RUTAS POR SEVILLA: Ruta Artística
Juan Martínez Montañés
Se recuerda en el nomenclátor sevillano (Calle Martínez Montañés) (hacer Clic) con la titulación de una calle en la collación de san Lorenzo.
Nació Alcalá la Real (Jaén) el 16 de marzo de 1568, fue bautizado en la iglesia parroquial de Santo Domingo de Silos, siendo sus padrinos el licenciado Gil Fernández, Provisor de la Abadía de Alcalá la Real, el cargo más importante después del de Abad, y María de Mendoza, mujer del regidor Francisco de Aranda.
Sus padres fueron Juan Martínez, de oficio bordador y conocido con el sobrenombre de "Montañés", y su madre Marta González. De sus cinco hermanos Juan era el único varón y solo dos hermanas llegaron a la edad adulta. Tomasina, la menor de ellas, convivió con el escultor hasta su muerte en 1619, y su pérdida provocó en el escultor una gran depresión.
En 1579 se trasladó con su familia a Granada, y comenzó su formación escultórica, en el taller de su paisano Pablo de Rojas, al que a lo largo de su vida reconocería como su gran maestro.
Se trasladó a Sevilla, posiblemente en 1582, donde estaban asentados otros artistas también procedentes de Alcalá, como Gaspar de Rages o Raxis, sobrino de Rojas, y comenzó a trabajar en un taller de escultura, que se cree pudo ser el de Gaspar Núñez Delgado y recibió influencias de él y de Jerónimo Hernández y Andrés de Ocampo.
En junio de 1587, contrajo matrimonio con Ana de Villegas, hija del ensamblador Juan Izquierdo, en la Iglesia Parroquial de San Vicente y tuvo cinco hijos: Mariana (monja dominica), Bernardino (fraile franciscano), José (presbítero), Rodrigo y Catalina.
El 1 de diciembre de 1588 fue examinado por un tribunal compuesto por Gaspar de Águila y Miguel Adán, para acreditar su suficiencia en la escultura y en el diseño de retablos.
En presencia del tribunal esculpió una figura vestida y otra desnuda, y realizó también el alzado de un retablo, siendo declarado "hábil y suficiente para ejercer dichos oficios y abrir tienda pública".
De este modo obtuvo de manera conjunta el título de maestro escultor y ensamblador, lo que le facultaba para trazar la arquitectura, diseño y elaboración de los retablos, por lo que pudo ejecutar muchos retablos con sus correspondientes obras escultóricas.
Se estableció en la colación de la Magdalena, en la calle de la Muela (actual ODonel).
El 28 de agosto 1613 murió su esposa Ana de Villegas, que fue enterrada en una sepultura que poseía el matrimonio en el convento de San Pablo de Sevilla.
El primer documento que se conserva de Martínez Montañés en el archivo parroquial data de 1598 y recoge el nacimiento del segundo hijo de su matrimonio con Ana de Villegas.
Contrajo nuevamente matrimonio el 28 de abril de 1614 con Catalina de Salcedo y Sandoval, hija del pintor Diego de Salcedo y nieta del escultor Miguel de Adán, con la que tendría siete hijos.
Para José Hernández Díaz, uno de los máximos especialistas en Montañés, era un temperamento cicloide, proclive a reacciones violentas y a crisis depresivas, quizás por ello, en el mes de agosto de 1591 fue encarcelado por sospecharse su implicación en el asesinato de un tal Luis Sánchez, permaneciendo en la cárcel dos años, hasta que la viuda le perdonó, previa entrega de cien ducados. El documento del pleito se guarda en el Archivo de Protocolos Notariales de Sevilla.
En 1629 cayó enfermó y tuvo que permanecer en cama durante cinco meses, lo que le impidió trabajar en el encargo del retablo e imágenes de la capilla de la Inmaculada, con el correspondiente pleito por demora e incumplimiento del contrato.
