domingo, 4 de febrero de 2024

 ALGUNOS PERSONAJES HISTÓRICOS EN LAS CALLES DE SEVILLA

Fray Luis Sotelo. 


Nació en Sevilla 6 de septiembre de 1574 de una familia noble pues su Hermano Don Diego Cabrera, fue Caballero Veinticuatro.

Estudió en la Universidad de Salamanca   antes de entrar al convento franciscano frecoleto del “Calvario de los Hermanos Menores”.

En 1600 se trasladó a Dilao (Filipinas), que contaba con una importante comunidad católica, y se mantuvo allí hasta que las fuerzas españolas la destruyeron en 1608.

En 1608 Paulo V autorizó a las órdenes religiosas menores (dominicos y franciscanos) a catequizar Japón, que hasta entonces era actividad exclusiva de la Compañía de Jesús, por lo que Sotelo se trasladó a este país, donde realizó una gran labor evangelizadora.

En 1613 vino a Sevilla acompañando al embajador japonés Hasekura Tsunenaga, del rey de Boxú, Date Masamura, cuya carta de presentación, en japonés, se conserva en el Archivo Municipal.

Los miembros de la llamada “Embajada Keicho” se alojaron en Coria del Río (Sevilla) y parte de esta expedición se quedó a vivir definitivamente en este pueblo, tras el fracaso de la misión nipona para establecer lazos comerciales con España, con lo cual estos inmigrantes tomaron nombres castellanos con el apellido Japón. De esta expedición se deriva el apellido Japón tan frecuente en Coria del Río.

Sus componentes fueron bautizados en Madrid antes de trasladarse a Roma, donde tuvieron una audiencia con Paulo V.

Embajada de Hasekura al Papa en Roma   (1617), uno de cuyos miembros era Luis Sotelo. Retrato del siglo xvii


Luis Sotelo hablando con Hasekura Tsunenaga y otros miembros de la embajada en Roma. Sala Regia. Palacio del Quirinal. Roma  


En 1618 acompaño a la delegación en su retorno a Filipinas donde permaneció temporalmente por temor a sufrir la represión que estaban padeciendo los cristianos en Japón.

En 1620, el “Consejo Católico de las Indias” lo envió de vuelta a Nueva España con la misión de continuar con sus actividades misioneras.

En 1622, se infiltró en Japón a bordo de un barco chino, pero las autoridades le descubrieron y le encarcelaron durante dos años de cárcel y posteriormente lo asesinaron, el 15 de noviembre de 1624 a la edad de 50 años, quemándole vivo en compañía de otros dos franciscanos, un dominico y un jesuita.

El Papa Pio XI lo beatificó en el año 1867.

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