sábado, 2 de agosto de 2025

RUTAS POR SEVILLA: Vírgenes

Virgen de los Ángeles.

Nuestra Señora de los Ángeles, también conocida como Santa María de los Ángeles o simplemente la Virgen de los Ángeles, es una advocación mariana que presenta a la Virgen María como Reina de los Ángeles. Esta representación resalta su papel esencial en la historia de la salvación y su poderosa intercesión ante Dios en favor de los fieles.

La relación entre esta advocación y el misterio de la Asunción es profunda. Según la tradición espiritual, los Nueve Coros de Ángeles estallaron de júbilo al recibir a María en el Cielo, proclamando con entusiasmo el esplendor y la gloria de su Reina. María no solo es honrada como Reina de todos los Santos y Reina de todos los Corazones, sino también como Reina de todos los Ángeles, que la rodean en perpetua alabanza.

El título de “Reina de los Ángeles” aparece expresamente en la Letanía Lauretana (ver), una antigua oración de alabanza y súplica dedicada a la Madre de Jesús. Esta advocación tiene un carácter eminentemente lético, es decir, centrado en la alegría y el gozo que inspira la Virgen. Así lo sugiere el Salmo que dice: Él dará órdenes a sus ángeles para que te cuiden en todos tus caminos; te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece en piedra (Salmo 91,11-12), evocando la constante protección que ofrece la Reina celestial a sus devotos.

Según recogen la hermana María Victoria Triviño, Fray Luis Nieto Andrés y otros estudiosos de la tradición cristiana, se conserva una antigua leyenda que remonta el origen de esta advocación al año 352. De acuerdo con esta narración, un grupo de ermitaños procedentes de Jerusalén, con la aprobación del papa Liberio, construyó una pequeña ermita a las afueras de Asís. En el altar colocaron reliquias provenientes del sepulcro de la Virgen María y otras entregadas por el Patriarca San Cirilo. A esta iglesia la denominaron Santa María de Josafat, dedicando su altar a la Asunción de la Virgen, en honor a la gloriosa elevación de María al Cielo acompañada por los ángeles.

Retrato del Papa Liberio. Anónimo. Siglo XVII, (ver) (CC BY 3.0)

En el año 511, San Benito y sus monjes se establecieron en una modesta capilla situada en un terreno cercano a Asís. Aquel lugar recibió el nombre de Porciúncula, que en latín significa “pequeña porción” o “terrenito”, en alusión a su reducido tamaño y a su ubicación junto a una propiedad mayor.

Mucho tiempo después, en 1212, el abad benedictino del Monte Subasio cedió aquella capilla a San Francisco de Asís (ver), con la condición de que fuese siempre considerada la iglesia principal de su incipiente fraternidad religiosa. Este acto marcaría un momento clave en la historia del franciscanismo.

Según la tradición, cuando San Francisco oyó la voz del Señor que le decía: “Francisco, ve y repara mi Iglesia, que amenaza ruina”, interpretó aquellas palabras de manera literal y comenzó a restaurar con sus propias manos la deteriorada Porciúncula. En ella establecería la primera sede de su comunidad, consagrándola a Santa María de los Ángeles, ya que, según cuentan los testigos de la época en aquel lugar se percibían con frecuencia cánticos celestiales de ángeles.

Esta pequeña capilla se convirtió así en el corazón espiritual de la Orden Franciscana, la casa madre, y la advocación de Nuestra Señora de los Ángeles se consolidó como una de las más queridas y representativas entre los frailes menores. Hoy en día esta pequeña capilla se encuentra ubicada dentro de la Basílica de Santa María de los Ángeles en Asís (Italia).

Movido por una profunda inspiración divina, San Francisco solicitó al papa Honorio III la concesión de una indulgencia plenaria, el perdón completo de las culpas y penas,  para todos aquellos que visitaran con fe la Porciúncula. Aunque encontró cierta resistencia, debido a lo excepcional del privilegio, la petición fue finalmente aprobada. La indulgencia, conocida como el Perdón de Asís o la indulgencia de la Porciúncula, fue concedida el 2 de agosto del año 1215 (ver).

Detalle del Sermón ante Honorio III. Giotto. 1297-1300. Basilica de San Francisco de Asís. (ver) (CC BY 3.0)


Por esta razón, se acordó que la indulgencia plenaria asociada a la Porciúncula pudiera ganarse el 2 de agosto, en conmemoración de la Dedicación de la capilla. Así quedó establecido este día como la fiesta universal de Nuestra Señora de los Ángeles, extendiéndose su celebración a toda la Iglesia.

