lunes, 14 de noviembre de 2022

 AREA DE SAN VICENTE-MIGUEL DEL CID-TEODOSIO

Calle García Ramos 

Es larga rectilínea y estrecha, con el mismo trazado del plano de Olavides (1771) y mayor angulación en la desembocadura a la plaza de Rull (ver), plaza nominada así posteriormente, pues antes estaba sin nominar porque formaba parte de la calle.

En 1879 se aprobó un plan de alineación de casas, que debió contribuir a su actual rectitud.

Posee un guardacantón de granito, en la esquina con san Vicente.

Esquina con san Vicente

Desde 1408 está documentada con el nombre de Garzo, cuyo verdadero origen se desconoce, aunque Santiago Montoto, sin mucho fundamento, lo atribuye al hongo del mismo nombre.

En 1915 se sustituyó por el actual, en homenaje al pintor sevillano José García Ramos (1852-1912) (ver), autor de numerosos cuadros de tema costumbrista andaluz. El topónimo aparece escrito en placas de cerámica inspiradas en el estilo del pintor.


Rótulo

Casas de la calle García Ramos

En el caserío abundan las viviendas tradicionales sevillanas, de dos plantas y aspecto popular, intercaladas con edificios de pisos de reciente construcción.

Gran parte de la acera derecha está ocupada por el lateral del antiguo palacio del Conde de Casa Galindo (Alfonso XII) y traseras de san Vicente.

Casas número 23 y 25 de García Ramos, y 24 y 26 de Mendoza Ríos

Estas casas contiguas, que conforman una unidad, debieron ser, originariamente, una casa palaciega.

Fueron identificadas y valoradas por el libro de referencia “Arquitectura Civil Sevillana”. El trabajo de catalogación y reproducción fotográfica y planimetría fue llevado a cabo entre los años 1949 y 1951 por Francisco Collantes de Terán y Luis Gómez Estern, siendo editado por el Ayuntamiento sevillano en 1976.

En el año 2000, los técnicos municipales que redactaron el Catálogo del Sector “San Lorenzo-San Vicente”, les concedieron el máximo Grado de Protección para un edificio civil de estas características, que es el Grado “B, Protección Global” e, incluso se propuso su inscripción genérica en el Catálogo General del Patrimonio Histórico de Andalucía como Monumento.

Se ha identificado como edificación del siglo XVIII, de estilo Barroco-Popular, con un “pasado arquitectónico notable”, se valora la portada peraltada, el balcón de gran vuelo, sobre tornapuntas de hierro y, especialmente, el patio (no visible) con su galería de triple arcada sobre columnas de mármol, de arcos rebajados en planta baja y alta.

Casa número 17

Según indica Gómez Zarzuela en su guía de 1875, en la casa número 17, murió la célebre Doña Josefina Comer Ford, condesa de Sales, de gran influencia en la Cataluña de la Guerra Civil de 1820-23 y principalmente en la insurrección ultra-realista de 1827.

Siempre se pensó que había nacido en Tarifa, pero lo hizo en Ceuta donde su padre, José de Comerford, sargento mayor del Regimiento de Infantería de Irlanda, al servicio de los reyes de España, natural de Cádiz, estaba destinado. Su segundo apellido, Mac Crohon, es el de su madre, María Josefa, que a pesar de haber nacido en San Sebastián era de origen irlandés.

Al quedar huérfana, en 1808, fue adoptada por su tío paterno, Enrique de Comerford, conde de Bryas, que con la invasión francesa abandonó la guardia valona y se trasladó a Dublín. Allí Josefina se educó en un ambiente ultracatólico. Al morir el conde de Bryas, heredó su fortuna, y vivió un tiempo en Roma, y en 1820 regresó a España. 

La primera etapa de su vida pública está vinculada a la figura de Antonio Marañón, el Trapense, a cuyo lado luchó contra los liberales durante el Trienio Liberal, especialmente en el establecimiento de la Regencia de Urgel. Precisamente por los servicios prestados, la Regencia de Urgel le concedió en 1823 el título de condesa de Sales.

