lunes, 17 de noviembre de 2025

AREA MUSEO

Calle Arjona.

De plaza de la Legión a la confluencia de Reyes Católicos, paseo de Cristóbal Colón y Puente de Triana.  Por la derecha de Arjona confluyen Benidorm y Torremolinos, y por la izquierda Luis de Vargas, Marqués del Duero, Sánchez Barcazalegui, Albuera y Segura.

La calle se configuró en la década de 1860 en una amplia zona extramuros llamada Ribera desde la Edad Media y situada entre las puertas de Triana y Real. A lo largo del s. XIX ese lugar era conocido con diferentes nombres.

En la citada década todo este sector contiguo a la recién creada estación del ferrocarril pasó a designarse como plaza del Asistente Arjona, en homenaje a José Manuel de Arjona (1781- 1850) (ver), responsable de la política sevillana en la primera mitad del XIX e impulsor de importantes reformas y mejoras urbanísticas de la ciudad.

En 1868, tras la revolución liberal, se rotuló toda esta zona como plaza de los Mártires de la Libertad, “en memoria de los héroes inmolados en este sitio por su amor a la Patria'" (Secc. 10, Cabildo 2-X- 1868), pues allí tenían lugar las ejecuciones de los reos condenados a muerte.

Finalmente, en 1880, una vez trazada la nueva calle, se le asignó en exclusiva el primitivo nombre de Arjona.

La formación de este espacio está en relación con el desarrollo urbanístico de todo este terreno extramuros, que adquiere especial valor a raíz de la llegada del ferrocarril y que propicia una política de ensanches y edificaciones recogida en el proyecto del arquitecto Balbino Marrón (ver) de 1859. En ese contexto, la actual Arjona se plantea en 1862 como un "cómodo arrecife que alinease la plaza de Arjona (actual plaza de la Legión), continúe por delante de la fábrica de los señores Portilla y empalme con la entrada de los Reyes Católicos” (Sec. 10, 14-IX-1862). La obra, sin embargo, no se ejecuta hasta la década de 1870, según un proyecto de 1875.

Por ser una calle de nueva creación, tiene un trazado rectilíneo y considerable anchura, pues fue ideada como arrecife o paseo que discurría arbolado a lo largo del río. En su acera izquierda, hacia su final, presenta un amplio ensanche a modo de plazoleta terriza y arbolada, y en la derecha un espacio privado que se abre a la dársena.

Todo su caserío es posterior a la década de los 50 del XX y resultado de la sustitución de viejos edificios fabriles, naves y almacenes, por bloques de viviendas de siete y ocho plantas. 

Por su interés arquitectónico destacan: los restos del antiguo almacén real de maderas, la estructura metálica de la antigua lonja de pescado del Barranco, construida según un proyecto de 1876, rehabilitada recientemente y hoy destinada a actividades recreativas.

El Barranco

En el s. XIX el Barranco era en los días navideños “feria de peros, castañas, nueces, turrones, cañas dulces y demás golosinas que alegran las Pascuas, amén de mercado de zambombas y panderetas con que se acompañan las canciones de la Noche Buena” (Luis Montoto, En aquel tiempo).

También hay que mencionar el pabellón de estilo historicista de la Asociación Sevillana de Caridad, en la esquina con Reyes Católicos, construido en 1914 por Aníbal González y reformado en 1921 por Aurelio Gómez Millán (ver).

Asociación Sevillana de Caridad

Asociación Sevillana de Caridad

En cuanto a sus funciones, Arjona ha ido sufriendo a lo largo del tiempo importantes cambios. Hasta la década de los 50 del XX fue un espacio de escasa significación residencial, sólo ocupado por edificios fabriles. Constituía una de las primeras concentraciones fabriles de la ciudad. Allí se situaba ya a mediados del XIX la fábrica de gas de Juan Lacave, luego convertida en Catalana de Gas. También la fundición de hierro de Portilla. Más tarde las instalaciones de la Sevillana de Electricidad, cámaras frigoríficas, etc.

En los últimos años se ha acentuado su función residencial, compatible, sin embargo, con un intenso comercio subsidiario y gran número de restaurantes y bares que colocan sus veladores en sus amplias aceras.

