lunes, 14 de noviembre de 2022

RUTAS POR SEVILLA: Ruta Artística. Pintores  

José García Ramos 

Rótulo de la calle García Ramos (ver)

Estudió en la Escuela Provincial de Bellas Artes de Sevilla con Eduardo Cano de la Peña y después completó su formación en el taller de José Jiménez Aranda, con el que viajó a Roma en 1872, donde conoció a Mariano Fortuny que influyó notablemente en su obra posterior. 

En dicha ciudad se ganó la vida con pinturas de pequeño formato de paisajes y personajes andaluces.

En 1877 visitó Nápoles y Venecia y en 1882 se instaló definitivamente en Sevilla, donde fue nombrado presidente de la Escuela Libre de Bellas Artes  y académico de la de Santa Isabel. Trabajó y colaboró como ilustrador en La Ilustración Española y Americana, La Ilustra­ción Artística y Blanco y Negro

Su obra se encuentra a caballo entre la caricatura y el folclore. 

El Museo del Prado guarda una gran colección de sus dibujos y dos pinturas procedentes del Museo Nacional de Arte Moderno.

García Ramos en su estudio en 1910. Foto de Juan Barrera Gómez

Tenía su taller en la actual Fernán Caballero, casa en la que vivió Cecilia Böhl de Faber y Ruiz de Larrea, conocida por el seudónimo que da nombre a la calle. 

Se recuerda al pintor sevillano con una lápida marmórea conmemorativa de su fallecimiento el día 2 de abril de 1912.

Calle Fernán Caballero 14

Sus temas preferidos son de carácter costumbrista, un costumbrismo realista, que reflejaba la Sevilla cotidiana y real que, con gracia popular, aun se daba con frecuencia y naturalidad en determinados enclaves urbanos. 

Se le reconoce, en muchos ámbitos, como el más importante exponente de la pintura regionalista andaluza de su tiempo, al reflejar la vida diaria de la Sevilla de finales del siglo XIX.

Esta idea regionalista se mostró en el cambio de siglo por José María Izquierdo, Mas y Prat o los hermanos Álvarez Quintero en literatura, Blas Infante en política, Aníbal González en la arquitectura o Castillo Lastrucci en la imaginería anterior a la Guerra Civil, acreditando así un terreno que dará su mayor fruto en la Exposición Iberoamericana de 1929 en el urbanismo y en la conciencia de la ciudad.

A su memoria se dedicó una glorieta en los  Jardines de Murillo en 1917, a propuesta de un grupo de artistas sevillanos. 

El Ayuntamiento aceptó la propuesta, siendo los propios artistas los que financiaron las obras. La citada glorieta, diseñada por Talavera y Heredia, se finalizó en 1923. En el arco de acceso se puede leer el nombre del pintor y la dedicatoria (por desgracia el retrato que centraba la composición se ha perdido con el paso del tiempo). Los bancos que rodean la fuente tienen una serie de paneles de azulejos de la Fábrica Montalván que recrean sus obras.






Alguna de sus obras:



Éste es, sin duda, uno de los mejores trabajos realizados por el pintor en el último período de su vida, cuando su fama en el mercado sevillano estaba ya asegurada y era considerado como uno de los más prestigiosos pintores andaluces de género del momento.

“Posee un dibujo particularmente riguroso y cuidado, colores elegantes, tonos brillantes y suaves al mismo tiempo, y un logrado equilibrio compositivo, sobre todo teniendo en cuenta el gran número de figuras en él incluidas, un reto que el artista era experto en solucionar”.

Dispuesta casi como un friso, en rigurosa frontalidad, la escena representa el momento en el que la muchedumbre está abandonando un baile de máscaras propio de los concursos de disfraces, tal como anuncia claramente un póster situado a la entrada: "Baile de máscaras. Concurso de trajes".

En el centro, una mujer disfrazada parece haberse desmayado, y es sostenida por la cintura por una persona detrás de ella.

Mientras tanto, un caballero en el extremo izquierdo de la composición desciende las escaleras con una elegante dama, quien, aparentemente distraída, mira hacia el espectador, mientras que dicho caballero, con la otra mano alcanza a una joven que le devuelve la mirada. 

“El artista no olvida añadir una nota de contraste social en la representación de estos elegantes personajes; magnífico ejemplo de su poder de observación y de su conocimiento de las clases humildes, las cuales se encontraban entre sus temas favoritos”. 



Este cuadro, pintado durante una breve estancia en Granada en 1883, y mencionado durante muchos años como en paradero desconocido, es quizá una de las escenas costumbristas de ambientación andaluza más famosas de todas las pintadas por este artista a lo largo de su carrera, además de ser pieza extraordinariamente representativa de su mejor arte en este género.

El lienzo ha sido recogido en alguna ocasión con el título de “Pelando la Pava”, expresión castiza andaluza que alude al cortejo de las parejas durante el noviazgo, prolongado en interminables conversaciones de largos paseos o, como en este caso, a ambos lados de la reja de la casa de la novia, muralla infranqueable para cualquier intento de escarceo de los amantes, casi siempre vigilados estrechamente por amigos o parientes.

A la sombra de un fuerte sol de atardecer, un mozo serrano, ataviado con sus mejores galas, y con su caballo ricamente enjaezado, escucha ensimismado a su enamorada, acodado en los hierros de su reja. 

