RUTAS POR SEVILLA: Santos y Santas
Santa Ana y San Joaquín.
Santa Ana. Salvador Carmona, Juan Antonio, 1789-1795. Aguafuerte, Buril sobre papel continuo. 346 x 232 mm. Museo del Prado. No expuesto. (ver) (Crédito BB CY 3.0)
Los padres de la Santísima Virgen María no aparecen
reflejados en los evangelios canónicos de la Biblia, ni tampoco en el Corán.
Los
nombres de Ana y de Joaquín, proceden únicamente de la literatura apócrifa,
tales como el Evangelio de la Natividad de María, el Evangelio apócrifo de
Mateo y sobretodo el Protoevangelium de Santiago, que data del siglo II.
En el
siglo XIII, partes del Protoevangelium de Santiago fue incorporado por Jacobus
de Vorágine en su "Leyenda Dorada". Desde entonces la historia
de Santa Ana se propagó por el Occidente hasta convertirse en una de las santas
más populares de la Iglesia latina.
Según estos, santa Ana era natural de Belén y de
acuerdo con el padre Johann Eck de Ingolstadt, en un sermón sobre
Santa Ana (publicado en París en 1579) los padres de Ana eran Matán y Emerencia
y descendía del rey David y de Leví (casta sacerdotal).
Según
Julio Africano, Matán, en un primer matrimonio con una mujer llamada Estha,
tuvo un hijo llamado Santiago, quien llegó a ser padre de José de
Nazaret.
Por su
parte, Estha, en un primer matrimonio, fue madre de Helí
o Joaquín (padre de María Santísima), que con el tiempo se casó con
Ana.
Estha
murió al nacer Santiago y Matán se volvió a casar con Emerencia y fueron padres
de Ana (madre de María Santísima).
Por su
parte, Emerencia, antes de casarse con Matán, estuvo casada con Eliud, de la
tribu de Levi, y tuvo dos hijas: Sobe y Mahara. Y Sobe fue la madre
de Isabel, de quien nació el Juan Bautista.
Ana se casó con Joaquín de Nazaret en Galilea.
Joaquín era natural de Sephoris, hoy Seffurich, antigua ciudad situada a seis kilómetros de Nazaret, región de Galilea.
Joaquín era de linaje real, porque era de la tribu de Judá y descendía
directamente del rey David y tenía propiedades importantes.
De las
rentas y productos de sus propiedades, dicen los historiadores, que hacía tres
partes y destinaba una al culto del Templo, otra para limosnas y la tercera
para el mantenimiento de la casa, y además suministraba al templo de Jerusalén
las ovejas para los sacrificios.
Según la
tradición, vivieron primero en la región de Galilea y, posteriormente, se
asentaron en Jerusalén, en la región de Judea.
Así,
según el “Protoevangelio de
Santiago”, Joaquín y Ana eran una pareja acomodada, pero después de 20
años de matrimonio no tuvieron hijos, y esta falta de hijos, entre los hebreos,
era considerada como un castigo o maldición del cielo.
Cuando en una fiesta Joaquín se presentó para ofrecer sacrificio en el Templo, fue rechazado por un tal Rubén, bajo el pretexto de que hombres sin descendencia no eran dignos de ser admitidos.
Joaquín, cargado de pena, no volvió a su casa, sino que se fue a las montañas a presentarse ante Dios en soledad.
También Ana,
habiendo conocido la razón de la prolongada ausencia de su esposo, clamó al
Señor pidiéndole que retirase de ella la maldición de la esterilidad y
prometiéndole dedicar su descendencia a Su servicio.
Entonces
un ángel se les apareció simultáneamente, anunciando que sus ruegos habían sido
escuchados y que concebirían un hijo, que debían llamarla María y consagrarla a
Dios.
La
historia continúa con la alegre reunión de Ana y Joaquín en la “Puerta Dorada
de Jerusalén”.
Joaquín y Ana se encuentran ante la Puerta Dorada. Filippino
Lippi, 1497. (ver) (Crédito CC BY 3.0)
Ana
prometió dedicar al niño al servicio de Dios, y cumplidos los nueve meses dio a
luz a una niña a la que llamó Miriam (María).
