RUTAS POR SEVILLA: Santos y Santas Mártires
San Lorenzo
Según la tradición, Lorenzo nació en Huesca
(Hispania Tarraconensis), pero podría ser en Valencia donde sus padres vivieron
temporalmente.
Su nombre en latín (Laurentius) significa
“Laurel” o “Coronado de Laurel y su historia ha sido narrada por san Ambrosio,
San Agustín y el poeta Prudencio.
Fue nombrado diacono en 257 por el papa Sixto,
oficio de gran responsabilidad pues era el encargado de administrar los bienes
de la iglesia y distribuir las ayudas a los pobres, por lo que podemos
considerar que es uno de los primeros archivista y tesoreros de la iglesia y por
tanto el patrón de los bibliotecarios.
Lorenzo era uno de
los siete diáconos de Roma, o sea uno de los siete hombres de confianza del
Sumo Pontífice. Es el tercer santo patrón de la ciudad de Roma,
después de san Pedro y san Pablo.
Según la leyenda, el Santo Grial (la copa
usada por Jesús y los Apóstoles en la última cena) fue uno de los tesoros de la
iglesia confiados a Lorenzo, y este consiguió enviarlo a Huesca, donde residía
parte de su familia, a través de un condiscípulo y compatriota hispano llamado
Precelio, originario de Hippo en Carpetania (actual Yepes). En Huesca sería
depositado en la iglesia de san Pedro y escondido, posteriormente, por el
obispo Acilso, en 711, durante la invasión musulmana de la península.
En el año 257 el emperador, ante el progreso
del cristianismo en el Imperio, proclamó un edicto por el que condenaba a
muerte a todo el que se declarara cristiano, y muchos sacerdotes y obispos
fueron ajusticiados, mientras que los nobles y senadores fueron privados de sus
bienes y condenados al exilio.
Una leyenda, posiblemente creada por Ambrosio
de Milán, refiere que Lorenzo se encontró con Sixto en su camino al martirio: “¿Adónde vas, querido padre, sin tu hijo? ¿Adónde te
apresuras, santo padre, sin tu diácono? Nunca antes montaste el altar de
sacrificios sin tu sirviente, ¿y ahora deseas hacerlo sin mí?»”. Entonces el
papa profetizó: “En tres días tú me seguirás”, y Lorenzo
se alegró al poder gozar pronto de la gloria de Dios.
Tras la muerte del Papa, el alcalde de Roma
ordenó a Lorenzo que le entregara todas las riquezas de la iglesia y este
solicitó tres días para poder recolectarlas.
En esos tres días invitó a todos los pobres,
lisiados, mendigos, huérfanos, viudas, ancianos, mutilados, ciegos y leprosos a
los que ayudaba habitualmente y compareció ante el prefecto, refiriéndole que
esos eran los tesoros más apreciados de la Iglesia de Cristo. Evidentemente, el
prefecto consideró este hecho como una burla a Roma y al Emperador, y lo
condenó a muerte.
Fue quemado vivo en una parrilla cerca del “Campo de Verano” en Roma y cuenta la leyenda que durante el martirio exclamó: “Assum est, inqüit, versa et manduca” (Asado está, parece, gíralo y cómelo).
Esto
ocurrió el 10 de agosto del año 258
y el poeta Prudencio considera que este martirio incentivó la conversión al
cristianismo en Roma, en el pueblo y entre la nobleza y los senadores,
contribuyendo a la disminución de la idolatría.
Lorenzo fue enterrado en la Vía Tiburtina, en
las catacumbas de Ciriaca, por Hipólito de Roma y el presbítero Justino y se
dice que Constantino I el Grande mandó construir un pequeño oratorio, y más
tarde el Papa Dámaso (366-384) lo reconstruyó convirtiéndolo en la Iglesia
conocida actualmente como Basílica di San Lorenzo fuori le Mura y sobre el
lugar de su martirio se alza la Iglesia de san Lorenzo in Panisperna. Estos
hechos son ratificados por los estudios de Pietro Guidi en los antiguos
martirologios.
En el siglo XII, según el Papa Pacual II, la
parrilla usada en el martirio de San Lorenzo esta guardada en la Iglesia de san
Lorenzo en Lucina y anualmente, el día 10 de agosto, en la Ciudad del Vaticano
se expone un relicario que contiene la supuesta cabeza quemada de san Lorenzo.
El Monasterio de san Lorenzo del Escorial de
Madrid fue mandado construir por Felipe II, por la supuesta intercesión de san
Lorenzo en la victoria de San Quintín. Es erróneo que dicho monasterio tenga
forma de parrilla, como se había considerado popularmente, en reconocimiento del
instrumento de su tortura.
Iconográficamente se representa como un joven imberbe, con tonsura clerical, con la dalmática (prenda propia del diácono), la palma de mártir y la parrilla de su martirio.
En este cuadro, san Lorenzo aparece aislado en el centro de la composición, extendiendo
su mano hacia el prefecto. Su cuerpo manifiesta una
gran tensión muscular sin llegar a ser un desnudo apolíneo idealizado.
Los verdugos, dispuestos en una simetría de colores azules y rojos,
adoptan posiciones de esfuerzo; unos traen carbón y leña y otros avivan las
llamas debajo de la parrilla en la que se realiza el martirio del joven
diácono. Uno de estos sopla sobre el fuego con una caña.
San Lorenzo. Zurbarán, Francisco de. 1638-1639. Óleo sobre lienzo. 61 x 81 cm. Museo de Cádiz
Decoración de las paredes del Presbiterio de la iglesia de Santa Rosalía
Gracias de nuevo por tus relatos tan interesantes.
ResponderEliminarMagnífico!
ResponderEliminar