AREA DE SAN ANDRÉS
Capilla de la Orden Tercera.
En la calle Cervantes, a mitad de camino entre la
Iglesia de San Martín y de San Andrés, hay una joya en forma de Capilla que es
muy poco conocida por los sevillanos: la Capilla de la Orden Tercera.
Esta Capilla, de los seglares
franciscanos, de la Orden Tercera es un pequeño templo fundado
en 1677 en unos terrenos del convento de San Pedro de Alcántara, que se fue
engalanando con retablos y pinturas, sobre todo a principios del siglo XVIII
cuando el noble Rodrigo Clemente escoge este espacio como enterramiento
particular, costeando el nuevo retablo mayor y una serie de pinturas.
Este antiguo convento franciscano de San Pedro de
Alcántara se terminó de construir en 1680, en el solar que albergaba previamente
a la mansión de los Zúñiga,
como un hospital-convento para reposo de los frailes del Convento de San Diego,
que se encontraban en el lugar donde actualmente está el Teatro Lope de Vega o
Casino de la Exposición, que se inundaba durante las arriadas del Guadalquivir,
y se los vendieron a un curtidor.
Estos frailes eran Franciscanos
reformados por San Juan de la Cruz, San Diego de Alcalá y San Pedro
Alcántara, que realizan en el siglo XV y XVI otra interpretación de las
normas franciscanas, estos últimos llamados Alcantarinos.
Durante la invasión napoleónica, el convento fue
incautado, sus obras de arte fueron robadas o destruidas, y se dedicó a
hospital militar, adaptándolo a las necesidades sanitarias.
Tras la Desamortización, y
la consiguiente expulsión de los religiosos, el
convento desaparece y pasó a convertirse en la Escuela Industrial Sevillana, hasta
que alcanzó su uso docente, respetando la iglesia y la capilla seglar, para
convertirse en 1846 en el I.E.S. “San Isidoro”, como
consecuencia del Plan Pidal (ver).
Finalmente, la antigua construcción fue
demolida en 1961, para levantar el presente edificio que conecta Amor de Dios
con Cervantes.
Por ello, actualmente la capilla y la iglesia están
Incluida dentro del recinto del Instituto
de San Isidoro.
Respecto a la Iglesia, tras la
Gloriosa, el padre Hornillo se hace cargo del templo e impide su secularización
y desde 1893 la iglesia es ocupada por la curia
provincial de la Orden de las Esclavas del Sagrado Corazón, que junto a ella
construyeron el moderno Colegio Mayor la Luz.
La capilla de la Orden Tercera no se vio afectada por
todos estos avatares porque sus miembros la escrituraron como propiedad
privada, y pudo eludir las expropiaciones de la desamortización de Mendizábal y
de la revolución la Gloriosa (ver), y actualmente sigue siendo
propiedad de los miembros de la Orden, regida por la Orden Franciscana Seglar
de Andalucía.
EXTERIOR
Se sitúa a la derecha de la trasera del Instituto San Isidoro, cuya
portada se corona con un azulejo que dice: ”Doctrina Sine Vita Arrogantem
Reddit, Vita sine Doctrina Inutilem Facit” (S. Isidoro). (“ Aprender sin vida te
vuelve arrogante, la vida sin aprender te vuelve inútil”).
Antigua portada
del convento de San Pedro de Alcántara, actualmente trasera del Instituto San
Isidoro (izquierda) y acceso a la capilla de la Orden Tercera (derecha)
Antigua entrada al convento de San Pedro de Alcántara. Actualmente
forma parte, como indica el rótulo, del instituto San Isidoro.
Se accede a la capilla por una sencilla puerta de la calle Cervantes
nº7, coronada por un ático con una hornacina ocupada por una imagen del Sagrado
Corazón de Jesús.
Entrada
a la Capilla e iglesia
Da paso a un atrio y patio, donde se encuentra al frente la entrada a la
iglesia de San Pedro de Alcántara, y a la derecha el acceso a la capilla de la
Orden Tercera.
Atrio.
Al frente la entrada a la Iglesia de San Pedro de Alcántara. A la derecha la
entrada a la capilla de la Orden Tercera
Solo desde la azotea se puede contemplar la espadaña de la iglesia.
Detalle
de la espadaña. CC BY 3.0
INTERIOR
A la capilla se accede desde los pies del templo,
bajo el Coro alto, y consta de una sola nave rectangular, típica de cajón
conventual, cubierta con bóveda de cañón ligeramente rebajada, arcos fajones geminados
y lunetas, en cuyo centro se abre una pequeña linterna que ilumina el interior
de la capilla.
