ALGUNOS PERSONAJES HISTÓRICOS EN LAS CALLES DE SEVILLA
Pablo Antonio José de Olavide y Jáuregui
El
comerciante Martín José de Olavide y Albizu (1686-1763), natural de Lácar (Navarra)
se casó en 1724 en segundas nupcias con María Ana Teresa de Jáuregui y
Ormaechea Aguirre,]
nacida en Lima.
La familia Jáuregui era preponderante en Perú.
Un hermano de María Ana, Domingo, fue presidente, gobernador y capitán general
de Chuquisaca. Otro hermano, Joseph, fue brigadier de los ejércitos reales,
presidente de la Real Audiencia de Charcas, gobernador y capitán general
de la provincia y entró en 1739 en la Orden de Santiago, a la que solo
pueden pertenecer los linajes nobles.
El
apellido Olavide procedía de Cerain, provincia de Guipúzcoa, y los
habitantes de esta provincia tenían el privilegio de ser considerados hidalgos.
Se desconoce cuándo se trasladó Martín de Olavide a América, pero fue capitán
de la villa de Lima, corregidor de la provincia de Tarma y contador
mayor del Tribunal de Cuentas de Lima.
El matrimonio
de Martín y María Ana tuvo tres hijos: Pablo, Micaela y Josefa. Pablo Antonio José de Olavide y
Jáuregui nació
el 25 de enero de 1725 en Lima y fue bautizado el 7 de mayo de ese año en
la Parroquia del Sagrario y comenzó sus estudios en el Colegio de San
Felipe, y antes de los diez años ingresó en el Colegio Real de San Martín de Lima,
regido por los jesuitas, el cual no admitía a más de veinticuatro
colegiales y formaba en artes, Derecho y Teología.
En 1740
se licenció en Teología por la Real y Pontificia Universidad de
san Marco. Fue catedrático de la misma en 1742, tras doctorarse en Derecho
Canónico y en Derecho Civil, y en
1745 el Consejo de Indias le nombró oidor de la Real Audiencia de Lima, con apenas veinte años.
La noche
del 28 de octubre de 1746 tuvo lugar un terremoto que destruyó Lima y
un maremoto arrasó el cercano puerto fortificado del Callao. El seísmo se
produjo cuando la familia de Olavide estaba fuera de casa, pero quedaron todos
enterrados bajo los escombros, por lo que los padres de Pablo de Olavide no
sobrevivieron, pero si lo lograron sus dos hermanas.
Pablo
fue nombrado, por el propio virrey Manso de Velasco, administrador de
los bienes de los fallecidos, especialmente de las obras pías, venidas al suelo
por el seísmo. Ricardo
Palma en su leyenda Predestinación,
señala: "Fue el ilustre limeño Olavide quien estuvo encargado de dirigir
la reedificación del teatro, notable por sus buenas condiciones acústicas más
que por la pobreza de su arquitectura". Pero fue acusado de haber tomado dinero para obra impía, por lo que se
fugó a España dejando cuantiosas deudas.
Llegó a Cádiz a
finales de junio de 1752 tras un viaje lleno de vicisitudes y permaneció en
esta ciudad cuatro meses.
Luego llegó a Madrid, donde se hallaba el Consejo
de Indias. Fue interrogado y se le condenó a arresto domiciliario, se le
confiscaron sus papeles y, en ellos, se encontró que había estado en Curazao,
posesión extranjera, y que había llevado a cabo actividades comerciales
ilegales. En un nuevo interrogatorio fue apresado en la Cárcel de la Corte y
se le embargaban todos sus bienes, incluyendo los que tenía en Cádiz. Fue puesto en libertad por problemas de salud a
comienzos de 1755 y estuvo en residencia vigilada en Leganés.
En 1755 Pablo de Olavide, de treinta años, se casó con
una mujer llamada Isabel de los Ríos, de más de cincuenta, viuda desde 1754 de
un asentista llamado Fermín de Vicuña, que le donó a Pablo, ante notario, todos
los bienes que tenía de su difunto esposo.
En marzo de 1756, el rey Felipe V le hizo caballero
de la Orden de Santiago en reconocimiento de los servicios prestados por su
padre.
En 1757 realizó un viaje a Francia.
Ese año se le ubica en Bagnères-de-Bigorre y Marsella. Realizó
un segundo viaje al país galo entre 1758 y 1759. En 1761 se marchó a
visitar Nápoles, Florencia, Roma, Loreto, Venecia, Padua y Milán.
