viernes, 20 de junio de 2025

 RUTAS POR SEVILLA: Santos y Santas  

Santa Luisa de Marillac. 

Luisa de Marillac nació en París el 12 de agosto de 1591. Era hija natural de Louis I de Marillac, noble caballero y consejero del Parlamento, señor de Ferrières-en-Brie y Villiers-Adam. Su madre permanece en el anonimato histórico, y Luisa jamás llegó a conocerla.

En 1595, cuando su padre contrajo matrimonio nuevamente, la pequeña de apenas cuatro años fue enviada al convento de Poissy, regido por las dominicas, donde recibió una sólida formación humanística y religiosa. Este ambiente piadoso marcó profundamente su sensibilidad espiritual.

A los trece años, Luisa perdió a su padre, y su tutela pasó a manos de su tío Michel de Marillac, figura influyente que llegaría a ser canciller de Francia.

Desde muy joven sintió un profundo deseo de consagrarse a Dios en la vida religiosa. Sin embargo, su frágil salud le impidió ser admitida en comunidades como las capuchinas. Así, por decisión familiar y conforme a las costumbres sociales de la época, en 1613 contrajo matrimonio con Antoine Le Gras, secretario de la reina María de Médici. Tenía entonces 22 años. De esa unión nació su hijo Miguel.

Durante años fue una esposa entregada y una madre ejemplar. Sin embargo, tras la muerte de su esposo en 1625, cuando ella tenía 34 años, experimentó un fuerte llamado interior: “He servido bastante al mundo, ahora quiero entregarme enteramente al servicio de Dios”.

Ese mismo año conoció a San Vicente de Paúl (ver), quien se convirtió en su guía espiritual y compañero de misión. Bajo su orientación, comenzó a colaborar con los grupos de Damas de la Caridad, mujeres nobles que ayudaban a los pobres, y a organizar de forma más efectiva el trabajo caritativo.

El 29 de noviembre de 1633, junto a un pequeño grupo de jóvenes, fundó oficialmente la Compañía de las Hijas de la Caridad, una congregación revolucionaria para su tiempo: mujeres consagradas sin clausura, activas en la sociedad, dedicadas al servicio directo de los necesitados, atendiendo enfermos, huérfanos, ancianos y necesitados en los barrios pobres, hospitales y campos de batalla. En palabras de San Vicente: “Tienen por monasterio las casas de los enfermos, por celda una habitación alquilada, por capilla la iglesia parroquial, por claustro las calles de la ciudad”.

El estilo de las Hijas de la Caridad fue desde el inicio profundamente evangélico: servicio humilde, cercano y alegre. Con sencillez y valentía, las hermanas caminaban por las calles de París cargadas con alimentos, ropa o medicinas. Visitaban a los pobres en los barrios, cuidaban a los enfermos en hospitales, atendían a huérfanos y enseñaban a niños en las escuelas, formándolos no solo en letras sino también en el amor a Dios.

Bajo la sabia dirección de Luisa, la congregación organizó un sistema de asistencia en el Hôtel-Dieu de París, el hospital más antiguo y grande de la ciudad. Su labor se hizo tan reconocida que fueron invitadas a extender su acción a Angers, y desde allí a muchas otras regiones.

Con el paso del tiempo, las Hijas de la Caridad se hicieron presentes en hospitales, orfanatos, escuelas, asilos para ancianos, centros de salud mental, cárceles y campos de batalla, especialmente durante la Guerra de los Treinta Años. Bajo su liderazgo, se fundaron casas en más de treinta ciudades, tanto en Francia como en Polonia.

Luisa de Marillac murió el 15 de marzo de 1660, seis meses antes que Vicente de Paúl. Sus restos descansan en la capilla de la Casa Madre de las "Hijas de la Caridad", 140 rue du Bac, París.

Urna con el cuerpo incorrupto de Santa Luisa de Marillac en la Rue du Bac, de París (con tratamiento de cera)

Fue beatificada por Benedicto XV el 9 de mayo de 1920, canonizada por Pío XI el 11 de marzo de 1934, y proclamada por Juan XXIII como "Patrona de las obras sociales" el 10 de febrero de 1960.

