viernes, 21 de noviembre de 2025

ALGUNOS PERSONAJES HISTÓRICOS EN LAS CALLES DE SEVILLA

Almirante Ulloa. 

Retrato del marino, naturalista y escritor español Antonio de Ulloa (1716-1795). Esta obra fue donada en 1898 al Ayuntamiento de Sevilla por la infanta María Luisa Fernanda de Borbón, que era hija del rey Fernando VII de España, y procedía de la Galería del Palacio de San Telmo, que era propiedad en esa época de la infanta y de su esposo, el duque Antonio de Orleans.


La familia Ulloa procedía de Toro, en la provincia de Zamora, y se estableció en Sevilla a finales del siglo XV, en tiempos de la conquista de Granada. En 1567, Esteban de Ulloa adquirió el oficio de caballero veinticuatro, lo que convirtió a él y a sus descendientes en miembros del gobierno municipal hispalense. Entre ellos destacó Bernardo de Ulloa, reputado economista defensor del libre comercio y administrador de las fábricas de jabón del duque de Medinaceli. Fue caballero veinticuatro desde 1705 y, por su apoyo a Felipe V en el cabildo municipal, obtuvo junto al resto de regidores el título de gentilhombre de boca del rey.

En 1713 Bernardo contrajo matrimonio en la parroquia de San Miguel (ver) con Josefa de la Torre Guiral, perteneciente a una familia acomodada de Palomares del Río. De esta unión nació, el 12 de enero de 1716, su segundo hijo, Antonio de Ulloa, en la casa número 1 de la calle del Clavel (hoy Almirante Ulloa) (ver), esquina con la calle Armas (actual Alfonso XII).

Su prolongada existencia, que abarca desde el Tratado de Utrecht hasta los albores de la Revolución Francesa, quedó conmemorada en una lápida colocada en la fachada de su casa natal con motivo del segundo centenario de su muerte, recordándolo como un “sevillano de renombre universal, descubridor del platino”.

Mármol en recuerdo de Antonio de Ulloa en la casa numero 1de la calle Almirante Ulloa

Su educación inicial transcurrió en el hogar familiar, bajo la tutela de maestros particulares. Continuó sus estudios de latín y matemáticas en el cercano Colegio dominico de Santo Tomás, donde recibió clases de fray Pedro Vázquez Tinoco, catedrático de Derecho y buen conocedor también de astronomía y ciencias exactas.

En 1714 una Real Cédula estableció la Armada Real, unificando las escuadras existentes, y en 1717 se creó en Cádiz la Real Compañía de Guardiamarinas. Para ingresar era necesario ser hidalgo o hijo de capitán, tener entre catorce y dieciséis años y gozar de buena salud. En 1730, con catorce años, Ulloa intentó entrar, sin éxito, en dicha academia. Para no detener su vocación naval se enroló como aventurero (voluntario sin sueldo) en la Flota de Tierra Firme, comandada por Manuel López Pintado, efectuando su primer viaje a América en el galeón San Luis y regresando a Cádiz en 1732.

Al año siguiente obtuvo plaza como guardiamarina en la Real Academia recién organizada por el ministro Patiño. Para acreditar su hidalguía hubo de demostrar que su linaje había estado exento de la “blanca de la carne”, un antiguo impuesto sevillano (es decir, que por su condición de hidalgos estaban exentos de un impuesto a la carne en Sevilla).. Ese mismo 1733 embarcó en el navío Santa Teresa, que participó en la campaña de Italia durante la defensa de las aspiraciones del infante don Carlos al trono de Nápoles.

En 1733 la Academia de Ciencias de Francia se encontraba dividida entre los que creían que, como decía Isaac Newton, la tierra estaba achatada por los polos, y los que creían que, como decía Descartes, la tierra estaba achatada en el ecuador.

En 1734, dicha Academia, para intentar resolver la cuestión, decidió organizar, con apoyo de la Corona española, una expedición geodésica al territorio de Quito. A España le correspondía enviar dos oficiales, y escogió a Jorge Juan y Juan García del Postigo; pero este último no estaba disponible, por lo que fue sustituido por Ulloa. Por Real Despacho de 3 de enero de 1735 ambos fueron promovidos al grado de tenientes de navío, pese a su juventud (veintiuno y dieciocho años, respectivamente), para equipararse a sus colegas franceses, saltándose cuatro grados en la escala de la Marina (alférez de fragata, alférez de navío, teniente de fragata y teniente de navío).

