AREA DE SAN ANDRÉS
Hospital del del Santísimo Cristo de los Dolores o del Buen Pastor o del "Pozo Santo".
El día 5 de enero de 1666 llegaba a Sevilla la religiosa
franciscana Beatriz Jerónima de la Concepción, con el encargo, que le había
dado la Superiora de la Orden, Marta de Jesús Carrillo, de recoger donativos
con destino a la creación de un Hospital de convalecientes en Cabrilla, pueblo
de la provincia de Salamanca.
Madre
Beatriz Jerónima de la Concepción. Anónimo. Hacia 1700. Óleo sobre lienzo.
Madre
Marta de Jesús Carrillo. Anónimo. Hacia 1700. Óleo sobre lienzo
El religioso dominico Fray Gonzalo de Morales, confesor de
Beatriz, aconsejó a ésta la creación en Sevilla de un instituto benéfico.
La
Superiora, Marta de Jesús Carrillo, no sólo dio su aprobación, sino que se
trasladó a Sevilla para ayudarle a su compañera en el desarrollo de la idea de
fundar un Hospital destinado a “socorrer a pobres mujeres desamparadas,
impedidas o incurables, asistiéndolas en su enfermedad y ayudándolas a bien
morir”
Ambas eran religiosas de la Congregación de
Terciarias Franciscanas, que eran las que no hacían votos, aunque seguían las
normas de San Francisco.
Instalaron su primer
beaterio en la casa de la calle Venera (actual José Gestoso) número 19, lugar
que les cedió doña Ana de Trujillo, titulándose la nueva institución bajo la
advocación del Buen Pastor.
La nueva casa empezó a funcionar con las tres camas
procedentes de una donación y los cincuenta reales de vellón que aportó don
Melchor de la Escuda, obispo de Viserta, bajo el título de
“Hospital del Santísimo Cristo de los Dolores o del Buen Pastor”.
Anteriormente, durante el tiempo que no tuvieron casa
en Sevilla vivieron de la caridad, en el palacio de la familia Tello de Guzmán.
Posteriormente, la misma señora Trujillo compró unas nuevas casas, del Convento de San Clemente en la
Plaza del Pozo Santo, donde se construyó el Hospital del “Santísimo Cristo de los Dolores”,
conocido popularmente como Hospital del Pozo Santo.
La iglesia se edificó entre 1669 y 1682,
consagrándose el 4 de febrero de este último año, por el prelado Jaime de Palafox y Cardona (ver).
Retrato del prelado Jaime de Palafox y
Cardona. Obra anónima del siglo XVIII. Catedral de Sevilla
El edificio del hospital fue ampliado con el tiempo,
añadiéndose casas anexas hasta el siglo XIX, dando en la actualidad tanto a la
plaza como a las calles contiguas.
Desde
sus orígenes la institución fue recibiendo el favor y los donativos de
numerosas casas nobiliarias y de bienhechores que la mantuvieron a lo largo de
toda su historia. Entre ellas estuvieron los sucesivos duques de Medinaceli,
que aportaron durante generaciones numerosos donativos en metálico o en especie
como “las arrobas de jamón que recibió la madre en 1817”. Otros bienhechores
del conjunto fueron Nicolás Bucarelli (ver), el general nacido en el palacio de la calle
Santa Clara; el arzobispo Luis Salcedo y Azcona, que en el siglo XVIII socorrió
a la casa con una renta de mil ducados anuales, don Francisco de Campo y
Arroyo, que fue primer capellán de la institución o el que fuera arzobispo de
Sevilla Francisco Javier Cienfuegos.
La
Institución también recibió numerosas indulgencias y prerrogativas, entre ellas
destaca la Bula de agregación a San Juan de Letrán concedida por el papa
Clemente XII, la concesión del patronazgo de San Nicolás de Bari en 1792, el
privilegio de ánimas del altar mayor, la indulgencia plenaria concedida en
varias festividades o el jubileo de la porciúncula confirmado por varios papas
a lo largo de su historia.
Por la Real Orden de 1848, circular de 3 de abril, se disponía
que el Hospital de las Cinco Llagas y el del Pozo Santo eran considerados como
establecimientos municipales y en virtud de lo dispuesto en la Real Orden de 9
de diciembre de 1853, los Hospitales de las Cinco Llagas y Pozo Santo pasaban a
administrarse junto con el de San Lázaro.
Entre
1984 y 1998 se sometió todo el edificio a un proceso de rehabilitación, con el
proyecto del arquitecto Alberto Donaire Rodríguez, para restaurar los elementos
históricos y modernizar las instalaciones hospitalarias.