Al cumplir los tres años, Joaquín y Ana llevaron a María al templo para consagrarla a Dios como habían prometido.
María vivió en el templo hasta que
cumplió los 12-14 años, edad en la que fue entregada a José como esposa.
Los cristianos occidentales han sostenido
tradicionalmente que María nació en Nazaret, mientras que la tradición
oriental, desde tiempos apostólicos, ha afirmado que su lugar de nacimiento fue
Jerusalén.
Así, la
tradición cristiana sostiene que la Virgen María nació en una casa ubicada en Jerusalén, concretamente en las
cercanías de la Puerta de las Ovejas
(también conocida como Puerta de San Esteban), cerca de la piscina de Betesda.
El templo relacionado con este hecho tiene orígenes
muy antiguos. Aunque se debate si su fundación corresponde a la emperatriz
Santa Elena o a la emperatriz Eudoxia, se considera probable que pertenezca al
grupo de aproximadamente treinta iglesias atribuidas a Santa Elena, además de
las grandes basílicas que llevan su nombre. Así lo menciona el historiador
Nicéforo Calixto.
Según Teodosio el Peregrino, hacia el año 530 ya se hacía referencia a un santuario dedicado a la Virgen María, situado cerca de la Piscina Probática. Este templo, conocido como Santa María la Antigua o de la Natividad, fue destruido durante la invasión de Cosroes en el año 614.
No
obstante, fue reconstruido poco tiempo después, posiblemente por obra de
Modesto, ya que San Sofronio lo menciona como existente en su época, durante su
patriarcado en Jerusalén.
Cuando los cruzados conquistaron Jerusalén en 1099,
encontraron que la iglesia había sido transformada en mezquita, lo cual
probablemente evitó su destrucción total. Tras ser purificada y restaurada al
culto cristiano, por estos cruzados, en el siglo XII, se estableció allí una comunidad de monjas
benedictinas. En 1104, la reina Ana (esposa repudiada de Balduino I) tomó el
velo en ese monasterio.
Durante ese periodo se amplió y embelleció el templo,
incorporándose elementos decorativos notables como frescos que narran escenas
de la vida de San Joaquín, Santa Ana y la Virgen María.
Según una antigua tradición, cuando las fuerzas de
Saladino sitiaron Jerusalén, las religiosas del convento de Santa Ana, al igual
que en un episodio similar ocurrido en un monasterio de España durante la
invasión árabe, desfiguraron sus rostros para evitar ser violentadas por los
invasores.
La ciudad fue finalmente tomada en 1192. Una inscripción en árabe, aún conservada en el tímpano de la entrada, indica que en ese momento el sultán ordenó convertir la iglesia en una madrasa o escuela coránica, llegando a ser consideraba como la escuela de ley islámica más prestigiosa de la ciudad.
Los peregrinos cristianos sólo
podían entrar en la gruta previo pago de una tasa, durante el
dominio musulmán otomano en Palestina.
En el siglo XV, la escuela había sido clausurada, el
convento estaba en ruinas y solo el templo permanecía en pie. Pese a ello, los
peregrinos continuaban visitándolo. Los padres franciscanos obtenían permiso,
mediante el pago de sumas considerables, para celebrar la misa en la cripta dos
veces al año: durante las festividades de Santa Ana y de la Natividad de la
Virgen.
Pasaron los siglos hasta que, en 1856, al concluir la
guerra de Crimea, el sultán Abdul-Medjid obsequió el templo a la emperatriz
Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III, como muestra de gratitud por el
apoyo francés. La entrega fue oficializada por el cónsul francés, Monsieur de la
Barrère.
El edificio, en estado de grave deterioro, necesitaba
una profunda restauración. Esta fue encargada al arquitecto Monsieur Mauss,
quien se propuso respetar la estructura y estilo originales mientras realizaba
las necesarias intervenciones.
En 1873, mientras trabajaba en las reformas, descubrió los vestigios del
estanque de Betesda junto a la iglesia, citado en la Biblia como el
lugar donde Cristo curó a un paralítico.
Gracias a esta restauración, el templo recuperó gran
parte de su antigua belleza, perdida por el paso del tiempo y los estragos
causados por las invasiones.