Las operaciones científicas comenzaron en octubre de 1736 en las llanuras de Yaruquí y se prolongaron casi una década en condiciones extremadamente duras, recopilando datos astronómicos, geodésicos y naturalistas fundamentales para la ciencia europea. En diciembre de 1739 el virrey del Perú llamó a Ulloa y a Juan a Lima ante la amenaza de un ataque inglés, que finalmente se produjo en Cartagena de Indias en 1741 y fue rechazado por Blas de Lezo. Después, ante nuevas amenazas, el virrey les encomendó labores de vigilancia. En 1744 ambos regresaron a Quito para rematar las mediciones.

Terminados los trabajos en mayo de ese año, pudieron embarcar el 17 de enero de 1745 rumbo a Europa, por separado, desde el puerto de Callao en los navíos franceses “Liz” y “Deliverance”. Juan regresó sin problemas, pero la “Dèlivrance”, donde navegaba Ulloa, fue apresada por los ingleses en Louisbourg.

El conde de Harrington decidió ayudar a Ulloa a presentarse en España con los documentos de la expedición. Los documentos fueron revisados en Londres y devueltos a Ulloa por el presidente de la Royal Society, Martin Folkes, a instancias del cual fue elegido miembro de esta prestigiosa sociedad.

En julio de 1746 Ulloa llegó a Madrid y junto a su compañero Jorge Juan fue ascendido a capitán de fragata.

Durante tres años redactaron conjuntamente obras fundamentales: “Relación histórica del viage a la América Meridional” (1748), “Observaciones astronómicas y phísicas en los reynos del Perú” (1748) y “Dissertación histórica y geográphica sobre el meridiano de demarcación entre los dominios de España y Portugal” ” (1749). A ellas se sumó un informe reservado, elaborado a petición del marqués de la Ensenada en 1747. Décadas después, en 1826, se publicaron en Londres las polémicas Noticias secretas de América, atribuidas a ambos marinos, que describían abusos administrativos y eclesiásticos, y tuvo un tremendo impacto en Europa y América, con numerosas ediciones y traducciones, y contribuyó a ennegrecer la imagen de la colonización española, así como a realzar la fama de sus fidedignos y leales autores.

En la “Relación Histórica del Viage a la América Meridional” presentaron una descripción del metal que Ulloa encontró en las minas de Chocó, la “platina”, cuya extrema resistencia “piedra de tanta resistencia, que no es fácil romperla, ni desmenuzarla con la fuerza del golpe sobre el yunque de acero; porque ni la calcinación la vence, ni arbitrio para extraer el metal que encierra, sino a expensas de mucho trabajo y costo”) asombraba a los científicos y que terminó identificándose como el platino.

Para modernizar España, el marqués de la Ensenada recurrió al espionaje industrial enviando comisiones técnicas al extranjero, con objeto de visitar arsenales, canales, puertos, fundiciones, manufacturas textiles, minas, para recabar información sobre las nuevas técnicas y contratar especialistas (ingenieros, cartógrafos, relojeros, impresores, naturalistas, químicos, cirujanos, etc.). Desde 1749 hasta 1752 Ulloa visitó Francia, Suiza, los Países Bajos, Dinamarca, Suecia y Alemania, tras inspeccionar previamente instalaciones españolas. Le impresionó especialmente el canal de Languedoc, cuya ingeniería le inspiraría en el proyecto del Canal de Castilla, obra en la que participó con gran implicación.

Retrato del estadista y político ilustrado español Zenón de Somodevilla y Bengoechea, marqués de la Ensenada (1702-1781), consejero de Estado durante los reinados de Felipe V, Fernando VI y Carlos III de España

De vuelta en España desplegó una actividad incansable en proyectos científicos e industriales: la Casa de Geografía, el Gabinete de Historia Natural, el Laboratorio Metalúrgico, el Jardín de Plantas de Madrid, las minas de Almadén y diversas manufacturas textiles.

Tras la caída de Ensenada, dejó la dirección técnica del Canal de Castilla en 1755 para continuar su carrera naval. Ese mismo año fue nombrado alférez de la Compañía de Guardiamarinas y, apenas diez meses después, teniente.

El 30 de junio de 1757 el monarca lo nombró caballero de la Orden de Santiago y se le concedió la encomienda de Ocaña de esta orden. El 27 de enero de 1761, tras haber efectuado el pago por la investigación requerida para ello, fue investido como comendador de Ocaña.

El 14 de agosto de 1757, a propuesta de Fernando VI fue designado gobernador de Huancavelica y superintendente de sus minas de mercurio, cargos que desempeñó entre 1758 y 1764 en un contexto complicado por la decadencia del yacimiento y los fuertes intereses locales. Tras graves disturbios, presentó su dimisión, aceptada en enero de 1764, debiendo viajar a La Habana para que se examinaran sus actuaciones.

