AREA DE REGINA-ENCARNACION-SAN PEDRO
Hermandad de la Sagrada Mortaja.
Su
nombre completo es Antigua, Real
e Ilustre Hermandad de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús Descendido de la Cruz
en el Misterio de su Sagrada Mortaja y María Santísima de la Piedad.
La
historia de la Hermandad de la Sagrada Mortaja de Sevilla abarca varios
siglos, marcados por su profundo arraigo en la tradición y la devoción
religiosa de la ciudad.
Los orígenes de la Hermandad son todavía algo confusos,
aunque investigaciones recientes mencionan la existencia de un hospital llamado
de la Piedad situado a comienzos del XVI en la collación de San Lorenzo y
propiedad del gremio de corredores de bestias.
Este hospital albergaba un conjunto de barro de la
Piedad que, tras su reducción en 1587, fue trasladado a la iglesia de Santa
Marina, dando origen a la corporación.
Paralela a esta
teoría pervive desde tiempos antiguos la leyenda o tradición de que, a comienzos del siglo
XVI, un sujeto que era perseguido por la autoridad judicial se escondió en la
iglesia de santa Marina, concretamente en la base de la torre. En un hueco
encontró un grupo escultórico de una imagen de la Virgen con el hijo muerto en
sus brazos, el delincuente le pidió que lo librase de la justicia y
consiguiendo su propósito, se le dio la advocación de la “Virgen de la Piedad”.
Esto dio origen a la devoción de la Piedad entre los
moradores de aquel lugar, haciendo que estos devotos se agruparan en hermandad
de luz (de la que se conocen datos de 1518, merced a escritos como los del abad
Gordillo) para rendirle el culto adecuado y propagar su devoción.
A
comienzos del siglo XVI, se elaboraron los primeros estatutos, que serían
posteriormente aprobados por la autoridad eclesiástica en 1592.
En 1676,
adquiere de la fábrica de Santa Marina, la propiedad de la capilla y demás
dependencias que venía ocupando la Hermandad, otorgándose la oportuna escritura
el 23 de septiembre del citado año de 1676.
Hacia 1685 adquiere una época de gran esplendor con el
ingreso de los escribanos, alguaciles y oficiales de los juzgados y tribunales.
A lo largo
del siglo
XVIII, la hermandad atravesó periodos de inestabilidad, pero
también de esplendor, gracias al apoyo del gremio de torcedores de seda
(sederos) que la enriquecieron con alhajas y propiedades desaparecidas
posteriormente.
Por acuerdo del 25 de marzo de 1792, se redactan nuevas
reglas, ya que las anteriores habían sido retiradas cinco años antes en
cumplimiento de una Real Orden del Rey Carlos III, con el riesgo de que, no
procurando su aprobación por el Real Consejo de Castilla, estaba expuesta la
Hermandad a su extinción, con la consiguiente recogida de enseres, alhajas,
propiedades, etc.
El 10 de
enero de 1793, son aprobadas por dicho Consejo de Castilla, con la prevención
de que en lo sucesivo se cambie el título de Sagrada Mortaja de Nuestro
Redentor Jesucristo, con el que se conocía, por el de "Nuestro Padre Jesús
Descendido de la Cruz y Nuestra Señora de la Piedad", consta de diez
capítulos o constituciones, y en ellas, además de los actos de culto contenidos
en las anteriores, se establece el orden con que ha de efectuar la estación de
penitencia en la tarde del Viernes Santo y que se mantiene en nuestros días con
solo ligeras modificaciones.
El siglo XIX fue
un periodo de desafíos para la hermandad, con epidemias de peste y lluvias
destructivas que afectaron sus salidas procesionales. A pesar de ello, la
cofradía experimentó un repunte de la religiosidad popular hacia finales del
siglo, lo que se reflejó en un aumento del número de hermanos e ingresos
económicos.
En 1936, tras el incendio provocado de la Iglesia de
Santa Marina, por las hordas anticlericales, se traslada a la iglesia (cerrada
al culto hasta entonces) del extinguido Convento de Nuestra Señora de la
Paz, realizando obras de adaptación y acondicionamiento de la iglesia.
La
posesión en propiedad de la iglesia y dependencias del ex convento de Santa
María de la Paz, otorgándose la correspondiente escritura del cardenal Bueno
Monreal, se realizó el 14 de diciembre de 1967.
Tras la Guerra Civil, se produjo un giro definitivo en
el carácter de la cofradía en la calle, impulsado por figuras como Francisco
Sousa.
En
el siglo
XXI, ha continuado su labor de restauración y promoción de la
devoción, manteniéndose como una pieza clave en la tradición religiosa de la
ciudad.
De su cortejo del Viernes Santo,
siendo la última de la jornada, resalta la figura del Muñidor, que con su
campana va imponiendo silencio al paso de la procesión (ver).
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