AREA DE SANTA CLARA-JESÚS DEL GRAN PODER
Calle Santa Clara
El lugar que hoy constituye la actual calle fue concedido por el Rey
Fernando III a su hijo, el infante Don Fadrique, en el año de la reconquista de
la ciudad en 1248, para que levantase su palacio.
Posteriormente, unas casas que existían junto a una iglesia edificada en
1289, le fueron donadas a una congregación de religiosas de la orden de Santa
Clara para que fundaran un convento, por ello desde entonces se le conoce como
Santa Clara y así aparecía en el padrón de pecheros de 1533, si bien solo en el
tramo comprendido entre la actual calle Hernán Cortes hasta el cruce con la
calle Lumbreras y de este al final, san Clemente, por el convento de igual
nombre.
El plano de Olavide (1771) unifica la
toponimia, denominando Ancha de Santa Clara a
toda la calle, con la excepción del último tramo, que rotula como calle del Arquillo, Real
del Arquillo y Arquillo de San Clemente. Esta y algunas colindantes fueron
también conocidas como callejuelas de San Clemente.
Desde mediados del s. XV y hasta mediados del XVI
se cita en padrones una calle Primera que
pudiera ser ésta.
Hasta el siglo
XIX no hay modificaciones notables en el nomenclátor de este sector,
apareciendo tres nombres diferentes en otros tantos tramos de la calle.
El primero,
desde Hernán Cortes al cruce con santa Ana se le denomino Gloria, al segundo de
los sectores (hasta el cruce con Hombre de Piedra) Generales, el tercero, Santa Clara, y el
último, San Clemente, unificándose de nuevo en 1845 bajo la actual denominación, excepto el último tramo, que se rotuló Compás de San Clemente.
En 1868 se acordó llamarla Govantes Bizarrón, por el político que había formado parte de la Junta Revolucionaria de 1840 y que al parecer falleció en esta calle. Este político militó en el partido de Don Juan Espartero. En 1875 recobra de nuevo su actual denominación.
Rectilínea y una de las más largas del sector, constituye uno de los ejes norte-sur que
forman el sistema vial en cuadricula característico del
barrio de San Lorenzo, ligado al poblamiento cristiano. Situada en
el distrito Casco Antiguo, su trazado discurre paralelo y entre dos de los
hitos más importantes de la ciudad: el río Guadalquivir y la Alameda de
Hércules.
Está
conformada por los grandes conventos medievales y por los palacios construidos por la nobleza de los siglos
XVII Y XVIII, cuyos
muros de fachada contribuyen en gran manera a alinear
ambas aceras; esta alineación se pierde en el último tramo, que a su vez es más estrecho.
En el proyecto de rectificación de líneas aprobado en 1862-63 se contemplaba también el ensanche de este tramo, sobre el que se volvió en
1912-13, al parecer sin mucho resultado.
En 1918 se planeó comunicarla con Becas a través del convento de Santa Clara, pero tampoco se llevó a efecto.
En el s. XVII se
abrió y cerró varias veces un albañal o salida de aguas fecales que desembocaba en la calle, procedente
del convento de santa
Ana.
A principios de este siglo había una
fuente pública.
Esta cruzada por Santa Ana y Lumbreras,
y confluyen en ella, por la derecha, Hombre de Piedra
y Yuste; y Dalia, Guadalquivir, Álvaro de
Bazán y Arte de la Seda por la izquierda.
Comienza
con la portada del convento de san Clemente y presenta “salvacarros” en las
esquinas con Guadalquivir, Dalia y Santa Ana.
Comienzo de la calle en el convento de San Clemente
Esta calle, como gran parte de la zona, se veía sometida a inundaciones periódicas que
duraban semanas, por lo que era necesario en el s.
XIX montar servicio de barcas para los
primeros auxilios, los cuales se solicitaban
durante la noche haciendo disparos al aire.
Su singularidad ha sido evocada por
numerosos escritores que han recordado su ambiente tranquilo, su silencio, sus
luces, sus atardeceres, su centralidad en el barrio, e incluso más
recientemente, su "espíritu de una ciudad
ida".
“Podría
hablarse de una conjunción de equilibrios y de nostalgias para tratar de
definir ese tono peculiar que se extiende desde San Clementes a San Lorenzo,
esa falta de estridencia, en cierto modo señorial, con color de atardeceres.
Una rara placidez y al mismo tiempo, juego a las cuatro esquinas con sus
propias fantasmagorías, que nos lleva a una de las reservas de valores más
inaprensibles, más sutiles y verdaderos del alma de la ciudad” (Manuel
Ferrand).
El poeta Joaquín Romero Murube ha sabido sintetizar en los siguientes versos toda la personalidad que caracteriza a esta calle:
Algún día por esta calle de Santa Clara,
en la paz
de un atardecer de oro,
pasará un hombre perdido
hacia un afán inconcreto.