Posteriormente se dirigió a París, pasando ocho días en Les Délices,
en Ginebra, donde vivía Voltaire. En París, se estableció en una casa
de la Calle Nueva de San Eustaquio en la que recibía a sabios y reunía libros. Finalmente,
regresó a España en 1765.
Cuando regresó a España, Pablo de Olavide fundó
una tertulia en su casa diferente de las españolas, que solo admitían
varones, a la manera parisina, de toque refinado y a la que asistían también
mujeres.
En mayo de 1766 el conde de
Aranda tomó la decisión de encerrar a los pobres no inválidos en un hospicio de
San Fernando de Henares. El 4 de junio Olavide tomó posesión de Director y,
pocos días después, se hizo cargo también del Real Hospicio del Ave María
y San Fernando de Madrid, fundado en el siglo XVII, ya que su director había
presentado su dimisión por motivos de salud.
Algunos pobres adolecían de sífilis y Olavide los
acogió en un “hospitalillo” construido aparte en el Hospicio de San Fernando de
Henares, donde se los curaba con modernos métodos médicos del extranjero.
A los niños se les enseñaba dos
horas al día lectura y escritura. Las mujeres y muchachas eran empleadas en
trabajos de costura, los muchachos y los ancianos se encargaban de las máquinas
de hilar y de los telares (de los cuales 16 se encontraban ya en funcionamiento
en noviembre de 1766), mientras que los hombres maduros servían de peones y de
acarreadores a los albañiles que trabajaban en el lugar. A todos los que trabajaban
se les pagaba un salario de cuatro cuartos al día.
En noviembre de 1766 Olavide cayó enfermo y estuvo a
punto de morir por haber comido setas venenosas. En enero de 1767 Pablo de
Olavide sanó y volvió a sus funciones, con gran alegría para los pensionados.
Olavide se propuso la
instalación en el Hospicio de San Fernando de Henares de una fábrica de alambre
y agujas, pero no tuvo tiempo de ponerla en marcha, ya que a mediados de 1767
se le llamó para otra tarea, pues el 5 de
enero Olavide fue investido de Síndico personero de Madrid.
Asistente de Sevilla
El 22 de junio de 1767 la Gaceta de Madrid anunciaba el
nombramiento de Pablo de Olavide como superintendente de las Nuevas
Poblaciones, asistente de Sevilla e intendente del Ejército de Andalucía. En
Sevilla, Olavide vivía en la casa del asistente del Alcázar.
En
el Alcázar de Sevilla: “En este lugar vivió el insigne limeño Don Pablo de
Olavide y Jauregui. Asistente de Sevilla, Intendente y Jefe de los Reales Ejércitos
de Andalucía entre 1766 y 1772. El Perú ofrece a la Ciudad de Sevilla esta
Placa como Símbolo de los profundos lazos que nos une. Sevilla, 2 de julio de
2008
Olavide estaría
encargado de la liquidación de los bienes de los jesuitas (que habían sido
expulsados de todos los dominios españoles por orden del rey del 31 de marzo de
1767) en su jurisdicción.
Para
realizar un trabajo urbanístico eficaz lo primero era disponer de un buen plano
de la ciudad, pero no existía ninguno. Entonces encargó a un ingeniero,
Francisco Manuel Coelho, realizar uno. En 1770 Olavide organizó la laberíntica
ciudad en cuarteles, barrios y manzanas y colocó muchos azulejos para
indicarlos. Luego fue grabado por José Braulio Amat e impreso en
Madrid en 1771.
También se llevó a cabo el ensanche de la Puerta de San
Juan, donde las personas solo podían pasar de una en una. Junto al río
Guadalquivir se construyeron dos estacadas para proteger los barrios de las
riadas.
Se creó un alumbrado público para las noches de
invierno, se reglamentó la circulación nocturna, se prohibió llevar armas y se
publicaron disposiciones sobre alojamientos.
Se establecieron baños públicos como los que Olavide
había visto en Burdeos y se organizó un servicio de socorro para los que
estuvieran en trance de ahogarse.
Dispuso la instalación de adoquinado y alcantarillado
en algunos barrios, redactó un Reglamento General de Limpieza de las Calles
donde encargaba que estas se limpiasen semanalmente y no mensualmente como
hasta entonces era costumbre y creó un grupo de diputados de husillos para
encargarse de estos. También ordenó la desecación de lagunas interiores de la
ciudad.
En abril de 1775, en la casa del asistente del Alcázar
de Sevilla, Olavide y otros ilustrados pusieron las bases de la Sociedad
Patriótica Sevillana. Tuvo un número de miembros inicial de 40. En el
siglo XIX pasó a
llamarse Sociedad Económica de Amigos del País de Sevilla.
