Dicha capilla es motivo de una popular leyenda
local que narra la muerte de un joven conde de la casa de Medinaceli apuñalado
en una reyerta a los pies de la Cruz del Rodeo. Los hechos que desencadenaron
aquella disputa son variados y aún más legendarios que la propia historia. En
lo que coinciden todos los cronistas de la época, es que aquel suceso tuvo
lugar el domingo 15 de mayo de 1639, y que los familiares del joven, mandaron
construir una capilla en el lugar para decir misa en su honor.
Dice la leyenda, según refiere José María de
Mena, que don Pedrito Ribera, de la ilustre familia de los Ribera, marqueses de
Tarifa, marqueses de la Torre, duques de Alcalá y duques de Medinaceli, junto a
sus amigos don Juan de Minestrosa, conde de Arenales y don Lorenzo de Miranda,
le dieron una broma pesada al obispo auxiliar don Luis Camargo, que vivía en la
Alameda de Hércules al lado del hospital del Amor de Dios, actualmente
desaparecido.
La broma consistió en hacerlo salir de casa de
madrugada, en camisón y zapatillas, para darle un chapuzón en el pilón que
había entre las dos columnas de Hércules de la Alameda. La respuesta del obispo
fue que serían castigados por la justicia de Dios y que los tres fallecerían en
un plazo de un año.
Meses más tarde, don Pedrito de Ribera se
enamoró de una bella mujer casada, panadera en un horno de cocer pan existente
al comienzo de la calle Calatrava, y fue muerto en reyerta por el marido
ayudado por amigos tejedores de la calle Arte de la Seda.
Esta reyerta, con el resultado de la muerte de
don Pedrito Ribera, se produjo en una explanada existente al comienzo de la
calle Calatrava, denominada la “Cruz del Rodeo” porque en ella existía una cruz
que limitaba las collaciones de San Lorenzo y Omnium Sanctorum.
Los participantes serían, Cristóbal de
Paredes, marido de la panadera; Galindo, su compadre, tejedor del arte de la
seda; Navarro pariente del marido y mozo de mulas.
A Paredes le condenaron a la horca por la
muerte de su mujer a la que mató cortándole la cabeza. A Galindo y a Navarro lo
condenaron a diez años de galeras, pero cumplieron la mitad por participar en la
defensa de la Coruña frente a los ingleses.
A Paredes lo ahorcaron en la misma plazuela
del Rodeo y después lo metieron en una cuba de madera que llevaba pintados los
animales que señalan las Partidas: “un perro, un mono, un cerdo y un basilisco”
y lo arrojaron al rio, de donde lo sacaron los “Hermanos de la Caridad” para
darle cristiana sepultura.
Como hemos comentado, la familia de don
Pedrito de Ribera, por expiación de sus pecados y sufragio de su alma, hicieron
quitar la “Cruz de los Rodeos” y en su lugar construyeron la Capilla
actualmente existente.
Este templo fue dedicado a las Ánimas Benditas
del Purgatorio y a la Santísima Virgen del Carmen, por ser esta advocación
patrona de los difuntos. Algunos carmelitas piensan que la advocación del
Carmen pudo tomar fuerza para el título del templo por la cercanía de la Cruz
del Rodeo al convento de carmelitas de clausura de la Encarnación de Belén,
situado al final de la Alameda.
Lo cierto es que el templo se construyó como ermita a
la Santísima Cruz del Rodeo en el año 1646, a extramuros de la ciudad, por los miembros de la Hermandad del mismo nombre, y cuyos fines, en aquellos tiempos, eran de carácter funerario, aportando a
los familiares de los hermanos difuntos un crucifijo, paño mortuorio,
candelabros y cirios, e incluso acompañamiento hasta su entierro.
La Santa Cruz del
Rodeo era un humilladero que durante la cuaresma y la Semana Santa atraía a
numerosos devotos a rezar el Vía Crucis, que aparecía inscrito en la peana que
alzaba dicha Cruz, por lo que los fieles debían rodearla para leer todas las
estaciones, dando lugar supuestamente este hecho al nombre popular del “Rodeo”.
Algunos historiadores afirman, además, que hermandades de parroquias cercanas
iban al lugar para realizar su estación de penitencia hasta que fue impuesta la
carrera oficial en 1604. Parece que dichas procesiones rodeaban la Cruz, siendo
esta otra teoría del porqué de su nombre.
