RUTAS POR SEVILLA: Vírgenes
Inmaculada Concepción.
Fuera de la Biblia canónica, un evangelio
apócrifo denominado Protoevangelio de Santiago contiene un extenso
relato sobre los orígenes y la vida de María que ha sido aceptada en gran parte
por la tradición cristiana. Por ejemplo, de ahí se tomó el llamar Joaquín y
Ana a los progenitores de María, de la Tribu de
Judá y descendientes del Rey David.
San Joaquín. Simón Gutiérrez, Juan. Hacia 1700. Óleo sobre tela. 162,5 x 120 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sala VI. Procede de la Desamortización (1840)
Santa
Ana. Simón Gutiérrez, Juan. Hacia 1700. Óleo sobre tela. 158,5 x 119 cm. Museo
de Bellas Artes de Sevilla. Sala VI. Procede de la Desamortización (1840)
Así, María fue una mujer judía de
Nazaret de Galilea que, vivió entre fines del siglo I a. C. y mediados del
siglo I d. C.
También el Corán (siglo VII),
libro sagrado del Islam, la presenta como madre de Jesús (Isa), bajo su nombre
en árabe romanizado como Maryam.
Santa Ana enseñando a leer a la Virgen. Roelas, Juan de.
Hacia 1615. Óleo sobre lienzo. 230 x 170 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla.
Sala IV. Desamortización (1840) del convento de la Merced Calzada.
La fecha del 8 de septiembre es convencional.
Considerando que las jóvenes contraían matrimonio a edad muy temprana, es
decir, desde que eran capaces de engendrar, se puede calcular que María nació
entre los años 18-16 antes de Cristo.
Según la tradición judía de
aquel momento, los jóvenes varones se desposaban entre los dieciocho y
veinticuatro años, mientras que las jóvenes mujeres a partir de los doce años
eran consideradas doncellas (na'arah); a partir de esa edad podían
desposarse. El matrimonio judío tenía dos momentos, desposorio y matrimonio
propiamente dicho. El primero era celebrado en la casa de la novia y traía
consigo acuerdos y obligaciones, aunque la vida en común era posterior. Si la
novia no había estado casada antes se esperaba un año después del desposorio
para llegar a la segunda parte, el matrimonio propiamente dicho, donde el novio
llevaba solemnemente a la novia desde la casa de sus padres a la de él.
El casamiento de María y José es relatado con rasgos
milagrosos en el Protoevangelio de Santiago. Un ángel le dijo al sumo sacerdote
Zacarías que reuniese a todos los viudos del pueblo. "Aquel al que el
Señor envíe un prodigio, de aquel será María la esposa".
Así, María se casa con José, de
acuerdo con la costumbre judía, en la casa de María, en las afueras de Nazaret,
cuando José contaba veintiún años de edad. Esta boda fue la culminación de un
noviazgo normal de casi dos años.
Los desponsorios de la Virgen. Rafael Sanzio. 1504. Temple y
óleo sobre madera. 175x120 cm. Pinacoteca de Brena. Milán
(ver)
Pero antes de que ellos convivieran, María se halló
embarazada y el ángel Gabriel, en el sexto mes, le
anuncia que va a ser la madre de Jesús.
Este episodio aparece narrado en el
Evangelio de Lucas (Lc 1: 26-38): “Y al sexto mes, el ángel
Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una
virgen desposada con un hombre que se llamaba José, de los descendientes de
David; y el nombre de la virgen era María. Y entrando el ángel, le dijo: “¡Alégrate,
llena de gracia! El Señor está contigo. No temas María, concebirás en tu seno y darás a luz un hijo,
y le pondrás por nombre Jesús”. “Sera grande y será llamado Hijo del Altísimo”.
“Y su reino no tendrá fin”. María le dijo al ángel: ¿De qué modo se hará esto,
pues no conozco varón? Respondió el ángel y le dijo: El Espiritu santo
descenderá sobre ti, y el poder del altísimo te cubrirá con su sombra, por eso
el que nacerá Santo será llamado Hijo de Dios”. Dijo entonces María: He aquí la
esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”.
Anunciación. Fernández, Alejo. Hacia 1508. Pintura sobre
tabla. 72 x 49,5cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sala II. Desamortización
(1840) del Monasterio de San Isidoro del Campo.
Este episodio se relaciona con una profecía de
Isaías al decir:
“la
Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emmanuel,
que traducido significa: "Dios con nosotros"”.
José, como era justo y no quería ponerla en evidencia y crear un conflicto, pues la denuncia supondría la “lapidación”, decidió abandonarla en secreto, pero un ángel del Señor se le apareció en un sueño diciendo: “José hijo de David, no temas reconocer a María por esposa, pues lo que en ella fue engendrado es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús, pues él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1: 18-25).
El evangelista Lucas dice que María, tras viajar a Belén con su esposo José, debido a un censo, "dio a luz a su hijo primogénito". Esa palabra podría llevar a pensar que tuvo otros hijos después de Jesús.
Es un debate interminable, que divide a los
cristianos, ya que los católicos sostienen que no y los protestantes que sí. En
algunos pasajes de los Evangelios se habla de "los hermanos de
Jesús", pero no es prueba concluyente, ya que la palabra tiene un sentido
amplio.
Del punto
anterior surge que José era viudo, por lo que pudo haber tenido hijos de su
anterior matrimonio, en concreto se plantea que tuvo
cuatro hijos (Judas, José, Santiago y Simón) y dos hijas (Assia y Lidia).
Algunos piensan que esos eran los hermanos de Jesús a los que aluden los
Evangelios.
Pues, María no tuvo más hijos y permaneció virgen durante toda su vida. Así, en 649 el
Concilio de Letrán declaró sin vacilar el dogma de la virginidad perpetua de
María. Hasta la Reforma, ningún escritor cristiano ortodoxo sostenía que María
tuviera hijos propios que no fueran el Señor.
Esto
constituye la doctrina del “nacimiento virginal de Jesús”, que sostiene que fue
concebido sin intervención de varón mientras que María permaneció
virgen antes, durante y después del parto.
Las primeras representaciones de María con
su hijo están en las catacumbas romanas de Priscilla que datan del siglo
II.
