RUTAS POR SEVILLA: Santos y Santas
San Ignacio de Loyola.
San
Ignacio de Loyola (Copia). Casanova, Francisco. Hacia 1887. Óleo sobre lienzo.
37 x 28 cm. Museo del Prado. Deposito en otra Institución (CC BY 3.0)
Iñigo López Sánchez nació el 24 de octubre de 1491, aunque no se conserva
su partida de nacimiento, en el castillo de Loyola en Azpeitia (Guipúzcoa), en
el seno de una familia noble.
Bautizado como Iñigo que se corresponde con el nombre de origen
preromano, en latín, Enneco.
Como “Ignatius” en latín (“Ignacio” en castellano e “Iñaki” en vasco)
aparece por primera vez en 1531 en la lista de alumnos del rector de la
Universidad de Paris y posteriormente, en 1534, en el diploma de “maestro de
artes liberales”.
Según un biógrafo del siglo XVI,
Pedro de Ribadeneira, "tomó el nombre de Ignacio por ser más
universal" o "más común a las otras naciones".
El solía firmar con la fórmula “De bondad pobre, Ynigo”, ya que
la “y” y la “n” eran grafías corrientes en lugar de la “i” y la “ñ” hasta el
siglo XVII.
Era hijo de Beltrán Yáñez de Oñaz, señor de Ofiaz y de Loyola y de Marina
Sáenz de Licona y Balda, siendo el más joven de ocho hermanos y tres hermanas.
Su padre falleció el 23 de octubre de 1507 y su madre falleció antes de
1508 y su lactancia fue confiada a María Garín del caserío de Eguíbar.
En torno a 1507, Íñigo fue confiado a Juan
Velázquez de Cuéllar, Contador Mayor de Hacienda de Castilla, y a su mujer, María
de Velasco, hija de María de Guevara, pariente de la madre de Íñigo, residiendo
en el palacio de Arévalo, donde recibió una educación caballeresca y cortesana,
completada en lo literario con la lectura de los cancioneros y, más tarde, de
los libros de caballerías, y la iniciación a la música, adquiriendo fama de
“buen escribano”, así como buen “Page Real” del rey Fernando.
Su vida moral quedará condensada por Alfonso
de Polanco, uno de los hombres de su máxima confianza y de indiscutida devoción
al fundador: “No vivió nada conforme a la fe, ni se guardaba de pecados, antes
especialmente travieso en juegos y cosas de mujeres, y en revueltas y cosas de
armas”. Y el propio san Ignacio dijo que hasta los 26 años fue
“dado a las vanidades del mundo y principalmente se deleitaba en ejercicio de
armas con un grande y vano deseo de ganar honra”.
En 1516, murió Fernando el Católico lo
que trajo la ruina de su protector Juan
Velázquez de Cuéllar, pues el joven rey Carlos decidió
desde Flandes traspasar a la reina viuda, Germana de Foix (hasta entonces
íntima amiga de María de Velasco), la tenencia de las villas que poseía su
marido. Juan Velázquez, que arrastraba una deuda de 16
millones de maravedíes y que había perdido en la lucha a su
primogénito Gutierre, fue en junio de 1517 a Madrid a ver al cardenal Cisneros,
pero decepcionado murió en esta ciudad el 12 de agosto de ese año.
Iñigo se quedó sin protector y la viuda, María de Velasco, le proporcionó
dos caballos y 500 escudos para ponerse al servicio del duque de Nájera,
Antonio Manrique de Lara, virrey de Navarra, como gentilhombre.
Verdadera imagen de S. Ignacio, con armadura militar. Anónimo del
siglo xvi, escuela francesa. (CC BY 3.0)
En 1512 las tropas castellanas habían conquistado el
Reino de Navarra y en 1521 el rey Francisco I de Francia decidió apoyar a
Enrique de Albret, en sus aspiraciones al trono de Navarra, contando con
el apoyo de los navarros agromonteses, y puso cerco a Pamplona.
