AREA DE SAN LORENZO
Iglesia de santa Rosalía.
La iglesia es barroca y en su exterior, tras pasar la reja, se pueden admirar los azulejos del Cristo del
Gran Poder, en relación con su estancia en 2008 y la puerta lateral de entrada
al salón del convento.
De la iglesia original tan solo se conserva la portada de Diego Antonio Díaz (ver) (inicios ss. XVIII). Está elaborada con ladrillo enfoscado y pintado, constando de dos cuerpos.
En el primero se sitúan dos pares de pilastras
dóricas cajeadas, que flanquean el vano adintelado encuadrado por un arco de
medio punto, en cuyo tímpano aparece la figura de la santa titular en el
interior de una hornacina.
El segundo cuerpo se apoya sobre una cornisa, soportada por canecillos cuadrados, mostrando una moldura en arco de medio punto mixtilíneo con pilastra central.
Corona este
espacio un crucifijo tallado en piedra, escoltado por dos pináculos, todos
ellos pintados en el mismo color de la fachada.
El interior está muy ricamente decorado,
característico del barroco de la segunda mitad del siglo XVIII, con gran
suntuosidad y profusión de elementos decorativos, que contrasta con la
austeridad de las monjas.
La iglesia es de cruz latina, con cabecera
plana, de una sola nave de cuatro tramos separados por contrafuertes, siendo el crucero con anchos brazos
poco perceptible.
Tanto la nave como los brazos del crucero
muestran bóvedas de cañón con lunetos, reforzada con arcos fajones que se apoyan
sobre pilastras cajeadas de orden toscano adosadas a los muros.
El crucero, en cambio, luce bóveda vaída o de
pañuelo, con una linterna central ciega, sin pinturas ni ningún tipo de adorno.
Visión
general del interior de la iglesia desde la puerta de entrada
Visión
general del interior de la iglesia desde el Altar Mayor
Los retablos y esculturas originales de esta iglesia fueron realizados por Pedro Duque Cornejo, y se perdieron, prácticamente en su totalidad, en el incendio de 1.761, que también acabó con el órgano tallado por Luis de Vilches.
La mayoría de los que se muestran actualmente son de Cayetano de Acosta, realizados entre 1.761 y 1.763, paralelamente a la reconstrucción del templo.
Son once en total, de estilo barroco con abundante ornamentación de rocallas, estípites, motivos vegetales y todo tipo de molduras.
Recuerdan enormemente a los de la capillita de san José
y el de la Capilla Sacramental de la iglesia del Salvador, del mismo autor y
época. Anteriormente había esculpido la estatua de la Fama y las fuentes y
diversos detalles ornamentales de la Real Fábrica de Tabacos.
Comenzamos la visita del muro de la epístola desde los pies del templo hacia la cabecera.
A los pies del muro de la Epístola (muro derecho), se encuentra la pila para el
agua bendita, tallada en piedra y que muestra un tremendo desgaste debido a
su antigüedad.
Pila
de Agua Bendita
En el primer tramo, tras la pila de agua bendita, encontramos un confesionario
sobre el que se sitúa un lienzo que muestra a san Francisco abrazando a
Jesucristo Crucificado, copia del original de Murillo, que se conserva en la
Sala V del Museo de Bellas Artes.
A continuación, el retablo neoclásico de la Divina Pastora, de principios del siglo XIX, de gran devoción entre los frailes y monjas capuchinos (más tarde extendida a toda España e Iberoamérica).
Esta devoción tuvo su origen en las apariciones milagrosas a fray Isidoro de Sevilla en el convento masculino de la ciudad.
Está realizado en madera policromada imitando
jaspe.
Retablo
de la Divina Pastora
Le sigue, ya en el último
tramo de la Epístola, un arcosolio con una copia de una pintura de Murillo de
un crucificado con la Magdalena y encima otra copia de Murillo de san Pedro
Penitente, que queda eclipsada por el espectacular púlpito de madera
imitando jaspe, con una escultura de la Fe en el tornavoz, datado en la segunda
mitad del siglo XVIII.
Tras rebasar el púlpito
pasamos al crucero. Este
tiene la particularidad de que las cuatro esquinas de sus respectivos arcos
torales están achaflanadas, mostrando cada uno de ellos una hornacina con la
figura de un santo capuchino en la parte superior y un retablo en la zona
inferior, todos de la misma factura, fecha y autor, Cayetano de Acosta.