El Evangelio de Lucas es el que más datos proporciona sobre la vida María, en el desarrollo de la infancia de Jesús, la Presentación de Jesús en el Templo, y la pérdida de Jesús y su hallazgo en el templo.
En el Evangelio de Juan, Jesús hace su primer milagro a petición de ella, en Caná. Y en la cruz, la entrega como madre al "discípulo amado", y él es entregado a María como hijo.
También se la
menciona brevemente en los Hechos de los Apóstoles como miembro de la familia
de Jesús en la comunidad cristiana primitiva.
La mayor parte de los relatos ubica la muerte de María
en Jerusalén, pero también hay una hipótesis que sostiene que falleció en Éfeso
(territorio de la actual Turquía), donde también habría muerto el evangelista
Juan. Según esta versión, María vivió en un sitio cercano al lugar donde siglos
más tarde tuvo lugar el célebre Concilio del año 431, y murió a los 64 años.
Su muerte no está registrada en las
Escrituras, pero la tradición ortodoxa, tolerada también por los católicos,
dice que primero murió de muerte natural, conocida como la Dormición de María,
y luego, poco después, su cuerpo fue asumido al cielo.
Morte della Vergine.Caravaggio. 1606. Óleo sobre lienzo.
369x245 cm. Museo del Louvre. Paris (ver)
Asunción de la
Virgen. Valdés Leal, Juan de. Hacia 1680-1685. Óleo sobre lienzo. 36, 5 x 54
cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sala VIII. Procede de la adquisición de
la Junta de Andalucía en 1987
Sin embargo, la Biblia NO enseña que María
estuviera libre del pecado original (Salmo 51:5, Romanos 5:12). De hecho, María
reconoció que era pecadora cuando ofreció el sacrificio para el perdón de los
pecados que, según la Ley de Moisés, debían ofrecer las madres (Levítico
12:2-8, Lc 2:21-24).
La inmaculada concepción de María ha
sido debatida por teólogos medievales. El Concilio de Trento (1545-1563) afirmó
que María era libre de pecado, pero no fue reconocida como dogma hasta el 8 de diciembre de 1854,
por el papa Pio IX en la bula papal “Ineffabilis Deus”:
“[...] Para honra de la Santísima Trinidad, para la
alegría de la Iglesia católica, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo,
con la de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra: declaramos,
afirmamos y definimos que ha sido revelada por Dios, y de consiguiente, que
debe ser creída firme y constantemente por todos los fieles, la doctrina que
sostiene que la santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de
culpa original, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y
privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo,
salvador del género humano. Por lo cual, si alguno tuviere la temeridad, lo
cual Dios no permita, de dudar en su corazón lo que por Nos ha sido definido,
sepa y entienda que su propio juicio lo condena, que su fe ha naufragado y que
ha caído de la unidad de la Iglesia y que si además osaren manifestar de
palabra o por escrito o de otra cualquiera manera externa lo que sintieren en
su corazón, por lo mismo quedan sujetos a las penas establecidas por el derecho”.
Muchas iglesias protestantes rechazan
la doctrina de la Inmaculada Concepción por considerarla contraria a las
Escrituras, aunque algunos anglicanos la aceptan como una devoción piadosa.
La iglesia Ortodoxa Oriental está
dividida: Shenouda III, Papa de la Iglesia Ortodoxa Copta, y el patriarca
Ignacio Zaqueo I de la Iglesia Ortodoxa siríaca se opusieron a la
doctrina, mientras que la Iglesia Ortodoxa de Etiopía y la Iglesia
Ortodoxa de Eritrea la aceptan.
En Sevilla, el proceso de reconocimiento
de la pureza virginal de María se inició, en la ciudad que lleva entre sus
títulos el de "Muy Mariana", siglos antes de la proclamación desde Roma.
Se sabe que ya existían cultos a la
Inmaculada concepción desde el siglo XIII en apuntes de actas capitulares de la
catedral, que incluso reconocen la celebración del día de la Inmaculada en el
siglo XVI.
En 1613 se produjo un hecho
desencadenante. El día de Navidad, el dominico Fray Diego de Molina, de la
comunidad del Convento de Regina Angelorum, que se encontraba en la calle
Regina, en su prédica llegó a decir “que se concibió la Virgen, como vos y como
yo y como Martin Lutero” provocando un gran revuelo en una ciudad eminentemente
Inmaculista.
Se inició un enfrentamiento con los
franciscanos, con Fray Francisco de Santiago a la cabeza, que dejó versos
contundentes:
Aunque le pese a
Molina
Y a los frailes de
Regina,
Al prior y al
provincial,
Y al padre de los
anteojos
Sacados tenga los ojos
Y el colgado de un
peral
Maria fue concebida
Sin pecado original
Calle Miguel Cid
O aquellos versos eternos de Miguel del Cid,
que se canturreaban por las calles, que decían:
Todo el mundo en
general
A voces reina escogida
Diga que sois
concebida
Sin pecado original
El
trasfondo era una lucha de poderes entre dos órdenes religiosa, cuyo punto de
inflexión se provocó el 29 de septiembre de 1615 cuando la Hermandad del
Silencio formula y proclama su voto de sangre para defender la Inmaculada
concepción de María.
Para
evitar los disturbios callejeros el Papa Gregorio XV (1554-1623), seis años
después, decretó el silencio de las predicas dominicas y el Papa Clemente XIII (1693-1769), en
una bula, declara a la Inmaculada Patrona de España.
Museo del Prado
Fue encargado por Justino Neve para el Hospital de los
Venerables sacerdotes de Sevilla.. Durante su carrera, Murillo pintó
alrededor de dos docenas de obras con este tema, posiblemente más que ningún
pintor español de su época. La de los Venerables se distingue de la mayoría de
las Inmaculadas de Murillo por su
actitud triunfante, el acusado movimiento de ascensión y por carecer
absolutamente de sus atributos tradicionales
La Virgen María aparece sobre la bola
del Mundo y la media luna, pisando la serpiente del Pecado Original, coronada
por la paloma del Espíritu Santo y rodeada por ángeles y por algunos de los
símbolos marianos. Éstos son la vara de azucenas, la palmera, la fuente y el
espejo.
