viernes, 1 de agosto de 2025

AREA DE SAN ROMAN

Iglesia de Santa Lucía.

Iglesia de Santa Lucia


La iglesia de Santa Lucía se encuentra en el sector noreste del casco antiguo de Sevilla, junto al convento de las Trinitarias y próxima al trazado de la antigua muralla almohade, al final de la calle Sol y muy cerca de la histórica Puerta del Sol.

Este templo se alzó en el siglo XIV, posiblemente sobre los restos de una antigua mezquita, y figura entre las primeras construcciones gótico-mudéjares que se erigieron en la ciudad tras la Reconquista, impulsada por las tropas de Fernando III el Santo. Fue concebida desde sus orígenes como lugar de culto cristiano, en un periodo de profunda transformación religiosa y urbanística en la Sevilla medieval.

Detalle de ventanas mudéjares

Detalle del óculo central

Visión lateral

En sus primeros tiempos, la iglesia de Santa Lucía acogió a la Orden Militar de Alcántara. A mediados del siglo XVII, en torno a 1640, pasó a ser sede de la Hermandad de los Panaderos (ver), que llegó a disponer de capilla propia y de un altar realizado en 1733 por el escultor José de Medinilla (ver). También en este templo se celebró, en 1724, el Cabildo General de la Hermandad de la Amargura.

Durante la invasión napoleónica, en 1810, la Hermandad de la Trinidad (ver) trasladó provisionalmente sus imágenes titulares a Santa Lucía, debido a que las tropas francesas habían ocupado su sede habitual.

Años más tarde, el 2 de febrero de 1846, fue bautizada en esta iglesia Santa Ángela de la Cruz (ver), fundadora de las Hermanas de la Cruz.

En 1868, tras la Revolución de septiembre (ver), la Junta Revolucionaria ordenó su cierre al culto, argumentando un exceso de parroquias en la ciudad. Ese mismo año, la Tertulia Democrática de "Artesanos Honrados", que venía reuniéndose en el Juzgado número 11, solicitó al Ayuntamiento el uso del edificio. A partir de entonces, la iglesia pasó a manos privadas y experimentó diversos usos, hasta quedar finalmente en estado de abandono y ruina.

Tras décadas de desuso, entre 2007 y septiembre de 2010 el templo fue rehabilitado y funcionó como sede del programa cultural Espacio Iniciarte, dedicado principalmente a exposiciones de arte contemporáneo. Posteriormente albergó funciones diversas, como almacén, sala de ensayos y sede administrativa de la Agencia Andaluza para el Desarrollo del Flamenco.

En la actualidad, el edificio es propiedad de la Junta de Andalucía y, desde 2012, acoge el Centro de Documentación de las Artes Escénicas de Andalucía. Esta institución alberga una biblioteca especializada con más de 40.000 volúmenes, un archivo digitalizado con más de 150.000 imágenes, así como fondos audiovisuales, publicaciones y documentación sobre la programación escénica andaluza.

Visión general del interior

Detalle dela cubierta lateral

Detalle de una arcada


En esta iglesia recibió culto la imagen de la Virgen de la Salud, que más adelante sería trasladada al convento de las Hermanas de la Cruz, fundado por Santa Ángela de la Cruz. En dicho convento se conserva también la pila bautismal en la que fue bautizada la santa sevillana en 1846.

El Retablo Mayor de la iglesia estaba presidido por un lienzo de Santa Lucía que durante mucho tiempo fue atribuido a Juan de Roelas, aunque estudios posteriores confirmaron que se trata de una obra de Francisco Varela, realizada entre 1635 y 1640. Esta pintura fue trasladada con el tiempo a la parroquia de San Sebastián.

El templo albergó también una imagen de la Inmaculada Concepción, atribuida a Alonso Cano, que actualmente se conserva en la parroquia de San Julián.

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Puerta del Sol.

