AREA DE MACARENA-FERIA
Calle Feria
Estaba
cerrada por la muralla de la ciudad hasta que en 1861 se abrió una puerta que
permitió su comunicación con la Resolana y la Macarena.
Es
una de las calles más largas del casco antiguo
de la ciudad y por ello, ha tenido una variada gama de topónimos, hasta su unificación hacia
1868, en relación con su intensa actividad comercial, que determinó que sus
tramos tomaran el nombre del gremio de artesanos o de los mercaderes que la
habitaban.
Según
González de león (1839) era conocida en su tiempo como “Laneros”, porque estaba
casi totalmente ocupada por fabricantes de paños de
lana y jerga.
Probablemente
hasta la confluencia con Conde de Torrejón, se
conoce ya en los siglos XIV y XV como “Caño
Quebrado”, que era el mismo de la plaza inmediata de Montesión, donde se
instalaron los sayaleros o fabricantes de sayas. El nombre se relaciona con la existencia de
varios manantiales de agua.
Desde
Conde de Torrejón al entronque de Doctor Letamendi y Cruz Verde recibió el
nombre de “Carpinteros y Carpinteros de Prieto”,
en los siglos XVI y
XVII, por ubicarse allí los fabricantes
de muebles, que desde 1609 tenían autorización para
trabajar en medio de la calle.
El espacio formado por la confluencia de todas estas
calles debió ser el que desde la segunda mitad del s. XIV
hasta comienzos del XVI fue conocido como “Hurones
y Pozo de los Hurones”,
porque en aquella centuria se vendían estos
animales.
A
mediados del s.
XVII, a la zona de confluencia de la Calle Correduría con la
Calle Cruz Verde y Calle Feria se le llamó Plaza de la Cruz de Caravaca, en
honor a una cruz de hierro, que se levantaba en su centro, sobre una peana de fábrica y a la que daba
culto una hermandad.
A
partir de aquí y hasta la iglesia de Omnium Sanctorum recibía, desde mediados del s. XIV, el nombre de “Lencería”
y luego “Lencería
Vieja” (porque en ella se controlaba todo el lino que entraba en
la ciudad para su venta), que en los inicios del XVII ya
aparece sustituido por el de “Ancha de la Feria”, por celebrarse
en ella, y en la
plaza inmediata de Calderón de la Barca, un mercado
semanal desde el s. XIII (El Jueves).
En
1845 desaparecen todos los topónimos antiguos
de los diferentes tramos y en 1868 la calle adquiere los
límites actuales. En 1910 hubo un acuerdo para cambiar el nombre de
feria por el de Salmerón, en memoria del que
fuera presidente de la I República, pero no se
hizo efectivo
Por su subsuelo
corrieron caños de desagüe hacia la Alameda y en 1601 se
instaló una cloaca a lo largo de toda la
primera mitad de la calle. Asimismo, recorrían
su subsuelo caños de agua que abastecían algunas fuentes o pilares, como la
existente en la esquina con Relator desde los siglos
medievales.
En
los siglos pasados existieron dos cruces en
esta calle, la mencionada de Caravaca, que fue
erguida por una hermandad consagrada a exaltar el culto de la Santa Cruz de
Caravaca. Esta hermandad tenía su origen en el milagro ocurrido en la localidad
murciana de dicho nombre el 3 de mayo de 1232, cuando un sacerdote, don Ginés
Pérez, al celebrar la misa notó que faltaba la Cruz y esta apareció portada por
dos ángeles. Pertenece al grupo de cruces que conmemoran la Invención,
Exaltación y Triunfo de la Santa Cruz.
La Cruz se retiró en 1840 cuando el Ayuntamiento acordó eliminarla de la
vía pública y actualmente se conserva en la Iglesia de Omnium Sanctorum, a los
pies de la nave del Evangelio. Fechada en el siglo XVI es una cruz de hierro forjado, sostenida por dos
ángeles tenantes.
Cruz de Caravaca
Detalle de los ángeles
de la Cruz de Caravaca
La
Cruz de Linos, situada en la calle de este
nombre (desde la Iglesia de Omnium Sanctorum hasta la Calle Resolana), es una de
hierro forjado y grandes proporciones. En el centro tiene el anagrama de
María constelado por la corona de espinas, y los brazos de la cruz y el haz de
rayos que emerge del centro está decorado con flores. Estuvo instalada en 1649 sobre un cementerio improvisado, con ocasión
de la peste, y se retiró de su emplazamiento original en 1841 y se
colocó en la Iglesia de Omnium Sanctorum en 1854, donde permanece a los pies de
la nave de la Epístola.