La pareja es sorprendida por un alegre grupo de mujeres que les miran con sonrisa burlona. Una de ellas se quita la sombrilla para poder contemplar mejor a los novios, haciéndose sombra con su abanico, mientras otra se adereza las flores que adornan su pelo y una tercera canta haciendo sonar su pandereta. 

Al fondo, entre las copas de los árboles, asoma el caserío sobre una colina, identificado con el conocido barrio del Albaicín de Granada.

“El cuadro muestra la especial habilidad de García Ramos en la distribución espacial de la composición, situando los distintos puntos de atención de la escena en tres planos diferentes muy marcados, que sugieren la profundidad de la calle, proyectando hacia el primer término la figura del caballo, en atrevido escorzo”.

“Por su parte, el grupo de las tres muchachas está resuelto con una factura extremadamente delicada y primorosa, de colorido encendido y brillante, consiguiendo efectos tan bellos como el rostro en penumbra de la que se protege del sol con el abanico, los brillos del raso de la sombrilla o los lunares del vestido de la mujer que toca el pandero”.

“Finalmente, el desarrollo del caserío y el celaje demuestran las dotes de García Ramos para los paisajes urbanos, que pintó en numerosas ocasiones, aunque casi siempre poblados de figuras.”




En ella, se representa una galante escena mundana en un local público. 

El costumbrismo de García Ramos se distancia ahora del ámbito de lo local y folclórico para narrar lo cotidiano de la vida frívola de la gran ciudad, que él ha conocido de manera directa durante su estancia en París. 

En esta escena describe el ambiente de un local o salón recreativo de fin de siglo frecuentado por mujeres, militares y civiles de extracción burguesa.

El grupo protagonista de la izquierda muestra el momento de presentación y saludo de tres mujeres ataviadas a la moda, cubiertas con llamativos sombreros, y tres hombres también vestidos a la moda, dos con bombín y otro con chistera. El hombre y la mujer de perfil se saludan como si acabases de ser presentados, mientras los restantes los observan con tono sonriente. La joven de perfil, lleva una vestimenta bajo la que se adivina un apretado corsé que potencia el volumen de sus pechos. La del centro, con el brazo en jarras, mira sonriente, al igual que el risueño hombre con chistera. Con un aire más apocado se recorta el rostro de la tercera joven, casi oculta por las otras y más tímido parece también el tercero de los hombres, con bombín, que mira con admiración a la chica.

Al situar el grupo protagonista en el primer plano del lateral izquierdo, invita a una lectura diagonal de la obra. 

Por el contrario, al fondo, a la derecha, describe el ambiente relajado y desinhibido del local, en el que destaca una mesa con mujeres y militares a su alrededor. La voluptuosidad es mucho más directa en estas figuras del fondo. De entre ellas llama la atención la muchacha sentada junto al velador, que de manera indolente aparece casi recostada, con un brazo apoyado en la mesa sobre el que deja caer la cabeza, recreando en cierto sentido una variante de la iconografía tan extendida en el fin de siglo de la mujer postrada. Esta joven sonriente mira al espectador mientras escucha la insinuación del militar que hay sentado a su lado.

“La técnica de aguada con toques de acuarela con que está abordada esta escena denota el perfecto dominio de la técnica de la pintura al agua por parte de García Ramos. En ella combina el minucioso acabado de las figuras con los toques de manchas más líquidas en el primer plano y el fondo para sugerir los reflejos del suelo y la atmosfera cargada del salón. A juzgar por las vestimentas y tono general, podría situarse esta obra hacia mediados de 1890. De hecho, podría relacionarse con el tono de algunas de sus ilustraciones para publicaciones periódicas”.

Museo Bellver (Casa Fabiola)


Nazareno dame un caramelo. García Ramos, José. Museo Bellver


Cigarreras murmurando “Dime Trini”. García Ramos, José. Tinta sobre papel. 34 x 26 cm. Museo Bellver

En el Molino. Gracia Ramos. José. Aguada sobre papel. 44 x 31 cm. Museo Bellver

Nazarenos del Silencio. García Ramos. José. Tinta sobre papel. 36 x 27 cm. Museo Bellver

Salineras, García Ramos, José. Tinta sobre papel. 32 x 28. Museo Bellver

Procesión con la Manguilla. García Ramos, José. Tinta sobre papel. 37 x 26. Museo Bellver

Malagueña y torero. García Ramos, José. Tinta sobre papel. 37 x 27. Museo Bellver

Una desgracia: La muerte del marido. García Ramos, José. 1910. Óleo sobre lienzo. 48 x 33 cm. Museo Bellver

Otra desgracia: La muerte del burro. García Ramos, José. 1910. Óleo sobre lienzo. 49 x 34 cm. Museo Bellver

Prohibido arrojar a la plaza animales muertos. García y Ramos, José. Óleo sobre lienzo. 49 x 43 cm. Museo Bellver. 

El sacamuelas. García y Ramos, José. Óleo sobre tabla. 35 x 25 cm. Museo Bellver

Un majo bebiendo vino. García y Ramos, José. Óleo sobre tabla. 57 x 33 cm. Museo Bellver.

Pelea de cigarreras. García y Ramos, José. Óleo sobre lienzo. 45 x 33 cm. Museo Bellver

El ventilador. García y Ramos, José. Óleo sobre lienzo. 64 x 44 cm. Museo Bellver. 

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