domingo, 4 de mayo de 2025

RUTAS POR SEVILLA: Vírgenes

María Santísima Virgen de las Tres Ave Marías.

La devoción de las Tres Avemarías consiste en rezar diariamente tres Ave Marías en honor a la Virgen María, Madre de Jesucristo. Esta práctica espiritual, de gran valor, fue revelada por la misma Virgen a Santa Matilde de Hackeborn, una monja benedictina del siglo XIII que vivió en el monasterio de Helfta, en Alemania.

Santa Matilde, nacida en 1241 en el seno de una familia noble, sentía una profunda preocupación por el momento de su muerte. Por ello, oraba fervientemente a la Virgen María, pidiéndole que la acompañara en sus últimos instantes. En respuesta a su súplica, la Virgen se le apareció y le recomendó rezar cada día tres Ave Marías. Le prometió que, al hacerlo, le brindaría su ayuda al final de su vida. Cada oración tenía un propósito especial: la primera para honrar el poder recibido del Padre Eterno; la segunda, la sabiduría otorgada por el Hijo; y la tercera, el amor con el que fue colmada por el Espíritu Santo.

Según el testimonio de Matilde, al rezar la primera Ave María, se pedía a la Virgen que protegiera el alma del creyente contra las tentaciones, tal como Dios Padre la preservó a Ella. La segunda Ave María se ofrecía para recibir, en el momento de la muerte, la sabiduría divina que Cristo depositó en su Madre. La tercera oración era una súplica para que el amor del Espíritu Santo, que llenó a María, se transmitiera al alma, transformando las penas en gozo por medio de Cristo.

La Virgen le aseguró a Santa Matilde que, en la hora final, el Padre celestial la consolaría y alejaría cualquier poder del mal; el Hijo iluminaría su alma con fe y sabiduría; y el Espíritu Santo le infundiría la dulzura del amor divino, capaz de vencer la amargura de la muerte. Además, prometió una asistencia especial durante la vida y en el momento de morir, a quienes rezaran con fidelidad estas tres oraciones cada día.

Santa Gertrudis “la Magna”, contemporánea de Matilde y también monja de Helfta, tuvo una visión que confirmaba esta devoción. Durante las vísperas de la fiesta de la Anunciación, mientras cantaba el Ave María, vio cómo tres manantiales surgían del Corazón del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y fluían hacia el Corazón de la Virgen. Entonces escuchó una voz que le decía: “Después del Poder del Padre, la Sabiduría del Hijo y la Misericordia del Espíritu Santo, nada se asemeja más a estas virtudes que el Poder, la Sabiduría y la Misericordia de María”.

A lo largo de los siglos, esta práctica sencilla pero profunda ha inspirado a numerosos santos. San Antonio de Padua (1195–1231) fue uno de los primeros en difundirla ampliamente entre los fieles. Más tarde, San Leonardo de Porto Mauricio (1676–1751), predicador popular y misionero, recomendaba rezar las Tres Avemarías por la mañana y por la noche, en honor a la Inmaculada Concepción, con la finalidad de evitar el pecado mortal. Afirmaba incluso que quien perseverara en esta costumbre recibiría la gracia de la salvación.

San Alfonso María de Ligorio (1696–1787), doctor de la Iglesia, exhortaba especialmente a padres y educadores a enseñar a los niños esta devoción diaria. San Pío de Pietrelcina (1887–1968), por su parte, aseguraba que muchas conversiones podían lograrse con solo practicarla fielmente.

El papa León XIII (1810–1903) dio un respaldo definitivo a esta devoción al aprobar la Cofradía de las Tres Avemarías, permitir la difusión de su imagen, conceder indulgencias y practicarla personalmente. Otros pontífices también manifestaron su aprecio por esta costumbre piadosa: el beato Pío IX (1792–1878) la rezaba públicamente después de la Misa, y San Pío X (1835–1914) la recomendaba como oración matutina y nocturna, enriqueciéndola con indulgencias.

En 1900, el capuchino Jean-Baptiste de Chémery comenzó a publicar una revista mensual en la que recogía testimonios de personas que habían recibido gracias especiales por medio de esta devoción. Asimismo, fundó una archicofradía que fue aprobada por el papa Benedicto XV en 1921.

Posteriormente, el sacerdote Clovis de Provins sucedió a Chémery y emprendió la construcción de un santuario dedicado a esta devoción en Blois (Francia). La basílica, cuya arquitectura combina elementos románicos y bizantinos, fue diseñada por Paul Abadie y finalizada a comienzos del siglo XX. En 1956, el papa Pío XII le otorgó el título de basílica.

Basílica de Notre Dame de la Trinité de Blois (ver) (CC BY 3.0)

La imagen iconográfica en cuestión se basa, según la tradición, en una visión de Santa Gertrudis. En ella, observó cómo un rayo de luz partía desde cada uno de los corazones de las tres personas de la Trinidad y se dirigía al corazón de la Virgen María. Una variante común de esta representación muestra, en cambio, tres rayos que emanan del corazón de María, con inscripciones que aluden a los dones recibidos de la Trinidad. En algunos casos, estas imágenes son adaptaciones de un motivo iconográfico más antiguo: la Coronación de la Virgen, donde el Padre y el Hijo aparecen colocándole una corona. Otras veces, se trata simplemente de representaciones tradicionales de la Inmaculada, colocadas bajo la figura de la Trinidad. Es frecuente también encontrar tres querubines que sostienen filacterias, cada una con la inscripción “Ave María”.

Normalmente se le celebra el sábado posterior a Pentecostés (el día antes de la Santísima Trinidad), o el 31 de mayo. Es la patrona del colegio de Procuradores 

Capillita de San José

En el lado del Evangelio del crucero se dispone un retablo realizado con un diseño barroco exquisitamente elaborado, es el altar de Nuestra Señora de las Tres Avemarías.

En el centro, bajo un busto de San Leandro con vestimenta pontificial, una hornacina con la talla de la conocida como “Virgen de las Tres Marías”, obra de Joaquín Bilbao Martínez. Tras la talla de la Virgen se sitúa el relieve de la Santísima Trinidad. 

Pared lateral derecha (evangelio) del crucero

Hornacina de la Virgen de las Tres Marías y el relieve de la Santísima Trinidad

Detalle de la Virgen de las Tres Marías

Detalle de los pies de la Virgen

1 comentario:

  1. Cuanta tradición detrás de las tres avemarias que de chico nos enseñaron a rezar. No conocía la advocación ni su existencia en la capilla San José. Como siempre muy ameno el artículo sin hablar de lo wue aprendemos.

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