AREA DE SAN ROMAN
Calle Enladrillada.
La calle Enladrillada discurre desde la
Plaza de San Román hasta las inmediaciones de San Hermenegildo. Por la acera de
los números pares confluyen las calles Espada, Marteles y Santa Lucía; por la
de los impares, lo hacen Sánchez de Castro, Santa Paula y la Plaza del
Pumarejo, a través de la del Pelicano.
Calle
Enladrillada
Torre de san Marcos
El tramo que va desde San Román hasta
la Plaza del Pelícano era conocido en la Baja Edad Media como Campanario, en alusión a la
torre de la iglesia de San Román. A partir de 1586 comienza a documentarse con
el nombre de Enladrillada, o popularmente, la Ladrillada.
Según la
tradición, fue una dama de alta alcurnia, Doña
Guiomar Manuel, quien, mostrando una notable sensibilidad hacia
la mejora urbana, costeó el primer enladrillado de las calles de Sevilla, con
el objetivo de combatir el barro, la suciedad y mejorar el tránsito. Aunque
esta mejora trajo consigo un aumento del ruido por el paso de los carros,
supuso un avance importante para la época. Con el tiempo, los ladrillos, poco
duraderos, fueron sustituidos por adoquines de piedra.
Existe una
creencia popular que atribuye el nombre de la calle a haber sido la última en
mantener el pavimento de ladrillo colocado a sardinel (esto
es, ladrillos dispuestos de canto, alineados en sus caras mayores). Sin
embargo, ya en 1609 hay referencias que señalan que había sido empedrada.
El último tramo de la calle aparece en
documentos del siglo XVII con diversas denominaciones: Sitio de Matarnillos, que
sugiere una zona aun escasamente urbanizada; calle
Mata Asnillos (1665); y Mata Arnillos,
nombre que perduró durante el siglo XVIII. También se conoció como calle del Huerto de las Beatas,
hasta que en 1845 se le asignó el curioso nombre de calle del Perro.
En 1868, ambos tramos quedaron
unificados bajo la denominación de Enladrillada,
desapareciendo el topónimo anterior. En 1937, la Falange Española solicitó
cambiar el nombre por el de Eduardo Rivas,
pero el Ayuntamiento optó por mantener la denominación tradicional "por su
popularidad y significado", asignando ese nombre a otra calle.
El escritor Santiago Montoto, citando un
padrón de 1533, menciona que entonces se la conocía como calle de los Moros.
Se trata de una calle larga y estrecha,
cuya forma actual responde a diversos intentos de alineación llevados a cabo en
1868, 1880 y 1921, aunque nunca se ejecutaron por completo. De ahí los
frecuentes entrantes y salientes que aún presenta.
Históricamente, por su trazado
discurría una de las principales cloacas de la ciudad, lo que dio lugar a
constantes quejas vecinales por los malos olores, vertidos y el mal estado del
pavimento. La falta de limpieza de los husillos causaba frecuentes
inundaciones. En 1855, los vecinos denunciaron en la prensa que la comunicación
entre baches y desagües provocaba importantes molestias para el vecindario.
Con la remodelación urbana del barrio
de San Julián a partir de 1962, la calle perdió su tramo final, que llegaba
hasta la muralla, al construirse el colegio nacional Sor Ángela de la Cruz.
Pese a la unificación de su nombre en
el siglo XIX, aún se percibe una clara diferencia entre el tramo más antiguo y
el de Matarnillos. El primero conserva una calzada de grandes adoquines, en
buen estado gracias a su reciente repavimentación. También se ha reconstruido
parte del acerado con ladrillos colocados a sardinel,
evocando su primitivo aspecto.
Entre los edificios más notables se
encuentra la fachada posterior del convento de Santa Paula,
que ocupa un amplio solar. En ella se conserva un azulejo con la imagen de la
santa, fechado en 1739. Es probable que, en la intersección con la calle Santa
Paula, existiera una pequeña plazuela, dada la reiteración de solicitudes del
convento para ocupar ese espacio, a veces concedidas y en otras denegadas.
En cuanto a la arquitectura doméstica,
aún se conservan algunas casas de vecinos tradicionales, de una y dos plantas,
habitadas en su mayoría por personas mayores. Sin embargo, muchas viviendas se
encuentran en ruinas o han sido demolidas, dando paso a solares o bloques de
pisos más modernos, de hasta tres plantas.
Desde la Plaza del Pelícano hasta la
calle San Hermenegildo, el trazado se ensancha ligeramente y se vuelve
completamente rectilíneo. La calzada, de asfalto, cuenta con aceras de losetas
de cemento y permite el paso del tráfico rodado. La edificación de este tramo
es de reciente construcción, con bloques de viviendas de tres y cuatro plantas.
A finales del siglo XIX existió en esta
calle un colegio para niñas huérfanas. En la actualidad, aunque predomina el
uso residencial, Enladrillada también alberga pequeños negocios de diversa
índole: comercios de uso diario, una imprenta, un taller de electricidad, un
hostal y la sede de la Asociación Profesional de
Comerciantes Detallistas de Pescado de la Provincia.
En la esquina con Santa Paula existe
una Botarrueda.
Botarrueda en la esquina con Santa Paula
Enladrillada
numero 4
Enladrillada
numero 16