sábado, 10 de diciembre de 2022

 ALGUNOS HECHOS HISTÓRICOS EN LAS CALLES DE SEVILLA

Batalla de Clavijo

Da nombre a la calle Clavijo (ver) de la collación de san Lorenzo, en la zona de san Juan de Acre.

Frudela I de Asturias, llamado el Cruel, hijo de Alfonso I el Católico y de la reina Ermesinda, fue rey de Asturias entre los años 757 y 768.

Frudela I. Montañés y Pérez, Bernardino. 1854. Óleo sobre lienzo. 222 x 140 cm. Museo del Prado. Deposito en otra institución

El rey Silo accede al trono por estar casado con Adosinda, hija del rey Alfonso I el católico y fue coetáneo de Abderraman I, el emir omeya de Córdoba. 

Al morir Silo, fue elegido rey de Asturias el joven Alfonso II el Casto, hijo de Frudela, a instancia de la reina para elevar al trono a un miembro de su linaje. 

Durante su reinado, se descubrió en Compostela la supuesta tumba del  apóstol Santiago.

Retrato imaginario de Silo, rey de Asturias. Eduardo Cano. 1853. Museo del Prado.

Alfonso II el Casto. Roca y Delgado, Mariano de. 1852. Óleo sobre lienzo. 224 x 140 cm. Museo nacional del Prado. Depósito en otra institución.

Sin embargo, parte de la nobleza asturiana, que no había olvidado las acciones de Fruela, apoyó a Mauregato, hijo natural del monarca Alfonso I el Católico y una "sierva" del noroeste gallego, quien encabezó una fuerte oposición hasta obligar a Alfonso a retirarse a tierras alavesa.

Tras esto, Mauregato se hizo proclamar rey, apropiándose del poder en Asturias, entre los años 783 y 789.

El Rey Mauregato de Asturias. Manuel Iglesias y Domínguez. 1853. Óleo sobre tela. 224 x 140 cm. Museo del Prado. Deposito en el Museo de Covadonga

A Mauregato se le atribuye la leyenda del llamado “tributo de las cien doncellas” que habría pactado con el emir de Córdoba, Abderramán I, a cambio de conservar la paz y tranquilidad en las tierras dominadas, y que consistía en donar cien doncellas cristianas, 50 hidalgas y otras 50 plebeyas, según recoge Alfredo Gil del Rio en su obra "Historia y Antiguas Leyendas de La Rioja" (1977).

En el año 842 el rey Alfonso II se negó a seguir pagando este humillante tributo a los moros y su hijo Ramiro I fue quien hubo de hacer frente a esta negativa, pues las tropas sarracenas se entregaron al saqueo y la rapiña. 

Ramiro I de Asturias. Isidoro Lozano. 1852. Óleo sobre tela. 224 x 140 cm. Museo Nacional del Prado. Depósito Museo de Covadonga

Las tropas cristianas de Ramiro, capitaneadas por Sancho, irían en busca de los musulmanes, al mando de Abderraman II. 

Abd al-Rahman o Abderramán II

Pero, las tropas cristianas al llegar a Nájera y Albelda se verían rodeados por un numeroso ejército árabe formado por tropas de la península y por levas (soldados reclutados obligatoriamente de la población civil para servir en el ejército) que provendrían de la zona que se corresponde actualmente con Marruecos. 

Así, el primer choque armado se saldó con la derrota cristiana, por lo que el rey ordenó la retirada hasta un collado denominado Clavijo, en Monte Laturce, situado a unos 15 kms al sur de Logroño.

Castillo de Clavijo

Allí pasaron la noche los supervivientes, y allí fue donde el rey Ramiro tuvo su presunta visión. 

En ella, el apóstol Santiago se le presentó en sueños, diciéndole: ten valor, en tu ayuda y mañana, con el poder de Dios, vencerás a toda esta muchedumbre de enemigos, por quienes te ves cercado”. 

Así mismo, el Apóstol le aseguró que, en el momento de la batalla, ambos ejércitos le verían en el cielo vestido de blanco, sobre un caballo del mismo color y portando en la mano un estandarte blanco”.

La batalla de Clavijo. José Casado de Alisal. 1885. Óleo sobre lienzo.  Iglesia de san Francisco el Grande (Madrid).

