AREA DE SAN VICENTE-MIGUEL DEL CID-TEODOSIO
Calle García Ramos
Es larga rectilínea y
estrecha, con el mismo trazado del plano de Olavides (1771) y mayor angulación
en la desembocadura a la plaza de Rull (ver), plaza nominada así posteriormente, pues
antes estaba sin nominar porque formaba parte de la calle.
En 1879 se aprobó un plan
de alineación de casas, que debió contribuir a su actual rectitud.
Posee un guardacantón de
granito, en la esquina con san Vicente.
Esquina con san Vicente
Desde 1408 está
documentada con el nombre de Garzo, cuyo verdadero origen se desconoce, aunque
Santiago Montoto, sin mucho fundamento, lo atribuye al hongo del mismo nombre.
En 1915 se sustituyó por el actual, en homenaje al pintor sevillano José García Ramos (1852-1912) (ver), autor de numerosos cuadros de tema costumbrista andaluz. El topónimo aparece escrito en placas de cerámica inspiradas en el estilo del pintor.
Casas de la calle García Ramos
En el caserío abundan las viviendas
tradicionales sevillanas, de dos plantas y aspecto popular, intercaladas con
edificios de pisos de reciente construcción.
Gran parte de la acera derecha está ocupada
por el lateral del antiguo palacio del Conde de Casa Galindo (Alfonso XII) y
traseras de san Vicente.
Casas número 23 y 25 de García
Ramos, y 24 y 26 de Mendoza Ríos
Estas casas contiguas, que conforman una
unidad, debieron ser, originariamente, una casa palaciega.
Fueron identificadas y valoradas por el libro de referencia
“Arquitectura Civil Sevillana”. El trabajo de catalogación y reproducción
fotográfica y planimetría fue llevado a cabo entre los años 1949 y 1951 por
Francisco Collantes de Terán y Luis Gómez Estern, siendo editado por el
Ayuntamiento sevillano en 1976.
En el año 2000, los técnicos municipales que redactaron el
Catálogo del Sector “San Lorenzo-San Vicente”, les concedieron el máximo Grado
de Protección para un edificio civil de estas características, que es el Grado
“B, Protección Global” e, incluso se propuso su inscripción genérica en el
Catálogo General del Patrimonio Histórico de Andalucía como Monumento.
Se ha identificado como edificación del siglo XVIII, de estilo
Barroco-Popular, con un “pasado arquitectónico notable”, se valora la portada
peraltada, el balcón de gran vuelo, sobre tornapuntas de hierro y,
especialmente, el patio (no visible) con su galería de triple arcada sobre
columnas de mármol, de arcos rebajados en planta baja y alta.
Casa número 17
Según indica Gómez Zarzuela en su guía de
1875, en la casa número 17, murió la célebre Doña Josefina Comer Ford, condesa
de Sales, de gran influencia en la Cataluña de la Guerra Civil de 1820-23 y
principalmente en la insurrección ultra-realista de 1827.
Siempre se pensó que había nacido en Tarifa, pero lo hizo en Ceuta
donde su padre, José de Comerford, sargento mayor del Regimiento de Infantería
de Irlanda, al servicio de los reyes de España, natural de Cádiz, estaba
destinado. Su segundo apellido, Mac Crohon, es el de su madre, María Josefa,
que a pesar de haber nacido en San Sebastián era de origen irlandés.
Al quedar huérfana, en 1808, fue adoptada por su tío paterno,
Enrique de Comerford, conde de Bryas, que con la invasión francesa abandonó la guardia valona y se
trasladó a Dublín. Allí
Josefina se educó en un ambiente ultracatólico. Al morir el conde de Bryas,
heredó su fortuna, y vivió un tiempo en Roma, y en 1820 regresó a España.
La primera etapa de su vida pública está vinculada a la figura de
Antonio Marañón, el Trapense, a cuyo lado luchó contra los liberales
durante el Trienio Liberal, especialmente en el establecimiento de la Regencia
de Urgel. Precisamente por los servicios prestados, la Regencia de Urgel
le concedió en 1823 el título de condesa de Sales.
