la Epístola (derecha)

Al lado de la puerta una imagen de santa Teresa, del siglo XVII, de autor anónimo. Y un cuadro sin referencia bibliográfica.


En los pies de la nave está colocado un tenebrario. Está incompleto (faltan tres soportes de velas), pero no está exento de calidad. Elaborado en madera tallada y policromada, el clásico triángulo se sitúa sobre una columna corintia de fuste estriado. Aunque el Oficio de Tinieblas esté prohibido desde el Concilio Vaticano II, no por ello se deben eliminar estos elementos artísticos (a poca calidad que tengan) de la zona pública de los templos. 

Tenebrario


Desde los pies de la nave, sobre un sencillo altar, se encuentra la imagen de la Virgen de los Desamparados (ver), imagen de candelero, patrona de Valencia, obra del escultor valenciano Gilabert, de finales del siglo XIX.

Preside una Asociación Cultural, fundada en 1889, de valencianos radicados en Sevilla, que obtuvieron permiso para la fundación de la Cofradía del entonces arzobispo de Sevilla, el también valenciano don Benito Sanz y Flores. 

Ocupa un retablo neoclásico, procedente del Convento Casa Grande del Carmen, restaurado el año 2.007.

Retablo e imagen de la Virgen de los Desamparados


Junto al altar estaba el facistol y se mantiene el relieve de un crucificado y un mármol de Leonardo de Figueroa y Reina (ver).


Facistol

Junto al retablo encontramos, en el interior de una hornacina, la imagen de san José Itinerante con el Niño en brazos, anónima y fechada en el siglo XVIII, aunque muy retocada por sucesivas restauraciones.

San José Itinerante

En otra hornacina la talla del arcángel san Miguel, de 1.658, una de las mejores representaciones realizada por el insigne imaginero Pedro Roldán. Se nos presenta vestido de militar romano, con casco de cimera de plumas, espada en la mano derecha y balanza en la izquierda, para pesar a las almas, pisando al Demonio derrotado. El rostro del arcángel, con la belleza suave de la pureza, sintetiza rasgos masculinos y femeninos, pues en realidad, la iconografía de los ángeles es de pura creación intelectual 

Es propiedad de la hermandad de las Siete Palabras.

San Miguel

El retablo del Descendimiento, un relieve de Andrés de Ocampo de principios del siglo XVII. De perfil rectangular rematado en semicírculo, el patibulum vertebra la composición, configurando las dos escaleras un espacio piramidal interno. El eje central lo determinan las efigies de la Virgen, Cristo y la Magdalena; en el flanco izquierdo dos de las Santas Mujeres con san Juan, mientras el contrario lo ocupan la tercera María, José de Arimatea y Nicodemo. La propia disposición de las figuras otorga el papel protagonista a las centrales, pero, además, es en ellas donde se concentra toda la fuerza expresiva en tres estados muy diferenciados: la súplica de la Madre, el recogimiento del Hijo y la sumisión de la pecadora arrepentida.

Retablo del Descendimiento

Detalle de la mitad superior del Retablo del Descendimiento
Detalle de la mitad inferior del Retablo del Descendimiento

La Virgen del Carmen y san Simón Stock, de rodillas ante Ella, en actitud de veneración, recibiendo el Escapulario. Se trata de la escena en la que, según la tradición piadosa, la Virgen se aparece al santo inglés en Cambridge el año 1.251, entregándole el Escapulario como “muestra de la salvación, salvaguardia de peligros y compromiso de paz y de concordia”. Esta obra anónima del siglo XVIII procede también del Convento Casa Grande del Carmen, donde era titular de una antiquísima Cofradía.


Virgen del Carmen y san Simón Stock
Detalle de la Virgen del Carmen 
Detalle de san Simón Stock
Encima de la Virgen del Carmen se encuentra un lienzo de san Cristóbal fechado en la segunda mitad del siglo XVIII.

San Cristóbal

En la cabecera de la nave de la Epístola se abre la capilla de la Hermandad de las Penas, cerrada con una reja del siglo XVII. 

