sábado, 31 de agosto de 2024

RUTAS POR SEVILLA: Vírgenes

Inmaculada Concepción.

Fuera de la Biblia canónica, un evangelio apócrifo denominado Protoevangelio de Santiago contiene un extenso relato sobre los orígenes y la vida de María que ha sido aceptada en gran parte por la tradición cristiana. ​Por ejemplo, de ahí se tomó el llamar Joaquín y Ana a los progenitores de María, de la Tribu de Judá y descendientes del Rey David.

 San Joaquín. Simón Gutiérrez, Juan. Hacia 1700. Óleo sobre tela. 162,5 x 120 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sala VI. Procede de la Desamortización (1840)

Santa Ana. Simón Gutiérrez, Juan. Hacia 1700. Óleo sobre tela. 158,5 x 119 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sala VI. Procede de la Desamortización (1840)

Así, María fue una mujer judía de Nazaret de Galilea que, vivió entre fines del siglo I a. C. y mediados del siglo I d. C. También el Corán (siglo VII), libro sagrado del Islam, la presenta como madre de Jesús (Isa), bajo su nombre en árabe romanizado como Maryam.

Santa Ana enseñando a leer a la Virgen. Roelas, Juan de. Hacia 1615. Óleo sobre lienzo. 230 x 170 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sala IV. Desamortización (1840) del convento de la Merced Calzada. 

La fecha del 8 de septiembre es convencional. Considerando que las jóvenes contraían matrimonio a edad muy temprana, es decir, desde que eran capaces de engendrar, se puede calcular que María nació entre los años 18-16 antes de Cristo.

Según la tradición judía de aquel momento, los jóvenes varones se desposaban entre los dieciocho y veinticuatro años, mientras que las jóvenes mujeres a partir de los doce años eran consideradas doncellas (na'arah); a partir de esa edad podían desposarse. El matrimonio judío tenía dos momentos, desposorio y matrimonio propiamente dicho. El primero era celebrado en la casa de la novia y traía consigo acuerdos y obligaciones, aunque la vida en común era posterior. Si la novia no había estado casada antes se esperaba un año después del desposorio para llegar a la segunda parte, el matrimonio propiamente dicho, donde el novio llevaba solemnemente a la novia desde la casa de sus padres a la de él.

El casamiento de María y José es relatado con rasgos milagrosos en el Protoevangelio de Santiago. Un ángel le dijo al sumo sacerdote Zacarías que reuniese a todos los viudos del pueblo. "Aquel al que el Señor envíe un prodigio, de aquel será María la esposa".

Así, María se casa con José, de acuerdo con la costumbre judía, en la casa de María, en las afueras de Nazaret, cuando José contaba veintiún años de edad. Esta boda fue la culminación de un noviazgo normal de casi dos años.

Los desponsorios de la Virgen. Rafael Sanzio. 1504. Temple y óleo sobre madera. 175x120 cm. Pinacoteca de Brena. Milán (ver)

Pero antes de que ellos convivieran, María se halló embarazada y el ángel Gabriel, en el sexto mes, le anuncia que va a ser la madre de Jesús.

Este episodio aparece narrado en el Evangelio de Lucas (Lc 1: 26-38): “Y al sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre que se llamaba José, de los descendientes de David; y el nombre de la virgen era María. Y entrando el ángel, le dijo: “¡Alégrate, llena de gracia! El Señor está contigo. No temas María, concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús”. “Sera grande y será llamado Hijo del Altísimo”. “Y su reino no tendrá fin”. María le dijo al ángel: ¿De qué modo se hará esto, pues no conozco varón? Respondió el ángel y le dijo: El Espiritu santo descenderá sobre ti, y el poder del altísimo te cubrirá con su sombra, por eso el que nacerá Santo será llamado Hijo de Dios”. Dijo entonces María: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. 

Anunciación. Fernández, Alejo. Hacia 1508. Pintura sobre tabla. 72 x 49,5cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sala II. Desamortización (1840) del Monasterio de San Isidoro del Campo.

Anunciación de la Virgen. Castillo, Juan del. Hacia  1634-36. Desamortización (1840)del Retablo Mayor del Convento de Montesión. 

Este episodio se relaciona con una profecía de Isaías al decir:

“la Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que traducido significa: "Dios con nosotros"”.

José, como era justo y no quería ponerla en evidencia y crear un conflicto, pues la denuncia supondría la “lapidación”, decidió abandonarla en secreto, pero un ángel del Señor se le apareció en un sueño diciendo: “José hijo de David, no temas reconocer a María por esposa, pues lo que en ella fue engendrado es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús, pues él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1: 18-25).

La aparición del ángel a san José. Tour, Georges de la. Hacia 1640. Óleo sobre lienzo. 93 x 82 cm. Museo de Bellas Artes de Nantes. Nantes. Francia (CC BY 3.0)


El evangelista Lucas dice que María, tras viajar a Belén con su esposo José, debido a un censo, "dio a luz a su hijo primogénito". Esa palabra podría llevar a pensar que tuvo otros hijos después de Jesús. 

Es un debate interminable, que divide a los cristianos, ya que los católicos sostienen que no y los protestantes que sí. En algunos pasajes de los Evangelios se habla de "los hermanos de Jesús", pero no es prueba concluyente, ya que la palabra tiene un sentido amplio.

Del punto anterior surge que José era viudo, por lo que pudo haber tenido hijos de su anterior matrimonio, en concreto se plantea que tuvo cuatro hijos (Judas, José, Santiago y Simón) y dos hijas (Assia y Lidia). Algunos piensan que esos eran los hermanos de Jesús a los que aluden los Evangelios.

Pues, María no tuvo más hijos y permaneció virgen durante toda su vida. Así, en 649 el Concilio de Letrán declaró sin vacilar el dogma de la virginidad perpetua de María. Hasta la Reforma, ningún escritor cristiano ortodoxo sostenía que María tuviera hijos propios que no fueran el Señor.

Esto constituye la doctrina del “nacimiento virginal de Jesús”, que sostiene que fue concebido sin intervención de varón mientras que María permaneció virgen antes, durante y después del parto.

Las primeras representaciones de María con su hijo están en las catacumbas romanas de Priscilla que datan del siglo II. 

La imagen más antigua de María, sosteniendo a Jesus Niño. Data del siglo II. Catacumbas de Priscila. Roma. (CC BY 3.0)

El Evangelio de Lucas es el que más datos proporciona sobre la vida María, en el desarrollo de la infancia de Jesús, la Presentación de Jesús en el Templo, y la pérdida de Jesús y su hallazgo en el templo. 

