RUTAS POR SEVILLA: Vírgenes
Virgen de los Ángeles.
Nuestra Señora de los Ángeles,
también conocida como
Santa María de los Ángeles
o simplemente la Virgen de los Ángeles, es una advocación mariana que presenta a la
Virgen María como Reina de los Ángeles. Esta representación resalta su papel
esencial en la historia de la salvación y su poderosa intercesión ante Dios en
favor de los fieles.
La relación entre
esta advocación y el misterio de la Asunción es profunda. Según la tradición
espiritual, los Nueve Coros de Ángeles estallaron de júbilo al recibir a María
en el Cielo, proclamando con entusiasmo el esplendor y la gloria de su Reina.
María no solo es honrada como Reina de todos los Santos y Reina de todos los
Corazones, sino también como Reina de todos los Ángeles, que la rodean en perpetua alabanza.
El título de “Reina de los
Ángeles” aparece expresamente en la Letanía
Lauretana (ver),
una antigua oración de alabanza y súplica dedicada a la Madre de Jesús. Esta
advocación tiene un carácter eminentemente lético, es decir, centrado en la alegría y el gozo que inspira la Virgen. Así
lo sugiere el Salmo que dice: “Él dará órdenes a sus ángeles para que te cuiden en todos tus caminos;
te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece en piedra” (Salmo 91,11-12), evocando la
constante protección que ofrece la Reina celestial a sus devotos.
Según recogen la
hermana María Victoria Triviño, Fray Luis Nieto Andrés y otros estudiosos de la
tradición cristiana, se conserva una antigua leyenda que remonta el origen de
esta advocación al año 352. De acuerdo con esta narración, un grupo de
ermitaños procedentes de Jerusalén, con la aprobación del papa Liberio,
construyó una pequeña ermita a las afueras de Asís. En el altar colocaron
reliquias provenientes del sepulcro de la Virgen María y otras entregadas por
el Patriarca San Cirilo. A esta iglesia la denominaron Santa María de Josafat,
dedicando su altar a la Asunción de la Virgen,
en honor a la gloriosa elevación de
María al Cielo acompañada por los ángeles.
Retrato del Papa Liberio. Anónimo. Siglo XVII,
(ver) (CC BY 3.0)
En el año 511, San Benito
y sus monjes se establecieron en una
modesta capilla situada en un terreno cercano a Asís. Aquel lugar recibió el
nombre de Porciúncula,
que en latín significa “pequeña porción”
o “terrenito”, en alusión a su reducido tamaño y a su ubicación junto a una
propiedad mayor.
Mucho tiempo después, en 1212, el abad benedictino del Monte Subasio
cedió aquella capilla a San Francisco de Asís (ver), con
la condición de que fuese siempre considerada la iglesia principal de su
incipiente fraternidad religiosa. Este acto marcaría un momento clave en la
historia del franciscanismo.
Según la
tradición, cuando San Francisco oyó la voz del Señor que le decía: “Francisco, ve y repara mi Iglesia, que amenaza ruina”, interpretó aquellas palabras de manera
literal y comenzó a restaurar con sus propias manos la deteriorada Porciúncula.
En ella establecería la primera sede de su comunidad, consagrándola a Santa María de los Ángeles, ya que, según cuentan los testigos de la época
en aquel lugar se percibían con frecuencia cánticos celestiales de ángeles.
Esta pequeña
capilla se convirtió así en el corazón
espiritual de la Orden Franciscana, la casa madre, y la
advocación de Nuestra
Señora de los Ángeles se
consolidó como una de las más queridas y representativas entre los frailes
menores. Hoy en día esta pequeña capilla se encuentra ubicada dentro de la
Basílica de Santa María de los Ángeles en Asís (Italia).
Movido por una profunda inspiración
divina, San Francisco solicitó al papa Honorio III la concesión de una indulgencia plenaria, el
perdón completo de las culpas y penas, para todos aquellos que visitaran con fe la
Porciúncula. Aunque encontró cierta resistencia, debido a lo excepcional del
privilegio, la petición fue finalmente aprobada. La indulgencia, conocida como
el Perdón de Asís o la
indulgencia de la Porciúncula, fue concedida el 2 de agosto del año 1215 (ver).
Por
esta razón, se acordó que la indulgencia
plenaria asociada a la Porciúncula pudiera ganarse
el 2 de agosto, en
conmemoración de la Dedicación de
la capilla. Así quedó
establecido este día como la fiesta
universal de Nuestra Señora de los Ángeles, extendiéndose su celebración a toda la
Iglesia.
