ALGUNOS PERSONAJES HISTÓRICOS EN LAS CALLES DE SEVILLA
Miguel de Mañara.
Retrato
de Miguel de Mañara. Valdés Leal, Juan de. 1683. Óleo sobre lienzo. 240 x 150
cm. Hermandad de la Santa Caridad.
Miguel Mañara
nació en Sevilla el 3 de marzo de 1627, en el seno de una familia originaria de
Córcega. El historiador francés Olivier Piveteau señala que el apellido nunca
llevó la preposición “de” delante de Mañara; esta correspondía únicamente a
“Leca”, título de un antiguo feudo. Fue en la Sevilla del siglo XVIII donde se
empezó a añadir el “de” al apellido, como una forma de engrandecer la memoria
de su benefactor.
Su padre, Tomás
Mañara de Leca y Colona, natural de Calvi (territorio entonces bajo la jurisdicción
de Génova), pertenecía a una familia noble y alcanzó fortuna gracias al
comercio con América, donde pasó parte de su juventud. Ya establecido en
Sevilla, desempeñó importantes cargos municipales: fue Consiliario del
Consulado de Cargadores a Indias, Familiar del Santo Oficio y Hermano Mayor de
la cofradía de San Pedro Mártir, vinculada al convento dominico de San Pablo.
Su madre, Jerónima Antoñano Vicentelo, también de origen corso, había nacido en
Sevilla hacia 1590.
Tras casarse,
el matrimonio residió en distintas collaciones (Santa María la Blanca, Santa
Cruz y San Nicolás), hasta que en 1623 adquirieron un palacio en la calle
Leviés, en el barrio de San Bartolomé. Esta casa, donde vino al mundo Miguel,
sería más tarde propiedad de la Hermandad de la Santa Caridad y actualmente
pertenece a la Junta de Andalucía.
Detalle de la portada
Educado conforme a su condición social,
recibió formación en letras, cuentas, equitación, manejo de armas y pintura,
generalmente de la mano de preceptores privados, en un ambiente impregnado de
valores cristianos. A los ocho años, gracias a la mediación paterna, obtuvo el
hábito de la Orden de Calatrava, y fue investido caballero a los diez.
La Orden de Calatrava, de carácter
militar y religioso, nació en 1158 en el reino de Castilla bajo la inspiración
cisterciense y pronto alcanzó gran poder económico y político. Tras la
reconquista, perdió su función militar y se sostuvo gracias a sus vastos
dominios. En el siglo XVI quedó bajo patronazgo real y, aunque en el XIX sufrió
confiscaciones y supresiones, fue restablecida con carácter honorífico y
nobiliario.
Cruz de
Calatrava. (ver) (CC BY 3.0)
Al morir sus hermanos mayores, Miguel
se convirtió en heredero del mayorazgo familiar. En 1648, poco después de la muerte
de su padre, contrajo matrimonio con Jerónima María Antonia Carrillo de Mendoza
y Castrillo, natural de Guadix. Se dedicó con entrega a su esposa y
simultáneamente asumió la gestión de sus negocios a través del Consulado de
Mercaderes, mostrando también gran compromiso con la vida pública de Sevilla y
con la Iglesia.
Ocupó numerosos cargos: fue diputado de
la Defensa de las Tierras, de la Casa de la Moneda, de la Visita de Boticas, de
las llaves del Archivo y del Agua, de la Cárcel Real y de la Casa de los
Inocentes; además, representó a varios gremios, participó en juntas del
Consulado, fue Caballero Veinticuatro y miembro de la Hermandad de la Soledad
de San Lorenzo. No obstante, en episodios como el Motín de la Feria su nombre
no aparece entre los caballeros que actuaron, probablemente por hallarse
ausente en Montejaque, donde velaba a su madre difunta.
En 1661 murió su esposa sin dejar
descendencia. Aquel golpe lo sumió en una profunda crisis espiritual, hasta el
punto de retirarse como ermitaño a la sierra de Ronda. De regreso a Sevilla,
entró en contacto con Diego de Mirafuentes, Hermano Mayor de la Caridad, quien
lo animó a unirse a dicha institución. Fundada en 1456, la Hermandad tenía como
fin dar sepultura a los desamparados, ajusticiados y ahogados que aparecían en
la ciudad.