En el Evangelio de Juan, Jesús hace su primer milagro a petición de ella, en Caná. Y en la cruz, la entrega como madre al "discípulo amado", y él es entregado a María como hijo.

También se la menciona brevemente en los Hechos de los Apóstoles ​como miembro de la familia de Jesús en la comunidad cristiana primitiva.

La mayor parte de los relatos ubica la muerte de María en Jerusalén, pero también hay una hipótesis que sostiene que falleció en Éfeso (territorio de la actual Turquía), donde también habría muerto el evangelista Juan. Según esta versión, María vivió en un sitio cercano al lugar donde siglos más tarde tuvo lugar el célebre Concilio del año 431, y murió a los 64 años.

Su muerte no está registrada en las Escrituras, pero la tradición ortodoxa, tolerada también por los católicos, dice que primero murió de muerte natural, conocida como la Dormición de María, y luego, poco después, su cuerpo fue asumido al cielo.   

Morte della Vergine.Caravaggio. 1606. Óleo sobre lienzo. 369x245 cm. Museo del Louvre. Paris (ver)

Asunción de la Virgen. Castillo, Juan del. Hacia  1634-36. Desamortización (1840)del Retablo Mayor del Convento de Montesión. 

Sin embargo, la Biblia NO enseña que María estuviera libre del pecado original (Salmo 51:5, Romanos 5:12). De hecho, María reconoció que era pecadora cuando ofreció el sacrificio para el perdón de los pecados que, según la Ley de Moisés, debían ofrecer las madres (Levítico 12:2-8, Lc 2:21-24).

La inmaculada concepción de María ha sido debatida por teólogos medievales. El Concilio de Trento (1545-1563) afirmó que María era libre de pecado, pero no fue reconocida como dogma hasta el 8 de diciembre de 1854, por el papa Pio IX en la bula papal “Ineffabilis Deus”:  

“[...] Para honra de la Santísima Trinidad, para la alegría de la Iglesia católica, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, con la de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra: declaramos, afirmamos y definimos que ha sido revelada por Dios, y de consiguiente, que debe ser creída firme y constantemente por todos los fieles, la doctrina que sostiene que la santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, salvador del género humano. Por lo cual, si alguno tuviere la temeridad, lo cual Dios no permita, de dudar en su corazón lo que por Nos ha sido definido, sepa y entienda que su propio juicio lo condena, que su fe ha naufragado y que ha caído de la unidad de la Iglesia y que si además osaren manifestar de palabra o por escrito o de otra cualquiera manera externa lo que sintieren en su corazón, por lo mismo quedan sujetos a las penas establecidas por el derecho”.

Muchas iglesias protestantes rechazan la doctrina de la Inmaculada Concepción por considerarla contraria a las Escrituras, aunque algunos anglicanos la aceptan como una devoción piadosa.

La iglesia Ortodoxa Oriental está dividida: Shenouda III, Papa de la Iglesia Ortodoxa Copta, y el patriarca Ignacio Zaqueo I de la Iglesia Ortodoxa siríaca se opusieron a la doctrina, ​ mientras que la Iglesia Ortodoxa de Etiopía y la Iglesia Ortodoxa de Eritrea la aceptan.

En Sevilla, el proceso de reconocimiento de la pureza virginal de María se inició, en la ciudad que lleva entre sus títulos el de "Muy Mariana", siglos antes de la proclamación desde Roma.

Se sabe que ya existían cultos a la Inmaculada concepción desde el siglo XIII en apuntes de actas capitulares de la catedral, que incluso reconocen la celebración del día de la Inmaculada en el siglo XVI.

En 1613 se produjo un hecho desencadenante. El día de Navidad, el dominico Fray Diego de Molina, de la comunidad del Convento de Regina Angelorum, que se encontraba en la calle Regina, en su prédica llegó a decir “que se concibió la Virgen, como vos y como yo y como Martin Lutero” provocando un gran revuelo en una ciudad eminentemente Inmaculista.

Se inició un enfrentamiento con los franciscanos, con Fray Francisco de Santiago a la cabeza, que dejó versos contundentes:

Aunque le pese a Molina

Y a los frailes de Regina,

Al prior y al provincial,

Y al padre de los anteojos

Sacados tenga los ojos

Y el colgado de un peral

Maria fue concebida

Sin pecado original

Calle Miguel Cid

O aquellos versos eternos de Miguel del Cid, que se canturreaban por las calles, que decían:

Todo el mundo en general

A voces reina escogida

Diga que sois concebida

Sin pecado original

El trasfondo era una lucha de poderes entre dos órdenes religiosa, cuyo punto de inflexión se provocó el 29 de septiembre de 1615 cuando la Hermandad del Silencio formula y proclama su voto de sangre para defender la Inmaculada concepción de María.

Para evitar los disturbios callejeros el Papa Gregorio XV (1554-1623), seis años después, decretó el silencio de las predicas dominicas y el Papa Clemente XIII (1693-1769), en una bula, declara a la Inmaculada Patrona de España.

Museo del Prado

La Inmaculada Concepción de los Venerables. Murillo, Bartolomé Esteban. 1660-1665.Óleo sobre lienzo. 274 x 190 cm. Museo del Prado. Sala 016. (CC BY 3.0)

Fue encargado por Justino Neve para el Hospital de los Venerables sacerdotes de Sevilla.. Durante su carrera, Murillo pintó alrededor de dos docenas de obras con este tema, posiblemente más que ningún pintor español de su época. La de los Venerables se distingue de la mayoría de las Inmaculadas de  Murillo por su actitud triunfante, el acusado movimiento de ascensión y por carecer absolutamente de sus atributos tradicionales

La Inmaculada Concepción. Tiepolo, Giambattista. 1767-1769. Óleo sobre lienzo, 281 x 155 cm. Museo del Prado. Sala 023. (CC BY 3.0)


La Virgen María aparece sobre la bola del Mundo y la media luna, pisando la serpiente del Pecado Original, coronada por la paloma del Espíritu Santo y rodeada por ángeles y por algunos de los símbolos marianos. Éstos son la vara de azucenas, la palmera, la fuente y el espejo.

