martes, 25 de noviembre de 2025

 RUTAS POR SEVILLA: Ruta Artística. Pintores.

Francisco Herrera "El Viejo".

Calle Herrera el Viejo (ver)

Francisco Herrera, conocido como el Viejo, nació en Sevilla hacia 1590. Era hijo de Juan de Herrera y Aguilar, pintor de miniaturas y grabador, por lo que es razonable suponer que su primera formación artística transcurrió en el taller paterno. Aunque algunas fuentes antiguas lo presentan como discípulo de Francisco Pacheco, no existe plena certeza sobre este extremo.

Hasta 1619 ejerció la pintura de manera irregular, sin haber obtenido el preceptivo examen de maestría que exigía el gremio sevillano para trabajar legalmente como maestro pintor. Ese año fue denunciado ante la justicia por ejercer sin la debida acreditación. Para regularizar su situación tuvo que someterse a la prueba gremial, que incluía la ejecución de una obra considerada “maestra” y un interrogatorio profesional. Una vez superado el examen, recibió el título correspondiente y pudo continuar su carrera sin impedimentos. La documentación de este pleito no solo refleja los debates sobre el estatus del artista en la Castilla del siglo XVII, sino también la relación cercana que Herrera mantenía con Pacheco, a quien algunos han considerado su maestro.

Las fuentes coinciden en describirlo como un hombre de carácter áspero e intransigente, algo que confirman los numerosos litigios en los que se vio envuelto. Palomino menciona incluso que Diego Velázquez, cuando aún era un niño, pasó por su taller, aunque permaneció allí poco tiempo antes de trasladarse al estudio de Pacheco, su futuro suegro, debido al temperamento difícil de Herrera.

También procede de Palomino la conocida leyenda que sitúa a Herrera, hacia 1624, acusado de falsificación de moneda y refugiado en la iglesia de San Hermenegildo, siendo posteriormente absuelto por Felipe IV durante su visita a Sevilla gracias a su habilidad pictórica. Esta historia, probablemente apócrifa, contribuyó a reforzar la imagen de un artista de fuerte personalidad y vida agitada, así como la del monarca como protector de las artes. Durante estos años, además, Herrera acumuló diversos conflictos legales que consolidaron su fama de hombre conflictivo.

En 1630 volvió a afrontar problemas judiciales, esta vez relacionados con retrasos en sus encargos. Pasó un tiempo encarcelado y sus dificultades económicas se hicieron evidentes. A pesar de ello, su prestigio había traspasado las fronteras sevillanas, como demuestra el elogio que le dedicó Lope de Vega en una estancia de El laurel de Apolo, publicado ese mismo año.

Hacia 1625 contrajo matrimonio con María de Hinestrosa, perteneciente a una familia de cierto rango social. De esta unión nació su hijo Francisco (1627), quien también alcanzaría renombre como pintor. Palomino menciona además dos hijos más: un varón, conocido como Herrera el Rubio, que murió joven, y una hija. En 1631 falleció su padre, Juan de Herrera, quien vivía con él desde la muerte de su esposa, ocurrida alrededor de 1618 o 1619.

En 1650 se trasladó a Madrid, probablemente impulsado por la peste que asoló Sevilla el año anterior y en busca de mejores oportunidades profesionales en la Corte. A ello pudieron sumarse los cambios personales derivados del fallecimiento de su esposa y la marcha a Roma de su hijo Francisco, episodio envuelto en la leyenda, difundida por Palomino y Ceán, que relata la huida del joven tras sustraer dinero a su padre para escapar de su carácter violento.

En Madrid entabló relación con Velázquez, compatriota sevillano, y según Palomino incluso llegó a ejercer brevemente como maestro del futuro pintor real. Su actividad madrileña, no obstante, está escasamente documentada. Díaz del Valle menciona que realizó obras para varias iglesias, pero apenas han llegado más noticias sobre esta etapa.

Ceán Bermúdez afirma que Herrera el Viejo falleció en Madrid en 1656 y fue enterrado en la parroquia de San Ginés. Sin embargo, consta el entierro, el 29 de diciembre de 1654, de un Francisco de Herrera muerto sin testamento en la misma parroquia, que podría corresponder al pintor. De ser así, habría muerto solo, en el olvido y con escasos recursos.

