domingo, 14 de mayo de 2023

 AREA DE SAN LORENZO

Convento de santa Rosalía.

La existencia de este convento de santa Rosalía está estrechamente ligada al cardenal Jaime de Palafox y Cardona (ver).

Retrato del prelado Jaime de Palafox y Cardona. Obra anónima del siglo XVIII. Catedral de Sevilla

Llegó a la península como arzobispo de Sevilla, y aquí introdujo la devoción a la santa siciliana.

Para ello creó en 1.701 un convento del que se encargarían seis monjas franciscanas capuchinas provenientes de Zaragoza, entre las que se encontraba su hermana, sor Josefa Manuela, que ejercería de abadesa, y su sobrina, sor Andrea Serafina.

Esta congregación también tiene orígenes italianos en las reformas y divisiones de los franciscanos de la primera orden que se reflejarías, posteriormente, en la Orden de las Clarisas.

Poco después del nacimiento de los capuchinos (1525), surgió en Nápoles el primer monasterio de clarisas capuchinas. Su origen fue un hospital de incurables de Nápoles, fundado por la noble viuda española María Lorenza Longo.

En 1533 pasó su dirección a San Cayetano de Thienne, fundador de los teatinos, que dio al grupo un marcado acento contemplativo y que obtuvo de la Santa Sede la aprobación canónica con el nombre de Hermanas Franciscanas de la Tercera Orden, mientras María Lorenza establecía una clausura rigurosa.

En 1538, San Cayetano las confió al cuidado de los capuchinos, siendo confirmadas el mismo año por Pablo III bajo la regla de Santa Clara, por deseo de la fundadora. Su característica principal sería "la estricta observancia de la regla de Santa Clara": máxima pobreza, austeridad, estricta clausura, sencillez fraterna e intensa vida de oración.

Pero, como hemos comentado, la historia de la fundación sevillana comenzó unida a la del siglo XVIII, bajo los auspicios del cardenal Jaime Palafox.

Para la construcción del monasterio se compraron varias casas en la calle del Naranjuelo, que pronto pasó a llamarse calle de las Capuchinas (actual cardenal Spinola), que eran propiedad del monasterio de la orden de san Jerónimo y que comprendía una ermita del siglo XVI dedicada a San Blas.

La primera piedra de la iglesia actual, fue puesta, según nos cuenta Justino Matute, en octubre de dicho año por don Agustín Jaime de Palafox, Arcediano de Jerez y sobrino del arzobispo y de la abadesa.

La construcción se inició en octubre de 1701, por el arquitecto Diego Antonio Díaz (ver) y durante las obras, las monjas se establecieron en una casa en Santa Marina.

El arzobispo falleció antes de su culminación, pero las monjas siguieron la construcción ayudadas por las limosnas y donativos de los fieles. La parte más importante de la aportación económica fue aportada por el cardenal don Francisco de Solis Folch de Cardona. 

Retrato del cardenal español Francisco de Solis y Folch de Cardona (1713-1775) que llegó a ser obispo de Córdoba y arzobispo de Sevilla

En 1705 estaba terminada la clausura, algunos dormitorios y un pequeño oratorio por lo que las monjas se instalaron pendiente de su conclusión que se prolongó hasta 1724.

Hay noticias de nuevas edificaciones en 1715, según los contratos estipulados con el albañil José García y el carpintero Pedro Luque para realizar la casa del capellán.

El impulso definitivo llegaría entre 1722 y 1724, año de culminación, gracias al mecenazgo del nuevo arzobispo don Luis Salcedo y Azcona, uno de los grandes mecenas del arte sevillano del siglo XVIII. 

El arzobispo Luis de Salcedo y Azcona.

Las trazas del edificio fueron obra del arquitecto diocesano de la época, Diego Antonio Díaz, que, curiosamente, vivía frente a la puerta del torno del convento.

El 13 de agosto de 1761, tras la celebración del dogma de la Inmaculada Concepción, unas velas prendieron y se declaró un gran incendio que destruyó la iglesia en su totalidad y parte del claustro.

Las monjas, una vez rescatadas, fueron enviadas al cercano monasterio de San Clemente, y los enseres del convento, que la propia vecindad consiguió rescatar, fueron puestos en la plaza de San Lorenzo, protegidos por la tropa. El Santísimo fue rescatado y colocado en el Sagrario de la Parroquia de San Lorenzo.

Las monjas, debido a diferencias con las cistercienses de San Clemente, fueron trasladadas en coches de caballos a un palacio situado frente al Hospital de la Misericordia perteneciente a los Duques de Alcalá de la Alameda, acompañadas por el Provisor del Arzobispado, y algunas señoras y caballeros de la nobleza local.

El cardenal don Francisco de Solís Folch acudió en ayuda de las capuchinas y, en poco más de un año, se reconstruyó el edificio con gran suntuosidad bajo la dirección del arquitecto Antonio Matías de Figueroa, miembro de la saga familiar más representativa de la arquitectura sevillana del siglo XVIII, y del carpintero Alonso de la Vega, ambos llevaban a cabo, por entonces, importantes obras en el colegio de la Purísima Concepción, institución jesuita conocida como el colegio de Becas.

La profunda intervención fue recogida en un testimonio de la época que indica cómo "se levantaron paredes, cerraron arcos, formaron ángulos y construyeron primorosas celdas, mejorando lo poco que había quedado, y en la iglesia se macizó lo que la fortaleza del fuego había socavado, enriqueciéndola con cornisas, molduras y otras labores".