El
guerrillero fray Antonio Marañón, apodado “El Trapense”
Restablecido el absolutismo por la intervención de los Cien Mil Hijos de san Luis, fue confinada en Barcelona. A mediados de 1827 logró burlar la vigilancia
policial a la que estaba sometida y desde Cervera financió y participó en la organización del movimiento de los agraviados o malcontents, que estableció en Manresa la Junta Suprema
Provisional de Gobierno de Cataluña.
Calomarde, capitán general de Cataluña, y el propio rey Fernando VII al frente del ejército expedicionario, acabaron con la insurrección y
permitieron la captura de sus principales dirigentes, que fueron inmediatamente
ejecutados.
Josefina de Comerford, fue condenada a reclusión
perpetua en el convento de la Encarnación de Sevilla, y dado su carácter fuerte, fue pasando por
distintos conventos a causa de sus actitudes contrarias a las reglas monásticas. Con la exclaustración decretada por Mendizabal 1835 quedó en
libertad y fijó su residencia en Sevilla, llevando en adelante una vida
discreta. En 1863 otorgó testamento y falleció de una pulmonía el 3 de abril de
1865.
Llegó a ser conocida como "la Juana de Arco carlista", y diversos autores
la han hecho protagonistas de sus novelas:
Agustín de Letamendi, estando aún viva, la hizo protagonista de su novela Josefina
de Comerford o el fanatismo. Novela original, histórica y contemporánea
(Madrid, 1849).
Con rasgos tomados de Letamendi, Francisco José Orellana la incluyó en otra novela histórica de semejantes características, El
conde de España o La inquisición militar (Madrid y Barcelona, 1856), cuya
acción discurre en la insurrección de los malcontents.
Será también una de las protagonistas de la novela de Benito Pérez Galdós,"Un voluntario realista", quien la describe de edad algo más avanzada de lo que en realidad le
correspondía al presentarse en el convento —ficticio— de las dominicas de Solsona, centro de la conspiración absolutista.
El polifacético Cristóbal de Castro la incluyó
en dos relatos, La inglesa y el Trapense (1926) y La generala
carlista (1931).
También Pío Baroja se sintió atraído por las hazañas de esta
guerrillera ultrarrealista, a quien dedicó un retrato idéntico al de Letamendi
en Fantasmas de Tarifa, dentro de su Vitrina pintoresca. En Siluetas
románticas, comenta que Josefina de Comerford quería ser “una Juana de Arco
del clericalismo”, convertida en el alma de la conjura de la Federación de
Realistas Puros.
García Ramos, José
Estudió
en la Escuela Provincial de Bellas Artes de Sevilla con Eduardo Cano de la Peña
y después completó su formación en el taller de José Jiménez Aranda, con el que viajó a Roma en 1872, donde
conoció a Mariano Fortuny que influyó notablemente en su
obra posterior. En dicha ciudad
se ganó la vida con pinturas de pequeño formato de paisajes y personajes
andaluces.
En 1877 visitó Nápoles y Venecia y en 1882 se instaló definitivamente
en Sevilla, donde fue nombrado presidente de la Escuela Libre de Bellas
Artes y académico de la de Santa Isabel.
Trabajó y colaboró como ilustrador en La Ilustración Española y Americana,
La Ilustración Artística y Blanco y Negro. Su obra se encuentra a
caballo entre la caricatura y el folclore. El Museo del Prado guarda una gran
colección de sus dibujos y dos pinturas procedentes del Museo Nacional de Arte
Moderno.
García
Ramos en su estudio en 1910. Foto de Juan Barrera Gómez
Tenía su taller en la
actual Fernán Caballero, casa en la que vivió Cecilia Böhl de Faber y Ruiz de
Larrea, conocida por el seudónimo que da nombre a la calle. Se recuerda al
pintor sevillano con una lápida marmórea conmemorativa de su fallecimiento el
día 2 de abril de 1912.
