miércoles, 22 de enero de 2025

AREA DE REGINA-ENCARNACION-SAN PEDRO

Convento de la Encarnación.

El Convento de la Encarnación fue fundado en 1591 por Juan de la Barrera, un hombre que había hecho fortuna en América y que, por no tener descendencia, legó su patrimonio a obras piadosas, para ello donó unas casas en el barrio de San Bartolomé, para la construcción de un convento, con la posibilidad de ser vendidas para buscar otra ubicación si fuera necesario.

En el testamento quedaba estipulado que su enterramiento tendría que realizarse en la iglesia del convento, que el altar mayor tendría que estar dedicado a la Anunciación y que habría altares dedicados a los santos Juanes.

El convento debía de estar sujeto al deán y al cabildo catedralicio y tendría como máximo 40 religiosas, teniendo preferencia para entrar las familiares del fundador, que podrían hacerlo sin aportar una dote.

A la muerte Juan de la Barrera. el 25 de abril de 1591, su albacea testamentario, Hernando Vallejo, decidió erigir el convento en el barrio entonces conocido como de Ponce de León, por tener allí su casa Pedro Ponce de León, anteriormente conocido como barrio de Morillo.

Así, la ubicación definitiva sería la que hoy conocemos como plaza de la Encarnación, por el nombre de Nuestra Señora de la Encarnación del convento. 

Una vez construida la parte principal, se pidió a la Santa Sede la aprobación, que llegó con la bula del papa Clemente VII del 23 de enero de 1600.

En 1602 el cabildo aceptó su papel en la gestión del convento y ese mismo año se cerró la clausura, con monjas agustinas, y teniendo a Beatriz de Vallejo, pariente del albacea Hernando Vallejo, como primera abadesa, procedente  del Convento de Santa María de las Dueñas (ver).

La puerta principal, fue labrada en 1598 por el arquitecto Alonso Vandelvira (ver) y los escultores Andrés Ocampo (ver) y Martín Alonso de Mesa, con Diego Rodríguez como maestro albañil.

Entre 1674 y 1679 se realizó el retablo mayor, por parte de Francisco Dionisio de Ribas (ver), en madera de cedro y alijo. El retablo se apolilló y fue reparado por Fernando Barahona (ver), que tuvo que retirar toda la madera de alijo y sustituirla por pino de Flandes. Entre 1691 y 1693 se doró y estofó la restauración, por parte de Miguel de Parrilla.

En un retablo lateral situado en el lado del Evangelio de la iglesia, frente a la puerta del templo, bajo el cual estaba enterrado el sacerdote jesuita venerable Fernando de Mata, había un cuadro de Juan de Roelas con la Inmaculada y el venerable arrodillado junto a ella. En la actualidad, este cuadro se encuentra en los Museos Estatales de Berlín. ​

Un episodio desagradable fue protagonizado por Juan Vallejo, hijo de Hernando Vallejo, que el pretexto de ciertas deudas dejadas por el fundador, hipotecó incluso las dotes de las religiosas. De esta manera, 38 años después de la fundación, debido a una demanda de los acreedores, fueron incautados todos los bienes del convento. Finalmente, en 1656, el tribunal otorgó al convento y a su abadesa la administración de sus bienes y rentas. En la segunda mitad del siglo XVII, las monjas compran nuevas casas para aumentar el convento. ​

En 1705, el marqués de Dos Hermanas intentó obtener el patronazgo del convento alegando que era sucesor de Juan Vallejo. La abadesa y las monjas se opusieron a estas pretensiones, pues como hemos comentado, desde 1656 la abadesa disfrutaba de plena autonomía frente a los patronos por una ejecutoria del Tribunal.

Pero, a comienzos del siglo XVIII la situación económica del convento era mala y tuvieron que recurrir al dinero de las dotes de las religiosas para alimentos, y el 29 de septiembre de 1710 la abadesa y sus doce monjas fueron a pedir ayuda a la catedral, precedidas por una cruz alzada llevada por su sacristán.