Vista general de la capilla a través de la reja


Fue construida en 1.584 y ampliada en el siglo XIX, consta de dos tramos, cubiertos por bóvedas de media naranja sobre pechinas. En realidad, se trata de dos antiguas capillas unidas, pudiéndose observar aún el arco toral que las separaba. 

Bóveda de la primera y segunda parte de la Capilla 


La capilla le fue concedida a la Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de las Penas y María Santísima de los Dolores en 1.946, siendo restaurada bajo la supervisión del arquitecto José Granados. El zócalo de azulejos, con los escudos de los Ponce de León, patronos de la capilla, es de 1.602, del taller de Hernando de Valladares. 

Detalles del zócalo y del escudo de los Ponce de León

El retablo de la capilla es de estilo barroco, datado en el siglo XVIII. Se desconoce su procedencia, aunque se puede observar (no muy claramente, pues aparece tapado por la imagen de Nuestro Padre Jesús de las Penas), que ha sido cortado y adaptado a las dimensiones del lugar que ocupa. Consta de dos cuerpos, divididos en tres calles. 

Retablo

En las calles laterales aparecían diferentes lienzos con temas marianos: Los Desposorios de la Virgen con san José, El Nacimiento de Jesús, La Anunciación y La Presentación en el Templo. Todos ellos son de la escuela sevillana y de la misma época del retablo. Desgraciadamente, en el año 1.996, durante la restauración de la parroquia, fueron sustraídas dos de ellas (El Nacimiento y La Anunciación) que han sido sustituidas por dos lienzos representando a san Isidoro y san Juan Bautista, obras del pintor contemporáneo R. Navas.

La presentación en el templo y Los Desposorios de la Virgen con san José (cuerpo superior del retablo)

Lienzo de san Isidoro y san Juan Bautista (Cuerpo inferior del retablo)


La calle central, está más adelantada que las laterales y está presidida por un camarín en el que se veneró hasta el cierre de la parroquia en 1.994, la imagen de María Santísima de los Dolores, pues la de Nuestro Padre Jesús de la Penas no cabía en el mismo. 

Encima, a considerable altura, pues el segundo cuerpo de la calle es superior al de las laterales, se enmarca un lienzo pictórico representando a Cristo Crucificado. 


Lienzo pictórico de Cristo Crucificado


Remata el cuerpo, encima de la cornisa, el anagrama de María y dos grandes jarras de flores sobre molduras que arrancan del segundo cuerpo.

Anagrama de María


En el lateral derecho del retablo hay un cuadro de filiación desconocida.

Cuadro en lateral derecho del retablo

En los laterales destacan las imágenes de los ángeles lampararios.

Ángel lamparario

Tras la restauración de 2.001, se ha cerrado el camarín y se ha situado delante del retablo, en un pedestal de mármol, la imagen de Nuestro Padre Jesús de las Penas, pasando la Virgen de los Dolores al muro de la Epístola de la capilla, y frente a Ella se coloca la nueva talla de san Juan Evangelista, en similar disposición, ambos enmarcados por unos arcos dorados y forrados de terciopelo granate. Son difíciles de fotografiar dada su situación lateral y la disposición de la verja.

La imagen de Nuestro Padre Jesús de las Penas (ver) está tallada en madera policromada. Se trata de una obra anónima, del círculo de Pedro Roldán (hacia 1.700). Se concibió para ocupar una hornacina en el claustro principal de lo que fue convento carmelita Casa Grande del Carmen, de la calle Baños, lo que explica su marcada composición lateral.

La mano izquierda soporta el madero de la Cruz y la derecha, en la roca, se encuentra apoyada en el suelo.

Imagen de Nuestro Padre Jesús de las Penas


Originalmente era una talla completa que fue adoptada para ser vestida con telas naturales, al ser readaptada como imagen titular de la hermandad penitencial. Para ello, en el siglo XVIII fue mutilada para poderla vestir, haciendo desaparecer los pliegues tallados del cuello, tórax y mangas de la vestidura y seccionándole el brazo derecho.