En 1635 fue contratado en Madrid, para moldear en barro el busto del rey Felipe IV, que junto con el retrato ecuestre de Velázquez debían servir de modelo para una estatua que iba a realizar el italiano Pietro Tacca. Esta estatua se encuentra actualmente en la plaza de Oriente de Madrid. Del éxito de este trabajo derivó el que fuera conocido como el “Lisipo andaluz”, pues el poeta Gabriel de Bocángel y Uzueta lo nombró así en un soneto dedicado al escultor.
Durante su estancia en Madrid fue retratado por Velázquez (obra expuesta en el Museo del Prado) al que conocía de su etapa sevillana, cuando era aprendiz en el taller de Francisco Pacheco.
"Representa a un escultor que
aparece modelando (se ha sugerido que en cera) una cabeza de Felipe IV. El
escultor mira fijamente al espectador, de manera que es más importante su
expresión y su rostro que su actividad manual. Aparece con unas vestiduras que
contradicen cualquier rastro artesanal pues se dedica realizar el retrato de
los rasgos de su rey.
Algún historiador sostiene que se
trata de Alonso Cano, por el ropaje que viste, que se ajustaría a la dignidad
sacerdotal de este artista, pero de ser así, debería datarse en torno a 1658,
cuando hizo un viaje a Madrid.
Otros expertos opinan
que se trata de Juan Martínez Montañés por el parecido con un
retrato seguro y otro supuesto del mismo, y, sobre todo, el hecho de que el
escultor fue llamado a la Corte y el cuadro se dataría entre junio de 1635 y
enero de 1636".
Finalmente fue retratado por Francisco Pacheco para su obra "Libro de descripción de verdaderos retratos", realizado en los últimos años de Martínez Montañés.
Libro de descripción de verdaderos retratos
Falleció en Sevilla, el18 de junio de 1649, a los 81 años, víctima de la epidemia de peste que asoló Sevilla y en la que murió casi el cincuenta por ciento de la población, siendo enterrado en la antigua parroquia de la Magdalena.
Catalina de Salcedo, su viuda, declaró en un documento de 1655: “mi marido quiso ser enterrado en el convento de San Pablo, en la sepultura que allí tenemos, y por haber muerto el año 1649, en el rigor de la peste, el susodicho me pidió que fuese sepultado, como lo está, en la iglesia parroquial de la Magdalena de esta ciudad”...
Documento que recoge la muerte de Martínez Montañés
Una placa, por la Academia de Bellas Artes Santa Isabel de Hungría, situada actualmente en la calle Rioja, refiere su muerte en la Plaza de la Magdalena, antigua Iglesia Parroquial de Santa María Magdalena.
Placa en la Plaza de la Magdalena
En la de Plaza de España, se le recuerda, con otros personajes históricos relacionados con Sevilla, en un medallón que decora la galería Alta de la plaza.
Medallón en la Plaza de España
En el Palacio de san Temo se incluye su escultura junto a otros personajes históricos, realizadas por el gran escultor Antonio Susillo.
Palacio de San Telmo
Su obra conserva la sobriedad clásica propia del Renacimiento, con la profundidad de la escultura del Barroco.
Su estancia en Sevilla lo convirtió en el máximo exponente de la escuela sevillana de imaginería, en la que tuvo como discípulo predilecto al cordobés Juan de Mesa.
Su lenguaje era
sereno y clásico, de características muy distintas al dramatismo y
apasionamiento de la Escuela de Valladolid, gran foco cultural y artístico de
la época. Con ello, devolvía a la religión el lugar preponderante del que había
gozado durante cientos de años, con un arte al servicio de la religión,
retomando el fin didáctico que debía tener el oficio y el compromiso que debían
mostrar los artistas.
Prácticamente toda su obra fue de tema religioso, en el campo profano solo se conocen las estatuas orantes de Alonso Pérez de Guzmán y su esposa María Alfonso Coronel, realizadas para la capilla mayor del monasterio de San Isidoro del Campo en Santiponce, y el busto del rey Felipe IV, que junto con el retrato ecuestre de Velázquez debían servir de modelo para una estatua de Pietro de Tacca.