Retrato del rey Fernando VI de España (1713-1759), que fue hijo del rey Felipe V de España y de la reina María Luisa Gabriela de Saboya.

En 1764, antes de partir del Perú se comprometió con Francisca Ramírez de Laredo, hija del conde de San Javier y Casa Laredo, con quien contrajo matrimonio por poderes en 1766. La pareja se reunió definitivamente en Nueva Orleans en 1767, año del nacimiento de su primera hija.

La firma de la Paz de París, que puso fin a la Guerra de los Siete Años (1756-1763), supuso para España la pérdida de Florida en beneficio de Inglaterra y España recibió de Francia el territorio de Luisiana.

En julio de 1765, Carlos III encargó a Ulloa (residente desde 1765 en La Habana, adonde había llegado procedente de Perú, vía Panamá) el gobierno de la recién incorporada colonia, enfrentándose a la difícil coyuntura económica y a la resistencia de los colonos francófonos. Un levantamiento obligó a Ulloa a retirarse a La Habana, para regresar finalmente a Cádiz en 1769, donde se instaló con su esposa y sus dos hijas en el número 62 de la calle de las Descalzas, siendo entonces distinguido con el nombramiento de jefe de escuadra, el 19 de junio de 1769.

Retrato del rey Carlos III de España (1716-1788), que fue hijo del rey Felipe V de España y de su segunda esposa, la reina Isabel de Farnesio.

De 1770 a 1776 enseñó nuevamente en la Academia de Guardias Marinas.

En 1773 dirigió las obras de fortificación de la Barqueta en Sevilla para proteger la ciudad de las crecidas del Guadalquivir.

En marzo de 1776 fue nombrado comandante de la Flota de Nueva España que partió de Cádiz en mayo de 1776, tras este viaje el sistema de flotas fue sustituido por el de "navíos sueltos", y llegó al puerto de Veracruz el 25 de julio de 1776.

El 25 de mayo de 1777 fue autorizado a dirigirse a Ciudad de México, donde fue asesor del virrey Antonio María de Bucareli y Ursúa (ver) para crear un astillero en Veracruz.

Retrato de Antonio María de Bucareli (1772). Francisco Antonio Vallejo

La travesía de la última flota de Indias concluyó con el éxito añadido de la observación y estudio de un eclipse de sol a bordo de la nave capitana “España”, cuyos resultados fueron publicados un año después (El eclipse de sol, 1779) y tuvieron amplia repercusión científica. Llegaron a Cádiz el 29 de junio de 1778.

En 1778, Ulloa vio premiada la gloria conseguida al mando de la flota de la Nueva España con su ascenso a teniente general.

En 1779, en plena Guerra de Independencia norteamericana, estuvo al mando de una escuadra en la campaña de corso contra Inglaterra en las islas Terceras de las Azores. Su actuación, muy discutida, la defendió en un manuscrito titulado “Justa vindicación de mi honor”, depositado en 1782 en la biblioteca del convento agustino de San Acacio en la calle Sierpes, primera biblioteca pública de Sevilla y hoy Círculo de Labradores.

Por su comportamiento en la misión a las Azores, Ulloa fue sometido a tres juntas de departamento​ y, mediante Real Decreto de diciembre de 1780, a un consejo de guerra, del que fue absuelto el 10 de julio del mismo año.

Sus últimos años transcurrieron en paz y sosiego en labores administrativas en el Departamento Marítimo, desde 1783 hasta 1795. Este se encontraba en la Isla de León desde 1769 y este lugar era residencia obligada de los generales de la Armada desde 1789. En los periodos de menos actividad vivía con su familia en Cádiz.

El 1 de febrero de 1794 Francisco Javier Everardo-Tilly fue nombrado capitán general de la Armada, ​ aunque debido a una indisposición le sustituyó en este cargo Antonio de Ulloa.

Antonio de Ulloa falleció el 5 de julio de 1795 a causa de una pulmonía. Dispuso ser enterrado en la iglesia castrense del lugar en que muriera, probablemente la iglesia de San Francisco de la Isla de León. En 1995 solo pudo identificarse una lápida con su apellido y se decidió colocar una placa conmemorativa en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando.

Su figura, largamente celebrada, fue reconocida por numerosas instituciones españolas y europeas, entre ellas las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País, la Royal Society de Londres, y diversas academias de ciencias y bellas artes de París, Berlín, Estocolmo y Bolonia.