El cabildo acordó darle 200 fanegas de trigo y 200 ducados, pero el visitador privó a la abadesa de su cargo y a sus acompañantes de "voz activa y pasiva" y el arzobispo reclamó para sí la competencia de la causa y ordenó arrestar al sacristán porque, según el historiador J. Muñana, "no era tanta la necesidad como significaban las religiosas".​

En 1810 se produjo la invasión de Sevilla por parte de los franceses, el Mariscal Soult se instaló en el Palacio Arzobispal y el 28 de abril se publicó en la “Gazeta de Sevilla” el decreto, firmado por José Bonaparte en el Alcázar, en cuyo primer artículo, literalmente, se podía leer: " Se formará una plaza pública en el terreno que ocupa la manzana comprendida entre las plazas de Regina y la Encarnación".

El mismo decreto ordena que las monjas fuesen trasladadas a otro convento. El visitador propuso que las monjas fuesen trasladadas al Convento de Nuestra Señora de la Paz, también de agustinas, pero las monjas no querían ser fusionadas con otro convento, así que el 10 de junio se trasladaron al Convento de los Terceros, que había sido exclaustrado.

Así pues, se derribó el convento de la Encamación y el resto de la manzana, que se había segregado en diversas casas y palacios, fue demolida, pues el mariscal Soult tenía idea hacer de Sevilla una gran capital de España, y en el solar del convento de la Encarnación, ubicaría la plaza mayor que la ciudad, pero la escasez de fondos y el cariz contrario a los intereses napoleónicos que había tomado la Guerra de la Independencia motivaron que solo se hiciera la demolición de esta manzana, y que la creación de la plaza nunca llegó a materializarse.

Así, en la segunda década del siglo XIX con un solar vacío de cerca de 25.000 m sin ningún tipo de uso, el Ayuntamiento decidió ubicar en él un mercado de abastos que paliara las necesidades de la ciudad, pues en ese momento Sevilla no contaba con un punto fijo de ventas, sino que el comercio se esparcía por las distintas calles y plazas, tal y como se hacía desde el medievo.

Vista de la plaza de la Encarnación (años 1980)


Tras la expulsión de los franceses, el 11 de diciembre de 1813 Fernando VII ordenó que se devolviesen sus posesiones a todos los religiosos, pero estas monjas agustinas no tenían ya un lugar al que regresar.

En 1815 la abadesa María Josefa Rodríguez de León escribió una exposición al nuncio para evitar el traslado de su comunidad al Convento de Nuestra Señora de la Paz alegando que aquel convento estaba en su mayor parte en ruinas.

El cabildo catedralicio les cedió la iglesia y el coro del Hospital de Santa Marta, entre la Plaza Virgen de los Reyes y la Plaza del Triunfo. Las monjas recibieron en donación dos casas colindantes al hospital y se trasladaron a su nueva sede el 21 de diciembre de 1819, en este antiguo Hospital de Santa Marta, donde aún hoy día reside la orden, mientas los terceros volvieron a su respectivo convento.

Actualmente, el convento de la Encarnación sigue ubicado donde se estuvo anteriormente el antiguo Hospital de Santa Marta, en la Plaza Virgen de los Reyes, frente a la catedral. De las obras de arte pertenecientes al convento de la Encarnación original, aún se conservan en su nueva ubicación las imágenes de San Juan Bautista, San Juan Evangelista y de la Anunciación, todas de Francisco Dionisio de Ribas (ver).

 RUTAS POR SEVILLA: Ruta Artística. Escultores Retablistas 

Fernando de Barahona y Vallejo.

Fernando de Barahona y Vallejo nació en Sevilla en 1631

Su padre, el sevillano Antonio de Barahona, se dedicaba a la representación de personas en negocios y al préstamo de dinero. Su madre, originaria de Guillena, aparece como Juana Vallejo o Zúñiga, siendo el cambio de apellidos algo frecuente en la época.

Fernando fue bautizado 1 de enero de 1631 en la Iglesia de San Martín

Su aprendizaje como retablista pudo estar relacionado con los hermanos Ribas y con Pedro Roldan y llegó a maestro del gremio entre 1659 y 1662. ​

Contrajo matrimonio con María de Ribera el 19 de marzo de 1651. Se instaló en la collación de San Lorenzo. Sus hijos Baltasar (1658) y Francisco (1669) continuaron su actividad como retablistas y escultores.