Sí podemos
afirmar que esta Cruz estuvo levantada al final de la Alameda de Hércules,
aproximadamente donde hoy se encuentran las columnas de los leones, de hecho,
así aparece en el plano de Sevilla de 1771. Se desconoce también por qué motivo
y cuando fue quitada del lugar, hecho que desencadena nuevas teorías y fechas,
todas muy diversas.
Igualmente, existen
distintas teorías y fechas sobre el material y la ejecución de la Santa Cruz
del Rodeo, todas sin documentar, por lo que queda en el aire la veracidad de
las misma, aunque todos los analistas coinciden en que, desde un principio, o
por un cambio posterior, la Cruz última que recibió dicho nombre y en torno a
la cual se creó esta hermandad era de hierro. Algunos cronistas la sitúan
actualmente en Ómnium Sanctorum, aunque es una teoría discutible por parecer
documentadas las tres cruces de hierro que en dicha parroquia se encuentran.
Lo verdaderamente
cierto es que el templo fue levantado como ermita a la Santísima Cruz del Rodeo
en 1646, situándose en los extramuros de la ciudad, cuya edificación fue
costeada por los hermanos y fieles de esta hermandad, siendo, por tanto,
propiedad de la misma. Según consta en actas, en el altar mayor se veneraba la
Santísima Cruz del Rodeo, pero no se especifica si era la original que estuvo
siglos anteriores a la intemperie, o una réplica de la misma. En estas actas no
se nombra a la advocación del Carmen, y el templo quedó registrado en el
arzobispado como ‘Ermita de la Cruz del Rodeo’.
La hermandad representa a la más antigua de las
hermandades carmelitanas de Sevilla Debió fundarse en el siglo XVI, según se
deduce después de clarificar las fechas que aparecen en un posterior libro de
Reglas. Seguramente al principio estuvo dedicada a esa Cruz y luego se la
completó con la advocación mariana del Carmen. A mediados del siglo XVII,
cuando empezó a celebrar la procesión de la Virgen, celebraba una especie de
subasta para cubrir los gastos y colocaba un toldo rodeado de bancos a la
puerta de su capilla, bajo el cual se vendían aves, flores y todo cuanto
pudieran aportar sus devotos.
El tiempo ha
modificado profundamente el templo, que en un primer momento (año 1646) constaba de una pequeña nave casi
cuadrada con cubierta inclinada a dos aguas.
Esta nave fue ampliada para
aumentar su longitud hasta en dos ocasiones en los siglos posteriores
retranqueado el altar mayor y creando un presbiterio separado con una reja de
forja.
Para mayor actividad, se incluyeron unas dependencias interiores que hoy
día conforman la sacristía y casa de hermandad, en donde se localiza desde
entonces un pozo (que no he conseguido ver ni fotografiar) que hasta el siglo
pasado abasteció de agua potable al vecindario, detalle de
gran interés costumbrista y hasta etnológico, pues nos retrotrae dentro de la
gran urbe a un mundo casi rural.
Además de estas ampliaciones, la ermita sufrió
otras modificaciones como la construcción del campanario en 1754, al que se
accedía mediante una escalera vertical de singular diseño, que aún se conserva
sin ninguna funcionalidad más que la originalidad de su
forma.
Otra modificación es la reforma de la puerta principal, que actualmente es rectangular y en
otros tiempos su terminación fue curva.
En la última reforma de principios de
este siglo, se añadieron cuatro ventanas en la fachada lateral para mejorar la
ventilación del templo.
Pero no solo mejoras y ampliaciones han sido
los motivos que han promovido obras en el templo, pues el paso del tiempo ha
sido muy cruel con esta humilde capilla, que se ha visto castigada en numerosas
ocasiones por el deterioro natural de los monumentos y especialmente por
inundaciones, que han llegado a provocar importante desastre, como ocurriera en
noviembre de 1961, cuando el agua alcanzó metro y cuarto de altura,
deteriorando la estructura y provocando el hundimiento de la fachada,
campanario y parte de la techumbre. Esto ha motivado la necesidad de buscar sedes provisionales (San Lorenzo, Ntra. Sra. de Belén), pero al
final su fervor siempre se ha impuesto a los escasos medios, dando un verdadero
ejemplo de religiosidad popular, tan íntima como sincera, tan sencilla como
elocuente.
Tras siglos de historia, penurias, esfuerzos y
numerosas restauraciones, actualmente el templo aún no ha perdido el carácter
de ermita, aunque es conocido popularmente como "Capilla del Carmen" o
"Capilla de Calatrava".
En marzo de 2000 culminaron oficialmente las obras de
consolidación de su sede, acometidas por el área de Obras Públicas, proyecto
que incluía un plan rehabilitador integral del edificio.