Figura
de medio cuerpo; delante, el creciente de la luna y a los lados, seis
serafines. Los colores de la túnica y el manto, el pelo suelto, las manos
entrecruzadas sobre el pecho y la mirada elevada y devota nos indican que
estamos en presencia de la Virgen, y la luna creciente nos asegura que estamos
ante la Inmaculada Concepción, que en las versiones de cuerpo entero se
representa siempre a sus pies.
La
imagen de la Virgen está muy convincentemente modelada mediante el claroscuro,
y se asienta de una manera firme y estática sobre una media luna. Emerge de un
cielo encendido con luz de atardecer. Aparece con las manos unidas en oración sin
estar rodeada de cabezas de ángeles que son sustituidos por los símbolos de las
letanías que recuerdan las virtudes que acompañan a la Virgen.
Fue un
boceto para el cuadro del altar mayor de la iglesia del Colegio de la
Inmaculada de la Orden de Calatrava, en la Universidad de Salamanca,
destruido durante la guerra de la Independencia (1808-1812).
Rubens pintó este cuadro durante su segunda visita a Madrid (1628-1629), por encargo del marqués de Leganés. Se colocó en el oratorio del rey del Alcázar de Madrid, donde se documenta ya en 1636 y, posteriormente en el Monasterio del Escorial, donde estuvo hasta 1837.La Virgen, coronada de estrellas, pisa la serpiente con la manzana, símbolo del pecado
La Inmaculada de El Escorial recibe este apelativo porque se exhibió en la Casita
del Príncipe de ese complejo monástico hacia 1787 tras su adquisición, la cual
se llevaría a cabo probablemente en Sevilla por Carlos IV, barajándose las
hipótesis de que hubiera pertenecido hasta entonces al ebanista Baltasar Angelo
o al naturalista Pedro Franco Dávila (1711-1786). Se data convincentemente tras
la promulgación por Alejandro VII de las dos bulas a favor del dogma de la Inmaculada,
hacia 1665, cuando se considera que el pintor recibió numerosos encargos.
La
Virgen, con su presencia vertical ligeramente curvada, preside un espacio que
se organiza a base de círculos de distinta densidad que van pautando la
composición y "enmarcando" a María: el formado en la parte inferior
por los angelitos que parecen rotar a los pies de la Virgen; el compuesto por
los angelitos que flanquean a María a partir de su rodilla izquierda; y el
apenas esbozado de cabezas que hacen de corona.
La composición se configura en tres registros
interdependientes. El espacio superior lo ocupa el Padre Eterno, rodeado por
ángeles. Debajo, la Virgen, revestida del atuendo tradicional, manto azul que
ondea tras ella y túnica blanca, eleva los ojos al cielo y cruza las manos
sobre el pecho. Los ángeles del área inferior portan algunos elementos
simbólicos tradicionales como los lirios, el espejo o la rosa y ocultan en
parte una esfera terráquea sobre la que serpentea un ofidio, casi segmentado
por un emergente cuerno de creciente lunar. Con la boca muerde la manzana del
pecado original y semeja extrañamente ahuyentado por un ángel, en el ángulo
inferior derecho, que lleva en sus manos el collar de la Real Orden de Carlos
III.
Iconográficamente
se ciñe al modelo tradicional de la Inmaculada, como Mujer de Apocalipsis (cap.
XII, 1) erguida, caminando sobre el globo de la luna, coronada de doce
estrellas, con túnica blanca y manto azul y acompañada de ángeles niños que
portan los atributos de la letanía, las azucenas, la palma, las rosas, los
lirios, el olivo y el laurel. Otros portan el arca sellada y el espejo. A los
lados, al fondo, se distinguen también la puerta del Cielo (Porta Coeli), y la Escala de
Jacob (Scala Dei), advirtiéndose además
la estrella matutina y el arco iris.
María
mira hacia lo alto en vez de recogerse en un gesto devoto e introspectivo, como
fue más habitual entre sus obras de este tema. La Virgen, con el acusado
despliegue de su manto, invade gran parte de la composición, y a su alrededor
los ángeles portadores de los símbolos de las letanías crean una trama de gran
densidad. Llama la atención el cuidado que ha puesto su autor en la
descripción de los atributos de las letanías. Especialmente la corona, el cetro
y el espejo se conciben como piezas de orfebrería extraordinariamente delicadas
y muy ricas.
Museo Sorolla
Museo de Bellas Artes de Sevilla
Inmaculada.
Murillo, Bartolomé Esteban. Hacia 1675. Óleo sobre cobre. 70 x 54 cm. Museo de
Bellas Artes. Sala VII. Adquisición del Estado (2013)
Esta
obra tiene la particularidad de que su soporte es una lámina de cobre.
Su ventaja es que, al no ser un material absorbente, agiliza la
preparación y precisa de menor carga matérica. El material proporciona también
cualidades estéticas por el brillo esmaltado que aporta a los acabados de óleo
y la calidez que concede a los tonos.
La
Virgen aparece sobre una masa de nubes, rodeada de querubines y ángeles,
coronada por doce estrellas. Sigue la tradicional iconografía de las
Inmaculadas de Murillo: joven, casi una niña, de largos cabellos, vestida con
vaporosa túnica blanca y manto azul que rodea su brazo y se recoge en el
hombro. Los ángeles sostienen sus atributos: el espejo, la palma, las rosas,
las azucenas y la rama de olivo.
Inmaculada Concepción. La Colosal. Murillo, Bartolomé
Esteban. Hacia 1650. Óleo sobre lienzo. 436 x 297 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla.
Sala V. Desamortización (1840) del Convento de san Francisco
Murillo
pintó esta obra por encargo de los franciscanos, grandes defensores de la
devoción de la Inmaculada Concepción de María desde la Edad Media.
Recibe
el nombre de la Colosal por sus grandes proporciones ya que se realizó para ser
colocada sobre el arco de la capilla mayor, a gran altura y distancia del espectador.
Con las manos unidas, la Virgen dirige la mirada hacia abajo acentuando la
sensación de profundidad de quien la contempla.