Murió en Sevilla en 1693

Destacamos su producción en Sevilla:

1662. Retablo en la Capilla de la Cruz del Rodeo. Desaparecido (ver).

1673. Retablo a la Virgen de las Maravillas. Iglesia de san Juan de la Palma. Desaparecido (ver).

1673. Retablo mayor del Hospital del Amor de Dios. Desaparecido

1675. Retablo mayor del Convento de la Encarnación de Belén (ver). Actualmente en el Convento de Santa Ana (ver).

1676. Retablo de las Ánimas del Purgatorio. Iglesia de san Lorenzo (ver).

1682. Retablos del Cristo del Amparo y de la Virgen de la Granada, en los laterales de la Iglesia de san Lorenzo (ver). ​

1685. Retablo mayor de la Iglesia de san Bernardo. Desaparecido

1686. Dos retablos laterales para la Hermandad del Santo Sudario y Madre de Dios de la Palma del Convento de san Antonio de Padua (ver).

1689. Retablo de la Virgen del Rosario para la Hermandad de Nuestra Señora del Rosario de la Iglesia de santa Catalina. Posiblemente, se trasladó a la Iglesia del Convento de los Terceros, donde actualmente alberga a la Virgen de la Encarnación.

1690. Retablo de la Virgen del Patrocinio. Iglesia de San Bernardo. ​

1691. Camarín para un retablo de la Iglesia de San Martín (ver).

1692. Retablo para el Cristo de la Salud de la Iglesia de San Bernardo. Sevilla

RUTAS POR SEVILLA: Ruta Artística. Escultores Retablistas 

Francisco Dionisio de Ribas.

Francisco Dionisio de Ribas nació en Córdoba en 1616.

Su hermano mayor Felipe (1609-1648) se formó junto a Juan de Mesa, aunque tuvo influencias de Martínez Montañez y Alonso Cano y Francisco y a la muerte de su hermano Felipe en 1648, continuo con el taller familiar con trabajos tan importantes como la arquitectura del retablo mayor de la Iglesia del Sagrario, el de la iglesia de los Terceros, el de la capilla de la Maestranza y el de la capilla de los Jácomes de la Catedral.

Como retablista es característico el uso de la columna salomónica y la rica ornamentación vegetal que adornan sus estructuras.

Como escultor de imágenes, destaca la talla del Niño Jesús de la Iglesia de San Juan de la Palma y Santo Tomás de Villanueva, escultura en madera policromada, para la iglesia del convento de san Leandro.

Otro de sus hermanos fue Gaspar de Ribas (1611-1658), maestro dorador y pintor, que se encargó fundamentalmente del policromado de los trabajos de sus hermanos escultores.

Falleció en Sevilla en 1679.

RUTAS POR SEVILLA: Ruta Artística. Escultores Imagineros  

Andrés de Ocampo Núñez.

Nació en Villacarrillo, en el Reino de Jaén, tradicionalmente se había considerado como fecha de su nacimiento 1555, pero en 1986 Luz de Ulierte retrasó el acontecimiento hasta 1560.

Fue hijo de Francisco de Ocampo, de profesión ingeniero, y de Isabel Núñez

No se conoce detalles de sus primeros años, que se supone que debieron de transcurrir en su tierra natal, ni tampoco en qué fecha tuvo lugar su traslado a Sevilla, donde su padre tenía intereses económicos. Se ha supuesto, no obstante, que pudo ser en torno a 1567, para ingresar como aprendiz en el taller de Jerónimo Hernández (ver).

Hay constancia documental de que el 31 de enero de 1575 compareció ante un tribunal examinador, del que formaba parte Pedro Heredia y Gaspar del Águila y resultó aprobado como escultor, entallador y arquitecto. A partir de ese momento, se inició para el joven jiennense una fecunda vida profesional, desarrollada básicamente en el antiguo territorio del arzobispado sevillano.

Residió entre 1581 y 1585 en Córdoba y también en 1591 en Granada, aunque el centro de su actividad se fijó en Sevilla por lo que no supusieron un paréntesis en su actividad sevillana.

Contrajo matrimonio en cuatro ocasiones:

En marzo de 1575 contrajo matrimonio con Isabel de Torres, con quien tuvo una hija, Isabel de Torres, que profesó en el Monasterio jerónimo de Santa Marta de Córdoba.