Y en el año 2003 se
conmemoró el quinto centenario de su fundación, acudiendo a la Catedral, donde
la Virgen del Carmen fue entronizada en la misma Capilla Mayor. A su regreso
recibió en la Plaza Nueva el homenaje oficial del Ayuntamiento.
En el exterior exhibe desde 1959 un retablo
cerámico que representa a la Santísima Virgen del Carmen.
Aspecto general del exterior
Detalle del campanario
Detalle del retablo cerámico del exterior
Consta de cinco altares, el presbiterio
presenta cúpula sobre pechinas, en las que aparece el escudo de la orden del
Monte Carmelo, con hermosos frescos a su alrededor y de la que pende una lámpara
de cristal con más de veinte luces.
Aspecto general del templo
Cúpula del presbiterio
El retablo mayor es de cerámica y sin apenas
relieve, realizado por D. Francisco García Chaparro en el año 2000 y en él se
venera en un camarín a la Santísima
Virgen del Carmen.
Presenta una hornacina central con columnas pareadas a
ambos lados que sostienen un frontón triangular.
El anterior a este, y que
tristemente tuvo que ser eliminado en la última restauración, presentaba un estilo
barroco con sencillas labores de talla policromado en blanco con algunos
detalles dorados. Constaba además de dos óleos, uno a cada lado de la Virgen,
que representaban a Santa Teresa y San Antonio.
Retablo Mayor
Sagrario
Detalle de la Santísima Virgen del Carmen
Desde hace décadas, reciben veneración en la
capilla otras imágenes de importante valía artística y antigüedad, las cuales
gozaban de retablos similares al anterior descrito, perdidos también a final
del siglo XX.
Actualmente, se han realizado mesas de altares tapizadas en damasco
para estas imágenes, que son:
Santísimo
Cristo de la Buena Muerte (ver). Imagen no
documentada que mide 1,12 m. Guarda una importante similitud con el Santísimo
Cristo de la Fundación de la hermandad de los Negritos que fue realizado por
Andrés de Ocampo.
Santísimo Cristo de la Buena Muerte
Detalle de la cabeza
Detalle de los pies
Virgen dolorosa. Sentada sobre una nube, con cabezas de ángeles,
arrodillada con las manos entrelazadas, de tamaño académico, mide 52 cm.
Es
atribuida a Cristóbal Ramos, en torno a 1772, por parecer al boceto de la
Virgen de las Aguas de la hermandad del Museo, con la que guarda asombroso
parecido.
Está realizada por el procedimiento llamado de telas
encoladas, mostrando una delicadeza extraordinaria.
Virgen Dolorosa
San José. Sedente, de tamaño y características similares a la Virgen, también de 52 cm., atribuido a Cristóbal
Ramos.
Divina Pastora. Efigie de reducido tamaño. Es antigua y luce
sobre risco en una vitrina. Restaurada en 2011 por Dña. Ángeles Urías Álvarez.
Divina Pastora
Virgen de Gracia. Imagen fernandina que ha sufrido numerosos y
malos repites. Mide 1,48 m. Actualmente en restauración.
Virgen de Gracia
Detalle de la Virgen de Gracia
Inmaculada Concepción. Mide 1,20 m. Es
antigua, pero mal conservada. Se encuentra actualmente en restauración.
Completa el patrimonio del templo catorce
escenas pictóricas del Vía Crucis, restauradas en 2010 por Dña. Ángeles Urías
Álvarez, y una vitrina de gran tamaño para la exposición permanente del paso
procesional de la Santísima Virgen del Carmen, bendecida en 2010.
El paso es dorado, con canastilla algo recta y de estilo
barroco, fue tallado por Carrera Baena en 1939 y se ilumina con amplios
candelabros de guardabrisas, realizados por Antonio Díaz en 1986. Para los
actos del quinto centenario ha recibido una importante reforma, consistente en
suprimir la canastilla y cambiarla por una ligera crestería, mejorando así la
visualidad de la pequeña imagen. También se ha hecho una nueva peana, obra de
Juan Manuel Pulido, y se ha añadido una nubecilla figurando las Ánimas del
Purgatorio, de Francisco Fernández Enríquez, donada esta última por don Gabriel
Solís.
El paso ha servido ocasionalmente para llevar a la
Pastora de Sta. Marina, al Cristo de la Oración en el Huerto (en su traslado
desde San Martín) y a la custodia del monasterio de San Clemente (en una
procesión eucarística que organizó la Sacramental de Ómnium Sanctorum).
Paso a través de la cristalera de protección
Paso a través de la cristalera de protección