También
se realizó un proyecto museográfico a cargo del profesor Roda Peña, que ordenó
el rico patrimonio artístico de la comunidad para exponerlo como museo.
En la
actualidad el hospital del Pozo Santo funciona como Residencia de ancianos y
acoge un amplio equipo humano junto a las hermanas terciarias, grupo que
incluye trabajadores sociales, médicos, terapeutas ocupacionales,
fisioterapeutas, etc.,
Hoy la congregación terciaria franciscana cuenta con otras
casas abiertas, tales como la Residencia de Santa Teresa (Espartinas) y
Residencia de San José (Villanueva del Ariscal), en la provincia de Sevilla,
todas ellas dedicadas a ancianas enfermas e impedidas; y el Hogar Franciscano
de Teror (Canarias), de protección de menores.
EXTERIOR
La portada de la
iglesia situada en el muro izquierdo de la nave
está construida en ladrillo, se articula en torno a un vano adintelado
flanqueado por pilastras toscanas y rematado por un entablamento liso sobre el
que se sitúa un frontón recto y roto en cuyo centro aparece una hornacina.
Portada
de la Iglesia
La hornacina contiene una cruz con una calavera y una serpiente, recordándonos lo breve que es nuestra vida en la tierra y lo grande que es la vida tras la muerte junto a Dios.
Es la alegoría del triunfo de la
Cruz sobre el pecado y la muerte.
Hornacina
Detalle
de la cruz
Detalle
de la serpiente y la calavera
La espadaña es sencilla, de color amarillo con los motivos decorativos en blanco. Tiene un solo vano con su campana llamada “Virgen del Tránsito”, fechada en 1826.
Espadaña
La cornisa del frontón rota en profundidad y dentro del tímpano sobresaliendo por debajo de dicha cornisa una especie de pinjante de placa recortada con una cabeza de cerámica blanca vidriada en el centro.
Detalle
de la cabeza de cerámica
Frontón curvo y sobre él tres dados. Sobre el dado del centro una cruz doble y una veleta de hierro de cerrajería sevillana.
Detalle
de la cruz y la veleta
En la parte derecha de la portada, se dibujan tres cuerpos de altura, el
último a modo de ático con arcos de medio punto entre pilastras rematadas por
ménsulas. En este extremo del edificio se levanta un airoso mirador que sigue
estructuras arquitectónicas del italiano Sebastiano Serlio, con óculos y vanos
enmarcados por pilastras, un ejemplo de la pervivencia de la arquitectura
italiana del Renacimiento en la Sevilla del siglo XVII.
Detalle de la fachada a la derecha de la portada
Detalle de la fachada a la izquierda de la portada
Sobre el dintel de la puerta el azulejo de la “Fraternidad Franciscana”
indicando la fundación, en 1666 del Hospital del Santísimo Cristo de los
Dolores por las madres beatas de la Orden Tercera de San Francisco, Marta de
Jesús y Beatriz de la Concepción.
INTERIOR
En el zaguán de
entrada al patio una cancela de forja y sobre ella una azulejo indicando “Residencia
Stmo Cristo de los Dolores”.
Cancela de entrada al patio
Detalle del patio
En la pared de la izquierda
encontraremos un curioso portillo de hierro en forma de castillo que era como
un buzón colocado en las calles para que el Sereno, o guardián dejara los
partes de la vigilancia nocturna de la ciudad o para colocar avisos para los residentes.
La portezuela que falta la arrancaron. Hasta no hace mucho tiempo estaban en
las calles del casco antiguo pero los ladrones los robaban como metal así que
las monjas de esta congregación pidieron permiso para colocarlo en el zaguán y
así se ha podido conservar.
Detalle del buzón en forma de castillo
La iglesia es de una sola nave de planta rectangular y dividida en cuatro tramos. Está cubierta por una bóveda de medio cañón, con arcos fajones
y lunetos con vidrieras. Los costados laterales aparecen ornamentados por una
ancha cornisa sostenida por ménsulas. Los
zócalos están decorados con azulejos de Triana.
Destacan
cuatro retablos de estilo barroco rococó, pintados en tonos verdes y dorados,
probablemente del mismo maestro, datables en torno a 1770.
Realizamos la descripción, como siempre, desde los pies
del muro de la epístola y continuamos en sentido contrario a las agujas del
reloj para terminar en los pies del templo.
Muro derecho de la epístola
Muro derecho de la epístola
A los pies del muro derecho se
abre una pequeña hornacina con la figura de San José con el Niño, y sobre ambas
repisas una imagen de San Antonio de Padua y un Niño Jesús, fechables en torno
a 1750.
Niño Jesús
Al comienzo del muro
derecho se halla un retablo de mediados del siglo XVIII en el que figura un lienzo de
San Nicolás de Bari, de finales del siglo XVII, representando
el milagro de los tres niños en un cesto.