Es probable que su esposa muriera en el parto, ya que en julio de 1576 el maestro contrajo nuevas nupcias con Catalina Ponce, hija del arquitecto Hernán Ruiz el Joven, con la que tuvo dos hijas, Andrea y Catalina. Con esta unión se convirtió en cuñado de su maestro, Jerónimo Hernández.

Casó por tercera vez en 1604 con Catalina de Paredes y en 1608 casó por cuarta y última vez con Francisca Maldonado; de estos dos matrimonios no tuvo descendencia.

Residió fundamentalmente en las collaciones de san Román, san Martin y sobre todo en la de San Vicente, en cuya iglesia (ver) fue enterrado tras su muerte acontecida el 19 de enero de 1623.

Legó sus bienes artísticos a su sobrino y discípulo, el también destacado artista, Francisco de Ocampo y Felguera (ver), "por el mucho amor y voluntad que le tengo".

Hernández Díaz ha destacado que reunió una importante biblioteca, en parte legado de su suegro Hernán Ruiz y su cuñado Jerónimo Hernández con abundantes obras de contenido religioso y los tratados de arquitectura de Serlio, Palladio, Vignola y Juan de Herrera.

La temprana muerte de su cuñado y maestro Jerónimo Hernández en 1586, llevó a que Andrés de Ocampo se ocupara de la terminación de las obras pendientes de éste y en 1602, tras varios traspasos quedó encargado de la totalidad de la obra, que finalizaría en 1608.

De sus obras en Sevilla destacamos:

1575. Cuatro relieves. Iglesia del convento de Santa María de Belén. Desaparecidos (ver).

1576. Retablo de la Virgen María. Convento de Nuestra Señora de Regla. Desaparecido.

1578. Tabernáculo con la Virgen María. Convento de Santa María de Belén. Desaparecido (ver) .

1586-1592. Participación en retablo mayor. Iglesia del Monasterio de santa María de las Dueñas. Desaparecido (ver).

1587-1589 y 1596. Retablo mayor. Iglesia del monasterio de Regina Angelorum (ver).

1589. Retablo. Convento del Valle. Paradero desconocido.

1590. Participación en el retablo de San Juan Evangelista. Iglesia del convento de las Dueñas. Desaparecido (ver).

1591. San Pedro de pontifical. Retablo mayor de la Iglesia de san Pedro. Presenta al apóstol sedente en su cátedra, revestido de pontifical, con tiara y actitud de bendecir, sosteniendo sobre sus rodillas un libro abierto mientras sujeta con la mano izquierda la cruz patriarcal.

1592. Figuras infantiles y dos sierpes. Silla arzobispal. Sala capitular de la Catedral de Sevilla.

1592. Retablo mayor. Iglesia de Ómnium Sanctorum. Desaparecido (ver).

1592. Retablo mayor. Iglesia del convento de Santa Paula. Sustituido.

1592. Retablo de la capilla de los Vizcaínos. Casa Grande de san Francisco. Desaparecido.

1598. Relieve y figuras de la portada del convento de la Encarnación. Desaparecidos.

1599-1600. Retablo mayor. Iglesia de Santiago. Sevilla.

1601. Retablo para Gaspar de Castro. Desaparecido.

1603-1605. Retablo del Descendimiento. Iglesia de san Vicente (ver). La composición se ordena en torno al eje central formado por María y el bellísimo desnudo de Jesús, apenas velado por el sudario. A ambos lasos se distribuyen las restantes figuras con diferentes grados de relieve, cerrando la composición, en la zona inferior, la figura de Magdalena, caso de bulto redondo.

1606-1611. Estatuas de retablo mayor. Iglesia de san Martin (ver).

1609. Relieve en piedra de la Visitación. Iglesia de Santa Isabel (ver).

1613. Relieve de retablo mayor. Colegiata del Salvador. Desaparecido.

1622. Cristo de la Fundación.  Capilla de Nuestra Señora de los Ángeles. Los Negritos (ver). Presenta la cabeza inclinada y un largo mechón de cabello caído hacia adelante. De facciones acusadas, boca pequeña bien dibujada y barba corta bífida. La tensión se acusa en los músculos y venas de los brazos y en el torso alargado, componiendo una de las más bellas imágenes del manierismo sevillano.

martes, 21 de enero de 2025

 AREA DE REGINA-ENCARNACION-SAN PEDRO

Mercado de la Encarnación.

