RUTAS POR SEVILLA
Ruta mudéjar
La España
musulmana (Al-Andalus) comienza en el año 711
con el desembarco desde el Magreb de Tariq en Tarifa (Cádiz).
El nombre “Gibraltar” es el derivado en español del nombre en árabe Ŷab al-Tāriq o Yabal Tarik جبل طار( que significa "montaña de Táriq", nombrada así tras su desembarco en este lugar. Otros topónimos que también vienen del derivado de su nombre son: "Torrija” y “Tarija” que son de derivados de Tāriq o Tarik, transformándose en Tarij, evolucionando posteriormente en los topónimos mencionados.
La invasión musulmana se extiende rápidamente
por toda la península y sur de Francia.
Mapa de al-Ándalus e 732, durante su
mayor extensión
Esta invasión
musulmana finaliza en 1492 con la capitulación del reino nazarí de Granada
a los Reyes Católicos.
Previamente se realiza la
Conquista de Sevilla, entre agosto de 1247 y el 23 de noviembre de 1248, por
parte de las tropas cristianas de Fernando III de Castilla, estando la ciudad
bajo el dominio musulmán del caíd Axataf.
La rendición
de Sevilla. Zurbaran. 1634. Óleo sobre tabla.160 x 207, 8 cm. Colección privada
Realmente no fue una conquista sino un asedio, dando lugar a hambruna, epidemias y Escorbuto.
Rendición pactada de una población musulmana.
Ilustración Pedagógica de Bellas Artes. Sevilla
Y en
la rendición final un momento importante se produce en la primavera de 1248, cuando
se incorporó el Almirante de Castilla Ramón de Bonifaz con una flota de trece
naves y consiguieron romper las cadenas del puente de barcas, que, al comunicar
Sevilla con Triana, permitía el suministro de los alimentos desde el Aljarafe.
Almirante Bonifaz
Durante esos ocho siglos en que España es habitada por cristianos, moros y judíos,
se intercalan periodos
de convivencia pacífica con
otros de intransigencia o incluso de intensa
hostilidad. Tres lenguas tres
religiones, tres culturas pero una sola patria,
igualmente amada y soñada
por todos con tres nombres:
Hispania, al-Andalus , Sefarad.
Según indicaba las capitulaciones, la población andalusí debió
abandonar la ciudad en el plazo de un mes. No se sabe cuántas familias
partieron. Se sabe, por ejemplo, que desde el puerto de Sevilla zarparon
entre 5 y 8 galeras en dirección a Ceuta. Otras se fueron hacia el norte
por la ruta de la plata, mientras que otros se refugiaron en el Aljarafe y los taifas
vecinos. Con ello, la ciudad de los primeros años después de la conquista se convirtió en
una ciudad casi vacía.
La corte castellana se estableció en el
Alcázar y el rey estableció un gobierno local o Consejo, formado por
un “Asistente” (actual Alcalde) y por 24 caballeros (actual concejal), “Caballero
24”, hombres de la nobleza castellana, que habían colaborado en
la conquista de la ciudad, para Organizar la ciudad desde el punto de
vista administrativo-religioso.
El interior del recinto amurallado guardaba
una enorme ciudad y extensos terrenos de jardines, huertas, etcétera. Además de
la mezquita mayor o Aljama, Isbilya contaba con numerosas mezquitas de
"barrio”.
Los castellanos se encontraron con una medina grande, capital de al-Andalus.
Una ciudad con defensas fuertes, un alcázar inexpugnable, una infraestructura hidráulica, que abastecía de agua a toda la ciudad.
Una ciudad que ofrecía todos los servicios para una población que vivía apiñada en la medina, repleta de mezquitas de barrio, unas más grandes y otras más pequeñas, así como zawiyas.
Abundaban los
baños, hornos, mercados, funduq, una madrasa, el puerto fluvial, los
astilleros y las atarazanas.
La sociedad había alcanzado un alto nivel de
desarrollo en las técnicas de construcción, las artes, la alfarería, la yesería
y el trabajo en madera. Los edificios más importantes mostraban una alta
sofisticación en la decoración. Los arcos lobulados, los paños de sebka, los
mocárabes, arcos de herradura apuntados. Se empleó sistemáticamente el ladrillo
frente a la piedra. En Sevilla vivía una población profesional, que conocía
este tipo de arte, con alto conocimiento de geometría y matemáticas.
