viernes, 14 de noviembre de 2025

AREA MUSEO

Plaza del Museo.

Plaza del Museo

Plaza del Museo

Entre las acalles Alfonso XII, Monsalves, Rafael Calvo, Miguel de Carvajal y Cepeda

El espacio actual de la plaza, resultado de una importante operación urbanística decimonónica, estuvo ocupado desde la Edad Media por el desaparecido convento de la Merced, que dio nombre, al menos desde principios del s. XV, a la llamada calle y también plazuela de la Merced, topónimos referidos sólo a la pequeña zona próxima a Alfonso XII, la que hoy se conoce como Cepeda. En esa zona debió estar la calle del Dormitorio de la Merced, cuya ubicación exacta se ignora, pero que se documenta en la segunda mitad del XVII.

Por ese mismo flanco norte el edificio conventual lindaba con Armas (actual Alfonso XII), y por el este con la calle de los Pasos, también llamada desde fines del XVII Sacramento. Por el lado sur el limite era la antigua Narcisos (actual Miguel de Carvajal).

Derribada en 1840 buena parte del convento y urbanizado como nueva plaza el espacio resultante, pasó a designarse con diversos nombres, que aparecen indistintamente en informes, documentos y noticias de prensa de mediados del XIX: paseo de la Merced, jardines de la Merced, paseo del Museo, alameda del Museo y plaza del Museo, que es el que termina por consolidarse en los años 60, pues tras la desamortización de 1835 el convento habrá sido habilitado como museo de pinturas por orden del jefe político de la ciudad, el escritor Serafín Estébanez Calderón.

En 1900 ese nombre se sustituye por el de Conde de Casa Calinda, en homenaje a Andrés Lasso de la Vega y Quintanilla, jefe del partido liberal conservador en la provincia de Sevilla y Presidente de la Academia Provincial de Bellas Artes, que habitaba en el palacio de su nombre en la calle Alfonso XII, frontero a la plaza.

En 1931 se acuerda reponer la denominación de plaza del Museo. Tras la parcial demolición del convento, se acordó en 1846 trazar un paseo según los planos del arquitecto municipal Balbino Barrón. Las obras avanzaron con rapidez y en ese mismo año se inauguran tanto el paseo como la plaza que, al decir de un contemporáneo, quedaron como "elevado terraplén, cuyas bellas y elegantes formas han cambiado la faz de aquel insuperable laberinto de calles cortas, ahogadas y tortuosas. Se halla circuido de elevadas verjas ... “, con “ricas estatuas y cabezas que lo decoran, posadas sobre caprichosos pedestales. Los bustos son de emperatrices y emperadores romanos, extraídos del vetusto palacio que existe en la villa de Umbrete, asilo de los arzobispos de Sevilla.  La figura circular pero prolongada por su frente tiene 80 pies de largo por 90 de ancho. Súbase a él por dos espaciosas escalinatas y dos más pequeñas laterales. Está plantado de una doble hilera de árboles, cuyo follaje ofrecerá con e l tiempo a los paseantes una agradable sombra. Alzase sobre el centro una fuente que representa un genio sobre delfín, cuya boca lanza un cañón de agua. Este capricho, también traído de Umbrete, es de mucho mérito” (A. Jiménez, Semanario Pintoresco Español, año 12, 1847).

Una vez abierto el paseo, se sintió la necesidad de dotar al edificio del convento, cuyo en tramado interior quedaba a la vista, de una fachada acorde con la dignidad urbanística del nuevo espacio. El proyecto, también de Balbino Marrón, se presentó en 1851 y las obras, iniciadas en 1859, se culminaron en 1860, quedando una fachada de corte clásico con tres cuerpos, que más adelante será a su vez sustituida por la actual del museo. La construcción de la fachada propició la remodelación de toda la plaza, que había quedado cerrada por el paño de poniente.

En 1862 se desmontan las estatuas, trasladadas a los jardines de las Delicias, y la verja a los de Cristina, y se derriba una casa en la esquina con las actuales Rafael Calvo y Miguel de Carvajal, con el objeto de ampliar la plaza y colocar la estatua de Murillo, obra del escultor Sabino Medina, que se inaugura en 1864 sobre un alto pedestal trazado por Demetrio de los Ríos (ver)

Monumento a Murillo

Detalle del monumento a Murillo

El resultado fue una plaza casi elíptica con una gran rotonda en el centro y elegantes asientos y jardines. No sería ésta la última remodelación de este espacio, que sufrirá nuevas transformaciones en 1888 (jardines, nuevos asientos, candelabros, adoquinado de las vías limítrofes ... ); en 1921, con nuevos arriates del arquitecto Juan Talavera Heredia; en 1929, con rectificaciones de líneas en las calles laterales, y en la década de los 40, en que se remodela la fachada del museo, con la incorporación de la antigua portada principal del convento, antes situada en Bailén, la plaza, pues, ha ido ganando amplitud desde su  creación, y en la actualidad se configura como un espacio de forma trapezoidal, con una marcada angulación lateral en el lado de poniente, delante de la capilla del Museo. 