Con el paso
del tiempo, las condiciones para obtener dicha indulgencia fueron ampliadas.
Actualmente, puede ganarse desde el mediodía del 1 de agosto hasta la medianoche del día 2,
y está al alcance de todos los fieles
que, con sincera disposición espiritual, visiten una iglesia, no necesariamente
la Porciúncula, y recen el Padrenuestro
y el Credo,
ofreciendo sus oraciones por las
intenciones del Santo Padre.
Ya en el siglo
XX, el papa San Pío X
elevó el rango de la capilla,
otorgándole el título de Basílica
Patriarcal y Capilla Papal,
con los mismos privilegios espirituales que poseen las grandes Basílicas Mayores de Roma, reconociendo así la importancia única de este santuario en la vida y
espiritualidad de la Iglesia universal.
Fotografía de Pío X. Ernest Walter Histed. 1914, (ver) (CC BY 3.0)
En 1968, durante
el pontificado de San
Pablo VI, la entonces denominada Sagrada Congregación de Ritos
emitió un Decreto sobre la erección de
Basílicas, en el que se establecía una disposición
significativa: los templos que ya ostentaran el título de basílica, o
lo recibieran en el futuro, debían celebrar cada año, de manera especial y
solemne, la fiesta de Nuestra Señora de
los Ángeles.
Fotografía de Pablo VI. Felici. 1969. (ver) (CC BY 3.0)
Iglesia de San Antonio de Padua
Retablo barroco de gran
calidad la Virgen de los Ángeles, del siglo XVIII, titular de la
desaparecida capilla de la Orden Tercera y gran devoción de los Franciscanos,
relacionada con la ciudad californiana de los Ángeles, al ser un grupo de
franciscanos de este convento los que evangelizaron la región. A su lado San
José y un santo franciscano, en el ático San Juan Bautista, con San Nicolás y
posiblemente San Pancracio.
Destaca
en su interior un retablo barroco de notable calidad,
presidido por una imagen de la Virgen de los
Ángeles, obra del siglo XVIII. Esta imagen fue en su día
titular de la desaparecida capilla de la
Orden Tercera, y gozó de una especial veneración por parte de
los franciscanos del convento.
La devoción a
esta Virgen guarda una singular conexión con la fundación de la ciudad
californiana de Los Ángeles, ya
que fueron precisamente religiosos de esta comunidad franciscana quienes
participaron en la evangelización de aquella región.
Flanquean a la
Virgen las imágenes de San José
y un santo franciscano, posiblemente San Francisco de
Asís. En el ático del retablo se representa a San
Juan Bautista, acompañado por las figuras de San Nicolás y, probablemente, San Pancracio.
Retablo de la Virgen de los
Ángeles
Virgen de los Ángeles
Detalle de la Virgen de los
Ángeles
Detalle de la Virgen de los
Ángeles
Detalle de los Querubines a sus
pies
Hermandad de los Negritos
La primera
devoción de la Hermandad
de los Negritos no estuvo dedicada a la Virgen de los Ángeles,
como ocurre hoy, sino a una advocación singular y poco frecuente: Santa María de los Reyes.
Esta imagen, de origen medieval, representaba a la Virgen María entronizada con
el Niño en brazos, mientras a sus pies los tres Reyes Magos le rinden
adoración.
Esta
iconografía encerraba un mensaje teológico profundo y universal,
al presentar a los Magos como símbolos de la diversidad de los pueblos y razas
de la Tierra, todos ellos reconocidos en igualdad bajo el amparo de María. En
una época marcada por la desigualdad y la esclavitud, esta representación
ofrecía una visión inclusiva y
esperanzadora, en la que cada raza tenía un lugar ante Dios.
Para los esclavos africanos
que fundaron la hermandad en Sevilla, esta imagen no era solo una expresión
artística, sino una fuente de consuelo espiritual y dignidad. La figura del Rey Mago negro
resultaba especialmente significativa, ya que facilitaba su integración en la
vida eclesial y reafirmaba su papel activo como creyentes. En torno a María y
al Niño Jesús, los Reyes sostenían también el valor simbólico de los fieles
negros como servidores de Cristo y partícipes de la redención.
La advocación
de Santa María de los Reyes, al subrayar la presencia de las distintas razas en
el misterio de la Epifanía, sirvió como modelo devocional para otras
hermandades de negros que surgirían en Andalucía tras la fundación de la
sevillana.
