ALGUNOS PERSONAJES HISTÓRICOS EN LAS CALLES DE SEVILLA
Almirante Ulloa.
Retrato del marino, naturalista y escritor español Antonio de Ulloa (1716-1795). Esta obra fue
donada en 1898 al Ayuntamiento de Sevilla por la infanta María
Luisa Fernanda de Borbón, que era hija del rey Fernando VII de España, y
procedía de la Galería del Palacio de San Telmo, que era propiedad en esa
época de la infanta y de su esposo, el duque Antonio de Orleans.
La
familia Ulloa procedía de Toro, en la provincia de Zamora, y se estableció en
Sevilla a finales del siglo XV, en tiempos de la conquista de Granada. En 1567,
Esteban de Ulloa adquirió el oficio de caballero veinticuatro, lo que convirtió
a él y a sus descendientes en miembros del gobierno municipal hispalense. Entre
ellos destacó Bernardo de Ulloa, reputado economista defensor del libre
comercio y administrador de las fábricas de jabón del duque de Medinaceli. Fue
caballero veinticuatro desde 1705 y, por su apoyo a Felipe V en el cabildo
municipal, obtuvo junto al resto de regidores el título de gentilhombre de boca
del rey.
En 1713
Bernardo contrajo matrimonio en la parroquia de San Miguel (ver)
con Josefa de
la Torre Guiral, perteneciente a una familia acomodada de Palomares del Río. De
esta unión nació, el 12 de enero de 1716, su segundo hijo, Antonio de Ulloa, en
la casa número 1 de la calle del Clavel (hoy Almirante Ulloa) (ver),
esquina con la calle Armas (actual Alfonso XII).
Su
prolongada existencia, que abarca desde el Tratado de Utrecht hasta los albores
de la Revolución Francesa, quedó conmemorada en una lápida colocada en la
fachada de su casa natal con motivo del segundo centenario de su muerte,
recordándolo como un “sevillano de renombre universal, descubridor del
platino”.
Mármol en recuerdo de Antonio de Ulloa en la
casa numero 1de la calle Almirante Ulloa
Su
educación inicial transcurrió en el hogar familiar, bajo la tutela de maestros
particulares. Continuó sus estudios de latín y matemáticas en el cercano
Colegio dominico de Santo Tomás, donde recibió clases de fray Pedro Vázquez Tinoco,
catedrático de Derecho y buen conocedor también de astronomía y ciencias
exactas.
En 1714
una Real Cédula estableció la Armada Real, unificando las escuadras existentes,
y en 1717 se creó en Cádiz la Real Compañía de Guardiamarinas. Para ingresar era
necesario ser hidalgo o hijo de capitán, tener entre catorce y dieciséis años y
gozar de buena salud. En 1730, con catorce años, Ulloa intentó entrar, sin
éxito, en dicha academia. Para no detener su vocación naval se enroló como
aventurero (voluntario sin sueldo) en la Flota de Tierra Firme, comandada por
Manuel López Pintado, efectuando su primer viaje a América en el galeón San
Luis y regresando a Cádiz en 1732.
Al año
siguiente obtuvo plaza como guardiamarina en la Real Academia recién organizada
por el ministro Patiño. Para acreditar su hidalguía hubo de demostrar que su
linaje había estado exento de la “blanca de la carne”, un antiguo impuesto
sevillano (es decir, que por su condición
de hidalgos estaban exentos de un impuesto a la carne en Sevilla).. Ese
mismo 1733 embarcó en el navío Santa Teresa, que participó en la campaña de
Italia durante la defensa de las aspiraciones del infante don Carlos al trono
de Nápoles.
En 1733
la Academia de Ciencias de Francia se encontraba dividida entre los
que creían que, como decía Isaac Newton, la tierra estaba achatada por los
polos, y los que creían que, como decía Descartes, la tierra estaba
achatada en el ecuador.
En 1734, dicha Academia, para intentar resolver
la cuestión, decidió organizar, con apoyo de la Corona española, una expedición
geodésica al territorio de Quito. A España le correspondía enviar dos oficiales,
y escogió a Jorge Juan y Juan García del Postigo; pero este último no estaba
disponible, por lo que fue sustituido por Ulloa. Por Real Despacho de 3 de
enero de 1735 ambos fueron promovidos al grado de tenientes de navío, pese a su
juventud (veintiuno y dieciocho años,
respectivamente), para equipararse a sus colegas franceses, saltándose cuatro grados en la escala de la
Marina (alférez de fragata, alférez de navío, teniente de fragata y teniente de
navío).