Con el paso del tiempo, las condiciones para obtener dicha indulgencia fueron ampliadas. Actualmente, puede ganarse desde el mediodía del 1 de agosto hasta la medianoche del día 2, y está al alcance de todos los fieles que, con sincera disposición espiritual, visiten una iglesia, no necesariamente la Porciúncula, y recen el Padrenuestro y el Credo, ofreciendo sus oraciones por las intenciones del Santo Padre.

Ya en el siglo XX, el papa San Pío X elevó el rango de la capilla, otorgándole el título de Basílica Patriarcal y Capilla Papal, con los mismos privilegios espirituales que poseen las grandes Basílicas Mayores de Roma, reconociendo así la importancia única de este santuario en la vida y espiritualidad de la Iglesia universal.

Fotografía de Pío X. Ernest Walter Histed. 1914, (ver) (CC BY 3.0)

En 1968, durante el pontificado de San Pablo VI, la entonces denominada Sagrada Congregación de Ritos emitió un Decreto sobre la erección de Basílicas, en el que se establecía una disposición significativa: los templos que ya ostentaran el título de basílica, o lo recibieran en el futuro, debían celebrar cada año, de manera especial y solemne, la fiesta de Nuestra Señora de los Ángeles.

Fotografía de Pablo VI. Felici. 1969. (ver) (CC BY 3.0)


Iglesia de San Antonio de Padua

Retablo barroco de gran calidad la Virgen de los Ángeles, del siglo XVIII, titular de la desaparecida capilla de la Orden Tercera y gran devoción de los Franciscanos, relacionada con la ciudad californiana de los Ángeles, al ser un grupo de franciscanos de este convento los que evangelizaron la región. A su lado San José y un santo franciscano, en el ático San Juan Bautista, con San Nicolás y posiblemente San Pancracio.

Destaca en su interior un retablo barroco de notable calidad, presidido por una imagen de la Virgen de los Ángeles, obra del siglo XVIII. Esta imagen fue en su día titular de la desaparecida capilla de la Orden Tercera, y gozó de una especial veneración por parte de los franciscanos del convento.

La devoción a esta Virgen guarda una singular conexión con la fundación de la ciudad californiana de Los Ángeles, ya que fueron precisamente religiosos de esta comunidad franciscana quienes participaron en la evangelización de aquella región.

Flanquean a la Virgen las imágenes de San José y un santo franciscano, posiblemente San Francisco de Asís. En el ático del retablo se representa a San Juan Bautista, acompañado por las figuras de San Nicolás y, probablemente, San Pancracio.

Retablo de la Virgen de los Ángeles

Virgen de los Ángeles

Detalle de la Virgen de los Ángeles

Detalle de la Virgen de los Ángeles

Detalle de los Querubines a sus pies

Hermandad de los Negritos

La primera devoción de la Hermandad de los Negritos no estuvo dedicada a la Virgen de los Ángeles, como ocurre hoy, sino a una advocación singular y poco frecuente: Santa María de los Reyes. Esta imagen, de origen medieval, representaba a la Virgen María entronizada con el Niño en brazos, mientras a sus pies los tres Reyes Magos le rinden adoración.

Esta iconografía encerraba un mensaje teológico profundo y universal, al presentar a los Magos como símbolos de la diversidad de los pueblos y razas de la Tierra, todos ellos reconocidos en igualdad bajo el amparo de María. En una época marcada por la desigualdad y la esclavitud, esta representación ofrecía una visión inclusiva y esperanzadora, en la que cada raza tenía un lugar ante Dios.

Para los esclavos africanos que fundaron la hermandad en Sevilla, esta imagen no era solo una expresión artística, sino una fuente de consuelo espiritual y dignidad. La figura del Rey Mago negro resultaba especialmente significativa, ya que facilitaba su integración en la vida eclesial y reafirmaba su papel activo como creyentes. En torno a María y al Niño Jesús, los Reyes sostenían también el valor simbólico de los fieles negros como servidores de Cristo y partícipes de la redención.

La advocación de Santa María de los Reyes, al subrayar la presencia de las distintas razas en el misterio de la Epifanía, sirvió como modelo devocional para otras hermandades de negros que surgirían en Andalucía tras la fundación de la sevillana.