Sus esculturas de carácter religioso podían tener como
fin, la participación en cortejos procesionales, o podía ser la decoración
interior de una iglesia, tanto en forma individual como formando parte de un
retablo.
Su modelo de retablo es el dominante en el periodo manierista. En
los retablos mayores suele predominar la estructura de dos cuerpos, con tres
calles. Las columnas son sencillas y acanaladas, no llegando nunca a emplear la
columna salomónica y los capiteles de estilo corintio.
Aunque trabajó la piedra y el marfil, su material preferido fue
siempre la madera policromada. En la
policromía, que siempre supervisaba, contó con la colaboración de grandes
pintores, entre los que destacan Francisco Pacheco, Juan de Uceda y Baltazar Quintero,
predominando la encarnación mate más cercana al efecto neutral.
Colaboró en 1598 con Miguel de Cervantes, por orden del capítulo catedralicio, cuando se realizó el túmulo
de Felipe II,
con motivo de su defunción. En esta obra intervinieron, además, una gran parte
de artistas sevillanos. A Montañés se le encargaron diecinueve esculturas de
gran medida y a Cervantes un escrito para leer delante del túmulo, un soneto
titulado: “Al túmulo del rey Felipe II”,
en tono satírico, que fue muy comentado entre el círculo cultural de Sevilla.
Alrededor de 1620, se ha llamado “decenio crítico” del maestro, marcado por diversas
circunstancias personales como el largo trabajo desarrollado a lo largo de los
años y la muerte de su hermana y de varios de sus colaboradores y amigos más
directos como Juan de Oviedo y Juan de Mesa, así como algunos pleitos
profesionales que mantuvo en torno a la ejecución de sus trabajos. A pesar de ello,
fue una etapa plenamente productiva.
Tras estos conceptos básicos, se puede realizar un recorrido por su
conexión con Sevilla y con su obra indicando las iglesias, conventos y museos
sevillanos que tienen la suerte de albergar alguna de sus creaciones.
En la Parroquia
de San Lorenzo, siendo hermano del Dulce Nombre, diseñó el Altar
Mayor. Las esculturas y relieves del mismo fueron realizados por Felipe y
Francisco Dionisio de Rivas entre 1645 y 1652.
Para el Convento de Santa Clara, en
1661, diseñó su retablo mayor, y en los retablos laterales, la talla de la Inmaculada, los Santos Juanes y
San Francisco, San Juan Bautista.
En el Convento de Santa
Ana, en el segundo cuerpo del retablo mayor, el grupo de Santa Ana y
la Virgen, obra de 1627, y la imagen San Juan Bautista de 1604,
situada en uno de sus muros.
En el Convento de San Leandro , en el muro de la Epístola, los
retablos de san Juan Bautista y san Juan Evangelista.
En el Museo de Bellas Artes, en la sala de Zurbarán, la talla de Santo Domingo de Guzmán de 1605. Pertenecía al retablo del convento de Portaceli. En esta escultura el santo se encuentra en éxtasis contemplativo, con la cruz sujeta en una mano, y es destacable su anatomía musculosa. Junto con San Bruno, de 1636, proceden de la Cartuja.
En la Iglesia de San Antonio Abad, el Silencio, en
la calle Alfonso XII, las imágenes de San José y la Virgen sobre peanas, en los
muros laterales de la capilla Hospitalaria, de 1605.
En la Parroquia del Salvador, frente a su entrada se sitúa el monumento al escultor, realizada en bronce, que representa al artista en posición sedente portando en sus manos una imagen de una Inmaculada Concepción.
En el interior de la Iglesia, la
imagen de Jesús de la Pasión, nazareno realizado en 1615, para el convento de la Merced. En la capilla
bautismal, la imagen de San Cristóbal, de 1597, contratada para el gremio
de los guanteros. Es una pieza de gran
tamaño, 2,2 metros de altura, sus atléticas proporciones muestran una ya
temprana tendencia al naturalismo, fue concebida como imagen de carácter
procesional y se conoce que salió en cortejos de 1598. Proske manifiesta que la escultura del Niño no corresponde al maestro y que pudo
ser ejecutada por algún ayudante. Esta obra supone un trabajo destacable de
dibujo, modelado y composición, y en él se encuentran profundas huellas de la
influencia de Miguel Ángel de Buonarroti. En el altar de la Virgen de las Aguas, un Niño
Jesús.