Puerta del Sol

La Puerta del Sol, con referencias actuales estaría situada en la calle Madre Isabel de la Trinidad y su confluencia con María Auxiliadora, frente al colegio de la Santísima Trinidad, a unos metros de la desembocadura de la calle Sol en Santa Lucía

De origen almorávide, con un arco simple almenado, su nombre deriva de su posición orientada al Sol, porque era la primera puerta por la que este aparecía, con el astro representado por un relieve de piedra en el dintel de su puerta. Aunque tampoco existen menciones de esta puerta en la época árabe, su estructura inicial almorávide debió ser muy similar a la de la Puerta de Córdoba, una puerta arco en recodo con una barbacana que eliminaría Hernán Ruiz II en sus actuaciones del siglo XVI, pero esta puerta, a diferencia de la anterior, sí fue reconstruida en 1595 y derribada en la Revolución de 1868, alrededor de 1870-72.

Gracias a Richard Ford tenemos grabados de la Puerta del Sol que realizó el artista entre los años 1839 y 1833, poco antes de que se derribara.

Dibujo de Richard Ford de 1831 (ver) (CC BY 3.0)

Grabado de Bartolomé Tovar de 1878. (ver) (CC BY 3.0)

Maqueta expuesta por el Ayuntamiento (ver) (CC BY 3.0)


Según Juan Miguel Vega (“Veintitantas maneras de entrar en Sevilla”) tenía un torreón donde vivía un anciano matrimonio. La prerrogativa de vivir en ella se debe a la esposa, llamada Josefa Rodríguez que, en junio de 1983, desafiando las bombas del general Van Halen socorrió con agua y víveres a los soldados que defendían la ciudad en una barricada de la Puerta Osario. En la noche del 7 de noviembre de 1865 unos ladrones asaltaron la torre y acabaron con sus vidas.

También refiere Juan Miguel Vega los llamados “fantasmas rojos” durante la invasión francesa, que eran dos hermanos panaderos, Juan y Pedro, que vengaban a su hermana María violada por los soldados invasores. 

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Colegio-Beaterio de la Santísima Trinidad.

Colegio del Beaterio de la santísima Trinidad. Calle Santa Lucía 2

En el número 2 de la calle Santa Lucía se encuentra el antiguo Beaterio de la Santísima Trinidad, fundado en 1719 con el propósito de acoger y educar a niñas pobres y huérfanas. A estas se les enseñaban conocimientos básicos como la doctrina cristiana, lectura, escritura y labores domésticas, especialmente la costura. Como recogió el historiador González de León, de esta institución salían mujeres "ejemplares en lo religioso, excelentes esposas y fieles sirvientas".

Los beaterios eran instituciones femeninas de vida religiosa no conventual, en las que mujeres, bajo votos de pobreza, castidad y obediencia, llevaban una vida dedicada a la oración y a obras de caridad. Aunque hoy en día la figura del beaterio ha desaparecido o ha sido absorbida por congregaciones religiosas, el colegio que se encuentra en su lugar conserva aún el nombre de la institución original, recordando sus raíces.

La fundadora del beaterio fue Isabel de la Santísima Trinidad, nacida en el barrio de la Macarena de Sevilla. Huérfana desde joven, puso su herencia al servicio de las niñas más necesitadas, siguiendo el consejo de su director espiritual, el padre trinitario calzado Fray Chacón. El 2 de febrero de 1719 tomó el hábito de beata trinitaria en el Convento de la Trinidad, adoptando el nombre con el que sería recordada, e inició su obra en unas casas cedidas por dicho convento en la calle Enladrillada. Debido al crecimiento de la institución, se trasladaron pronto a una nueva sede, más amplia, en la calle Santa Lucía, frente a la Puerta del Sol.

La comunidad se rigió por las normas del monasterio de las trinitarias de El Toboso. Además de la vida religiosa, las beatas tenían como misión acoger, mantener y formar a niñas huérfanas, admitir pensionistas, instruir a niñas pobres, y atender a antiguas alumnas solteras en situación precaria.