Detalle de la imagen de Nuestro Padre Jesús de las Penas


Representa la caída de Cristo en tierra y según los estudiosos se trataría de la Primera Caída, ya que su rostro, aunque doliente, aún expresa la fortaleza para continuar el Calvario. El rostro con barba bífida y corona de espinas, tallada en el mismo bloque.

Detalle del rostro de la imagen de Nuestro Padre Jesús de las Penas

Solamente se le ve el pie derecho, ya que el otro cae en el interior de la túnica. 

Detalle del pie de la imagen de Nuestro Padre Jesús de las Penas

La imagen de la María Santísima de los Dolores (ver), de finales del siglo XVIII, que se suele atribuir al escultor académico de origen valenciano Blas Molder. 

Se trata una imagen de candelero, para vestir, tallada únicamente de rostro y manos. Fue concebida ateniéndose al ideal de belleza femenina del momento.

Tiene el rostro frontal y ligeramente inclinado a la derecha. Tiene ojo y lagrimas de cristal y dientes de marfil y la boca ligeramente abierta.

Imagen de la María Santísima de los Dolores

Imagen de la María Santísima de los Dolores

La efigie de san Juan Evangelista, situada frente a la Virgen en la capilla y a la derecha del Señor, es obra reciente de José Antonio Navarro Arteaga, realizada en 1.992.

Imagen de san Juan Evangelista

Imagen de san Juan Evangelista
Detalle de san Juan Evangelista

La hermandad penitencial, conocida como las Penas de San Vicente fue fundada en 1875 para dar culto a la imagen del Señor que provenía de San Vicente. Se revitalizó en 1923, incorporándose al lunes Santo. 

Ha logrado atesorar un importante patrimonio artístico, como la cruz de carey y plata del Señor procedente de Écija, el suntuoso paso de palio de la virgen de los Dolores o composiciones musicales como Jesús de las Penas o Tus Dolores son mis penas.

Sólo hay tres cruces de carey en la semana santa sevillana: la del silencio, la de la O y la de las Penas de San Vicente.

La de san Vicente se diferencia de las demás porque se desconoce cómo se hizo. En esta Cruz los apliques de plata no están superpuestos sobre el carey, sino imbuidos, encastrados en él con una técnica empleada que a día de hoy se desconoce y que resulta magistral, casi mágica.

La cruz fue creada para la hermandad de Jesús Nazareno de Écija, encargada por su hermano mayor Manuel de Villavicencio Castrillo. Se encomienda en 1734 a Juan Francisco de Pareja, maestro ebanista de Andújar, al que se le paga una suma exorbitante por su labor y que se traslada a vivir a Écija a cumplir su contrato. Un poco más de 230 años después, en 1967, la hermandad astigitana les vende la cruz a las penas de san Vicente, con lo que enriquece y embellece nuestra propia Semana Santa con una obra de arte sin igual, única.

A la izquierda de la portada de la capilla de la Hermandad de las Penas, sobre el muro, un relieve que representa "La Adoración de la Serpiente de bronce en el desierto", de Andrés de Ocampo (1603-1605) escena relatada en el Libro de Números 21.4-9.

Adoración de la serpiente de bronce en el desierto

 

Dos pinturas no filiadas, una encima y otra al lado de la reja de la capilla de la Hermandad de las Penas.



Retablo Mayor

Es obra de Cristóbal de Guadix (1.690-1.706), contando con banco, un gran cuerpo central dividido en tres calles separadas por dos grandes columnas salomónicas y ático. 

En la época de Semana Santa se coloca la imagen de la Virgen.

Retablo Mayor antes y en Semana Santa

En la calle central se sitúa, como es costumbre, el Sagrario, sobre el que se dispone la escultura de san Vicente (ver), obra del taller de Roldán, en el interior de un templete y, sobre éste, otro más pequeño, con una Inmaculada, de finales del XVII. 

