EXPOSICIONES
Arte y Misericordia. Museo de Bellas Artes 2025.
EL HOSPITAL DE LA CARIDAD.
La iglesia del Hospital de la Caridad
es uno de los conjuntos cumbre del arte barroco gracias al impulso de don
Miguel Mañara (ver). En ella desarrolló, a través de una serie única de
obras maestras, uno de los más profundos mensajes del ideario barroco y
cristiano.
Mañara había ingresado en la Hermandad
de la Santa Caridad en 1662, llegando a ser hermano mayor al año siguiente y
hasta su fallecimiento en 1679.
La muerte de su esposa en 1661 le hace
reconsiderar su vida y el futuro de su alma. Sus meditaciones sobre el sentido
de la vida, la realidad de la muerte y la práctica de la caridad como camino
para alcanzar la salvación eterna, dan lugar a un mensaje que traslada como
guía de vida a los hermanos de la institución.
Su ideario queda por escrito en la
Regla de la Hermandad y, sobre todo, en la obra titulada “El Discurso de la
Verdad”. Esos pensamientos quedaron al mismo tiempo reflejados en un programa
artístico que plasma visualmente en las obras de arte.
Para ello, elige a los mejores artistas
del momento, como eran los pintores Juan de Valdés Leal y Bartolomé Esteban
Murillo, el tracista de retablos Bernardo Simón de Pineda y el escultor Pedro
Roldán, que ingresan en la Hermandad para así reducir los costes de tan
ambiciosa tarea, a los que guiará en el proyecto.
El conjunto comienza con la
consideración de la muerte a través de la impactante visión de las dos pinturas
de las postrimerías de Valdés Leal, situadas al acceder al templo. Señalan el
momento de la muerte y el juicio particular.
Continúa en la nave, subrayando la
importancia de la práctica de la caridad mediante el ejercicio de las obras de
misericordia, donde Murillo representa distintas escenas en los muros y
retablos laterales.
Culmina el programa el retablo mayor de
Pineda y Roldán, que está presidido por la escena del Entierro de Cristo, en
referencia al principal cometido de la Hermandad.
El resultado muestra uno de los
conjuntos artísticos e iconográficos más completos del Barroco español, al
servicio de un profundo mensaje espiritual que perdura hasta hoy.
LA EXPOSICIÓN. ARTE Y MISERICORDIA.
Con ocasión de la rehabilitación del
Hospital de la Santa Caridad y de la Iglesia del Señor San Jorge de la citada
corporación, el Museo de Bellas Artes de Sevilla reúne por primera vez fuera de
su emplazamiento las obras maestras de Bartolomé Esteban Murillo, Juan de
Valdés Leal y Pedro Roldán y Pedro Duque Cornejo.
Creadas para este templo, siguiendo el
discurso iconográfico ideado por Miguel Mañara en torno a las obras de misericordia,
el conjunto es una de las cumbres del Barroco.
La muestra “Arte y Misericordia. La Santa Caridad de Sevilla”, producida por la Consejería de Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía en colaboración con la Hermandad de la Santa Caridad, se divide en tres ámbitos que abordan, respectivamente, la producción de Bartolomé Esteban Murillo, la de Juan de Valdés Leal y las esculturas creadas para la iglesia de la Hermandad de la Santa Caridad. En total se exponen diecisiete obras: diez pinturas y siete esculturas.
VALDÉS LEAL Y LA HERMANDAD DE LA CARIDAD
Juan de Valdés Leal (1622–1690) ingresó
como hermano de la Caridad en agosto de 1667. Pone su arte al servicio de la
Hermandad a través de una gran diversidad de técnicas artísticas donde muestra
su gran genio creador: pinturas sobre lienzo, decoración mural, policromía,
escultura e, incluso, la decoración de los libros de protocolos e inventarios.