En la actualidad, el lugar puede ser visitado
libremente por los fieles cristianos, sin temor ni restricciones, ya que goza
de la protección del pabellón francés. Desde 1878, está a cargo de los Padres
Misioneros de Argel, una orden
religiosa católica, comúnmente llamada de los "Padres Blancos", por el
color de sus túnicas, quienes lo custodian y
mantienen, dentro del complejo arqueológico que incluye las ruinas de las
piscinas de Betesda.
Iglesia de Santa Ana (ver) (Crédito CC BY 3.0)
La cripta, que originalmente contenía las santas tumbas, fue descubierta el 18 de marzo de 1889.
Se dice que las reliquias atribuidas a Santa Ana fueron traídas
de la Tierra Santa a Constantinopla en el 710. Allí estaban en la iglesia de
Santa Sofía en 1333. La tradición de la Iglesia de Apt, en el sur de Francia
dice que el cuerpo de Santa Ana fue llevado a Apt por San Lázaro, el amigo de
Jesucristo, fue escondido por San Auspicio (+398) y vuelto a encontrar durante
el reino de Carlomagno. La cabeza de Santa Ana se mantuvo en Mainz hasta el
1510, cuando fue robada y llevada a Düren, Alemania. Lamentablemente, no hay
sólidos fundamentos para asegurar la autenticidad de estas reliquias.
Según algunas tradiciones medievales (especialmente en Europa, en los siglos XIII-XIV), Santa Ana se casó tres veces (cada vez
viuda), y que de esos matrimonios nacieron hijas llamadas María: La Primera María sería la madre de Jesús.
La Segunda hija, también llamada
María, conocida como María de Cleofás
sería la madre de Santiago el Menor, José, Simón y Judas Tadeo, algunos
de los llamados "hermanos" de Jesús. Y la Tercera María, conocida como María Salomé, sería la madre de Santiago el Mayor y Juan
Evangelista.
Esta tradición se conoce como la “Trinubium Annae” (los tres matrimonios
de Ana), y fue muy popular para explicar las varias "Marías" que
aparecen cerca de Jesús en los Evangelios.
Hoy en día se reconoce oficialmente sólo a Santa Ana como madre de María, sin
afirmar que tuvo otras hijas.
En relación al culto de Santa Ana, en la Iglesia del Oriente ya se veneraba a Santa Ana en el siglo IV.
En el Occidente no se venera a Santa Ana, excepto quizás en el sur de Francia, hasta el siglo XIII.
Su imagen, pintada en el siglo VIII en estilo Bizantino, fue más tarde encontrada en la iglesia de Santa María Antiqua en Roma.
Su fiesta, bajo la influencia de la
"Leyenda Dorada", aparece en el siglo XIII donde se celebraba el 26
Julio.
En la iconografía occidental, suele ser representada como una mujer mayor, de rostro dulce y sereno. Ana puede reconocerse por la larga túnica, generalmente roja y un manto que le cubre la cabeza, a menudo sosteniendo un libro. También puede encontrarse a Ana acompañada por una pequeña María, quien sostiene, a veces, al Niño Jesús en brazos. Muchas veces se la ve enseñando a leer a la pequeña María, como símbolo de la transmisión de la fe.
No se suele mostrar a Ana en el Nacimiento
de Cristo, pero frecuentemente se la representa con el
Niño Jesús en varios temas, pero no es representada con Cristo adulto, así que
se considera que murió durante la juventud de Jesús.
Museo del Prado
Santa Ana, la Virgen, santa Isabel, san Juan y Jesús
niño. Yáñez de la Almedina, Fernando.
Santa Ana, la Virgen y el Niño, Anónimo Flamenco. Hacia
1540. Museo de Bella Artes de Sevilla. Sala IV. Donación de Doña Luisa Cortes y
Soto en 1981.
