RUTAS POR SEVILLA: Santos y Santas
Santo Domingo de Guzmán.
Domingo de Guzmán nació en Calrruega, en la actual
provincia de Burgos, perteneciente por entonces a la
diócesis de Osma, hacia 1170, en el seno de una familia
profundamente creyente.
Su padre, don Félix de Guzmán,
es reconocido en la Iglesia como Venerable. Su madre, Juana de Aza, fue beatificada en 1828. Su hermano Antonio es
Venerable y su hermano Manés, que se unió a Domingo cuando éste fundó de la
Orden de Predicadores, también fue beatificado.
Eran parientes de reyes castellanos y
de León, Aragón, Navarra y Portugal, y descendían de los condes-fundadores de
Castilla
El nacimiento de Domingo está envuelto en leyendas (ver) según la cual su madre, tuvo una visión,
antes de que Santo Domingo naciera. Soñó que llevaba en su seno un cachorro que
portaba en la boca una antorcha encendida y saliendo de su vientre parecía
prender fuego a toda la tierra.
Incapaz de comprender el significado de su sueño,
decidió buscar la intercesión de Santo Domingo de Silos, fundador de un famoso
monasterio Benedictino de las cercanías. Allí comprendió que su hijo iba a
encender el fuego de Jesucristo en el mundo por medio de la predicación.
De esta forma se anticipaba el nacimiento de un gran
predicador que, con los ladridos de su doctrina sagrada, despertaría a las
almas dormidas en el pecado, y con la antorcha de su encendida palabra,
inflamaría el fuego que Jesús vino a traer a la tierra.
Una vez nacido, durante el bautismo, también su madrina tuvo una visión en
la que le pareció que el niño tenía una estrella muy resplandeciente en la
frente, e iluminaba con su luz toda la tierra, pues el niño sería una estrella brillante que atrajo
almas perdidas a Cristo.
Desde los seis años sus padres le dieron una buena formación religiosa,
enviándole a estudiar a Gumiel de Izán con su tío el Arcipreste don Gonzalo de Aza, hermano de su
madre, hasta los catorce años en que fue a vivir a Palencia.
De los catorce
a los veintiocho, en Palencia, estudió artes (humanidades superiores y
filosofía) y Teología. Y durante otros cuatro fue profesor de las escuelas
catedralicias de Palencia (que en 1208 serían convertidas en Estudio General).
Al terminar la carrera de Artes en 1190, recibida la tonsura,
se hizo Canónigo
Regular en la Catedral de Osma.
Se cuenta que mientras residía
en Palencia se desencadenó en casi toda España una gran hambruna y
en el año 1191 vendió todos
sus libros, aunque los necesitaba, y todo su ajuar y distribuyó el dinero a los
pobres, diciendo: “No quiero estudiar sobre pieles muertas, y que los hombres mueran
de hambre”
En 1194,
se ordenó sacerdote y fue nombrado regente de la Cátedra de Sagrada Escritura
en las Escuelas.
El obispo de Osma, Martín de
Bazán, le hizo canónigo regular de su iglesia,
después fue nombrado sacristán del Cabildo
catedralicio, que entonces era un puesto importante, y más tarde suprior y le encomienda
la presidencia de la comunidad de canónigos y del gobierno de la diócesis en
calidad de Vicario General de la misma.
En 1205,
por encargo del Rey Alfonso VIII
de Castilla, acompaña al Obispo
de Osma, monseñor Diego de Acebes, como embajador extraordinario para
concertar en la corte danesa las bodas del príncipe Fernando.
De
acuerdo con el Papa Inocencio III, en 1206, al terminar las embajadas, se
estableció en el Langüedoc como predicador de la verdad entre los cátaros.
Rehúsa a los obispados de Conserans, Béziers y Comminges, para los que había sido elegido canónicamente, pues decide dedicarse a la predicación.
Durante los diez años de apostolado en el sur de
Francia, Domingo fue reuniendo poco a poco a su alrededor un grupo de
misioneros entre los que no existía ningún vínculo jurídico; estaban unidos a
él libremente y podían marcharse cuando quisieran.
Para
predicar la doctrina católica entre los cátaros, en 1215 establece en Toulouse la
primera casa masculina de su Orden de Predicadores, cedida a Domingo por Pedro
Sella, hombre rico, quien con Tomas de Tolosa se asocia a su obra.