Retablo de san Nicolás de Bari
Cuadro de san Nicolás de Bari
Detalle de los tres niños en el cesto
Seguidamente se encuentra un retablo de estípites, típicamente barroco, también de mediados del siglo XVIII. En el banco aparece una imagen de candelero de la Virgen del Rosario de fines del XVIII y en la hornacina central se sitúa un lienzo de San José con el Niño pintado hacia 1760 por un seguidor de Domingo Martínez (ver). Destaca también un Niño Jesús vestido con el habito franciscano.
Retablo
Niño Jesús con
habito franciscano
Entre ambos retablos, se abre una ventana cerrada por una artística reja de forja y celosía de madera. Es el mirador para que pudieran asistir a misa los impedidos. Bajo él hay una puerta de acceso al Hospital.
Detalle
de la reja de forja y celosía de madera
Presbiterio
Los muros laterales del presbiterio se decoran con pinturas de la segunda mitad del XVIII.
En el lado de la Epístola, el franciscano San Antonio de Padua y San Cayetano, abogado de la Divina Providencia. En la zona inferior del lado de la epístola, la placa funeraria de María de Jesús y Beatriz de la Concepción.
Pared de la epístola del presbiterio
Placa funeraria
En el lado del evangelio, el fundador de los dominicos, Santo Domingo de
Guzmán (inexistente) y las dos patronas de Sevilla, Santa Justa y Santa Rufina.
Pared del evangelio del presbiterio
Santa Justa y Santa Rufina (ver)
Retablo Mayor
El retablo mayor es barroco y tiene
la particularidad de estar parcialmente dorado. Es atribuido a Julián
Jiménez e Hita del Castillo (ver), y fechable en torno a
1760. Esta atribución se suele realizar por su
parecido con el retablo del Cristo atado a la columna de la parroquia de Santa
María de Mesa de Utrera o con el de la Divina Pastora de Cádiz, obras
documentadas de ambos autores.
Llama la atención su abigarrado diseño de
líneas, la suntuosidad de los estípites que lo van conformando, la gran calidad
de su talla y el hecho de estar conservado en el color natural de la madera.
Consta de banco, un cuerpo de tres calles, compartimentadas por estípites, y ático.
Retablo Mayor
En la hornacina central, concebida como un semibaldaquino, única parte dorada del retablo, se encuentra la imagen de "Cristo Varón de los Dolores", obra tradicionalmente atribuida a Pedro Roldán y datable en la década de 1680, aunque no hay constancia documental de su auditoria.
Se trata de una magnífica talla en la que se nos
presenta un Señor musculado y potente que seguramente se talló para ser
procesionado pues por la parte de atrás también está tallado (si se pensaba
colocar en un retablo, la parte de atrás no se perfecciona, dado que solo iba a
ser vista de frente).
En el año 2003 fue
restaurado por el profesor Pedro Manzano, que señaló sus semejanzas con obras
del maestro como las de la parroquia del Sagrario o del Hospital de la Caridad.
Se realizó una limpieza total de la policromía de la imagen. Se pudo
identificar un añadido en el paño de pureza que al eliminarlo permitió recuperar
su primitivo tamaño y color rojizo con tonos marrones.
Cristo Varón de los Dolores (ver)
Detalle del rostro
Detalle del rostro
Este
tipo de representación “Cristo Varón de Dolores" (“Vir Dolorum”), no está
referido a un pasaje evangélico concreto, sino que está inspirado en los versículos
del “Canto del Siervo”del profeta Isaías (Is. 53-3): “Despreciado y
desechado entre los hombres, varón de dolores y experimentado en quebranto”.
Adquiere un gran valor simbólico al sintetizar los
tormentos de la Pasión ofrecidos para la Redención de los hombres, con el
triunfo sobre la muerte porque Cristo se muestra vivo y mostrando las llagas
con énfasis especial en la herida del costado que certificó su muerte,
unificando una imagen dolorosa y gloriosa y un gran simbolismo del triunfo
sobre la muerte y el pecado.
Redime del
pecado original pisando la calavera y la serpiente de la muerte y del símbolo
del pecado del primer hombre, y con la Cruz Triunfal en su mano, imagen de un
gran valor catequético para todos los que se ven acogidos en el Pozo Santo,
como un signo de la salvación alcanzada por la redención de Cristo.
Detalle de los pies pisando la calavera y la serpiente
Parte de un basamento sobre el que se destacan cuatro grandes estípites
entre los que se sitúan las figuras de los dos Santos Juanes, San Juan Bautista
y San Juan Evangelista, situadas a ambos lados de la hornacina central.