Gravado de 1917de la plaza del Museo. Fachada distinta a la actual que se modificó en 1945

Está ligeramente elevada sobre la calzada y ajardinada con setos, palmeras, grandes ficus, adelfas y naranjos. Posee bellos bancos de mampostería y fundición, y en el centro la mencionada estatua de Murillo.

Tiene pocas casas, que se reducen exclusivamente a la acera de levante, ya que el frontal está ocupado en su totalidad por el Museo de Bellas Artes (ver) y la capilla del Cristo de la Expiración (ver). Se trata de buenos ejemplares de la primera mitad de nuestro siglo, de dos y tres plantas, con patios, cancelas y cierras a la calle, algunos recientemente reconstruidos.

El edificio del Museo de Bellas Artes se sitúa en el antiguo convento de la Merced Calzada, construido en la Edad Media y profundamente renovado a principios del XVII por Juan de Oviedo. Se ordena en torno a tres grandes patios, con la antigua iglesia en uno de sus extremos. Posee dos claustros y una gran escalera con bóveda sobre trompas. La iglesia, también obra de Juan de Oviedo, tenía una portada dieciochesca que hoy preside la fachada del museo, en cuyo interior hay numerosos azulejos de los siglos XVI, XVII Y XVIII procedentes de edificios religiosos sevillanos desaparecidos. Está considerada la segunda pinacoteca de España, por ser magnífico exponente de la pintura sevillana del Siglo de Oro. A mediados del siglo XIX el viejo convento mercedario fue también sede de la Sociedad Patriótica de Amigos del País y más tarde de las Reales Academias de Bellas Artes y de Buenas Letras, Comisión de Monumentos y Escuela de Bellas Artes. Las academias han permanecido allí hasta su traslado a la Casa de los Pinelos.

Para instalar el museo en 1839, la iglesia había sido desocupada de altares e imágenes, entre ellas las de las cofradías del Cristo de la Pasión, que se trasladó a la también desaparecida parroquia de San Miguel, y del Santo Entierro.

Contigua a la fachada del Museo se halla la capilla del Cristo de la Expiración, titular de la llamada popularmente Hermandad del Museo, que hace su estación penitencial la noche del lunes Santo y que congrega en este lugar a numeroso público.

Frente a la Capilla del Cristo de la Expiración se sitúa un monolito de mármol rematado por tres cruces de forja, que recrean el escudo primitivo de la hermandad (ver).

Situación delate de la Capilla del Museo

Monolito con tres cruces

Detalle de las cruces

En su “Sevilla del buen recuerdo”, Rafael Laffón (ver) la evoca a principios de siglo como "oscura y desértica" durante la noche. José Andrés Vázquez resalta la belleza de la plazoleta delantera a la capilla del Cristo de la Expiración.  Y Alfonso Grosso recuerda su ambiente por los años 50 del siglo XX: "Calle de San Vicente, plaza del Museo de Bellas Artes de Sevilla-Murillo en bronce y el coro de las niñas de las canciones de rueda (que quieres, amor/coronado de flores /Seis reales dan por el tordo de Juana .. ) jarchas que nunca ella había escuchado, lazos de muselina, sandalitas de goma y hambre reflejada en sus ojos tan negros" (La buena muerte). En la casa núm. 2 tuvo su despacho Blas Infante. (Diccionario Histórico de las calles de Sevilla).

Casa número 5. Mariano Bellver

Puerta
Vestíbulo

Azulejo del vestíbulo: “Madriti Campos Ac Tecta Relinqvit Avita Caesar Etin Laetis Barcinni Constitit Arvis Signaq Lvstrat. Procer  es Tvrmasq Recenset en Pia Vota Facit Expandens Vela Per Avras Vt Freta Bina Secans Baleares Explicet Vdas Sardoasq Simvl: Qvo Classis Ivssa Coire Germanos Italamd Manvm Veteresq Cohortes Portait Iberorvm et Libycis Advertit Arenis”

“Dejando los campos amurallados de la antigua Madrid, César llega a los alegres campos de Barcelona y pasa revista a los estandartes, a los nobles y a las tropas, renovando su devoción y elevando piadosos votos. Al desplegar las velas hacia los aires, para que, cortando los dos mares, la flota llegue a las Baleares y también a las húmedas (costas) sardas: allí donde la flota, mandada a reunirse, transporta germanos, tropas itálicas y antiguas cohortes de iberos, y se dirige a las arenas libias.”

Azulejo del vestíbulo: La Rendición de Granada. 2 de enero de 1492

Detalles del patio

Detalles del patio
Detalles del patio

Detalles del patio

Detalles del patio

Detalles del patio

Casa número 7. 



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