sábado, 20 de septiembre de 2025

RUTAS POR SEVILLA: Santos y Santas Mártires 

San Serapio.

Serapio nació hacia 1179, en Irlanda, hijo del capitán Rotland Scott, noble de la corte de Enrique II de Inglaterra, y de una dama de la alta nobleza inglesa. Desde joven abrazó la carrera militar y acompañó a su padre en la Tercera Cruzada, combatiendo bajo las órdenes de Ricardo Corazón de León. Participó en la toma de San Juan de Acre y en el asedio de Ascalón.

De regreso a su patria, su embarcación naufragó frente a las costas de la República de Venecia. Obligado a continuar el viaje por tierra, cayó prisionero de las tropas del duque de Austria. Permaneció como rehén hasta que el joven Leopoldo de Austria intercedió por él, ganándose su confianza. Integrado en el séquito militar de Leopoldo VI, marchó después a España para luchar junto al ejército cristiano en las campañas contra los musulmanes.

En tierras hispánicas conoció a san Pedro Nolasco y a los primeros mercedarios, sintiéndose llamado a la vida religiosa. Ingresó en la Orden de la Merced en 1222 y se dedicó con gran fervor a la obra de la redención de cautivos en el norte de África.

En su última misión en el Magreb, al no alcanzar la suma necesaria para rescatar a todos los prisioneros, Serapio se ofreció como rehén, garantizando así la libertad de otros cristianos. Sin embargo, el dinero para su rescate no llegó a tiempo. El 14 de noviembre de 1240, bajo el reinado de Abu Muhammad al-Rashid, fue martirizado por los sarracenos, quienes le clavaron en una cruz en forma de aspa (que lo llaman cruz de san Andrés y que tiene forma de X), le arrancaron sus vísceras estando aún con vida y luego le cortaron las extremidades.

La tradición lo venera como protector contra las enfermedades viscerales, y en su fiesta, el 14 de noviembre, se bendice el llamado aceite de san Serapio. Fue canonizado en 1743 por el papa Benedicto XIV, quien lo inscribió en el catálogo de los santos. Aunque no fue sacerdote, alcanzó la plenitud de la vida cristiana en la entrega radical y el martirio.

San Serapio. Zurbarán, Francisco de. 1628. Óleo sobre lienzo. 120 x 103 cm. Museo Wadsworth Atheneum de Hartford, EE.UU. (ver) (CC BY 3.0)

El San Serapio de Zurbarán nos ofrece la manifestación sensible de un alma que abandona la vida al mismo tiempo que él se abandona también, al no encontrar ya la razón por la que existir. Zurbarán quiso representar el horror de martirio sin que en la composición se viera ni una gota de sangre. La boca entreabierta no deja escapar ni un grito de dolor. La gran capa blanca, casi un trampantojo, ocupa la mayor parte del cuadro.

Museo de Bellas Artes

Martirio de San Serapio. Roelas, Juan de. Óleo sobre lienzo. Hacia 1612. 204 x 247 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Procede de la desamortización del Claustro mayor del convento de la Merced Calzada en 1840

Roelas representa en la escena principal del lienzo el martirio del santo, que justo antes de su muerte mira resignado al cielo. Un abigarrado grupo de personajes, algunos afanados en las torturas, los rodean, mientras que un segundo grupo más retirado contempla la dramática escena.

A la derecha, bajo un frondoso arbolado, aparece la escena de la predicación de este santo de la Orden de la Merced, mientras que cierra la composición un esbozado paisaje con arquitecturas, en el que aparece un barco y el momento en que su cuerpo es recogido en la orilla.

Destaca la figura central de san Serapio o la mujer sentada en primer término a la izquierda, con otros más en penumbra que se recortan sobre el fondo más claro. Este es el caso del niño de raza negra que contrasta con el manto rojo del personaje situado tras él o el sayón joven que mira al mártir, recortado sobre el fondo azulado de la arquitectura colocada como telón de fondo.

Iglesia de san Gregorio

San Serapio

Detalle de san Serapio

 RUTAS POR SEVILLA: Vírgenes

Virgen de la Merced.

En España, la invasión musulmana de la Península Ibérica en el año 711 y la posterior resistencia cristiana dieron origen a un prolongado conflicto de más de siete siglos. 

En este contexto, tanto en batallas como en razzias, era frecuente la captura de prisioneros que eran reducidos a servidumbre y corrían el riesgo de perder la fe. 

Ante esta realidad, las autoridades cristianas organizaron sistemas para la redención de cautivos, y la propia Iglesia ofreció indulgencias de Cruzada a quienes defendieran a los cristianos frente a los ataques musulmanes, como hizo el papa Clemente III en 1188 con los defensores de Tarragona.