Las operaciones
científicas comenzaron en octubre de 1736 en las llanuras de Yaruquí y se
prolongaron casi una década en condiciones extremadamente duras, recopilando
datos astronómicos, geodésicos y naturalistas fundamentales para la ciencia
europea. En diciembre de 1739 el virrey del Perú llamó a Ulloa y a Juan a Lima
ante la amenaza de un ataque inglés, que finalmente se produjo en Cartagena de
Indias en 1741 y fue rechazado por Blas de Lezo. Después, ante nuevas amenazas,
el virrey les encomendó labores de vigilancia. En 1744 ambos regresaron a Quito
para rematar las mediciones.
Terminados los
trabajos en mayo de ese año, pudieron embarcar el 17 de enero
de 1745 rumbo a Europa, por separado, desde
el puerto de Callao en los navíos franceses “Liz” y “Deliverance”.
Juan regresó sin problemas, pero la “Dèlivrance”, donde navegaba Ulloa, fue
apresada por los ingleses en Louisbourg.
El conde de Harrington decidió ayudar a Ulloa a
presentarse en España con los documentos de la expedición. Los documentos
fueron revisados en Londres y devueltos a Ulloa por el presidente de
la Royal Society, Martin Folkes, a instancias del cual fue elegido miembro de esta prestigiosa sociedad.
En julio
de 1746 Ulloa llegó a Madrid y junto a su compañero Jorge Juan fue ascendido a capitán
de fragata.
Durante
tres años redactaron conjuntamente obras fundamentales: “Relación histórica del
viage a la América Meridional” (1748), “Observaciones astronómicas y phísicas
en los reynos del Perú” (1748) y “Dissertación histórica y geográphica sobre el
meridiano de demarcación entre los dominios de España y Portugal” ” (1749). A ellas
se sumó un informe reservado, elaborado a petición del marqués de la Ensenada
en 1747. Décadas después, en 1826, se publicaron en Londres las polémicas
Noticias secretas de América, atribuidas a ambos marinos, que describían abusos
administrativos y eclesiásticos, y tuvo un
tremendo impacto en Europa y América, con numerosas ediciones y traducciones, y
contribuyó a ennegrecer la imagen de la colonización española, así como a
realzar la fama de sus fidedignos y leales autores.
En la “Relación Histórica del Viage a la América
Meridional” presentaron una descripción del metal que Ulloa
encontró en las minas de Chocó, la “platina”, cuya extrema resistencia “piedra de tanta resistencia, que no es fácil romperla, ni desmenuzarla con
la fuerza del golpe sobre el yunque de acero; porque ni la calcinación la
vence, ni arbitrio para extraer el metal que encierra, sino a expensas de mucho
trabajo y costo”) asombraba a los científicos y que terminó
identificándose como el platino.
Para
modernizar España, el marqués de la Ensenada recurrió al espionaje industrial
enviando comisiones técnicas al extranjero, con
objeto de visitar arsenales, canales, puertos, fundiciones, manufacturas
textiles, minas, para recabar información sobre las nuevas técnicas y contratar
especialistas (ingenieros, cartógrafos, relojeros, impresores, naturalistas,
químicos, cirujanos, etc.). Desde 1749 hasta 1752 Ulloa visitó Francia,
Suiza, los Países Bajos, Dinamarca, Suecia y Alemania, tras inspeccionar previamente
instalaciones españolas. Le impresionó especialmente el canal de Languedoc,
cuya ingeniería le inspiraría en el proyecto del Canal de Castilla, obra en la
que participó con gran implicación.
De
vuelta en España desplegó una actividad incansable en proyectos científicos e
industriales: la Casa de Geografía, el Gabinete de Historia Natural, el
Laboratorio Metalúrgico, el Jardín de Plantas de Madrid, las minas de Almadén y
diversas manufacturas textiles.
Tras la caída
de Ensenada, dejó la dirección técnica del Canal de Castilla en 1755 para
continuar su carrera naval. Ese mismo año fue nombrado alférez de la Compañía
de Guardiamarinas y, apenas diez meses después, teniente.
El 30 de junio de 1757 el
monarca lo nombró caballero de la Orden de Santiago y se le concedió
la encomienda de Ocaña de esta orden. El 27 de enero de 1761, tras
haber efectuado el pago por la investigación requerida para ello, fue investido
como comendador de Ocaña.
El 14 de agosto de 1757, a
propuesta de Fernando VI fue designado gobernador de Huancavelica y
superintendente de sus minas de mercurio, cargos que desempeñó entre 1758 y
1764 en un contexto complicado por la decadencia del yacimiento y los fuertes
intereses locales. Tras graves disturbios, presentó su dimisión, aceptada en
enero de 1764, debiendo viajar a La Habana para que se examinaran sus
actuaciones.