En la capilla sacramental de la Iglesia del Santo Ángel, en la calle
Rioja, el crucificado Cristo de los
Desamparados de 1617. Es una copia del Cristo de los Cálices,
por lo que pudo ser una imagen encargada por los Carmelitas Descalzos.
En la Parroquia de la Magdalena, en la
hoy Plaza de la Magdalena, fue enterrado en 1649, pero su tumba ha
desaparecido. En la actual
iglesia se le atribuye la imagen de San Pablo del altar mayor, habiendo sido
hermano de la Hermandad de la hermandad de la Quinta Angustia.
En la Capilla del Museo, bajo el retablo de la Virgen del Rosario, hay un pequeño Nazareno
considerado el boceto de Jesús de la Pasión.
En la Capilla de San Onofre, en la Plaza Nueva, en su muro
izquierdo se encuentra el retablo del titular, diseñado por el escultor en
1604. Constituyó su primer encargo para la arquitectura
de un retablo.
En la Capilla
del Sagrario, en la Avenida de la Constitución, anexa a la
Catedral, en el muro derecho (capilla de la Inmaculada) se encuentra la imagen
del Niño Jesús de 1606, encargado por la Cofradía del Santísimo Sacramento y
que creó un modelo repetido por todo el país. Se realizaron numerosas réplicas
e imitaciones, construyéndose vaciados en plomo de varias de estas
representaciones para colmar la demanda existente en su día.
En la Catedral, en la Capilla de
la Inmaculada, el retablo diseñado en 1629, está presidido por una magnifica
escultura que representa a la Inmaculada de 1630, llamada la
Cieguecita, por aparecer con los ojos levemente cerrados. La
escultura se caracteriza por la abundancia de ropajes y ladeamiento de cabeza y
manos, el policromado corresponde de nuevo a Pacheco, después de haber
mantenido un pleito profesional con Montañés por motivo de competencias
profesionales.
En la Capilla de San Andrés, en la zona sur
del recinto, el crucificado vivo Cristo de la Clemencia, de
1603, constituye una de las cumbres del arte del imaginero.
Esta imagen es más conocida como Cristo de los Cálices, por haber estado en la
sacristía de ese nombre de la catedral. El
encargo fue realizado por Mateo Vázquez de Leca, canónigo de la catedral y
arcediano de Carmona en 1602. El contrato fue muy detallado en lo relativo a la
figura del Crucificado, que debía realizarse así: "Ha de estar vivo antes de haber expirado, con la cabeza inclinada sobre
el lado derecho, mirando a cualquier persona que estuviese orando al pie de él,
como que está el mismo Cristo hablándole y como quejándose de que aquello que
padece es por él". La policromía, de tono mate, fue realizada por Francisco Pacheco,
con el que trabajaría en diversas ocasiones. Esta obra tuvo su precedente en
Cristo del Auxilio de Lima, obra del
propio año 1603.
En la Iglesia del Hospital de los Venerables, son atribuidas al autor las tallas de San Rafael y San Miguel.
En el Convento de San José, las Teresitas, en el barrio de Santa Cruz, el retablo de la Adoración de los
Pastores de 1627 y la imagen de San José con el niño.
En la Casa Palacio de los Pinelos, sede de
la Academia de Bellas Artes, donde podemos ver su retrato.
En la Iglesia de san Ildefonso, en su capilla bautismal, el excelente relieve de
las Dos Trinidades, de
1609.
En la Iglesia del Buen Suceso, calle Mercedes de Velilla, en el muro derecho el conjunto Santa
Ana y la Virgen de 1632.