La proximidad de la estación de plaza de Armas generó gran movimiento de personas.  También la de autobuses de Damas, ubicada en los bajos del antiguo almacén del rey. En sus inmediaciones la calle se ensancha en la mencionada plazoleta, con puestos de bebidas y de prensa y un viejo quiosco de cristales de gran sabor, situado junto al lugar de donde partían los autobuses del Aljarafe, antigua parada de la línea de tranvías de la Pañoleta. (Diccionario Histórico de las Calles de Sevilla).

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San Laureano.

De plaza de la Puerta Real a la confluencia de Torneo, Marqués de Paradas y Liñán.

Al menos desde principios del s. XVI este lugar era conocido popularmente como sitio de San Laureano, por el convento mercedario allí ubicado. Sin embargo, la planimetría del XVIII y primera mitad del XIX no lo identifica toponímicamente, hasta que en 1868 figura como calle de San Laureano en el pIano de Álvarez-Benavides (ver). Al parecer se conoció también en el pasado como barrio de los Gallegos, que taponaba la salida del arrabal de los Humeros, lleno de aguas sucias.

Este espacio no se configuró como calle hasta los años 60 del siglo XX, en que se derriba la contigua Puerta Real  (ver) y buena parte del lienzo de muralla, cuya desaparición posibilitó la ronda de circunvalación de la ciudad. Entonces dejó de ser un lugar extramuros sucio y descuidado, como todos los espacios exteriores de las puertas de la ciudad, para convertirse en la prolongación formal de Alfonso XII.

Restos de la Puerta Real 

Es corta, bastante ancha y asciende en pendiente a modo de costanilla. Quizás por ello se recoge en documentos municipales como Rampa de la Puerta Real.

Las casas de la acera izquierda son todas de escalera, de tres plantas, construidas en la primera mitad de siglo, algunas recientemente reformadas en sus fachadas. Toda la acera derecha está ocupada por los restos del antiguo convento de San Laureano, situado en un nivel más elevado que el resto de la calle y separado de ésta por un muro (ver).

San Laureano

Este edificio, construido sobre la antigua residencia de Hernando Colón (ver), donde éste tenía su gran biblioteca, fue desde comienzos del XVI colegio e iglesia de mercedarios calzados. Allí estaban las imágenes del Santo Entierro y Nuestra Señora de Villaviciosa.

Expulsados los frailes en 1810, bajo la dominación francesa, sufrió destrucciones e incendios que lo dejaron inservible para el culto. Más tarde fue presidio correccional de la ciudad, almacén, cine de verano, etc.

En los años setenta de siglo XX se reutilizó su bello corral central con bares, tabernas y tiendas de novedades. Posteriormente se ubican en el mismo taller artesanal de cerámica, carpintería, etc. Otras dependencias del edificio se usan como almacenes y talleres de automóviles. Actualmente se ha reconvertido en viviendas privadas interiores.

A sus pies se sitúa la “Piedra Llorosa” (ver) en relación con una leyenda.

Piedra "Llorosa"

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Calle Alfonso XII.

De Plaza del Duque de la Victoria a la confluencia de Gravina y Plaza de la Puerta Real. Desembocan en ella, por la derecha, Santa Vicenta María, Jesús de la Vera-Cruz, Abad Gordillo, San Vicente, García Ramos y Redes; y por la izquierda, Silencio, Almirante Ulloa, plaza del Museo, Cepeda y Bailén.

Desde el s. XIII está documentada como calle de las Armas, nombre cuyo origen exacto no está bien determinado. Para González de León (ver), se llama así por “haber habitado en ella los armeros o fabricantes de armas”, mientras que Álvarez-Benavides (ver) lo explica de la siguiente manera: “la circunstancia de haber sido esta vía la primera de la ciudad que pisó ya vencedor San Fernando de sus enemigos, ocasionó se le diese el nombre de Armas, por ser éstas las que devolvieron al cristianismo una ciudad ocupada tanto tiempo por los estandartes agarenos”.

También se ha atribuido, como recoge Santiago Montoto (ver), a los numerosos escudos de armas de sus fachadas, pues por su privilegiada situación, en el arranque de la antigua Puerta de Goles, la calle fue habitada por familias de alta nobleza, que allí construyeron sus casas solariegas.