Iglesia de san Román

En la nave de la Epístola un Retablo moderno de la  Virgen Milagrosa (ver), de Antonio Castillo Lastrucci (ver) de 1940, acompañada de San Vicente de Paúl  y Santa María Luisa de Marillac. 

Retablo de la Virgen Milagrosa

Santa María Luisa de Marillac 

Detalle

RUTAS POR SEVILLA: Santos y Santas  

San Vicente de Paul.

Vincent de Paul. (ver) (CC BY 3.0)

No se conoce con certeza el lugar de nacimiento de Vicente de Paúl. La disputa se centra entre Pouy, una aldea cercana a Dax, en el departamento francés de las Landas, y Tamarite de Litera, en Aragón, ambas opciones vinculadas a una familia campesina de origen humilde.

El biógrafo Luis Abelly, considerado uno de sus cronistas más tempranos, propuso el año 1576 como fecha de nacimiento. Sin embargo, investigaciones más recientes, como las de Pedro Coste en París entre 1920 y 1925, sugieren que nació en 1581, fecha que ha sido ampliamente aceptada por la historiografía moderna.

No se conserva partida de nacimiento o registro de su nacimiento. En Francia, el registro civil comenzó en 1648, y en España los archivos parroquiales fueron destruidos durante la Guerra Civil en 1936.

Fue el tercero de seis hermanos. Desde muy joven, debido a la situación económica de su familia, trabajó como pastor de ovejas y cerdos. Pronto demostró gran agudeza intelectual, lo que alentó a su padre a considerar para él una carrera eclesiástica.

En 1595, con apenas 14 años, se trasladó a Dax y vivió en casa del Señor de Comet, abogado en Dax y juez en Pouy, quien lo acogió para que pudiera estudiar en el colegio de los Franciscanos. Más adelante, cursó filosofía y teología en Zaragoza y Toulouse, durante un periodo de siete años.

En 1598 murió su padre, lo que lo obligó a buscar medios para sostenerse. Enseñó humanidades en el colegio de Buñet mientras continuaba su formación teológica. Ese mismo año recibió las órdenes menores, el subdiaconado y el diaconado. Finalmente, fue ordenado sacerdote el 23 de septiembre de 1600, en Château-l’Évêque, por el anciano obispo de Périgueux. Celebró su primera misa en Buzet y fue nombrado párroco de Tilh.

En 1604 obtuvo el doctorado en Teología. Por entonces, una anciana de Toulouse le dejó como herencia 400 escudos, aunque un deudor de la misma se negó a pagar. Vicente lo siguió hasta Marsella para recuperar al menos 300. En Marsella embarca para Narbona, fue capturado por piratas turcos y vendido como esclavo en Túnez. Pasó por manos de cuatro amos sucesivos: un pescador, un médico, el sobrino de este y finalmente un cristiano que había renegado de su fe. Vicente logró convertir a este último, con quien escapó y consiguió llegar a Aviñón, y luego a Roma. Alrededor de 1608, se estableció en París.

En 1609 conoció a Pierre de Bérulle en el hospital de la Caridad, donde ambos acudían a visitar enfermos. Bérulle, figura destacada de la espiritualidad francesa, promovía la fundación del Oratorio en Francia, inspirado en la congregación fundada por San Felipe Neri en Italia. En 1610, Vicente se integró al grupo de limosneros de la corte de Margarita de Valois, y en 1612 fue nombrado párroco de Clichy.

Un año después, por recomendación de Bérulle, pasó al servicio de la familia Gondi, una poderosa casa nobiliaria. Se convirtió en preceptor de los hijos de Philippe de Gondi y luego en consejero espiritual de Madame de Gondi. A través de sus viajes por las tierras de esta familia, Vicente tomó contacto con la pobreza extrema del campesinado, lo que transformó su visión del Evangelio, impulsándolo hacia una vida de caridad activa.