El puente de barcas, el primero que tuvo Sevilla,
que mantenía comunicado el aljarafe con los zocos y la impresionante
mezquita aljama. A grandes rasgos así era la ciudad almohade.
En el libro del repartimiento, redactado
bajo Fernando III, se indica que, todas las mezquitas, había unas 80, pasaron
a ser propiedad de la Iglesia.
Don Remondo, escogió las mejor situadas,
las más grandes y las mejor acabadas mezquitas de barrio para convertirlas
en Iglesias Cristianas. Siendo la ciudad dividida en 24 “Collaciones”, llamada
cada una por su iglesia correspondiente.
Siguiendo las indicaciones del rey Fernando III,
quedó una mezquita situada en la aljama o morería, donde viviría una
mínima población musulmana y otras 3, situadas en un barrio junto al
alcázar, fueron entregadas a los judíos sevillanos, quienes
las convirtieron en sinagogas, desplazando de esta manera la judería
andalusí.
Las mezquitas más pequeñas, muchas adosadas a las
casas, muchas sin patio y sin espacio libre delante, las repartió entre la
nobleza, quienes les dieron un uso no religioso.
Probablemente habría zawiyas o pequeños oratorios, que se consideraron mezquitas.
Tan abundante era el número de mezquitas que a pesar del establecimiento de las parroquias quedaban aún muchas sin ninguna utilización.
Muchas fueron demolidas, otras pasaron a formar parte de palacios,
monasterios y conventos.
Se sabe que una mezquita situada en la plaza de
san francisco, una de las más grandes fue entregada a los genoveses para
hacer de ella su lonja. Según parece 3 tiendas, entre las actuales calles
Sierpes y Francos, fueron mezquitas. En 1260 Alfonso X solicita al
cabildo, que una mezquita sea entregada para que habiten en ella unos
físicos, que habían venido a la ciudad a enseñar.
A partir de 1272 según noticias del mayordomo de
las mezquitas Gonzalo Martínez de Torrelobatón, da a Gonzalo Ruiz y su
mujer una mezquita en la collación
de san Vicente, “en tal manera que la tengades e vos
siruedes della en vuestros días de amos ados, e que fagades y una casa en para
de la otra que está y fecha, así como tiene la pertenencia dela calle fasta las
tapias nuevas que y están, de buenas tapias, buena madera”.
Cedió otra mezquita situada
en el arenal de Sevilla próxima a las nuevas atarazanas y al puentecillo
morisco, detallando “quela cabtengades e la
meioredes … et que fagades en esta mezquita dos portales, el uno ante la puerta
e el otro que se tenga con él fasta la otra espina que tiene mientes ala
daraçana, e que sena fechso e acabados de bona madera, e de bona teja, e de
bona obra” (1277).
Algunos de los andalusíes que se habían refugiado
en el Aljarafe regresaron a la ciudad convertidos en mudéjares. Los mudéjares (del árabe “mudayyan” o “aquellos a los que es permitido
quedarse”) era la población musulmana que convivía con la cristiana tras la conquista,
eran los habitantes autóctonos de Al Andalus sometidos a los reinos cristianos.
El número de mudéjares al parecer era
pequeño, vivían en la morería, barrio del Adarvejo, donde seguía en
funcionamiento una mezquita para ellos. Del centenar de mudéjares
identificados por Antonio Collantes en Sevilla, el 40% eran alarifes
(arquitecto o maestro de obra) y albañiles y si añadimos carpinteros, cañeros y
olleros (ceramistas) el porcentaje de mudéjares relacionados con la
construcción ascendía al 65%, y de la aportación del estilo islámico al arte
cristiano surge el Gótico-Mudejar.
Estos artistas mudéjares hicieron que las artes
industriales alcanzaran gran desarrollo, en las iglesias y monasterios. A
lo largo del siglo XIII ellos conservaron la tradición del arte almohade,
transmitiéndolo a las posteriores generaciones que llevarían a su
culminación el arte mudéjar en Sevilla en el siglo siguiente. En 1275 un
documento dice “ que fagan los moros bannos e tiendas e fornos e
molinos e alfóndegas que lo fagan esto ala costumbre de los moros”.