La Inmaculada Concepción. Murillo, Bartolomé Esteban. Hacia 1665. Óleo sobre lienzo. 91 x 70 cm. Museo del Prado. No expuesto (CC BY 3.0)

Figura de medio cuerpo; delante, el creciente de la luna y a los lados, seis serafines. Los colores de la túnica y el manto, el pelo suelto, las manos entrecruzadas sobre el pecho y la mirada elevada y devota nos indican que estamos en presencia de la Virgen, y la luna creciente nos asegura que estamos ante la Inmaculada Concepción, que en las versiones de cuerpo entero se representa siempre a sus pies.

La Inmaculada Concepción. Zurbarán, Francisco de. 1628-1630. Óleo sobre lienzo. 128 x 89 cm. Museo del Prado. Sala 010A (CC BY 3.0)

La imagen de la Virgen está muy convincentemente modelada mediante el claroscuro, y se asienta de una manera firme y estática sobre una media luna. Emerge de un cielo encendido con luz de atardecer. Aparece con las manos unidas en oración sin estar rodeada de cabezas de ángeles que son sustituidos por los símbolos de las letanías que recuerdan las virtudes que acompañan a la  Virgen. 

La Inmaculada Concepción. Goya y Lucientes, Francisco de. 1783-1784. Óleo sobre lienzo. 80 x 41 cm. Museo del Prado. Sala 034. (CC BY 3.0)


Fue un boceto para el cuadro del altar mayor de la iglesia del Colegio de la Inmaculada de la Orden de Calatrava, en la Universidad de Salamanca, destruido durante la guerra de la Independencia (1808-1812). 

La Inmaculada Concepción. Rubens, Pedro Pablo. 1628-1629. Óleo sobre lienzo. 198 x 135 cm. Museo del Prado. Sala 028 (CC BY 3.0)

Rubens pintó este cuadro durante su segunda visita a Madrid (1628-1629), por encargo del marqués de Leganés.  Se colocó en el oratorio del rey del Alcázar de Madrid, donde se documenta ya en 1636 y, posteriormente en el Monasterio del Escorial, donde estuvo hasta 1837.La Virgen, coronada de estrellas, pisa la serpiente con la manzana, símbolo del pecado

La Inmaculada de El Escorial. Murillo, Bartolomé Esteban. Hacia 1665. Óleo sobre lienzo. 206 x 144 cm. Museo del Prado. Sala 017. (CC BY 3.0)


La Inmaculada de El Escorial recibe este apelativo porque se exhibió en la Casita del Príncipe de ese complejo monástico hacia 1787 tras su adquisición, la cual se llevaría a cabo probablemente en Sevilla por Carlos IV, barajándose las hipótesis de que hubiera pertenecido hasta entonces al ebanista Baltasar Angelo o al naturalista Pedro Franco Dávila (1711-1786). Se data convincentemente tras la promulgación por Alejandro VII de las dos bulas a favor del dogma de la Inmaculada, hacia 1665, cuando se considera que el pintor recibió numerosos encargos.  

La Inmaculada Concepción. Ribera, José de. Primera mitad del siglo XVII. Óleo sobre lienzo. 220 x 160 cm. Museo del Prado. No expuesto. (CC BY 3.0)

La Inmaculada Concepción. Herrera el Mozo, Francisco de. Hacia 1670. Óleo sobre lienzo. 165,3 x 105,7 cm. Museo del Prado. No expuesto (CC BY 3.0)

La Virgen, con su presencia vertical ligeramente curvada, preside un espacio que se organiza a base de círculos de distinta densidad que van pautando la composición y "enmarcando" a María: el formado en la parte inferior por los angelitos que parecen rotar a los pies de la Virgen; el compuesto por los angelitos que flanquean a María a partir de su rodilla izquierda; y el apenas esbozado de cabezas que hacen de corona.

La Inmaculada Concepción. Maella, Mariano Salvador. Hacia 1781. Óleo sobre lienzo. 142 x 74 cm. Museo del Prado. Sala 089. (CC BY 3.0)

La composición se configura en tres registros interdependientes. El espacio superior lo ocupa el Padre Eterno, rodeado por ángeles. Debajo, la Virgen, revestida del atuendo tradicional, manto azul que ondea tras ella y túnica blanca, eleva los ojos al cielo y cruza las manos sobre el pecho. Los ángeles del área inferior portan algunos elementos simbólicos tradicionales como los lirios, el espejo o la rosa y ocultan en parte una esfera terráquea sobre la que serpentea un ofidio, casi segmentado por un emergente cuerno de creciente lunar. Con la boca muerde la manzana del pecado original y semeja extrañamente ahuyentado por un ángel, en el ángulo inferior derecho, que lleva en sus manos el collar de la Real Orden de Carlos III.

La Inmaculada Concepción. Rizi, Francisco. Siglo XVIII. Óleo sobre lienzo. 211 x 376 cm. Museo del Prado. Deposito en otra Institución. (CC BY 3.0)

Iconográficamente se ciñe al modelo tradicional de la Inmaculada, como Mujer de Apocalipsis (cap. XII, 1) erguida, caminando sobre el globo de la luna, coronada de doce estrellas, con túnica blanca y manto azul y acompañada de ángeles niños que portan los atributos de la letanía, las azucenas, la palma, las rosas, los lirios, el olivo y el laurel. Otros portan el arca sellada y el espejo. A los lados, al fondo, se distinguen también la puerta del Cielo (Porta Coeli), y la Escala de Jacob (Scala Dei), advirtiéndose además la estrella matutina y el arco iris.


La Virgen aparece en primer término, invadiendo gran parte de la superficie pictórica. En la zona superior destaca un haz triangular cuyo vértice superior se sitúa fuera del cuadro y que evoca la Sabiduría Divina que abarca a la Virgen, tras cuya cabeza se expande una corona de rayos. Ángeles de cuerpo entero aparecen a ambos costados de María y ostentan atributos vegetales: un lirio, una azucena, una palma y un ramo de olivo, símbolos marianos habituales y alusivos a conceptos como la pureza, la paz y la gloria. María apoya sus pies sobre una luna y en la parte inferior vemos al dragón infernal. Bajo la Virgen, se muestra la tierra. A la derecha, una fuente y una torre evocan las Letanías marianas, y a la izquierda un paisaje fluvial con un puente, que se identifica con el famoso puente romano de Córdoba, defendido por la torre de la Calahorra, que constituye una de las principales señas de identidad de la ciudad.

