domingo, 16 de abril de 2023

AREA DE SAN LORENZO

Iglesia de san Lorenzo.

Iglesia dedicada a la advocación de San Lorenzo (ver), que fue un santo español, que, en el año 258 por el hecho de ser cristiano, fue condenado en Roma a morir martirizado. Para hacerlo sufrir, fue atado vivo a una parrilla puesta al fuego, y fue tanta su entereza, que, según la leyenda, dijo a sus torturadores: “Dadme la vuelta que por este lado estoy hecho”.

En la Iglesia de San Lorenzo Mártir, fueron bautizados el escritor Gustavo Adolfo Bécquer (ver) (25 de febrero de 1836) y su hermano, el pintor Valeriano Domínguez Bécquer (ver). Esta es la partida de Bautismo, descubierta por José Gestoso en 1885, que dice así: “En jueves, 25 de febrero de 1836 años, don Antonio Rodríguez Arenas, presbítero, con licencia del infrascrito cura de la parroquial de San Lorenzo, de Sevilla, bautizó solemnemente a Gustavo Adolfo, que nació en 17 de dicho mes y año, hijo de José Domínguez Bécquer y doña Joaquina Bastida, su legítima mujer. Fue su madrina doña Manuela Monahay, vecina de la colación (un barrio que tiene de cabecera una parroquia) de San Miguel, a la que se advirtió del parentesco espiritual y obligaciones, y para verdad lo firmé.  Antonio Lucena.

El templo de san Lorenzo es una de las veinticinco parroquias iniciales de la ciudad tras la toma de la misma por Fernando III.

Arquitectónicamente constituye un templo de estilo gótico-mudéjar. 

Sería fundado durante el siglo XIII, aunque sus restos más antiguos datan del XIV. Posteriormente sería remodelado en los siglos XVIII y XIX y debido a estas distintas obras se ha ido alterando su imagen primitiva, como, por ejemplo, las obras realizadas en 1572, eliminaron el portal que acogía a los fieles. 

Según nos cuenta Manuel Jesús Roldán en su libro “Iglesias de Sevilla”: “Parece que en origen su feligresía era reducida, aunque con la desaparición de la jurisdicción de las órdenes militares, se le agregó el barrio de San Juan de Acre, aumentando su extensión”

Más adelante, en el siglo XIX, volvería a realizarse una serie de trabajos, tanto arquitectónicos como decorativos, lo que ha ocasionado que sea complicado establecer qué forma parte del conjunto original.



EXTERIOR

Su exterior presenta portadas a las calles Eslava, Hernán Cortes y Plaza de san Lorenzo. 

En la calle Eslava, destaca la pequeña fachada de los pies de la iglesia, que presenta en este frente su peculiar torre-fachada de estilo gótico-mudéjar con la portada cegada que data del siglo XV, una ventana recién abierta, una placa de mármol y un precioso retablo cerámico dedicado a la Virgen de la Soledad. 

Torre-Campanario de la Iglesia de san Lorenzo

Detalle de la puerta segada

Ventana recién abierta

Mármol detallando la apertura de la ventana

Retablo de la Virgen de la Soledad

Debajo del retablo de la Virgen de la Soledad podemos ver un pequeño “limosnero”.


LA CAPILLA DE JESUS DEL GRAN
PODER Y MARIA SS DE TRAS
PASO. ES CAPILLA DE SAN
JUAN DE LETRAN POR AGRE
GACION QUE TIENE ECHA
CON DICHA SACROSANTA 
YGLESIA DESDE EL AÑO DE
1794 Y GOZA DE LAS MESMAS 
GRACIAS YNDULGENCIAS 
Y PARA GANARLAS 
PARA CANARIAS 
ANDENERLAVUA
D LAS OPUSADA

Las portadas laterales de la Iglesia de san Lorenzo fueron diseñadas en 1625 por el escultor y arquitecto Diego López Bueno. 

En la calle Hernán Cortes se encuentra la portada del Evangelio, dicha portada presenta frontón curvo con pilastras a los lados en cuyo tímpano están la parrilla y la palma de San Lorenzo

A los lados tiene unos roelos decorados con mútilos coronados con floreros y en la parte superior una Cruz.

Pared lateral de la Iglesia de San Lorenzo a la calle Hernán Cortes

Portada del Evangelio de la Iglesia de San Lorenzo

Detalle de la Portada con Parrilla de San Lorenzo

Cruz que corona la portada

En el lateral de la portada un azulejo del beato Marcelo Spinola.

Beato Marcelo Spinola

La portada de la epístola, en la Plaza de san Lorenzo, es de estilo manierista y presenta vano adintelado con alfiz quebrado, rematado con frontón partido con escultura de San Lorenzo Mártir en su hornacina, y a los lados altos relieves con las armas del Santo y dos parrillas sobre fuego. 

Visión del muro de la epístola desde la plaza de san Lorenzo

Visión del muro de la epístola desde la plaza de san Lorenzo

Portada de la Epístola 

Escultura de san Lorenzo en su hornacina


Debajo de la hornacina de san Lorenzo

Beate Laurenti

Martyr  Christi

Intercede pro nobis

Se encuentra flanqueada por un retablo cerámico de la Virgen de la Soledad, obra de 1944 de Alfonso de Córdoba.

Retablo cerámico de la virgen de la Soledad

A su lado otro azulejo, en este caso, con una representación de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder, obra de 1912 de Manuel Rodríguez y Pérez de Tudela, fundador de Cerámicas Santa Ana. Acompaña al retablo el lema en latín “In Manu Ejus Potestas et Imperium” (“En tu mano está la potestad y el imperio”). Es el primer retablo cerámico que se coloca en Sevilla en el siglo XX, delante de la fachada de una iglesia representando a la imagen titular de una Hermandad de penitencia, basándose en su reproducción más exacta, ya que aunque de fechas anteriores se conservan algunos otros en distintas sedes de hermandades, en ellos no se representan imágenes que reproduzcan con fidelidad a sus titulares procesionales. 

Entre las anécdotas más emotivas que se recuerdan de las vividas junto a él, en sus cien primeros años de existencia, está la ocurrida en 1932 cuando ante el retablo se cantaron numerosas saetas, pues las cofradías sevillanas acordaron no procesionar, supliendo la estación de penitencia por la celebración de cultos internos. 

Retablo cerámico de Nuestro padre Jesús del Gran Poder

Se completa con un retablo del Beato Marcelo Spinola.

Retablo del cardenal Marcelo Spinola

Detalle de la base del retablo del cardenal Marcelo Spinola

Y un azulejo de las ánimas benditas del Purgatorio.

Retablo cerámico de la Ánimas Benditas del Purgatorio

Destacamos, porque es poco visible, la existencia de un reloj de sol, encima del retablo de la Virgen de la Soledad.

Reloj de sol. Sin sol y con sol sobre el muro

En su perpendicular, la portada de la Basílica del Gran Poder.