Escultura de san Vicente

Escultura de la Inmaculada


En las calles laterales se disponen relieves con escenas de la vida del titular de la parroquia: La Muerte de san Vicente en la cama y El Martirio en la parrilla en el lado de la Epístola y El martirio en la cruz de san Andrés y San Vicente ante Daciano en el del Evangelio. 

La Muerte de san Vicente en la cama y El Martirio en la parrilla

El martirio en la cruz de san Andrés y San Vicente ante Daciano


Rematan ambas calles esculturas de san Isidoro y san Leandro.

San Isidoro y san Leandro


En el ático se sitúa un Calvario formado por un crucificado del siglo XVI (ver) del estilo de obra de Roque Balduque, flanqueado por tallas de san Juan y La Virgen del taller de Roldan del 1704. En los laterales aparecen esculturas y bustos de Santos y Santas de  Joaquín y José Cano (1753).   

Calvario en el ático

Detalle del Cristo del Calvario


Destaca en los muros laterales del presbiterio la presencia de la sillería del coro. Inicialmente, el coro estaba colocado en el penúltimo tramo, dejando tras de sí un espacio de comunicación entre las dos naves laterales. Esta disposición se respetó hasta 1.566, en que se realiza una tribuna colocada sobre la puerta principal, quedando así totalmente despejada la nave central. En el año 1.650 ya hay constancia escrita de que existen en el coro escaños de madera con respaldos y cajones bajo el asiento para guardar los libros de canto.

Los progresivos deterioros con el paso de los años obligan a la parroquia a encargar una nueva sillería en 1.736 a Luis de Vilches, maestro de obras de arquitectura y de talla. Para el adorno de la sillería fue elegido Marcelino Roldán Serrallonga, que debía tallar 24 medallones de ciprés en altorrelieve, cada uno de ellos representando a un santo, y tres escenas de la vida de san Vicente. Pero el nuevo coro cambió de lugar, ya que la antigua tribuna donde se encontraba fue utilizada para colocar el órgano encargado al Maestro organero Manuel de Puertas y Villegas, quizás fuera al emplazamiento primitivo, penúltimo tramo de la nave central, ya que en las obras de 1.884-1.855 se cegó la portada principal.

Finalmente, en marzo de 2.001, la sillería fue desmantelada y se trasladó a ambos lados del presbiterio. Con los respaldos superiores de las rinconeras se realizó un ambón y las piezas decorativas fueron reutilizadas en la nueva mesa del altar.

Sillería en el lado del Evangelio del Presbiterio


Sillería en el lado de la Epístola del Presbiterio

Detalle de la sillería

En las paredes del presbiterio, por encima de la sillería una serie de cuadros.

Pared del Evangelio del Presbiterio
Pared de la Epístola del Presbiterio

Pinturas a ambos lados del presbiterio

Altar del presbiterio

A los pies del arco toral se sitúan dos ángeles lampadarios, realizados en 1.747 también por Marcelino Roldán Serrallonga.

Ángel Lamparario

En el lado del Evangelio, el púlpito, de madera tallada sobre peana de mármol rojo, con relieves de los cuatro Evangelistas en frontal y laterales, sobre cada uno de los cuales se observa el cuervo, símbolo de san Vicente.

Púlpito, de madera tallada y detalle de la cara anterior del púlpito

Detalle de los laterales del Púlpito

Detalle del cuervo

Nave del Evangelio (izquierda) 

Pasando a la cabecera de la nave del Evangelio, la talla de Nuestro Padre Jesús de la Misericordia (ver), espléndido Nazareno tallado por Felipe de Ribas en 1.641, año en que le fue encargada por una hermandad formada por sacerdotes. Sin embargo, la epidemia de peste de 1.649 acabó con la mayoría de los cofrades, por lo que fue donada a la Hermandad de las Ánimas Benditas, y de ésta, a la Hermandad Sacramental. En toda su historia tan solo ha recibido una restauración, llevada a cabo por Luis Ortega Bru en 1.977. En ocasiones puede estar en este altar la Virgen del Rosario.