En 1617 fundó en Châtillon-les-Dombes la Asociación Internacional de Caridades, para coordinar de manera más eficaz la ayuda a los necesitados.

En 1619 fue nombrado capellán general de las galeras, responsabilidad ligada a la familia Gondi. Los galeotes, entre los más marginados de la sociedad, recibieron su atención personal y espiritual.

El 17 de abril de 1625 fundó oficialmente la Congregación de la Misión, conocida como los Padres Paúles o Lazaristas, destinada a la evangelización de los pobres del campo. La casa madre se estableció en el antiguo hospital de San Lázaro, de donde proviene el nombre de "Lazaristas".

En 1628, en Beauvais, Vicente predicó ejercicios espirituales a candidatos al sacerdocio, iniciando así su labor en la formación del clero. Surgieron entonces las "Conferencias de los martes", reuniones semanales de reflexión y oración que congregaban a figuras prominentes de la Iglesia, incluidos futuros obispos.

En 1633, junto a Santa Luisa de Marillac (ver), fundó la “Compañía de las Hijas de la Caridad”, una comunidad femenina dedicada al servicio activo, fuera de los conventos, en hospitales y calles. Esta obra rompió con el modelo monástico tradicional.

Durante su vida, se fundaron más de 60 casas en Francia y Polonia. Posteriormente, la misión vicenciana se expandió a Italia, Irlanda, Escocia, Túnez, Madagascar, Argelia y otras regiones. Vicente permaneció al frente de la Congregación hasta su muerte, redactando sus reglas, celebrando asambleas y asegurando su aprobación por la Santa Sede.

En 1638 asumió la atención de los niños expósitos. En París se abandonaban más de 300 cada año. La congregación fundó 13 casas para recibirlos, y cuando la obra estuvo en peligro en 1647, Vicente apeló con éxito a las Damas de la Caridad.

San Vicente de Paúl visita la institución de niños encontrados frente a las damas de la caridad. Pintura de Louis Galloche de 1732. París, Iglesia de Santa Margarita. (ver) (CC BY 3.0)

Desde 1639 organizó campañas de auxilio a las víctimas de guerras, epidemias y hambrunas. Su colaborador, el Hermano Mateo Regnard, realizó 53 misiones cruzando líneas enemigas para llevar socorro. Las Hijas de la Caridad fueron enviadas a hospitales como el de Angers, y la ayuda se extendió a regiones devastadas como Lorena.

En 1640, gestionó ante el cardenal Richelieu propuestas de paz. Entre 1643 y 1652 formó parte del Consejo de Conciencia, órgano consultivo en materia eclesial al servicio del rey. También fue consejero de varias personalidades religiosas de su tiempo.

En 1646 estableció misiones en Túnez y Argel, para el rescate de cristianos esclavizados, y en 1648 envió los primeros misioneros a Madagascar.

Tras la guerra de los Treinta Años, en 1648 estalló la Fronda, provocando gran miseria. Vicente, ya septuagenario, organizó vastas campañas de asistencia: distribuía sopa dos veces al día en San Lázaro y en las casas de las Hijas de la Caridad, recaudando semanalmente grandes cantidades de alimentos y ropa para los necesitados.

En 1651 extendió su acción a las regiones de Picardía, Champaña e Isla de Francia, asoladas por la guerra.

A partir de junio de 1660 su salud se debilitó, y falleció el 27 de septiembre en París. Su corazón fue conservado en una urna en la casa madre de las Hijas de la Caridad, en la rue du Bac, lugar de las apariciones de la Virgen Milagrosa(ver). Según Santa Catalina Labouré, la vidente de la virgen de la medalla Milagrosa, el corazón de San Vicente se le apareció en visión, con tres colores simbólicos.

La devoción al corazón del Padre de los Pobres ha suscitado mucha veneración, en el año 2017 durante el Simposio de la Familia Vicentina por los 400 años de la fundación del carisma, el relicario que contiene el corazón de San Vicente fue llevado hasta el Vaticano en Roma, donde el papa Francisco oró en silencio.