En 1873 no prosperó la propuesta de ponerle el nombre de Once de Junio, “en conmemoración de la memorable fecha con que las Cortes Constituyentes habrían votado la forma de gobierno Republicano Democrático Federal" (Sec. 10, 8-VI-1873).

El topónimo Armas se mantuvo, pues, hasta 1883, en que se rotuló Alfonso XII (1857-1885), en homenaje al monarca español.

En 1931 se sustituyó por el de Catorce de Abril, fecha de la proclamación de la Segunda República, hasta que en 1936 se repuso de nuevo.

Es una calle larga, de mediana anchura y configuración rectilínea. Algo más estrecha en su parte central, entre Silencio y Almirante Ulloa; se ensancha en la confluencia con la plaza del Museo, para estrecharse de nuevo y curvarse ligeramente hasta su final.

Su trazado actual no difiere sustancialmente del que debió tener en los siglos medievales y puede verse en la planimetría del XVIII (plano de Olavide), aunque en esta última fecha aún no estaba abierta la calle Silencio, trazada en 1868, ni el amplio espacio de la plaza del Museo. A lo largo de los siglos se cerraron también algunas barreduelas, casi siempre incorporadas a edificios, y se alinearon algunas casas (1880-1905 ...), lo que acentuó la rectitud de la calle, que, si toponímicamente concluye en la plaza de la Puerta Real, desde un punto de vista morfológico se extiende en realidad hasta la confluencia de Torneo y Marqués de Paradas, constituyendo un eje de penetración oeste-este al centro histórico y comercial de la ciudad. En el pasado esta penetración se hacía a través de la Puerta de Goles, que comunicaba a Sevilla con el arrabal de los Humeros y la zona del río.

Siempre fue la actual Alfonso XII una de las calles principales de Sevilla. Dice la leyenda que, por ella, pasando la Puerta de Goles, entró en la ciudad Fernando III. En 1570 sí lo hizo en verdad el rey Felipe II. En 1600 un veinticuatro la describe como una de las de “más peso que ay en la ciudad y donde de ordinario acuden los caballeros a pasearse”. En ella, en efecto, se celebraban carreras de caballos. Su condición de espacio noble lo pondera en 1830 Richard Ford cuando aconseja a los futuros turistas ingleses que si van a pasar el invierno en la ciudad lo hagan “en la calle de Armas o en algún otro lugar de la parroquia de San Vicente, que es el barrio aristocrático de Sevilla”.

 Allí fundó Santa Teresa Su primer convento (1575), antes de trasladarse la Orden a la casa de la calle Zaragoza (ver); y desde 1568 se localizaba también, a la altura del numo 42 actual, el convento de Mercedarias Descalzas (ver), conocido como de la Asunción, todavía en pie en la primera mitad del XIX.

En ella tuvieron asimismo sus talleres notables impresores como Fernando Díaz (s. XVll, Francisco de Lyra y José de San Román y Codina (siglos XVII-XVIII).

A mediados del S. XIX había una lujosa casa de baños cercana a la actual Santa Vicenta María. La calle, sin embargo, sufría con frecuencia las avenidas del cercano río, que por ella llevaba sus aguas al centro de la ciudad. En algunas de estas riadas (1821, 1853,1877 ... ) el municipio habilitó barcas para facilitar el tránsito por la zona.

Calle Alfonso XII durante la riada de abril de 1881. Foto de Emilio Beauchy

Como en otros lugares nobles de Sevilla, la antigua calle de Armas ha sido recogida y elogiada en diferentes textos literarios, muy especialmente en el Siglo de Oro.

Lope de Vega la pondera así en su comedia “La Niña de Plata”:

“¿Cómo esta calle se llama?

De las Armas

Conrazón

más pienso que de amor son,

con tanta bizarra dama;

y son las más peligrosas,

si esta calle es de sus armas;

que más que a cien hombres de armas

temo unas manos hermosas”.

 

Antes Juan de Mal Lara, en su “Recibimiento que Sevilla hizo al rey Felipe II”, había hecho una brillante descripción del embellecimiento y riqueza de sus casas en tan solemne ocasión.