De este modo, Los constructores de las Iglesias mudéjares de Sevilla fueron alarifes musulmanes y judíos así como otros maestros burgaleses.
Los alarifes tenían su libro de
reglamentos, llamado, “Libro
del Peso de los alarifes” y “la Balanza de los Menestrales”, libro de las antiguas ordenanzas
de los alarifes de Sevilla. El libro daba normas sobre cómo hacer las
obras y ofrecía la resolución de los pleitos que se pudieran presentar.
Especifica quienes son alarifes. Eran técnico del oficio, con estudios de
geometría y de ingenios de tipo militar. Estaban muy bien valorados.
Tenemos en esta ciudad uno de los mejores ejemplos de
toda la Península del arte mudéjar, tanto en iglesias como en obras civiles: el
Alcázar del rey don Pedro, sin olvidar que en los siglos siguientes este
estilo siguió vigente entre la nobleza, como en Casa de Pilatos, del siglo
XVI y otros palacios tales como Casa de los Pinelo, Casa Salinas, Palacio de
las Dueñas, Palacio de Altamira, Palacio de los Mañara, Palacio de la condesa
de Lebrija. Todos ellos guardan el estilo mudéjar adaptado a su tiempo.
Ya entrado el siglo XIX, el estilo llamado neomudéjar
fue empleado en Sevilla en el palacio de la Buhayra y ya en el siglo XX, con el
arquitecto Aníbal González, el estilo mudéjar se puede contemplar en la plaza
de América en el parque de María Luisa, en el pabellón mudéjar, hoy
día Museo de Artes y Costumbres Populares.
Arquitectura religiosa mudéjar
El
prototipo de iglesia mudéjar sevillana tiene como material mayoritario el
ladrillo, aunque también se usa el tapial y sillares en puertas y
esquinas.
Tapial
Sillares
Su planta es de salón con tres naves separadas por
arcos apuntados, remetidos en alfiz. Los soportes son pilares, aunque hay de diverso perfil:
cruciforme, rectangular, ochavado, etc.
Alfiz
Las cubiertas de las naves son de madera (par y nudillo) decoradas con lacerías de estilo mudéjar.
Par y nudillo
Las
cabeceras tienen un ábside principal -en ocasiones tres- de hechuras góticas:
planta poligonal abierto mediante arco triunfal apuntado. La cubrición de este
ábside sí es pétrea, con bóveda de crucería sencilla y nervio espinazo central.
Espinazo central
Al exterior estas cabeceras muestran su poligonalidad con contrafuertes en las esquinas y ventanales agudos y alargados en el centro de cada paño.
El remate de la cornisa les proporciona un aire de fortificación al tener almenas escalonadas (merlones dentados).
Merlones Dentados
Las portadas se abren en arimez o cuerpo resaltado que sobresale del nivel de la fachada, que se cubre con tejaroz soportado por canecillos. Un motivo figurativo muy empleado en estos canecillos son cabezas de leones.
Arimez
Tejaroz
Canecillos
El
vano de entrada está rodeado por numerosas arquivoltas apuntadas baquetonadas donde
suele haber también motivos ornamentales de zigzagueados, dientes de sierra y
puntas de diamante, elementos todos ellos heredados del último
románico-cisterciense. Estas arquivoltas caen sobre columnillas muy finas cuyos
capiteles forman un friso casi continuo de hojarasca.
En las enjutas suelen aparecer estatuas adosadas y, en algunos casos existen arcos polilobulados y decoración de entrelazos almohades tipo "sebka", en la parte superior, bajo el alero
Sebka
La fuerte influencia del alminar almohade de la mezquita
mayor -La Giralda- influyó tan decisivamente en las iglesias mudéjares
sevillanas que ha habido un largo debate sobre el origen de algunos
campanarios. Algunos autores las han calificado de alminares reutilizados, sin
embargo, lo más probable es que se construyeran en época de dominación
cristiana, si bien pudieron aprovechar como base parte del alminar primitivo.
Las huellas del arte mudéjar no están concentradas en un sector concreto de la ciudad, sino que la impregna todo ello, pero es en el subsector Noroeste, el que fue más poblado por mudéjares, donde más testimonio se conservan de aquel periodo y del que nos vamos a ocupar.
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