En 1215 asiste al Concilio de
Letrán donde solicita la aprobación de su Orden y un año después, el 22 de
diciembre de 1216, recibe del Papa
Honorio III la Bula
“Religiosam Vitam” por la que confirma la Orden de
Frailes Predicadores.
Pero, Santo
Domingo tuvo que enfrentarse con muchos obstáculos legales para que el papa
aprobara su nueva Orden. Según la leyenda, el papa Inocencio III, santo Domingo
y San Francisco (ver) tuvieron un sueño. Cada uno de ellos vio que la Basílica Laterana estaba
comenzando a derrumbarse, y a dos frailes, uno en hábito blanco y el otro en un
hábito marrón, colocándose ellos mismos como columnas para evitar el colapso
total. Domingo se reconoció a sí mismo como el fraile del hábito blanco, pero
no sabía quién era el otro fraile. De igual modo, Francisco de Asís se
reconoció a sí mismo como el fraile del hábito marrón, pero desconocía quién
era el del hábito blanco. Para Inocencio III el sueño era un rompecabezas y un
misterio. El día siguiente, cuando Domingo iba a ver al papa sobre la
aprobación de su Orden, se encontró a un fraile joven vestido con un hábito
marrón. Mirándose mutuamente, cada uno reconoció al otro como el compañero que
ayudaba a soportar la Basílica Laterana, y se abrazaron en medio de la calle.
Después fueron juntos a ver al papa, y este comprendió inmediatamente el
significado de su sueño: “Las
Órdenes de estos dos grandes hombres serán como columnas que salvarán a la
Iglesia de su destrucción”.
Al año siguiente, en 1217, en
la fiesta de Pentecostés, Domingo comunicó a sus frailes la decisión de
dispersarlos, enviando cuatro a España y tres a París, decidiendo marchar él a
Roma y meses después enviará los primeros Frailes a Bolonia.
A partir de esta
dispersión comenzó para Domingo
una época de viajes continuos, a pie, a través de Francia, Italia y España visitando
los conventos y poniendo las bases de nuevas fundaciones.
Se preocupó de la formación de
sus frailes, enviándolos a las
Universidades y llega a hacerse presente en los dos centros
universitarios más importantes de la cristiandad occidental como eran París y
Bolonia.
A
finales de 1218 regresa a Castilla para recorrer Segovia, Madrid y Guadalajara.
En la Fiesta de Pentecostés de
1220 asiste al primer Capítulo
General de la Orden, celebrado en Bolonia. En él se redactan la segunda
parte de las Constituciones. Un año después, en el siguiente Capítulo celebrado
también en Bolonia, acordará la creación de ocho Provincias.
Con su Orden perfectamente
estructurada y más de sesenta comunidades en funcionamiento, agotado
físicamente, tras breve enfermedad, murió el viernes 6 de agosto de 1221, fiesta
de la Transfiguración del Señor, rodeado de sus hijos, a los cincuenta y
un años de edad, en el convento de Bolonia, donde sus restos permanecen
sepultados.
Su buen amigo, el cardenal Hugolino, que se encontraba por aquellos días en Bolonia, presidió personalmente el oficio de sepultura y en 1234, siendo papa Gregorio IX, fue canonizado.
Muy generalizadas es la Leyenda del Rosario.
Según
numerosos testimonios, en 1212 y en las proximidades de Tolosa, Domingo tuvo
una aparición de la Virgen María, quien le entregó el Rosario (“Salterio
de la Virgen”).
Según el relato del beato Alano de la Rupe la aparición le dijo:
“¿Sabes, ¿querido Domingo, de qué arma se ha servido la Santísima Trinidad para reformar el mundo?”.
Él le respondió: "Oh, Señora, tú lo sabes mejor que yo; porque después de Jesucristo, tú fuiste el principal instrumento de nuestra salvación“.
Pues
sabes, añadió ella, que "la principal pieza de combate ha sido el salterio
angélico, que es el fundamento del Nuevo Testamento. Por ello, si quieres ganar
para Dios esos corazones endurecidos, predica mi salterio”.