Inmaculada
del Padre Eterno. Murillo, Bartolomé Esteban. Hacia 1668-1669. Óleo sobre
lienzo. 283 x 188 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sala V
Este cuadro presenta dos notables novedades, dentro de las
numerosas Inmaculadas que realizó Murillo, que son la presencia en la zona
superior de Dios Padre y
en la inferior el globo terráqueo con el dragón. La Virgen está vista de
frente, sin torsión apenas en el cuerpo, excepto su cabeza que gira hacia el
lado derecho y la mirada hacia el rompimiento de gloria donde la acoge Dios Padre.
Apoteosis de la Inmaculada. Martínez, Domingo. Hacia
1740. Óleo sobre lienzo. 543 x 276 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sala
XI. Desamortización (1840) del Convento de san Francisco.
La Inmaculada es
representada monumentalmente, sobre un trono de nubes, con las manos
unidas hacia el lado derecho mientras mira hacia el lado izquierdo. A sus pies
aparecen, rodeándola, multitud de angelotes que portan atributos marianos. Desde
el lado izquierdo adoran a la Virgen Duns Scoto y otros varios santos
franciscanos, pontífices, santos padres y doctores de la Iglesia, que se
distinguieron por su devoción y sus escritos sobre el dogma de la Inmaculada Concepción. En
el lado derecho vemos a la venerable sor María Agreda y a los monarcas
españoles Felipe IV, Carlos II y Felipe V, que aparecen coronados y con cetros
regios en las manos y vestidos con mantos de armiño.
Inmaculada. Ríes, Ignacio de. Siglo XVII. Óleo sobre tela.
203 x 158,5 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sala VI. Desamortización
(1840)
En1963 se
incorporó a las colecciones del Museo de Bellas Artes de Sevilla una Inmaculada
que ingresó como donación de Antonio Bojollo Fernández en memoria de Concepción
Cano Sánchez y José Marín Cano. Se trata de una delicada pieza de madera
policromada atribuida al círculo de Pedro Duque Cornejo (1678-1757). Pero, sus
características formales y técnicas permiten situarla en el contexto del arte
sevillano del último cuarto del siglo XVII y, más concretamente, en la
producción del escultor Francisco Antonio Gijón (1653 - hacia 1705). La Virgen
se dispone de pie sobre un coro de serafines y una luna creciente invertida,
con las manos unidas en oración y los ojos ligeramente entornados en gesto de
recato. Su túnica alba y manto celeste están bellamente estofados con motivos
punteados y en espiral.
Fundación Focus. Hospital de los Venerables
Inmaculada con san Joaquín y santa Ana. Herrera el Viejo,
Francisco de. Hacia 1625-1630. Óleo sobre lienzo. 241 x 165,5 cm. Fundación
Fondo de Cultura de Sevilla (FOCUS). Hospital de los Venerables Sacerdote.
Procede del Hospital de la Encarnación de Triana
Recientemente se ha
propuesto una identificación de este cuadro con el que presidió el retablo de
la capilla de la Encarnación de Triana, contratado por el maestro en 1635.
Inmaculada Concepción. Velázquez, Diego. Hacia 1617. Óleo
sobre lienzo. Fundación Fondo de Cultura de Sevilla (FOCUS)
Esta Inmaculada constituye una obra clave del entorno artístico
que se formó en el taller Francisco Pacheco entre 1616 y 1618. Se creó un gran
debate en torno a su atribución, entre Alonso Cano y el joven Velázquez, cuando
ambos compartían aprendizaje en el taller de Pacheco. Por los últimos estudios
técnicos realizados en el Museo Nacional del Prado parece que esta obra está en
directa relación con las primeras composiciones de Velázquez. Siguiendo las directrices iconográficas
establecidas en el tratado de pintura de su suegro y maestro, el pintor
representa a la Virgen como una joven en pie sobre un globo transparente que
simboliza la luna, suspendida en una masa luminosa de nubes, y ante un paisaje
casi nocturno en el que se advierten los símbolos marianos tradicionales.
Inmaculada. Zurbarán, Francisco de. Hacia 1640. Óleo
sobre lienzo. Fundación Fondo de Cultura de Sevilla (FOCUS). Ayuntamiento de
Sevilla
Zurbarán
puede ser considerado como Murillo, el pintor de las Inmaculadas, pues las
pintó a lo largo de toda su carrera, desde sus primeros años sevillanos hasta
sus últimos años madrileños. La obra ingresó en el Ayuntamiento en 1837 procedente
del convento del Pópulo. La Virgen, estática y con mirada dirigida al cielo,
gravita sobre una media luna y cuatro cabezas de querubines ante una masa
luminosa de nubes doradas que resaltan su movida silueta, más alargada respecto
a sus versiones anteriores.
Inmaculada. Martínez Montañés, Juan. 1623-1624. Escultura
en madera policromada. 168 x 64 x 49 cm. Fundación Fondo de Cultura de Sevilla
(FOCUS). Arzobispado de Sevilla
Esta Inmaculada es el precedente inmediato de la
Cieguecita de la Catedral de Sevilla. La escultura procede, junto a su
compañera dedicada a san Juan Bautista, de los retablos colaterales de la
iglesia del convento de Santa Clara de Sevilla, ejecutados por el maestro a
partir de 1622. La Virgen se presenta con las manos unidas en oración, mirada
baja, expresión candorosa y ensimismada, y pisando el creciente lunar, sobre
cuyo frente emergen dos cabezas de querubines. El tratamiento del manto es
técnicamente magistral, con plegados amplios y profundos que difieren
ligeramente de la disposición que el artista utilizó con anterioridad.
Catedral de Sevilla
Concepción Grande. Martínez, Alonso. 1656-1658. Madera
policromada. 200 cm. Capilla de la Inmaculada Concepción. Catedral de Sevilla
La
capilla había sido el lugar escogido por el cabildo en 1520 para sepultar los
restos de los caballeros que lucharon al lado del rey Fernando III en la reconquista de Sevilla
En 1654 Gonzalo Núñez de Sepúlveda
(quien fallecería el 24 de noviembre del año siguiente) donó 150 000 ducados
para la fiesta y octava de la Inmaculada Concepción, motivo por el que el
cabildo cedió este espacio para su enterramiento, retirando en consecuencia los
huesos de los caballeros sepultados el siglo anterior, los cuales fueron
inhumados en la sacristía de los cálices.