Este gran lienzo representa al apóstol Santiago en la famosa Batalla de Clavijo. El santo se muestra al espectador montado sobre un caballo blanco, cubierto su cuerpo con una cota de malla, arrollando desde la zona izquierda de la composición a las tropas musulmanas. El santo porta en su mano izquierda un estandarte blanco con la cruz roja de su Orden en el centro, mientras que con la derecha sostiene la espada. Su rostro es de aspecto fiero, pero subrayando el dorado nimbo de santidad. A la derecha un grupo de musulmanes lucha contra tres cristianos, armados con lanzas y a caballo. Musulmanes y cristianos visten sus ropajes identificativos: aljubas, capas y turbantes, los primeros; cascos y cotas de malla, los segundos. En un primer plano tres guerreros musulmanes yacen en variadas posturas alrededor del rojo estandarte caído que indica su derrota. A la izquierda, otros cuatro árabes emprenden la huida con sus rostros llenos de terror. En el extremo izquierdo un grupo de cristianos ataca tras el impacto causado en el bando contrario por la milagrosa aparición jacobea. El fondo es un amplio paisaje con manchas de arbolado a ambos lados, separadas entre sí por una zona amarillenta que sugiere la polvareda levantada por los contendientes. A la derecha se aprecia un caserío y encima un castillo roquero que recuerda al de Ampuna o al de Aguilar de Campo. En la lejanía se contemplan unas montañas de tonos azulados. A pesar de ser una obra de carácter religioso, Casado interpreta la escena como si de un cuadro de historia se tratara.

Retablo de Santiago. Catedral de Sevilla


Santiago en la batalla de Clavijo. Roelas, Juan de. 1612. Capilla de Santiago. Catedral de Sevilla

En la nueva batalla, las tropas cristianas derrotaron a los musulmanes. Con este suceso, el Apóstol se convirtió en símbolo del combate contra el islam, y se le reconoció desde entonces como Santiago Matamoros y la invocación Dios, ayuda y Santiago” se utilizó en los ejércitos españoles, hasta la Edad Moderna, como patrono en todos los combates, desde los Tercios de Flandes, hasta los conquistadores de América.

Tras la victoria, en honor al Apóstol, Ramiro ordena levantar la Iglesia del Bendito Santiago y otorga a Sancho de ciertos privilegios además del apellido de Tejada en recuerdo de la rama de un tejo que utilizó como arma, cuando se rompió su lanza en el combate, y que blandía valientemente arengando a sus tropas en un último esfuerzo.

De esta batalla surge el voto de Santiago, comprometiendo a todos los cristianos a peregrinar a Santiago de Compostela, portando ofrendas como agradecimiento al Apóstol por su intervención, y un impuesto o tributo a la Iglesia, que fue abolido en las Cortes de Cádiz en el año de 1812, pero que a él se debe esa joya del arte románico, que es la suntuosa Catedral de Santiago de Compostela. 

No obstante, al igual que el mito, la supuesta donación de Ramiro a la Iglesia tampoco es auténtica, y fue instituida realmente en el siglo XII.

La consecuencia inmediata de esta batalla, fue animar a la población cristiana a luchar contra los musulmanes, contrarrestando el espíritu de Guerra Santa, con la que luchaban éstos y que les permitía conseguir el Paraíso, con una lucha de carácter de Cruzada o “Guerra de Reconquista” para librar a la península del dominio musulmán.

La primera crónica que cita esta legendaria aparición fue narrada (hacia 1243) por Rodrigo Jiménez de Rada, arzobispo de Toledo, que la ubica el 23 de mayo del año 844, pero escribió unos 400 años después de los hechos que narra.

Leyenda o realidad, los historiadores no se ponen de acuerdo sobre sus datos y connotaciones:

Alfredo Gil del Rio, afirma contrastando las diversas crónicas, que la famosa batalla de Albelda tuvo como escenario las inmediaciones de Clavijo en el año 859, pero no en el 844, que es la fecha que la tradición fija en la “leyenda de fe”. 

Siguiendo a Sánchez Albornoz, ni Ramiro peleó en Clavijo, ni, aunque hubiese allí combatido, ni él ni su gente habrían creído que a su lado había luchado el Apóstol Santiago. 

Es cierto que hubo batalla en aquellos lugares, pero fue en el año 859, durante el reinado de Ordoño I; se trata de la batalla de Albelda, librada contra el gobernador de Zaragoza, el autodenominado “Tercer rey de España”.