Cruz de Linos y detalle de su zona central
Una tercera cruz se situaba en la esquina con
la antigua calle del Peso del Carbón (actual Peris Mencheta), se trata de la
Cruz llamada "Cruz de los Carboneros" o "Cruz del Garfio”. Este
nombre fue debido a que esta cruz poseía un garfio, en su base, en el que los
carboneros colgaban una romana (instrumento de medición del peso originario del
Imperio Romano) para pesar el carbón que se vendía en todas las carbonerías, dejando
a cambio una pequeña cantidad para el culto a la Santa Cruz. Esta actividad
tuvo lugar entre los siglos XVI y principios del XIX, época en que el carbón
era la única fuente de energía para las cocinas, para calentar las frías,
húmedas y sombrías casas de la Sevilla intramuros, con las “copas de Cisco” que
se perfumaban con “aluzema” y para llenar los “Chinos” que a modo de bolsa de
agua caliente metálica le quitaban la humedad a las sabanas en las frías noches
de invierno. En 1816, esta cruz fue trasladad a su ubicación actual en el
exterior de la Iglesia de Omnium Sanctotum, en la fachada principal de la calle
Feria, empotrada en una poco profunda hornacina.
Fachada a la calle Feria
de la Iglesia Omniun Sanctorum y
Tuvo
varios retablos, actualmente desaparecidos, dos dedicados a la Concepción, uno
de los cuales fue pintado al fresco, en el s. XVI, por Agustín del Castillo;
otro de la Trinidad, la Virgen y San José, y el de Animas en la fachada de la
parroquia.
Desde
la Edad Media, una gran parte de la calle poseía soportales, donde se apostaban
los mozos de cordel, a la espera de que fuesen requeridos sus servicios, sobre
todo entre Caño Quebrado y Omnium Sanctorum, y algunos tramos se han mantenido
hasta el XIX.
En la calle Linos existió en el s. XVI el Hospital de San Benito. Una ermita, bajo la advocación de Ntra. Sra. de la Soledad, que fue sede de una hermandad integrada por fabricantes de jabón, la cual estaba en ruina hasta 1800, trasladándose la hermandad a Omnium Sanctorum (Bermeja).
Entre los personajes relacionados con esta calle hay que citar a Miguel Cid, sayalero del Caño Quebrado, autor de las célebres coplas a la Inmaculada: “Todo el mundo el general / a voces, Reina escogida, / diga que sois concebida / sin pecado original”. Elogiado por Cervantes: “Este que sigue es un poeta santo, / digo, famoso: Miguel Cid se llama / que al coro de las Musas pone espanto”. Al torero Juan Belmonte, que nació en la antigua Ancha, en 1892, donde su familia tenía una quincalla. Antonio Milla, pintor y escultor. Y, Jesús de la Rosa Luque, nacido en 1948 y fundador del grupo de rok andaluz “Triana”, que dice en su tema de la calle Feria: "la vida de la calle Feria la llevo muy dentro desde que nací”.
Miguel Cid en el
basamento de la estatua de la Inmaculada en la plaza del Triunfo
Busto de Juan Belmonte
en la sala de Exposición de la Maestranza
Calle Feria 136
Jesús de la Rosa Luque.
Calle Feria 147
Por lo que
respecta a la arquitectura, la calle Feria es también de gran interés, con una
importante representación de arquitectura regionalista, tanto de edificios
catalogados, pero cuyo arquitecto se desconoce, como de un buen número de casas
de pisos de Espiau y Muñoz.
Asimismo, hay
representación de la arquitectura modernista, destacando obras de Aníbal
González y de Antonio Gómez Millán, así como edificios racionalistas de los arquitectos
Lupiañez Gely y Arévalo Martínez.
Calle Feria, numero 43
A la altura del ómnium Sanctórum,
se puede apreciar una casita adosada de color blanco con dos pisos, con el número
79, de estilo contemporáneo y en cuya puerta de entrada, en su dintel, se
aprecia un medio relieve que parece un jeroglífico. Es propiedad de un
escultor que vuelve a Sevilla en la década de los 80 tras un largo periodo en
el extranjero.
Son figuras exotéricas, alucinaciones. Es una especie
de mezcla de pollo y hombre. El libro con una jeringa y una cara representa a
la droga y el candil es la luz
Pueden ser
alucinaciones del propio autor por las drogas o quiso expresar el daño que
produce las drogas, los monstruos alucinatorios que esta misma genera y la
propia muerte que aguarda encarnando el resultado final de esta adicción.
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