San Juan Evangelista
Detalle de San Juan Evangelista
Detalle de San Juan Bautista
Detalle del cordero
En el exterior se sitúan las imágenes de San Francisco de
Asís y San Juan Nepomuceno.
Detalle
de san Francisco de Asís
Detalle
de San Juan Nepomuceno
En los estípites, dos pequeñas figuras de San Josafat y San Pascual Bailón.
San Josafat (ver) y San Pascual Bailón (ver)
Encima de “Cristo Varón de Dolores”, un pequeño templete dorada con una
imagen de san Nicolás de Bari.
Templete
con San Nicolás de Bari
Detalle
de San Nicolás de Bari
La parte superior del retablo está coronado por una Inmaculada con ráfaga y corona de plata, del último tercio del XVII, a su lado están las imágenes de San Agustín con la maqueta de la Iglesia y Santa Teresa de Jesús con el hábito de doctora de la Iglesia, todas del siglo XVIII (hacia 1780).
Parte
superior del retablo
Detalle
de la Inmaculada
San
Agustín
En el remate, un relieve del padre Eterno.
Padre
Eterno
Muro izquierdo del evangelio
Muro izquierdo lado
del evangelio
En el
arranque del muro izquierdo se sitúa un retablo del segundo tercio del siglo
XVIII.
Está presidido por un calvario, algo peculiar por la diferencia de tamaño de las figuras que componen este grupo escultórico.
En el centro está el crucificado,
de tamaño natural y de autor anónimo del segundo tercio del siglo XVIII.
Retablo
Detalle del rostro
Detalle del paño de pureza
Detalle de los pies
Debajo del
crucificado, una dolorosa arrodillada al pie de la cruz, de tamaño menor, de
talla completa estofada y policromada de la misma época que el crucificado.
Dolorosa
A ambos lados
se encuentran las imágenes de tamaño académico de San Juan Evangelista y María
Magdalena, ambas imágenes del último tercio del mismo siglo XVIII.
María Magdalena y San
Juan Evangelista
En el altar
hay una urna con un pequeño Cristo al que vienen muchas
mujeres a pedir para quedarse embarazadas, vemos las fotos de los niños dentro
de la urna.
Detalle de la urna
con el Cristo
También
se coloca en esta mesa una pequeña imagen de un Ecce Homo que, según la
tradición oral de la comunidad, parece provenir de la fundación del edificio.
Tiene especial devoción ya que antaño fue utilizado como imagen limosnera que
se trasladaba, tomando con el tiempo carácter de milagrosa la capa o esclavina
de la imagen, ya que se le atribuían poderes para conseguir embarazos o para
propiciar un buen parto a las embarazadas.
A continuación, se halla un púlpito de forja del siglo XVII y un lienzo del Niño Jesús, vestido al estilo de la corte de finales del siglo
XVII y la puerta de
acceso a la calle.
Detalle del pulpito
Cuadro del Niño Jesús
A
su lado se encuentra un retablo de hacia 1780 que cobija un lienzo con la historia franciscana del jubileo de la
porciúncula.
Retablo del “jubileo de la porciúncula”
Detalle del cuadro. Copia de Murillo (ver)
Y
en el ático un relieve de San Joaquín.
Relieve de san Joaquín en el ático
Bajo este cuadro, la imagen sedente de la Virgen del Tránsito (ver).
Esta Virgen llamada "Del Tránsito" representa
la Dormición (Tránsito) de la Virgen, pues la tradición cuenta que la Virgen no
murió mortalmente, sino que, tras un sueño o estado de tránsito, fue elevada al
cielo (Asunción).
Esta advocación fue introducida en el
Hospital por la Madre Josefa de la Presentación a mediados del siglo XVIII.
Se trata de una imagen de vestir anónima
del último tercio del XVII, que como corresponde a su iconografía de la
Dormición se presenta en actitud yacente y recibe culto dentro de una urna de
estilo rococó en madera tallada y dorada.
La Virgen del Transito dentro de su urna
Detalle del rostro
Todos los años,
para la novena, las monjas la colocan a los pies del retablo mayor, presidiendo
la iglesia desde el presbiterio, en una llamativa cama de madera tallada y
dorada, que normalmente se encuentra en el museo de la planta superior, rodeada
de ángeles y de flores.
En el
muro de los pies se encuentran un cuadro, muy oscurecido, del “Entierro de Cristo”, anónimo de
finales del siglo XVII, perteneciente a una hermandad de Caridad.
El coro se
sitúa en alto, a los pies de la nave, presentando el sotocoro una techumbre de
madera decorada con casetones y presenta un cuadro de la Inmaculada,
posiblemente del circulo de Domingo Martínez (ver).
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