En mayo de 1766 el bávaro Gaspar de Thürriegel propuso
a Carlos III reclutar a unos seis mil colonos en Flandes y Alemania para
cultivar las tierras vírgenes de Puerto Rico y América del Sur.
Olavide fue consultado sobre esto y se manifestó en contra. El Consejo de
Castilla decidió entonces asentar esa población en Sierra Morena, para mejorar
la ruta creada en 1761 entre Andalucía y Madrid, donde solamente había algunas
ventas y bandoleros.
Nuevas Poblaciones
En septiembre de 1768 el Consejo de Castilla autorizó a
crear nuevos centros de colonización más al sur que fueron designados en lo
sucesivo como Nuevas Poblaciones de Andalucía.
Así se
crearon los municipios de La Carolina, Carboneros, Guarromán, Santa
Elena, Arquillos, Aldeaquemada, Montizón y Almuradiel.
Los municipios andaluces fundados más al sur fueron La Carlota, San
Sebastián de los Ballesteros, Fuente Palmera, Fuente Carreteros, La
Luisiana, Cañada Rosal y Prado del Rey.
Plan de reforma universitaria
En Sevilla el panorama de la enseñanza superior en el
siglo XVIII era
singular. La Universidad de Sevilla era una dependencia del Colegio
de Santa María de Jesús, fundado en el siglo XVI, y el colegio escogía al rector.
Por otro lado, se encontraba el Colegio de Santo
Tomás, fundado en el siglo XVI por
los dominicos, y que también tenía rango de universidad.
Hasta 1767 los jesuitas rigieron en Sevilla el Colegio
de San Hermenegildo, donde se enseñaban humanidades que no figuraban en el programa
de la universidad (Retórica, Poética, etc.), así como Filosofía y Teología. Tras
la expulsión de los jesuitas, la Real Academia Sevillana de Buenas Letras invocó
una Real Provisión del 5 de octubre de 1767 para pedir al gobierno real que sus
maestros seculares ocupasen las cátedras vacantes del Colegio de San
Hermenegildo.
Olavide escribió al Consejo de Castilla un memorial
que constaba de dos partes: una, a nivel local, pedía que los edificios de los
jesuitas fueran distribuidos entre diversas instituciones de caridad y de
enseñanza, y otra, de interés general, era un plan de reforma de la enseñanza
superior aplicable a todas las universidades de España. Para Olavide, el nuevo
estatuto de las universidades debía basarse en dos principios: el monopolio de
la enseñanza superior en favor de establecimientos instituidos o aprobados por
el Estado y la autonomía interna de cada universidad.
El proyecto de Olavide sobre estudios superiores,
fechado el 12 de febrero de 1768, fue sometido al Consejo de Castilla y fue
apoyado por el fiscal Campomanes. Fue aprobado provisionalmente y, finalmente,
fue confirmado por cédula real del 22 de agosto de 1769.
La organización de los estudios de medicina que
propuso la Universidad de Salamanca al Consejo de Castilla en 1772
está copiada de lo que propuso Olavide en 1768. Este mismo modelo sería
adoptado por la Facultad de Medicina de la Universidad de Valladolid y
otras universidades del reino.
Plan de reforma agraria
Igualmente propuso una gran reforma agraria y La Sociedad Económica de Amigos del País, fundada en Madrid en 1775,
convocó en 1777 un certamen público sobre el tema de la agricultura. José
Cicilia Coello presentó una memoria sobre el tema que plagia este informe de
Olavide.
Campaña contra Olavide
En octubre de 1767 el fray José de la Cruz, rector
habitual de Teología del Colegio del Santo Ángel de la Guarda, denunció a
Olavide ante la Inquisición.
Las pesquisas de la Inquisición
de Sevilla y las denuncias de la Inquisición de Córdoba fueron a parar al Consejo
de la Suprema Inquisición, que era el único que podía juzgar a Olavide. El 31
de octubre de 1775 el inquisidor general dirigió al rey Carlos III una petición
para proceder contra Olavide, por haber sostenido ciento veintiséis proposiciones heréticas. El
monarca aceptó y mandó llamar a Olavide a Madrid. En diciembre de 1775 Olavide
se dirigió a la capital, abandonando las Nuevas Poblaciones.
El 14 de noviembre de 1776 fue detenido en la casa en
la que vivía en Madrid, la de Francisco Luis Urbina Ortiz de Zárate, fiscal
militar del Consejo de Guerra. Fue encarcelado en la prisión de la Inquisición
y, durante dos años, nadie en el exterior supo de él.
