domingo, 20 de julio de 2025

 RUTAS POR SEVILLA: Ruta Artística, Escultores  

Diego López Bueno.

Nacido en 1568, fue hijo de Antón López y Leonor Díaz. Tras enviudar, su padre contrajo segundas nupcias con una hija del reconocido arquitecto Hernán Ruiz II. Esta mujer, al quedar viuda, se casó posteriormente con el también arquitecto Andrés de Ocampo.

Contrajo matrimonio en dos ocasiones. Su primera esposa posiblemente estaba emparentada con el pintor Francisco Pacheco, mientras que la segunda mantenía vínculos familiares con el artista Francisco Varela. Tuvo dos hijos: un varón, apadrinado por Juan de Oviedo, que falleció prematuramente, y una hija que se separó de su esposo, un ensamblador. Debido a ello, no dejó descendencia artística que continuara su legado en el taller ubicado en la calle Amador de Dios.

Se formó en Sevilla, en un entorno artístico influenciado por el Renacimiento, especialmente por la obra de Hernán Ruiz, el Joven. Sin embargo, su producción se enmarca en el primer periodo del Barroco, correspondiente a las primeras décadas del siglo XVII.

A finales del siglo XVI, amplió su red profesional colaborando con importantes figuras del arte sevillano, como el pintor Francisco Pacheco (ver), el escultor y ensamblador Juan Martínez Montañés (ver) y el arquitecto Martín Infante. También trabajó, en el ámbito de la arquitectura, junto a maestros como Vermondo Resta (ver), Miguel de Zumárraga (ver) y Juan de Oviedo y de la Bandera (ver).

Debió obtener su titulación como escultor, entallador del romano y arquitecto entre los años 1585 y 1588. Hacia 1612 fue nombrado Maestro Mayor de Fábricas del Arzobispado de Sevilla, y el 16 de marzo de 1628 recibió del Conde-Duque de Olivares el nombramiento de Maestro Mayor de los Reales Alcázares de Sevilla, cargo que desempeñó hasta su muerte. Su intervención en los Alcázares consistió principalmente en tasar obras ya comenzadas y realizar tareas de mantenimiento, como el diseño del Monte Parnaso en los jardines del Laberinto (1629), proyectado por Jerónimo de Guzmán.

Inició su carrera como ensamblador, colaborando con Juan Bautista Vázquez el Mozo en los retablos mayores de las iglesias de Santa María de la Asunción en Arcos de la Frontera (Cádiz) y del Divino Salvador en Cortegana (Huelva).

En 1598 participó en la ejecución del monumento funerario de Felipe II, proyectado por Juan de Oviedo y de la Bandera. Este encargo, que incluía el diseño del modelo y la estampa del túmulo, incrementó notablemente su prestigio en el entorno artístico sevillano.

Entre 1601 y 1602 llevó a cabo el retablo mayor del hospital de las Cinco Llagas en Sevilla, según un diseño de Asensio de Maeda. En 1619 realizó el retablo de la capilla de San Pedro en la catedral de Sevilla, que alberga varias obras de Zurbarán. En 1624 diseñó el retablo mayor de la iglesia de Santa Catalina, donde también talló las esculturas de la Inmaculada Concepción, San Pablo y San Pedro, evidenciando una expresividad y naturalismo más marcados, resultado de su cercanía con escultores como Andrés de Ocampo y Juan de Mesa.

Su labor arquitectónica incluyó reformas significativas en edificios religiosos, como los cruceros, la bóveda de pendientes y la portada norte de la iglesia de San Lorenzo, así como la portada lateral de la iglesia de San Pedro. También intervino en los claustros y espadañas de los conventos de Santa Paula y San Clemente el Real, todos ellos en Sevilla, lo que confirma su relevancia en la arquitectura religiosa de la ciudad en el primer tercio del siglo XVII.

En el ámbito de la arquitectura civil, se le atribuye la construcción de la casa natal de Miguel Mañara, debido a su cercanía con la familia del mismo, asentada en la zona de la Puerta de Jerez.

Tuvo también una destacada proyección en el continente americano. Entre otras obras, diseñó y ejecutó junto a Francisco Varela el retablo mayor de la catedral de Comayagua (Honduras), contrato firmado en 1620 y financiado por el rey Felipe IV. Aunque esta obra ya no se conserva, evidencia su reconocimiento más allá del ámbito peninsular.

Falleció en Sevilla el 10 de septiembre de 1632 y fue enterrado en la parroquia del Sagrario de Sevilla. A pesar de la alta estima que gozó en vida, su figura ha caído en un relativo olvido en la historia del arte español.