La Inmaculada Concepción. Solís, Francisco de. Siglo XVII. Óleo sobre lienzo. 229 x 147 cm. Museo del Prado, Deposito en otra Institución. (CC BY 3.0)

La Inmaculada Concepción. Cerezo, Mateo. Hacia 1660. Óleo sobre lienzo. 211,5 x 147,5 cm. Museo del Prado. No expuesto. (CC BY 3.0)

María mira hacia lo alto en vez de recogerse en un gesto devoto e introspectivo, como fue más habitual entre sus obras de este tema. La Virgen, con el acusado despliegue de su manto, invade gran parte de la composición, y a su alrededor los ángeles portadores de los símbolos de las letanías crean una trama de gran densidad. Llama la atención el cuidado que ha puesto su autor en la descripción de los atributos de las letanías. Especialmente la corona, el cetro y el espejo se conciben como piezas de orfebrería extraordinariamente delicadas y muy ricas.


Museo Sorolla

Inmaculada Concepción. Atribuida a Pedro de Mena.1646-1688. Tallado, estofado y policromado de la madera. 79 cm x 69 cm x 29 cm. Museo Sorolla (CC BY 3.0)

Museo de Bellas Artes de Sevilla

Inmaculada. Murillo, Bartolomé Esteban. Hacia 1675. Óleo sobre cobre. 70 x 54 cm. Museo de Bellas Artes. Sala VII. Adquisición del Estado (2013)


Esta obra tiene la particularidad de que su soporte es una lámina de cobre. Su ventaja es que, al no ser un material absorbente, agiliza la preparación y precisa de menor carga matérica. El material proporciona también cualidades estéticas por el brillo esmaltado que aporta a los acabados de óleo y la calidez que concede a los tonos.

La Virgen aparece sobre una masa de nubes, rodeada de querubines y ángeles, coronada por doce estrellas. Sigue la tradicional iconografía de las Inmaculadas de Murillo: joven, casi una niña, de largos cabellos, vestida con vaporosa túnica blanca y manto azul que rodea su brazo y se recoge en el hombro. Los ángeles sostienen sus atributos: el espejo, la palma, las rosas, las azucenas y la rama de olivo.

Inmaculada Concepción. La Colosal. Murillo, Bartolomé Esteban. Hacia 1650. Óleo sobre lienzo. 436 x 297 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sala V. Desamortización (1840) del Convento de san Francisco 

Detalle del rostro

Detalle de la Luna y los ángeles

Murillo pintó esta obra por encargo de los franciscanos, grandes defensores de la devoción de la Inmaculada Concepción de María desde la Edad Media. 

Recibe el nombre de la Colosal por sus grandes proporciones ya que se realizó para ser colocada sobre el arco de la capilla mayor, a gran altura y distancia del espectador. Con las manos unidas, la Virgen dirige la mirada hacia abajo acentuando la sensación de profundidad de quien la contempla. 

Inmaculada del Padre Eterno. Murillo, Bartolomé Esteban. Hacia 1668-1669. Óleo sobre lienzo. 283 x 188 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sala V

Este cuadro presenta dos notables novedades, dentro de las numerosas Inmaculadas que realizó Murillo, que son la presencia en la zona superior de Dios Padre y en la inferior el globo terráqueo con el dragón. La Virgen está vista de frente, sin torsión apenas en el cuerpo, excepto su cabeza que gira hacia el lado derecho y la mirada hacia el rompimiento de gloria donde la acoge Dios Padre. 

Apoteosis de la Inmaculada. Martínez, Domingo. Hacia 1740. Óleo sobre lienzo. 543 x 276 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sala XI. Desamortización (1840) del Convento de san Francisco. 


La Inmaculada es representada monumentalmente, sobre un trono de nubes, con las manos unidas hacia el lado derecho mientras mira hacia el lado izquierdo. A sus pies aparecen, rodeándola, multitud de angelotes que portan atributos marianos. Desde el lado izquierdo adoran a la Virgen Duns Scoto y otros varios santos franciscanos, pontífices, santos padres y doctores de la Iglesia, que se distinguieron por su devoción y sus escritos sobre el dogma de la Inmaculada Concepción. En el lado derecho vemos a la venerable sor María Agreda y a los monarcas españoles Felipe IV, Carlos II y Felipe V, que aparecen coronados y con cetros regios en las manos y vestidos con mantos de armiño.

 

Inmaculada. Ríes, Ignacio de. Siglo XVII. Óleo sobre tela. 203 x 158,5 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sala VI. Desamortización (1840)

Inmaculada. Circulo de Pedro Duque Cornejo

Detalle del rostro

Detalle de querubines

En1963 se incorporó a las colecciones del Museo de Bellas Artes de Sevilla una Inmaculada que ingresó como donación de Antonio Bojollo Fernández en memoria de Concepción Cano Sánchez y José Marín Cano. Se trata de una delicada pieza de madera policromada atribuida al círculo de Pedro Duque Cornejo (1678-1757). Pero, sus características formales y técnicas permiten situarla en el contexto del arte sevillano del último cuarto del siglo XVII y, más concretamente, en la producción del escultor Francisco Antonio Gijón (1653 - hacia 1705). La Virgen se dispone de pie sobre un coro de serafines y una luna creciente invertida, con las manos unidas en oración y los ojos ligeramente entornados en gesto de recato. Su túnica alba y manto celeste están bellamente estofados con motivos punteados y en espiral.

Fundación Focus. Hospital de los Venerables 

Inmaculada con san Joaquín y santa Ana. Herrera el Viejo, Francisco de. Hacia 1625-1630. Óleo sobre lienzo. 241 x 165,5 cm. Fundación Fondo de Cultura de Sevilla (FOCUS). Hospital de los Venerables Sacerdote. Procede del Hospital de la Encarnación de Triana

Recientemente se ha propuesto una identificación de este cuadro con el que presidió el retablo de la capilla de la Encarnación de Triana, contratado por el maestro en 1635.

Inmaculada Concepción. Velázquez, Diego. Hacia 1617. Óleo sobre lienzo. Fundación Fondo de Cultura de Sevilla (FOCUS)


Esta Inmaculada constituye una obra clave del entorno artístico que se formó en el taller Francisco Pacheco entre 1616 y 1618. Se creó un gran debate en torno a su atribución, entre Alonso Cano y el joven Velázquez, cuando ambos compartían aprendizaje en el taller de Pacheco. Por los últimos estudios técnicos realizados en el Museo Nacional del Prado parece que esta obra está en directa relación con las primeras composiciones de Velázquez.  Siguiendo las directrices iconográficas establecidas en el tratado de pintura de su suegro y maestro, el pintor representa a la Virgen como una joven en pie sobre un globo transparente que simboliza la luna, suspendida en una masa luminosa de nubes, y ante un paisaje casi nocturno en el que se advierten los símbolos marianos tradicionales. 