En este marco histórico, la advocación de la Virgen de la Merced tiene su inicio el 1 de agosto de 1218, cuando la Virgen María (en su advocación de Virgen de la Merced) se apareció por separado a tres ilustres personajes de Barcelona: a Pedro Nolasco (ver), quien sería el fundador de la Orden de la Merced; al rey Jaime I de Aragón, conocido como el Conquistador, y reinante en aquel momento en la Corona de Aragón, y a Berenguer de Palou, Obispo Titular de Barcelona.

Diez días después de la aparición, los tres caballeros se encontraron en la catedral de Barcelona y compartieron haber tenido la misma aparición: la Virgen María les pedía la fundación de una orden religiosa dedicada a la redención de los cautivos. Sería la Orden de la Merced para la redención de los cautivos, fundada en ese año de 1218 y aprobada por el papa Gregorio IX en 1235. ​

La devoción a la Virgen de la Merced se difundió muy pronto por Cataluña y de ahí al resto de España, a Francia y a Italia, a partir del siglo XIII, extendiéndose más tarde a América, con la labor de redención de estos religiosos y sus cofrades.

La iconografía usada para representar a la Virgen de la Merced queda definida a partir del siglo XVI, consistiendo fundamentalmente en el hábito mercedario: túnica, escapulario y capa, todo en color blanco, con el escudo mercedario en el pecho. Otros elementos recurrentes son las cadenas y el grillete, símbolos también del cautiverio. Normalmente, además del escapulario del hábito, lleva otro pequeño en la mano que ofrece a los fieles como auxiliadora de los cautivos.

Suele aparecer tocada con corona de reina y también con el cetro en la mano derecha. En muchas ocasiones sostiene en la izquierda al Niño Jesús, que también puede llevar un escapulario en las manos. Otro modelo iconográfico es el de la Virgen Comendadora, sedente en el coro, sin niño ni cetro, con las constituciones de la Orden en una mano.

Iglesia de san Gregorio

Esta imagen llega a esta iglesia en 1940 procedente de Marchena, donde según la tradición oral había sido depositada tras la exclaustración de los Mercedarios del antiguo convento Casa Grande y actual Museo de Bellas Artes.

La imagen es de autor anónimo, del siglo XVIII, es realizada en madera de pino, con ojos de vidrio y pestañas de pelo natural. Es una imagen de vestir de 155 cm.

A lo largo del siglo XX sufrió diversas intervenciones, entre las que destaca la realizada por Antonio Eslava Rubio (ver) hacia 1960, ejecutando la policromía y las actuales manos.

Es venerada por los Mercedarios, Comunidad religiosa y Fraternidad Seglar, de la que es titular, con sede en esta iglesia conventual. 

Virgen de la Merced

Detalle de la Virgen de la Merced

Detalle de la Virgen de la Merced

Capilla del Museo

Virgen Comendadora de la Merced, que debió pertenecer al patrimonio del convento, donde presidiría el coro de los mercedarios.

Se trata de una imagen completa, en actitud sedente, revestida con ropajes tallados y decorados con ricos estofados, una túnica escapulario y manto cerrado con un broche adornado con el escudo de la Merced. 

Sostiene en su mano izquierda el Libro de las Horas mientras que la derecha la apoya sobre su pecho en una actitud de profunda reflexión.

Está atribuida con mucho fundamento a José Montes de Oca (ver), y fechada sobre el año de 1732, aunque otros autores la atribuyen a Jerónimo Hernández (ver), con policromía del siglo XVIII y también a Benito Hita del Castillo de 1750 (ver)

Su iconografía representa una antigua tradición mercedaria que narra cómo San Pedro Nolasco y sus monjes se retrasaron en su obligación de acudir al coro, pues se quedó dormido el encargado de hacer sonar la campana que los convocaba habitualmente al rezo de las horas en el templo conventual. Cuando llegaron se encontraron a los ángeles ocupando sus respectivos sitiales y a la Virgen presidiendo el Coro y dirigiendo el oficio de maitines. Es por ello que, desde entonces, se la tuvo como La Comendadora, portando en su mano el libro de Horas. En el caso de esta talla sevillana, fue también conocida, popularmente, como la Virgen del Rayo por haber salido indemne tras una terrible tormenta que destrozó el Coro de la Iglesia conventual.

Virgen Comendadora de la Merced

Detalle de la Virgen Comendadora de la Merced

Detalle de la Virgen Comendadora de la Merced

Detalle de la mano derecha

Detalle de la mano izquierda

Detalle del escudo mercedario

Detalle de los querubines a sus pies