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San Laureano.
De plaza de la Puerta Real a la
confluencia de Torneo, Marqués de Paradas y Liñán.
Al menos desde principios del s. XVI
este lugar era conocido popularmente como sitio de San Laureano, por el
convento mercedario allí ubicado. Sin embargo, la planimetría del XVIII y
primera mitad del XIX no lo identifica toponímicamente, hasta que en 1868
figura como calle de San Laureano en el pIano de Álvarez-Benavides (ver). Al parecer se conoció también en el pasado como barrio de
los Gallegos, que taponaba la salida del arrabal de los Humeros, lleno de aguas
sucias.
Este espacio no se configuró como calle
hasta los años 60 del siglo XX, en que se derriba la contigua Puerta Real (ver) y buena parte del lienzo de muralla,
cuya desaparición posibilitó la ronda de circunvalación de la ciudad. Entonces
dejó de ser un lugar extramuros sucio y descuidado, como todos los espacios
exteriores de las puertas de la ciudad, para convertirse en la prolongación
formal de Alfonso XII.
Restos de la Puerta Real
Es corta, bastante ancha y asciende en
pendiente a modo de costanilla. Quizás por ello se recoge en documentos
municipales como Rampa de la Puerta Real.
Las casas de la acera izquierda son
todas de escalera, de tres plantas, construidas en la primera mitad de siglo,
algunas recientemente reformadas en sus fachadas. Toda la acera derecha está
ocupada por los restos del antiguo convento de San Laureano, situado en un
nivel más elevado que el resto de la calle y separado de ésta por un muro (ver).
San Laureano
Este edificio, construido sobre la
antigua residencia de Hernando Colón (ver), donde éste tenía su gran biblioteca,
fue desde comienzos del XVI colegio e iglesia de mercedarios calzados. Allí
estaban las imágenes del Santo Entierro y Nuestra Señora de Villaviciosa.
Expulsados los frailes en 1810, bajo la
dominación francesa, sufrió destrucciones e incendios que lo dejaron inservible
para el culto. Más tarde fue presidio correccional de la ciudad, almacén, cine
de verano, etc.
En los años setenta de siglo XX se
reutilizó su bello corral central con bares, tabernas y tiendas de novedades. Posteriormente
se ubican en el mismo taller artesanal de cerámica, carpintería, etc. Otras
dependencias del edificio se usan como almacenes y talleres de automóviles. Actualmente
se ha reconvertido en viviendas privadas interiores.
A sus pies se sitúa la “Piedra Llorosa”
(ver) en relación con
una leyenda.
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