martes, 6 de diciembre de 2022

 RUTAS POR SEVILLA: Ruta Flamenca

Antonio Ruiz Soler. Antonio "El Bailarín" 

Calle Antonio “El bailarín” en el barrio de Santa Cruz


Conocido artísticamente como Antonio el Bailarín, fue bailarín, bailaor flamenco, coreógrafo y director artístico.

El apodo de “bailarin” con el que Antonio se convirtió en una estrella, es el que le decía despectivamente su padre  (Paco Ruiz) cada vez que lo veía taconear.

Pasó su infancia, entre los años 1923 y 1934, en la casa número 1 de la calle Álvaro de Bazán (ver), donde lo recuerda un azulejo.  

Azulejo de la calle Álvaro de Bazán

A los seis años empieza su aprendizaje en la academia del maestro Realito (ver), y su madre (Lola Soler) fregaba suelos para abonar las tres pesetas semanales que le costaban las lecciones de dicha academia y Antonio bailaba por las calles con un músico callejero, Juan el Organillero.

Azulejo en calle Trajano número 51


Destaca como niño prodigio y al año siguiente le asignan de pareja a una niña que más tarde se consolidaría como su pareja de baile, bajo el nombre de Rosario (Florencia Pérez Padilla) y actúan como profesionales en fiestas y teatros y posteriormente fuera de Sevilla, por el resto de Andalucía, otras provincias y Madrid, donde les llaman “Los Chavalillos Sevillanos”.

Cuadro de baile del maestro Realito junto al pabellón de Carlos V del Alcázar donde vemos al niño Antonio Ruiz Soler

En 1929 bailó ante los reyes de España Alfonso XII y Victoria Eugenia, cuando vinieron a presidir la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929.

El año 1937 el empresario de variedades Marquesi contrata a la pareja para ir a América, y allí permanecerán durante doce años.

En 1949 vuelven a España y son contratados por el empresario Lasarreta para trabajar en   Madrid. A partir de aquí, la pareja triunfa en España, pero él quería montar un gran ballet y ella se oponía, por ello, en 1952 se separan, después de veintidós años, y en el otoño de 1953 Antonio en solitario presenta la primera Compañía de Ballet de Antonio.

En marzo de 1974 fue condenado a dos meses de prisión por blasfemia y escándalo público, con unos comentarios durante un rodaje. 

Los hechos ocurrieron el 14 de diciembre de 1972 en Arcos de la Frontera durante el rodaje de “El sombrero de tres picos” que dirigió Valerio Lazarov para TVE. 

Al faltar, por enfermedad, otros bailarines, Antonio explotó: “Me cago en los muertos de Cristo”. El exabrupto lo oyó un policía municipal y lo puso en conocimiento del juez, que lo acusó de blasfemia y de escándalo público, al proferir el grito en medio de la calle y ante algunos niños. 

A las 10.000 pesetas de sanción, el magistrado añadió dos meses de cárcel. El artista mostró arrepentimiento, se definió como creyente y aseguró que el insulto no era para el Altísimo sino para su chófer, Cristóbal, a quien afectivamente llamaba Cristo. 

Pero Antonio tenía antecedentes, pues en 1959 fue condenado por agredir a un empleado de la perrera de Zaragoza que le pidió los papeles de Soleá, la bóxer que él adoraba y que su asistente había perdido durante un paseo matutino. Por ello, fue imposible que no entrara en prisión.

En la cárcel, escribió “Mi diario en la cárcel”, que ilustró él mismo y en el que rindió cuentas y desveló algunos romances. 


En marzo de 1980, por su largo y brillante historial como bailarín y coreógrafo, fue nombrado director artístico del Ballet Nacional Español del Ministerio de Cultura.  Pero tres años después, Jesús Aguirre, marido de la duquesa de Alba, de quién Antonio alentaba los rumores sobre su relación sentimental, lo destituyó.

Una terrible hemiplejía le dejó en una silla de ruedas, probablemente lo más duro que le puede ocurrir a las piernas de un bailarín, aunque esté retirado. 

Murió en Madrid en 1996 llevándose el honor de ser considerado uno de los más prolíficos, virtuosos y gloriosos bailaores que dio el país en el siglo XX. “El alma de España baila en ti”, le había dicho Arturo Toscanini. 

Fue inhumado en su panteón familiar del Cementerio de San Fernando de Sevilla junto a sus padres, su hermano y su cuñada.

Vista general del panteón

Detalle de la escultura del panteón de Antonio “el Bailarín”

Detalle de la cara de la escultura del panteón de Antonio “el Bailarín”

El proyecto de ejecución primitivo para el panteón propiedad de D. Antonio Ruíz Soler, corrió a cargo del arquitecto D. Alberto Balbontín de Orta y el perito aparejador D. Manuel Domínguez Lázaro, del año 1972.

Pero, este proyecto no llegó a realizarse, y sirvió de inspiración para el definitivo, de 1977 cargo del arquitecto D. Antonio Delgado Roig.

La escultura de bronce que preside el panteón es obra de D. Juan de Ávalos. El escultor quiso representar a Antonio en el esplendor de su arte. Éste aparece en una pose de baile, con la pierna izquierda adelantada y flexionada, mientras que la derecha se estira tras ella. Su mano izquierda aparece apoyada sutilmente sobre la cadera mientras la derecha cae hacia atrás tras haber tirado el sombrero que aparece a sus pies. Ataviado con traje corto y camisa con chorreras muestra el orgullo por la actuación concluida. Su cabeza dirige la mirada al frente enfatizando la seguridad que poseía en los escenarios con la elevación de su mentón. A sus pies aparece la inscripción “Aquí yace Antonio el bailarín de España”.

El Ballet Nacional de España, en su temporada 2016, preparó un sentido homenaje incluyendo parte de su legado, desde la ya lejana Zapateado de Sarasate y Eritaña hasta Taranto (La Taberna del Toro), Fantasía Galaica y, por supuesto, "El sombrero de tres picos", una de las más ambiciosas de su legado.

Para honrar su memoria, Sevilla lo recordaría dándole su nombre al Conservatorio de Danza de la ciudad.


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