Retablo con la imagen de Nuestro Padre Jesús de la Misericordia

Detalle del rostro

Detalle de los pies


Encima de este altar están colocadas cuatro pinturas, que formaban parte del antiguo retablo mayor. Fueron encargadas a Juan de Uceda, que entre 1.629 y 1.631 realizó dos de ellas: El martirio de san Vicente en el potro y La historia de la cama de rosas. Falleció el pintor y fue su colega, Francisco Varela, quien ejecutó en 1.636 las otras dos: El Martirio de san Vicente en la parrilla y San Vicente con el obispo Valerio ante el emperador Decio. Muy difícil de fotografiar por estar en alto y con muy poca luz.

En el muro del Evangelio se abre la puerta de la sacristía y encima una obra pictórica de Salomé con la cabeza del Bautista. 

Puerta de la sacristía y cuadro de Salomé con la cabeza del Bautista

Encima un cuadro no identificado


Seguidamente otro cuadro de san José con el niño.

Un arco ojival con verja de forja cierra la capilla de la Hermandad de las Siete Palabras. Es una capilla de planta cuadrada, cubierta por una bóveda octagonal sobre trompas. 

Al fondo de la capilla, enmarcado por un alto arco de medio punto con fondo de terciopelo rojo podemos admirar el Santísimo Cristo de las Siete Palabras, en los laterales la talla de la María Santísima de los Remedios y San Juan Evangelista ambas del siglo XIX.

Capilla de la Hermandad de las Siete Palabras

El Cristo de las Siete Palabras (ver) es obra atribuida tradicionalmente tanto al círculo de Pedro Roldán como al de Jerónimo Hernández, aunque en la actualidad parece que hay consenso al conceder su autoría a Felipe Martínez (1.681-1.682). La imagen procede de la extinguida iglesia del convento de san Francisco de Paula y le fue cedida en depósito en 1.881 a la hermandad de las Siete Palabras, que la convierte en su imagen titular.

La imagen procede de la extinguida iglesia del convento de san Francisco de Paula y le fue cedida en depósito en 1.881 a la hermandad de las Siete Palabras, que la convierte en su imagen titular.

Felipe Martínez es un escultor prácticamente desconocido en una época en que la escultura barroca estaba dominada por Luisa Roldán, La Roldana y Francisco Antonio Ruiz Gijón. Sin embargo, debió frecuentar los ambientes artísticos del siglo XVII, pues era hijo del también escultor Alonso Martínez, ahijado del flamenco José de Arce y yerno del pintor Juan Valdés Leal, con cuya hija Luisa, pintora y grabadora como su padre y su hermano, se casó. Aparte de este Crucificado, solo se conocen de Martínez dos obras más: una Inmaculada en la iglesia de san Juan del Puerto y la talla de la Virgen de la Europa en la iglesia de san Martín.

Cristo de las Siete Palabras

Detalle del rostro

Detalle de los pies

Nuestra Señora de los Remedios (ver), situada en el lateral del Crucificado, tiene la curiosidad de ser la única Dolorosa antigua que tiene sus ojos de cristal de color azulado. Dirige su mirada hacia arriba, componiendo la clásica escena del Calvario. Su autor es Manuel Gutiérrez Reyes-Cano en 1.865.  

Nuestra Señora de los Remedios

San Juan Evangelista es obra de José Sánchez (1.859). En el paso de misterio estas figuras son acompañadas por las Tres Marías, realizadas también por Gutiérrez Reyes-Cano en la misma época que la Virgen.

San Juan Evangelista

En esta capilla podemos encontrar la imagen moderna del Sagrado Corazón, titular de la hermandad, aunque esta composición puede variar dependiendo de las diferentes épocas del año.

Imagen del Sagrado Corazón

En el muro lateral hay una tabla renacentista  de la Virgen de los Remedios de gloria, obra de Villegas Marmolejo siglo XVI, a su alrededor otras las tablas menores de diferentes Santos, como San Roque San Nicolás, San Sebastián, San Jerónimo etc. pertenecientes a un antiguo retablo.