Sus temas preferidos son de carácter costumbrista, un costumbrismo realista, que reflejaba la Sevilla cotidiana y real que, con gracia popular, aun se daba con frecuencia y naturalidad en determinados enclaves urbanos.
Se
le reconoce, en muchos ámbitos, como el más importante exponente de la pintura
regionalista andaluza de su tiempo, al reflejar la vida diaria de la Sevilla de
finales del siglo XIX.
Esta idea regionalista se mostró en el cambio de siglo por José María Izquierdo, Mas y Prat o los hermanos Álvarez Quintero en literatura, Blas Infante en política, Aníbal González en la arquitectura o Castillo Lastrucci en la imaginería anterior a la Guerra Civil, acreditando así un terreno que dará su mayor fruto en la Exposición Iberoamericana de 1929 en el urbanismo y en la conciencia de la ciudad.
A su memoria se dedicó una glorieta en los Jardines de Murillo en 1917, a propuesta de un grupo de artistas sevillanos. El Ayuntamiento aceptó
la propuesta, siendo los propios artistas los que financiaron las obras. La
citada glorieta, diseñada por Talavera
y Heredia, se finalizó en 1923. En el arco de acceso se puede leer el
nombre del pintor y la dedicatoria (por desgracia el retrato que centraba la
composición se ha perdido con el paso del tiempo). Los bancos que rodean la
fuente tienen una serie de paneles de azulejos de la Fábrica Montalván que
recrean sus obras.
Alguna de sus obras:
Salida de un baile de máscaras. José García Ramos. Óleo sobre lienzo, 1905, 70,5 x 104,1 cm, Colección Carmen Thyssen-Bornemisza
Éste es, sin duda, uno de los mejores trabajos
realizados por el pintor en el último período de su vida, cuando su fama en el
mercado sevillano estaba ya asegurada y era considerado como uno de los más prestigiosos
pintores andaluces de género del momento.
“Posee un dibujo particularmente riguroso y cuidado, colores elegantes,
tonos brillantes y suaves al mismo tiempo, y un logrado equilibrio compositivo,
sobre todo teniendo en cuenta el gran número de figuras en él incluidas, un
reto que el artista era experto en solucionar”.
Dispuesta casi como un friso, en rigurosa frontalidad, la escena representa
el momento en el que la muchedumbre está abandonando un baile de máscaras
propio de los concursos de disfraces, tal como anuncia claramente un póster
situado a la entrada: «Baile de máscaras. Concurso de trajes».
En el centro, una mujer disfrazada parece haberse
desmayado, y es sostenida por la cintura por una persona detrás de ella.
Mientras tanto, un caballero en el extremo izquierdo
de la composición desciende las escaleras con una elegante dama, quien,
aparentemente distraída, mira hacia el espectador, mientras que dicho
caballero, con la otra mano alcanza a una joven que le devuelve la mirada.
“El artista no olvida añadir una nota de contraste social en la
representación de estos elegantes personajes; magnífico ejemplo de su poder de
observación y de su conocimiento de las clases humildes, las cuales se
encontraban entre sus temas favoritos”.
Cortejo español.
José García Ramos. 1883. Óleo sobre lienzo. 54,3 x 33,5 cm.
Carmen Thissen. Málaga
Este cuadro, pintado durante una breve estancia en Granada en
1883, y mencionado durante muchos años como en paradero desconocido, es quizá
una de las escenas costumbristas de ambientación andaluza más famosas de todas
las pintadas por este artista a lo largo de su carrera, además de ser pieza
extraordinariamente representativa de su mejor arte en este género.
El lienzo ha sido recogido en alguna ocasión con el título de “Pelando
la Pava”, expresión castiza andaluza que alude al cortejo de las parejas
durante el noviazgo, prolongado en interminables conversaciones de largos
paseos o, como en este caso, a ambos lados de la reja de la casa de la novia,
muralla infranqueable para cualquier intento de escarceo de los amantes, casi
siempre vigilados estrechamente por amigos o parientes.
