jueves, 8 de mayo de 2025

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Hermandad de la Sagrada Mortaja.

Su nombre completo es Antigua, Real e Ilustre Hermandad de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús Descendido de la Cruz en el Misterio de su Sagrada Mortaja y María Santísima de la Piedad.

La historia de la Hermandad de la Sagrada Mortaja de Sevilla abarca varios siglos, marcados por su profundo arraigo en la tradición y la devoción religiosa de la ciudad.

Los orígenes de la Hermandad son todavía algo confusos, aunque investigaciones recientes mencionan la existencia de un hospital llamado de la Piedad situado a comienzos del XVI en la collación de San Lorenzo y propiedad del gremio de corredores de bestias.

Este hospital albergaba un conjunto de barro de la Piedad que, tras su reducción en 1587, fue trasladado a la iglesia de Santa Marina, dando origen a la corporación.

Paralela a esta teoría pervive desde tiempos antiguos la leyenda o tradición de que, a comienzos del siglo XVI, un sujeto que era perseguido por la autoridad judicial se escondió en la iglesia de santa Marina, concretamente en la base de la torre. En un hueco encontró un grupo escultórico de una imagen de la Virgen con el hijo muerto en sus brazos, el delincuente le pidió que lo librase de la justicia y consiguiendo su propósito, se le dio la advocación de la “Virgen de la Piedad”.

Esto dio origen a la devoción de la Piedad entre los moradores de aquel lugar, haciendo que estos devotos se agruparan en hermandad de luz (de la que se conocen datos de 1518, merced a escritos como los del abad Gordillo) para rendirle el culto adecuado y propagar su devoción.

A comienzos del siglo XVI, se elaboraron los primeros estatutos, que serían posteriormente aprobados por la autoridad eclesiástica en 1592.

En 1676, adquiere de la fábrica de Santa Marina, la propiedad de la capilla y demás dependencias que venía ocupando la Hermandad, otorgándose la oportuna escritura el 23 de septiembre del citado año de 1676.

Hacia 1685 adquiere una época de gran esplendor con el ingreso de los escribanos, alguaciles y oficiales de los juzgados y tribunales.

A lo largo del siglo XVIII, la hermandad atravesó periodos de inestabilidad, pero también de esplendor, gracias al apoyo del gremio de torcedores de seda (sederos) que la enriquecieron con alhajas y propiedades desaparecidas posteriormente.

Por acuerdo del 25 de marzo de 1792, se redactan nuevas reglas, ya que las anteriores habían sido retiradas cinco años antes en cumplimiento de una Real Orden del Rey Carlos III, con el riesgo de que, no procurando su aprobación por el Real Consejo de Castilla, estaba expuesta la Hermandad a su extinción, con la consiguiente recogida de enseres, alhajas, propiedades, etc.

El 10 de enero de 1793, son aprobadas por dicho Consejo de Castilla, con la prevención de que en lo sucesivo se cambie el título de Sagrada Mortaja de Nuestro Redentor Jesucristo, con el que se conocía, por el de "Nuestro Padre Jesús Descendido de la Cruz y Nuestra Señora de la Piedad", consta de diez capítulos o constituciones, y en ellas, además de los actos de culto contenidos en las anteriores, se establece el orden con que ha de efectuar la estación de penitencia en la tarde del Viernes Santo y que se mantiene en nuestros días con solo ligeras modificaciones.

El siglo XIX fue un periodo de desafíos para la hermandad, con epidemias de peste y lluvias destructivas que afectaron sus salidas procesionales. A pesar de ello, la cofradía experimentó un repunte de la religiosidad popular hacia finales del siglo, lo que se reflejó en un aumento del número de hermanos e ingresos económicos.

En 1936, tras el incendio provocado de la Iglesia de Santa Marina, por las hordas anticlericales, se traslada a la iglesia (cerrada al culto hasta entonces) del extinguido Convento de Nuestra Señora de la Paz, realizando obras de adaptación y acondicionamiento de la iglesia.

La posesión en propiedad de la iglesia y dependencias del ex convento de Santa María de la Paz, otorgándose la correspondiente escritura del cardenal Bueno Monreal, se realizó el 14 de diciembre de 1967.

Tras la Guerra Civil, se produjo un giro definitivo en el carácter de la cofradía en la calle, impulsado por figuras como Francisco Sousa.

En el siglo XXI, ha continuado su labor de restauración y promoción de la devoción, manteniéndose como una pieza clave en la tradición religiosa de la ciudad.

De su cortejo del Viernes Santo, siendo la última de la jornada, resalta la figura del Muñidor, que con su campana va imponiendo silencio al paso de la procesión (ver).

 

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