Papa Francisco orando ante el corazón de San Vicente de Paúl durante el simposio de la Familia Vicentina en Roma (2017). (Ver) (CC BY 3.0)

Sus restos se veneran en la Capilla de San Vicente de Paúl, en el número 95 de la rue de Sèvres, sede actual de la Congregación de la Misión.

En 1712, 52 años después de su muerte, su cuerpo fue exhumado ante testigos eclesiásticos y médicos. Se hallaba notablemente bien conservado, sin olor y con vestiduras intactas. Fue beatificado el 13 de agosto de 1729 y canonizado el 16 de junio de 1737 por el Papa Clemente XII. Su fiesta litúrgica se celebra el 27 de septiembre.

Reliquias de Vicente de Paúl, en París. (ver) (CC BY 3.0)

Vicente de Paúl fundó personalmente tres grandes obras: la Asociación de Caridades, la Congregación de la Misión y las Hijas de la Caridad. A lo largo del tiempo, estas han dado origen a más de 150 entidades agrupadas bajo el nombre de Familia Vicenciana, con más de dos millones de miembros activos en más de 155 países.

En 1833, un grupo de jóvenes universitarios encabezado por Federico Ozanam fundó en París la Sociedad de San Vicente de Paúl (SSVP), inicialmente llamada “Conferencia de Caridad”. Guiados por Sor Rosalie Rendu, Hija de la Caridad, comenzaron su labor en el empobrecido barrio de Mouffetard.

Hoy la Familia Vicenciana continúa su obra, adaptándose a los desafíos contemporáneos como el hambre, la falta de vivienda, el acceso a la salud y la educación, con un enfoque profundamente humano y comunitario.

Iglesia de san Román

En la nave de la Epístola un Retablo moderno de la  Virgen Milagrosa (ver), de Antonio Castillo Lastrucci (ver) de 1940, acompañada de San Vicente de Paúl  y Santa María Luisa de Marillac. 

Retablo de la Virgen Milagrosa

San Vicente de Paúl

Detalle de San Vicente de Paúl

jueves, 19 de junio de 2025

RUTAS POR SEVILLA: Santos y Santas  

San Román.

San Román nació en tierras palestinas y, tras recibir la ordenación diaconal, desarrolló su ministerio durante los últimos años del siglo III. Inicialmente predicó en Cesarea, y más tarde en Antioquía, ciudad situada en la actual Turquía, cerca de la frontera con Israel, donde fortalecía la fe de los cristianos encarcelados, exhortándolos a no rendirse ante el culto pagano. Estas acciones provocaron su arresto inmediato, por orden del gobernador Asclepiades.

Algunas fuentes alternas sostienen que Román habría nacido a comienzos del siglo III y que, antes de convertirse al cristianismo, sirvió como soldado en la guardia del emperador Valeriano (253–260). Su condición militar lo llevó a presenciar numerosos interrogatorios y tormentos infligidos a cristianos durante la persecución iniciada por el emperador en Roma, a partir del año 257. Entre estos episodios, fue testigo del martirio del diácono San Lorenzo, cuya firmeza en la fe lo impresionó profundamente y encendió en él el deseo de abrazar el cristianismo.

Cuando San Lorenzo fue encarcelado, Román pidió permiso para llevarle agua. Al entrar en la celda, presenció, según la tradición, la presencia de un ángel que asistía al mártir. Conmovido por esta experiencia sobrenatural, Román fue bautizado por el propio Lorenzo, transformando así el agua física en símbolo del agua viva del Evangelio.

Recién bautizado, Román fue descubierto por otros soldados y presentado ante el juez, quien ordenó azotarlo para obligarlo a renunciar a su fe. Su única respuesta fue una firme y reiterada confesión: “Soy cristiano”. Por ello fue condenado a morir en la hoguera, pero la ejecución no se cumplió porque una lluvia repentina extinguió las llamas.