La sentencia
fue leída el 24 de noviembre de 1778 en un autillo y la
Inquisición lo declaró "convicto, hereje, infame y miembro
podrido de la religión" y lo condenó a la pena de destierro, a la
reclusión por ocho años en un convento, la confiscación de sus bienes
y a la inhabilitación para desempeñar un cargo público, que se extendió a sus
descendientes.
Algunos historiadores han señalado que Olavide fue
procesado porque el rey Carlos III lo permitió. La razón, según José Luis Gómez
Urdáñez, fue que el rey quiso dar un aviso a los "heterodoxos" de que
las innovaciones tenían límites, así como cierta libertad de costumbres.
Fue internado primero en Almagro (Ciudad
Real), después al monasterio
benedictino de Sahagún (León) y finalmente en el convento de capuchinos
de Murcia, donde el Inquisidor General Felipe Bertrán le
concedió permiso para salir a tomar baños y aprovechó la situación para huir a
Francia.
Se estableció primero en Toulouse, donde se hacía
llamar conde o marqués de Olavide. El 26 de enero de 1781 supo que el rey
español Carlos III pidió al rey francés Luis XVI su extradición y huyó a Ginebra.
En mayo de 1781 Olavide se encontraba en París. En esta ciudad empezó a usar
el seudónimo de conde de Pilos.
Olavide
había establecido su residencia en Versalles cuando, en 1787, tuvo lugar allí
la Asamblea de Notables convocada por el rey Luis XVI. En mayo de
1789 comenzó la Revolución Francesa. Pablo de Olavide regresó a París
cuando el rey y la Asamblea Constituyente se establecieron en esa ciudad a
finales de 1789.
El 17 de septiembre de 1793 se
promulgó una ley que establecía la detención de todos los sospechosos y
el Comité de Seguridad General ordenó la detención de
Olavide y de la mujer de Le Couteulx, por albergar en su casa a un extranjero
de un país que estaba en guerra contra la República Francesa. Ambos fueron
encarcelados en la prisión de Beaugency en abril de 1794.
Finalmente, Olavide fue
considerado ciudadano francés por el Comité de Seguridad General y él y la
mujer de Le Couteulx fueron puestos en libertad. La liberación de Olavide pudo
estar relacionada con la caída de Robespierre y el fin del dominio jacobino el 27 de julio de 1794.
Olavide vivió durante un año
más en el Castillo de Meung hasta que, en la primavera de 1795, se trasladó a
vivir al Castillo de Cheverny, invitado por su amigo Dufort.
Regreso a España
Luis de Urbina consiguió en
1798 que su hijo Pablo fuese enviado como diplomático a la embajada de España
en Francia. Este dirigió al rey Carlos IV una petición redactada por él y
firmada por Olavide en la cual este último deploraba sus errores pasados, pero
indicaba que había sido víctima de una sentencia injusta por parte de la
Inquisición
El inquisidor propuso en 1798
al rey dejar que Olavide volviera con la condición de que regresase al convento
de los capuchinos de Murcia del que se había fugado en 1780 o a otro convento
mejor acondicionado para su estado de salud y, después de enmendar lo
suficiente su conducta, que pidiese al rey obtener los honores y favores a los
cuales aspiraba.
Carlos IV concedió por decreto a Olavide autorización
para regresar a España y le dijo al inquisidor que se pusiese en contacto con
Olavide para resolver los asuntos que tuvieran pendientes, pero con el mayor
decoro posible. El asunto se resolvió mediante unas cartas de Olavide al
inquisidor, en las cuales se mostraba "lleno de humildad y respeto al
Santo Oficio". El inquisidor general quedó satisfecho y permitió a Olavide
volver a España sin temor a ninguna medida en su contra.
Olavide llegó a Madrid en octubre de 1798. Se dirigió
a El Escorial para besar la mano del
rey y dar las gracias a Mariano Luis de Urquijo, secretario interino de
Estado. Se entrevistó con el inquisidor general Ramón José de Arce para abjurar
de sus errores pasados
A finales de 1798 se estableció en Baeza, en la casa de su prima,
Tomasa de Arellano y Olavide. Esta era viuda del marqués de San Miguel, antiguo
director de la Sociedad de Verdaderos Patriotas de esta ciudad andaluza.
Falleció en Baeza el 25 de febrero de 1803, descansando sus restos mortales en la cripta de la Iglesia de San Pablo de dicha localidad.
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