RUTAS POR SEVILLA: Vírgenes
Nuestra Señora de la Esperanza. Hermandad de la Trinidad.
Camarín de Nuestra Señora de la
Esperanza en la Casa Hermandad
La
advocación mariana de la Esperanza se encuentra profundamente vinculada con el
misterio de la Pasión de Cristo. En ella contemplamos a la Virgen María con una
mirada serena y confiada, símbolo de su espera firme en la Resurrección de su
Hijo, Jesús de Nazaret. Esta advocación evoca directamente una de las tres
virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), siendo la esperanza la virtud
que sostiene el alma en medio del dolor y la incertidumbre.
En el ámbito
mariano, la Esperanza representa a María en los momentos más oscuros del
Calvario, cuando todo parece perdido, pero su fe en las promesas de Dios
permanece inquebrantable. Su iconografía, por tanto, no refleja el
desgarramiento emocional de otras Dolorosas, sino una actitud recogida y
confiada. Esta serena expresión, llena de compasión y consuelo, ha hecho de
ella una figura cercana para innumerables fieles, especialmente ante la
experiencia del sufrimiento y la muerte.
La Hermandad de
la Trinidad, en particular, imprime a esta advocación un carácter singular,
fruto de su estrecha vinculación con la espiritualidad de San Juan Bosco y la
familia salesiana. En este contexto, María no solo es la Madre Dolorosa que
acompaña el sufrimiento de su Hijo, sino también la Auxiliadora y Educadora del
pueblo cristiano. La esperanza que encarna esta imagen no es pasiva ni
resignada, sino dinámica, activa y confiada en la Providencia divina,
iluminando el camino de quienes enfrentan pruebas con fe y perseverancia.
La
advocación de la Esperanza ocupa un lugar destacado tanto en el arte sacro como
en la religiosidad popular, especialmente en el contexto de la Semana Santa
andaluza. En la ciudad de Sevilla, esta devoción mariana se manifiesta con
especial intensidad, al punto de que cinco cofradías tienen como titular a una
imagen de la Virgen de la Esperanza.
Entre ellas se
encuentran algunas de las más emblemáticas del panorama cofrade sevillano: la
Hermandad de la Esperanza Macarena, una de las más populares y veneradas; la
Hermandad de la Esperanza de Triana, cuya imagen es también conocida como
Nuestra Señora de la Esperanza de Triana; la Hermandad de San Roque, bajo la
advocación de Nuestra Señora de Gracia y Esperanza; la Hermandad de la
Trinidad, con su Virgen de la Esperanza; y la Hermandad de La O, que también
honra a María en esta advocación.
Estas imágenes
marianas, además de su riqueza artística, encarnan el sentimiento profundo de
una ciudad que encuentra en la figura de María un modelo de fe confiada y
consuelo en medio del dolor.
Ha sido atribuida durante muchos años a Duque
Cornejo (ver), hasta que
recientemente se constató de manera documental que el escultor Juan de
Astorga (ver) contrató su
realización en el año 1.819 por la cantidad de 900 reales de vellón,
firmando su finalización un año después: “Reciví del Pe F. Josef Cavello quatrocientos
rrs von para dar principio a la Escultura de una Sa de
los dolores, para la Cofradía del Sagrado
decreto situada en el Convto de la SSma. Trinidad Calzada, la qe ha
quedado ajustada en novecientos rs vn concluida del todo y pintada. Sevilla y Junio 19 de 1819. Juan de Astorga (rúbrica). (Al margen izquierdo) Son 400 rs vn (En
el ángulo inferior izquierdo) Reciví el total de la
cantidad. Sevilla y Febrero 9
de 1820. Juan de Astorga (rúbrica)”.
Se trata de una imagen de candelero para vestir (1,58
metros), tallada en madera de cedro policromada. La policromía presenta tonos muy suaves y pálidos,
típicos del neoclasicismo sevillano, con
un ligero matiz rosado en mejillas y párpados.
Su cabeza se inclina levemente hacia la izquierda y abajo, entornando la mirada, que se dirige
hacia abajo, lo que sugiere recogimiento y ternura.
Nuestra Señora de la Esperanza
Presenta las cejas finas y arqueadas, trazadas con delicadeza y los ojos de cristal, grandes, con pestañas postizas en el párpado superior y pintadas en el
inferior. Cinco lágrimas de cristal patentizan su tristeza,
de las cuales dos se derraman por la mejilla derecha y tres por la izquierda.
La boca está entreabierta,
permitiendo ver discretamente los dientes superiores, lo que le confiere un
gesto de resignación y dulzura.
En el centro de
la barbilla exhibe un hoyuelo.
La corona (de plata o dorada) que porta en su salida
procesional, además de realzar su realeza mariana, indica su papel como Reina de la Esperanza.
El resultado es
el de un rostro de exquisita belleza, que mezcla juventud, encanto y dulzura, con
una expresividad serena y melancólica, más contenida que en las dolorosas del
barroco sevillano, que nos hace partícipes de su llanto suave y consolador.
Detalle del rostro con la corona
Visión frontal del rostro
Visión lateral del rostro
Las manos están separadas, la derecha suele llevar un pañuelo y la izquierda
un rosario. La postura de las manos enfatiza un gesto de entrega, dolor contenido y esperanza. El rosario
reafirma su condición de intercesora y
Madre de los fieles. El pañuelo
representa el consuelo de
la Virgen hacia sus hijos que sufren, así como sus propias lágrimas contenidas.
Los dedos son finos, estilizados y alargados, siguiendo el canon femenino de la escuela
sevillana del XIX.
Detalle de las manos y el rostro
En conjunto, la
imagen combina elegancia neoclásica, propia del siglo XIX sevillano, con un
profundo simbolismo emocional. No busca representar un dolor desgarrado, sino
una esperanza maternal y
contenida, acorde con su
advocación.
La imagen de Nuestra Señora de la
Esperanza ha sido objeto de varias restauraciones, sin alterar su fisonomía
original. Una de las primeras intervenciones de las que se tiene noticia es la
de Ángel Rodríguez Magaña en 1907, a la que siguió otra de Sebastián Santos
Rojas (ver) en 1947, Antonio
Joaquín Dubé de Luque (ver) le colocó
las cinco lágrimas de cristal en 1.996, y Luis Álvarez Duarte (ver) le incorporó
un nuevo candelero en el año 2.000. Finalmente, en 2012 la imagen fue
restaurada por los técnicos del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico,
labor de conservación esta última que consistió fundamentalmente en la
consolidación de la fijación de la mascarilla y en la limpieza de la
policromía.
El procesionar
el Viernes Santo por la tarde, en el momento más dramático del Triduo
Pascual, otorga a la Virgen un simbolismo especial, es la presencia de la esperanza cuando todo parece perdido, pues la
Virgen camina tras el Cristo de las Cinco Llagas, no
como víctima del dolor, sino como mujer que espera con fe la Resurrección.
La Virgen en su paso de palio
No hay comentarios:
Publicar un comentario