AREA MUSEO
Plaza del Museo.
Plaza del Museo
Entre las acalles Alfonso XII,
Monsalves, Rafael Calvo, Miguel de Carvajal y Cepeda
El espacio actual de la plaza,
resultado de una importante operación urbanística decimonónica, estuvo ocupado
desde la Edad Media por el desaparecido convento de la Merced, que dio nombre,
al menos desde principios del s. XV, a la llamada calle y también plazuela de
la Merced, topónimos referidos sólo a la pequeña zona próxima a Alfonso XII, la
que hoy se conoce como Cepeda. En esa zona debió estar la calle del Dormitorio
de la Merced, cuya ubicación exacta se ignora, pero que se documenta en la
segunda mitad del XVII.
Por ese mismo flanco norte el edificio
conventual lindaba con Armas (actual Alfonso XII), y por el este con la calle
de los Pasos, también llamada desde fines del XVII Sacramento. Por el lado sur el
limite era la antigua Narcisos (actual Miguel de Carvajal).
Derribada en 1840 buena parte del
convento y urbanizado como nueva plaza el espacio resultante, pasó a designarse
con diversos nombres, que aparecen indistintamente en informes, documentos y
noticias de prensa de mediados del XIX: paseo de la Merced, jardines de la
Merced, paseo del Museo, alameda del Museo y plaza del Museo, que es el que
termina por consolidarse en los años 60, pues tras la desamortización de 1835
el convento habrá sido habilitado como museo de pinturas por orden del jefe
político de la ciudad, el escritor Serafín Estébanez Calderón.
En 1900 ese nombre se sustituye por el
de Conde de Casa Calinda, en homenaje a Andrés Lasso de la Vega y Quintanilla, jefe
del partido liberal conservador en la provincia de Sevilla y Presidente de la
Academia Provincial de Bellas Artes, que habitaba en el palacio de su nombre en
la calle Alfonso XII, frontero a la plaza.
En 1931 se acuerda reponer la
denominación de plaza del Museo. Tras la parcial demolición del convento, se
acordó en 1846 trazar un paseo según los planos del arquitecto municipal
Balbino Barrón. Las obras avanzaron con rapidez y en ese mismo año se inauguran
tanto el paseo como la plaza que, al decir de un contemporáneo, quedaron como
"elevado terraplén, cuyas bellas y elegantes formas han cambiado la faz de
aquel insuperable laberinto de calles cortas, ahogadas y tortuosas. Se halla circuido
de elevadas verjas ... “, con “ricas estatuas y cabezas que lo decoran, posadas
sobre caprichosos pedestales. Los bustos son de emperatrices y emperadores
romanos, extraídos del vetusto palacio que existe en la villa de Umbrete, asilo
de los arzobispos de Sevilla. La figura
circular pero prolongada por su frente tiene 80 pies de largo por 90 de ancho. Súbase
a él por dos espaciosas escalinatas y dos más pequeñas laterales. Está plantado
de una doble hilera de árboles, cuyo follaje ofrecerá con e l tiempo a los paseantes
una agradable sombra. Alzase sobre el centro una fuente que representa un genio
sobre delfín, cuya boca lanza un cañón de agua. Este capricho, también traído
de Umbrete, es de mucho mérito” (A. Jiménez, Semanario Pintoresco Español, año
12, 1847).
Una vez abierto el paseo, se sintió la
necesidad de dotar al edificio del convento, cuyo en tramado interior quedaba a
la vista, de una fachada acorde con la dignidad urbanística del nuevo espacio.
El proyecto, también de Balbino Marrón, se presentó en 1851 y las obras,
iniciadas en 1859, se culminaron en 1860, quedando una fachada de corte clásico
con tres cuerpos, que más adelante será a su vez sustituida por la actual del
museo. La construcción de la fachada propició la remodelación de toda la plaza,
que había quedado cerrada por el paño de poniente.
En 1862 se desmontan las estatuas,
trasladadas a los jardines de las Delicias, y la verja a los de Cristina, y se
derriba una casa en la esquina con las actuales Rafael Calvo y Miguel de
Carvajal, con el objeto de ampliar la plaza y colocar la estatua de Murillo,
obra del escultor Sabino Medina, que se inaugura en 1864 sobre un alto pedestal
trazado por Demetrio de los Ríos (ver).