Inmaculada. Zurbarán, Francisco de. Hacia 1640. Óleo sobre lienzo. Fundación Fondo de Cultura de Sevilla (FOCUS). Ayuntamiento de Sevilla

Zurbarán puede ser considerado como Murillo, el pintor de las Inmaculadas, pues las pintó a lo largo de toda su carrera, desde sus primeros años sevillanos hasta sus últimos años madrileños. La obra ingresó en el Ayuntamiento en 1837 procedente del convento del Pópulo. La Virgen, estática y con mirada dirigida al cielo, gravita sobre una media luna y cuatro cabezas de querubines ante una masa luminosa de nubes doradas que resaltan su movida silueta, más alargada respecto a sus versiones anteriores. 

Inmaculada. Martínez Montañés, Juan. 1623-1624. Escultura en madera policromada. 168 x 64 x 49 cm. Fundación Fondo de Cultura de Sevilla (FOCUS). Arzobispado de Sevilla

Detalle del rostro de la Inmaculada. 

Esta Inmaculada es el precedente inmediato de la Cieguecita de la Catedral de Sevilla. La escultura procede, junto a su compañera dedicada a san Juan Bautista, de los retablos colaterales de la iglesia del convento de Santa Clara de Sevilla, ejecutados por el maestro a partir de 1622. La Virgen se presenta con las manos unidas en oración, mirada baja, expresión candorosa y ensimismada, y pisando el creciente lunar, sobre cuyo frente emergen dos cabezas de querubines. El tratamiento del manto es técnicamente magistral, con plegados amplios y profundos que difieren ligeramente de la disposición que el artista utilizó con anterioridad.

Catedral de Sevilla

Concepción Grande. Martínez, Alonso. 1656-1658. Madera policromada. 200 cm. Capilla de la Inmaculada Concepción. Catedral de Sevilla

La capilla había sido el lugar escogido por el cabildo en 1520 para sepultar los restos de los caballeros que lucharon al lado del rey Fernando III en la reconquista de Sevilla

En 1654 Gonzalo Núñez de Sepúlveda (quien fallecería el 24 de noviembre del año siguiente) donó 150 000 ducados para la fiesta y octava de la Inmaculada Concepción, ​ motivo por el que el cabildo cedió este espacio para su enterramiento, retirando en consecuencia los huesos de los caballeros sepultados el siglo anterior, los cuales fueron inhumados en la sacristía de los cálices.

Tras el entierro de Núñez de Sepúlveda el 25 de noviembre de 1655, ​ su viuda Mencía de Andrade, junto con los albaceas de Gonzalo, encargó la fabricación del retablo que preside la imagen de la Concepción Grande, ​ quedando la capilla bajo la advocación de la Inmaculada​ y figurando en la misma una tarja de jaspe negro fechada en 1664, diseñada por Juan Valdes Leal y labrada por Juan Donaire, en la que consta una inscripción relativa a estos hechos:

“A la buena memoria de Gonzalo Núñez de Sepúlveda, caballero del Orden de Santiago y 24 de Sevilla, que ilustró esta capilla dedicándola a la Pura Concepción de Nuestra Señora, instituyendo su solemnísima octava a este santo misterio en la capilla mayor desta Santa Iglesia, manifiesto el Santísimo Sacramento en ella con el adorno de altares y grandeza con que se celebra la del Corpus, y fundó otras dotaciones de capellanías y dotes para doncellas naturales de Sevilla y un aniversario, desposeyéndose en vida de más de 150.000 ducados para estas perpetuas memorias, y doña Mencía de Andrade, su mujer, partícipe en todas ellas, y Andrés de Arriola y Isidro Blázquez, sus albaceas, pusieron esta inscripción para honra y gloria de Dios y su SSa madre y exemplo a los venideros, en el año de 1664”.

Actualmente también se encuentra enterrado el cardenal fray Carlos Amigo Vallejo.

La talla de la Concepción Grande, así llamada por su tamaño y para distinguirla de la conocida como “la Chica” (La Cieguecita de Martínez Montañés), posee un rostro alargado con una nariz fina y una boca pequeña, con ambos ojos entreabiertos. El cabello cae suelto sobre los hombros dibujando suaves ondulaciones y enmarcando tanto la cara como el cuello. Sobre la cabeza porta una corona real de orfebrería circundada por una aureola de rayos con dieciocho estrellas en vez de doce, como suele ser habitual en las imágenes inmaculistas, para hacer referencia a las doce tribus de Israel. Los brazos están flexionados y las manos juntas en actitud orante, destacando en ambas extremidades un desplazamiento lateral que delata la influencia de Montañés.

Presenta una túnica blanca ornamentada con motivos florales y ceñida por encima de la cintura, y queda oculta en gran parte por el manto, de color azul en la parte exterior y rosa en la interior. El manto se halla suspendido del brazo izquierdo y cruza el cuerpo de la Virgen para quedar colgando por debajo del brazo derecho, creando con ello una profusión de pliegues en cascada y permitiendo la visión del envés a la vez que contrasta con la caída casi vertical del lado izquierdo.

La imagen se apoya en un escabel conformado por las cabezas aladas de siete serafines en cuyos extremos sobresalen las puntas de una media luna invertida.

 

Inmaculada. Murillo, Bartolomé Esteban Murillo. 1667. Óleo sobre tabla. Sala Capitular. Catedral de Sevilla.

Esta Inmaculada que preside la Sala Capitular de la Catedral de Sevilla es quizás una de las más bellas y menos conocidas de las muchas pintadas por Murillo. Pintada sobre tabla, se sitúa a la altura de los óculos que dan luz a la sala elíptica. Fue la primera pintura encargada a Murillo por el Cabildo Catedral en 1662. Presenta la mirada baja y las manos juntas, destacando la delicadeza de su rostro y la belleza de su figura aparece envuelta por un fondo de nubes de variadas tonalidades, entre las que se mueven grupos de ángeles que portan símbolos de las letanías lauretanas. 