Iñigo al frente de un grupo de milicianos guipuzcoanos
se encerró y defendió el castillo de Pamplona y en el combate fue alcanzado por
una bala de culebrina o falconete, el lunes de Pentecostés 20 de mayo de 1521 (según
el jesuita Niccoló Orlandini), que le rompió una pierna y le lastimó la otra.
Fue trasladado a la casa de Esteban de Zuasti, luego a la casa de Loyola del matrimonio de Martín García y Magdalena de Araoz y tuvo que ser sometido a diversas intervenciones muy dolorosas, por supuesto sin anestesia.
San Ignacio
dijo que le trataron médicos y cirujanos, en plural, y se conoce el nombre de
un cirujano, Martín de Iztiola, de Azpeitia.
San Pedro se le
aparece en una visión milagrosa para indicarle que no iba a morir. A partir de
ese momento sus heridas empezaron a sanar progresivamente.
Durante su larga convalecencia se dedicó a la lectura de Libros
piadosos, lo que le llevaría a profundizar en la fe católica y a decidirse a consagrarse a la religión.
Su primera decisión, una vez sanado, fue peregrinar
a Jerusalén, para ello, partió de la casa de Loyola a finales de febrero de 1522
acompañado de un hermano, el religioso, Pero López.
Se dirigió a pie al santuario de Aránzazu
donde hizo votos de castidad y llegó a la abadía
benedictina de Nuestra Señora de Montserrat, donde veló una noche entera ante
la imagen de María con el Niño Jesús, y abandonó su hábito de caballero, que
entregó a un pobre, y adoptó ropas
de mendicante.
Aparición de la Virgen con el Niño a san Ignacio. Valdés Leal, Juan.
1660-1664. Óleo sobre lienzo. Museo de
Bellas Artes de Sevilla. No expuesto
En esta obra, Valdés Leal representa al santo ante la visión de Cristo Niño en el regazo de su madre.
Parece recibir la bendición aprobatoria al devoto proyecto de fundación de la
Compañía. Todavía porta la vestimenta y las armas de caballero como alusión
a su anterior vida a la que renunció.
En
la escena del fondo, en un espacio arquitectónico, se observa a san Ignacio
despidiéndose de su hermano Martín, que intenta que desista de su decisión.
De 1522 a 1523 vivió en
Manresa, en el Hospital de Santa Lucía, en el convento de los
dominicos, pero
se retiraba a rezar a una cueva en la ladera de un monte junto al río
Cardener donde tuvo importantes
revelaciones Espirituales y donde redactó sus "Ejercicios
espirituales", que corregiría y ampliaría durante sus estancias en
Paris y Roma.
En este periodo, el jesuita Daniello
Bartoli, del siglo XVII, dijo
que san Ignacio tuvo una visión que ha sido llamada el “Rapto de San Ignacio”.
El
trance de san Ignacio de Loyola en el Hospital de Manresa. Valdés Leal.
Juan.1600-1664. Óleo sobre lienzo. 215 x 124 cm. Museo de Bellas Artes de
Sevilla.
En febrero de 1523 se dirigió a Barcelona, donde una
mujer llamada Isabel Ferrer, esposa de Francisco Roser o Rosell, se convirtió
en su bienhechora durante sus estancias en Barcelona, París y Venecia
En marzo de este año de 1523 embarcó en Barcelona rumbo a Gaeta y llegó a
Roma el 29 de marzo, Domingo de Ramos, y obtuvo el permiso para viajar a
Tierra Santa el 31 de marzo.
En Venecia vivió como mendigo, durmiendo en los pórticos de
la Plaza de San Marcos, hasta que un español rico lo alojó en su casa hasta el
día en que embarcase.
Llegó al puerto de Famagusta, en la isla de Chipre, el 14 de
agosto, a Jafa el 24 de agosto y a Jerusalén el 4 de septiembre de 1523.
Recorrió la Vía Dolorosa y estuvo en Betania, en el Monte de los
Olivos, en el huerto de Getsemaní, en Belén, en el valle de Josafat, en Jericó
y el rio Jordán.