TORRE

Como hemos comentado, la iglesia de San Lorenzo fue construida en el siglo XIII y al igual que muchas otras de la época, ha sufrido numerosísimas remodelaciones y añadidos desde su construcción, y es por ello que como único legado de la época mudéjar, durante la que se construyó, encontremos la torre-fachada de planta rectangular que conservan ese estilo de alminar árabe de la época.

Su cara norte se observa desde la calle santa Clara, pues corresponde a la calle Hernán Cortes, la cara este se corresponde con la calle Eslava y presenta la portada principal cegada, a los pies del templo, la cara sur se corresponde con la plaza de san Lorenzo y la oeste es la mas difícil de fotografiar pues sobresale de la iglesia y la podemos observar en la esquina de la plaza de san Lorenzo con la calle Conde Barajas.

Como remate presenta un cuerpo de campanas añadido en 1757 al igual que la torre alminar de "la gran Mezquita Mayor", hoy, la Giralda.

Visión diurna y nocturna de la cara norte, desde la calle santa Clara

Ventanal cegado y abierto con arco de herradura apuntado con su alfiz

Cara este en la calle Eslava con la portada principal cegada, a los pies del templo.

Ventas abiertas del segundo y tercer cuerpo con arco de herradura apuntado con su alfiz

Cara sur desde la calle cardenal Spinola y detalle del remate del cuerpo de campanas

Detalle de campanas

La veleta que culmina el campanario se apoya en una cruz y pedestal de de dos bolas y cabezas de Águila. El extremo de la veleta representa a la parrilla de san Lorenzo.

Veleta

Cabezas de Aguila

En la segunda mitad del siglo XVI, dos nuevos relojes instalados por el cabildo municipal en los campanarios de las iglesias de San Marcos y de San Lorenzo se sumaban al que ya existía en la torre de la Giralda para ordenar la vida ciudadana, incrementando los soundmarks característicos de la ciudad. Las localizaciones habían sido estratégicamente elegidas, ya que triangulando con la Giralda serían audibles en toda la trama urbana hispalense.

Como responsable del mantenimiento de los nuevos relojes instalados en las torres campanario de las iglesias de San Marcos y de San Lorenzo, el cabildo tenía asalariado un maestro relojero que, en 1576, era Diego Flamenco. En esa fecha tenía un salario anual de 18.000 maravedís por el cargo de “concertar los relojes”.

No hay constancia de la fecha precisa de instalación del reloj de la iglesia de San Lorenzo, pero ya se encontraba funcionando en la segunda mitad del siglo XVI.

El actual reloj fue construido en Bilbao por José Manuel Zugasti y se colocó en la torre en 1853.

Detalle del reloj en las caras norte y sur

Precisamente este campanario y el reloj que hay bajo él, condicionan una Leyenda (ver) que convierte en protagonista a la torre de San Lorenzo.

INTERIOR

En su concepción inicial el templo contaba con las tres naves habituales de las iglesias de la época. 

No obstante, las reformas y ampliaciones, que hemos mencionado, han dado como consecuencia transformaciones de gran entidad, entre las que destacan la ampliación de dos nuevas naves laterales hasta llegar a las cinco naves actuales y la creación de varias capillas, dando todo ello lugar a un templo de planta irregular, que mantienen el estilo mudéjar original, unido a las reformas renacentistas y barrocas posteriores. 

El conjunto la convierte en una de estas iglesias, de las que hay varias en Sevilla, en las que las uniones de diferentes estilos conjuntados las hacen ser de una belleza singular.

Se trata por tanto de un templo de un total de cinco naves, separadas por pilares cuadrangulares que sostienen arcos apuntados  sobre los que apoyan las cubiertas.

Artesonado en forma de artesa con tirantas en la nave central y de colgadizo en las laterales. 

La Capilla Mayor cuadrada y el Coro a los pies.  

A ambos lados del presbiterio, hay sendas capillas, también cuadradas, que se cubren con bóvedas vaídas, tanto éstas como la Capilla Mayor fueron un diseño de Diego López Bueno, encargándose Juan de Oviedo de su construcción a partir de 1615.

Vista general desde los pies del templo

Artesonado de la nave central y de las naves laterales

En la nave derecha (de la Epístola), desde el coro al altar mayor encontramos:

1º) Retablo Rocamayor

2º) Capilla del Dulce Nombre

3º) Retablo de la Inmaculada

4º) Retablo de San José

5º) Capilla Sacramental

6º) Retablo de la Anunciación

7º) Retablo de la Virgen de Granada

Capilla de Nuestra Señora de Rocamador

La devoción a Nuestra Señora de Rocamador sería traída a Sevilla por las tropas francesas que ayudaron a la reconquista de la ciudad.

El 23 de noviembre de 1248, tras dos años de asedio, el rey Fernando III entra en Sevilla. En su ejército figura un nutrido grupo de caballeros que su primo, el rey Luis de Francia, le había enviado para la Santa Misión de reconquistar las tierras en poder del Islam.
Los caballeros franceses, en su mayoría occitanos, traen consigo una imagen de la virgen de gran veneración en su región.

Se trata de una virgen negra conocida como Nuestra Señora de Rocamadour.

El nombre le viene de la localidad gala de Rocamadour (Ròc Amador) donde el año 1162 unos monjes benedictinos encontraron en una cueva el cuerpo incorrupto de San Amador, un ermitaño al que la leyenda popular asigna la personalidad de Zaqueo, rico publicano de Jericó casado con La Verónica del Evangelio.

Pero, según una tradición que, como otras muchas, puede ser leyenda piadosa o historia verdadera, san Amador fue la persona que cuidó a la Virgen María en su ancianidad y que, cuando ella murió, continuó cuidando ancianos enfermos en Jerusalén.

Fernando III concede a estos caballeros diversos privilegios y, entre ellos, la construcción de un pequeño hospital y hospicio de ancianos, cuya capilla dedicaron, con una bellísima pintura mural gótica de influencias bizantinas, a Nuestra Señora de Rocamador. 

Esta capilla que tuvo acceso desde la calle quedó posteriormente integrada, al desaparecer el hospital, en la iglesia de San Lorenzo.

La devoción a la Virgen de Rocamador se extendió entre el pueblo sevillano, compartida con la Virgen del Rosario cuya hermandad tenía la sede en San Lorenzo.

Con el descubrimiento de América la devoción se expande por los nuevos territorios de forma que en muchos lugares de Colombia, México y Perú podemos encontrar imágenes con esta advocación.

Otras fuentes nos dicen que esta devoción por Nuestra Señora de Rocamador fue introducida por el rey Alfonso X el Sabio, hijo de Fernando III, que la nombra en varias Cantigas con esa advocación.

Pues bien, a los pies del templo junto al coro y órgano, la Capilla de Nuestra Señora de Rocamador es del siglo XIV y hasta el siglo XIX estuvo cerrada con rejas, siendo el mausoleo de la familia Bucarelli, que residía en el cercano palacio que hoy pertenece a los condes de Santa Coloma, en la calle Santa Clara.

