AREA DE SAN ROMAN
Orden Salesiana.
La Orden
Salesiana, oficialmente denominada Sociedad de San Francisco de Sales (Societas
Sancti Francisci Salesii en
latín), es una congregación religiosa católica fundada por San Juan Bosco en el
siglo XIX. Sus miembros, conocidos comúnmente como Salesianos o Salesianos de
Don Bosco, tienen su casa general en la ciudad italiana de Turín. Esta
comunidad se distingue por su compromiso con la educación y formación cristiana
de los jóvenes, especialmente los más necesitados, y por su profunda devoción a
la Virgen María bajo la advocación de María Auxiliadora. Actualmente,
constituye la segunda congregación masculina más numerosa dentro de la Iglesia
católica, después de la Compañía de Jesús.
La
Congregación Salesiana fue fundada por San Juan Bosco el 18 de diciembre de
1859 en el Oratorio de San Francisco de Sales, ubicado en Valdocco, Turín
(Italia). En sus comienzos, la comunidad estaba compuesta por 17 miembros: un
sacerdote, quince seminaristas y un estudiante.
El
nombre elegido por el fundador fue Pía Sociedad de San
Francisco de Sales, en homenaje a este santo obispo de Ginebra
(1567-1622), cuya vida y espíritu misionero influenciaron profundamente a Don
Bosco. Al igual que él, San Francisco de Sales era originario de la región de
Saboya, concretamente del pueblo de Sales, situado en la actual Alta Saboya
(Francia).
San Juan
Bosco redactó las primeras Constituciones de la Congregación como parte
fundamental de su proyecto de fundar una comunidad religiosa orientada a la
formación integral de la juventud, especialmente la más necesitada. En el
proceso, debió realizar diversas modificaciones a su texto original,
ajustándolo a las normas y exigencias de la Iglesia de su época.
La
aprobación eclesiástica de la Congregación Salesiana tuvo lugar el 23 de julio
de 1864, cuando fue reconocida oficialmente por la Iglesia. Posteriormente, el
3 de abril de 1874, la Santa Sede dio su aprobación definitiva a las
Constituciones y Reglamentos, consolidando así el carisma y la misión educativa
legados por Don Bosco.
Con la celebración del Concilio Vaticano II
(1959–1965), la Congregación Salesiana emprendió un proceso de renovación y
adaptación de sus Constituciones, con el fin de responder a las orientaciones
de la Iglesia en el mundo contemporáneo. Los Capítulos Generales XX, XXI y XXII
desempeñaron un papel clave en esta tarea, procurando que la nueva redacción
fuera fiel tanto al espíritu de Don Bosco como a los directrices conciliares. Las
Constituciones renovadas fueron oficialmente aprobadas por la Santa Sede el 25
de noviembre de 1984, durante el rectorado del padre Egidio Viganó.
Los
Salesianos forman parte de un amplio movimiento de personas comprometidas con
la misión de acompañar y educar a los jóvenes, en especial a aquellos que se
encuentran en situación de vulnerabilidad, abandono o riesgo. Esta labor nace
de la inspiración y experiencia de San Juan Bosco, quien desarrolló un método
pedagógico original conocido como el “Sistema Preventivo”.
Este
sistema, piedra angular de la pedagogía salesiana, se fundamenta en tres
pilares: la razón, la religión y el amor, entendidos como medios para crear un
ambiente educativo positivo, cercano y formativo. Su finalidad es clara: ayudar
a los jóvenes a convertirse en “buenos cristianos y
honrados ciudadanos”,
promoviendo su desarrollo integral en un clima de confianza y acompañamiento.
El ideal
que sostiene este enfoque es anticiparse al error y a la desviación,
previniendo antes que corrigiendo. Por eso, más que una simple metodología, el
Sistema Preventivo es una espiritualidad educativa encarnada en una presencia
constante, amable y orientadora junto a los jóvenes.
La “Familia Salesiana” se refiere al
conjunto de congregaciones, institutos y asociaciones que comparten un mismo
espíritu: la espiritualidad de San Juan Bosco y su método educativo, el Sistema
Preventivo, profundamente influenciado por el carisma de San Francisco de
Sales. Todos estos grupos han sido reconocidos oficialmente por la Congregación
Salesiana y aprobados por la Santa Sede como auténticos caminos de vida cristiana
y crecimiento espiritual.
Cuatro
de estos grupos fueron fundados directamente por Don Bosco: la Congregación
Salesiana (SDB), las Hijas de María Auxiliadora
(FMA), la Asociación de Salesianos Cooperadores (SSCC) y la Asociación de María Auxilio de los
cristianos (ADMA). Tras su muerte en 1888, otros grupos nacieron
inspirados en su carisma y, con el tiempo, fueron incorporándose
progresivamente a esta gran familia espiritual que hoy sigue viva y activa en
todo el mundo.
La fundación de
los tres principales grupos de la Familia Salesiana por parte de Don Bosco fue
una respuesta directa a las necesidades concretas que surgían en el ejercicio
de su apostolado entre los jóvenes. El primero de estos grupos fue la “Congregación Salesiana”,
establecida en 1859, compuesta tanto por sacerdotes como por coadjutores
(laicos consagrados), todos comprometidos con la evangelización y educación de
niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad. El término “coadjutor” fue
creado por Don Bosco para llamar a los salesianos religiosos laicos de su
Congregación y para evitar el uso del término clásico “Fraile”.
