RUTAS POR SEVILLA: Ruta Mudéjar
Batalla del Salado
Tras la
victoria en las Navas de Tolosa en 1212 los almohades perdieron el control
sobre el sur de la península ibérica y tan solo el reino de Granada se mantuvo
como independiente, comprendiendo las actuales provincias de Granada, Almería y
Málaga más el istmo y el peñón de Gibraltar.
En 1269, la
debilitada dinastía almohade sucumbió ante otra tribu bereber emergente,
originaria del sur de Marruecos, los Banu Marin (“benimerines” para los
castellanos) que fijaron su capital
en Fez, y dominaron
la mayor parte del Magreb, llegando hasta la actual frontera entre Argelia
y Túnez.
Alcanzaron la
península y dirigieron su atención hacia Granada y a instancias del rey Yussuf
I de Granada, firmaron una alianza formal con los nazaríes para declarar la “Guerra
Santa” a los cristianos, realizado varias incursiones en el campo de
Gibraltar, con el fin de asegurarse el dominio sobre el tráfico marítimo en el Estrecho
y en 1329 tomaron Algeciras.
En 1330
Castilla se impondría a Granada en la batalla de Teba, y se firmó la Paz
de Teba por la que los monarcas castellano, aragonés y nazarí se comprometían a
una tregua de cuatro años y a la entrega de parias (tributo) al rey
castellano por parte del emir granadino.
A pesar de
ello, desde su base en Algeciras, los musulmanes sitiaron Gibraltar (ocupada
por los cristianos en 1309), y la reconquistaron en 1333. La flota castellana
del Estrecho, apoyo naval de la Corona de Aragón, capitaneada por el almirante
Alonso Jofre Tenorio, sufrió
una importante derrota. El almirante fue hecho prisionero y decapitado y el estrecho quedaba en manos musulmanas.
En septiembre de 1340 el rey Alfonso XI, para evitar que los musulmanes conquistaran la plaza de Tarifa, comunicó a los “principales” del reino la necesidad de combatir a los musulmanes en una gran batalla campal y pidió ayuda al rey portugués Alfonso IV. Ambos reinos habían superado los problemas causados por la relación del monarca castellano con Leonor de Guzmán, que había apartado a su esposa María de Portugal, hija del monarca luso, con la que tuvo a su heredero Pedro I el Cruel.
Alfonso
XI y sus nobles. Libro de la Coronación de los Reyes de Castilla.
Los ejércitos de ambos reyes se
encontraron en Sevilla, para dirigirse a Tarifa, y en consejo de guerra se
decidió que Alfonso XI de Castilla luchara contra el rey benimerín Abu
Al-Hassan Alí y Alfonso IV de Portugal contra el de Granada, Yusuf I.
Así, la batalla
del Salado, o de Tarifa, se libró el lunes el lunes 30 de octubre de 1340,
entre un ejército formado por
castellanos y portugueses y una alianza entre benimerines y nazaríes.
Batalla del Salado. Lienzo anónimo
El río Salado
era una línea que dividía dos creencias y dos maneras de entender la vida, dos
mundos antagónicos separados por un rio de poco caudal. Se trataba de una
“Guerra Santa” con bula otorgada por el Papa Benedicto XII elevando la batalla
a la categoría de “Cruzada contra el islam”, de esta manera el contendiente
cristiano tendría derecho a beneficios espirituales y, sobretodo, económicos, mucho
más importantes, al poder embolsarse una parte de los impuestos.
El 1 de noviembre,
los ejércitos vencedores abandonaron el campo de batalla, en dirección a
Sevilla, con un gran botín. El rey de Portugal solo eligió como recuerdo una cimitarra enjoyada
y, entre los presos, a un sobrino del rey Abul-Hassan.
La victoria cristiana fue inapelable y supuso una dura derrota para Abu-l Hassan, quien, desde ese momento, tuvo que reconducir su política expansiva únicamente al norte de África, y con ello, se puso fin a la “Guerra del Estrecho” y a la posibilidad de que algún poder norteafricano pudriera asentarse en la península ibérica. El reino Nazarí quedó definitivamente aislado y a merced de los castellanos, con la obligación de comenzar una política amistosa y pagar tributos a Castilla.
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