En cuanto a su obra, el primer dato conocido sobre él es el de su primera obra firmada y fechada en 1609, un grabado calcográfico para la portada de un libro con la figura de San Ignacio de Loyola.

En 1614, contrató su primer encargo pictórico importante, una serie de lienzos destinados a la capilla de la Vera Cruz del convento de San Francisco de Sevilla, del que únicamente se conservan tres de los cuadros: “La Inmaculada con monjas franciscanas”, “El rescate de San Luis” y “La visión de Constantino”.

En la Inmaculada podría adivinarse cierta influencia de Pedro de Campaña o Luis de Vargas, que eran los pintores que en aquel tiempo florecían en la Escuela Sevillana de pintura. Los rostros de la Virgen y de las monjas están descritos con una gran delicadeza, así como las manos unidas de la Inmaculada sobre el pecho y las de las religiosas que llevan unas flores. Los colores de la Inmaculada son los de la época, rosa la túnica y azul el manto, siendo de una especial originalidad el modo en que se cruza el manto delante de la imagen de la Virgen. El contraste cromático entre la parte alta del cuadro, más luminoso, y la parte de las religiosas, más oscuro, es también un signo de originalidad. Todo el conjunto hace que este cuadro de la Inmaculada resalte entre la numerosa iconografía de este tema en la Escuela Sevillana del siglo XVII.

La Inmaculada con monjas franciscanas. Herrera el Viejo, Francisco. 1614. Óleo sobre lienzo. 1614. 204 x 154 cm. Arzobispado de Sevilla. (ver) (CC BY 3.0)

La visión de Constantino representa la visión que el emperador Constantino tuvo antes de la batalla del Puente Milvio, en la que se le apareció la cruz y se le instruyó para usarla en su estandarte para obtener la victoria.

La visión de Constantino. Herrera el Viejo, Francisco. 1614. Óleo sobre lienzo. Sala de cabildos del Hospital de la Caridad de Sevilla

De 1615 es la obra de los Desposorios místicos de santa Catalina del Museo de Bellas Artes de Sevilla (ver).

Desposorios místicos de Santa Catalina. Herrera el Viejo, Francisco. 1615. Óleo sobre lienzo. 243 x 167 cm. Adquisición de la Junta de Andalucía. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sala IV

De 1616 es la Inmaculada Concepción de la fachada de la Catedral de Sevilla. María aparece con la cabeza agachada y los ojos casi cerrados, luciendo delicadas facciones entre las que destacan una nariz fina y una boca pequeña. Ambos brazos están flexionados y las manos juntas en actitud orante y directamente frente al pecho. El cabello es largo y cae a ambos lados produciendo leves ondulaciones sobre los hombros. La Virgen viste una túnica blanca holgada que cae hasta los pies y carece de cíngulo o cualquier otro elemento que la ciña a la cintura. La flexión de la pierna izquierda provoca la aparición de un fuerte punto de luz a la vez que rompe con la frontalidad y el hieratismo de la pose. Cubriendo parcialmente la túnica destaca un manto celeste el cual envuelve a la Inmaculada y la dota de movimiento gracias al vuelo de la tela, provocado por un querubín cuyo rostro está en parte cubierto por ella.

A los pies de María destaca una media luna transparente con las puntas hacia abajo, acorde a la doctrina de los antiguos tratadistas, y adornada con los rostros alados de cuatro ángeles. A ambos lados de la imagen mariana se hallan dos querubines; el de la izquierda parece jugar con el manto de la Virgen, mientras que el de la derecha se oculta tras ella y tiene la cabeza agachada. En la zona superior, enmarcando el arco de medio punto del lienzo, se erige un coro de rostros angelicales dispuestos sobre nubes, estando la Inmaculada coronada por una aureola de rayos con doce estrellas en alusión a las doce tribus de Israel. Todo el conjunto se remata en el centro de la zona superior con una representación del Espíritu Santo bajo forma de paloma. La parte inferior del lienzo muestra un paisaje boscoso y varias construcciones al fondo, atributos “del país” según Francisco Pacheco junto con la luna invertida y transparente.