El relato de su martirio se conserva gracias a un extenso himno compuesto por el poeta latino Aurelio Prudencio, originario de la actual Zaragoza, hacia finales del siglo IV. En él se describen con detalle las torturas que padeció: flagelaciones, mutilaciones e incluso, según la leyenda, el corte de su lengua. No obstante, se afirma que, por milagro, continuó proclamando su fe, a pesar de esta mutilación. Finalmente, fue estrangulado en prisión hacia el año 303.

El milagro de hablar sin lengua es un elemento recurrente en la literatura martirial cristiana, con antecedentes incluso anteriores, ya que se consideraba que la lengua era el órgano por excelencia para alabar a Dios.

Se cuenta también que un niño llamado Barula (o Várulas), que presenciaba el sufrimiento del santo, proclamó públicamente su fe en Cristo. Como castigo, fue sometido a tormento y finalmente decapitado.

El culto a San Román se extendió notablemente en la península ibérica, donde numerosos santuarios, iglesias y ermitas llevan su nombre, muchas de ellas fundadas en época medieval.

Una de las representaciones más célebres del santo es la pintura que Francisco de Zurbarán realizó en 1638 para la iglesia de San Román en Sevilla. Esta obra fue saqueada durante la invasión napoleónica por el mariscal Soult y actualmente se encuentra en el Museo de Arte de Chicago.

Años más tarde, el párroco de San Román y Santa Catalina, don Francisco Blanc Castán, encargó una copia de la obra al pintor Ricardo Gil. Esta réplica, que se conserva en el presbiterio de la iglesia sevillana de San Román, muestra al santo con el niño Várulas a su lado. San Román aparece revestido con capa pluvial, sosteniendo un libro en una mano y su lengua, símbolo de su testimonio, en la otra.

Iglesia de san Román (ver)

En los laterales de la portada principal se sitúan dos estrechas ventanas polilobuladas mudéjares, arcos polilobulados y enmarcadas por alfiz, bajo las que vemos dos retablos cerámicos, de san Román y santa Catalina, titulares de esta iglesia parroquial. 

Detalle del azulejo de San Román

El templo sigue el conocido tipo parroquial sevillano, con tres naves, siendo la central de mayor anchura y altura que las laterales, separadas entre sí por arcos ojivales sostenidos por pilastras cuadrangulares. Las bases de las pilastras muestran retablos cerámicos con figuras de santos pintados por Antonio Muñoz y fabricados por Cerámica Crucis o cerámicas Montalván.

San Román

En el lado derecho del Presbiterio se encuentra un cuadro de San Román en su vida terrenal y gloriosa, obras modernas de Ricardo Gil.

San Román en su vida terrenal y gloriosa

En el lado izquierdo del Presbiterio destaca la vidriera de san Román y  el cuadro de San Román de Antioquia copia moderna del cuadro de Zurbarán que se encontraba en esta iglesia antes de la invasión francesa, y actualmente en el Museo de Arte de Chicago.

Vidriera de san Román

San Román de Antioquia. Copia de Zurbarán 

El retablo mayor de la Iglesia de san Román, es una obra de gran interés tanto por su categoría artística como por su historia material.

Retablo mayor

En el espacio central del segundo cuerpo se ubica la escultura de san Román, obra moderna de Francisco Berlanga, de 1998. A los lados de san Román tenemos pinturas de san Sebastián (izquierda) y san Roque (derecha).

San Román

Detalle de san Román

Detalle de san Román

miércoles, 18 de junio de 2025

RUTAS POR SEVILLA: Vírgenes

Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa.

Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, también conocida como Virgen de las Maravillas o Nuestra Señora de las Gracias de la Medalla Milagrosa, es una advocación mariana cuya festividad se celebra cada 27 de noviembre. Su origen se remonta a las apariciones de la Virgen María en 1830 a santa Catalina Labouré, entonces joven novicia de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, en la casa madre de la congregación situada en la calle del Bac, número 140, en París.