Santa Ana enseñando a leer a la Virgen. Roelas, Juan
de. Hacia 1615. Óleo sobre lienzo, 230 x 170 cm. Museo de Bellas Artes. Sala IV. Procede de la Desamortización de 1840 del
Convento de la Merced Calzada
Iglesia de san Antonio de Padua
Retablo neoclásico de Santa Ana, la Virgen y el
Niño, siglo XVII, curiosa iconografía de origen centroeuropeo conocida como
Santa Ana Triplex, flanqueada por San Sebastián, obra de Hita del Castillo y
San José del siglo XVIII y sobre ella la Virgen de Guadalupe Extremeña.
Retablo de Santa Ana
Detalle de Santa Ana
Iglesia del Buen Suceso
En el muro de la Epístola, un retablo barroco realizado en 1793 para la
iglesia del Buen Suceso por el entallador José Fernando de Medinilla.
Lo preside el retablo de Santa Ana con la Virgen Niña, en el momento de la
presentación en el templo.
Procede del enajenado colegio carmelita de san Alberto de Sicilia, donde
presidía el retablo de don Francisco Bernardino Palacios, y en 1893 fue cedida
a esta iglesia por el Cardenal Spínola.
La imagen de Santa Ana, de
madera de cedro encarnada y policromada, mide 1,46 m. es obra de Juan Martínez
Montañez de 1632-1633.
La Virgen Niña es igualmente de
madera de cedro encarnada y policromada, de 0,92 m. obra de Rafael Barbero
Medina de 1945, para sustituir a la original de Martínez Montañez, que fue
destruido en 1931 por grupos anticlericales. Solo se conserva la cabeza
original de la Virgen.
Retablo de Santa Ana con la Virgen Niña
Santa Ana con la Virgen Niña
Iglesia de Ómnium Sanctorum
En el Altar Mayor. En la parte inferior y en los laterales del templete, las imágenes de San Joaquín y Santa Ana.
Visión del Templete del
Presbiterio
San
Joaquín y Santa Ana
Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús
Retablo de la Virgen con el niño en los brazos (Virgen Gran Madre), obra de Pedro Duque Cornejo, siglo XVIII. Devoción de la compañía de Jesús, procede del antiguo colegio de San Hermenegildo de la plaza del Duque.
A sus lados San Joaquín y Santa Ana.
Retablo de la Virgen con el niño en los brazos (Virgen
Gran Madre)
Santa Ana
San Joaquín
Iglesia de san Juan de la Palma
En la hornacina/camarín central del banco del Retablo Mayor, se
encuentra la imagen titular de María Santísima de la Amargura acompañada
por San Juan, obras documentadas de Benito Hita del Castillo de 1760,
excepto el rostro de la Virgen que es obra anónima fechable entre 1700 y
1701.
En el centro del segundo cuerpo, dentro de una hornacina, hay
una escultura de pequeño tamaño de San Juan Bautista, probablemente del
siglo XVIII, con dos relieves en sus laterales de Santa Ana a la
derecha y San Joaquín la izquierda.
Retablo
Mayor
San Joaquín.
Iglesia de San Lorenzo
La Capilla
de Santa Ana, antigua Capilla Bautismal, recibe el nombre por el
grupo escultórico que representa a Santa Ana enseñando a leer a la Virgen Niña,
perteneciente a la escuela de José Montes de Oca (finales del XVII,
principios del XVIII).
Santa Ana con la Virgen Niña
La capilla Sacramental está presidida por
un retablo barroco ejecutado entre 1.703 y 1704 por Pedro Ruiz Paniagua que
fue costeado en parte por don Francisco Bucarelli, marqués de
Valdehermoso, destacado miembro de la Hermandad Sacramental, a la que
también ofrendó un altar portátil de plata para llevar el viático a
los enfermos.
En las calles laterales están las
imágenes de San José en actitud itinerante con el Niño Jesús y Santa Ana
con la Virgen Niña.
Retablo Mayor
Santa Ana con
la Virgen Niña
Iglesia de
Santa Ana
En el segundo cuerpo del Altar Mayor, destaca el grupo
escultórico de Santa Ana y la Virgen niña, obra de Martínez Montañés del
año 1627.
Altar Mayor
Santa Ana y la Virgen niña
Iglesia de Santa Catalina
Destaca la Capilla de Santa Ana y la Virgen Niña. Es
un retablo de la segunda mitad del siglo XVII, aproximadamente de 1650, cercano
al estilo de Barahona, con un grupo de Santa Ana y la Virgen Niña, anónimo, de
comienzos del siglo XVIII, con la santa de pie y con la Virgen en brazos,
imagen poco habitual.