La pintura, situada en el muro norte del Patio de los Naranjos, junto a la Puerta del Perdón, se halla en una hornacina acristalada y enrejada de medio punto ubicada en un balcón abovedado rematado por un arco, también de medio punto, el cual se apoya en sencillas pilastras.

Inmaculada Concepción. Herrera el Viejo, Francisco. 1616. Óleo sobre lienzo. 275 x 150 cm. Catedral de Sevilla. (ver) (CC BY 3.0)

En 1617, firmó un lienzo con la representación de “Pentecostés” (Museo de El Greco, Toledo), que aún muestra bien a las claras su anclaje en la tradición manierista flamenquizante, por su composición.

En este cuadro se representan dos hechos que tuvieron lugar el día de Pentecostés. Al fondo aparece la Virgen rodeada de los apóstoles recibiendo la venida del Espíritu Santo y en primer plano, posiblemente el momento en que san Pedro habla a los israelitas que, atraídos por el Espíritu Santo, se presentan en el cenáculo.

Pentecostés. Herrera el Viejo, Francisco. 1617. Óleo sobre lienzo. 260 x 200 cm. Museo del Greco de Toledo. (ver) (CC BY 3.0)


De 1617 también data un “San Lorenzo” (ver) actualmente albergado en la Iglesia de La Merced de Huelva. Se trata de una obra que marca la transición del manierismo al barroco sevillano y es uno de sus trabajos más destacados.

San Lorenzo. Herrera el Viejo, Francisco. 1617. Óleo sobre lienzo. 119 x 59 cm. Iglesia de La Merced de Huelva (ver) (CC BY 3.0)


Hacia 1620 se le encargó una de sus obras de mayor importancia y trascendencia, el gran lienzo de la “Apoteosis de san Hermenegildo” (ver)para el retablo mayor de la iglesia del Colegio de Teología de la Compañía de Jesús de Sevilla, dedicado a ese santo, seguramente junto al diseño de la decoración de las yeserías de la cúpula ovalada del mismo templo. Es una obra de gran tamaño, en la que se han separado dos registros superpuestos de un modo arcaizante, con una gloria de ángeles que evoca las de Roelas. Se conserva en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. 

Apoteosis de san Hermenegildo. Herrera el Viejo, Francisco. Hacia 1620-1624. Óleo sobre lienzo. 523 x 326 cm. Procede de la desamortización de la Iglesia del Colegio de san Hermenegildo. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sala V

De 1627 es el cuadro de la Anunciación del Convento de san José del Carmen (Las Teresas) (ver).

Anunciación. Herrera el Viejo, Francisco. Óleo sobre lienzo. 1627. Convento de San José del Carmen


Entre 1626 y 1627, la serie que, en unión de Zurbarán, realizó para la Iglesia del Colegio de San Buenaventura, en Sevilla. Realizó trazas y dibujos para la decoración de yeserías y pintura de la iglesia y coro, proyecto que plasmaron maestros de obras. Realizó para este conjunto las pinturas al fresco de la cúpula, las pechinas y las bóvedas del templo. Para esta casa religiosa hizo también cuatro lienzos de la “Historia de san Buenaventura”, uno de cuyos originales se conserva en el Museo del Prado, “San Buenaventura recibe el hábito franciscano”. 

Se debían ilustrar los capítulos fundamentales de la vida de San Buenaventura, santo nacido en el siglo XIII, y a cuya figura se dedicaba este centro franciscano de Teología y Sagradas Escrituras. Como hemos comentado, Herrera compartió el encargo con Francisco de Zurbarán, aunque este segundo pintor se incorporó más tarde al proyecto. Herrera se ocupó de pintar las telas que reflejaban la niñez y juventud de San Buenaventura, antes de su ingreso en la Orden; la madurez y muerte del santo quedaron plasmados en los cuatro lienzos del extremeño.

San Buenaventura recibe el hábito de San Francisco es el tercer lienzo del ciclo inicial, y en él se representa el momento en que el santo ingresa como novicio en la Orden Franciscana en 1243, una vez que el capítulo de frailes accedió a su admisión.