Retrato del rey Fernando VI de España (1713-1759), que fue hijo del rey Felipe
V de España y de la reina María Luisa Gabriela de Saboya.
En 1764, antes de
partir del Perú se comprometió con Francisca Ramírez de Laredo, hija del conde
de San Javier y Casa Laredo, con
quien contrajo matrimonio por poderes en 1766. La pareja se reunió
definitivamente en Nueva Orleans en 1767, año del nacimiento de su primera
hija.
La firma de la Paz de París, que puso fin a la Guerra de los Siete Años
(1756-1763), supuso para España la pérdida de Florida en beneficio de
Inglaterra y España recibió de Francia el
territorio de Luisiana.
En julio de 1765, Carlos III encargó a Ulloa
(residente desde 1765 en La Habana, adonde había llegado procedente de Perú,
vía Panamá) el gobierno de la recién incorporada colonia, enfrentándose
a la difícil coyuntura económica y a la resistencia de los colonos francófonos.
Un levantamiento obligó a Ulloa a retirarse a La Habana, para regresar finalmente a Cádiz
en 1769, donde se instaló con su esposa y sus
dos hijas en el número 62 de la calle de las Descalzas, siendo entonces distinguido con
el nombramiento de jefe de escuadra, el 19 de junio de 1769.
Retrato del rey Carlos III de España (1716-1788), que fue hijo del rey Felipe
V de España y de su segunda esposa, la reina Isabel de Farnesio.
De 1770
a 1776 enseñó nuevamente en la Academia de Guardias Marinas.
En 1773
dirigió las obras de fortificación de la Barqueta en Sevilla para proteger la
ciudad de las crecidas del Guadalquivir.
En marzo de 1776 fue nombrado
comandante de la Flota de Nueva España que partió de Cádiz en mayo de 1776, tras
este viaje el sistema de flotas fue sustituido por el de "navíos
sueltos", y llegó al puerto de Veracruz el 25 de julio de 1776.
El 25 de mayo de 1777 fue autorizado
a dirigirse a Ciudad de México, donde fue asesor del virrey Antonio María
de Bucareli y Ursúa (ver) para crear un
astillero en Veracruz.
Retrato de Antonio María de Bucareli
(1772). Francisco Antonio Vallejo
La travesía de la
última flota de Indias concluyó con el éxito añadido de la observación y
estudio de un eclipse de sol a bordo de la nave capitana “España”, cuyos resultados fueron
publicados un año después (El eclipse
de sol, 1779) y tuvieron amplia repercusión científica. Llegaron a
Cádiz el 29 de junio de 1778.
En 1778, Ulloa vio premiada la gloria
conseguida al mando de la flota de la Nueva España con su ascenso a teniente
general.
En 1779, en plena
Guerra de Independencia norteamericana, estuvo
al mando de una escuadra en la campaña de corso contra Inglaterra en las islas
Terceras de las Azores. Su actuación, muy discutida, la defendió en un
manuscrito titulado “Justa vindicación de mi honor”, depositado en 1782 en la
biblioteca del convento agustino de San Acacio en
la calle Sierpes, primera biblioteca pública de Sevilla y hoy Círculo de
Labradores.
Por
su comportamiento en la misión a las Azores, Ulloa fue sometido a tres juntas
de departamento y, mediante Real Decreto de diciembre de 1780, a un consejo de
guerra, del que fue absuelto el 10 de julio del mismo año.
Sus últimos
años transcurrieron en paz y sosiego en labores
administrativas en el Departamento Marítimo, desde
1783 hasta 1795. Este se encontraba en la Isla de León desde 1769 y
este lugar era residencia obligada de los generales de la Armada desde 1789. En
los periodos de menos actividad vivía con su familia en Cádiz.
El 1 de febrero de 1794 Francisco
Javier Everardo-Tilly fue nombrado capitán general de la Armada,
aunque debido a una indisposición le sustituyó en este cargo Antonio de Ulloa.
Antonio de
Ulloa falleció el 5 de julio de 1795 a causa de una pulmonía. Dispuso ser
enterrado en la iglesia castrense del lugar en que muriera, probablemente la
iglesia de San Francisco de la Isla de León. En 1995 solo pudo identificarse
una lápida con su apellido y se decidió colocar una placa conmemorativa en el
Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando.
Su figura, largamente celebrada, fue reconocida por numerosas instituciones españolas y europeas, entre ellas las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País, la Royal Society de Londres, y diversas academias de ciencias y bellas artes de París, Berlín, Estocolmo y Bolonia.

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