Tras el entierro de Núñez de
Sepúlveda el 25 de noviembre de 1655, su viuda Mencía de Andrade, junto con
los albaceas de Gonzalo, encargó la fabricación del retablo que preside la
imagen de la Concepción Grande, quedando la capilla bajo la advocación de la
Inmaculada y figurando en la misma una tarja de jaspe negro fechada en 1664,
diseñada por Juan Valdes Leal y labrada por Juan Donaire, en
la que consta una inscripción relativa a estos hechos:
“A la buena memoria de Gonzalo Núñez de Sepúlveda,
caballero del Orden de Santiago y 24 de Sevilla, que ilustró esta capilla
dedicándola a la Pura Concepción de Nuestra Señora, instituyendo su solemnísima
octava a este santo misterio en la capilla mayor desta Santa Iglesia,
manifiesto el Santísimo Sacramento en ella con el adorno de altares y grandeza
con que se celebra la del Corpus, y fundó otras dotaciones de capellanías y
dotes para doncellas naturales de Sevilla y un aniversario, desposeyéndose en
vida de más de 150.000 ducados para estas perpetuas memorias, y doña Mencía de Andrade,
su mujer, partícipe en todas ellas, y Andrés de Arriola y Isidro Blázquez, sus
albaceas, pusieron esta inscripción para honra y gloria de Dios y su SSa madre
y exemplo a los venideros, en el año de 1664”.
Actualmente también se encuentra enterrado el
cardenal fray Carlos Amigo Vallejo.
La talla de la Concepción Grande, así llamada por su tamaño y para distinguirla de la conocida como “la Chica” (La Cieguecita de Martínez Montañés), posee un rostro alargado con una nariz fina y una boca pequeña, con ambos ojos entreabiertos. El cabello cae suelto sobre los hombros dibujando suaves ondulaciones y enmarcando tanto la cara como el cuello. Sobre la cabeza porta una corona real de orfebrería circundada por una aureola de rayos con dieciocho estrellas en vez de doce, como suele ser habitual en las imágenes inmaculistas, para hacer referencia a las doce tribus de Israel. Los brazos están flexionados y las manos juntas en actitud orante, destacando en ambas extremidades un desplazamiento lateral que delata la influencia de Montañés.
Presenta una túnica blanca ornamentada con motivos florales y ceñida por encima de la cintura, y queda oculta en gran parte por el manto, de color azul en la parte exterior y rosa en la interior. El manto se halla suspendido del brazo izquierdo y cruza el cuerpo de la Virgen para quedar colgando por debajo del brazo derecho, creando con ello una profusión de pliegues en cascada y permitiendo la visión del envés a la vez que contrasta con la caída casi vertical del lado izquierdo.
La imagen se apoya en un escabel
conformado por las cabezas aladas de siete serafines en cuyos extremos
sobresalen las puntas de una media luna invertida.
Inmaculada. Murillo, Bartolomé Esteban Murillo. 1667.
Óleo sobre tabla. Sala Capitular. Catedral de Sevilla.
Esta Inmaculada que preside la Sala Capitular de la
Catedral de Sevilla es quizás una de las más bellas y menos conocidas de las
muchas pintadas por Murillo. Pintada sobre tabla, se sitúa a la altura de los
óculos que dan luz a la sala elíptica. Fue la primera pintura encargada a
Murillo por el Cabildo Catedral en 1662. Presenta la mirada
baja y las manos juntas, destacando la delicadeza de su rostro y la belleza de
su figura aparece envuelta por un fondo de nubes de variadas
tonalidades, entre las que se mueven grupos de ángeles que portan símbolos de
las letanías lauretanas.
Inmaculada Concepción. Zurbarán, Francisco de. Hacia
1650. Óleo sobre lienzo. 323 x 190 cm. Catedral de Sevilla
Dentro de las Inmaculadas realizadas por
Zurbarán, esta es la de mayor tamaño, y su iconografía es inusual. La
Virgen reposa no solamente sobre la luna creciente, con la habitual peana
de angelitos, sino también sobre un Sagrado Corazón, cuya punta se apoya en la
parte central del paisaje subyacente. Ello posiblemente se explique por
una petición especial de los comitentes, tal vez miembros de los "esclavos
concepcionistas del sagrado corazón". Otra rareza iconográfica es la
corona imperial, recomendada por Francisco Pacheco, inclinada sobre la cabeza.
Inmaculada.
La Cieguecita. Martínez Montañés, Juan. 1629-1631. Madera de cedro policromada.
1,64 m de altura
La policromía está
realizada por Francisco Pacheco y Baltazar Quintero y esculpida según el modelo
descrito por Francisco Pacheco en su obra “Tratado del arte dela pintura”.
Se trata de una Virgen con aspecto
de niña, con faz redondeada, mirada dirigida hacia abajo, con los ojos
entreabiertos (lo que da origen al apelativo de la Cieguecita) y una larga
melena dividida que cae sobre su espalda. La cabeza está adornada con una
corona de 12 estrellas que aluden a las doce tribus de Israel.
A los pies, a modo de peana,
aparecen tres rostros de ángeles y media luna con las puntas hacia arriba.
Capilla de San Andrés
En la pared de la Epístola, debajo, al lado del arco de medio punto que da acceso a la capilla mayor, una imagen anónima de la inmaculada fechada en el siglo XVIII
Iglesia de San Andrés
La portada del Evangelio, se abre a la plaza de San Andrés y fue modificada en los años 1952-53 para permitir la salida y entrada de los pasos de la Hermandad de Santa Marta. El diseño original quedó borrado y no se pueden intuir los trazos del mismo.
Posee un arco de medio punto con pilastras toscanas molduradas, que sostiene un segundo cuerpo en cuyo centro se sitúa un vano de medio punto que cobija la imagen de la Inmaculada.
En la cabecera de la nave de la epístola se presenta la Capilla Sacramental, que posee dos tramos de planta cuadrada.
Al primer tramo se accede a través de un arco apuntado, que muestra en la pared derecha un cuadro de la “Animas benditas del purgatorio” y "Santa Catalina” y una “Inmaculada” en la pared izquierda.
