ALGUNAS CURIOSIDADES DE SEVILLA
Los Areneros del Guadalquivir.
Había un antiguo oficio que se mantuvo hasta mediados de los años cincuenta, con los mismos
métodos de trabajo: "Los areneros del Guadalquivir".
“Me llaman El Arenero/porque el pan que me he comío/se lo he sacao
grano a grano/a las entrañas del río”.
Ésta es la soleá que Antonio González Garzón, apodado El Arenero, cantaba sobre su antigua profesión, olvidada y ya desaparecida.
Época
en la que se vivía del río (Antonio Atalaya). (Ver crédito)
Triana y Coria del Río
tuvieron el protagonismo principal de la actividad de los “Areneros” del
Guadalquivir, pues ambos enclaves reunieron las raíces básicas de un oficio
durísimo y legendario.
Hay constancia de su existencia en el siglo XIV, censados en el arrabal de los Humeros, pero esta actividad tuvo que ser
ejercida en tiempos árabes y aun anteriores como demuestran los sistemas de
construcción.
Para cargar los barcos, los areneros buscaban zonas de poca agua para poder trabajar sumergidos hasta medio cuerpo.
Carga
de un barco arenero. (Ver crédito)
En zonas más profundas se
utilizaba el cazo, que era un palo de unos cuatro metros de largo con un cazo
en la punta con el que se rastreaba el fondo del río cercano a las orillas.
Cada material tenía sus lugares idóneos. La zahorra estaba en los sitios donde el agua corría más y se llevaba la arena, que se asentaba en zonas de aguas más reposadas, como los recodos del río.
Las frecuentes riadas del Guadalquivir clasificaban
naturalmente los materiales y además recuperaban las pérdidas de arena y grava
en los bajos y recodos.
Se realizaba el trabajo de sirga (maroma que sirve para remolcar las embarcaciones desde tierra, principalmente en la navegación fluvial), sistema ancestral de arrastre de los barcos cargados y navegando a contra corriente.
Para descargar los barcos, llevados a puerto a fuerza de vela, de remo y arrastre por el sistema comentado de sirga, se utilizaban espuertas de palma transportadas sobre la cabeza, que llenas de arena mojada, pesaban unos cincuenta kilos.
Cada arenero llenaba la espuerta poniéndosela entre las piernas y acarreando la arena con un azadón.
Otros areneros más viejos ayudaban con una pala a subirlas hasta la cabeza.
Además, solían ir descalzos y semidesnudos, caminando sobre una tabla que unía la borda del barco con el cantil del muelle, guardando el equilibrio.
Areneros del Guadalquivir descargando en el muelle de la sal. Año 1951
Mientras se descargaba, a pie de río acudían carros y burros, con cerones a reatas, para hacer la distribución del árido.
Los
viajes de ida y vuelta se hacían coincidir con los sentidos de las mareas, para
aprovechar las corrientes, pero no siempre era posible esperar la bajamar para
el regreso.
Sólo Alcalá del Río cuenta con una
calle dedicada a esta profesión, cuando entre las de la capital podemos
encontrar, muy cerca de sus bases de operaciones (Charco de la Pava y Arenal),
algunos nombres indirectamente relacionados, como Redes, Barco, etcétera.
Magnífica reseña de esta profesión. Muchas gracias.
ResponderEliminarMuy curiosa y sacrificada esa profesión me recuerda tambien a las carpinterías de ribera de Coria. Oficio declarado de interés Etnológico en 2003
ResponderEliminarMi padre decía , si no quieres estudiar, a cargar sacos al puerto
ResponderEliminarMuy interesante. Qué duro debía ser este oficio.
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