Luis Vélez de Guevara en “El diablo cojuelo” sitúa en “Ia calle de las Armas que se sigue luego a siniestra mano “ el lugar donde el diablo llevó al personaje don Cleofás.

También la menciona Vicente Espinel (ver) en la Vida de Marcos de Obregón, y la evoca así el poeta Rafael Laffón (ver) una noche de Viernes Santo:

“Desde la capilla de San Antonio Abad, de aquel viejo hospital donde acorrían a los dañados del "fuego sacro”, por la calle de las Armas y hacia la calle de las Sierpes, fluye el reguero de la luz espectral con la solemnidad silente de una Vía Láctea macabra, por los cielos de la noche” (Discurso de las cofradías).

Según señala Álvarez-Benavides (ver), en una de sus casas vivió algún tiempo el general Miramón, presidente de la República de Méjico, fusilado en Querétaro junto con el emperador Maximiliano. Y en otra tuvo su gran biblioteca y famosa tertulia, en la segunda mitad del s. XIX, el marqués de Jerez de los Caballeros. Ali se reunía lo más señalado de la vida literaria e intelectual de la Sevilla de la época. (Diccionario Histórico de las Calles de Sevilla).

Hasta la desaparición de los tranvías en la década de los 50 del XX, discurría por la calle la linea de la Puerta Real, objeto de bromas entre los sevillanos por su proverbial lentitud.

Su caserío, en general bien conservado, a pesar de no pocos derribos en los años 70 y 80 del siglo XX, es muy heterogéneo y ofrece un contraste entre el buen porte de los edificios de los primeros tramos de la calle y el carácter más popular de las últimas casas, en los aledaños de la plaza de la Puerta Real. Alternan las grandes casas tradicionales sevillanas, con bellos patios y cierros al exterior, de tres plantas, con otras de escalera y algunos edificios modernistas y regionalistas que reflejan el carácter aristocrático que tradicionalmente tuvo este espacio, patente en algunos palacios y en varias construcciones religiosas. De la plaza del Museo en adelante la calle pierde ese carácter y sus construcciones adoptan un aire más popular y sencillo, sobre todo a la al tura de la plaza de la Puerta Real, donde algunas tienen los portales más bajos que el acerado, e incluso conservan en algún caso los llamados “balcones de palo” propios de la arquitectura popular de los siglos XVI y XVII.

Soportales a la altura de la plaza de Puerta Real

En varios puntos, las viejas casas derribadas han sido sustituidas por modernas construcciones de escasa personalidad. De las que aún se conservan merecen destacarse: 

Casa numero 21.

Obra de Aníbal González, de estilo modernista en su fachada y un patio neoplateresco.

Casa numero 21

Portada

Cancela

Patio

Casa número 27 y 29

Son dos edificios iguales encargados por Don Laureano Montoto, con bellísimas fachadas modernistas, construidas entre los años 1905 y 1906. La primera es un centro docente privado, y la segunda es un conjunto de viviendas particulares.

En la 29 podemos ver un magnífico balcón diseñado por el arquitecto Aníbal González (ver), quien se inspiró en el incipiente arte modernista y en los diseños de Antonio Gaudí (recordamos que finalizó sus estudios en Barcelona) para dar forma a esta hermosa balconada.

Casa numero 27

Detalle de la balconada

Casa numero 29

Detalle de la balconada

Casa número 34.

Muestra un azulejo con el texto de una leyenda sobre Alfonso XII.

Azulejo de la casa número 34

Detalle dela leyenda

Casa número 47.

Muestra un hermoso y grande azulejo.

Casa número 47

Detalle del azulejo

La 63, es una de las últimas obras del arquitecto Juan Talavera (1946) y posee cinco plantas.

Y la 66, de fines del XVIII o principios del XIX, tiene dos plantas y ático, y un azulejo del Gran Poder en su fachada.

También hay en la calle dos valiosos palacios:

El primero, en el núm. 17, está construido en el lugar del viejo palacio de los Monsalves (ver), con entrada por la calle del mismo nombre, fue propiedad de la Compañía Sevillana de Electricidad y hoy es sede de la Presidencia de la Junta de Andalucía. 

