RUTAS POR SEVILLA: Ruta Artística, Escultores
Diego López Bueno.
Nacido en 1568,
fue hijo de Antón López y Leonor Díaz. Tras enviudar, su padre contrajo
segundas nupcias con una hija del reconocido arquitecto Hernán Ruiz II. Esta
mujer, al quedar viuda, se casó posteriormente con el también arquitecto Andrés
de Ocampo.
Contrajo
matrimonio en dos ocasiones. Su primera esposa posiblemente estaba emparentada
con el pintor Francisco Pacheco, mientras que la segunda mantenía vínculos
familiares con el artista Francisco Varela. Tuvo dos hijos: un varón,
apadrinado por Juan de Oviedo, que falleció prematuramente, y una hija que se
separó de su esposo, un ensamblador. Debido a ello, no dejó descendencia
artística que continuara su legado en el taller ubicado en la calle Amador de
Dios.
Se formó
en Sevilla, en un entorno artístico influenciado por el Renacimiento,
especialmente por la obra de Hernán Ruiz, el Joven. Sin embargo, su producción
se enmarca en el primer periodo del Barroco, correspondiente a las primeras
décadas del siglo XVII.
A
finales del siglo XVI, amplió su red profesional colaborando con importantes
figuras del arte sevillano, como el pintor Francisco Pacheco (ver),
el escultor y ensamblador Juan Martínez Montañés (ver)
y el arquitecto Martín Infante. También trabajó, en el ámbito de la
arquitectura, junto a maestros como Vermondo Resta (ver),
Miguel de Zumárraga (ver)
y Juan de Oviedo y de la Bandera (ver).
Debió
obtener su titulación como escultor, entallador del romano y arquitecto entre
los años 1585 y 1588. Hacia 1612 fue nombrado Maestro Mayor de Fábricas del
Arzobispado de Sevilla, y el 16 de marzo de 1628 recibió del Conde-Duque de
Olivares el nombramiento de Maestro Mayor de los Reales Alcázares de Sevilla,
cargo que desempeñó hasta su muerte. Su intervención en los Alcázares consistió
principalmente en tasar obras ya comenzadas y realizar tareas de mantenimiento,
como el diseño del Monte Parnaso en los jardines del Laberinto (1629),
proyectado por Jerónimo de Guzmán.
Inició su
carrera como ensamblador, colaborando con Juan Bautista Vázquez el Mozo en los
retablos mayores de las iglesias de Santa María de la Asunción en Arcos de la
Frontera (Cádiz) y del Divino Salvador en Cortegana (Huelva).
En 1598
participó en la ejecución del monumento funerario de Felipe II, proyectado por
Juan de Oviedo y de la Bandera. Este encargo, que incluía el diseño del modelo
y la estampa del túmulo, incrementó notablemente su prestigio en el entorno
artístico sevillano.
Entre
1601 y 1602 llevó a cabo el retablo mayor del hospital de las Cinco Llagas en
Sevilla, según un diseño de Asensio de Maeda. En 1619 realizó el retablo de la
capilla de San Pedro en la catedral de Sevilla, que alberga varias obras de
Zurbarán. En 1624 diseñó el retablo mayor de la iglesia de Santa Catalina,
donde también talló las esculturas de la Inmaculada Concepción, San Pablo y San
Pedro, evidenciando una expresividad y naturalismo más marcados, resultado de
su cercanía con escultores como Andrés de Ocampo y Juan de Mesa.
Su labor
arquitectónica incluyó reformas significativas en edificios religiosos, como
los cruceros, la bóveda de pendientes y la portada norte de la iglesia de San
Lorenzo, así como la portada lateral de la iglesia de San Pedro. También
intervino en los claustros y espadañas de los conventos de Santa Paula y San
Clemente el Real, todos ellos en Sevilla, lo que confirma su relevancia en la
arquitectura religiosa de la ciudad en el primer tercio del siglo XVII.
En el ámbito de
la arquitectura civil, se le atribuye la construcción de la casa natal de
Miguel Mañara, debido a su cercanía con la familia del mismo, asentada en la
zona de la Puerta de Jerez.
Tuvo
también una destacada proyección en el continente americano. Entre otras obras,
diseñó y ejecutó junto a Francisco Varela el retablo mayor de la catedral de
Comayagua (Honduras), contrato firmado en 1620 y financiado por el rey Felipe
IV. Aunque esta obra ya no se conserva, evidencia su reconocimiento más allá
del ámbito peninsular.
Falleció en Sevilla el 10 de septiembre de 1632 y fue enterrado en la parroquia del Sagrario de Sevilla. A pesar de la alta estima que gozó en vida, su figura ha caído en un relativo olvido en la historia del arte español.