La pintura mural que representa a la Virgen, que es titular de la Hermandad Sacramental fusionada con la de la Soledad, es de gran tamaño y estilo claramente bizantino, está fechada a finales del siglo XIV o principios del XV, equiparable en antigüedad a las catedralicias de la Antigua y de los Remedios, y a la Virgen del Coral de san Ildefonso.

Destacable la imagen del Niño que en su mano izquierda lleva un pequeño pajarito, probable alegoría del alma humana que busca refugio al lado de Cristo. 

El retablo rococó que la rodea fue finalizado en el año 1751, estructurándose en torno a dos estípites que hacen de marco. 

Cuenta, asimismo, con una profusa ornamentación de rocalla, además de un relieve de la Anunciación en el ático.

Tanto la bóveda de la capilla como un lateral de la misma presentan pinturas del siglo XVIII, sobresaliendo el tema de La Presentación en el templo del Niño Jesús.  

En sendas repisas figuraban pequeñas imágenes de san Joaquín santa Ana, anteriores al actual retablo, sustituidas ocasionalmente por floreros.

El zócalo presenta azulejos de principios del siglo XVI del círculo de Hernando de Valladares. 

Vista del Retablo desde la nave central y desde la nave de la Epístola

Retablo e imagen de Nuestra Señora de Rocamador

Detalle de Nuestra Señora de Rocamador

Detalle del Niño


Detalle de la mano del Niño con el pajarito


Detalle de la Anunciación en el ático

San Joaquín y santa Ana

Repisa con florero


Frontal del retablo

Presentación en el templo del niño Jesús

Coronación de la Virgen el el ático

Detalle del techo de la capilla

Detalle del zócalo de azulejos 


Capilla del Dulce Nombre

A los pies de la nave, en la cabecera de la Epístola interior, se halla la Capilla del Dulce Nombre, que fue durante dos siglos sede de la Hermandad del Gran Poder.

Imagen curiosa del Gran Poder en su capilla original el 13 de diciembre de 1931


Imagen de María Santísima del Mayor Dolor y Traspaso en la parroquia de San Lorenzo en los años de 1950


Actualmente, es la sede canónica la Pontificia, Fervorosa, Ilustre y Antigua Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús ante Anás, Santo Cristo del Mayor Dolor, María Santísima del Dulce Nombre y San Juan Evangelista, conocida popularmente como La Bofetá.

Esta capilla sigue siendo propiedad de la Hermandad del Gran Poder.


Se trata de un espacio rectangular, cerrado con reja.


Presenta un artesonado de madera con casetones, obra de Hipólito Rossy en 1.895 y un zócalo de azulejos neobarrocos de Manuel Arellano (siglo XVIII) que representa distintas fases de la pasión.

Artesonado

La ultima cena y la oración en el huerto
El prendimiento y la flagelación
Con la cruz y la caída
La crucifixión y las lamentaciones sobre Cristo muerto

El camarín central, de tipo tabernáculo, es de madera dorada y policromada y de estilo neobarrocos, con pinturas murales en su interior de Gonzalo Bilbao y Aníbal González. 

Detalle de las pinturas de la cúpula del camarín

Donde hoy se admira y venera a María Santísima del Dulce Nombre.

La imagen de la Virgen es de las llamadas de vestir, con cabeza y cuerpo tallados en pino de Flandes y las manos en madera de cedro. Se trata de la primera Dolorosa sevillana realizada por Castillo Lastrucci, en 1.924 y restaurada tras la Semana Santa de 2015.

En la misma, junto a la Virgen, San Juan Evangelista, tallado igualmente por Castillo Lastrucci en 1.924 y regalado a la Hermandad por el artista. 

Según el día de la visita podemos encontrarlos con diferente vestimenta.

Retablo con las dos imágenes
Detalle del ático del retablo
Detalle del Niño Jesús a los pies del retablo
La Virgen y san Juan

Detalle del rostro de la Virgen del Dulce Nombre

Detalle del rostro y el pie de san Juan

En una hornacina del muro de la derecha, mirando de frente, en una hornacina, está colocada la escultura de Nuestro Padre Jesús ante Anás (ver), de madera de cedro y pino policromada para vestir, de 184 centímetros de altura, que fue labrada por Castillo Lastrucci en 1.923, siendo la primera obra procesional y sacra salida de las manos de este autor. Está firmado y fechado en un hueco que presenta en el torso. 

Castillo Lastrucci talló, también, las demás figuras del misterio en el que procesiona, que representa el pasaje evangélico de San Juan en el que Jesucristo es presentado ante Anás. En la escena aparece el judío Malco en actitud de abofetear a Jesús, bajo la mirada de José de Arimatea y Anás, y en presencia de un soldado romano y otro judío burlándose de la escena.  

Se da la circunstancia de que es la única imagen de Jesús en la Semana Santa de Sevilla que da la espalda al público, ya que el Señor mira de frente a Anás.

Jesús ante Anás
Detalle del rosto de Jesús

Detalle del pie desnudo de Jesús

En una hornacina del muro de la izquierda, se sitúa un Crucificado, el Santísimo Cristo del Mayor Dolor (ver)

Es un crucificado considerado inicialmente como obra anónima del siglo XVII, que no sale en estación de penitencia.

Santísimo Cristo del Mayor Dolor

Su talla ha sido atribuida indistintamente al hispalense Juan de Oviedo y de la Bandera, el Mozo, y al jienense Andrés de Ocampo, pero en la publicación que ha editado la hermandad con motivo del centenario de su reorganización, el historiador del arte Rafael J. Ríos Delgado la considera obra de Andrés de Ocampo, basándose en el análisis formal y estilístico realizado con motivo de la restauración y en la comparación con otras tallas, tanto de Oviedo como de Ocampo. 

A la misma conclusión ha llegado la comisión de expertos que ha guiado la restauración, compuesta por historiadores de reconocido prestigio, como Andrés Luque Teruel, Guillermo Martínez Salazar, Francisco Ros González o Alicia Iglesia Cumplido.


Es una escultura de bulto redondo realizada en madera de ciprés policromada, de tamaño algo menor que el natural, concretamente de 1’40 metros de altura, de estilo manierista que representa a Cristo crucificado y muerto, sobre una cruz arbórea tallada por el desaparecido Taller Isbilia en 1985 (Carrero dice en sus Anales que la realizó el escultor Augusto Morillas).

Su frontalidad nos habla de que la escultura, aunque posteriormente a su creación fuera procesional, se realizó para culto en capilla ya que el mejor punto de vista de la escultura, sobre todo del rostro, es desde abajo y frontal.

La cabeza del crucificado cae sobre su costado derecho, es un rostro alargado con una cabellera con raya en medio que se une a la barba bífida y bigote. 

La boca cerrada en un gesto amargo cuyo labio inferior es más grueso. 

Los ojos, entreabiertos y con la mirada perdida, enmarcados en unas finas cejas muy perfiladas que marcan mucho la curvatura con lo que aumentan la sensación de dulce patetismo arcaizante.