Casa número 48

Es la antigua casa del conde de Casa Galindo, antes llamada Casa de Andueza, un edificio neoclásico de dos plantas y gran portada de columnas, con una planta abuhardillada construida a fines de 1970 por el arquitecto Rafael Manzano y que altera el diseño tradicional del edificio (Leer mas).

Casa número 48. Casa Galindo

Escuela de Estudios Hispanoamericanos

Hay que aludir también a otro edificio, el núm. 16 (Leer más), construido en los años 50 del siglo XX y destinado a la Escuela de Estudios Hispanoamericanos, centro dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Allí se celebraba una importante tertulia literaria en la década de los 50 (Club la Rábida). Es de inspiración neoclásica y ofrece un jardín delantero con palmeras y naranjos. 

Escuela de Estudios Hispanoamericanos

Iglesia del antiguo hospital de San Antonio Abad

Entre los edificios religiosos destaca el conjunto arquitectónico formado por la iglesia del antiguo hospital de San Antonio Abad (ver), edificada en el XVI y remodelada en el XVII I, y la capilla contigua de la Hermandad de Jesús Nazareno (El Silencio), obra también de este último siglo. Al parecer el primitivo hospital, destinado a enfermos afectados del “fuego sacro o de San Antón”, fue fundado por Alfonso X el Sabio. A principios del XVI se instaló allí la mencionada hermandad, que realiza su estación de penitencia en la madrugada del Viernes Santo. 

Iglesia del antiguo hospital de San Antonio Abad

Iglesia del antiguo colegio de San Gregario

En los números. 12 y 14 se ubican la casa y la iglesia del antiguo colegio de San Gregario (ver), llamado también de los ingleses, que los jesuitas fundaron en 1592. Tras la expulsión de la Orden en 1767, se le adjudicó a la Sociedad de Medicina, una de las más prestigiosas e innovadoras de España, luego constituida en Academia, que permaneció allí hasta las primeras décadas del siglo XX. En 1839 tuvo también su sede, interinamente, la de Buenas Letras. En la actualidad pertenece el templo a la Orden de la Merced y allí reside la Hermandad del Santo Entierro de Nuestro Señor Jesucristo y María Santísima de Villaviciosa, que hace su estación de penitencia la tarde del Sábado Santo. 

Iglesia del antiguo colegio de San Gregorio

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Escuela de Estudios Hispano-Americanos.

El edificio número 16 de la calle Alfonso XII, levantado en los años cincuenta del siglo XX, acoge la Escuela de Estudios Hispanoamericanos, institución integrada en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. En sus salones funcionó, durante aquella década, una relevante tertulia literaria conocida como Club La Rábida. 

El inmueble, de inspiración neoclásica, se distingue por su jardín delantero, donde crecen palmeras y naranjos.

Escuela de Estudios Hispanoamericanos

Detalle de la portada

Detalle del jardín delantero

Detalle del jardín delantero

Las circunstancias históricas que hicieron de Sevilla, en el siglo XVI, el puerto de enlace con las Indias y, ya en el siglo XVIII, la sede del Archivo General de Indias, impulsaron que la ciudad se convirtiera en un espacio privilegiado para el estudio y la investigación sobre la América hispánica. Desde finales del siglo XIX, el constante flujo de especialistas españoles y americanos que pasaban por la ciudad evidenció la necesidad de crear un centro que canalizara el creciente interés por el análisis del Nuevo Mundo.

Esa trayectoria cristalizó en el Centro de Estudios de Historia de América de Sevilla (CEHA), fundado en 1932 dentro del proceso de renovación científica promovido por la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, con la colaboración de la Universidad de Sevilla y del Instituto Hispano Cubano de Historia de América. El CEHA marcó un renovado impulso hacia un americanismo sustentado en la investigación documental del Archivo General de Indias. Sin embargo, la Guerra Civil truncó el proyecto: figuras como José María Ots Capdequí o Diego Angulo fueron depurados, y muchos investigadores continuaron sus trayectorias fuera de España.