Mañara comenzó ocupando el cargo de
Diputado de Entierros y de Limosnas, lo que le permitió comprobar de primera
mano la miseria en que vivían y morían muchos sevillanos. En 1663 fue elegido
Hermano Mayor, cargo que conservó hasta su fallecimiento. Aunque intentó
dimitir en varias ocasiones, su labor fue decisiva: arrendó dependencias de las
Atarazanas Reales para acoger a pobres sin techo, germen del futuro Hospital de
la Santa Caridad. La asistencia se amplió a víctimas de inundaciones, niños
expósitos, presos, conventos empobrecidos y enfermos rechazados en otros
hospitales.
Consciente de la magnitud de la obra,
redactó nuevas Reglas y escribió “El discurso de la verdad”
(Sevilla, 1671), un tratado de espiritualidad sobre la fugacidad de la vida y
la necesidad de conversión. En 1673 promovió la figura de los “Hermanos
Penitentes”, laicos entregados al servicio de los pobres, aprobada por el
cardenal Spínola. Para dedicarse por completo a esta misión, renunció a sus
cargos públicos y se instaló en dependencias humildes dentro del propio
hospital, dejando atrás la vida palaciega.
El Discurso de
la Verdad. (ver) (CC BY 3.0)
Entregó a la Obra su fortuna y su
existencia entera, atrayendo a nobles y gentes sencillas que, dentro de la
Hermandad, convivían en plena igualdad. Murió el 9 de mayo de 1679 y dispuso
ser enterrado a la entrada de la iglesia del hospital, en el suelo, para que
los fieles pisasen su sepultura al entrar.
Su memoria fue venerada de inmediato, y
el arzobispo Spínola inició la causa de beatificación, retrasada por la pérdida
de documentos durante la ocupación napoleónica. El 6 de julio de 1985, Juan Pablo
II lo declaró Venerable, y la Hermandad continúa trabajando por su canonización.
Leyendas
Son varias las leyendas que hablan de
su lado más oscuro, considerándolo como un hombre pendenciero, mujeriego,
bebedor y juerguistas, y aunque no hay ningún testimonio de su comportamiento
como seductor ha pasado a la historia como tal, inmortalizado en los versos de
Antonio Machado que lo compara con el Marqués de Bradomín: “Ni un seductor
Mañara ni un Bradomín he sido/ Ya conocéis mi torpe aliño indumentario”.
También se ha comparado la conversión
de Mañara con el arrepentimiento final de Don Jun, el personaje de Tirso de
Molina en el “Burlador de Sevilla”, pero dicha obra se estrenó en 1617 y Mañara
nació en 1627, por lo que es imposible que hubieses inspirado al personaje.
La razón de estas leyendas puede estar
en una campaña difamatoria en relación con su proceso de beatificación, por el
anticlericalismo de los ambientes liberales que encontró fundamento en el
Testamento de Mañara, donde se consideraba un gran pecador: “Yo don Miguel
Mañara, ceniza y polvo, pecador desdichado, pues lo mas de mis logros días
ofendí a la Majestad Altísima de Dios, mi Padre, cuya criatura y esclavo vil me
confieso. Serví a Babilonia y al demonio, su príncipe, con mil abominaciones,
soberbias, adulterios, juramentos, escándalos y latrocinios; cuyos pecados y
maldades no tienen número y solo la gran sabiduría de Dios puede numerarlos, y
su infinita paciencia sufrirlos y su infinita misericordia perdonarlos. Y yo
que escribo esto, con dolor de mi corazón y lágrimas en mis ojos, confieso, más
de treinta años dejé el Monte Santo de Jesucristo y serví loco y ciego a
Babilonia y sus vicios. Bebí el sucio cáliz de sus deleites e ingrato a mi
Señor a su enemiga, no hartándome de beber en los sucios charcos de sus
abominaciones”.
Recreaciones artístico-literarias
Su personalidad ha sido objeto de
numerosas recreaciones artístico- literarias:
Prosper Merimé es autor de la novela
“Las almas del Purgatorio (1834) en relación con este personaje.