En la Sevilla del siglo XV, la población negra o morena era considerable (ver). Muchos eran esclavos capturados durante las guerras con el reino de Granada o traídos desde África en las rutas comerciales dominadas por los portugueses, especialmente hacia la zona de Guinea. Estas personas, desarraigadas y privadas de libertad, encontraron en la fe cristiana un refugio espiritual y una vía de esperanza.

El convento de San Agustín dio nombre al barrio que se desarrolló fuera de las murallas, en una zona humilde alejada de los centros de poder. En este entorno, la hermandad adquirió un solar donde se erigiría su capilla. Aunque sería conocida más adelante como capilla de Nuestra Señora de los Ángeles, durante un tiempo llevó el título de capilla de la Virgen de los Reyes, e incluso llegó a ser nombrada parroquia de San Roque en 1573, en honor al santo protector contra las epidemias de peste, cuya devoción era muy popular en ese contexto.

Actualmente, Nuestra Señora de los Ángeles es la titular de la corporación es, una imagen profundamente venerada por la Muy Antigua, Pontificia y Franciscana Hermandad y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Fundación y Nuestra Señora de los Ángeles Coronada, conocida popularmente como “Los Negritos”.

La imagen de la Virgen es una escultura de candelero tallada en madera, con la cabeza y las manos modeladas, y los brazos articulados para facilitar su vestimenta. Su rostro, de forma ovalada, transmite una expresión contenida y serena, que refuerza el carácter hierático de la imagen. Sus ojos, ligeramente inclinados hacia abajo, reflejan recogimiento, y se adornan con cinco lágrimas, tres en la mejilla izquierda y dos en la derecha. La nariz es afilada, la boca entreabierta, y presenta un leve hoyuelo en la barbilla. El cuello, por su parte, carece de detalle anatómico.

Las manos están esculpidas con formas sencillas y simétricas. Aunque los dedos aparecen separados, los dedos corazón y anular se presentan más juntos. En el dorso se marcan discretamente algunos hoyuelos en la base de los dedos, y en la palma se insinúan algunas líneas con un tratamiento muy esquemático.

Virgen de los Ángeles

Detalle

Detalle del rostro en visión frontal

Detalle del rostro en visión lateral

Detalle de las manos

Tradicionalmente, la imagen de Nuestra Señora de los Ángeles se databa en el siglo XVIII. Sin embargo, estudios posteriores han adelantado su cronología hasta la primera mitad del siglo XVII, e incluso hacia finales del siglo XVI. Esta nueva propuesta se basa en diversos elementos formales que remiten a recursos plásticos ya presentes en el último tercio del siglo XVI, como la estructura tubular del cuello, el marcado frontalismo del rostro, que confiere al conjunto un ese carácter hierático, así como el trazado ovalado de la cara, carente de los refinamientos característicos del siglo XVIII.

En cuanto a su conservación, existen intervenciones documentadas a lo largo del siglo XX. La primera tuvo lugar en 1952, y fue realizada por Juan Miguel Sánchez Fernández, catedrático de Pintura de la Escuela Superior de Bellas Artes y académico. En ella se acometió una intervención en el rostro de la Virgen, motivada por diversos desperfectos, aunque no se especifican con claridad cuáles fueron.

Una segunda restauración se llevó a cabo en 1984, a cargo del imaginero Antonio Dubé de Luque (ver), quien redactó un detallado informe en el que constataba el mal estado de conservación de la talla. El candelero estaba severamente afectado por la acción de xilófagos, mientras que la policromía del rostro presentaba daños visibles en la mejilla izquierda, el seno nasal derecho, la boca, y una pérdida menor en la zona de la frente. Además, se observaba una grieta en la cabeza, ocasionada por el perno de sujeción de la corona. Dubé procedió a realizar un nuevo cuerpo para la imagen, articuló de nuevo los brazos, rehízo el candelero, al que dotó de mayor volumen en la zona de las caderas, y colocó un nuevo sistema de anclaje para la corona. También planteó una intervención más profunda en el rostro.

Ya en el siglo XXI, la imagen fue sometida a una nueva restauración por parte del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH). Esta intervención, realizada conforme a criterios científicos y metodológicos actuales, se inició con una fase preliminar de estudio diagnóstico (2004), que permitió identificar con mayor precisión las características técnicas de la escultura, así como la naturaleza y el alcance de las intervenciones previas. Este enfoque riguroso sentó las bases para una actuación respetuosa con la integridad material y simbólica de la imagen.

No hay comentarios:

Publicar un comentario