El 23 de septiembre se
dirigió de nuevo a Ramla y llegó a la ciudad de Génova, donde tomó un barco de vuelta para Barcelona.
Los itinerarios de san Ignacio de Loyola en diferentes
momentos
A su vuelta de Tierra Santa, comenzó sus estudios (con
33 años), para poder afrontar mejor su proyecto de apostolado, y se dedicó a la
predicación, basada en el método de sus “Ejercicios Espirituales”, compartiendo
su actividad con Calixto de Sa, Juan de Arteaga y Lope de Cáceres.
En 1524, en Salamanca, las difusiones del método de estos
ejercicios espirituales le hicieron sospechoso de heterodoxia (asimilado a los
“alumbrados” o a los seguidores de Erasmo de Rotterdam), por lo que fue
interrogado por la Inquisición, y aunque fue declarado inocente, se le prohibió
la predicación y tuvo que interrumpir sus estudios.
En marzo de 1526, comenzó a estudiar Filosofía en Alcalá. En esta
ciudad daba ejercicios espirituales y explicaba la doctrina cristiana y solía
ir acompañada por Calixto de Sa, Juan de Arteaga y Lope de
Cáceres (los tres compañeros de Barcelona), a
los que se unieron un joven francés, Juan de Reinalde, un paje
herido del virrey de Navarra, el estudiante Martín de Olabe y los
sacerdotes Estella Diego de Eguía y Manuel Miona.
De nuevo fue investigado por la Inquisición y el vicario episcopal de Toledo Juan Rodríguez de Figueroa, le conminó a que dejaran
de vestir todos con los mismos hábitos, dado que no eran religiosos, y que no
hablasen de fe hasta que no hubieran estudiado cuatro años, por lo que san
Ignacio y Arteaga tiñeron sus ropas de negro y los otros dos de leonado.
Decidió continuar sus estudios en la Sorbona de Paris,
a donde llegó andando el 2 de febrero de 1528 y estudió Humanidades, Filosofía
y un año y medio de Teología. Obtuvo el grado de bachiller en
1532 y la licenciatura en 1533, graduándose como
maestro en Artes Liberales en 1535.
Consiguió reunir un grupo de seis compañeros (Pedro
Fabro, Francisco Javier, Laínez, Salmerón, Rodríguez y Bobadilla) a los que
comunicó sus ideas y con los que sembró el germen de la Compañía de Jesús,
haciendo juntos votos de pobreza, castidad perpetua y apostolado, en la Cueva
de Montmartre, el 15 de agosto de 1534.
El voto incluía la peregrinación a Jerusalén, pero, si en el plazo de un
año no habían podido embarcar, irían a Roma y se pondrían a disposición del Sumo
Pontífice, vicario de Cristo, para que este les enviase donde considerase
conveniente
En los años siguientes se dedicaron al apostolado,
la enseñanza y el cuidado de enfermos. Reunidos de nuevo en
Venecia, recibieron el sacerdocio el día de san Juan de 1537, para ello, Vicente
Nigusanti, obispo de Arbe, ordenó como religiosos a san Ignacio y a la mayoría
de sus compañeros, que aún no eran sacerdotes. El 10 de junio recibieron las
órdenes menores, el 15 de junio el subdiaconado y el 24 de junio el sacerdocio.
En octubre de 1537 se reunieron en el monasterio abandonado de
Vicenza y volvieron a repartirse. Ignacio, Fabro y Lainez se dirigieron a Roma,
Codure y Hoces a Padua, Jayo y Rodríguez a Ferrara, Javier y Bobadilla a
Bolonia y Broët y Salmerón a Siena.
Así, con Pedro Fabro y Diego Laínez,
Ignacio se dirigió a Roma, y a catorce kilómetros, en la aldea de la “Storta”
entraron a orar en una capilla. Laínez
dijo que Jesús se le había aparecido a san Ignacio con la cruz a cuestas junto
a Dios Padre, que Dios Padre le había dicho a Jesús "Yo quiero que tomes a
este como servidor tuyo" y que Jesús, posteriormente, le dijo a san
Ignacio "Yo quiero que tú nos sirvas". De este hecho posiblemente
surge la decisión de denominarse “Compañía de Jesús”, pues, ya no tenían quién
les mandase y solo deseaban servir a Jesús.