La composición se concibe en el interior de una iglesia poblada por una hilera de interminables e imponentes cabezas. Destaca, además del severo y árido rostro de San Francisco o la expresividad del fraile situado a la derecha, la magnífica concesión a la anécdota del anciano con anteojos que se inclina, concentrado en un gesto que denuncia su sordera. Bajo esa espléndida sucesión de franciscanos, continuada en un nutrido grupo de curiosos y músicos -éstos últimos en el coro del templo- se postra humilde San Buenaventura, a la espera de la inminente toma de los hábitos que aparecen representados en primer término.

San Buenaventura recibe el hábito de san Francisco. Herrera el Viejo, Francisco de. 1628. Óleo sobre lienzo. 231 x 215 cm. Museo del Prado. No expuesto. (ver) (CC BY 3.0)


“Santa Catalina y la familia de San Buenaventura”, se expone en el Museo y Galeria de la Universidad Bob Jones de Grenville (Estados Unidos), 

Aparición de santa catalina a la familia de san Buenaventura. Herrera el Viejo. 1628. Óleo sobre lienzo. Museo y Galeria de la Universidad Bob Jones de Grenville. (ver) (CC BY 3.0)


“San Buenaventura Niño, presentado a San Francisco” y “La Comunión de San Buenaventura”, en el Museo del Louvre, ambos de 1628.

San Buenaventura Niño, presentado a San Francisco. (ver) (CC BY 3.0)

La Comunión de San Buenaventura, (ver) (CC BY 3.0)


Entre las pinturas que guarda la Iglesia de San Bernardo, destacan dos magníficas obras del pintor Francisco Herrera "El Viejo" que se pueden datar hacia 1620 y 1625: La primera es el portentoso Juicio Final, lienzo grande que realizó Herrera para la Iglesia de San Bernardo en 1628.

La pintura está presidida por el arcángel San Miguel en su parte terrenal y por Jesucristo con la Cruz en la parte celestial, encontrándose a la derecha del arcángel los bienaventurados y los condenados a su izquierda, mientras el arcángel alza su espada y sus alas hacia el cielo con toda una corte celestial alrededor de Cristo Juez en el rompimiento de la gloria, con la Virgen María a su derecha. Una obra digna de ser contemplada y de estar en cualquier Museo.

El retraso en su entrega motivó un pleito, pero la obra resultó ser un cuadro grandioso que le colmaría de gloria en su tiempo y que está en consonancia con su producción madura.

Y la segunda obra de Herrera "El Viejo", es un lienzo de la Flagelación de Cristo, escena sobrecogedora y en penumbra donde Cristo desprende una luz que se abre a los extremos del lienzo con un grupo de sayones que lo rodean para azotarle su Santo Cuerpo.

Juicio Final y la Flagelación. Herrera el Viejo, Francisco. Iglesia de San Bernardo. (ver) (CC BY 3.0)


De 1634 es La Parentela de Jesús, del Museo de Bellas Artes de Bilbao.

La pintura muestra una escena devocional que no se recoge en los evangelios canónicos. En ella aparecen numerosos personajes que forman la estirpe de Jesús y de Juan el Bautista, quienes, juntos, centran la composición. La unión de Jesús con su primo es manifestada con un gesto de abrazo entre ellos, mientras que la presencia del cordero indica al mismo tiempo la misión del Bautista y la prefiguración de Cristo en su pasión y muerte.

La obra presenta a los parientes directos de Jesús de acuerdo con el relato evangélico. En la parte izquierda destacan la Virgen, san José y, entre ambos, una anciana que, por la edad representada y el atuendo, se corresponde con santa Ana, madre de la Virgen.

En el grupo de la derecha sobresalen santa Isabel y Zacarías, padres del Bautista. Aparecen además en la escena otros personajes que las escrituras también muestran como parientes de Jesús, como las santas mujeres que se sitúan detrás de los protagonistas.

En la zona baja de la composición, un grupo de niños coronados por un nimbo que señala su santidad se identifican con algunos apóstoles. El cáliz que lleva en la mano uno de ellos se asocia a san Juan. Tras él, otro niño representa a su hermano Santiago, hijos de Zebedeo y María Salomé, que puede ser la mujer representada junto a Jesús.

