RUTAS POR SEVILLA: Santos y Santas Mártires
Fray Diego de Cádiz.
Calle Fray Diego de Cádiz (ver)
José Francisco Juan María López-Caamaño Ocaña y García
nació en Ubrique, Cádiz, el día 30 de marzo de 1743,
su padre natural de Tuy era el administrador de los duques de Arcos.
Se quedó huérfano de madre a los 9 años
y la segunda esposa de su padre no fue una autentica madre cariñosa.
Estudió gramática en Grazalema, donde se trasladó con su
padre, ingresando en el convento de los dominicos de Ronda, donde prosiguió su
formación en el estudio de la Filosofía, aunque refiere no tener apetencia por
el estado religioso, hasta tener contacto con un sacerdote que le hizo sentir un gran
afecto por la religión y por la Orden Capuchina.
Cuando solo tenía 15 años, el 12 de
noviembre de 1757, fue admitido al noviciado de los Hermanos Menores Capuchinos
de Sevilla, donde profesó el 31 de marzo de 1759. En 1761 comenzó los estudios
filosóficos en Écija, y posteriormente, en 1764, los teológicos en Cádiz, y el
24 de mayo de 1766 fue ordenado sacerdote, en Carmona, a los 23 años.
Siguiendo la costumbre de los misioneros de cambiar el
nombre al terminar el noviciado y reemplazar su apellido con el de su pueblo
natal, tomó el nombre de Diego José de Cádiz con el que fue conocido
posteriormente y adoptando los signos externos propios del instituto al que
pertenecía: la larga barba, las sandalias, el hábito usado de estameña marrón, con una cuerda anudada (como todos los franciscanos),
pero la diferencia principal con los otros dos grupos es que llevan una larga
capucha unida a la túnica (de acuerdo a la forma del hábito original que usaba
San Francisco), más larga comparada con la de las otras ramas.
Siguiendo a Fray Isidoro de Sevilla, el
Beato Fray Diego José de Cádiz, está considerado como el gran apóstol de la
Divina Pastora (ver),
mereciendo ser llamado “el segundo padre de la devoción”.
Por sus cualidades para la oratoria, la predicación se convirtió en su actividad más específica, participando en misiones populares, junto a otros predicadores, recorriendo los pueblos de Andalucía para evangelizar a los fieles, lo que hacía tanto en iglesias como en púlpitos improvisados, en la plaza, con tales energías apostólicas, que se le llegó a llamar el segundo San Pablo.
Así, en Sevilla se le permitió usar el púlpito que se
encuentra en el Patio de los Naranjos de la Catedral, donde habían predicado san
Vicente Ferrer, san Francisco de Borja y Juan de Ávila.
Durante decenios recorrió varias veces
las capitales y pueblos de Andalucía, predicando misiones, cuaresmas, novenas y
otros sermones. Su predicación, acompañada de signos extraordinarios y
milagros, atraía a multitudes.
En 1786, se dirigió desde Ronda hasta Barcelona, predicando
a la ida por Castilla la Nueva y Aragón, y volviendo por todo Levante, hasta
Andalucía. En 1794, predicó por Extremadura y Portugal, hasta Galicia y
Asturias, regresando por León y Salamanca, en el que, al parecer, su éxito fue
menor.
Por otra parte, sus predicaciones
levantaban polémicas por sus críticas a las actitudes morales del pueblo y a
las autoridades civiles y eclesiásticas, presentando batalla a las
ideas de la ilustración.
Así, no faltaba nunca la condena de las comedias, los toros
y los bailes agarrados, sobre todo en aquellos lugares en los que no existían
instituciones dedicadas a los pobres y huérfanos.
En la Universidad de Granada el 5 de
mayo de 1779, con ocasión de haberle concedido el doctorado en Teología y
Cánones, se debió oponer con tal claridad a las ideas ilustradas, hablando
contra las regalías del Monarca, que fue denunciado al Consejo de Castilla.
Especial repercusión tuvo el sermón
pronunciado el Viernes Santo, 9 de abril de 1784, en Sevilla, contra los derechos del rey, sobre el
cual Campomanes mandó formar un expediente y poner en marcha una discreta
investigación. Pero el apoyo del provincial de los capuchinos de Andalucía, el
arzobispo de Sevilla y el propio confesor del rey, impidió la formación de una
causa.