La creación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas sobre la estructura de la extinguida JAE permitió dar continuidad a los fines del CEHA mediante la fundación de la Escuela de Estudios Hispano-Americanos (EEHA). Esta fue constituida por decreto de 10 de noviembre de 1942, bajo el impulso de Vicente Rodríguez Casado, Florentino Pérez Embid y Antonio Ballesteros Beretta. Un año antes se había establecido en Sevilla la sección local del Instituto de Historia Hispanoamericana Gonzalo Fernández de Oviedo, dependiente también del CSIC.

En sus inicios, la EEHA heredó el espíritu del CEHA y mantuvo una relación estrecha con la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Sevilla, así como con el Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo y el Instituto Hispano Cubano. Dado su carácter académico e investigador, los primeros directores del centro ejercían funciones similares a las de un decano y eran designados a propuesta del rector.

La creación en 1945, en la propia Facultad de Filosofía y Letras, de la Sección de Historia de América, que asumiría progresivamente las actividades docentes, supuso un punto de inflexión. Desde entonces, la EEHA quedó vinculada exclusivamente al CSIC y se consolidó como un centro de investigación, formación postuniversitaria y edición científica en el ámbito de la Historia de América.

A finales de los años cuarenta, la Escuela abandonó sus primeras dependencias en la calle Laraña para trasladarse a su sede actual en la calle Alfonso XII, donde se instalaron los espacios de investigación, la biblioteca y la residencia de investigadores.

Pese al contexto ideológico de la dictadura y al uso del americanismo como recurso para la diplomacia cultural de un país aislado, la EEHA logró configurar una auténtica escuela de americanistas. Ya en 1943 estaba en marcha un programa de becas, y los Cursos de Verano de La Rábida, aunque impregnados del discurso oficial del régimen, favorecieron contactos internacionales y ampliación de horizontes. En los sótanos de la sede se creó el Club La Rábida, que animó la vida cultural sevillana de los años cincuenta con exposiciones, certámenes y cinefórums.

La Residencia de Investigadores, frecuentada por especialistas de reconocido prestigio internacional,  y la Biblioteca de la Escuela, dirigida en sus primeros tiempos por François Chevallier, facilitaron el intercambio científico y cultural entre investigadores españoles y americanos. En un entorno especialmente favorable, cerca del Archivo General de Indias, se gestaron estudios de referencia que a menudo fueron editados en la imprenta propia de la EEHA. Hoy, su biblioteca conserva un notable fondo de libros, revistas y materiales de archivo, considerada una de las colecciones americanistas más importantes del mundo. La Residencia y la Biblioteca Americanista de Sevilla funcionan actualmente como una Unidad Técnica Especializada del CSIC (REBIS-CSIC).

Tras la reestructuración interna del CSIC en diciembre de 2021, la EEHA pasó a integrarse en el Instituto de Historia como su sede en Sevilla, manteniendo tanto su nombre como su identidad americanista. Esta reorganización permitió modernizar sus servicios y estructuras.

Hoy la EEHA-IH cuenta con ocho investigadores de plantilla, junto con personal predoctoral y postdoctoral cuyas líneas de trabajo abarcan desde las sociedades prehispánicas y la época colonial hasta el mundo contemporáneo. El centro acoge a lo largo del año ciclos permanentes de conferencias y seminarios, además de congresos, exposiciones y diversas actividades científicas. Mantiene también una estrecha colaboración con el Archivo General de Indias y con las universidades sevillanas, la Universidad de Sevilla y la Universidad Pablo de Olavide, en tareas de formación y divulgación.

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Casa-Palacio de los condes de casa Galindo.

Historia

En el numero 48 de la calle Alfonso XII, se sitúa la casa palacio de los condes de Casa Galindo, conocida anteriormente como Casa de Andueza. La fecha de 1842 que figura en su cancela podría no corresponder a la construcción inicial, atribuida al maestro de obras Alonso Moreno por encargo de Vicente Torres Andueza. Moreno proyectó una residencia señorial que mantiene la tradición arquitectónica sevillana, incorporando a la vez elementos propios del gusto y las necesidades del siglo XIX.

El palacio adoptó su nombre actual tras su adquisición por Andrés Lasso de la Vega y Quintanilla, conde de Casa Galindo, quien compró el inmueble a sus primeros propietarios. Este personaje tuvo también residencia en el lugar donde hoy se ubica el Hotel Bécquer, en la calle Reyes Católicos.