Inmaculada Concepción. Zurbarán, Francisco de. Hacia 1650. Óleo sobre lienzo. 323 x 190 cm. Catedral de Sevilla

Dentro de las Inmaculadas realizadas por Zurbarán, esta es la de mayor tamaño, y su iconografía es inusual. La Virgen reposa no solamente sobre la luna creciente, con la habitual peana de angelitos, sino también sobre un Sagrado Corazón, cuya punta se apoya en la parte central del paisaje subyacente. Ello posiblemente se explique por una petición especial de los comitentes, tal vez miembros de los "esclavos concepcionistas del sagrado corazón". Otra rareza iconográfica es la corona imperial, recomendada por Francisco Pacheco, inclinada sobre la cabeza.

Inmaculada. La Cieguecita. Martínez Montañés, Juan. 1629-1631. Madera de cedro policromada. 1,64 m de altura 

La policromía está realizada por Francisco Pacheco y Baltazar Quintero y esculpida según el modelo descrito por Francisco Pacheco en su obra “Tratado del arte dela pintura”.

Se trata de una Virgen con aspecto de niña, con faz redondeada, mirada dirigida hacia abajo, con los ojos entreabiertos (lo que da origen al apelativo de la Cieguecita) y una larga melena dividida que cae sobre su espalda. La cabeza está adornada con una corona de 12 estrellas que aluden a las doce tribus de Israel.

Detalle

Viste una túnica larga, ceñida con un cíngulo, y un manto sobre los hombros que se recoge con el brazo izquierdo produciendo numerosos pliegues. La pierna derecha está ligeramente flexionada y las manos permanecen unidas.

A los pies, a modo de peana, aparecen tres rostros de ángeles y media luna con las puntas hacia arriba.

Detalle


Durante el siglo XVIII, la escultura estuvo revestida con telas y en una restauración del año 1779, volvió a su estado original y se renovó la policromía, especialmente en los ropajes y el cuerpo.

Capilla de San Andrés

En la pared de la Epístola, debajo, al lado del arco de medio punto que da acceso a la capilla mayor, una imagen anónima de la inmaculada fechada en el siglo XVIII

Inmaculada. Anónimo. Siglo XVIII


Iglesia de San Andrés

La portada del Evangelio, se abre a la plaza de San Andrés y fue modificada en los años 1952-53 para permitir la salida y entrada de los pasos de la Hermandad de Santa Marta. El diseño original quedó borrado y no se pueden intuir los trazos del mismo.

Posee un arco de medio punto con pilastras toscanas molduradas, que sostiene un segundo cuerpo en cuyo centro se sitúa un vano de medio punto que cobija la imagen de la Inmaculada. 

Portada a la plaza de San Andrés

Inmaculada

En la cabecera de la nave de la epístola se presenta la Capilla Sacramental, que posee dos tramos de planta cuadrada

Al primer tramo se accede a través de un arco apuntado, que muestra en la pared derecha un cuadro de la “Animas benditas del purgatorio” y "Santa Catalina” y una “Inmaculada” en la pared izquierda.


Inmaculada

El retablo mayor, obra barroca en madera tallada y dorada, fue realizado por Felipe Fernández del Castillo y su sobrino Benito de Hita y Castillo entre 1732 y 1739, que debió ser reformado en el último cuarto del siglo XVIII, por lo que ya apunta formas de la pureza de la transición al academicismo. Mide 9,86 de alto por 6,81 de ancho.

Está formado por banco, cuerpo dividido por columnas en tres calles, y ático donde destacan unas pequeñas columnas en forma de estípites. 

En el centro del retablo destaca una escultura de la Inmaculada que se considera obra de Jerónimo Hernández   de hacia 1570. 

Realizada en madera con las técnicas de tallado, estofado y policromado, mide 1,69 metros y fue realizada en estilo manierista. 

Se cree que proviene del antiguo retablo mayor diseñado por Antonio Maeda en 1594.

Retablo Mayor

Centro del retablo

Inmaculada

Detalle de la Inmaculada

En la nave del Evangelio, tras la puerta que da a la calle San Andrés, un excelente retablo de la Inmaculada de 1587.

En el centro del retablo, la imagen de bulto redondo de la Inmaculada, de 1,78 metros de alto, en madera tallada, policromada y estofada, atribuida a Gaspar Núñez Delgado.

La Virgen posee un rostro juvenil, aunque no aniñado, como muchas Inmaculadas posteriores. Las facciones poseen cierto grado de angulosidad y en ellas destacan una nariz prominente y unos ojos entrecerrados con la vista dirigida al suelo. El cabello cae sobre los hombros formando pronunciados rizos, los cuales enmarcan tanto el cuello como la cara, girada a la derecha, y dejan a la vista la oreja izquierda. 

Los brazos están flexionados y las manos juntas en actitud orante, con ambas palmas tocándose y los dedos ligeramente doblados. En ambas extremidades se aprecia un desplazamiento hacia el lado opuesto al que gira la cabeza, gesto estrechamente vinculado a la tendencia artística que Martínez Montañés pondría en práctica en la Inmaculada llamada La Cieguecita.

La talla, cuya policromía corresponde a Francisco Pacheco (aunque también se le atribuye a Alonso Vázquez, quien habría policromado la escultura en 1598), viste túnica con motivos florales y manto azul sin apenas adornos (tan solo unos ornamentos en el borde).

Este manto, cuyo envés muestra delgadas franjas horizontales de color negro sobre un fondo dorado, presenta una serie de pliegues angulosos desde la doblez de la cintura hasta los pies, donde destaca una peana conformada por una media luna y dos cabezas aladas de serafines en el frente. 

La imagen, descrita como “arrogante y muy original”, posee fuertes lazos con el estilo artístico de Montañés, quien como discípulo de Núñez pudo haberse inspirado en ella para la creación de algunas de sus imágenes concepcionistas.


Retablo de la Inmaculada

Detalle de la Inmaculada

Iglesia de Ómnium Sanctorum

En la cabecera, de la nave del Evangelio, un retablo neoclásico del siglo XVIII, procedente de Osuna o Estepa, que, según la información recabada, estuvo presidida por una imagen de la Virgen de Fátima y posteriormente por la Virgen de Belén, que antiguamente presidía el altar de la parroquia de Belén de la calle Calatrava, hoy desaparecida.

A sus lados estaban dos tallas modernas de santa Rita y san Antonio de Padua. 

Actualmente, el retablo está presidido por una talla de la Inmaculada Concepción, atribuida a Alonso Cano, con una Virgen de Fátima en el ático y dos imágenes laterales no claramente identificadas.