En el suelo la lápida funeraria de Clemente
Rodríguez de 1751.
Vista
desde los pies del templo
Detalle
de lapida
Como siempre comenzamos la descripción
por los pies del muro de la epístola y continuamos en sentido contrario a las
agujas del reloj para terminar en los pies del templo.
Muro
de la Epístola
Detalle del muro de la epístola
Un Niño Jesús de estilo montañesino en el interior de una vitrina, fechado en el siglo XVIII y vestido con ropas del XIX, fue restaurado en 2.013.
Encima
el tramo X del Vía Crucis.
Vitrina
del Niño Jesús
Detalle
del Niño Jesús
Tramo X
del Vía Crucis
Le sigue una pila de agua bendita con un mármol con
una cruz.
Pila de
agua bendita
A continuación, un cuadro con la escena de “La
Flagelación” de autor anónimo de finales del siglo XVII o principios del XVIII, restaurado por Inmaculada Espinosa Vargas.
En la cartela superior dice, en latín: “ Ego te paui
manna per defértum et tu ma cecidifli ála pis et flagéllis” (Te di poco maná al
ser arrebatado, y caíste de mi con alas y látigos).
La
Flagelación
Le
sigue el retablo de san Clemente. La imagen, de autor anónimo del siglo XVIII,
con indumentaria de obispo con el ancla de su martirio (ver).
Retablo
de San Clemente
San
Clemente
Detalle
de san Clemente
A continuación, una pintura sobre tabla con representación de San Andrés (ver), atribuido a Esteban Márquez de finales del siglo XVII o principio del XVIII, restaurado por Inmaculada Espinosa Vargas.
Realmente es la puerta de un tabernáculo dotado de
diversos compartimentos adornados con símbolos franciscanos o imágenes de las
“Letanías Lauretanas” (ver).
Tabla de san Andrés
Reverso de san
Andrés (CC BY 3.0)
Le sigue un gran cuadro anónimo de “La
Inmaculada Concepción” (ver) y en la parte superior otro cuadro
franciscano.
Inmaculada
Detalle de la Inmaculada
Cuadro franciscano superior
Sobre la puerta
de acceso a las dependencias de la Orden cuelga la representación pictórica de
“La Virgen entregando el Niño Jesus a una venerable franciscana”, es obra
anónima del siglo XVIII, restaurada por Inmaculada Espinosa Vargas.
La franciscana
que recibe el Niño es sor María Jesus de Agreda, monja del siglo XVII de gran
devoción a la Inmaculada Concepción. Fue consejera del rey Felipe IV y llegó a ser famosa por atribuírsele
fenómenos externos (por ejemplo, éxtasis), sobre todo sus “apariciones” en
Nuevo México y Texas, en donde evangelizaba y enviaba a los indios a pedir el
bautismo a los misioneros franciscanos (“La dama azul de los llanos” de Javier
Sierra, relata la vida de la franciscana).
La Virgen entregando el Niño Jesús a una venerable
franciscana
En la cabecera del muro de la Epístola
encontramos un lienzo que nos muestra “La curación del paralitico en la piscina
probática”, atribuida a Peter van Lint del siglo XVII. Es posible que este
cuadro sirviera de inspiración para Murillo para realizar su pintura del mismo
tema para el Hospital de la Caridad.
La curación del paralitico en la piscina probática
Un cuadro de la vida franciscana y un azulejo dedicado al padre Hornillo y a Soledad de Rojas.
Cuadro de vida franciscana
Azulejo dedicado al padre Hornillo y a Soledad de Rojas
Altar Mayor
En la cabecera se adosa el retablo mayor, que ocupa todo el testero, de estilo Barroco del siglo XVIII, con abundante decoración de volutas y motivos vegetales.
La fuerza de este retablo queda compartida entre
la arquitectura y los elementos pictóricos, pues se enmarca con una pintura mural que culmina en un simulado dosel que engloba el conjunto y que sujetan
querubines.
Altar Mayor
Detalle de los querubines que sujetan el simulado dosel pictórico
El retablo consta de un cuerpo de tres calles y ático.
En los laterales se complementa con dos hornacinas aveneradas,
coronadas por dos escudos, el de la orden dominica a la izquierda y el emblema
franciscano a la derecha.
En lo alto el escudo franciscano de
las cinco llagas.