El guerrillero fray Antonio Marañón, apodado “El Trapense”

Restablecido el absolutismo por la intervención de los Cien Mil Hijos de san Luis, fue confinada en Barcelona. A mediados de 1827 logró burlar la vigilancia policial a la que estaba sometida y desde Cervera financió y participó en la organización del movimiento de los agraviados o malcontents, que estableció en Manresa  la Junta Suprema Provisional de Gobierno de Cataluña.

Calomarde, capitán general de Cataluña, y el propio rey Fernando VII al frente del ejército expedicionario, acabaron con la insurrección y permitieron la captura de sus principales dirigentes, que fueron inmediatamente ejecutados.

Josefina de Comerford, fue condenada a reclusión perpetua en el convento de la Encarnación de Sevilla, y dado su carácter fuerte, fue pasando por distintos conventos a causa de sus actitudes contrarias a las reglas monásticas. Con la exclaustración decretada por Mendizabal 1835 quedó en libertad y fijó su residencia en Sevilla, llevando en adelante una vida discreta. En 1863 otorgó testamento y falleció de una pulmonía el 3 de abril de 1865. 

Corral del Conde, Adolph Rouargue… Josefina Comerford vivió una vida apartada en Sevilla hasta su muerte en 1865

Llegó a ser conocida como "la Juana de Arco carlista", y diversos autores la han hecho protagonistas de sus novelas:

Agustín de Letamendi, estando aún viva, la hizo protagonista de su novela Josefina de Comerford o el fanatismo. Novela original, histórica y contemporánea (Madrid, 1849).

Con rasgos tomados de Letamendi, Francisco José Orellana  la incluyó en otra novela histórica de semejantes características, El conde de España o La inquisición militar (Madrid y Barcelona, 1856), cuya acción discurre en la insurrección de los malcontents.

Será también una de las protagonistas de la novela de Benito Pérez Galdós,"Un voluntario realista", quien la describe de edad algo más avanzada de lo que en realidad le correspondía al presentarse en el convento —ficticio— de las dominicas de Solsona, centro de la conspiración absolutista.

El polifacético Cristóbal de Castro la incluyó en dos relatos, La inglesa y el Trapense (1926) y La generala carlista (1931).

También Pío Baroja se sintió atraído por las hazañas de esta guerrillera ultrarrealista, a quien dedicó un retrato idéntico al de Letamendi en Fantasmas de Tarifa, dentro de su Vitrina pintoresca. En Siluetas románticas, comenta que Josefina de Comerford quería ser “una Juana de Arco del clericalismo”, convertida en el alma de la conjura de la Federación de Realistas Puros.

 García Ramos, José

Estudió en la Escuela Provincial de Bellas Artes de Sevilla con Eduardo Cano de la Peña y después completó su formación en el taller de José Jiménez Aranda, con el que viajó a Roma en 1872, donde conoció a Mariano Fortuny que influyó notablemente en su obra posterior. En dicha ciudad se ganó la vida con pinturas de pequeño formato de paisajes y personajes andaluces.

En 1877 visitó Nápoles y Venecia y en 1882 se instaló definitivamente en Sevilla, donde fue nombrado presidente de la Escuela Libre de Bellas Artes  y académico de la de Santa Isabel. Trabajó y colaboró como ilustrador en La Ilustración Española y Americana, La Ilustra­ción Artística y Blanco y Negro. Su obra se encuentra a caballo entre la caricatura y el folclore. El Museo del Prado guarda una gran colección de sus dibujos y dos pinturas procedentes del Museo Nacional de Arte Moderno.

García Ramos en su estudio en 1910. Foto de Juan Barrera Gómez

Tenía su taller en la actual Fernán Caballero, casa en la que vivió Cecilia Böhl de Faber y Ruiz de Larrea, conocida por el seudónimo que da nombre a la calle. Se recuerda al pintor sevillano con una lápida marmórea conmemorativa de su fallecimiento el día 2 de abril de 1912.