Según la misma leyenda, al comenzar Domingo su predicación, se desencadenó una terrible tormenta, tembló la tierra y se oscureció el sol.
En ese momento los herejes vieron a la Virgen, levantar los brazos al cielo por tres veces para pedir a Dios venganza contra ellos, si no se convertían.
De este modo, prosigue el relato, casi todos los habitantes de Tolosa lo aceptaron, renunciando a sus errores.
En poco tiempo se experimentó un gran cambio de vida y costumbres en
la ciudad.
Representación iconográfica
Santo Domingo de Guzmán tiene
asociados varios elementos relacionados con su vida. Por ello se le representa
con diferentes símbolos:
Perro con antorcha
y la Estrella han sido comentados previamente.
La cruz de dos brazos (llamada “patriarcal”) es un símbolo de los fundadores de grandes familias religiosas (patriarcas) o de importantes comunidades cristianas que han dado origen a otras muchas. Se usa con Santo Domingo porque él fue el primero en sacar al monje del monasterio a la ciudad, convirtiéndole en apóstol.
El estandarte con el emblema dominico es
el escudo de armas de santo Domingo. Blanco y negro: pureza y
penitencia, muerte y resurrección, combinando el ideal dominico de
mortificación y alegría, renuncia al mundo y posesión de Cristo. Su lema
es Laudare, Benedicere, Pradicare,
que significa alabar, bendecir,
predicar.
El rosario, los medievales consideraron
erróneamente que fue invención de santo Domingo, cuando en realidad se lo
conocía desde el siglo IX,
pero fue Domingo quien le dio al rosario una finalidad evangelizadora, y la
orden dominica lo convirtió en una oración eclesial universal.
El libro y la iglesia. En
algunas representaciones, Santo Domingo sostiene un libro en su mano izquierda.
El libro representa la Biblia, fuente de la predicación y espiritualidad. Sus
contemporáneos dicen que en sus viajes por Europa siempre llevaba consigo el
Evangelio de san Mateo y las Cartas de san Pablo. Esto se relaciona con la
visión que tuvo en una de sus noches de vigilia. Cuando se le aparecieron los
santos Pedro y Pablo. San Pedro llevaba consigo el Evangelio, y Pablo sus
Cartas, con este mensaje: “Ve y predica, porque has sido llamado para este
ministerio”. A veces, sobre el libro hay una iglesia. Esta iglesia representa
la Basílica Laterana, la Madre
Iglesia Universal.
Las tres mitras, aluden al ofrecimiento que rechazó de tres obispados.
Museo del Prado de Madrid
La lactancia de santo Domingo. Gutiérrez, Juan Simón. 1710.
Óleo sobre tela. 166, 50 x 383,50 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Procedente del
Convento de San Pablo, de Sevilla, tras la Desamortización de 1840. Sala VII
Representa a santo Domingo de Guzmán confortado por la Virgen, acompañados con diversas santas mártires, en el momento de recibir la lactación.
En ella aparece en su centro el cuerpo del Santo agonizante, que en brazos de la Virgen besa el rosario que ella lleva colgado al cuello.
Un conjunto de santas acompaña a Santo Domingo en sus postreros momentos configurando un cortejo de juveniles y bellas presencias que muestran rostros dulces y amables de clara derivación murillesca, pero peculiares de este artista. En el fondo de la composición, a la izquierda y en una gruta, se ve a al santo en penitencia
Santo
Domingo de Guzmán. Martínez Montañés, Juan. 1606-1607. Madera policromada. 147
x 68 x 126 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sala X. Procede del Convento de
Santo Domingo de Portacoeli, tras la desamortización de 1840.
Montañés representa al santo, recogiendo
las enseñanzas de Torrigiano en su "San Jerónimo penitente",
arrodillado, desnudo hasta la cintura, con el hábito caído, en actitud
penitente, sosteniendo en su mano izquierda un crucifijo y en la derecha un
flagelo con el que se azota la espalda. Esta iconografía no fue corriente para
representar al fundador de la orden de predicadores, así como tampoco es normal
representarlo con barba. Si es, en cambio, habitual la presencia de la correa
negra para ceñir el hábito en la cintura.
En la nave del
Evangelio, en los laterales de la capilla del Rosario, la imagen de santo
Domingo de Guzmán (anónimo del siglo XVIII)
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