El catedrático de Historia Medieval de la UNED en Madrid, José Luis Martin Rodríguez, al referirse a "La Leyenda del Matamoros", señala que "… aunque Santiago no peleara a favor de los cristianos hasta época tardía, el hecho de que se sitúe su intervención en la batalla de Clavijo tiene, sin duda, alguna explicación: en Albelda, lugar muy próximo a Clavijo, combatieron Ordoño I de Asturias y Musa ibn Musa, caudillo de los musulmanes del Ebro, en el año 859. 

El lugar, era un punto estratégico que dominaba la vía de comunicación entre las actuales Soria y Logroño y que, cruzando el Ebro, llegaba hasta Pamplona. 

Tal vez, por su interés estratégico, aluden a la batalla con detalle las crónicas escritas poco después en la corte de Alfonso III, hijo de Ordoño, y el relato pudo llamar la atención de quienes, en la primera mitad del siglo XII, precisaban una batalla lo suficientemente importante y antigua para justificar los votos que los fieles pagarían en adelante al Apóstol Santiago".

Las fuentes asturleonesas cuentan que Orduño I, el hijo de Ramiro I, cercó la ciudad de Albelda y estableció su base en el monte Laturce, es decir, el mismo lugar donde la leyenda sitúa la batalla de Clavijo, y los hallazgos arqueológicos muestran que en Albelda hubo varios combates, lo que no se puede asegurar es que se correspondan con la Batalla de Clavijo.

Según el Diccionario de Historia de España, "la existencia de esta batalla ni siquiera se plantea a un historiador serio". 

La idea de una Batalla de Clavijo, con Santiago Matamoros, fue producto de la imaginación de una persona, un mistificador, si se quiere, cuya identidad no sabemos, aunque no era del siglo VIII ni IX. 

Sin embargo, la batalla fue celebrada como un elemento de conformación de la historia nacional española y para esto fue creada.

Historia o leyenda aparte, la creencia en ‘Santiago Matamoros’ se extiende con profusión por toda la cristiandad y da lugar a un sin número de representaciones pictóricas y escultóricas, especialmente de los siglos XIV al XVII, claramente interesadas tanto desde el punto de vista histórico, como religioso y político. 

La batalla de Clavijo. Giaquinto, Corrado. 1755 - 1756. Óleo sobre lienzo. 77,4 x 136, 2 cm. Museo Nacional del Prado. No expuesto.

Artista de fecunda producción pictórica al óleo y, sobre todo, al fresco, considerado el máximo representante de la pintura rococó en la Roma de la primera mitad del siglo XVIII y cuya obra ha sido punto de referencia de varias generaciones de pintores españoles.

El cuadro representa a Santiago, en un caballo blanco y flanqueado por un ángel que lleva una bandera desplegada, galopa sobre una multitud de moros derribados y caballos caídos en el suelo. En segundo término, en un paisaje rocoso, se ven escena de la batalla. Este lienzo es un boceto para el platillo de la bóveda de ingreso a la capilla del Palacio Real pintada por Giaquinto entre 1756 y 1757. El lienzo y el fresco correspondiente muestran una evidente derivación de Giordano en la composición y en el mezclarse cuerpos de musulmanes y caballos en el suelo, incluso en las actitudes, gestos y escorzos. El tratamiento de la lejanía también es evocador de las de Giordano.

En la situación actual, para preservar el espíritu ecuménico, conciliador y democrático, la secular imagen del Apóstol, tan feroz y sanguinario contra el noble y pacífico ejército musulmán de Abdel-Rahman II, se ha decidido tapar con una hermosa alfombra de flores blancas las efigies de los aterrorizados sarracenos que yacen a los pies de su caballo, víctimas de la espada justiciera de un Apóstol tan preconciliar y belicista. 

De esta forma, a partir de ahora propios y extraños podrán contemplar la imagen renovada del Apóstol, ya transformado en “Santiago Mataflores”. Todo sea en aras del consenso, el diálogo de las civilizaciones y la paz universal.

En recuerdo de esa época sigue viva la tradición en Sorzano (y en Santo Domingo), como la procesión de las doncellas, cuando año tras año, un abigarrado grupo de mozas del pueblo, ataviadas en trajes nupciales, portan flores a la Virgen como gesto de acción de gracias por haber sido liberadas de semejante humillación.

 

Santiago “Mataflores”

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