A la derecha, los otros tres niños han de ser los apóstoles hermanos: Santiago, Simón y Judas Tadeo. Su madre es María, esposa de Cleofás, que es una de las dos mujeres que asoma al fondo, por encima del Bautista. La tradición, los evangelios apócrifos y escritos del siglo II las señala como parientes de la Virgen.

La pintura se encontraba sobre uno de los altares laterales del convento de Santa Inés de Sevilla, cerca de otro presidido por un Pentecostés, también obra de Herrera el Viejo. Consta que las dos obras --de Pentecostés se desconoce su destino-- estaban todavía en el convento a mediados de la década de 1830. Como ha estudiado Navarrete detalladamente, el lienzo aparece expuesto en el Louvre en 1838, tras su salida de Sevilla pocos años antes. La misión del barón Taylor (1789-1879), presente en Sevilla esos años, tenía el objeto de formar la colección de pintura española para el rey Luis Felipe, en la que va a figurar la obra entre 1838 y 1848, años en que permaneció abierta, por lo que es probable que la adquiriera en ese momento. Allí figuró con unas medidas verticales superiores en más de 70 centímetros, mientras que su anchura era unos 30 centímetros mayor. De acuerdo con la descripción que realiza Ponz en la segunda mitad del siglo XVIII, y siguiendo los datos aportados por Navarrete, la obra mostraba al Padre Eterno sobre la escena central que se conserva. El rico colorido de la obra, su intrincada composición y la bravura de la pincelada han llevado a deducir que debió de realizarse a mediados de la década de 1630. (Ignacio Cano Rivero)

La Sagrada Parentela. Herrera el Viejo, Francisco. 1634. Óleosobre lienzo. Museo de Bellas Artes de Bilbao. (ver) (CC BY 3.0)


En 1636 debió de empezar a trabajar en dos lienzos, pintura, dorado y estofado de dos retablos laterales (uno de La Venida del Espíritu Santo y otro de Santa Ana), para la iglesia del convento de Santa Inés de Sevilla, que le terminaron de pagar al año siguiente.

El año 1637 se comprometió con las monjas del convento de Santa Paula al dorado, estofado y encarnado de un retablo de talla que se hacía para su iglesia.

El año 1638 Herrera hizo la pintura y los cuadros del retablo del altar mayor de la iglesia del convento de San Basilio Magno de la capital hispalense. Se trataba de un retablo con un ciclo pictórico completo, con varias pinturas en el banco, diez para los nichos entre pilastras laterales, dos tarjas y dos lienzos principales, de los que destaca el monumental “Visión de San Basilio” (ver), compuesto en dos planos pero sin la rígida compartimentación de obras anteriores, resultando ser una considerable novedad, por la composición oblicua, la pincelada suelta y nerviosa, la energía en las actitudes de los personajes y en sus rostros, acercándose al pleno Barroco. Fue por estos años cuando su hijo Francisco comenzó su aprendizaje a su lado.

Visión de san Basilio. Francisco Herrera el Viejo. 1639. Óleo sobre lienzo. 540 x283 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sala V. Procede del Colegio de san Basilio el Magno

En 1639 pinta diversas obras con figuras de Apóstoles (Galería Uffizi de Florencia, Museo del Prado y en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid). 

Cabeza de Santo degollado. Herrera el Viejo, Francisco de. Siglo XVII. Óleo sobre lienzo. 51 x 65 cm. Museo del Prado. No expuesto. (ver) (CC BY 3.0)

San Jerónimo. Herrera el Viejo, Francisco de. 1640-1645. Óleo sobre lienzo. 143 x 100 cm. Museo del Prado. No expuesto. (ver) (BB CY 3.0)

La influencia más sentida en el trabajo del Herrera maduro fue el arte de Juan de Roelas, una de las máximas figuras de la pintura sevillana de aquellos años.

Herrera el Viejo destaca por ser una de las figuras del primer naturalismo sevillano del siglo XVII, con una personalidad que le permitió imponerse en el ambiente artístico de su ciudad, como uno de los maestros más elogiados y estimados de Sevilla, recibiendo encargos importantes y siendo asimismo requerido desde fuera de la ciudad.

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