Escudo dominico
Escudo franciscano
Escudo de cinco llagas
Todas las
imágenes del altar son de autor desconocido, estilo barroco y siglo XVIII, a
excepción de la Virgen de la Aurora que es algo más antigua.
Lo preside Virgen de la Aurora atribuida a José Montes
de Oca (ver), siglo XVIII, la titular de esta capilla.
Se presenta sosteniendo al Niño Jesús con el brazo
izquierdo y portando un rosario en el derecho. Sus atributos, corona, ráfaga,
media luna están labrados en plata de ley.
Virgen de la Aurora
Detalle de la Virgen de la Aurora
Detalle de la Virgen de la Aurora
A los
lados de la virgen de la Aurora se sitúan santa Clara de Asís y san Ivo.
Santa
Clara (ver), fundadora de
la rama franciscana femenina, las Clarisas, se presenta con el hábito marrón de
la Orden, cíngulo dorado con sus tres nudos franciscanos y con una custodia en
la mano derecha.
Santa Clara
Detalle de santa Clara
San Ivo es el patrón de los juristas,
los magistrados, los procuradores y los profesores de Derecho. Se representa
habitualmente con la toga negra de los abogados, pero aquí muestra una capa
negra y habito del mismo color, con cíngulo dorado y llevando en su mano
derecha un rollo de pergamino.
San Ivo
Detalle de San Ivo
En un lateral se presenta Santo Domingo
de Guzmán (ver) fundador de la
Orden de los Predicadores o Dominicos.
Santo Domingo de Guzmán
Detalle de Santo Domingo de Guzmán
En el otro lateral se presenta a San
Francisco de Asís (ver) que sostiene un
banderín con la mano derecha, como fundador de la orden religiosa, y un
crucifijo en la mano izquierda, y se viste con hábito de terciopelo morado
bordado con hilos de oro.
San Francisco de Asís
Detalle de San Francisco de Asís
En el ático un pequeño Crucificado atribuido a Enrique de Orce.
Crucificado
Detalle
del rostro del Crucificado
Detalle
del paño de pureza del Crucificado
Detalle
de los pies del Crucificado
Muro
del Evangelio
Detalle del muro del Evangelio
En la cabecera de la nave del evangelio, observamos un cuadro, el “Árbol genealógico de la orden franciscana”. Anónimo. Siglo XVIII. Restaurado por Inmaculada Espinosa Vargas.
Representa un árbol, en cuyas raíces aparece Francisco, del que parte un troco dotado de numerosas ramas ocupadas por santos de la Orden y en cuya copa aparece la Santísima Trinidad.
Árbol genealógico de la orden
franciscana
Debajo un azulejo dedicado al cardenal
Marcelo Spinola y Maestre (ver).
Azulejo dedicado al cardenal Marcelo Spinola y Maestre
A continuación, el cuadro de “La muerte
de San José”. Anónimo del Siglo XVIII y restaurado por Inmaculada Espinosa
Vargas. Se trata de un tema poco tratado en el arte cristiano.
La última vez que José (ver) aparece en la Biblia es cuando Jesús tenía 12 años, en el relato de su “perdida y hallazgo en el templo”, posteriormente, ningún evangelista lo menciona durante el “ministerio público de Jesús”, por ello, se presume que José había muerto antes de que este tuviera lugar, pues ya solo se hace referencia a Jesús como su hijo, en Mt 13:55, Lc 4:22, Jn 1:45 y Jn 6:42.
Por su parte, el texto
apócrifo “Historia de José, el carpintero” nos cuenta que vivió hasta los
ciento once años, recibiendo el consuelo de Jesús y evitando así una larga
agonía. Es por ello, que José de Nazaret fue declarado patrono de la
familia y es considerado el patrono de la buena muerte, por suponer la
tradición que habría muerto en brazos de Jesús y de María.
La muerte de San
José
En la galería
alta el cuadro impactante del Martirio de Franciscanos y Jesuitas en Nagasaki, Japón.
El 5 de febrero del año 1597 un grupo
de cristianos, franciscanos y jesuitas, fueron ejecutados mediante crucifixión en Nagasaki, Japón, por orden de Toyotomi Hideyoshi, en el marco de la persecución del
cristianismo promovida durante su gobierno, con objeto de granjearse el
favor de los sintoístas y evitar la influencia de las potencias
extranjeras en la política interior. Los ejecutados fueron beatificados en
1627 y canonizados en 1862.