En 1810 se produjo la invasión de Sevilla por parte de los franceses, el Mariscal Soult se instaló en el Palacio Arzobispal y el 28 de abril se publicó en la “Gazeta de Sevilla” el decreto, firmado por José Bonaparte en el Alcázar, en cuyo primer artículo, literalmente, se podía leer: " Se formará una plaza pública en el terreno que ocupa la manzana comprendida entre las plazas de Regina y la Encarnación".

El mismo decreto ordena que las monjas fuesen trasladadas a otro convento. El visitador propuso que las monjas fuesen trasladadas al Convento de Nuestra Señora de la Paz, también de agustinas, pero las monjas no querían ser fusionadas con otro convento, así que el 10 de junio se trasladaron al Convento de los Terceros, que había sido exclaustrado.

Así pues, se derribó el convento de la Encamación y el resto de la manzana, que se había segregado en diversas casas y palacios, fue demolida, pues el mariscal Soult tenía idea hacer de Sevilla una gran capital de España, y en el solar del convento de la Encarnación, ubicaría la plaza mayor que la ciudad, pero la escasez de fondos y el cariz contrario a los intereses napoleónicos que había tomado la Guerra de la Independencia motivaron que solo se hiciera la demolición de esta manzana, y que la creación de la plaza nunca llegó a materializarse.

De esta forma, cuando los franceses abandonan la ciudad, la plaza era un inmenso montón de escombros.  

En la segunda década del siglo XIX con un solar vacío de cerca de 25.000 m sin ningún tipo de uso, el Ayuntamiento decidió ubicar en él un mercado de abastos que paliara las necesidades de la ciudad, pues en ese momento Sevilla no contaba con un punto fijo de ventas, sino que el comercio se esparcía por las distintas calles y plazas, tal y como se hacía desde el medievo.

Efectivamente, por sus calles y plazuelas se vendían todo tipo de productos y alimentos; desde el pescado en la Plaza de la Pescadería, las legumbres en la calle Herbolarios, las carnicerías y verdulerías en la Plaza de la Alfalfa, las frutas y frutos secos en la del Salvador, o la venta de la caza menor en la calle Luchana.

Además, la mayor parte de las veces esta venta era ambulante, sin unas mínimas condiciones higiénicas que suponían graves problemas para la salud de los ciudadanos.

A ello hay que añadir las dificultades del Ayuntamiento para cobrar tributos y tener controlados a los vendedores por no estar ubicados en un sitio concreto.

Por todo ello se hacía absolutamente imprescindible crear un mercado de abastos en la ciudad.

Tras muchos proyectos y sesiones del Cabildo, por fin "el martes primero de agosto de 1820 empezó a establecerse el Mercado Principal de Abastos en la nueva plaza de la Encamación" según cuenta don Joaquín Guichot (ver).

Este primer mercado estaba realizado en madera de pino según un proyecto presentado por Cayetano Vélez en 1814.

De igual material eran los cajones de los puestos, lo que originó distintas quejas, entre ellas la siguiente, presentada en el mismo año de 1820: “ la salud pública es la suprema ley de todas la sociedades; aquella está amenazada en el mero hecho de trasladar las carnes y los pescados al sitio de la Encarnación, porque los caxones de madera acordados no es defensa suficiente de la calor que gravita sobre aquel lugar y más en materia tan dispuesta a la putrefacción al periodo de mui pocas horas. Este mal ba a acarrear sobre los vecinos de esta ciudad que vallan a proveerse al mercado público e insensiblemente puede acarrear una fermentación contagiosa que quiera ataxarse cuando sea tarde ... " (Sec. 9, t. 27, núm. 4).

Este primer mercado fue demolido en 1831 y sustituido por otro de ladrillo, obra de los arquitectos Melchor Cano y Salustiano Ardanaz.

Este Nuevo Mercado, por una serie de problemas y complicaciones, no se pudo dar por finalizado hasta 1837, y hasta 1842 no se terminó la zona de "dirección" (el Juzgado del Mercado).

Vista cenital del Mercado de la Encarnación (1967). Fototeca Municipal de Sevilla

Se trataba de un inmenso edificio rectangular, con 430 placeros, que abarcaba la plaza en su totalidad, desde la calle Dados (Puente y Pellón) hasta el Convento de Regina.