El cuerpo doblando en pronunciada curvatura hacia la derecha, responde totalmente a la grandiosidad (aunque es menor que el natural) del manierismo romanista con una ejecución en la que se conjuga el conocimiento de la anatomía con el gusto por los cuerpos apolíneos de tradición grecorromana, constituyendo una talla robusta y de gran fuerza anatómica, con claras y evidentes influencias del arte de Miguel Ángel. 


El paño de pureza es muy innovador dentro de este primer comienzo de la escuela sevillana. Presenta pliegues abultados, con moña y apertura lateral izquierda, que deja ver parcialmente descubierta la cadera con una tosca cuerda.  



El cristo está fijado a la cruz arbórea mediante tres clavos, un solo clavo para los dos pies, el derecho sobre el izquierdo.




Dependiendo de las necesidades de culto podemos encontrar distinta conformación de la capilla. 



Hermandad del Dulce Nombre

Parece que nace en los siglos XVI y XVII de la fusión de tres congregaciones distintas.

La de los “Niños Perdidos” o, como dicen algunos historiadores de temas sevillanos como Félix González de León, la del “Socorro y Amparo”, de claro carácter benéfico desde sus inicios en la Segunda mitad del siglo XVI.

La llamada del “Dulce Nombre de María”, una Hermandad de Gloria y Luz, de finales del siglo XVI, que se transformará en cofradía penitencial a partir de la primera mitad del siglo XVII, pasándose a denominar del “Dulce Nombre de María y Mayor Dolor de Cristo”.

La titulada de la “Bófeta que dieron a Cristo en casa de Anás”, una hermandad existente desde finales del siglo XVI, que se constituyó desde sus inicios con un auténtico sentido pasional para celebrar estación de penitencia en Semana Santa.

La Hermandad del “Niño Perdido y la Gloriosa Santa Ana” fue fundada, bajo esta advocación y patrocinio en la cuaresma de 1584 o 1585, por Fray Diego Calahorrano, maestro provincial de la orden de los predicadores, en una capilla del convento dominico del Monasterio de Santa María de Montesión, en la collación de San Juan de la Palma. Posteriormente se trasladó a la calle Pajería (actual Zaragoza), y más tarde a la calle del Naranjo (actual Méndez Núñez).

Otros autores consideran que su Título era de “Socorro y Amparo”, y que había sido siendo erigida bajo el amparo y patrocinio del Cardenal Arzobispo de Sevilla, D. Rodrigo de Castro, que regentaba la sede hispalense desde el año 1576, y que incluso le concedió para su mantenimiento posterior una dotación de 100 ducados de oro a perpetuidad.

En un principio, su objetivo primordial, era atender, amparar y socorrer tanto a los niños y niñas huérfanas, desamparadas y abandonadas de la Ciudad de Sevilla.  Posteriormente y tras ser acogida bajo el patrocinio y tutela del Ayuntamiento, en 1587, se dedicó única y exclusivamente al auxilio y ayuda de niñas desvalidas.  Tuvo su primer asiento benéfico en la confluencia de las calles de Cañaveria (actual Joaquín Costa) y Niño Perdido, terrenos de la Isleta de la Feria (Alameda de Hércules).

A finales del siglo XVI, surge la Hermandad de “Gloria del Dulce Nombre de María” erigida en la collación de San Bartolomé el Nuevo o del Compás y que, en 1634, residía en Santa María de las Nieves (actual Santa María la Blanca), con el Título de “Dulce nombre de María y Mayor Dolor de Cristo “como hermandad gremial de penitencia y no de luz. Entre sus hermanos había muchos escribanos públicos sevillanos y ministros de la plaza y el 27 de marzo de 1641, fue recibido como hermano de esta Institución, el sarguero o pintor de lienzos, vecino de Sevilla, Francisco de Zurbarán.

Posteriormente, esta Hermandad se trasladaría al Convento de la Merced (actual Museo de Bellas Artes), donde se fusionaría con la tercera de las hermandades que originan la actual Hermandad de “la Bofetá”.

Hacia la segunda mitad del siglo XVII, nacer la tercera y última corporación religiosa que dará paso posteriormente a la actual Hermandad de “La Bofetá”, se trata de la hermandad penitencial titulada de la “Bofetá que dieron a Cristo en casa de Anás”, aunque este nombre no aparece registrado en ningún documento hasta el 28 de Agosto de 1694 con el título de “Cofradía del Santísimo Cristo de la Bofetada”, con residencia canónica en la Iglesia Casa Grande del Convento de la Merced (hoy Museo de Bellas Artes) desde finales del siglo anterior, y cuya cotitular mariana poseía la advocación del Nombre de María, pues la misma era según se cree, la Dolorosa de la Hermandad de Santa María de las Nieves (actual Santa María la Blanca), corporación que se había trasladado anteriormente a este templo de la orden mercedaria.

Retablo de la Inmaculada

En retablo de la Inmaculada es del siglo XVII (1630)   y la imagen de la titular, es obra de José Pimentel de 1630, procedente del convento Casa Grande del Carmen (ver), acompañada por lienzos con santo Domingo, san Francisco, los santos Juanes y, en el ático, el Dios Padre. 

En su construcción participaron Bartolomé de la Puerta, Blas de Castilla y Jacinto Pimentel, mientras que las tablas pictóricas son obra de Juan Sánchez Cotán.

El altar está cubierto de azulejos procedentes de la escuela de Hernando de Valladares, en el siglo XVI.

Tramo de la nave de la Epístola con el retablo de la Inmaculada

Retablo e imagen de la Inmaculada

Detalle del querubines en los pies de la Inmaculada. Crucifijo con los pies cruzados, el izquierdo sobre el derecho

Detalle de los querubines

Detalle de los querubines

San Juan Bautista y San Juan Evangelista

San Francisco y Santo Domingo

Dios Padre

Según cuenta la leyenda, esta Inmaculada, fue una de las imágenes que ocultaron los visigodos cuando los musulmanes invadieron la Península.

Se fundamenta en el hecho de que la efigie apareció en una cueva, al realizarse los cimientos para hacer la Capilla Mayor de la antigua iglesia del Carmen, debajo de una campana, colocada posteriormente en la torre. 

Antiguamente tenía una gran devoción popular, pero en la actualidad pasa casi desapercibida.

En el lateral del retablo un relieve de san Fernando y un cuadro al óleo sobre tabla de la Virgen de Setefilla, patrona de Lora del Rio, del imaginero y restaurador sevillano Antonio Díaz Arnido.

 

San Fernando

Virgen de Setefilla

La Hermandad de Setefilla peregrina hasta la Parroquia de San Lorenzo de Sevilla, cada segundo Domingo de Pascua, para celebrar una Solemne Función en su Honor.

Retablo de San José

Pasada la portada de la Epístola, se encuentra el Retablo de San José, de estilo neoclásico y elaborado alrededor de 1790 por Jacinto Pimentel. 

Tramo de la nave de la Epístola con el retablo de San José

La escultura del titular se aproxima al estilo de las obras de Cristóbal Ramos, quedando enmarcada por una serie de relieves que aluden a la vida de San José, y en el ático se ubica un relieve en madera de El Descendimiento. 

