martes, 29 de julio de 2025

RUTAS POR SEVILLA: Vírgenes

Nuestra Señora de la Esperanza. Hermandad de la Trinidad.

Camarín de Nuestra Señora de la Esperanza en la Casa Hermandad


La advocación mariana de la Esperanza se encuentra profundamente vinculada con el misterio de la Pasión de Cristo. En ella contemplamos a la Virgen María con una mirada serena y confiada, símbolo de su espera firme en la Resurrección de su Hijo, Jesús de Nazaret. Esta advocación evoca directamente una de las tres virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), siendo la esperanza la virtud que sostiene el alma en medio del dolor y la incertidumbre.

En el ámbito mariano, la Esperanza representa a María en los momentos más oscuros del Calvario, cuando todo parece perdido, pero su fe en las promesas de Dios permanece inquebrantable. Su iconografía, por tanto, no refleja el desgarramiento emocional de otras Dolorosas, sino una actitud recogida y confiada. Esta serena expresión, llena de compasión y consuelo, ha hecho de ella una figura cercana para innumerables fieles, especialmente ante la experiencia del sufrimiento y la muerte.

La Hermandad de la Trinidad, en particular, imprime a esta advocación un carácter singular, fruto de su estrecha vinculación con la espiritualidad de San Juan Bosco y la familia salesiana. En este contexto, María no solo es la Madre Dolorosa que acompaña el sufrimiento de su Hijo, sino también la Auxiliadora y Educadora del pueblo cristiano. La esperanza que encarna esta imagen no es pasiva ni resignada, sino dinámica, activa y confiada en la Providencia divina, iluminando el camino de quienes enfrentan pruebas con fe y perseverancia.

La advocación de la Esperanza ocupa un lugar destacado tanto en el arte sacro como en la religiosidad popular, especialmente en el contexto de la Semana Santa andaluza. En la ciudad de Sevilla, esta devoción mariana se manifiesta con especial intensidad, al punto de que cinco cofradías tienen como titular a una imagen de la Virgen de la Esperanza.

Entre ellas se encuentran algunas de las más emblemáticas del panorama cofrade sevillano: la Hermandad de la Esperanza Macarena, una de las más populares y veneradas; la Hermandad de la Esperanza de Triana, cuya imagen es también conocida como Nuestra Señora de la Esperanza de Triana; la Hermandad de San Roque, bajo la advocación de Nuestra Señora de Gracia y Esperanza; la Hermandad de la Trinidad, con su Virgen de la Esperanza; y la Hermandad de La O, que también honra a María en esta advocación.

Estas imágenes marianas, además de su riqueza artística, encarnan el sentimiento profundo de una ciudad que encuentra en la figura de María un modelo de fe confiada y consuelo en medio del dolor.

Ha sido atribuida durante muchos años a Duque Cornejo (ver), hasta que recientemente se constató de manera documental que el escultor Juan de Astorga (ver) contrató su realización en el año 1.819 por la cantidad de 900 reales de vellón, firmando su finalización un año después: Reciví del Pe F. Josef Cavello quatrocientos rrs von para dar principio a la Escultura de una Sa de los dolores, para la Cofradía del Sagrado decreto situada en el Convto de la SSma. Trinidad Calzada, la qe ha quedado ajustada en novecientos rs vn concluida del todo y pintada. Sevilla y Junio 19 de 1819. Juan de Astorga (rúbrica). (Al margen izquierdo) Son 400 rs vn (En el ángulo inferior izquierdo) Reciví el total de la cantidad. Sevilla y Febrero 9 de 1820. Juan de Astorga (rúbrica).

Se trata de una imagen de candelero para vestir (1,58 metros), tallada en madera de cedro policromada. La policromía presenta tonos muy suaves y pálidos, típicos del neoclasicismo sevillano, con un ligero matiz rosado en mejillas y párpados.

Su cabeza se inclina levemente hacia la izquierda y abajo, entornando la mirada, que se dirige hacia abajo, lo que sugiere recogimiento y ternura.

Nuestra Señora de la Esperanza

Presenta las cejas finas y arqueadas, trazadas con delicadeza y los ojos de cristal, grandes, con pestañas postizas en el párpado superior y pintadas en el inferior. Cinco lágrimas de cristal patentizan su tristeza, de las cuales dos se derraman por la mejilla derecha y tres por la izquierda.

La boca está entreabierta, permitiendo ver discretamente los dientes superiores, lo que le confiere un gesto de resignación y dulzura.

En el centro de la barbilla exhibe un hoyuelo.

La corona (de plata o dorada) que porta en su salida procesional, además de realzar su realeza mariana, indica su papel como Reina de la Esperanza.

El resultado es el de un rostro de exquisita belleza, que mezcla juventud, encanto y dulzura, con una expresividad serena y melancólica, más contenida que en las dolorosas del barroco sevillano, que nos hace partícipes de su llanto suave y consolador.

Detalle del rostro con la corona

Visión frontal del rostro 

Visión lateral del rostro


Las manos están separadas, la derecha suele llevar un pañuelo y la izquierda un rosario. La postura de las manos enfatiza un gesto de entrega, dolor contenido y esperanza. El rosario reafirma su condición de intercesora y Madre de los fieles. El pañuelo representa el consuelo de la Virgen hacia sus hijos que sufren, así como sus propias lágrimas contenidas.

Los dedos son finos, estilizados y alargados, siguiendo el canon femenino de la escuela sevillana del XIX.

Detalle de las manos y el rostro

Detalle de las manos 
Detalle de las manos 

En conjunto, la imagen combina elegancia neoclásica, propia del siglo XIX sevillano, con un profundo simbolismo emocional. No busca representar un dolor desgarrado, sino una esperanza maternal y contenida, acorde con su advocación.

La imagen de Nuestra Señora de la Esperanza ha sido objeto de varias restauraciones, sin alterar su fisonomía original. Una de las primeras intervenciones de las que se tiene noticia es la de Ángel Rodríguez Magaña en 1907, a la que siguió otra de Sebastián Santos Rojas (ver) en 1947, Antonio Joaquín Dubé de Luque (ver) le colocó las cinco lágrimas de cristal en 1.996, y Luis Álvarez Duarte (ver) le incorporó un nuevo candelero en el año 2.000. Finalmente, en 2012 la imagen fue restaurada por los técnicos del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, labor de conservación esta última que consistió fundamentalmente en la consolidación de la fijación de la mascarilla y en la limpieza de la policromía.

El procesionar el Viernes Santo por la tarde, en el momento más dramático del Triduo Pascual, otorga a la Virgen un simbolismo especial, es la presencia de la esperanza cuando todo parece perdido, pues la Virgen camina tras el Cristo de las Cinco Llagas, no como víctima del dolor, sino como mujer que espera con fe la Resurrección.

La Virgen en su paso de palio

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