Lateral derecho de la capilla. Virgen de los Remedios

La actual hermandad de los sietes palabras es el resultado de la fusión de varias en 1798, los Remedios, la cabeza, San Juan y los Clavos y las Siete Palabras. La Hermandad fue impulsada en el siglo XIX por el historiador Bermejo, trasladándose en 1868 de su capilla en el convento del Carmen a la parroquia de San Vicente. Originalmente procesionaba solo con el paso del Calvario, al que Farfán dedicó en los años 20 la popular marcha Pasan los Campanilleros. En la actualidad procesiona con tres pasos en la tarde del miércoles Santo.

Un cuadro encima de la puerta y otro en el lateral.

Cuadro encima de la puerta de la capilla de la Hermandad de las Siete Palabras. Cuadro a la salida de la capilla

Seguidamente, la puerta del Evangelio, que da a la plaza de Doña Teresa Enríquez. En el pequeño pasillo, en la pared izquierda, embutida entre azulejos, una hornacina cubierta mediante vidrio, contiene el busto de un Ecce Homo del siglo XVII. Procede del colegio de san Buenaventura, en el que recibía la advocación de Señor de la Humildad y Paciencia, siendo donado a la Hermandad Sacramental en 1.810. Dado los reflejos del vidrio es difícil realizar una fotografía nítida. 

En la pared derecha un lauda sepulcral.

Pasillo interior de la puerta a la plaza de Doña Teresa Enríquez

Ecce Homo

Lauda Sepulcral

Sobre un confesionario, una pintura de Nuestra Señora de los Remedios.

Nuestra Señora María de los Remedios

La Capilla Sacramental, de traza rectangular y buen tamaño, parece haber sido formada por la unión de dos antiguas capillas, como atestigua el arco toral que separa las dos bóvedas, una de pañuelo y otra de media naranja, que la cubren, adornadas con vistosas pinturas. Fue construida en la segunda mitad del XVIII por Pedro de Silva.

Bóveda de Pañuelo

Bóveda de media naranja

Pared lateral derecha de la capilla

Pared de la capilla

El muro frontal está ocupado por un magnífico retablo barroco ensamblado por José Varela en 1.781. Consta de banco, un cuerpo dividido en tres calles y ático, adornado todo ello con numerosos detalles vegetales y abundante rocalla. 

Entrada a la capilla y Retablo

Presidiendo el retablo, se da cultos a la Virgen del Rosario (ver), de Cristóbal Ramos, siglo XVIII, titular de la Hermandad Sacramental,  y situada encima del Sagrario.

Sagrario debajo de la virgen del Rosario

Virgen del Rosario


En las calles laterales se alojan seis figuras de santos: san Benito, san Bernardo, san Francisco de Paula, san Rafael, san Roque y san Antonio. 

San Benito y San Bernardo

San Francisco de Paula y San Rafael

San Roque y San Antonio

El ático luce un medallón en relieve policromado que nos muestra la escena de La Sagrada Cena. Corona el retablo una imagen del Padre Eterno en actitud de bendecir.

La Sagrada Cena en un medallón del ático y  El Padre Eterno coronando el ático

En los lados de la capilla podemos observar, uno en cada muro, dos pequeños retablos, elaborados igualmente por José Varela. 

El de la izquierda (lado del Evangelio) está ocupada por la imagen de Gloria de la Virgen de la Cabeza (ver), obra de talla completa realizada por Roque Balduque a mediados del siglo XVI, en el ático vemos en una hornacina la pequeña figura de San Ramón Nonato.

Retablo de Gloria de la Virgen de la Cabeza


La Virgen de la Cabeza de Gloria

San Ramón Nonato


El retablo del lado de la Epístola nos muestra el grupo escultórico de la Virgen de la Cabeza Dolorosa (ver) de autor anónimo y datado en el siglo XVIII. En el ático, Santa Catalina de Alejandría.