Retablo e imagen de San José

Detalle de San José con el Niño

Relieves laterales de la vida de San José con el Niño: Suelo de San José y huida a Egipto

El descendimiento en el ático

Bajo el Santo está la pequeña Virgen de Valme, patrona de la localidad de Dos Hermanas. 

A su lado los cuadros de los Papas Juan Pablo II y Juan XXIII.

Encima del retablo un cuadro de un ángel con el Niño.

Virgen de Valme

Detalle de una de los pequeños soportes de vela de la Virgen de Valme

Juan Pablo II y Juan XXIII

Ángel y el Niño

Y en el lateral del retablo un cuadro de la Virgen de los Reyes y   un pequeño retablo con un santo no identificado del que no tengo información.


La Virgen de los Reyes y un santo con el Niño

Y un azulejo de oración a san José con un "limosnero" y una placa indicativa de que esta iglesia es una de las veinticuatro que erigió el rey Fernando III.



Capilla Sacramental

La capilla del sagrario tiene su origen en 1694. La entonces muy pujante y poderosa Hermanad Sacramental Laurentina de san Lorenzo decide unir dos estancias para dar culto al Santísimo en un nuevo espacio sacro.

Uno de ellos, era la capilla de Nuestra Señora del Populo, que se situaba al este y cuyo patrono era por entonces el caballero veinticuatro Juan de Esquivel Medina y Barba.

El otro, era la denominada capilla de santa Ana, colindante por su muro occidental, con puerta abierta a la nave sur de la parroquia y con otro vado en el muro septentrional, que comunicaba con la zona donde hoy está la pila bautismal, y que pertenecía al Hospital de la Misericordia, por el patronato de don Pedro de Torres Urrutia.

El Mayordomo de la cofradía Juan Diez de Valdivieso consiguió la licencia de obra para la demolición del muro medianero y el inicio de los trabajos por parte del cantero Silvestre Roldan, autor de las cuatro columnas, el zócalo perimetral y otras labores de piedra, ejecutadas entre 1694 y 1699.

Paralelamente, las obras de albañilería fueron dirigidas por el maestro Feliz Romero Ojeda, con el auxilio de su padre Pedro Romero.

La obra se paralizó entre 1700 y 1702 por una controversia entre los maestros de la obra y otros arquitectos, sobre la necesidad de demoler la bóveda o salvarla, decidiéndose finalmente por la primera opción, uniendo de esta manera los tejados, cuestión que fue decidida, además de por factores arquitectónicos, porque era la postura defendida por Francisco Antonio Bucarrelli y Villacís, I marqués de Valle Hermoso.

Terminada la obra arquitectónica, y también por iniciativa de Francisco Antonio Bucarrelli y Villacis, I marqués de Valle Hermoso, se levantó el altar, que fue contratado el 5 de marzo de 1703 al arquitecto de retablos Pedro Ruiz Paniagua, que lo terminó en 1704, siendo sufragado parcialmente por dicho marqués.

A principios del año siguiente Eugenio Martínez de Rivas dono, para que presidiera el altar, una “imagen de nuestra señora” que representa a la Inmaculada Concepción, aunque según algunos autores podría tratarse del misterio de la Asunción de María. La escultura se tiene como obra, de segura atribución, del escultor italiano Nicolás Fumo.

Concluida la obra arquitectónica se acordó decorarla con pinturas murales, cuya ejecución tuvo dos fases diferenciales, siendo iniciada la primera de ellas en 1707 por el pintor Francisco Pérez de Pineda, si bien los trabajos se paralizaron a los pocos meses por problemas económicos y el desarrollo de un pleito entre los cofrades.

Tras la resolución judicial, diez años después, y al no llegarse a un nuevo acuerdo económico con Pérez de Pineda, se contrató, el 10 de octubre de 1711, con los maestros pintores y doradores Domingo Martínez (ver) y Gregorio Espinal la conclusión de la decoración pictórica de la capilla.

Se colocó el Santísimo Sacramento en su altar el 29 de julio de 1708 y finalizados los trabajos la capilla se bendijo el 24 de junio de 1718.

En 1733 la Cofradía del Santísimo Sacramento contrató a Benito de Hita y Castillo la hechura de dos ángeles lampareros, que el mismo restauró una década después para adaptarle sendas lámparas de plata.

Anexa a la capilla se labró la Sala de Cabildos, cuyo coste fue soportado conjuntamente por las Hermandades del Santísimo y la de Ánimas, terminándose la construcción en 1742 con el levantamiento de un almacén y la vivienda para el muñidor (ver).

Roldán define en su libro este espacio como "una iglesia dentro de la iglesia”, con rejas, ya que el pequeño espacio está concebido a semejanza de un pequeño templo con planta de cruz latina y cuatro potentes columnas de mármol rojo, de orden toscano con suplementos sobre los capiteles.

La capilla tiene dos accesos, uno a los pies en comunicación con la nave de la epistola y otro desde el presbiterio. Tras el altar se encuentra la Sala de Cabildos.

Sobre la reja de entrada hay un lienzo que representa La Adoración de los pastores, de autor y fecha no conocida. Y en el lateral izquierdo una imagen de la Virgen con el niño.

Entrada a la Capilla sacramental


Imagen a la izquierda de la reja y cuadro encima de ella


Visión desde la puerta de la nave lateral del presbiterio. Columnas marmóreas de orden toscano. 

 Visión desde la puerta del presbiterio. Columnas marmóreas de orden toscano.

Comenzamos la visita desde la puerta de acceso de la nave lateral del templo y observamos los paramentos en sentido contrario a las agujas del reloj, comenzando por el muro de la epístola de la capilla, seguimos por el retablo principal, seguimos el muro del evangelio y terminamos en los pies de la capilla, en la puerta de acceso.

En primer lugar   la representación de las “Bodas de Caná”.

Primer tramo de la pared de la epístola
Las bodas de Caná

En los paramentos del presbiterio y a sus espaldas, y en el brazo derecho de la cruz, aparecen jeroglíficos y sobre cada uno de ellos las figuras de una mujer bíblica, consideradas como una prefiguración de la Virgen María: Abigail, Rahab y Judith.

Segundo tramo
Detalle del jeroglífico de la parte inferior
Detalle de Abigail
Tercer tramo
Cuarto Tramo
Detalle del jeroglífico de la parte inferior
Detalle de Rahab
Al fondo y a la derecha del Altar Mayor
Detalle del jeroglífico de la parte inferior
Detalle de Judith

Seguidamente, preside la capilla, como hemos comentado, un retablo barroco ejecutado entre 1.703 y 1704 por Pedro Ruiz Paniagua que fue costeado en parte por don Francisco Bucarelli, marqués de Valdehermoso, destacado miembro de la Hermandad Sacramental, a la que también ofrendó un altar portátil de plata para llevar el viático a los enfermos.

El retablo se compone de un solo cuerpo dividido en tres calles y un ático, y emplea columnas salomónicas, siguiendo el estilo de Bernardo Simón de Pineda. 