En 1746, Isabel viajó a Ciudad de México para gestionar la herencia de su tío, Sebastián Caballero, cirujano de la ciudad. Regresó a Sevilla en 1750 y destinó los fondos obtenidos a sostener el beaterio. Emprendió un segundo viaje en 1753, y en 1755 obtuvo permiso del virrey Juan Francisco de Güemes y del arzobispo Manuel José Rubio y Salinas para recaudar limosnas durante dos años. Regresó a Sevilla en 1758 y al igual invirtió los ahorros en el beaterio.

Falleció en 1774. A su muerte, la institución experimentó un periodo de decadencia, hasta que en 1789 el párroco de Santa María la Blanca, Bartolomé Cabello y Barroso, lideró su restauración, con el apoyo de destacados sevillanos como el canónigo magistral Marcelo Félix Doje, la viuda del comerciante Simón Sologuren, Teodomiro de la Vega del Oratorio de San Felipe Neri, el canónigo Cipriano Urtusáutegui, el conde de San Remi y María Ruano.

Claustro con la estatua de Isabel de la Santísima Trinidad. (ver) (CC BY 3.0)

La iglesia del beaterio se abrió al culto el 2 de diciembre de 1790. El papa Pío VI le otorgó el privilegio de “altar cotidiano” en 1791, y en 1793 permitió la exposición permanente del Santísimo Sacramento. Ese mismo año, el beaterio fue incorporado a la Hermandad Sacramental de Santa Lucía y, al año siguiente, quedó adscrito a su parroquia.

En 1799 se obtuvo el patronazgo del cardenal Luis María de Borbón y Vallabriga, infante de España. Su hermana, la infanta María Teresa, asumió la dirección del instituto. El 8 de abril de 1802, el infante cardenal concedió al colegio el derecho a usar el escudo real.

Tras la muerte de Bartolomé Cabello, el 5 de diciembre de 1810, el beaterio heredó todos sus bienes, y él fue enterrado en su iglesia. Le sucedió como protector el canónigo Fernando de Medina, quien ayudó a mantener la institución durante la invasión napoleónica. A su muerte, el beaterio atravesó otra crisis, mitigada por donaciones particulares. En esa época, albergaba a 129 niñas, 25 beatas profesas y dos novicias.

La situación mejoró en 1823 cuando asumieron la protección el conde de la Puebla del Maestre, Francisco de Paula Fernández de Córdoba y Cárdenas, y su esposa María Josefa Amalia de Sajonia. El 16 de agosto de 1828, los restos de la fundadora fueron trasladados desde la iglesia de Santa Lucía al coro bajo del templo del beaterio.

Durante la Primera República, el 23 de julio de 1873, el beaterio quedó reducido a diez religiosas y doce niñas. No obstante, el 30 de julio retornaron las hermanas y alumnas que habían debido marcharse.

En 1916, asumió la protección José María Ybarra Menchacatorre, III conde de Ybarra, acompañado por varios benefactores como Concepción Atienza Benjumea, Santiago Medina y Rojas (marqués de Esquivel), Manuel Ferrand, Florentino Briones y Javier Benjumea.

El 8 de septiembre de 2012, las hermanas trinitarias del beaterio de Sevilla se integraron con la Congregación de Hermanas de la Santísima Trinidad, fundada en 1885 por Francisco de Asís Méndez Casariego y Mariana Allsopp Manrique. Ambas comunidades compartían el mismo carisma trinitario, los valores espirituales y la misión de atención a los más necesitados. Esta unión, alentada por el espíritu de renovación promovido por el papa Francisco, fue acogida como una gracia acorde con los signos de los tiempos.

Finalmente, el 8 de septiembre de 1989, Salud Vilches donó su casa de campo en Fuenteheridos (Huelva), que hoy sigue siendo utilizada por la comunidad para actividades veraniegas y convivencias escolares.

