AREA DE SAN ROMAN
Plaza de San Román.
Situada en la confluencia de las calles
Enladrillada, Socorro, Peñuelas, Sol y Matahacas, la Plaza de San Román ha
conservado inalterado su nombre desde la Edad Media. Debe su denominación a la
iglesia homónima, cuya portada principal, orientada hacia este espacio,
constituye uno de sus elementos más reconocibles. En ella se conserva un azulejo
histórico de la época del asistente Olavide, en el que se puede leer: “Puerta
de San Román”.
En algunas ocasiones aparece también
con el nombre de Plaza de la Cruz, apelativo
compartido con otros enclaves del casco histórico. Este nombre proviene de una
cruz de hierro que, desde los tiempos de la peste, presidía el centro de la
plaza, asentada sobre una peana y rodeada por una verja. Esto responde a que
esta plaza fue, como tantas otras vinculadas a iglesias parroquiales, antiguo
cementerio de la feligresía. A permanecido en la plaza hasta comienzos del
siglo XIX, cuando fue retirada y colocada en un retablo mural en el interior de
la iglesia.
Plaza de pequeñas dimensiones, posee
una planta irregular y abierta, particularmente en la confluencia con Peñuelas.
Desde 1812, los vecinos reclamaron
reiteradamente la instalación de una fuente pública, ya que, según alegaban,
"sus pozos por lo general son de aguas crudas y salobres", y en
verano llegaban a secarse. No fue hasta mediados de la década de 1850 cuando se
atendió esta petición, y la fuente permaneció en funcionamiento, al menos,
hasta 1910.
En cuanto a las edificaciones que dan
directamente a la plaza, destacan la propia iglesia parroquial y dos viviendas
situadas frente a ella, de modestas proporciones.
La iglesia de San Román, de estilo
gótico-mudéjar (ver), presenta tres naves y conserva su portada original,
con arco apuntado y arquivoltas, correspondiente a la primera fase
constructiva. Fue restaurada en 1356 y nuevamente tras el incendio que sufrió
en 1931.
El poeta Rafael
Montesinos (ver), vecino de la cercana calle Peñuelas, evocó la plaza
en su obra “Los daños irreparables” con estas
palabras: “Sé que, si andando por mi memoria me asomo a ese balcón, volveré a
ver allá en el fondo de la plaza los muros quemados, renegridos de la parroquia
de San Román”.
Durante siglos, este enclave fue el
corazón de uno de los barrios más densamente poblados y populares de Sevilla,
habitado por los estratos más humildes de la sociedad: artesanos, lavanderas,
obreros, y también personajes de cierto carácter arrabalesco, como los guapos y valentones.
A partir de la década de 1960, la plaza
y su entorno comenzaron a despoblarse progresivamente, en favor de las nuevas
barriadas periféricas.
El también poeta Juan Sierra, en su
libro “Sevilla en Silencio”, ofreció una
imagen vibrante y festiva del lugar: “La plaza de San Román es un violento
tumulto rizado de alegría. La luz rebosa en globos de colores y cristales de
fresca manzanilla”.
En la actualidad,
aún puede encontrarse en sus inmediaciones una pequeña tienda donde se
confeccionan y venden capirotes de nazareno, símbolo inequívoco de la devoción
cofrade del barrio.
Artesanía Rodríguez
En la
pared del bar “el Uno de san Román”, actualmente cerrado, una placa recuerda
que Manolo Caracol (ver) le cantó al Cristo de os Gitanos.
Placa de Manolo Caracol
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