Dos cuadros a los lados del retablo y una ventana cegada.

Retablo de la Inmaculada

Inmaculada

Detalle de la Inmaculada

A los pies de la nave del Evangelio se encuentra, normalmente, el altar de la Inmaculada Concepción, cotitular de la Hermandad de los Javieres, obra de Manuel Escamilla basándose en la talla de Alonso Cano que se conserva en la parroquia de san Julián.  

Peana de la Inmaculada



Detalle de la Inmaculada

Iglesia de San Julián

El excepcional retablo Mayor de Felipe de Ribas se perdió en el incendio de 1932 y, en la actualidad se sitúa en el presbiterio una recomposición de piezas de fines del XVII y comienzos del XVIII, conformando una estructura de banco inferior y un cuerpo superior de tres calles y ático. Las calles se compartimentan mediante cuatro columnas salomónicas de la segunda mitad del siglo XVII. En una de las calles laterales, lienzos del siglo XVIII de la Inmaculada Concepción. 

Inmaculada en calle lateral del Retablo Mayor

En el ático un gran lienzo del franciscano San Francisco Solano del siglo XVIII y encima un relieve de la Inmaculada Concepción del siglo XVII.

Inmaculada en el ático del Altar Mayor

En la nave del Evangelio, sobre una repisa, se sitúa una imagen pequeña de la Inmaculada Concepción. La Virgen se apoya en un escabel con forma de media luna en la que destaca el rostro alado de un querubín.


Repisa con una Inmaculada

Detalle de la Inmaculada


Detalle del querubín

En el muro de la nave del Evangelio un sencillo y sobrio retablo moderno dorado, en cuya hornacina se encuentra la Inmaculada Concepción.

La imagen de talla completa, de bulto redondo, de 1,41 metros, está realizada en madera de cedro policromada y estofada

Muestra una Virgen muy joven, casi aniñada, con la cabeza agachada, los ojos entornados, la boca pequeña de labios finos, los brazos están flexionados y las manos unidas en gesto de recogimiento y oración, se sitúan delante del pecho. La melena está dividida y caen mechones a ambos lados del rostro y sobre los hombros, mostrando el cabello unas leves ondulaciones.  

Su aspecto de frontalidad se rompe por el “contraposto” creado por el discreto desplazamiento de la pierna derecha con flexión de la rodilla.

La vestimenta ayuda a dotar de gran movimiento a la escultura; la túnica, apenas visible por el manto, posee una estructura de pliegues verticales los cuales se arquean a medida que la tela cae hasta los pies, mientras que el manto muestra una doblez a la altura del pecho que contribuye a acentuar el arqueamiento de los drapeados y el “contraposto”, contrastando a su vez con la caída vertical del otro extremo. 

La Virgen se apoya en un escabel con forma de media luna en la que destacan los rostros alados de dos querubines.

Su autoría es motivo de controversia. Juan Agustín Ceán Bermúdez la vinculó con Alonso Cano, una atribución que ha venido manteniéndose hasta nuestros días. Esta opinión se fundamenta en el hecho de que Cano contrató, el 18 de agosto de 1629, un retablo sobre la vida de la Virgen para la parroquia de La Campana que debía llevar en la hornacina central una imagen de la Inmaculada Concepción. De esta manera, la cronología de la imagen estaría enmarcada entre 1632 y 1634, antes de 1638, debido a que ese año Cano fue llamado a la corte en Madrid por el conde-duque de Olivares. ​

No obstante, Emilio Gómez Piñol, catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla, ha propuesto su autoría a Juan Martínez Montañés (ver), y además sitúa la obra próxima al círculo escultórico de san Isidoro. Para este experto su fecha de ejecución estaría entre las de otras dos Inmaculadas de Montañés, la de El Pedroso (1606-1608) y la “Cieguecita” de la catedral (1631).

Según el conde del Águila, la escultura procedía de la parroquia de La Campana y recibió culto inicialmente en la Iglesia de santa Lucía hasta que, durante la Revolución Gloriosa de 1868 (ver), la Junta Revolucionaria clausuró el templo y la imagen de la Inmaculada fue enviada, junto con otros objetos litúrgicos, a la Iglesia de San Julián, donde pasó a presidir la Capilla Sacramental. 

Este templo sufrió la madrugada del 8 de abril de 1932 un grave incendio provocado que causó serios daños en la talla, aunque fue rescatada, más de tres horas después de declararse el fuego, por fray Sebastián de Ubrique, guardián del Convento de los capuchinos, con ayuda de varios bomberos. Fue restaurada, aunque sus manos tuvieron que ser reemplazadas, por Sebastián Santos Rojas y posteriormente por Antonio Castillo Lastrucci, hacia 1940, convirtiéndose en la única imagen de la iglesia que logró salvarse del fuego. 

 

Retablo de la Inmaculada

Inmaculada

Detalle de la Inmaculada

Detalle de los querubines

Iglesia de Santa Catalina

En el límite del Presbiterio, una repisa con una inmaculada del siglo XVII.  

La inmaculada formaba parte del retablo mayor antes de la reforma a que fue sometido éste en el primer cuarto del siglo XX.

Esta imagen es una obra en madera policromada de 1,41 m. fechable en el siglo XVII, y está atribuida a Alonso Cano o a su círculo, mientras que otros estudiosos la señalan como obra del autor del retablo mayor, Diego López Bueno, de entre los años 1625 y 1629.

Ha sido sometida a varias restauraciones, como la efectuada por el escultor Ricardo Comas que le retalló el brazo derecho, o la más reciente con motivo de la reapertura del templo, por el equipo Sur Restauración.

La imagen, de acusada verticalidad, presenta la cabeza ligeramente inclinada hacia su derecha, con un gesto de humildad y sencillez acorde al misterio representado. Presenta sus manos unidas en actitud de oración, levemente dirigidas hacia la izquierda, contrarrestando la dirección de la cabeza, consiguiendo así un efecto que le dota de un movimiento contenido, reforzado por la pierna derecha adelantada y el pliegue del manto.