También fuero muy polémica sus
intervenciones en el seminario de San Carlos de Zaragoza, en 1786, dirigidas al
clero, y en contra de Lorenzo Normante y Carcavilla, abogado eminente y titular
de la Cátedra de Economía Civil creada por la Real Sociedad Económica de Amigos
del País Aragonés, en las que denunció a la Inquisición algunos de las
contenidos de sus “Proposiciones de
economía civil y comercio y espíritu del sr. Melón” (Zaragoza
1785 y 1786), relativas a la licitud de la usura y la utilidad del lujo, así
como proponiendo retrasar la edad de la profesión religiosa a los 24 años, por
los perjuicios que causaba al Estado el celibato eclesiástico. Para resolver el
tema se formó una comisión, compuesta por tres teólogos que declararon que la
doctrina de las obras de Normante era “sana y católica” y nunca debió ser
delatado públicamente, acusando al arzobispo de Zaragoza y a otros
eclesiásticos de incitar al P. Cádiz.
Siempre
manifestó un profundo respeto por la Inquisición (ver), fue
nombrado calificador de la Suprema, y recurrió a ella en defensa de la
ortodoxia, pero también fue denunciado ante ese tribunal, unas veces por
recomendar y usar de prácticas supersticiosas, otras por imprimir impresos sin
licencia e, incluso, por el contenido, supuestamente herético, de algunas de
sus obras.
Desarrolló una
gran actividad durante la epidemia de 1800, muriendo víctima del “vomito negro”
en Ronda, el 24 de mayo de 1801, a los 58 años.
Sus
hagiógrafos cuentan tres milagros de fray Diego realizados en Cádiz.
Pasando
por la plaza de la Catedral, cayó un albañil del andamio, y fray Diego extendió
su mano deslizándose suavemente el cuerpo hasta caer al suelo sin hacerse daño.
En otra
ocasión, en la misma plaza pasó junto a él un sacerdote que iba a administrar
el viático a un enfermo y fray Diego no se quitó la capucha. Le llamó la
atención un acólito, a lo que contestó Fr. Diego: "Dile al padre que el
copón está vacío" lo cual se comprobó seguidamente.
En
cierta ocasión, predicando en la plaza de S. Antonio, comenzó a llover en toda
la ciudad menos en la referida plaza.
El proceso de
beatificación se inició en 1825 y fue beatificado por el papa León XIII el 22
de abril de 1894.
La ciudad de Cádiz mostró una gran devoción por su santo. Doña Cecilia del Cuvillo y de la Viesca, viuda de Rábago, compró la casa de la calle Bendición de Dios donde nació el Beato. En su lugar fue construida, por el arquitecto gaditano Manuel Cabrera Latorre, una capilla neogótica, en 1910, que es actualmente la sede de la Hermandad del Prendimiento. Se respetó el cuarto donde nació, que está justo detrás de la capilla.
En la parroquia de San Antonio de Cádiz se conserva una silla de madera que usaba para predicar desde la torre en la catedral. En la catedral, hay una capilla dedicada a Fray Diego José, con la imagen del titular en tamaño natural, obra de Diego García Alonso (1890). También se dio su nombre a una calle de Cádiz y recientemente se le ha erigido una estatua en la Alameda.
Era hermano de la Hermandad de Jesús del Gran Pode de Sevilla, desde el 13 de abril de 1786, por lo que en la basílica hay una imagen del beato (ver).
Beato
Diego José de Cádiz
Se trata
de una escultura de cedro de talla completa policromada, que es encargada en
1967 a Antonio Castillo Lastrucci (ver), quien fallece antes de concluirla y deja el encargo a
José Pérez Delgado.
Es de
tamaño natural y se encuentra en la actualidad en la sala de los Beatos, sobre
peana dorada a la salida del camarín del Señor en el deambulatorio de la
Basílica.
En la
representación de Fray Diego José de Cádiz, del que se conocieron sus facciones
por haber sido retratado en vida.
Viste el
sayal propio de la orden franciscana en su reforma capuchina, con cíngulo a la
cintura con tres nudos que significan los votos o virtudes de la orden (pobreza,
castidad y obediencia) y con el crucifijo en las manos al que reverencia en
actitud de besarlo.
Sus rasgos
se asimilan a la fisonomía, difundida de San Francisco, de los frailes del s.
XVIII coetáneos al Beato Diego, como las barbas pobladas, los pómulos
prominentes, las mejillas hundidas y ardor místico.
Detalle del rostro
El capuchino dejó un gran número de obras impresas, novenas, cartas, poemas, preces de distinto tipo, muchas inéditas, publicadas a su muerte por otro capuchino, Fray Pablo de Sevilla.
Retrato de Fray Diego de Cádiz. Capilla de la Divina Pastoras
de las Almas y Santa Marina (ver)
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