ALGUNAS LEYENDAS DE SEVILLA
Leyenda de la talla del Cristo del Museo
Las crónicas transmiten que un
caballero cordobés, perteneciente a familia noble, abandonó su hogar para
alistarse en la milicia. Llegó a alcanzar el grado de capitán en los tercios españoles,
combatiendo en distintas campañas por tierras de Europa. Su nombre era don Marcos de Cepeda.
Durante
sus largas estancias en Italia entró en contacto con destacados maestros de la
talla y del arte escultórico, familiarizándose con las técnicas de figuras como
Miguel Ángel Buonarroti y Bernini. Finalmente, decidió
dejar las armas para dedicarse por entero al cultivo del arte.
En 1625 regresó a Córdoba con la intención de
permanecer solo un breve tiempo, pero la solicitud del obispo de la diócesis,
que le encomendó la realización de diversas imágenes, lo retuvo en la ciudad.
Por aquellos años, la Hermandad del Cristo de la
Expiración de Sevilla había perdido a su titular en un incendio
y decidió encargar una nueva imagen. Buscaban un crucificado singular, diferente
a todos los anteriores.
Cepeda
viajó a Sevilla a instancias de la corporación, y allí propuso una solución
novedosa: en lugar de ejecutar la talla en madera, como era habitual, la
realizaría en pasta modelada en moldes, lo
que, según aseguró, otorgaría mayor realismo a la obra y la distinguiría de
cualquier otra existente. Convenció a los cofrades y, a comienzos de diciembre,
se firmó el acuerdo. Apenas dieciocho días más tarde entregaba el Cristo, que
fue acogido con entusiasmo unánime por la hermandad debido a su extraordinaria
fuerza expresiva.
Los
cofrades, temerosos de que la imagen pudiera ser reproducida, exigieron al
escultor la entrega de los moldes empleados. Obligado por la justicia, Cepeda
los entregó y, en la tarde del 24 de diciembre,
víspera de Navidad, fueron rotos y arrojados a las aguas del Guadalquivir. La tradición
añade que el artista, contemplando la escena desde la orilla, derramó lágrimas
al ver desaparecer en el río la matriz de su creación.
La
leyenda ofrece diversas versiones sobre el destino del capitán-escultor:
algunos afirman que, en un arrebato de desesperación, se lanzó al río para
recuperar los moldes y murió ahogado; otros sostienen que marchó nuevamente a
Italia; y no falta quien asegure que ingresó en un monasterio, donde terminó
sus días dedicado al cuidado de los enfermos.
Sea cual fuere el desenlace, lo cierto
es que nada se sabe con certeza del capitán Cepeda
tras aquel episodio, quedando su figura envuelta en la bruma de la tradición,
mientras que está documentado que el Cristo de la Expiración fue esculpido por Marcos Cabrera en 1575.
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