Altar Mayor

Preside el retablo, en la hornacina principal, la Inmaculada, de estética Rococó, donada por Eugenio Martínez de Rivas, próxima al estilo de Cayetano de Acosta.

Inmaculada

En las calles laterales están las imágenes de San José en actitud itinerante con el Niño Jesús y Santa Ana con la Virgen Niña. 

San José con el niño
Detalle de San José y del Niño
Santa Ana con la Virgen Niña
Detalle de Santa Ana y de la Virgen Niña

En el ático encontramos representado el Misterio de la Santísima Trinidad: un relieve de Dios Padre y las esculturas de bulto redondo del Espíritu Santo en forma de paloma y del Hijo. 

Relieve de Dios Padre
Niño Jesús y Espíritu Santo

En el centro del banco se muestra el Sagrario y una imagen pequeña del Sagrado Corazón y la Inmaculada.

Sagrario
Pequeñas imágenes laterales

Más tardíos son los ángeles lampareros, de 1733 y salidos de la gubia de Benito Hita del Castillo.

Uno de los ángeles lampareros

Siguiendo la pared del evangelio se continúan los jeroglíficos y sobre cada uno de ellos las figuras de una mujer bíblica, consideradas como una prefiguración de la Virgen María: Esther, Devora y Ruth. 

Al fondo y a la izquierda del Altar Mayor
Detalle del jeroglífico de la parte inferior
Detalle de Esther
Primer tramo de la pared del Evangelio
Parte inferior
Detalle de Débora

En el acceso desde la capilla Mayor se ve una representación del Universo rodeado por el arco iris, y sobre él, el gran escudo de la familia Esquivel, Medina y Barba, que recuerda la donación de una de las dos capillas.

Reja y puerta de acceso al Presbiterio del templo
Representación del Universo
Escudo de la familia Esquivel, Medina y Barba

En la reja, destaca un cordero grande, que parece un caballo, llevando un banderín, es el cordero del Apocalipsis. Está subido a un libro con siete borlas, es el "Libro de los Siete Sellos" que será abierto por el cordero. El cordero representa a Cristo “El cordero de Dios que quita los pecados del mundo”.

Reja con el "Cordero del Apocalipsis"
Siguiente tramo del muro del Evangelio
Detalle del jeroglífico de la parte inferior
Detalle de Ruth

En la entrada de la capilla, en el lado del evangelio figura la Ultima cena (copia de la de Leonardo).

En el muro del evangelio a la entrada de la capilla 
Detalle de la parte superior
Ultima Cena

En el arco de la entrada, encima de la reja, se encuentra una tercera escena en la que se ve la "Caída del maná en el desierto".

Visión de los pies de la capilla 
Caída del mana en el desierto

El espacio de la capilla se cubre con bóvedas vaídas en la nave y los laterales del presbiterio, con una media naranja sobre pechinas en el crucero y con bóveda de cañón con lunetos en el presbiterio y los brazos laterales de la cruz.

El rico programa iconográfico, atribuido a Pérez de Pineda, contiene en la bóveda a cuatro doctores de la Iglesia latina, y además a santo Tomas de Aquino y a san Buenaventura, plasmándose en las pechinas el tetramorfos con los cuatro evangelistas.

Bóveda del crucero

San Agustín y San Ambrosio

San Gregorio Magno y San Jerónimo

Santo Tomas de Aquino y San Buenaventura

El Toro (San Lucas) y el Águila (san Juan)

El León (San Marcos) y el Ángel (San Mateo)

En las claves de las dos bóvedas laterales figuran, con fisonomía humana, el sol y la luna coronada de estrellas.

Bóveda de la Epístola con el Sol

Bóveda del Evangelio con la Luna

La bóveda de la nave de entrada contiene el león y la iconografía de alguna de las letanías lauretanas.


Bóveda de la nave de entrada
El Templo y el Pozo
La Fuente y la Torre
En el arco del Altar Mayor los animales evangelices, el Pelicano, el Cordero y el ave Fénix. 
Arco del Presbiterio
El Pelícano, el Cordero y el ave Fénix

En ella está enterrado Juan Ramírez Bustamante, "El Matusalén sevillano" (ver), que murió a los 121 años en 1.687.

Retablo de la Anunciación 

Lo preside una pintura de dicho tema de Pedro Villegas y Marmolejo, “una interpretación del tema basada en los tratadistas italianos del siglo XVI que se completa con otra escena de menor tamaño que representa “la Visitación”, según Manuel Jesús Roldán.

Encima del retablo un cuadro del "Bautismo de Cristo" y debajo una imagen pequeña del Sagrado Corazón.

Retablo de la Anunciación con la Pila del Bautismo
Cuadro de la Anunciación
Escena de la "Visitación " en el ático
Cuadro del "Bautismo de Jesús"

Sagrado Corazón

Retablo de "la Virgen de Granada" (ver)

De estilo barroco, obra de Fernando Barahona (1682). Se encuentra presidido por la escultura de la titular, obras de Roque Balduque de estilo renacentista (1554). Encima un Ángel con el cáliz y en el ático una escena de la "Visitación". 

Retablo y Virgen de la Granada

Detalle de la mano derecha portando la granada y la intención del Niño de cogerla


En el ático
Detalle de la Pila del Bautismo

Presbiterio

El presbiterio queda cubierto por una bóveda semiesférica sin linterna, iluminada por dos ventanas laterales, una en cada muro.

Se sustenta por pechinas , según reforma llevada a cabo por Diego López Bueno hacia 1615, y una decoración de estilo historicista que sería añadida durante la reforma que se hizo a finales del siglo XIX. Remata el presbiterio una bóveda de media naranja.

Se adorna con varios cuadros: Cristo servido por los ángeles después de sufrir las tres tentaciones del diablo en el desierto, de Juan de Uceda, siglo XVII y el Triunfo de la Eucaristía, de Francisco Pimentel, junto con cuadros de los Evangelistas del siglo XVIII, que se deben a los pintores Domingo Martínez y Gregorio Espina.

Presbiterio

Detalle del presbiterio sin el altar


Bóveda del Presbiterio


Ventana del lado de la 
Epístola


Ventana del lado del Evangelio 

En la pared de la Epístola, Cristo servido por los ángeles después de sufrir las tres tentaciones del diablo en el desierto

En la pared del Evangelio, Triunfo de la Eucaristía


Detalles del azulejo del banco del Altar Mayor



Detalle del zócalo de azulejos de la pared del Evangelio


Detalle del pulpito
Detalle del techo del pulpito

Retablo Mayor

El 30 de agosto de 1616, se escrituró con Diego López Bueno por 300 ducados de plata un sagrario de dos cuerpos donde se dispondrían las imágenes de san Pedro, San Pablo y la pura y limpia Concepción.

El 12 de junio de 1617 se contrató a Francisco Pacheco que por 250 ducados se encargó de pintar, dorar y estofar esta obra y las dos tablas que representan a los sacerdotes del antiguo testamento Aarón y Melquisedec.