 

Sus temas preferidos son de carácter costumbrista, un costumbrismo realista, que reflejaba la Sevilla cotidiana y real que, con gracia popular, aun se daba con frecuencia y naturalidad en determinados enclaves urbanos. 

Se le reconoce, en muchos ámbitos, como el más importante exponente de la pintura regionalista andaluza de su tiempo, al reflejar la vida diaria de la Sevilla de finales del siglo XIX.

Esta idea regionalista se mostró en el cambio de siglo por José María Izquierdo, Mas y Prat o los hermanos Álvarez Quintero en literatura, Blas Infante en política, Aníbal González en la arquitectura o Castillo Lastrucci en la imaginería anterior a la Guerra Civil, acreditando así un terreno que dará su mayor fruto en la Exposición Iberoamericana de 1929 en el urbanismo y en la conciencia de la ciudad.

A su memoria se dedicó una glorieta en los  Jardines de Murillo en 1917, a propuesta de un grupo de artistas sevillanos. El Ayuntamiento aceptó la propuesta, siendo los propios artistas los que financiaron las obras. La citada glorieta, diseñada por Talavera y Heredia, se finalizó en 1923. En el arco de acceso se puede leer el nombre del pintor y la dedicatoria (por desgracia el retrato que centraba la composición se ha perdido con el paso del tiempo). Los bancos que rodean la fuente tienen una serie de paneles de azulejos de la Fábrica Montalván que recrean sus obras.


Alguna de sus obras:


Salida de un baile de máscaras. José García Ramos. Óleo sobre lienzo, 1905, 70,5 x 104,1 cm, Colección Carmen Thyssen-Bornemisza

Éste es, sin duda, uno de los mejores trabajos realizados por el pintor en el último período de su vida, cuando su fama en el mercado sevillano estaba ya asegurada y era considerado como uno de los más prestigiosos pintores andaluces de género del momento.

“Posee un dibujo particularmente riguroso y cuidado, colores elegantes, tonos brillantes y suaves al mismo tiempo, y un logrado equilibrio compositivo, sobre todo teniendo en cuenta el gran número de figuras en él incluidas, un reto que el artista era experto en solucionar”.

Dispuesta casi como un friso, en rigurosa frontalidad, la escena representa el momento en el que la muchedumbre está abandonando un baile de máscaras propio de los concursos de disfraces, tal como anuncia claramente un póster situado a la entrada: «Baile de máscaras. Concurso de trajes».

En el centro, una mujer disfrazada parece haberse desmayado, y es sostenida por la cintura por una persona detrás de ella.

Mientras tanto, un caballero en el extremo izquierdo de la composición desciende las escaleras con una elegante dama, quien, aparentemente distraída, mira hacia el espectador, mientras que dicho caballero, con la otra mano alcanza a una joven que le devuelve la mirada. 

“El artista no olvida añadir una nota de contraste social en la representación de estos elegantes personajes; magnífico ejemplo de su poder de observación y de su conocimiento de las clases humildes, las cuales se encontraban entre sus temas favoritos”. 

Cortejo español. José García Ramos. 1883.  Óleo sobre lienzo. 54,3 x 33,5 cm. Carmen Thissen. Málaga

Este cuadro, pintado durante una breve estancia en Granada en 1883, y mencionado durante muchos años como en paradero desconocido, es quizá una de las escenas costumbristas de ambientación andaluza más famosas de todas las pintadas por este artista a lo largo de su carrera, además de ser pieza extraordinariamente representativa de su mejor arte en este género.

El lienzo ha sido recogido en alguna ocasión con el título de “Pelando la Pava”, expresión castiza andaluza que alude al cortejo de las parejas durante el noviazgo, prolongado en interminables conversaciones de largos paseos o, como en este caso, a ambos lados de la reja de la casa de la novia, muralla infranqueable para cualquier intento de escarceo de los amantes, casi siempre vigilados estrechamente por amigos o parientes.