Crucificados
A continuación, una pintura de gran tamaño, atribuida a Esteban Márquez,
discípulo de Murillo, datada a finales del XVII o principios del XVIII.
Se trata de “San Francisco liberando a
las ánimas del Purgatorio”, que refiere el momento en que San Francisco (ver), ya fallecido, se aparece al hermano Juan de Alverna
y le comenta que Dios le había concedido la facultad de liberar a las almas del
Purgatorio.
Según se relata en varias biografías y documentos
sobre la vida y obras de san Francisco y de sus primeros compañeros
franciscanos, luego de haber recibido el don de los sagrados estigmas, Cristo mismo le reveló a san Francisco que le
concedería el don de bajar al purgatorio para rescatar de las penas y
sufrimientos a las almas de sus devotos. Así,
en la obra hagiográfica “Las
Florecillas de San Francisco” se recoge la aparición de Cristo a San Francisco.
Sin embargo, el concepto del Purgatorio no
aparece en ninguno de los Evangelios, sino que es una aportación del siglo XII,
incrementada durante los siglos XV y XVI durante los Concilios de Florencia,
Lyon y Trento, cuando se establece que las almas de los que no eran puros al
morir, pero no habían cometido pecados mortales, tras una etapa de expiación y
purificación en este lugar, podría acceder al Cielo.
San Francisco liberando a las ánimas del Purgatorio
En la galería
alta otro cuadro de la vida franciscana.
Vida franciscana
A su lado el cuadro de “San Agustín” (ver) atribuido a Esteban Márquez (discípulo de Murillo), de finales del siglo XVII o
principios del XVII y restaurado por Inmaculada Espinosa Vargas.
San Agustín aparece representado como
obispo, con pluma y libro en su mano derecha, como símbolo de autor de textos
religiosos, y una maqueta de iglesia, atributo de los fundadores de una orden.
Al igual que la tabla de san Andrés es
la puerta de un tabernáculo, dotado de compartimentos y decorado con símbolos franciscanos
o letanías lauretanas, que posiblemente pertenecía al primitivo convento de San
Diego.
San Agustín
Le sigue el retablo dedicado a la
Virgen del Carmen (ver), de estilo rococó, con abundante rocalla y adornos
vegetales y coronado con la imagen del Espíritu Santo en forma de paloma.
Retablo de la Virgen del Carmen
Detalle de la paloma
La imagen es
barroca, de autor anónimo del siglo XVIII. Se presenta sosteniendo al Niño con
el brazo izquierdo y llevando un escapulario en el brazo derecho.
Sigue la iconografía en que se aparece a San Simón Stock, superior general de la orden, el 16 de julio de 1251, entregándole el escapulario, signo principal del culto carmelita.
Según
la tradición carmelita, los que portasen el escapulario en el momento de su
muerte se librarían de la estancia en el Purgatorio.
Virgen del Carmen
Detalle de la Virgen del Carmen
Detalle de los querubines a los
pies de la Virgen del Carmen
En el intradós del retablo figuran imágenes de las “Letanías
Lauretanas” (ver).
El Sol
La fuente
La torre
La luna
El espejo
El pozo
El arca de Noé
El templo
A su lado el óleo “La Coronación de
Espinas”, anónimo de finales del siglo XVII o principios del XVIII, restaurado por
Inmaculada Espinosa Vargas. La cartela superior tiene la siguiente inscripción
en latin: “Ego dedit tibi sceptrum regale: et tu dedisti meo spineam coronam”
(Yo te di el cetro real: y tú me colocaste la corona de espinas en la cabeza).
La Coronación de Espinas
Finalmente, una sencilla pila de agua
bendita y el episodio IX del Vía Crucis.
Pila de agua bendita
IX del Vía Crucis
Sacristía
A los pies del
muro del Evangelio se sitúa la puerta que da acceso a la sacristía, de la que
destacamos un crucificado de Enrique Orce de 1921, y un óleo de “Los
desposorios de la Virgen”, obra anónima del siglo XVIII restaurada por
Inmaculada Espinosa Vargas.
Visión
del templo desde la cabecera
Detalle
del Coro Alto
A los
lados de la puerta principal dos hornacinas, en el lado del Evangelio, la imagen de Santa
Margarita de Cortona, santa italiana que perteneció a la Orden
Tercera, y en el lado de la epístola, una tosca escultura de San Pedro de Alcántara.
Santa Margarita de Cortona
Detalle de Santa Margarita de Cortona
San Pedro de Alcántara
Detalle de San Pedro de Alcántara
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