En 1978 se acometió una importante reforma que, aunque respetó buena parte de la zona más antigua del edificio, declarado Bien de Interés Cultural en 1968, implicó cambios profundos para adaptarlo a su nuevo uso residencial. Los amplios salones fueron divididos para crear viviendas, el jardín posterior desapareció para permitir la construcción de un volumen destinado a más apartamentos y la antigua azotea dio paso a un ático con buhardillas. El arquitecto Rafael Manzano dirigió este proyecto desde un enfoque historicista, procurando una integración visual con la arquitectura original.

La década de 1970 estuvo marcada por un litigio entre la Casa de Osuna y los herederos de Casa Galindo. Un matrimonio entre ambas familias había convertido el palacio en residencia oficial de la duquesa de Osuna en Sevilla, y en ese contexto el inmueble fue protegido junto con su contenido. Tras la muerte del duque, la familia Lasso de la Vega reclamó la propiedad y la duquesa se trasladó a otra vivienda llevando consigo su patrimonio. 

En aquellos años se planteó incluso instalar aquí una subsede del Museo de Bellas Artes para ampliar la colección sin alejarse de la sede principal, ubicada en la misma plaza. La propuesta no llegó a materializarse, perdiéndose la oportunidad de articular en ese entorno un gran conjunto museístico.

Edificio

El inmueble, con fachada a la plaza del Museo, es un buen ejemplo del neoclasicismo sevillano. La fachada original, de dos plantas, se remataba con un frontón triangular que destaca la puerta principal. Esta portada se integra en el paramento mediante dos columnas toscanas sobre pedestal que preceden a un amplio zaguán. Sobre la entrada se abre un balcón flanqueado por pilastras jónicas que parecen sostener el frontón triangular superior, un recurso sencillo y característico del lenguaje neoclásico que recurre a motivos grecorromanos para enfatizar los ejes principales del edificio. La tercera planta, con sus buhardillas, fue añadida durante la intervención de Manzano a partir de 1978.

Casa palacio de los condes de Casa Galindo

Una de las innovaciones propias de la arquitectura doméstica decimonónica en Sevilla fue la desaparición de los accesos en recodo. En grandes casas como Pilatos, Dueñas o Pinelo, el patio no se encuentra alineado con la portada, obligando a recorrer pasillos angulares. A partir del siglo XVIII comenzó a imponerse un eje visual más directo, que enlazaba la puerta con el patio principal. La escalera, tradicionalmente situada en un extremo, pasó a colocarse en un lateral del patio, aumentando así su presencia. Esta distribución es la que adopta también la casa de Casa Galindo.

Desde la portada se accede a un zaguán que comunica con el patio a través de una cancela de inspiración francesa, famosa por su diseño delicado y por permitir el paso de la luz sin ocultar la vista del interior. Dos ventanales con rejería que reproduce ese mismo motivo la acompañan. 

Zaguán

Detalle de la cancela y ventanales

Detalle de la cancela 

La escalera ocupa un lugar destacado en el patio, extendiéndose a lo largo de uno de sus laterales. Se adorna con mármoles de distintos tonos, sustituyendo al azulejo de cuerda seca que sí aparece en los zócalos del patio. La caja de escaleras se cubre con una bóveda sencilla, alternativa más económica que las tradicionales armaduras de madera.

Escalera

Escalera

Detalle de las columnas pareadas de la escalera

Alrededor del patio se disponen triples arquerías de medio punto, y una estancia intermedia conduce al antiguo jardín posterior

El patio sevillano, concebido como un espacio abierto que regula la luz y la temperatura del conjunto, actúa como corazón de la vivienda. En él se combinan plantas, flores, fuentes, elementos escultóricos, medallones y pinturas, ornamentos que no estuvieron permitidos durante la etapa islámica, cuando se imponía una mayor austeridad decorativa.

Detalles del patio

Detalles del patio
Detalles del patio

Detalles del patio con la fuente en el centro

Detalles del patio con la fuente en el centro
Detalle de la fuente

Detalle de la fuente
Detalle de la fuente
Detalle de la fuente
Al fondo el patio posterior
Entrada al patio posterior