En el bajocoro despliega toda su
capacidad expresiva y crudeza visual en dos de sus mejores obras: In ictu oculi
y Finis gloriae mundi. Conocidos como los Jeroglíficos de las Postrimerías, las
pinturas inciden en la idea de la inminente llegada de la muerte que a todos alcanza,
apagando la vida de repente, sin importar las glorias mundanas. La muerte
antecede al momento en que el hombre va a ser juzgado según sus actos de virtud
o sus vicios, y recompensado o castigado por ello. La muerte es la puerta a la
eterna recompensa y, a partir de esa realidad, Mañara mostrará que la práctica
de la caridad es el modo de alcanzar la salvación eterna.
Más allá de la pintura de caballete, el
programa iconográfico a desarrollar por Valdés incluye las pinturas murales de
la bóveda y los muros del presbiterio que decora con ángeles, los cuatro
evangelistas y varios santos de vocación caritativa.
Valdés se ocupa también de la
policromía del retablo mayor, obra de espléndida calidad donde el dorado
contrasta con las esculturas pintadas y estofadas y se complementa con el gran
bajorrelieve del fondo, en el que una escena de gran efecto pictórico acentúa
la perspectiva.
Una vez fallecido, Mañara realiza dos
retratos póstumos con la intención de preservar su memoria, así como el encargo
del gran cuadro La Exaltación de la santa cruz, llamado también Heraclio
entrando en Jerusalén. Su mensaje es que ningún rico entrará en el cielo sin
haber practicado la caridad al narrar cómo, al regresar Heraclio, emperador de
Bizancio, tras haber rescatado la cruz de Cristo que había sido robada, un
ángel le exige entrar en la ciudad sin boato al igual que lo hizo Jesús.
Su último trabajo para la Hermandad fue
una escultura de la Virgen del Rosario realizada para la enfermería.
Retrato de Miguel de Mañara. Valdés Leal, Juan de. 1683. Óleo sobre lienzo. 240 x 150 cm. Hermandad de la Santa Caridad. (VER mas)
BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO Y LA CARIDAD
Mañara encargó a Murillo (1617–1682), que
había ingresado en la Hermandad en 1665, una serie de cuadros sobre las obras
de misericordia, que pintó entre 1666 y 1670 para que sirvieran de guía y
ejemplo de conducta a para lograr la salvación de sus almas.
El conjunto se disgregó en 1810 por la
requisa de obras que llevó a cabo el mariscal Soult durante la invasión
napoleónica. Afortunadamente cuatro de ellas todavía pueden contemplarse en los
muros de la iglesia: Santa Isabel de Hungría curando a los tiñosos y San Juan
de Dios transportando a un enfermo, apuntan respectivamente al cuidado y al
traslado de los enfermos al hospital, obligaciones específicas de los hermanos
de la Caridad. Las dos apaisadas de gran formato. La multiplicación de los
panes y los peces y Moisés y la roca de Horeb, aluden a las obras de dar de
comer al hambriento y de beber al sediento, a la vez que tienen un significado
eucarístico.
Las otras cuatro pinturas restantes se
exhiben hoy en diversos museos extranjeros: La curación del paralítico por
Cristo en The National Gallery de Londres, Abraham y los tres ángeles en la
National Gallery of Canada, El regreso del hijo pródigo en la National Gallery
of Art de Washington y San Pedro liberado por el ángel en el Ermitage de San
Petersburgo, si bien han sido recientemente sustituidas en su lugar de origen
por copias para preservar el sentido iconográfico del conjunto.
Las obras de Murillo que se exhiben se
complementan con tres pinturas que no forman parte del programa iconográfico
que ideó Mañara y que se encuentran en retablos menores. Se trata de un Niño
Jesús Salvador y un San Juanito que se sitúan en sendos áticos de dos retablos
laterales, y el lienzo que preside el retablo de la Anunciación, que ingresó
como donación en 1686.