En la Iglesia de la Anunciación, en la calle Laraña, en la parte inferior del
retablo mayor las esculturas de San Ignacio y San Francisco de Borja, de 1610 y
1625. La imagen de la Inmaculada Concepción de 1630, brazo derecho del crucero.
En el Muro lateral derecho el retablo de San Juan Bautista de 1620.
En la Parroquia de San Andrés, se le atribuye la imagen de la Inmaculada del altar mayor.
En la Iglesia de San Buenaventura, en la plaza Nueva, el relieve de la Estigmación de San Francisco,
atribuido al escultor.
En el Convento de Santa Paula, en el muro izquierdo de su iglesia,
cercano al presbiterio, el retablo de San Juan Evangelista, con imagen de 1637,
muestra al santo en actitud de inspiración para la escritura del Apocalipsis.
En el Convento de Santa Isabel, el retablo del
Juicio final de 1611, actualmente cobija al Cristo de las Misericordias.
En la Parroquia de San Julián, se le
atribuye la imagen de la Inmaculada.
En la Iglesia de San Hermenegildo, preside el altar mayor la imagen del Santo,
atribuida al escultor.
En la Capilla de la Virgen de la Estrella, en la calle San Jacinto, su titular es atribuida a este gran autor,
aunque los expertos dicen que es posterior.
En el Monasterio de San Isidoro del Campo, en Santiponce, perteneciente a la orden de los Jerónimos, en
1609 comenzó la ejecución del que sería uno de sus trabajos más destacado, el
retablo de la iglesia. En ella intervinieron varios artistas ensambladores y
escultores, casi con toda seguridad Juan de Mesa y Francisco de Ocampo. Destacan las esculturas
de San Isidoro, y San Jerónimo, que por contrato debía ser elaborada
directamente por el maestro sin ayuda de ninguno de sus colaboradores, y que se
inspira en la figura homónima de Pietro Torrigiano y Jerónimo Hernández. En los
laterales los Santos Juanes. En el presbiterio los sepulcros con las
figuras de Guzmán el Bueno y su esposa Dª María Alonso Coronel. El retablo
barroco de la capilla del Reservado está presidido por la Virgen con el
Niño, Santa Ana y San Joaquín.
En el museo de la
Colegiata de Osuna, hay una imagen de San Francisco atribuida al maestro,
procedente del desaparecido convento de Santa Clara.
En la Iglesia de San Miguel de Jerez, el retablo fue una obra
accidentada que se contrató en cuatro ocasiones. Las obras se iniciaron en
1601, concertadas con Juan de Oviedo el Joven, Montañés y
Gaspar de Águila, pero los trabajos más importantes no empezaron hasta 1617,
año en que Montañés asumió plenamente la obra. Las obras se prolongaron hasta
1643 debido a la falta de recursos financieros. En el año 1638 el proyecto
también tuvo una variación significativa, cuando se decidió la sustitución de
los cuatro lienzos pictóricos de las calles laterales por relieves
escultóricos, ejecutados por José de Arce, al igual
que las estatuas de san Juan Bautista y san Juan evangelista. De este retablo
destaca el relieve de la Batalla de los ángeles, ejecutado en 1641,
siendo también de gran interés el relieve de la Ascensión y las figuras de
Santiago y una de san Juan evangelista, realizadas entre 1630 y 1638, y las
figuras de san Pedro y san Pablo, ejecutadas en 1633, y la Transfiguración,
terminada en 1643. El conjunto arquitectónico del retablo, con sus dos alas
laterales adelantadas y las esculturas en posición muy sobresaliente, supone
una obra atrevida y de efecto espectacular, que constituye una de las más
barrocas de Martínez Montañés.
Gracias al afán de expansionismo religioso, de entre otros la Compañía de Jesús, en las colonias de América fueron rápidamente conocidas las obras de Montañés, y hasta allí se enviaron decenas de ellas, así ocurre con el Retablo de la Concepción de Lima, de 1607, la hornacina principal del retablo la dedica a un Crucificado. El modelo de retablo que crea para este encargo le serviría para posteriores obras.