El convento reconstruido fue bendecido el día 4 de junio de 1763, con unas solemnes fiestas que duraron tres días. "Una obra patrocinada por un príncipe de la iglesia debe estar a su altura". Cuentan que en estos términos se manifestó el cardenal Solís al ser preguntado sobre la suntuosidad interior del convento de capuchinas del barrio de San Lorenzo. 

El cardenal tuerto (tras un lance caballeresco anterior a su vida religiosa que motivó su representación de perfil en los retratos oficiales), famoso a partes iguales por sus donativos y por su nivel de vida (llegó a tener 75 criados), daba así por terminada la reforma del edificio en septiembre de 1762.

El 21 de marzo de 1775 se produce el fallecimiento del Cardenal Solís en Roma. Su cadáver fue embalsamado y enterrado en La Basílica de los Santos Apóstoles, mientras que su corazón fue extraído y llevado al convento de Santa Rosalía de Sevilla, donde todavía hoy se venera.

El solar del convento es un espacio prácticamente cuadrado de 6.223 m2, teniendo 3.413 m2 por planta construida. Está delimitado por la calle Cantabria, calle Francisco de Paula, plaza de la Gavidia, calle Padre Tarín. 

La fachada principal es la situada hacia el oeste que da a la calle Cardenal Spínola, y la secundaria es hacia el norte a la calle Cantabria, aunque tiene una pequeña salida en el lado este hacia la calle San Francisco de Paula, quedando el resto de los lados cubiertos por otras  edificaciones.

Visión de la pared del convento a la calle Cardenal Spinola, desde la esquina con la calle Cantabria

El convento, a diferencia de otros cenobios sevillanos, corresponde a un proyecto unitario en su traza, siendo un ejemplo fundamental de la concepción arquitectónica y estructural de este tipo de edificios durante el siglo XVIII, pudiéndolo dividir en tres partes: la iglesia, con portada hacia la calle Cardenal Spínola, situada en la zona sur del edificio, los huertos que recorren todo el frente este del edificio y gran parte del norte, y el edificio conventual.

Calle cardenal Spínola

La entrada a la clausura se realiza por una puerta lateral situada en la zona izquierda de la iglesia, en la misma calle Cardenal Spínola.

Entrada al convento

En la fachada podemos observar un azulejo de santa Rosalía y sobre el dintel de la puerta un mármol que indica el incendio y reconstrucción del cenobio. 


Pared con azulejo de santa Rosalía

Azulejo de santa Rosalía

Sobre el dintel de la puerta

Mármol

EL DIA 13 DE AG DE 1761 SEQVE

MO ESTE COMVENTO DE RELIGI CAPVCH

Y FVE REHEDIFIDO Y ACABADO EN

EL DIA 13 DE SEP DE 1762 A EXPEN

DEL EMI S CARDEN DE SOLIS

ARZOBISPO DE ESTA CIVDAD

Su salida posterior está casi oculta, pues está situado en la calle San Francisco de Paula, afluente de Jesús del Gran Poder.

Salida posterior


Detalle del azulejo sobre el dintel del portalón

En su interior, no presenta compas sino un pasillo que hace un codo de ángulo recto y presenta una vitrina con la imagen de santa Rosalía y el torno. 

Torno


Vitrina con santa Rosalía


De gran devoción es la imagen de la Virgen del Tránsito, colocada en una hornacina lateral de la estancia.

Es una representación de la iconografía bizantina de la Virgen dormida que espera el tránsito hacia el cielo, iconografía cuya tradición se mantiene también en el Hospital del Pozo Santo.

Es talla anónima del siglo XVIII y se expone, solamente el día 15 de agosto, festividad de la Asunción, en un besamanos de gran concurrencia, tras la finalización de la procesión de la Virgen de los Reyes. 

Se presenta en un insólito marco con cama estilo rocalla, encargada directamente por el cardenal Solís al escultor Cayetano D'Acosta, bajo un artístico dosel dieciochesco y entre numerosas flores y candelabros.  



También en agosto se celebra la novena a Santa Clara, días en los que se entroniza una imagen de la santa fundadora de las clarisas en el altar mayor de la iglesia.

En septiembre, el día 4, se celebra la festividad de Santa Rosalía, la advocación de origen siciliano titular del templo.

En los últimos años es especialmente solemne la instalación en Navidad de un Belén conformado con figuras de la clausura adaptados al misterio del Nacimiento, siendo de gran riqueza las telas y ornamentos con los que se muestran. Además, la colaboración con la asociación de donantes de órganos, permite la instalación de otro belén ambientado en escenarios sevillanos, que se suele situar en la sacristía lateral de la iglesia.

Junto a las labores tradicionales de zurcidos y arreglos de ropa, las monjas capuchinas ofrecen en la actualidad la posibilidad de alojamiento en unas estancias habilitadas como hospedería, función que permite compatibilizar la vida claustral con las necesidades económicas de la comunidad.

Esta Casa de Oración ofrece a quienes se acerquen, la posibilidad de experimentar unos días de silencio y recogimiento. Es una estupenda posibilidad para disfrutar de la estancia en un lugar distinto, íntimo y acogedor, imbuido del sabor monacal propio del lugar donde se encuentra. En la casa de Oración se respira el encanto de la sencillez franciscana y el primor propio de las cosas hechas con el corazón. Es muy idóneo para la celebración de uno o varios días de convivencia o retiro ofreciendo la posibilidad de comidas para grupos.

La Casa de Oración se encuentra en una zona independizada de la clausura, concretamente en el antiguo noviciado. Un edificio de principios del siglo XVIII que consta de un patio claustral en torno al cual se distribuyen las habitaciones. Entre las zonas comunes, cuenta con un salón (antiguo Locutorio) que está a disposición de todos los visitantes equipado con televisión.

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