El retablo mayor, obra barroca en madera tallada y dorada, fue realizado por Felipe Fernández del Castillo y su sobrino Benito de Hita y Castillo entre 1732 y 1739, que debió ser reformado en el último cuarto del siglo XVIII, por lo que ya apunta formas de la pureza de la transición al academicismo. Mide 9,86 de alto por 6,81 de ancho.
Está formado por banco, cuerpo dividido por columnas en tres calles, y ático donde destacan unas pequeñas columnas en forma de estípites.
En el centro del retablo destaca una escultura de la Inmaculada que se considera obra de Jerónimo Hernández de hacia 1570.
Realizada en madera con las técnicas de tallado, estofado y policromado, mide 1,69 metros y fue realizada en estilo manierista.
Se cree que proviene del antiguo retablo mayor diseñado por Antonio Maeda en 1594.
En la nave del Evangelio, tras la puerta que da a la calle San Andrés, un excelente retablo de la Inmaculada de 1587.
En el centro del retablo, la imagen de bulto redondo de la Inmaculada, de 1,78 metros de alto, en madera tallada, policromada y estofada, atribuida a Gaspar Núñez Delgado.
La Virgen posee un rostro juvenil, aunque no aniñado, como muchas Inmaculadas posteriores. Las facciones poseen cierto grado de angulosidad y en ellas destacan una nariz prominente y unos ojos entrecerrados con la vista dirigida al suelo. El cabello cae sobre los hombros formando pronunciados rizos, los cuales enmarcan tanto el cuello como la cara, girada a la derecha, y dejan a la vista la oreja izquierda.
Los brazos están flexionados y las manos juntas en actitud orante, con ambas palmas tocándose y los dedos ligeramente doblados. En ambas extremidades se aprecia un desplazamiento hacia el lado opuesto al que gira la cabeza, gesto estrechamente vinculado a la tendencia artística que Martínez Montañés pondría en práctica en la Inmaculada llamada La Cieguecita.
La talla, cuya policromía corresponde a Francisco Pacheco (aunque también se le atribuye a Alonso Vázquez, quien habría policromado la escultura en 1598), viste túnica con motivos florales y manto azul sin apenas adornos (tan solo unos ornamentos en el borde).
Este manto, cuyo envés muestra delgadas franjas horizontales de color negro sobre un fondo dorado, presenta una serie de pliegues angulosos desde la doblez de la cintura hasta los pies, donde destaca una peana conformada por una media luna y dos cabezas aladas de serafines en el frente.
La imagen, descrita como “arrogante y muy original”, posee fuertes lazos con el estilo artístico de Montañés, quien como discípulo de Núñez pudo haberse inspirado en ella para la creación de algunas de sus imágenes concepcionistas.
Iglesia de Ómnium Sanctorum
En la cabecera, de la nave del Evangelio, un retablo neoclásico del siglo XVIII, procedente de Osuna o Estepa, que, según la información recabada, estuvo presidida por una imagen de la Virgen de Fátima y posteriormente por la Virgen de Belén, que antiguamente presidía el altar de la parroquia de Belén de la calle Calatrava, hoy desaparecida.
A sus lados estaban dos tallas modernas de santa Rita y san Antonio de Padua.
Actualmente, el retablo está presidido por una talla de la Inmaculada Concepción, atribuida a Alonso Cano, con una Virgen de Fátima en el ático y dos imágenes laterales no claramente identificadas.
Dos cuadros a los lados del retablo y una ventana cegada.
Detalle de la Inmaculada
A los pies de la nave del Evangelio se encuentra, normalmente, el altar de la Inmaculada Concepción, cotitular de la Hermandad de los Javieres, obra de Manuel Escamilla basándose en la talla de Alonso Cano que se conserva en la parroquia de san Julián.
Iglesia de San Julián
El excepcional retablo Mayor de Felipe de Ribas se perdió en el incendio de 1932 y, en la actualidad se sitúa en el presbiterio una recomposición de piezas de fines del XVII y comienzos del XVIII, conformando una estructura de banco inferior y un cuerpo superior de tres calles y ático. Las calles se compartimentan mediante cuatro columnas salomónicas de la segunda mitad del siglo XVII. En una de las calles laterales, lienzos del siglo XVIII de la Inmaculada Concepción.
En el ático un gran lienzo del franciscano San Francisco Solano del siglo XVIII y encima un relieve de la Inmaculada Concepción del siglo XVII.
En el muro de la nave del
Evangelio un sencillo y sobrio retablo moderno dorado, en cuya hornacina
se encuentra la Inmaculada Concepción.
La imagen de talla completa, de bulto
redondo, de 1,41 metros, está realizada en madera de cedro policromada y
estofada
Muestra una Virgen muy joven, casi
aniñada, con la cabeza agachada, los ojos entornados, la boca pequeña de labios
finos, los brazos están flexionados y las manos unidas en gesto de recogimiento
y oración, se sitúan delante del pecho. La melena está dividida y caen
mechones a ambos lados del rostro y sobre los hombros, mostrando el cabello
unas leves ondulaciones.
Su aspecto de frontalidad se rompe por
el “contraposto” creado por el discreto desplazamiento de la pierna derecha con
flexión de la rodilla.
La vestimenta ayuda a dotar de gran
movimiento a la escultura; la túnica, apenas visible por el manto, posee una
estructura de pliegues verticales los cuales se arquean a medida que la tela
cae hasta los pies, mientras que el manto muestra una doblez a la altura del
pecho que contribuye a acentuar el arqueamiento de los drapeados y el “contraposto”,
contrastando a su vez con la caída vertical del otro extremo.
La Virgen se
apoya en un escabel con forma de media luna en la que destacan los rostros
alados de dos querubines.
Su autoría es motivo de controversia.
Juan Agustín Ceán Bermúdez la vinculó con Alonso Cano, una atribución que ha
venido manteniéndose hasta nuestros días. Esta opinión se fundamenta en el
hecho de que Cano contrató, el 18 de agosto de 1629, un retablo sobre la vida
de la Virgen para la parroquia de La Campana que debía llevar en la hornacina
central una imagen de la Inmaculada Concepción. De esta manera, la cronología
de la imagen estaría enmarcada entre 1632 y 1634, antes de 1638, debido a
que ese año Cano fue llamado a la corte en Madrid por el conde-duque de
Olivares.