A la sombra de un fuerte sol de atardecer, un mozo serrano, ataviado con sus mejores galas, y con su caballo ricamente enjaezado, escucha ensimismado a su enamorada, acodado en los hierros de su reja. La pareja es sorprendida por un alegre grupo de mujeres que les miran con sonrisa burlona. Una de ellas se quita la sombrilla para poder contemplar mejor a los novios, haciéndose sombra con su abanico, mientras otra se adereza las flores que adornan su pelo y una tercera canta haciendo sonar su pandereta. Al fondo, entre las copas de los árboles, asoma el caserío sobre una colina, identificado con el conocido barrio del Albaicín de Granada.

“El cuadro muestra la especial habilidad de García Ramos en la distribución espacial de la composición, situando los distintos puntos de atención de la escena en tres planos diferentes muy marcados, que sugieren la profundidad de la calle, proyectando hacia el primer término la figura del caballo, en atrevido escorzo”.

“Por su parte, el grupo de las tres muchachas está resuelto con una factura extremadamente delicada y primorosa, de colorido encendido y brillante, consiguiendo efectos tan bellos como el rostro en penumbra de la que se protege del sol con el abanico, los brillos del raso de la sombrilla o los lunares del vestido de la mujer que toca el pandero”.

“Finalmente, el desarrollo del caserío y el celaje demuestran las dotes de García Ramos para los paisajes urbanos, que pintó en numerosas ocasiones, aunque casi siempre poblados de figuras.”

Galanteo. José García Ramos. 1895. Pluma y aguada sobre cartón. 26 x 28 cm. Carmen Thissen. Málaga

En ella, se representa una galante escena mundana en un local público. El costumbrismo de García Ramos se distancia ahora del ámbito de lo local y folclórico para narrar lo cotidiano de la vida frívola de la gran ciudad, que él ha conocido de manera directa durante su estancia en París. En esta escena describe el ambiente de un local o salón recreativo de fin de siglo frecuentado por mujeres, militares y civiles de extracción burguesa.

El grupo protagonista de la izquierda muestra el momento de presentación y saludo de tres mujeres ataviadas a la moda, cubiertas con llamativos sombreros, y tres hombres también vestidos a la moda, dos con bombín y otro con chistera. El hombre y la mujer de perfil se saludan como si acabases de ser presentados, mientras los restantes los observan con tono sonriente. La joven de perfil, lleva una vestimenta bajo la que se adivina un apretado corsé que potencia el volumen de sus pechos. La del centro, con el brazo en jarras, mira sonriente, al igual que el risueño hombre con chistera. Con un aire más apocado se recorta el rostro de la tercera joven, casi oculta por las otras y más tímido parece también el tercero de los hombres, con bombín, que mira con admiración a la chica.

Al situar el grupo protagonista en el primer plano del lateral izquierdo, invita a una lectura diagonal de la obra. Por el contrario, al fondo, a la derecha, describe el ambiente relajado y desinhibido del local, en el que destaca una mesa con mujeres y militares a su alrededor. La voluptuosidad es mucho más directa en estas figuras del fondo. De entre ellas llama la atención la muchacha sentada junto al velador, que de manera indolente aparece casi recostada, con un brazo apoyado en la mesa sobre el que deja caer la cabeza, recreando en cierto sentido una variante de la iconografía tan extendida en el fin de siglo de la mujer postrada. Esta joven sonriente mira al espectador mientras escucha la insinuación del militar que hay sentado a su lado.

“La técnica de aguada con toques de acuarela con que está abordada esta escena denota el perfecto dominio de la técnica de la pintura al agua por parte de García Ramos. En ella combina el minucioso acabado de las figuras con los toques de manchas más líquidas en el primer plano y el fondo para sugerir los reflejos del suelo y la atmosfera cargada del salón. A juzgar por las vestimentas y tono general, podría situarse esta obra hacia mediados de 1890. De hecho, podría relacionarse con el tono de algunas de sus ilustraciones para publicaciones periódicas”.

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