ALGUNAS CURIOSIDADES DE SEVILLA
El Patín de las damas
El ángulo noroeste del antiguo recinto
amurallado, en la esquina donde actualmente se unen las calles de Torneo y
Resolana, era de los más castigados por las frecuentes crecidas o riadas del
rio, debido a la proximidad del meandro que describía el Guadalquivir junto a
San Jerónimo, y por el hecho de que, el rio tenía un cauce secundario que
separándose del principal, tenía su recorrido por lo que hoy es la calle
Calatrava, se ensanchaba formando una amplia Laguna (ahora Alameda de
Hércules), seguía su curso rozando las murallas romanas y visigodas, y
describiendo un recodo, venía a unirse de nuevo al cauce en el llamado Arenal,
no sin antes haber alimentado otras Laguna en el lugar que hoy se corresponde
con la calle de Castelar.
El recinto amurallado, ampliado en la época musulmana, ya no tenía este curso secundario del rio, que fue cegado sin que se conozca con certeza la fecha de dicha obra.
La existencia de dicho cauce
pequeño está probada sin lugar a dudas, por el hallazgo, con motivo de las
obras del metro, en el área de la Plaza Nueva, a trece metros de profundidad,
de una barca de madera, muy deteriorada y que fue destrozada por la tuneladora,
conservándose el ancla de hierro que fue recogida y se encuentra actualmente en
el Museo Arqueológico de nuestra ciudad.
Pero, como
hemos comentado, este paraje era muy castigado en las épocas de crecidas del
rio, y ante ello el municipio sevillano ordenó que se fortaleciera la zona y se
rellenó un gran espacio entre la muralla y el rio, haciendo un terraplén, con
escombros y trabando piedras con argamasa para darle una consistencia que
pudriera frenar el ímpetu de las aguas, e impedir que socavasen nuevamente la
muralla, organizando así una especie de atalaya a la que se accedía a través de una escalera.
Este
terraplén y la explanada que quedó sobre él, se convirtieron en un lugar adonde
acudían las sevillanas de los barrios de la Macarena, San Lorenzo y San Vicente
a tomar el sol en invierno y a pasear en primavera, por lo que se dio el nombre
de “Patín de las Damas”, conocido
así al menos desde la segunda mitad del siglo XVII, por ser un lugar a manera
de patio, protegido por la muralla contra el viento, y con el rio por delante, lo que le
daba gracia y exorno y desde donde se podían contemplar el panorama bellísimo
que proporcionaba el cercano pueblo de Santiponce y el Monasterio de San
Jerónimo.
Además, se formó una especie de paseo, llamado
de las Delicias. Años más tarde este nombre lo tomó el Almaciguero creado por
el Asistente Arjona que se ha denominado hasta nuestros días Paseo de las
Delicias.
Río
Guadalquivir si su cauce secundario. El circulo blanco indica la ubicación del
“Patín de las Damas”
A pesar de ello, esta zona seguía castigada por las
crecidas del rio y Francisco de Borja Palomo da cuenta detallada de la
reparación del Patín de las Damas en 1627-1628, tras las terribles inundaciones
de 1626: “Existía también allí de muy antiguo una segunda muralla saliente que
fue demolida, levantando y solando de nuevo el grande espacio que llamaban
Patín de las Damas, poniéndole dos anchas escalinatas que antes solo tenía una,
y dejándolo muy cómodo para que los habitantes de la ciudad tuvieran en las
ardorosas noches del estío un sitio ameno y fresco para sus diversiones, que
alcanzó gran celebridad hasta muy entrado el siglo XIX, porque allí la gente se
reunía con frecuencia para sus bailes y serenatas nocturnas”.
Pero estos bailes y serenatas nocturnas, provocaron
una reunión del cabildo catedralicio, el 13 de julio de 1644: “El exceso de
algunos músicos de la iglesia que se van muchas noches a cantar al río con
personas particulares y al día siguiente se ponen en patitur... y demás de esto
se tenía noticia que dos músicos tenían salario señalado de otra persona demás del
que le da el cabildo”.
Esta reunión comisionó al deán para que averiguara los detalles y les pusiera remedio, ya que además de un fraude atentaba contra el decoro del Cabildo.
Es posible que, dado que el tema surge en pleno periodo
estival, estas salidas nocturnas, para cantar en compañía de otros músicos
particulares, puedan conectarse con las veladas musicales del Patín de las
Damas u otras similares en la ribera del río, organizadas para entretener a los
sevillanos en esas noches de estío.
En el siglo XVIII tiene lugar la más importante de las
obras en aquel lugar, los cimientos del Patín se encontraban en peligro
inminente de derrumbe, para evitarlo se iniciaron las que serían las últimas
obras en el paraje, dirigidas por un ilustre marino y famoso sabio, el
sevillano Don Antonio de Ulloa.
Seis años duraron las obras, a cuyo final se
instaló una gran lápida en la parte exterior del Patín, y que hoy puede verse
en el jardín de la Torre de Don Fadrique. Su texto dice : "Reinando en
España la Católica Majestad de Carlos III, en virtud de orden del Supremo
Consejo de Castilla, a instancia del ILmo. Cabildo y Regimiento de la ciudad
M.N. y M.L. de Sevilla. Se hizo estas obras de husillo y terraplén se componen
para la defensa de las aguas y seguridad de la población que se hallaban en
gran riesgo a costa de sus caudales propios, los que se acabaron en 13 de
noviembre de 1779. Siendo Asistente el Señor Don Antonio de Ulloa teniente
General de la Real Armada, y la distribución de los caudales a la Junta Municipal
de Propios y Arbitrios a cuyo cuidado corrió últimamente el todo de la
ejecución en el tiempo de 6 años, 6 meses y 12 días que duró".
Puerta de la Almenilla o de la Barqueta. A la izquierda, en la muralla,
se aprecian varias personas tomando el fresco en el Patín de las Damas. El
edificio que asoma a la derecha es el Real Monasterio de San Clemente, fundado
por Fernando III tras apoderarse de la ciudad.
Por desgracia, no ha llegado hasta nosotros ningún grabado del interior del Patín, pero por su descripción se supone que tenía sesenta por sesenta metros, era de forma octogonal y en cada uno de sus ángulos estaba robustecido por torreones.
En cuanto al acceso, éste era por los
callejones junto al muro de la ciudad, o por el llamado Callejón de los
Calatravos (actualmente calle del mismo nombre), al final de dicho callejón
se abría la ancha plaza de Vib-Arragel y, en ella, las escaleras antes citadas.
Todos los cronistas tildaban de maravilloso el Patín
de las Damas y sus aledaños que, pese a que Romero Murube lo incluye en su
estudio sobre los jardines sevillanos, este lugar, privilegiado por su
situación, nunca debió ser una zona ajardinada, al menos en el sentido de
jardín romántico.
“En Sevilla y en el margen del Guadalquivir que
conduce al convento de San Jerónimo, hay, cerca del agua, una especie de
remanso que fertiliza un valle en miniatura formado por el corte natural de la
rivera que en aquel lugar es bien alta y forma un rápido declive.” Así describía el famoso poeta Bécquer este lugar de encuentro y recreo
cercano al Guadalquivir, conocido como “el Blanquillo” o “Patín de las Damas”.
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