No
obstante, Emilio Gómez Piñol, catedrático de Historia del Arte de la
Universidad de Sevilla, ha propuesto su autoría a Juan Martínez Montañés (ver), y
además sitúa la obra próxima al círculo escultórico de san Isidoro. Para este
experto su fecha de ejecución estaría entre las de otras dos Inmaculadas de
Montañés, la de El Pedroso (1606-1608) y la “Cieguecita” de la catedral (1631).
Según el conde del Águila, la escultura
procedía de la parroquia de La Campana y recibió culto inicialmente en la
Iglesia de santa Lucía hasta que, durante la Revolución Gloriosa de
1868 (ver), la
Junta Revolucionaria clausuró el templo y la imagen de la Inmaculada fue
enviada, junto con otros objetos litúrgicos, a la Iglesia de San Julián, donde
pasó a presidir la Capilla Sacramental.
Este templo sufrió la madrugada del 8 de
abril de 1932 un grave incendio provocado que causó serios daños en la talla,
aunque fue rescatada, más de tres horas después de declararse el fuego, por
fray Sebastián de Ubrique, guardián del Convento de los capuchinos, con ayuda
de varios bomberos. Fue restaurada, aunque sus manos tuvieron que ser
reemplazadas, por Sebastián Santos Rojas y posteriormente por Antonio Castillo
Lastrucci, hacia 1940, convirtiéndose en la única imagen de la iglesia que
logró salvarse del fuego.
En el límite del Presbiterio, una
repisa con una inmaculada del siglo XVII.
La inmaculada formaba parte del
retablo mayor antes de la reforma a que fue sometido éste en el primer cuarto
del siglo XX.
Esta imagen es una obra en
madera policromada de 1,41 m. fechable en el siglo XVII, y está atribuida a
Alonso Cano o a su círculo, mientras que otros estudiosos la señalan como obra
del autor del retablo mayor, Diego López Bueno, de entre los años 1625 y 1629.
Ha sido sometida a varias
restauraciones, como la efectuada por el escultor Ricardo Comas que le retalló
el brazo derecho, o la más reciente con motivo de la reapertura del templo, por
el equipo Sur Restauración.
La imagen, de acusada verticalidad, presenta la cabeza ligeramente inclinada hacia su derecha, con un gesto de humildad y sencillez acorde al misterio representado. Presenta sus manos unidas en actitud de oración, levemente dirigidas hacia la izquierda, contrarrestando la dirección de la cabeza, consiguiendo así un efecto que le dota de un movimiento contenido, reforzado por la pierna derecha adelantada y el pliegue del manto.
Destaca en esta imagen su esbeltez, que le
confiere una gran elegancia. La Virgen, que presenta larga cabellera, viste
túnica blanca y manto azul, ya que con estos colores se apareció a Santa
Beatriz de Silva, fundadora de la Orden de la Inmaculada Concepción, como
especifica el pintor Francisco Pacheco al dictar las directrices sobre cómo
debe ser representado este misterio mariano en su obra “Tratado de la Pintura”.
Tanto la túnica como el manto están adornados con flores y otros motivos
vegetales, ricamente estofados en oro, haciendo referencia a la mujer vestida
de sol del capítulo 12 del Apocalipsis, ya que a partir de interpretaciones
como la de San Bernardo de Claraval, la mujer apocalíptica que presenta San
Juan es identificada con la Virgen María. A partir de este pasaje, muestra
también la media luna bajo sus pies, donde encontramos igualmente dos cabezas
de ángeles, y un aro de doce estrellas que rodean su cabeza. Completa su
iconografía con una hermosa peana de plata que es imagen de la fortaleza y de
la firmeza de la fe de María, haciendo alusión a la Torre de David de la
letanía lauretana.
El retablo mayor es obra de Cayetano de Acosta, quien lo realizó entre 1761 y 1763, al igual que los restantes retablos que adornan el templo. En la hornacina central destaca la suntuosa imagen de la Inmaculada de Cayetano de Acosta. Posee corona y sus ropajes están hábilmente policromadas con estofados. Se posa sobre una peana con dos angelotes y un pelicano. A su espalda resplandecen unos rayos a modo de irradiación, algo que no suele ser habitual en estas imágenes.
El Retablo Mayor de la Iglesia es del siglo XVII y consta de sotobanco y banco
(parte inferior o basamento de un retablo, en ocasiones puede estar
dividido en dos pisos, en cuyo caso se denomina el más próximo al suelo
sotabanco), dos pisos de tres calles y un ático.
Levantado por los hermanos Felipe y Gaspar de
Ribas, puede considerarse como una de las mejores creaciones barrocas sevillanas. Sin
embargo, el dorado y el estofado, la policromía, o bien no quedó terminada del
todo, o no se llegó a hacer y, habrá que esperar años, para que todo esté
concluido. Será Valdés Leal quien se comprometa a hacerlo, a partir de
diciembre de 1680, debiendo dorar y estofar todo el conjunto como lo vemos hoy.
En la parte alta está la Inmaculada con San
Fernando que entró en la ciudad el día de san Clemente de 1248 y San
Hermenegildo, que murió decapitado en la muralla de la Macarena.
La virgen se yergue sobre una nube formada por
tres angelotes. Tiene las manos unidas en actitud de oración y un rico estofado
en sus vestiduras. Es una imagen de gran calidad de Felipe de Ribas y
policromada y estofada por Valdés Leal.
El Retablo Mayor está profusamente decorado
y es un espectáculo de formas, espejos, luces y colores. En
el ático se manifiesta un gran dosel, rematado por la corona real, sobre un
ovalo con el retrato de san Ignacio. Debajo un retrato de Luis IX de la
escuela de Zurbarán, escoltado por las representaciones de medio cuerpo de san
Fernando y san Hermenegildo. Bajo él, una Inmaculada de Duque
Cornejo y un cuadro de la Virgen de Belén con el Niño, de estilo
manierista y autor anónimo, que debió de realizarse a finales del
siglo XVI.
El presbiterio de la Capilla Domestica
está cubierto por una cúpula elíptica, sobre pechinas, decorada por el fresco
de la “Exaltación o Apoteosis de la Virgen”, obra de Lucas Valdés, rodeada de
los Apóstoles, a sus pies en la parte inferior, y un grupo de ángeles y
querubines en la parte superior.