En la Sevilla
del siglo XV, la población negra o morena era considerable (ver). Muchos eran esclavos capturados durante
las guerras con el reino de Granada o traídos desde África en
las rutas comerciales dominadas por los portugueses, especialmente hacia la
zona de Guinea. Estas personas, desarraigadas y privadas de libertad, encontraron
en la fe cristiana
un refugio espiritual y una vía de esperanza.
El convento de San Agustín
dio nombre al barrio que se desarrolló fuera de las murallas, en una zona
humilde alejada de los centros de poder. En este entorno, la hermandad adquirió
un solar donde se erigiría su capilla. Aunque sería conocida más adelante como capilla de Nuestra Señora de
los Ángeles, durante un tiempo llevó el título de capilla de la Virgen de los
Reyes, e incluso llegó a ser nombrada parroquia de San Roque en 1573,
en honor al santo protector contra las epidemias de peste, cuya devoción era
muy popular en ese contexto.
Actualmente, Nuestra Señora de los Ángeles es
la titular de la corporación es, una imagen profundamente venerada por la Muy Antigua, Pontificia y
Franciscana Hermandad y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la
Fundación y Nuestra Señora de los Ángeles Coronada, conocida popularmente como “Los Negritos”.
La imagen de la
Virgen es una escultura
de candelero tallada en madera, con la cabeza y las manos
modeladas, y los brazos articulados para facilitar su vestimenta. Su rostro, de
forma ovalada, transmite una expresión contenida y serena, que refuerza el
carácter hierático de la imagen. Sus ojos, ligeramente inclinados hacia abajo,
reflejan recogimiento, y se adornan con cinco lágrimas, tres en la
mejilla izquierda y dos en la derecha. La nariz es afilada, la boca
entreabierta, y presenta un leve hoyuelo en la barbilla. El cuello, por su
parte, carece de detalle anatómico.
Las manos están
esculpidas con formas sencillas y simétricas. Aunque los dedos aparecen
separados, los dedos corazón y anular se presentan más juntos. En el dorso se
marcan discretamente algunos hoyuelos en la base de los dedos, y en la palma se
insinúan algunas líneas con un tratamiento muy esquemático.
Virgen de los Ángeles
Detalle del rostro en visión frontal
Detalle del rostro en visión lateral
Detalle de las manos
Tradicionalmente,
la imagen de Nuestra Señora de los Ángeles
se databa en el siglo XVIII. Sin embargo, estudios posteriores han adelantado
su cronología hasta la primera mitad del siglo XVII, e incluso hacia finales del siglo XVI.
Esta nueva propuesta se basa en diversos elementos formales que remiten a
recursos plásticos ya presentes en el último tercio del siglo XVI, como la estructura tubular del cuello,
el marcado frontalismo del
rostro, que confiere al conjunto un ese carácter hierático,
así como el trazado ovalado de la cara,
carente de los refinamientos característicos del siglo XVIII.
En cuanto a su
conservación, existen intervenciones documentadas a
lo largo del siglo XX. La primera tuvo lugar en 1952, y fue realizada por Juan Miguel Sánchez Fernández,
catedrático de Pintura de la Escuela Superior de Bellas Artes y académico. En
ella se acometió una intervención en el rostro de la Virgen, motivada por
diversos desperfectos, aunque no se especifican con claridad cuáles fueron.
Una segunda
restauración se llevó a cabo en 1984, a cargo del imaginero Antonio Dubé de Luque (ver), quien redactó un detallado informe en el que
constataba el mal
estado de conservación de la talla. El candelero estaba
severamente afectado por la acción de xilófagos, mientras que la
policromía del rostro presentaba daños visibles en la mejilla
izquierda, el seno nasal derecho, la boca, y una pérdida menor en la zona de la
frente. Además, se observaba una grieta en la cabeza, ocasionada
por el perno de sujeción de la corona. Dubé procedió a realizar un nuevo cuerpo
para la imagen, articuló de nuevo los brazos, rehízo el candelero, al que dotó
de mayor volumen en la zona de las caderas, y colocó un nuevo sistema de anclaje para
la corona. También planteó una intervención más profunda en el
rostro.
Ya en el siglo XXI, la imagen fue sometida a una nueva restauración por parte del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH). Esta intervención, realizada conforme a criterios científicos y metodológicos actuales, se inició con una fase preliminar de estudio diagnóstico (2004), que permitió identificar con mayor precisión las características técnicas de la escultura, así como la naturaleza y el alcance de las intervenciones previas. Este enfoque riguroso sentó las bases para una actuación respetuosa con la integridad material y simbólica de la imagen.
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