Retablo y Virgen de la Cabeza Dolorosa

Santa Catalina de Alejandría


De gran interés son las tablas que representan a san Benito, san Sebastián y San Roque. Están pintadas en su parte posterior en grisalla, con la escena de la anunciación compartimentada en dos planos. Es un tríptico de gran calidad realizado en 1530 por Jan Van Hemessen en Amberes y fue un encargo de la familia Alfaro, alguno de cuyos miembros aparecen representado en las tablas.

Tan solo nos queda admirar las pinturas situadas sobre la puerta de ingreso a la capilla, que representan una Alegoría Eucarística surgida de los pinceles de Herrera, el Viejo en 1.625 y los ángeles lampadarios situados en los cuatro pilares de la bóveda central. 

Ángel lamparario y  Pila de agua bendita


Finalmente, en la zona más antigua del templo, en los pies del Evangelio, diáfana, sin tabiques ni rejas, encontramos la cruz de mármol original que señalaba la situación del cementerio de la parroquia, en la actual plaza de Doña Teresa Enríquez, donde se alza actualmente una réplica (ver). Es de estilo renacentista, fechada en 1.582, compuesta por una columna abalaustrada apoyada sobre un basamento y coronada por una cruz que nos muestra a Cristo por delante y la Virgen María en la parte trasera.

Grupo del pie del Evangelio y detalle de la Cruz


También de mármol y estilo renacentista es la Pila Bautismal, situada junto a la cruz. El pie es también abalaustrado, en tanto que la doble taza presenta talla de venera en la parte inferior.

Pila Bautismal

En el muro se puede observar un cuadro de la Inmaculada atribuida a Juan Castillo, aunque actualmente se considera de Murillo.

Se cuenta que, en la sacristía de la iglesia, colgado bien alto y oscurecido por los barnices, había un óleo deformado de una Inmaculada que llegó a la parroquia en 1840 nadie sabe de dónde. Tras su restauración, en septiembre de 2019, la pintura se colgó a los pies del templo, sobre la pila bautismal, y su “belleza” llamó la atención de Ignacio Cano, conservador del Museo de Bellas Artes de Sevilla, quien, tras un estudio de varios meses, afirmó que se trata de la primera Inmaculada que pintó Bartolomé Esteban Murillo entre 1640 y 1645. Hasta ahora la más temprana era "La Colosal", el enorme lienzo de 436 X 297 centímetros que está en el Bellas Artes de Sevilla y que el artista realizó sobre 1650 bajo el influjo de José de Ribera. El resultado del análisis, que Cano realizó junto a Antonio Romero, investigador y también especialista en pintura barroca andaluza, se ha publicado en la revista Ars Magazine.

Pero, con esta conclusión no está de acuerdo Enrique Valdivieso, autor de Murillo. Catálogo razonado de pinturas (2011), la obra más exhaustiva sobre el pintor sevillano que actualizó el trabajo de Diego Angulo publicado 30 años antes. “A mí no me parece que esta Inmaculada sea de Murillo. Carece de las características que debería presentar una obra juvenil de Murillo. En sus primeras pinturas siempre aparece el espíritu creativo de su maestro, Juan del Castillo, más sencillo y de más ingenuidad expresiva. No advierto en este lienzo la ineludible influencia de su maestro”.


Inmaculada 

Al fondo una imagen de la Trinidad y al lado de la puerta, imagen de Santa Bárbara de autor anónimo siglo XVII.

Imagen de la Trinidad

Santa Bárbara


Finalmente, existe en la Sacristía una pequeña y preciosa capilla llamada del Tránsito de San Isidoro.

Capilla del Transito de San Isidoro


Bóveda

En la iglesia se han bautizados numerosos personajes ilustres de la ciudad, como el Almirante Antonio de Ulloa, el Duque de Montemaro el pintor neoclásico Antonio Maria De Esquivel. 

Los muros de la iglesia acogieron la primera boda del escultor Juan Martínez Montañez, siendo también el escenario donde se veló y recibió la bendición nupcial Luisa Roldan, la célebre escultora del siglo XVII también conocida como la Roldana.

Vía Crucis

I y II

III y IV

V y VI
VII y VIII

IX y X

XI y XII
XIII y XIV

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