La primera hornacina
acoge la talla de san Fidel de Sigmaringa, noble de padre español y
madre alemana, que nació en Suabia. Brillante estudiante, abre despacho de
abogado en Alsacia, dedicando especialmente su labor a los pobres y
desfavorecidos. Sin embargo, desilusionado por métodos poco ortodoxos, cuando
no corruptos, de sus colegas, decide consagrarse al sacerdocio, ingresando en la Orden de Frailes Menores Capuchinos. Se dedicó activamente
a la predicación, en tiempos de feroz lucha entre católicos y protestantes. En
una de sus prédicas, en Suiza, fue asesinado a espadazos y garrotazos por un
grupo de fanáticos.
San
Fidel de Sigmaringa
Bajo él se encuentra
el retablo de santa Inés de Asís, fechables hacia 1763, hermana
menor de santa Clara y cofundadora de la Orden de las Clarisas.
Retablo
de Santa Isabel de Asís
Junto al retablo,
una vitrina con un Niño Jesús del siglo XVIII.
Niño
Jesús
Una reja
separa el crucero en dos partes, la delantera reservada a la Santa Misa y
rezos de las monjas del convento, aunque permanece abierta cuando no se
realizan esas actividades.
Reja
de Separación
Pasada la verja, el retablo de santa Teresa de Jesús, revestida como Doctora de la Iglesia.
Retablo
de Santa Teresa de Jesús
A sus lados, san Joaquín y santa Ana y, junto al retablo, otra vitrina con un Niño Jesús del siglo XVIII.
Era costumbre muy extendida en estos tiempos que, al profesar, las novicias aportaran como dote una imagen del Niño Jesús y de ahí la abundancia de estas representaciones en los conventos españoles.
Ático del retablo
El
segundo chaflán, entre el brazo de la Epístola del crucero y el presbiterio,
acoge el retablo de la Virgen del Pilar, sobre la que vemos a San Serafín
de Montegranario, confesor, nacido a comienzos del siglo XVII en Ascoli, Italia, religioso de la Orden de los Hermanos
Menores Capuchinos, que se distinguió por su humildad, pobreza y piedad.
El retablo mayor de la iglesia es obra de Cayetano de Acosta, quien lo realizó entre 1761 y 1763, al igual que los restantes retablos que adornan el templo.
Es de madera dorada y tiene un diseño
aparatoso, movido y ondulante, propio de este artista de modo que sus líneas arquitectónicas
muestran un gran movimiento de líneas quebradas y ondulantes con gran efecto
teatral.
Consta de tres calles, separadas por medio de estípites
con decoración de rocallas. Las esculturas que lo adornan fueron ejecutadas por
el mismo autor del retablo, de magnifica factura.
En la calle central, por encima del sagrario se habla de una pequeña imagen de san Miguel, pero yo lo que encuentro es un pequeño crucifijo o una pequeña custodia, según el día de la visita.
En la hornacina central destaca la suntuosa imagen de la Inmaculada.
En la calle de la derecha una imagen de san
Francisco de Asís, por encima un medio busto de Santo Domingo de Guzmán. San Francisco presenta un estofado de
su túnica de singular riqueza, incluyendo labores de relieve que parecen ser
una imitación de modelos italianos que Cayetano D'Acosta debió conocer en su
estancia en Cádiz.
En la calle de la izquierda, son de notable interés las figuran que representan santa Clara de Asís y
por encima un busto de san Antonio de Padua (fundadores de la Orden Franciscana en sus ramas
masculina y femenina).
Se remata con un pabellón
de tela encolada que sigue los modelos teatrales de Pedro Duque Cornejo en la
Iglesia de San Luis de los Franceses, aunque en este caso no se emplee la
corona como elemento de sostén.
En la zona del ático
aparece la figura de Santa Rosalía (ver), como
titular del convento y de la Iglesia, y en los laterales de la hornacina, los escudos del
arzobispo Palafox.
La decoración de la zona del presbiterio se completa con unas pinturas murales entre las que destaca la de la bóveda, que intenta producir el efecto ilusionista de una cúpula en perspectiva.
Aquí se representa a Dios Padre entre ángeles, pudiendo
identificarse a San Lorenzo, a la izquierda, con la parrilla de su martirio y a San Esteban, a la derecha, el
protomártir, reconocible por su vestimenta de diácono.
Dios Padre entre Ángeles
En los muros laterales de este presbiterio aparecen pinturas, también al temple, que representan la ordenación de Santa Clara por San Francisco y Santa Clara expulsando a los sarracenos de Asís (recuérdese que el convento es franciscano).
También figuran efigies de la Magdalena y San María Egipciaca.
Todo este conjunto pictórico presenta claramente
el estilo del pintor Juan de Espinal,
siendo fechable hacia 1763.
Ordenación
de santa Clara por san Francisco
Santa
Clara expulsando a los Sarracenos de Asís
Santa
María Egipciaca
En el lado izquierdo del presbiterio, curiosamente, se encuentra
la entrada a la clausura que conduce
a un patio interior donde se distribuyen los alojamientos de las monjas.