PEDRO ROLDÁN Y LAS ESCULTURAS DEL
RETABLO
Pedro Roldán (1624–1699) realizó para
el Hospital de la Caridad las esculturas del magnífico retablo mayor, presidido
por la escena del entierro de Cristo, donde culmina todo el programa
iconográfico de la iglesia. Es mostrada como la obra de misericordia de
enterrar a los muertos, misión específica de la Hermandad desde su fundación a
mediados del siglo XV: sepultar a los muertos de los que nadie se hacía cargo
por haber fallecido sin recursos, ajusticiados o ahogados. Desde Mañara, esta
finalidad se extendió a la atención de enfermos desvalidos.
El retablo, contratado en 1670, es
fruto de la afortunada colaboración del tracista Bernardo Simón de Pineda, el
escultor Pedro Roldán y el pintor Valdés Leal, quien lo dora y policroma,
invirtiendo en su ejecución más de dos años.
Está concebido como una escenografía arquitectónica, efectista y
teatral, que presenta la dramática escena del Entierro de Cristo. En sus extremos,
más cercanos al espectador, José de Arimatea y Nicodemo, como modelos para los
hermanos, depositan a Cristo en el sepulcro, mientras que detrás, a modo de
friso, se despliegan las figuras de la Virgen, San Juan y las santas mujeres.
El fondo lo constituye una vista del Calvario donde bajorrelieve y pintura se
confunden. La policromía de Valdés refuerza la expresividad e ilusionismo de
las esculturas y el bajorrelieve, mediante un inteligente uso del colorido y
las sombras. La escena central está flanqueada por grandes columnas salomónicas,
donde se sitúan las esculturas de San Jorge, patrono titular de la iglesia, y
San Roque, protector ante enfermedades y epidemias, que son mostradas en este
ámbito. En ellas se constata el talento desplegado por Roldán como escultor,
sorprendiendo su monumentalidad y su intensidad expresiva. En el ático, las
virtudes teologales, infundidas por Dios para la salvación eterna, coronan el
conjunto: la Fe y la Esperanza a ambos lados, mientras en el centro, la Caridad
es mostrada con mayor relevancia, recordando el nombre de la Hermandad y el
mensaje del mandamiento nuevo de Jesús, eje del programa iconográfico.
El Cristo de la Caridad, realizado
hacia 1673, manifiesta la estrecha colaboración de Roldán con la Hermandad y en
concreto su sintonía con Mañara, cuyo pensamiento supo interpretar para
transformarlo en magistrales imágenes.
Pedro Duque Cornejo, nieto de Pedro
Roldán, es el autor de estas dos monumentales esculturas que, aunque no estén
integradas en el encargo del retablo mayor, acentúan con acierto su
escenografía.
Los ángeles se añadieron posteriormente
colgando de los pilares del gran arco triunfal en que está inscrito el retablo,
concebidos simétricamente a ambos lados para sostener las lámparas
eucarísticas.
Concebidas con particular valentía para
los pilares que preceden al presbiterio, su composición se adapta al elemento
arquitectónico. La aparente inestabilidad de su postura le otorga una gran
ligereza a pesar de sus grandes dimensiones. A su marcado dinamismo contribuye
una rica policromía, los movidos ropajes, tallados con abundancia de líneas
curvas y profundos pliegues. El cabello es tratado a base de grandes masas
onduladas enmarcando unos rostros de delicados rasgos.
"si bien han sido recientemente sustituidas en su lugar de origen por copias para preservar el sentido iconográfico del conjunto."
ResponderEliminarAndres este párrafo me ha dejado confundido. Me lo podrías aclatar
Sí. No sé han conseguido recuperar todas las obras originales de Murillo, expoliadas por el mariscal Soult. Las que faltan, que están en otros museos, al ser vendidas por los herederos del mariscal, se han realizado copias de gran calidad. Las expuestas en la exposición son originales restauradas por el Instituto
ResponderEliminar