En 1630 se retoma la obra de finalización del retablo, por parte de Juan Martines Montañés, por la autorización del provisor del Arzobispado, pero con la condición que se iniciaría cuando hubiera fondos, por lo cual la firma del contrato se efectuó el 14 de julio de 1632, especificándose su costo de 6000 ducados en un plazo de tres años.

Montañes terminó el primer cuerpo en octubre de 1635, y el tercero en octubre de 1638, y toda la ejecución se caracterizó por desencuentros económicos del escultor con la Fabrica de la parroquia y la intervención de diversos tasadores, por lo que la relación culminó el 24 de octubre de 1639.

El 18 de septiembre de 1645, por medio de escritura pública, Montañes traspasó el trabajo del altar a Felipe de Ribas, que realizó la talla del crucificado que remata el retablo, san Lorenzo, seis ángeles y uno de los relieves que representa al mártir repartiendo limosnas, pero Felipe de ribas falleció en 1648 por lo cual su hermano Francisco Dionisio se encargó de acabar la obra que quedó completamente terminada el 4 de febrero de 1652.

Durante el mes de julio de 2015 se realiza una limpieza, patrocinada por el Arzobispado con la dirección de Agustín Martín de Soto y Antonio Gamero Osuna.  

Este Retablo Mayor está compuesto por banco, dos cuerpos de tres calles y ático.

Retablo Mayor

En el primer cuerpo, en el centro, el sagrario  con las imágenes de san Pedro, San Pablo y las dos tablas de Aarón y Melquisedec y la Inmaculada Concepción. De Diego López Bueno y Francisco Pacheco en 1616.

Sagrario
San Pedro y san Pablo y detrás de ellos las tablas de Aarón y Mequiasedec
Inmaculada

En los laterales del primer cuerpo, en la calle de la izquierda, san Lorenzo recibiendo los tesoros de la Iglesia por parte de Sixto II (Felipe y Francisco Dionisio de Ribas, 1649-1652) y Dando limosna a los pobres (Felipe de Ribas, 1645), en la calle derecha. 

San Lorenzo recibiendo los tesoros de la Iglesia y San Lorenzo dando limosna a los pobres
Ángeles del primer cuerpo

En el segundo cuerpo se sitúa San Lorenzo, obra de Felipe de Ribas de 1645, en el centro. La Flagelación y el Martirio de san Lorenzo (derecho e izquierda), obras de Felipe y Francisco Dionisio de Ribas, 1649-1652.

San Lorenzo
Flagelación y martirio de san Lorenzo

En el ático el Crucificado (ver) y los ángeles tenantes, obra de Felipe de Ribas de 1645.

Crucificado

Ángeles tenantes del lado izquierdo del ático

En la nave izquierda (del Evangelio), desde el altar mayor al coro, encontramos:

1º) Retablo del Cristo del Amparo

2º) Cristo de la fatiga

3º) Capilla de las Animas

4º) Capilla de Santa Ana

5º) capilla de la Soledad

6) Retablo Virgen de Belén

Cabecera de la nave del Evangelio
Retablo del Santo Cristo del Amparode estilo barroco, obra de Fernando Barahona (1682). 

El Crucificado del Santísimo Cristo del Amparo (ver), también barroco, atribuido a Francisco Dionisio de Ribas (aunque no de forma unánime), es de la misma época que el Retablo Mayor.

La leyenda popular afirma que este era el Crucificado destinado a coronar el Retablo Mayor, pero que, al tallarse en un tamaño demasiado pequeño, se hubo de realizar otro de mayores proporciones, destinando el primero a presidir este pequeño retablo.

Francamente, no deja de ser extraño que con la experiencia que tenían los hermanos Ribas, imagineros ya consagrados en esta época, tuvieran un fallo tan garrafal.

En el ático figura un medallón en relieve que nos muestra una escena de La oración en el huerto.

A sus pies la imagen de Santa Ángela de la Cruz.

Dos cuadros en el lateral del retablo, de los que no tengo información.

Retablo e imagen del Cristo del Amparo

Medallón de la Oración en el Huerto, en el ático

Santa Ángela de la Cruz, a los pies del retablo

Cuadros en los laterales del retablo

Detalles del azulejo del banco del retablo

Capilla de la Inmaculada Milagrosa, también llamada del Cristo de las Fatigas, que tiene dos entradas, una desde la nave central y otra por la cabecera de la nave exterior del Evangelio.

En las paredes de la entrada de la nave central un cuadro y una reliquia del beato Marcelo Spinola, un cuadro San Agustín con la Virgen y el Niño y otro cuadro del que no tengo información. 

Visión de la capilla desde la nave central

Cuadro del beato Marcelo Spinola

Reliquia de Marcelo Spinola

San Agustín con la Virgen y el Niño

Cuadro de un Santo

En la pared de la entrada de la nave exterior del evangelio, una imagen de san Lorenzo, un pequeño retablo del que no tengo información y un tapiz en la parte superior.

Visión de la capilla desde la cabecera de la nave del evangelio
Imágenes de los laterales de la entrada (san Lorenzo)

Tapiz superior

La capilla esta cubierta por una bóveda octogonal de época mudéjar, muy deteriorada.


Bóveda

Contiene esta capilla una interesante pintura mural que representa La Calle de la Amargura, del siglo XVI, atribuida en tiempo reciente a Luis de Vargasuna, se denomina Cristo de las Fatigas en su camino al Calvario. 


Cristo de la Fatiga

Con motivo de estar en restauración la imagen de la Virgen del Carmen, temporalmente podemos ver el retablo completo del Cristo de la Amargura.

Retablo exento del Cristo de la Amargura
Cristo de la Amargura

También presenta una pequeña imagen de la Inmaculada Milagrosa, y dos azulejos, uno de María santísima en su Soledad y otro de un crucificado.

Inmaculada Milagrosa
Azulejo de María Santísima en su Soledad y Crucificado

En el centro la imagen de Nuestra Señora del Carmen, talla gótica del XVI, la más antigua de las imágenes que existen en la ciudad, que procede del antiguo convento carmelita de la calle Baños. 

Imagen de Nuestra Señora del Carmen que tapa parcialmente el cuadro del Señor de la Fatigas

Detalle de Nuestra Señoras del Carmen sin la corona


Destaca en esta capilla la magnífica azulejería de clavos del taller trianero de Valladares, fechada en 1.599 y clasificada por algunos especialistas como la mejor de España en su género. 

Capilla de las Ánimas Benditas del Purgatorio decorada con un frontal de azulejería trianera de finales del XVI.

A su izquierda, la Virgen de la Leche, del siglo XVI y dos cuadros.

Visión de la capilla de las ánimas Benditas del Purgatorio

El retablo es de Fernando de Barahona de 1677, y en su centro se halla una pintura con las Ánimas Benditas del Purgatorio, pintura de grandes dimensiones que se realizó en 1.587.

Pintura de las Ánimas Benditas del Purgatorio
Ático del retablo

Se trata de un espacio rectangular, con bóveda de cañón, que, en un principio, debió ser de dimensiones superiores, quedando reducida solo a su cabecera original al incorporarse el resto de la misma a la quinta nave, surgida tras la reforma barroca del edificio. 