Con el
deseo de extender esa misma misión educativa a las niñas y jóvenes, Don Bosco,
junto con Santa María Dominga Mazzarello, fundó en 1872 el instituto de las “Hijas de María Auxiliadora”, conocidas también como las Hermanas
Salesianas. Este grupo femenino asumió el carisma salesiano con el mismo
espíritu y entrega, ahora orientado al mundo juvenil femenino.
Sin
embargo, Don Bosco comprendía que no todos los llamados a compartir su misión
tenían una vocación religiosa formal. Por ello, en 1876, dio vida a un tercer
grupo: los “Salesianos Cooperadores”,
laicos y laicas comprometidos que, sin pertenecer a una congregación religiosa,
deseaban vivir y difundir el espíritu del Sistema Preventivo en su vida
cotidiana, familiar, profesional y social.
Estos
tres grupos, religiosos, religiosas y laicos comprometidos, encuentran su
unidad en la figura de Don Bosco y en el carisma educativo que legó a la
Iglesia: una espiritualidad centrada en la razón, la fe y el amor, al servicio
de la juventud más necesitada.
Para
convertirse en religioso salesiano, un joven debe iniciar un camino de
formación en una de las casas designadas por la Congregación específicamente
para acompañar las vocaciones. El primer paso consiste en establecer contacto
con un centro salesiano y comenzar un proceso de discernimiento vocacional, que
puede incluir la participación en un “aspirantado”, donde se profundiza en la
vida cristiana, el carisma salesiano y el proyecto de vida religiosa.
Si se
considera que el candidato posee las condiciones adecuadas para continuar, es
admitido al “noviciado”, una etapa
formativa clave que dura aproximadamente doce meses. Durante este tiempo, el
joven se prepara espiritual y comunitariamente para su consagración religiosa.
Al
término del noviciado, puede emitir sus primeros votos religiosos, pobreza,
castidad y obediencia, que tienen carácter temporal, por un período renovable
de uno a tres años. Tras este tiempo de profundización y maduración en su
vocación, el salesiano puede realizar la profesión perpetua, por la cual se
consagra definitivamente a Dios dentro de la Congregación Salesiana.
Una vez
concluido con éxito el noviciado, el joven pasa a ser considerado “posnovicio salesiano”. En esta
etapa inicia su formación intelectual y pastoral, que incluye estudios de
filosofía, pedagogía y catequesis, generalmente en universidades o institutos, algunos
de ellos pertenecientes a la misma Congregación, orientados a la preparación de
educadores y agentes pastorales.
Finalizada
esta formación académica, el posnovicio recibe un título profesional y es
enviado a vivir una experiencia práctica conocida en el ámbito salesiano como “tirocinio”. Esta etapa, cuyo
nombre proviene del italiano y puede traducirse como “aprendizaje” o “práctica
docente”, consiste en un período de inserción activa en una obra salesiana,
donde el joven aplica y profundiza lo aprendido mediante el contacto directo
con los jóvenes y la vida comunitaria.
Al
concluir el tirocinio, el salesiano continúa su discernimiento vocacional y
opta por una de las dos formas de vida dentro de la Congregación: como “hermano salesiano” (coadjutor) o
como “sacerdote salesiano”.
Cada opción tiene su propio itinerario formativo específico, en centros
debidamente establecidos por la Congregación y en conformidad con las
directrices de la Iglesia.
La
consagración religiosa salesiana se realiza cuando el joven, de manera libre y
consciente, emite sus votos de pobreza, castidad y obediencia ante los
superiores de la Congregación, integrándose así plenamente a la misión
salesiana.
La
primera fundación salesiana fuera de Turín se realizó en 1863 con la apertura
de una casa en Mirabello Monferrato. Ese mismo año, la expansión internacional
comenzó con la fundación de una obra en Niza, Francia, convirtiéndose en el
primer país fuera de Italia en recibir la presencia salesiana. La misión se
extendió más allá de Europa en 1875, cuando los primeros salesianos llegaron a
Argentina, marcando el inicio de la presencia de la Congregación en América.
Don
Bosco falleció el 31 de enero de 1888 en Turín. En ese momento, la Congregación
contaba con 773 salesianos, 276 novicios, 57 casas y 6 provincias religiosas.
Su primer sucesor, el padre Miguel Rúa, guió a la Congregación durante 22 años,
y bajo su liderazgo, el carisma salesiano se extendió a los cinco continentes,
consolidando la visión misionera de su fundador.
La
organización mundial de los Salesianos de Don Bosco está encabezada por la máxima
autoridad conocida como el “Rector Mayor”. San Juan Bosco fue el primer Rector
Mayor desde 1874, año en que la Iglesia Católica aprobó oficialmente las
Constituciones de la Congregación. Tras el fallecimiento de Don Bosco en 1888,
el Papa León XIII designó como su sucesor al Beato Miguel Rúa, estableciendo
además los procedimientos para la elección de los futuros Rectores Mayores.
Los
Salesianos se reúnen periódicamente en una asamblea llamada “Capítulo General”, donde
delegados de todas las regiones del mundo toman decisiones de gran relevancia
para la Congregación, incluyendo la elección del Rector Mayor y de los miembros
del Consejo General.
Actualmente, el cargo de Rector Mayor lo ocupa el Cardenal Ángel Fernández Artime, siendo el primer español en asumir esta responsabilidad. La estructura organizativa del mundo salesiano se divide en grandes regiones, cada una dirigida por un “Superior Regional”, quien forma parte del Consejo General y colabora en la dirección y coordinación de la misión salesiana a nivel global.