Retablo y detalle de Santa Ana
Iglesia
de santa Rosalía
Pasada la verja, el retablo de santa Teresa de Jesús, revestida como Doctora de la Iglesia. A sus lados, san Joaquín y santa Ana.
Retablo de Santa Teresa de Jesús
San Joaquín y santa Ana
Parroquia de Santa María Magdalena
Retablo de San Joaquín, Santa Ana maestra y la Virgen
Niña. Anónimo sevillano. Santa Ana y la Virgen son del siglo XVII y san Joaquín
del XVIII.
Detalle
Capillita
de san José
El primer
cuerpo de la portada principal presenta una amplia entrada adintelada, flanqueada por dos esculturas
que representan a Santa Ana con la Virgen Niña y a San Joaquín.
Detalle de la Hornacina de Santa Ana con la Virgen Niña
Detalle de la Hornacina san Joaquín
A la
izquierda de la puerta de acceso a la sacristía vemos el retablo de la Inmaculada y
encima un relieve de Santa Ana.
Retablo de la Inmaculada
Relieve de Santa Ana
En el Altar Mayor, flanquean el camarín central las
figuras de San Joaquín y Santa Ana, que tradicionalmente han
sido atribuidas a Duque Cornejo.
Vista general del Altar Mayor
San Joaquín
Santa Ana
En el muro del evangelio, el
Altar de san Joaquín, Santa Ana y la Virgen Niña, que se atribuye a Pedro Duque
Cornejo (ver), y que presenta la escena de santa Ana enseñando a leer
a la Virgen Niña en presencia de San Joaquín.
Altar de san Joaquín, Santa Ana y la Virgen Niña
Detalle del conjunto escultórico
Iglesia de San Alberto
En el muro de la epístola, el Retablo
del Renacimiento, con conjunto escultórico, situado en la hornacina central,
del siglo XVIII, atribuido a Cristóbal Ramos (ver).
En los laterales, la figura de Santa
Ana, atribuida a Francisco de Ocampo (ver), de 631, y San Joaquín, algo más
pequeña.
Retablo del Renacimiento
Santa Ana
San Joaquín
Iglesia de San Pedro
La Capilla de San José, antigua
capilla de la Hermandad del Cristo de Burgos, está presidida por San José,
obra de Juan de Astorga siglo XIX (ver).
A cada lado las imágenes de los padres de
la Virgen, San Joaquín y Santa Ana.
Capilla de san
José
Santa Ana
San Joaquín
Iglesia de san Andrés
A los pies de
la nave se encuentra un retablo que preside la Virgen de Araceli ,
réplica de la patrona de Lucena (Córdoba) que realizó Castillo Lastrucci (ver) en 1944. Bajo
su hornacina se encuentra la imagen de San Joaquín.
Retablo de la Virgen de Araceli
San Joaquín
En la nave de
la epístola, nos encontramos con una obra escultórica que representa a la Virgen
Niña con San Joaquín y Santa Ana.
Conjunto escultórico
Santuario de la Hermandad de los Gitanos
A los
lados del camarín, del retablo mayor, vemos dos retablos repisas, obras
modernas de Francisco Betazos. A la derecha con la pintura de la Anunciación en
el centro, San Joaquín en el ático y la Piedad a los pies.
Retablo
San Joaquín
A los
lados del camarín, del retablo mayor, vemos dos retablos repisas, obras
modernas de Francisco Betazos. A la izquierda, el
retablo muestra a Jesús con Santo Tomas, Santa Ana en el ático y la
huida a Egipto en los pies. En los laterales del marco se muestra la custodia y
Jesús atado a la columna.
Retablo
Santa Ana
Muchas gracias Andrés.msgnifico trabajo.
ResponderEliminarFelicidades
Gran trabajo Andrés y excelentemente documentado.
ResponderEliminarUn trabajo muy bueno, muy bien documentado.
ResponderEliminarFantástico trabajo, gracias por compartirlo con todos nosotros
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