Habrá esta luz transparente,
celeste, pura, sin fin.
Habrá este claro reposo lleno de sonoridades
de cal profunda y sencilla"
(Tierra y canción)
Casas de la Calle Santa Clara
En
todo su recorrido se aprecia el esplendor de la arquitectura típica sevillana
del siglo XIX, por la diversidad del caserío, con abundancia de balcones
adornados con macetas de geranios y claveles, tan tradicionales en Andalucía,
entremezclados con Palacios y conventos.
Los grandes conventos y palacios forman
parte de la identidad de la calle, entre los que destaca el Real Monasterio de Santa
Clara, con la Torre de don Fadrique, el
Real Monasterio del Señor San Clemente, el convento de María Reparadora,
y el palacio de la familia
Bucarelli, marqueses de Vallehermoso, y
que pasó posteriormente a los condes de Santa Coloma.
Tiene funciones fundamentalmente residenciales, con muchas casas unifamiliares, localizándose familias de mayor nivel económico en los primeros tramos y de menor poder adquisitivo en el último.
Fue residencia hasta el s. XIX de tejedores de la
seda, que en 1404 tenían un hospital junto al monasterio
y bajo la advocación de San Clemente.
Santa Clara número
5
En el último tercio de la Calle Santa Clara, casi llegando al convento de
San Clemente y haciendo esquina con la Calle lumbreras, podemos ver esta
pequeña casa que hace esquina y que, tras su restauración, ha conservado en su
fachada algunos frescos que debían ser parte de la decoración exterior de la
vivienda siglos atrás.
Esta vivienda, construida en el siglo XVII era propiedad del cercano
convento de las Monjas Clarisas de Santa Clara y la adquisición de este
inmueble formaba parte de un proyecto municipal de principios de siglo de
convertirlo en parte del Museo de la Ciudad.
Santa Clara número 26
Santa Clara
número 35
Santa Clara
número 49
En la casa nº 49, nación RafaelMontesinos, que, aunque vivió en Madrid, desde 1941, nunca perdió su
vinculación con su ciudad natal. En Madrid publicó sus primeros poemas en las
revistas «Garcilaso», «Espadaña» e «Ínsula», antes de empezar a escribir para
revistas extranjeras.
Durante la Guerra Civil Española se alistó voluntario al Tercio de Requetés Virgen de los Reyes de Sevilla,
combatiendo en el bando sublevado .
Su nombre es inseparable de la Tertulia Literaria
Hispanoamericana, que dirigió desde 1952 hasta muy pocos días antes de morir en
marzo de 2005.
A pesar de la denominación de "tertulia" es, por lo general, un poeta el encargado de ofrecer una lectura de su obra. Cabe destacar, que desde sus orígenes y a lo largo de su evolución bajo el patrocinio de distintas instituciones, tanto del Régimen anterior como de la Democracia, Rafael Montesinos supo dotarla de un carácter independiente desde el punto de vista estético, literario y político, sin otra orientación que la sola exigencia de calidad literaria, más allá de tendencias, reconocimientos o modas.
Este "espíritu" de Rafael Montesinos ha convertido esta Tertulia en un lugar de referencia para la Historia de la poesía en lengua española de la segunda mitad del siglo XX.
En 2007 y con motivo de su 55 Aniversario se publicó en edición no venal 55 Años de la Tertulia Literaria Hispanoamericana Rafael Montesinos (1952-2007) donde se recoge un "censo" de todos los autores tanto españoles como de Hispanoamérica que participaron en la tertulia desde sus orígenes.
Sigue celebrándose, tras la
ausencia de su fundador, y en 2010 ha cumplido su curso número 58. Su sede
actual es el Colegio Mayor Nuestra Señora de Guadalupe (Avd. de Séneca, 4.
Madrid) y tiene lugar cada martes.
"...Pero
medí tu cuerpo con mis besos,
tus besos con mis labios,
para las altas lunas de tus pechos..."
Fábula del limonero
Debajo del limonero,
la niña a mí me decía:
-Te quiero.
Y yo me puse a pensar
que era mejor la corteza.
Tiré las migas de pan.
Debajo del limonero
la niña me dio su beso
primero.
Y juntos vimos caer
los limones por el suelo,
cerca del amanecer.
Debajo del limonero,
la niña me dijo un día:
-Me muero.
Y ya no sé adónde ir,
que el limonar me recuerda
la gracia de su perfil.
Santa Clara número 77
Merece
destacarse por su singularidad la casa que estaba en el núm.
67, que recuerda un retablo callejero y que formó parte del Arquillo
de San Clemente que daba acceso al
compás de este convento; fue restaurada en 1756 y demolida
antes de 1839.
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