Alexander Dumas en 1836, estreno una
pieza teatral “Don Juan de Mañana o la caída de un ángel”.
Los hermanos Manuel y Antonio machado
escribieron “Don Juan de Mañara” en 1927.
Esther van Loo, escribió una biografía
presuntamente histórica “Don Miguel de Mañara” en 1950.
Don Miguel de Mañara. Valdés Leal, Juan de. 1681. Óleo
sobre tela. 196 x 225 cm. Sala de Cabildos del Hospital de la Caridad
Valdés Leal pintó este cuadro en que
aparece con la capa de la Orden de Calatrava, con su escudo. Vestido de negro
con gorrilla, en actitud de presidir el Cabildo de la Hermandad. Dirige la
mirada al espectador. Sentado en una mesa recubierta de un tapete de terciopelo
negro con flecos dorados. Sobre la mesa varios libros, una cruz de madera que
se usaba para las votaciones, y un pequeño atril con un libro (La Regla) que
sin duda está glosando. Al fondo, un bargueño donde aparece representado una
“vanitas” integrada por un libro, una calavera, un reloj de arena y un búcaro
con tulipanes, aludiendo a la brevedad de la vida u lo efímero de los placeres.
En la pared una pintura, hacia la que Mañara señala, en la que se presenta una
alegoría del Monte de Dios, al que Mañara alude en su Regla de la Santa
Caridad, y expresa la ascensión del alma desde la Tierra al Cielo, practicando
la Caridad. En la zona izquierda de la composición se halla un niño, sentado en
una silla baja, vestido con el hábito de enfermero y un libro sobre las
rodillas, que se lleva el dedo a la boca para pedir silencio. A la derecha, en
un papel caído en el suelo, se lee “A don Miguel de Mañara y Vicentelo de Leca,
caballero de la Orden de Calatrava y de Dios, Provincial de la Hermandad y
hermano de la Santa Caridad de Nuestro Señor Jesucristo, p. amor Sevilla”. A la
izquierda, en la silla baja del niño “acabóse año/1681”.
Valdés emplea una luz potente que
acentúa los contrastes lumínicos, resaltando las zonas más importantes de la
composición. Impera las tonalidades pardas y oscuras, contrastando con los
dorados, rojos y blancos. Para obtener la perspectiva, la mesa se ha colocado
en diagonal, se emplea baldosas bicolores y se dispone la pared con el cuadro y
el bodegón al fondo, obteniendo un resultado de gran impacto visual.
Este cuadro, junto a otros objetos de
Mañara, se encuentra actualmente en la nueva Sala de Cabildos situada en la
segunda planta del Hospital, como zona privada de la Hermandad y no visitable.
Sala de Cabildos
Muerte
de Miguel de Mañara. Arpa Pelea, José. 1879.
Retrato
de Miguel de Mañara. Valdés Leal, Juan de. 1683. Óleo sobre lienzo. 240 x 150
cm. Hermandad de la Santa Caridad.
Cuatro años después de la muerte de
Mañarala Hermandad encargó a Valdés Leal un retrato. Es una imagen póstuma para
la que pudo utilizar la mascarilla funeraria de Mañara que se guarda en la
Hermandad.
La efigie aparece dentro de un ovalo,
siguiendo los modelos de Murillo, con un rotulo que le identifica y proclama
como padre de los pobres.
El rostro de tres cuartos mira al
espectador. En su mano derecha leva un ejemplar de su Discurso de la Verdad. La
mano izquierda reposa sobre una calavera, de acuerdo con su pensamiento sobre
la fugacidad de la vida y su irremediable sometimiento a la muerte.
Busto de Mañara
En la portería del Hospital de la
Caridad se aprecia una columna con el busto de Don Miguel Mañara con la leyenda
“El siervo de Dios/Venerable Don Miguel de Mañara/Fundador de este Hospital”.
Monumento a Miguel de Mañara
En los jardines de la Santa Caridad, uno de los elementos más importantes es el monumento a Miguel de Mañara, copia de la que Antonio Susillo esculpió para el Palacio de san Temo, y representa al personaje sosteniendo a un enfermo entre sus brazos.
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