Destaca en esta imagen su esbeltez, que le confiere una gran elegancia. La Virgen, que presenta larga cabellera, viste túnica blanca y manto azul, ya que con estos colores se apareció a Santa Beatriz de Silva, fundadora de la Orden de la Inmaculada Concepción, como especifica el pintor Francisco Pacheco al dictar las directrices sobre cómo debe ser representado este misterio mariano en su obra “Tratado de la Pintura”. Tanto la túnica como el manto están adornados con flores y otros motivos vegetales, ricamente estofados en oro, haciendo referencia a la mujer vestida de sol del capítulo 12 del Apocalipsis, ya que a partir de interpretaciones como la de San Bernardo de Claraval, la mujer apocalíptica que presenta San Juan es identificada con la Virgen María. A partir de este pasaje, muestra también la media luna bajo sus pies, donde encontramos igualmente dos cabezas de ángeles, y un aro de doce estrellas que rodean su cabeza. Completa su iconografía con una hermosa peana de plata que es imagen de la fortaleza y de la firmeza de la fe de María, haciendo alusión a la Torre de David de la letanía lauretana.

Inmaculada

Detalle de los querubines

En la cabecera de la Capilla Sacramental, un retablo de Felipe Fernández del Castillo y Benito Hita del Castillo de 1753. Está presidido por una talla de la Inmaculada, con ángeles atlantes, ménsulas, rocallas, volutas y todo tipo de elementos ornamentales. La imagen de la Inmaculada es de Benito Hita del Castillo entre 1748 y 1756. Porta corona y está sustentada sobre ángeles de cuerpo entero que revolotean en sus pies.
Retablo de Capilla Sacramental

Inmaculada

Detalle de la Inmaculada

Detalle de los ángeles

Finalmente, a los pies de la capilla Sacramental y encima de la reja que da acceso a la nave del evangelio, “La Apoteosis de la Inmaculada” de Pedro Tortolero en 1768.

La Apoteosis de la Inmaculada

Iglesia de Santa Rosalía

El  retablo mayor es obra de Cayetano de Acosta, quien lo realizó entre 1761 y 1763, al igual que los restantes retablos que adornan el templo.  En la hornacina central destaca la suntuosa imagen de la Inmaculada de Cayetano de Acosta. Posee corona y sus ropajes están hábilmente policromadas con estofados. Se posa sobre una peana con dos angelotes y un pelicano. A su espalda resplandecen unos rayos a modo de irradiación, algo que no suele ser habitual en estas imágenes. 

Retablo Mayor

Inmaculada

Detalle de la Inmaculada

Detalle de los ángeles y el pelícano

Iglesia de San Clemente

El Retablo Mayor  de la Iglesia es del siglo XVII y consta de sotobanco y banco (parte inferior o basamento de un retablo, en ocasiones puede estar dividido en dos pisos, en cuyo caso se denomina el más próximo al suelo sotabanco),  dos pisos de tres calles y un ático. 

Levantado por los hermanos Felipe y Gaspar de Ribas, puede considerarse como una de las mejores creaciones barrocas sevillanas. Sin embargo, el dorado y el estofado, la policromía, o bien no quedó terminada del todo, o no se llegó a hacer y, habrá que esperar años, para que todo esté concluido. Será Valdés Leal quien se comprometa a hacerlo, a partir de diciembre de 1680, debiendo dorar y estofar todo el conjunto como lo vemos hoy.

En la parte alta está la Inmaculada con San Fernando que entró en la ciudad el día de san Clemente de 1248 y San Hermenegildo, que murió decapitado en la muralla de la Macarena. 

La virgen se yergue sobre una nube formada por tres angelotes. Tiene las manos unidas en actitud de oración y un rico estofado en sus vestiduras. Es una imagen de gran calidad de Felipe de Ribas y policromada y estofada por Valdés Leal. 


Retablo Mayor

Inmaculada

Detalle de la Inmaculada

Detalle de los ángeles

Iglesia de San Luis de los Franceses

El Retablo Mayor está profusamente decorado y es un espectáculo de formas, espejos, luces y colores. En el ático se manifiesta un gran dosel, rematado por la corona real, sobre un ovalo con el retrato de san Ignacio. Debajo un retrato de Luis IX de la escuela de Zurbarán, escoltado por las representaciones de medio cuerpo de san Fernando y san Hermenegildo.  Bajo él, una Inmaculada de Duque Cornejo y un cuadro de la Virgen de Belén con el Niño, de estilo manierista y autor anónimo, que debió de realizarse a finales del siglo XVI.

Retablo Mayor

Inmaculada

Detalle de la Inmaculada

Detalle de los querubines

El presbiterio de la Capilla Domestica está cubierto por una cúpula elíptica, sobre pechinas, decorada por el fresco de la “Exaltación o Apoteosis de la Virgen”, obra de Lucas Valdés, rodeada de los Apóstoles, a sus pies en la parte inferior, y un grupo de ángeles y querubines en la parte superior. 

Exaltación o Apoteosis de la Virgen

El retablo realizado por Duque Cornejo que presenta una rica ornamentación que incluye numerosas pinturas, cornucopias de madera tallada y medallones de yeso policromado. En el centro se encuentra una pequeña imagen de la Virgen María, que fue regalada por san Francisco de Borja, bajo un dosel sostenido por dos ángeles y rematado por la corona real. 

Retablo

Hornacina central

Detalle de la Virgen

Iglesia de San Antonio de Padua

En la nave derecha de la Epístola, en el crucero, el retablo neoclásico de la Inmaculada, una imagen de vestir del siglo XVIII, flanqueada por esculturas de San Diego de Alcalá y San Francisco. La advocación alude a la Limpia Concepción y sin mancha desde el primer instante. Su tamaño es algo más reducido de lo habitual y su autoría anónima, aunque se le atribuye a Cristóbal Ramos. Estaba en el Altar Mayor hasta bien entrado el siglo XX, en los años noventa pasó a la ubicación actual, después del tránsito por varios altares. Fue restaurada en el siglo XX por el fraile fray Francisco Javier de Córdoba, dentro del propio convento, quien le puso nuevo candelero y le rectificó las manos y la cabellera.

Retablo de la Inmaculada

Inmaculada

Detalle de la Inmaculada

Iglesia de San Martín (ver)

En la cabecera del lado del evangelio, se sitúa el Retablo de la Inmaculada Concepción, imagen de vestir de Cristóbal Ramos, realizada en barro cocido, policromada y con cabellera de pelo natural, del año 1.794, titular de la  hermandad Sacramental del Santo Crucifijo del Amor, que  procedía del convento desaparecido de Regina Angelorum, cuyo crucificado se conserva hoy en una parroquia de El Viso del Alcor.

Retablo de la Inmaculada Concepción

Inmaculada Concepción

Detalle de la Inmaculada Concepción