Monumento a Murillo
Detalle del monumento a Murillo
El resultado fue una plaza casi elíptica
con una gran rotonda en el centro y elegantes asientos y jardines. No sería
ésta la última remodelación de este espacio, que sufrirá nuevas transformaciones
en 1888 (jardines, nuevos asientos, candelabros, adoquinado de las vías limítrofes
... ); en 1921, con nuevos arriates del arquitecto Juan Talavera Heredia; en
1929, con rectificaciones de líneas en las calles laterales, y en la década de los
40, en que se remodela la fachada del museo, con la incorporación de la antigua
portada principal del convento, antes situada en Bailén, la plaza, pues, ha ido
ganando amplitud desde su creación, y en
la actualidad se configura como un espacio de forma trapezoidal, con una
marcada angulación lateral en el lado de poniente, delante de la capilla del
Museo.
Gravado de 1917de la plaza del Museo. Fachada distinta a
la actual que se modificó en 1945
Está ligeramente elevada sobre la
calzada y ajardinada con setos, palmeras, grandes ficus, adelfas y naranjos.
Posee bellos bancos de mampostería y fundición, y en el centro la mencionada
estatua de Murillo.
Tiene pocas casas, que se reducen exclusivamente
a la acera de levante, ya que el frontal está ocupado en su totalidad por el Museo
de Bellas Artes (ver) y la capilla del Cristo de la Expiración (ver). Se trata de
buenos ejemplares de la primera mitad de nuestro siglo, de dos y tres plantas,
con patios, cancelas y cierras a la calle, algunos recientemente reconstruidos.
El edificio del Museo de Bellas Artes
se sitúa en el antiguo convento de la Merced Calzada, construido en la Edad
Media y profundamente renovado a principios del XVII por Juan de Oviedo. Se
ordena en torno a tres grandes patios, con la antigua iglesia en uno de sus
extremos. Posee dos claustros y una gran escalera con bóveda sobre trompas. La
iglesia, también obra de Juan de Oviedo, tenía una portada dieciochesca que hoy
preside la fachada del museo, en cuyo interior hay numerosos azulejos de los
siglos XVI, XVII Y XVIII procedentes de edificios religiosos sevillanos
desaparecidos. Está considerada la segunda pinacoteca de España, por ser magnífico
exponente de la pintura sevillana del Siglo de Oro. A mediados del siglo XIX el
viejo convento mercedario fue también sede de la Sociedad Patriótica de Amigos
del País y más tarde de las Reales Academias de Bellas Artes y de Buenas
Letras, Comisión de Monumentos y Escuela de Bellas Artes. Las academias han
permanecido allí hasta su traslado a la Casa de los Pinelos.
Para instalar el museo en 1839, la iglesia
había sido desocupada de altares e imágenes, entre ellas las de las cofradías
del Cristo de la Pasión, que se trasladó a la también desaparecida parroquia de
San Miguel, y del Santo Entierro.
Contigua a la fachada del Museo se
halla la capilla del Cristo de la Expiración, titular de la llamada
popularmente Hermandad del Museo, que hace su estación penitencial la noche del
lunes Santo y que congrega en este lugar a numeroso público.
Frente a la Capilla del Cristo de la
Expiración se sitúa un monolito de mármol rematado por tres cruces de forja, que recrean el escudo
primitivo de la hermandad (ver).
Situación
delate de la Capilla del Museo
Monolito
con tres cruces
Detalle
de las cruces
En su “Sevilla del buen recuerdo”, Rafael
Laffón (ver) la evoca a principios de siglo como "oscura y
desértica" durante la noche. José Andrés Vázquez resalta la belleza de la plazoleta
delantera a la capilla del Cristo de la Expiración. Y Alfonso Grosso recuerda su ambiente por los
años 50 del siglo XX: "Calle de San Vicente, plaza del Museo de Bellas
Artes de Sevilla-Murillo en bronce y el coro de las niñas de las canciones de rueda
(que quieres, amor/coronado de flores /Seis reales dan por el tordo de Juana ..
) jarchas que nunca ella había escuchado, lazos de muselina, sandalitas de goma
y hambre reflejada en sus ojos tan negros" (La buena muerte). En la casa
núm. 2 tuvo su despacho Blas Infante. (Diccionario
Histórico de las calles de Sevilla).
Casa número 5.
Mariano Bellver
Azulejo del vestíbulo:
“Dejando los campos amurallados de la antigua Madrid,
César llega a los alegres campos de Barcelona y pasa revista a los estandartes,
a los nobles y a las tropas, renovando su devoción y elevando piadosos votos.
Al desplegar las velas hacia los aires, para que, cortando los dos mares, la
flota llegue a las Baleares y también a las húmedas (costas) sardas: allí donde
la flota, mandada a reunirse, transporta germanos, tropas itálicas y antiguas
cohortes de iberos, y se dirige a las arenas libias.”
Azulejo
del vestíbulo: La Rendición de Granada. 2 de enero de 1492
Detalles
del patio
Detalles
del patio
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