Su interior  estaba organizado en tres amplias calles, con galerías cubiertas, a ambos lados de las cuales se situaban los puestos ordenados según los artículos de venta: pan , frutas y hortalizas, carne fresca y chacina, pescado.

Mercado de la Encarnación. Estado de los puestos (1971). Fototeca Municipal de Sevilla

Interior del Mercado de la Encarnación (1978). Fototeca de la Universidad de Sevilla

Mercado de la Encarnación. Finales de los 20 o principio de los 30

En su centro, donde se ubicaban los puestos de venta más efímera se situaba una fuente mármol (la que está en la actualidad en la Plaza) rodeada de cuatro árboles.

Fuente Central que se encontraba en el centro del Mercado de la Encarnación realizada por el arquitecto Melchor Cano en 1832. 

Se accedía por ocho puertas, tres en cada lado largo (que coincidía con las antiguas calles del Correo y del Aire), y una puerta en cada lado menor, esto es, a la calle Dados (actual Puente y Pellón) y a Regina. 

Fachada norte junto a la embocadura de la calle Regina. Fototeca Municipal de Sevilla. Fondo Serrano

Este gran mercado condicionó el ambiente de su entorno, con la presencia de los vendedores ambulantes, los hortelanos que acudían cada madrugada a instalar sus productos para la venta, las cigarreras. Se multiplicaban las denuncias por engaño en calidad, y sobre todo en el peso, e incluso se acostumbraba a matar los cerdos en mitad de la calle. Y no eran infrecuentes peleas, motines de los vendedor y enfrentamientos con los mismos carabineros. Asimismo, hasta prácticamente la década de 1970 se registraban estampas de prostitución callejera en la esquina de Puente y Pellón y Compañía.

Con la percepción de las ventajas de concentrar los puntos de venta en un único espacio, se crearon nuevos mercados a lo largo de la ciudad, como el de Entradores, o el del Postigo del Aceite o el de la calle Feria.

En 1948, se derribó la mitad sur del Mercado para facilitar la comunicación entre Laraña e Imagen y la posterior ampliación de esta. Una operación urbanística destinada a conectar la Puerta Osario con la Campana y que determinó que la nueva calle partía en dos el espacio que antes ocupaba en su totalidad el mercado, quedando este a un lado y al otro la nueva Plaza de la Encarnación, y de los 10.000 metros cuadrados que ocupó originalmente, su espacio se redujo a los 7.000 aproximadamente. 

Derribo de las casas de la antigua calle Imagen para su ensanche.

En 1973, debido a problemas estructurales de los puestos de verduras y pescado del Mercado, la riada del Tamarguillo y la aparición de los primeros supermercados, el Mercado fue demolido totalmente.  Y en el ángulo noreste de la plaza se dispusieron unas instalaciones, para los puestos que quedaban, por un plazo máximo de 3 años, que fueron finalmente 37 años. 

Demolición del mercado de la Encarnación (1973)


Demolición del Mercado De Abastos en 1973, Fototeca Municipal de Sevilla. Fondo Serrano

El primer uso que tuvo el espacio fue el de un aparcamiento en superficie. El proyecto derivó posteriormente en la construcción de un nuevo estacionamiento, esta vez subterráneo, sobre el que se ubicaría el nuevo mercado. La falta de recursos fue dilatando la actuación sobre el mismo.

Vista del aparcamiento de la plaza de la Encarnación (años 1980)

Durante la década de los 90, se llevaron a cabo varias etapas de excavación arqueológica, y fueron identificados diferentes etapas históricas escondidas bajo la Plaza de la Encarnación, que dieron lugar a la musealización de los restos, comprendidos entre el siglo I y el VI d.C.

En 2004, el Ayuntamiento de Sevilla convocó un concurso internacional de ideas para la reurbanización de la plaza de la Encarnación, donde los restos arqueológicos quedaran integrados.

Esta etapa daría lugar al proyecto popularmente conocido de “las Setas”, del arquitecto alemán Jürgen Mayer con su Metropol Parasol, con un moderno mercado de abastos, que abarca 4.500 metros cuadrados de superficie y alrededor de 70 puestos de venta.

Detalle del Metropol Parasol