Según los testimonios de Catalina, la Virgen le pidió que se acuñara una medalla conforme a la visión que había recibido, prometiendo gracias especiales a quienes la portaran con fe. Catalina guardó silencio sobre estas experiencias durante la mayor parte de su vida, revelándolas únicamente a su confesor poco antes de su muerte. Fue canonizada en 1947 por el papa Pío XII.

Desde su juventud, Catalina experimentó fenómenos místicos. A los nueve años, soñó con san Vicente de Paúl, quien le invitó a unirse a su congregación. Durante su noviciado, tuvo varias visiones relacionadas con la Eucaristía y con Cristo como Rey crucificado, despojado de toda majestad terrenal. Estas visiones reforzaron su vocación de servicio y recogimiento.

Las apariciones más conocidas ocurrieron en julio y noviembre de 1830, en la capilla del noviciado.

La primera tuvo lugar la noche del 18 de julio, víspera de la festividad de san Vicente de Paúl. Catalina fue despertada por un niño, a quien identificó como su ángel de la guarda, que la condujo a la capilla, donde la Virgen la esperaba. Durante ese encuentro, la Madre de Dios le anunció que recibiría una misión difícil, pero acompañada siempre por la gracia divina. Le pidió comunicarlo a su director espiritual y confiar plenamente en Dios.

La segunda aparición sucedió el 27 de noviembre del mismo año, hacia las 5:30 de la tarde, víspera del primer domingo de Adviento. Catalina vio a la Virgen dentro de un marco ovalado, de pie sobre un globo terráqueo y aplastando con sus pies la cabeza de una serpiente. De sus manos extendidas salían rayos de luz, símbolo de las gracias que Dios concede por su intercesión. Alrededor del marco se leía la invocación: “¡Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti!”

Luego, la imagen giró, revelando un reverso con doce estrellas, una gran letra M coronada por una cruz, y los corazones de Jesús (rodeado de espinas) y de María (atravesado por una espada).

La Virgen pidió a Catalina que estas imágenes fueran encomendadas a su padre confesor y fueran reproducidas en una medalla, asegurando: “Todos los que la lleven con fe recibirán grandes gracias”.

Tras dos años de discernimiento y observación, el confesor de Catalina, el padre Aladel, comunicó los hechos al arzobispo de París, Monseñor de Quélen, sin revelar la identidad de la vidente. Finalmente, en 1832, y tras superar numerosas dificultades, el orfebre Adrien Vachette elaboró las primeras medallas según el diseño indicado.

En el anverso se muestra a la Virgen Inmaculada, con rayos de luz que brotan de sus manos hacia el mundo, símbolo de las gracias que concede. La rodea la inscripción mencionada anteriormente: Oh María sin pecado concebida ruega por nosotros que recurrimos a Ti. La imagen de la Virgen aplastando la cabeza de la serpiente alude a la profecía del Génesis (3:15): Pondré enemistad entre tú y la mujer […] te aplastará la cabeza, pero tú le morderás el talón.

Anverso de la medalla. (ver) (CC BY 3.0)

En el reverso una M entrelazada con una Cruz. Los Corazones de Jesús y de María, todos envueltos en doce estrellas.

La M de María, como Madre o Mediatrix, sostiene la Cruz sin crucifijo; el monograma I de Jesús (Iesus) se cruza con la M de María y la Cruz, y simboliza la salvación que traen Jesús y la Virgen, la relación indisoluble que une a Cristo con su santísima Madre, que se convierte así en testigo de la Salvación de la humanidad por parte de su Hijo Jesús y copartícipe en el acto mismo del sacrificio de Cristo.

Las 12 estrellas simbolizan las 12 tribus de Israel y los 12 apóstoles.

El corazón izquierdo coronado de espinas es el Sagrado Corazón de Jesús, que murió por los pecados de la humanidad, mostrando con su sacrificio el amor por los hombres; mientras que el corazón derecho perforado por la espada es el Inmaculado Corazón de María símbolo del dolor de la Virgen ante el rechazo a Dios por parte de algunos de sus hijos. El fuego de los corazones es el amor ardiente de Jesús y María por la humanidad.