El retablo realizado por Duque Cornejo
que presenta una rica ornamentación que incluye numerosas pinturas,
cornucopias de madera tallada y medallones de yeso policromado. En el centro se
encuentra una pequeña imagen de la Virgen María, que fue regalada por san
Francisco de Borja, bajo un dosel sostenido por dos ángeles y rematado por la
corona real.
En la nave derecha de la Epístola, en
el crucero, el retablo neoclásico de la Inmaculada, una imagen de vestir del
siglo XVIII, flanqueada por esculturas de San Diego de Alcalá y San Francisco. La
advocación alude a la Limpia Concepción y sin mancha desde el primer instante. Su
tamaño es algo más reducido de lo habitual y su autoría anónima, aunque se le
atribuye a Cristóbal Ramos. Estaba en el Altar Mayor hasta bien entrado el
siglo XX, en los años noventa pasó a la ubicación actual, después del tránsito por
varios altares. Fue restaurada en el siglo XX por el fraile fray Francisco
Javier de Córdoba, dentro del propio convento, quien le puso nuevo candelero y
le rectificó las manos y la cabellera.
En la cabecera del lado del
evangelio, se sitúa el Retablo de la Inmaculada Concepción, imagen de vestir de Cristóbal Ramos, realizada en barro
cocido, policromada y con cabellera de pelo natural, del año 1.794, titular
de la hermandad Sacramental del Santo
Crucifijo del Amor, que procedía del convento desaparecido de
Regina Angelorum, cuyo crucificado se conserva
hoy en una parroquia de El Viso del Alcor.
En la nave de la Epístola. Ln retablo de la
Inmaculada es del siglo XVII (1630)
y la imagen de la titular, es obra de José Pimentel de 1630,
procedente del convento Casa Grande del Carmen (ver), acompañada por lienzos con
santo Domingo, san Francisco, los santos Juanes y, en el ático, el Dios
Padre.
En su construcción participaron Bartolomé de la
Puerta, Blas de Castilla y Jacinto Pimentel, mientras que las tablas pictóricas
son obra de Juan Sánchez Cotán.
El altar está cubierto de azulejos procedentes de la
escuela de Hernando de Valladares, en el siglo XVI.
Según cuenta la leyenda, esta Inmaculada, fue una de las imágenes que
ocultaron los visigodos cuando los musulmanes invadieron la Península.
Se fundamenta en el hecho de que la efigie apareció en una cueva, al realizarse los cimientos para hacer la Capilla Mayor de la antigua iglesia del Carmen, debajo de una campana, colocada posteriormente en la torre.
Iglesia de San Andrés (ver)
En la
cabecera de la nave de la epístola se presenta la Capilla Sacramental, que posee dos tramos de planta cuadrada. Al primer tramo se accede a través de un arco apuntado,
que muestra en la pared derecha un cuadro de la “Animas benditas del
purgatorio” y Santa Catalina de Francisco Pacheco y una “Inmaculada” en la
pared izquierda.
En el centro del Retablo Mayor destaca una
escultura de la Inmaculada que se considera obra de Jerónimo Hernández
de hacia 1570. Realizada en madera con las técnicas de tallado,
estofado y policromado, mide 1,69 metros y fue realizada en estilo manierista. Se
cree que proviene del antiguo retablo mayor diseñado por Antonio Maeda en 1594.
Tras la puerta que da a la calle San Andrés, un excelente retablo de la Inmaculada de 1587.
Parece, que el administrador parroquial Cristóbal
Rodríguez Calvo y su esposa Leonor Nuño de Cabrera contrataron el retablo con
el artista cordobés Andres de Castillejos.
El estilo del retablo es manierista y mide 5,95
metros de alto por 4,33 metros de ancho.
En el centro del retablo, la imagen de bulto
redondo de la Inmaculada, de 1,78 metros de alto, en madera tallada,
policromada y estofada, atribuida a Gaspar Núñez Delgado.
La Virgen posee un rostro juvenil, aunque no
aniñado, como muchas Inmaculadas posteriores. Las facciones poseen cierto grado
de angulosidad y en ellas destacan una nariz prominente y unos ojos
entrecerrados con la vista dirigida al suelo. El cabello cae sobre los hombros
formando pronunciados rizos, los cuales enmarcan tanto el cuello como la cara,
girada a la derecha, y dejan a la vista la oreja izquierda.
Los brazos están flexionados y las manos juntas en
actitud orante, con ambas palmas tocándose y los dedos ligeramente doblados. En
ambas extremidades se aprecia un desplazamiento hacia el lado opuesto al que
gira la cabeza, gesto estrechamente vinculado a la tendencia artística que
Martínez Montañés pondría en práctica en la Inmaculada llamada La Cieguecita.
La talla, cuya policromía corresponde a Francisco
Pacheco (aunque también se le atribuye a Alonso Vázquez, quien habría
policromado la escultura en 1598), viste túnica con motivos florales y manto
azul sin apenas adornos (tan solo unos ornamentos en el borde).
Este manto, cuyo envés muestra delgadas franjas
horizontales de color negro sobre un fondo dorado, presenta una serie de
pliegues angulosos desde la doblez de la cintura hasta los pies, donde destaca
una peana conformada por una media luna y dos cabezas aladas de serafines en el
frente.
La imagen, descrita como “arrogante y muy original”,
posee fuertes lazos con el estilo artístico de Montañés, quien como discípulo
de Núñez pudo haberse inspirado en ella para la creación de algunas de sus
imágenes concepcionistas.
Junto a la sacristía, sobre pedestal, una imagen de la Inmaculada
Concepción de
escuela sevillana del siglo XVII. Del taller de Duque Cornejo (ver).
En la parte inferior del retablo Mayor destaca una talla pequeña de la Inmaculada.
Inmaculada
En el
coro bajo.
Inmaculada
Iglesia de la Misericordia
En
el Alta Mayor, debajo de la Virgen del Pozo Santo, un pequeño templete con
una pequeña Inmaculada.
Templete con Inmaculada
Detalle de la Inmaculada y de los querubines de sus pies
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