La Virgen de la Leche
Cuadros de la pared

La Capilla de Santa Ana, antigua Capilla Bautismal, recibe el nombre por el grupo escultórico que representa a Santa Ana enseñando a leer a la Virgen Niña, perteneciente a la escuela de José Montes de Oca (finales del XVII, principios del XVIII). 

Visión de la capilla de Santa Ana

Santa Ana con la Virgen Niña

Está presidida, en la pared izquierda de la capilla, por un magnífico cuadro de la Inmaculada de Francisco Pacheco.

En la pared derecha un cuadro de un crucificado. 

Cuadro de la Inmaculada y Crucificado

En el frontal una imagen del Niño Jesús, anónimo del siglo XVII.

Niño Jesús

En el suelo, dentro de una vitrina, el libro de reglas (Facsímil del original de 1691) y el Simpecado de Gala (anónimo 1723-1736) de la Hermandad de Nuestra Señora de Roca-Amador.

Vitrina

En el exterior el cepillo de Señora santa Ana y un pequeño retablo de San Antonio de Padua.


San Antonio de Padua
Zócalo de azulejo

La Capilla de la Soledad, del XVIII, consta de una planta cuadrada, cerrada por una reja del siglo XIX, procedente de la capilla de la iglesia de san Miguel (ver).

Imagen de la capilla cerrada

Imagen de la capilla abierta

Está cubierta por una bóveda ochavada que descansa sobre trompas angulares, y un tramo menor con bóveda de cañón al fondo. 

Bóveda

Detalles de la cúpula

Detalles de la cúpula

Detalles de la cúpula

Detalles de la cúpula

Detalle de las pechinas


Detalle de las pechinas

El retablo es originario del siglo XVIII, con abundante rocalla, compuesto de un cuerpo y tres calles, con soportes en forma de estípites y rematado por un ático de perfiles curvos. 

Retablo de la capilla de la Virgen de la Soledad

La Virgen de la Soledad, situada en el camarín central, es considerada como talla anónima y como la dolorosa más antigua de Sevilla, pues no se sabe con exactitud su fecha de realización, habiendo quien la data a finales del siglo XVI.

Pero, muy recientemente, es atribuida al genovés Jácomo Verlardi y al cordobés Andrés de Castillejo, y es lo único que se conserva desde la fundación de la Hermandad, a mediados del siglo XVI.

Se trata de una imagen de candelero, aunque se considera que en sus orígenes fue escultura de talla.

La Virgen lleva diadema de oro de ley, hecha en 1978. La saya está bordada en el siglo XIX, y el manto es de terciopelo negro, bordado en oro en 1875. 






Flanqueando el camarín se encuentran las tallas de san Pascual Bailón y san Benito.

San Pascual Bailón y san Benito

En 1.957, con motivo de la celebración del IV Centenario de la Hermandad, se efectuó una profunda remodelación, actuándose sobre el altar, con ampliación del camarín y redorado de todo el conjunto. Igualmente se colocó solería y zócalo de mármol, se instalaron nuevas puertas de carpintería y se decoró la bóveda con pinturas murales de Rafael Blas Rodríguez (1.957).

En las paredes laterales se encuentran dos lienzos del siglo XVIII que representan La Adoración de los Magos y Los Desposorios de la Virgen donados a la Hermandad en 1.950 por Joaquín Romero Murube. 

La Adoración de los Magos

Los Desposorios de la Virgen

En los años ochenta del siglo pasado se colocan las lámparas de plata labradas por Manuel Seco Velasco con escenas de la Pasión de Cristo en cada eslabón.

Hermandad de la Soledad. 

Esta Hermandad tuvo su origen a mediados del siglo XVI, con sede en el convento de santo Domingo de Silos (sobre el que posteriormente se edificó la iglesia de san Benito), extramuros de la ciudad. Sus primeras reglas penitenciales están datadas en 1557.

Pocos años después, tras pasar por los templos de Santiago de la Espada (1.561-1.568) (donde construyó una capilla a su costa) y el Hospital del Amor de Dios (1.569), se estableció en la Casa del Carmen Calzado de Sevilla, en cuyo compás construyó unas capillas propias en 1584, y en la cual permaneció desde 1.575 hasta 1.810.

Estas capillas poseían tres retablos y uno de ellos tenía doce escalones que los fieles los subían de rodillas, rezando Ave Marías para conseguir indulgencias, como en la Santa Escala de Roma. ​

Durante mucho tiempo, sobre todo en los tiempos en el Convento del Carmen, pertenecieron a ella muchos nobles y miembros de la Real Maestranza de Caballería, de la nobleza y del estamento aristocrático de la ciudad.

Desgraciadamente, llegaron los franceses, que utilizaron la capilla como establo y caballeriza, destruyéndola por entero, incluido el retablo barroco que tallara Bernardo Simón de Pineda en 1.682.

Afortunadamente, de forma previsora, se escondió tanto la imagen de la Virgen como los objetos de plata y las joyas. Tanto la talla de la Virgen como su tesoro residieron un tiempo en casas particulares hasta pasar a la desaparecida iglesia de san Miguel (con un lamentable caso de apropiación indebida a cargo de un clérigo de por medio) que, en 1.868, fue derribada durante la revolución La Gloriosa.

La Virgen volvió a emprender nuevo camino y se aposentó, esta vez ya definitivamente en la iglesia de san Lorenzo.

Retablo de la Virgen de Belén, pintada sobre mármol, con el Niño Jesús y San Juanito, obra del pintor renacentista Villegas Marmolejo, siglo XVI. 

Visión del espacio del Retablo de la Virgen de Belén
Cuadro de la Virgen de Belén

Se completa sobre el altar con un Ecce Homo.  

Ecce Homo

En el muro situado al lado de este retablo, se presenta una pintura moderna del cardenal Spínola, tan ligado a esta parroquia.

Bajo el retablo está enterrado el autor del cuadro, recordándolo una placa de mármol

A su lado, retratos de los santos recientemente canonizados José María Escrivá (con una reliquia) y el sevillano Manuel González.

Sobre el retablo el cuadro de San Rodrigo de Córdoba, cristiano en época musulmana.

José María Escriba y su reliquia
Manuel González y san Rodrigo de Córdoba

En el muro lateral los cuadros de San Antonio, El Niño Jesús, la Virgen de Aguas Santas. 

Muro lateral

San Antonio

El Niño Jesús y Nuestra Señora de Aguas Santas


Coro.

A los pies de la nave central, adonde se abría la antigua puerta principal (calle Eslava), se encuentra el coro de la iglesia, compuesto por 23 asientos y un facistol, realizados por el maestro carpintero Juan Leonardo a partir de 1.713.

El Pie de la nave

Coro

Detalle de los asientos

Detalle del facistol

Sobre él, en una tribuna, se sitúa un órgano del siglo XVIII, cuya caja es obra del maestro Juan Calero.


Órgano

Tribuna


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