En 1537, Llegados a Roma, se presentaron a Pablo III, y
obtuvieron el permiso para ir a Jerusalén, pero ante la
imposibilidad de marchar para hacer vida religiosa en Palestina, por la guerra
contra los turcos, se pusieron a disposición del papa,
en noviembre de 1538, quien les señaló como campo apostólico la ciudad de Roma.
Por ello, el 15 de abril de 1539, decidieron que además de los votos
habituales de otras órdenes de pobreza, castidad y obediencia, añadirían otro
de obediencia al Papa, que les obligase a ir a cualquier lugar del mundo al que
este les enviase.
En los años siguientes siguieron dedicandose al apostolado, la
enseñanza, el cuidado de enfermos y la definición de una nueva orden religiosa,
la Compañía de Jesús, cuyos estatutos aprobó el papa en 1540.
La Compañía reproducía la estructura militar en la
que Ignacio había sido educado, pero al servicio de la propagación de la fe
católica, amenazada en Europa por las predicaciones de Lutero, que había puesto
en marcha la Reforma Protestante. El lema de los jesuitas "Ad maiorem Dei gloriam,"
literalmente “A la mayor gloria de
Dios,” expresa el objetivo de su acción y su apostolado,
El Papa aprobó los estatutos el 27 de septiembre de 1540,
limitando a sesenta el número de profesos, limitación que fu suspendida en
1544, y San Ignacio de Loyola, después de rechazar dos veces el voto unánime de
sus compañeros, aceptó convertirse en Director General.
La actividad de Ignacio en los quince años de generalato se
repartió entre el apostolado directo en Roma y su función de Gobernante,
consiguiendo entre otras, la promoción de una asociación para acoger a los
catecúmenos provenientes del judaísmo, la Casa de santa Marta para las
pecadoras arrepentidas, el colegio Romano dedicado a los estudios sacerdotales,
el colegio Germánico, que alojaba a los estudiantes centroeuropeos.
Finalmente, la aprobación de la Compañía se realizó mediante la bula “Pastoralis
Oficci” de Paulo III en 1548 y con la bula “Licet debitum” del
18 de octubre de 1549 el papa le concedió a la Compañía de Jesús una gran
cantidad de privilegios.
La expansión de la Compañía por Europa y América, fue
muy rápida, con la creación de colegios y casas y una fuerte
presencia en la educación de la juventud y en el debate intelectual, en el
apostolado y en la actividad misionera (destacando la labor en Asia de san Francisco Javier (ver).
Murió el 31 de julio de 1556 por una afección biliar
y su cuerpo fue inicialmente sepultado en la iglesia de Santa María della
Strada, y después fue trasladado a la iglesia del Gesú, sede de la Compañía.
Al morir, la Compañía contaba con 1.036 jesuitas, unos sacerdotes y otros
hermanos, repartidos por todo el mundo,
distribuidos en 11 provincias, y con 92 casas de las que 33 correspondía a obras
educativas.
Fue beatificado el 27 de julio de 1609 y fue canonizado
como santo por el Papa Gregorio XV el 12 de marzo de 1622, con san Francisco
Javier y Santa Teresa de Ávila (ver).
San
Ignacio de Loyola. Rubens, Pedro Pablo. 1620-1622. Museo Norton
Simon. Pasadena
El Retablo de San Ignacio de Loyola en la “Iglesia de San Luis de los Franceses” es un retablo vitrina que nos muestra a san Ignacio arrodillado en el episodio de la cueva de Manresa, donde escribió sus Ejercicios Espirituales. En el remate se muestra el cáliz con las siglas IHS, adoptadas por San Ignacio como emblema del Instituto. En los laterales hay escenas de su vida.
San Ignacio de Loyola en el Altar Mayor de la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús
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