 RUTAS POR SEVILLA: Ruta Cofrade

José Santizo Román.

En la fachada del número 25 de la calle Peñuelas, en plena Plaza de San Román, se encuentra un azulejo conmemorativo que señala el lugar donde nació Don José Santizo Román.

Este homenaje fue inaugurado el 28 de marzo de 2015. Durante el acto, Miguel Ángel Santizo Rodríguez (autor del libro La saga de los Santizo, en el que relata la vinculación de esta familia con las Hermandades y Cofradías de Sevilla a lo largo de más de un siglo) hizo entrega de un ejemplar de la obra al alcalde como símbolo del legado familiar.

Peñuelas 25

Santa Caridad

“En esta collación nacieron y vivieron José Santizo Roldán (11-03-1878/12-12-1950) y sus descendientes. Fue el fundador de la saga de “Encendedores “de pasos y altares, y acólitos que prestan sus servicios a las hermandades y cofradías de nuestra ciudad desde hace más de in siglo. El Exmo. Ayuntamiento de Sevilla y el Consejo General de Hermandades y Cofradías dé Sevilla acuerdan dedicarle este azulejo para perpetuar su memoria. Se descubrió siendo alcalde D. Juan Ignacio Zoido Álvarez y presidente D. Carlos Bourrelier Pérez. La Hermandad de la Santa Caridad, propietaria de este edificio, colabora permitiendo la colocación de este azulejo. Sevilla, Cuaresma de 2015”


En 1878 nació José Santizo Roldán, figura clave en la historia reciente de la Semana Santa de Sevilla y patriarca de una de las dinastías más longevas y respetadas en el arte de encender los pasos procesionales. Hoy, su legado alcanza ya la quinta generación.

Durante más de un siglo, los Santizo no solo han iluminado imágenes con una maestría que ha marcado escuela, sino que también han ejercido otros oficios ligados al culto y a las hermandades, como sacristanes, acólitos o miembros de juntas de gobierno. Su presencia forma parte inseparable del alma cofrade de la ciudad.

Miguel Ángel Santizo Rodríguez junto a su padre Manuel Santizo García, encendiendo en la Catedral Metropolitana, (ver) (BB CY 3.0)

Miembros de los Santizo delante del Misterio del Polígono de San Pablo. (ver) (CC BY 3.0)


Por primera vez, su historia se recoge en un libro: La saga de los Santizo, publicado por la editorial Jirones de Azul. Su autor, Miguel Ángel Santizo Rodríguez (biznieto del fundador), reconstruye con detalle la trayectoria de esta familia originaria de la collación de San Román y la Puerta Osario. “Mi bisabuelo encendía las farolas del Centro y también era sacristán en la capillita de San José. De esa doble experiencia nació, a principios del siglo XX, la figura del encendedor de pasos”, explica el autor.

La saga de los Santizo


Fue el propio José Santizo Roldán quien, junto a sus seis hijos, organizó en los años treinta las primeras cuadrillas de encendedores y acólitos profesionales, que prestaban servicio a prácticamente todas las cofradías de la ciudad.

Uno de sus descendientes, Manuel Santizo García (nieto del fundador, ex hermano mayor de la Hermandad de Torreblanca y durante años sacristán del santuario de los Gitanos, su hermandad de cuna), recuerda su debut con apenas 16 años: “El primer paso que encendí fue el del Señor de la Sentencia. El primero de palio, el de la Virgen del Rocío, allá por 1961”. Lo evoca con emoción, recordando a su padre Miguel, “un hombre reservado, pero del que aprendí cada gesto”. Y añade: “Lo fundamental es tener buen pulso: si la mano tiembla, todo se complica. Pero también importa la calidad de la cerilla, el pabilo… y ese enemigo invisible que es el viento”.

Con voz serena, concluye: “En Semana Santa hay días que uno coge la calle... y no la suelta”.