sábado, 2 de agosto de 2025

RUTAS POR SEVILLA: Vírgenes

Virgen de los Ángeles. Hermandad de los Negritos.

La primera devoción de la Hermandad de los Negritos no estuvo dedicada a la Virgen de los Ángeles, como ocurre hoy, sino a una advocación singular y poco frecuente: Santa María de los Reyes. Esta imagen, de origen medieval, representaba a la Virgen María entronizada con el Niño en brazos, mientras a sus pies los tres Reyes Magos le rinden adoración.

Esta iconografía encerraba un mensaje teológico profundo y universal, al presentar a los Magos como símbolos de la diversidad de los pueblos y razas de la Tierra, todos ellos reconocidos en igualdad bajo el amparo de María. En una época marcada por la desigualdad y la esclavitud, esta representación ofrecía una visión inclusiva y esperanzadora, en la que cada raza tenía un lugar ante Dios.

Para los esclavos africanos que fundaron la hermandad en Sevilla, esta imagen no era solo una expresión artística, sino una fuente de consuelo espiritual y dignidad. La figura del Rey Mago negro resultaba especialmente significativa, ya que facilitaba su integración en la vida eclesial y reafirmaba su papel activo como creyentes. En torno a María y al Niño Jesús, los Reyes sostenían también el valor simbólico de los fieles negros como servidores de Cristo y partícipes de la redención.

La advocación de Santa María de los Reyes, al subrayar la presencia de las distintas razas en el misterio de la Epifanía, sirvió como modelo devocional para otras hermandades de negros que surgirían en Andalucía tras la fundación de la sevillana.

En la Sevilla del siglo XV, la población negra o morena era considerable (ver). Muchos eran esclavos capturados durante las guerras con el reino de Granada o traídos desde África en las rutas comerciales dominadas por los portugueses, especialmente hacia la zona de Guinea. Estas personas, desarraigadas y privadas de libertad, encontraron en la fe cristiana un refugio espiritual y una vía de esperanza.

El convento de San Agustín dio nombre al barrio que se desarrolló fuera de las murallas, en una zona humilde alejada de los centros de poder. En este entorno, la hermandad adquirió un solar donde se erigiría su capilla. Aunque sería conocida más adelante como capilla de Nuestra Señora de los Ángeles, durante un tiempo llevó el título de capilla de la Virgen de los Reyes, e incluso llegó a ser nombrada parroquia de San Roque en 1573, en honor al santo protector contra las epidemias de peste, cuya devoción era muy popular en ese contexto.

Actualmente, Nuestra Señora de los Ángeles es la titular de la corporación es, una imagen profundamente venerada por la Muy Antigua, Pontificia y Franciscana Hermandad y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Fundación y Nuestra Señora de los Ángeles Coronada, conocida popularmente como “Los Negritos”.

La imagen de la Virgen es una escultura de candelero tallada en madera, con la cabeza y las manos modeladas, y los brazos articulados para facilitar su vestimenta. Su rostro, de forma ovalada, transmite una expresión contenida y serena, que refuerza el carácter hierático de la imagen. Sus ojos, ligeramente inclinados hacia abajo, reflejan recogimiento, y se adornan con cinco lágrimas, tres en la mejilla izquierda y dos en la derecha. La nariz es afilada, la boca entreabierta, y presenta un leve hoyuelo en la barbilla. El cuello, por su parte, carece de detalle anatómico.

Las manos están esculpidas con formas sencillas y simétricas. Aunque los dedos aparecen separados, los dedos corazón y anular se presentan más juntos. En el dorso se marcan discretamente algunos hoyuelos en la base de los dedos, y en la palma se insinúan algunas líneas con un tratamiento muy esquemático.

Virgen de los Ángeles

Detalle 

Detalle del rostro en visión frontal

Detalle del rostro en visión lateral

Detalle de las manos

Tradicionalmente, la imagen de Nuestra Señora de los Ángeles se databa en el siglo XVIII. Sin embargo, estudios posteriores han adelantado su cronología hasta la primera mitad del siglo XVII, e incluso hacia finales del siglo XVI. Esta nueva propuesta se basa en diversos elementos formales que remiten a recursos plásticos ya presentes en el último tercio del siglo XVI, como la estructura tubular del cuello, el marcado frontalismo del rostro, que confiere al conjunto un ese carácter hierático, así como el trazado ovalado de la cara, carente de los refinamientos característicos del siglo XVIII.

En cuanto a su conservación, existen intervenciones documentadas a lo largo del siglo XX. La primera tuvo lugar en 1952, y fue realizada por Juan Miguel Sánchez Fernández, catedrático de Pintura de la Escuela Superior de Bellas Artes y académico. En ella se acometió una intervención en el rostro de la Virgen, motivada por diversos desperfectos, aunque no se especifican con claridad cuáles fueron.

Una segunda restauración se llevó a cabo en 1984, a cargo del imaginero Antonio Dubé de Luque (ver), quien redactó un detallado informe en el que constataba el mal estado de conservación de la talla. El candelero estaba severamente afectado por la acción de xilófagos, mientras que la policromía del rostro presentaba daños visibles en la mejilla izquierda, el seno nasal derecho, la boca, y una pérdida menor en la zona de la frente. Además, se observaba una grieta en la cabeza, ocasionada por el perno de sujeción de la corona. Dubé procedió a realizar un nuevo cuerpo para la imagen, articuló de nuevo los brazos, rehízo el candelero, al que dotó de mayor volumen en la zona de las caderas, y colocó un nuevo sistema de anclaje para la corona. También planteó una intervención más profunda en el rostro.

Ya en el siglo XXI, la imagen fue sometida a una nueva restauración por parte del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH). Esta intervención, realizada conforme a criterios científicos y metodológicos actuales, se inició con una fase preliminar de estudio diagnóstico (2004), que permitió identificar con mayor precisión las características técnicas de la escultura, así como la naturaleza y el alcance de las intervenciones previas. Este enfoque riguroso sentó las bases para una actuación respetuosa con la integridad material y simbólica de la imagen.

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