A la sombra de un fuerte sol de atardecer, un mozo serrano,
ataviado con sus mejores galas, y con su caballo ricamente enjaezado, escucha
ensimismado a su enamorada, acodado en los hierros de su reja. La pareja es
sorprendida por un alegre grupo de mujeres que les miran con sonrisa burlona.
Una de ellas se quita la sombrilla para poder contemplar mejor a los novios,
haciéndose sombra con su abanico, mientras otra se adereza las flores que
adornan su pelo y una tercera canta haciendo sonar su pandereta. Al fondo,
entre las copas de los árboles, asoma el caserío sobre una colina, identificado
con el conocido barrio del Albaicín de Granada.
“El cuadro muestra la especial habilidad de García Ramos en la
distribución espacial de la composición, situando los distintos puntos de
atención de la escena en tres planos diferentes muy marcados, que sugieren la
profundidad de la calle, proyectando hacia el primer término la figura del
caballo, en atrevido escorzo”.
“Por su parte, el grupo de las tres muchachas está resuelto con
una factura extremadamente delicada y primorosa, de colorido encendido y
brillante, consiguiendo efectos tan bellos como el rostro en penumbra de la que
se protege del sol con el abanico, los brillos del raso de la sombrilla o los
lunares del vestido de la mujer que toca el pandero”.
“Finalmente, el desarrollo del caserío y el celaje demuestran las
dotes de García Ramos para los paisajes urbanos, que pintó en numerosas
ocasiones, aunque casi siempre poblados de figuras.”
Galanteo.
José García Ramos. 1895. Pluma y aguada sobre cartón. 26 x 28 cm. Carmen
Thissen. Málaga
En ella, se representa una galante escena mundana en un local
público. El costumbrismo de García Ramos se distancia ahora del ámbito de lo
local y folclórico para narrar lo cotidiano de la vida frívola de la gran
ciudad, que él ha conocido de manera directa durante su estancia en París. En
esta escena describe el ambiente de un local o salón recreativo de fin de siglo
frecuentado por mujeres, militares y civiles de extracción burguesa.
El grupo protagonista de la izquierda muestra el momento de
presentación y saludo de tres mujeres ataviadas a la moda, cubiertas con
llamativos sombreros, y tres hombres también vestidos a la moda, dos con bombín
y otro con chistera. El hombre y la mujer de perfil se saludan como si acabases
de ser presentados, mientras los restantes los observan con tono sonriente. La
joven de perfil, lleva una vestimenta bajo la que se adivina un apretado corsé
que potencia el volumen de sus pechos. La del centro, con el brazo en jarras,
mira sonriente, al igual que el risueño hombre con chistera. Con un aire más
apocado se recorta el rostro de la tercera joven, casi oculta por las otras y
más tímido parece también el tercero de los hombres, con bombín, que mira con
admiración a la chica.
Al situar el grupo protagonista en el primer plano del lateral
izquierdo, invita a una lectura diagonal de la obra. Por el contrario, al
fondo, a la derecha, describe el ambiente relajado y desinhibido del local, en
el que destaca una mesa con mujeres y militares a su alrededor. La
voluptuosidad es mucho más directa en estas figuras del fondo. De entre ellas
llama la atención la muchacha sentada junto al velador, que de manera indolente
aparece casi recostada, con un brazo apoyado en la mesa sobre el que deja caer
la cabeza, recreando en cierto sentido una variante de la iconografía tan
extendida en el fin de siglo de la mujer postrada. Esta joven sonriente mira al
espectador mientras escucha la insinuación del militar que hay sentado a su
lado.
“La técnica de aguada con toques de acuarela con que está abordada esta escena denota el perfecto dominio de la técnica de la pintura al agua por parte de García Ramos. En ella combina el minucioso acabado de las figuras con los toques de manchas más líquidas en el primer plano y el fondo para sugerir los reflejos del suelo y la atmosfera cargada del salón. A juzgar por las vestimentas y tono general, podría situarse esta obra hacia mediados de 1890. De hecho, podría relacionarse con el tono de algunas de sus ilustraciones para publicaciones periódicas”.
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