Entrada
a la Clausura
Los ángeles lampareros de Cayetano de Acostan flanquean el presbiterio.
En la cabecera del muro del Evangelio (muro izquierdo), el Retablo de San José y sobre él, San Félix de Cantalicio, hijo de dos campesinos muy pobres y piadosos.
Félix de niño tuvo por oficio pastorear
ovejas, y en el campo, trazaba una cruz en la corteza de un árbol, y ante esa
cruz pasaba horas rezando. Era muy devoto del santo Rosario, y decía que, en
cualquier oficio y a cualquier hora, hay que acordarse de Dios y ofrecer por Él todo lo que se
hace o sufre. Ingresó en
los padres Capuchinos y su oficio fue el de pedir limosna
por las calles de Roma , para ayudar a los necesitados.
Junto al retablo, otra
vitrina con un Niño Jesús del siglo XVIII.
Le sigue el retablo de San
Luis de Tolosa, sobre el
que vemos a San José de Leonisa, en el ático, y flanqueando los
laterales, esculturas de San Luis Gonzaga y San Francisco de Borja.
San
Luis de Tolosa fue
un santo católico italiano, hijo del rey Carlos II de Nápoles y Sicilia y de la reina María de Hungría, hija del
rey Esteban V de Hungría. Cuando el rey Alfonso III liberó a su padre, Luis fue enviado como huésped a Barcelona (1287) junto con dos hermanos más (Roberto, el futuro Roberto I de Nápoles, y Ramón Berenguer).
Durante su periodo en Cataluña tuvo como maestro al padre Jacques Deuze, que más
tarde fue el Papa Juan XXII. Desde muy niño ya era muy devoto y
religioso y aprovechaba sus salidas para visitar a los enfermos de Barcelona, y
personalmente lavaba a los leprosos. Se puso enfermo e ingresó en la orden de
los franciscano,
y finalmente sanó. Fue obispo de Toulouse desde el 29 de diciembre de 1296 hasta su muerte.
San José de Leonisa, Eufranio Desiderio, nació en
Leonisa, una pequeña ciudad en Umbría, ahora la Lazio. Desde pequeño
estuvo marcada su vida por la mentalidad religiosa. Solía alzar pequeños
altares y pasaba mucho tiempo rezando. Los viernes solía pasar los días con la
compañía de San Saviour. Fue educado por su tío, que había planeado su boda,
pero cuando cumplió 16 años cayó víctima de unas fiebres e ingresó, sin
parientes próximos, en la Orden de los Capuchinos realizando su
noviciado en el convento de Carcerelle cerca de Asís.
Dentro de la orden se caracterizó por su fuerza de voluntad a la hora de
ayunar.
Retablo e imagen de san Luis de Tolosa
San Luis Gonzaga y
San José de Leonisa
Le sigue el retablo de San Antonio de Padua, de mucha
devoción, y a su izquierda una vitrina con santa Teresa.
Seguidamente el acceso a la sacristía y al convento (ver) contenía algunos
elementos valiosos traídos por los mecenas del convento. Actualmente destacamos
dos crucificados, uno de ellos pintado sobre una cruz de madera.
Se complementa con
pinturas, copias de cuadros de Murillo.
Copia
de Murillo
Crucificado pintado sobre cruz de madera
Seguidamente el retablo
vitrina de Santa Rosalía,
en la cueva de Palermo, que es el único de estilo neoclásico, realizado en
madera policromada imitando jaspe, y en el ático copia de pintura de Murillo.
Y finalmente
una vitrina con san Antonio y una copia de la pintura de Murillo de santa
Isabel lavando la lesión tiñosa de un niño, bajo la atenta mirada de sus
auxiliares.
Termina con pila de agua bendita y
destaca el cancel de madera de la puerta principal que es de excelente talla,
siendo fechable en el último tercio del siglo XVIII.
Detallada descripción del convento de Santa Rosalia, es perfecta para realizar una visita y fijarnos en tantos detalles como se describen en este artículo.
ResponderEliminarIsabel.
Habrá q visitar la iglesia, que yo pensaba que era, pequeña. Pues parece muy interesante de ver, con todas tus enseñanzas
ResponderEliminarTu descripción tan detallada consigue animar la visita de este Convento, tan cercano...físicamente. Tu papel de Cronista Gráfico de Sevilla , está en alza. Gracias, una vez más.
EliminarMe ha maravillado el trabajo exhaustivo, y información a través del conjunto de muy buenas fotos. Es una llamada para ver esta iglesia.Enhorabuena
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