Reverso de la medalla. (ver) (CC BY 3.0)

Durante la epidemia de cólera que asoló París en 1832, causando cerca de 20.000 muertes, las primeras medallas comenzaron a distribuirse entre los enfermos. Se atribuyeron numerosas curaciones y conversiones a su intercesión, lo que hizo que pronto se la conociera como la Medalla Milagrosa.

Desde entonces, esta devoción se ha extendido por todo el mundo. Hoy existen miles de millones de reproducciones de la medalla, fabricadas en diversos materiales, disponibles en tiendas religiosas físicas y virtuales. Incluso papas como Gregorio XVI y Pío IX la llevaron consigo, y la capilla de la rue du Bac se ha convertido en un importante lugar de peregrinación.

Es la gran devoción de la Familia Vicenciana, fundada por San Vicente de Paul, compuesta por la compañía de las Hijas de la Caridad, la Congregación de la Misión Padres Paúles, y la Asociación de la Medalla Milagrosa, entre otras.

Es una devoción que en Sevilla se inició a finales del siglo XIX, de mano de esta popular congregación hospitalaria. Aunque moderna, está muy extendida en la ciudad, pudiéndose encontrar su imagen en muchas iglesias y centros hospitalarios. 

Iglesia de san Román

En la nave de la epístola un Retablo moderno de la familia Vicenciana Virgen Milagrosa, de Antonio Castillo Lastrucci (ver) de 1940, acompañada de San Vicente de Paúl y Santa María Luisa de Marillac. 

Retablo de la Virgen Milagrosa

Virgen Milagrosa

Detalle de la Virgen Milagrosa

Detalle de la Virgen Milagrosa

Iglesia de san Lorenzo

En la cabecera de la nave del Evangelio, se observa la Capilla de la Inmaculada Milagrosa, también llamada del Cristo de las Fatigas, que tiene dos entradas, una desde la nave central y otra por la cabecera de la nave exterior del Evangelio.

Contiene esta capilla una interesante pintura mural que representa La Calle de la Amargura, del siglo XVI, atribuida en tiempo reciente a Luis de Vargasuna, se denomina Cristo de las Fatigas en su camino al Calvario.

Sobre una repisa se presenta una pequeña imagen de la Inmaculada Milagrosa.

Vista de la capilla desde la nave central

Vista de la capilla desde la nave lateral

Repisa con la Inmaculada Milagrosa 

Inmaculada Milagrosa

Detalle

Iglesia del Sagrado Corazón

En la nave del Evangelio, se encuentra el altar de plata de la “Milagrosa”, obra de Cayetano González. La imagen tuvo gran devoción en un pequeño colegio de la calle Quevedo. Esta devoción fue decayendo y al cerrarse el colegio de la calle Quevedo la imagen fue trasladada a la Iglesia de la compañía en 1950. El altar de plata repujada es considerado una de las obras maestras de Cayetano González (según su discípulo Fernando Marmolejo, es la mejor de sus obras).  

Retablo de plata

Virgen Milagrosa

Detalle

Iglesia de San Gil 

En la nave del Evangelio, se abre la Capilla de la Milagrosa.  En su interior se alza un retablo neobarroco del siglo XX, en cuyo centro se halla una imagen moderna de la Milagrosa, donada por las hijas de la Caridad del Pumarejo. La imagen está rodeada por la leyenda de la medalla.

Retablo 

Virgen Milagrosa

Detalle

Iglesia de San Julián

En la nave del Evangelio, pasada la puerta de comunicación con las dependencias parroquiales, se encuentra un retablo moderno de escayola dorado, de estilo renacentista con adornos mudéjares.

La imagen es moderna, de talla completa, de la Virgen de la Milagrosa, de Antonio Castillo Lastrucci (ver) de 1945-1946.

Retablo 

Virgen Milagrosa

Detalle